El amanecer trajo consigo una frialdad persistente mientras el grupo desarmaba el campamento improvisado en el claro. Aunque las palabras de la figura en el portal resonaban en sus mentes, nadie había hablado sobre ello durante la noche. El peso de lo desconocido se sentía como una niebla opresiva que se negaba a disiparse.
"Bien, recoged lo que podáis y preparaos para moveros", dijo Aratsuki con su tono habitual, aunque la seriedad en sus ojos era más profunda de lo normal.
Dargan terminó de ajustar su armadura y lanzó una mirada significativa hacia Eryn. "Tú, pluma verde, ¿cómo está tu puntería esta mañana? Porque si vienes fallando flechas otra vez, te cargaré una multa por ineficiencia".
Eryn, con los ojos entrecerrados y un puchero infantil, respondió: "¿Por qué no practicas usar un arco antes de hablar, yunque ambulante?"
Fenrir dejó escapar un suspiro, colocando una mano sobre el hombro de Dargan para detener la inminente discusión. "Basta, niños. "No creo que tengamos el lujo de malgastar energía peleando entre nosotros".
Aria, mientras revisaba su báculo, miró a Aratsuki con una leve sonrisa. "Es bueno ver que algunos aquí pueden mantener la calma".
"Concéntrate", fue todo lo que Aratsuki respondió, aunque sus palabras no fueron tan cortantes como de costumbre.
Hacia lo desconocido
El camino de regreso hacia la civilización estuvo marcado por un silencio incómodo. Cada uno de los aventureros estaba inmerso en sus propios pensamientos. La visión de la figura del portal había dejado claro que estaban lidiando con algo mucho más grande de lo que habían imaginado.
El aire se sentía extraño, como si algo invisible los estuviera observando. Fenrir fue el primero en notar que los animales del bosque estaban ausentes. No había cantos de pájaros ni el crujir de ramas bajo las patas de criaturas pequeñas.
"Esto no es normal", murmuró Fenrir, deteniéndose en seco.
"¿Qué ocurre ahora?", preguntó Dargan, colocando la mano en el mango de su martillo.
"Es el silencio", explicó Fenrir, señalando a su loba espiritual, que también parecía inquieta. "Algo está ahuyentando a la fauna".
Aratsuki se giró para observar los alrededores. "Prepárense. Esto puede ser una trampa".
Eryn tomó su arco con rapidez, mientras Aria comenzó a murmurar un hechizo de protección. El grupo avanzó con cautela, pero el ambiente seguía siendo opresivo. Finalmente, llegaron a un estrecho desfiladero que daba paso a un viejo puente colgante.
"¿Por qué siempre es un puente?", murmuró Dargan, inspeccionando las tablas podridas.
"Porque es el escenario perfecto para una emboscada", respondió Aratsuki, sus ojos examinando cada rincón del área.
La trampa de la sombra
Cuando el grupo estaba a mitad de cruzar el puente, un chillido agudo resonó en el aire. Del otro lado del desfiladero, una horda de goblins emergió de la espesura, liderados por un ogro que llevaba una armadura improvisada y un mazo cubierto de púas.
"¡Formación!" gritó Aratsuki, sacando su katana y colocándose al frente del grupo.
Dargan tomó posición a su lado, golpeando su martillo contra el suelo. "¡Esos mocosos verdes no saben con quién se están metiendo!"
Eryn se situó detrás, con su arco listo. "¿Quieres que te apunte un par de flechas en el trasero para que no digas tonterías, Dargan?"
Fenrir y Aria se colocaron en el centro. Fenrir invocó a su loba espiritual, que comenzó a gruñir hacia la horda, mientras Aria canalizaba su magia para proteger al grupo.
El primer ataque vino rápido. Los goblins lanzaron piedras y flechas improvisadas desde lejos, mientras el ogro avanzaba con pasos pesados que hacían temblar el puente.
"¡No dejen que nos rodeen!", ordenó Aratsuki, bloqueando una flecha con su katana y avanzando para cortar a los primeros goblins que alcanzaron el puente.
Dargan arremetió con fuerza, mandando a varios goblins al vacío con un golpe brutal. "¡Esto es para mi desayuno interrumpido!"
Eryn disparaba flechas con precisión, derribando a los goblins antes de que pudieran acercarse demasiado. "¡Aratsuki, cuidado a tu derecha!"
El ogro llegó al puente y comenzó a balancearlo con fuerza, obligando al grupo a luchar por mantenerse en pie.
"¡Fenrir, necesitamos un hechizo ahora!" gritó Aria, mientras creaba una barrera de luz para bloquear los proyectiles enemigos.
Fenrir levantó su báculo y conjuró un vendaval que desequilibró a varios goblins, haciéndolos caer al abismo. Sin embargo, el ogro resistió, avanzando con una furia implacable.
"¡Voy por él!", exclamó Aratsuki, corriendo hacia el ogro a pesar de las heridas que aún dolían en su cuerpo.
"¡Espera!" gritó Eryn, pero era demasiado tarde.
La determinación de un líder
Aratsuki cargó contra el ogro, esquivando su primer golpe y atacando con su katana. El filo cortó la armadura improvisada, pero no fue suficiente para detenerlo. El ogro respondió con un golpe que lanzó a Aratsuki contra las cuerdas del puente, dejándolo sin aire.
"¡Maldita sea!", rugió Dargan, corriendo para ayudarlo.
Con un esfuerzo sobrehumano, Aratsuki se levantó y se lanzó nuevamente al ataque, esta vez apuntando a las piernas del ogro. Con un corte preciso, logró hacer que el gigante perdiera el equilibrio.
"¡Dargan, ahora!"
El enano no perdió tiempo y golpeó con todas sus fuerzas, enviando al ogro al vacío.
Cuando el enemigo desapareció en las profundidades, el grupo respiró aliviado, pero sus cuerpos estaban agotados.
Un descanso merecido
Horas después, llegaron a un pequeño refugio en la montaña. Mientras Eryn encendía un fuego, Dargan y Fenrir revisaban las provisiones.
"¿Siempre tiene que ser tan intenso?", preguntó Eryn, dejando escapar un suspiro mientras se dejaba caer junto al fuego.
"Es nuestra vida", respondió Aria, sonriendo levemente mientras trataba las heridas de Aratsuki.
Él permaneció en silencio, observando las llamas. Sus pensamientos estaban en otra parte, en la figura que habían enfrentado en el portal y lo que podría estar esperando más adelante.
"Esto es solo el principio", murmuró, apenas audible, pero lo suficiente para que Aria lo escuchara.
"Entonces tendremos que ser más fuertes", dijo ella, colocando una mano sobre su hombro.
El grupo se quedó en silencio, compartiendo el calor del fuego mientras la noche caía. Aunque sabían que las verdaderas pruebas aún estaban por venir, en ese momento, encontraron consuelo en su unidad.
Ecos del Pasado
La mañana se alzó fría, con un manto de niebla cubriendo el paisaje montañoso. El refugio donde habían pasado la noche ofrecía un respiro temporal, pero la atmósfera era pesada con la tensión acumulada. El grupo se reunió alrededor del fuego moribundo, cada uno perdido en sus pensamientos mientras compartían un desayuno austero.
Aratsuki permanecía apartado, limpiando su katana nueva con movimientos meticulosos. A pesar de sus heridas aún no del todo curadas, su postura era firme. La batalla del día anterior había dejado marcas visibles en su cuerpo, pero las invisibles, aquellas que se alojaban en su mente, eran mucho más profundas.
"Si sigues así, te vas a desgastar tú antes que esa espada", comentó Dargan con una sonrisa, rompiendo el silencio.
"Está bien mantener el equipo en buen estado", respondió Aratsuki, sin apartar la vista de su arma.
"Claro, claro. "Pero un guerrero cansado no gana batallas", replicó el enano, antes de voltear hacia Eryn. "¿Y tú, pluma verde? "¿Sigues pensando en lo cerca que estuviste de fallar ese tiro crucial?"
"¡Cállate, yunque ambulante!" exclamó Eryn, inflando las mejillas como una niña molesta. "Mis disparos fueron perfectos, y lo sabes".
Fenrir, quien estaba afilando su báculo con runas recién grabadas, levantó la vista con una ligera sonrisa. "Al menos estábamos sincronizados. Aunque admito que fue más peligroso de lo que esperábamos".
Aria, mientras revisaba sus pociones y hierbas, observó al grupo con una mezcla de preocupación y afecto. "Quizás deberíamos descansar un poco más antes de continuar. "Ninguno de nosotros está en plena forma".
"Descansaremos cuando sea seguro", intervino Aratsuki, poniéndose de pie y colocando la katana en su funda. "La misión no esperará por nosotros".
De regreso al gremio
El descenso de la montaña fue más tranquilo de lo que el grupo había anticipado. La niebla comenzaba a disiparse, dejando al descubierto el camino que los llevaría de vuelta a la ciudad. Aunque el silencio persistía, esta vez no era incómodo; era un momento de reflexión colectiva.
Cuando finalmente llegaron al gremio, fueron recibidos por el bullicio habitual. Aventureros de todas las clases llenaban el salón principal, compartiendo historias, negociando recompensas o simplemente disfrutando de un momento de ocio.
Lucy, la recepcionista, levantó la vista de sus papeles y, al verlos entrar, esbozó una sonrisa cálida. "¡Ah, finalmente están de vuelta! Me alegra verlos a todos de una pieza… más o menos".
"Más o menos es generoso", comentó Eryn, estirándose mientras sus articulaciones crujían audiblemente.
Lucy sacó un pergamino y se acercó al grupo. "Hay una nueva misión que podría interesarles. Ralford dejó instrucciones específicas de que ustedes fueran informados primero."
Aratsuki tomó el pergamino sin dudar, sus ojos recorriendo las palabras con rapidez.
"¿Qué dice?", preguntó Fenrir, inclinándose ligeramente hacia él.
"Una aldea al este ha reportado desapariciones y ataques durante la noche", respondió Aratsuki. "Los testigos mencionan sombras grandes y rápidas que acechan en los bosques cercanos."
"Genial, más cosas que acechan en la oscuridad", murmuró Dargan.
"Lo tomaremos", dijo Aratsuki con firmeza, devolviendo el pergamino a Lucy.
Preparativos
El resto del día lo dedicaron a prepararse. Fenrir adquirió nuevas runas que prometían aumentar la potencia de sus invocaciones, mientras Dargan negoció con un herrero para reforzar su martillo con una aleación más resistente.
Eryn, por su parte, encontró un arco mejorado con un encantamiento que aumentaba la velocidad de sus disparos. "Esto debería callar cualquier comentario sobre mis habilidades", dijo, lanzando una mirada desafiante a Dargan.
Aria, siempre meticulosa, dedicó horas a crear pociones y encantamientos de curación. Mientras tanto, Aratsuki revisó mapas y estrategias, asegurándose de que el equipo estuviera preparado para cualquier eventualidad.
"Sigues cargando con todo el peso, ¿no?" comentó Aria cuando lo encontró solo en una mesa, estudiando los informes.
"Es mi responsabilidad", respondió él sin mirarla.
"No estás solo, Aratsuki. "Recuerda eso", dijo ella con suavidad antes de retirarse.
Hacia el este
El grupo partió al amanecer del día siguiente, sus siluetas destacando contra el cielo teñido de rojo. El camino hacia la aldea era largo y peligroso, pero ninguno dudó. Las palabras del pergamino, aunque breves, tenían un peso que no podían ignorar.
A medida que avanzaban, la sensación de ser observados regresó, más intensa que nunca. Incluso Fenrir parecía inquieto, su loba espiritual gruñendo de vez en cuando hacia los árboles.
"¿Alguien más tiene un mal presentimiento?", preguntó Eryn, su tono ligero apenas ocultando su nerviosismo.
"Siempre que trabajamos contigo, pluma verde", bromeó Dargan, aunque sus ojos también escaneaban el entorno.
"Concéntrense", ordenó Aratsuki, con su tono cortante.
Cuando finalmente llegaron a la aldea, el panorama era desolador. Las casas estaban en ruinas, con puertas y ventanas destrozadas. No se veía a nadie, pero las marcas en el suelo y las paredes contaban historias de violencia reciente.
"Esto... no está bien", murmuró Aria, su rostro pálido.
Aratsuki se agachó para examinar las huellas en el suelo. "Orcos. Pero no cualquier orco. Estos son organizados."
"Eso nunca es una buena señal", dijo Fenrir, con un tono sombrío.
"Entonces asegurémonos de que no dejen otra aldea en este estado", respondió Aratsuki, poniéndose de pie y mirando a su equipo.
El grupo asintió y, con armas en mano, se adentró en las sombras, listo para enfrentar el peligro que los esperaba.