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Chapter 22 - Cazadores Acechados

La aldea estaba sumida en un silencio sepulcral. El único sonido era el crujido de las botas del grupo al caminar sobre las tablas de madera quebradas y los restos dispersos de lo que alguna vez fue un asentamiento próspero. A medida que avanzaban, el aire se volvía más pesado, como si algo invisible estuviera presionando contra sus pechos.

Aratsuki lideraba, su katana desenvainada y sostenida con firmeza. Sus ojos recorrían cada sombra, cada rincón. Fenrir iba detrás de él, con su báculo iluminado por runas azules que parpadeaban tenuemente. La loba espiritual que lo acompañaba olisqueaba el aire, gruñendo de forma ocasional, un reflejo del malestar creciente en el grupo.

"Esto es extraño", murmuró Eryn, con una flecha tensada en su arco. Sus ojos verdes se movían con rapidez, buscando cualquier indicio de movimiento. "Deberíamos haber visto rastros de sobrevivientes o... de lo que sea que causó esto".

"Quizás los orcos ya se hayan retirado", sugirió Aria en un tono que denotaba más esperanza que certeza.

"No apuestes tu vida a ello, Aria", replicó Dargan, golpeando ligeramente su martillo contra el suelo. "Ellos no suelen irse sin dejar algo más que destrucción".

La trampa

Pasaron varios minutos investigando los restos de la aldea. Encontraron señales de lucha: armas rotas, marcas de garras en las paredes y rastros de sangre seca. Pero lo que más llamó la atención de Aratsuki fueron las huellas que llevaban hacia el bosque.

"Se dividieron", dijo en voz baja, señalando las marcas. "Un grupo grande se adentró en los árboles. Otro pequeño… se dirigió hacia el norte".

"¿Vamos tras ellos?", preguntó Fenrir.

"Los seguimos", afirmó Aratsuki.

El bosque que rodeaba la aldea era denso; los árboles formaban un laberinto natural que dificultaba la visión más allá de unos metros. La loba de Fenrir avanzaba primero, olfateando el aire, pero pronto se detuvo en seco, erizando su pelaje.

"Algo está mal", dijo Fenrir, deteniéndose también.

Antes de que pudiera terminar su frase, un grito gutural resonó a través de los árboles, seguido de un rugido ensordecedor. De entre las sombras, un grupo de orcos apareció; sus ojos brillaban con un odio puro, y sus cuerpos estaban cubiertos de cicatrices y armaduras improvisadas hechas de restos de sus víctimas.

Eryn reaccionó primero, disparando una flecha que impactó en la frente de uno de los orcos, pero los demás no se detuvieron. Cargaron hacia el grupo con brutalidad, sus armas alzadas y sus gruñidos reverberando en el aire.

"¡Formación!" gritó Aratsuki, colocándose frente a sus compañeros.

El combate

El primer orco que llegó a él blandía un hacha enorme. Aratsuki esquivó el golpe con precisión, moviéndose con la gracia de un depredador. Su katana se alzó en un arco perfecto, cortando la garganta del orco antes de que este pudiera reaccionar.

Dargan, a su lado, dejó escapar un rugido mientras golpeaba el suelo con su martillo, creando una onda de choque que derribó a otros dos enemigos. "¡Así es como se hace!" exclamó con una risa llena de adrenalina.

Eryn disparaba flecha tras flecha, cada una encontrando su marca en los puntos débiles de los orcos. Pero a pesar de sus esfuerzos, estos parecían interminables.

Fenrir invocó a un espíritu de guerra, un lobo etéreo que se lanzó contra los orcos, desgarrando y mordiendo con ferocidad. Sin embargo, incluso con su magia, el grupo empezaba a ser superado.

"¡Aratsuki, detrás de ti!" gritó Aria.

Un orco más grande que los demás, con una maza cubierta de púas, se acercaba por la espalda de Aratsuki. Este giró justo a tiempo para bloquear el ataque, pero el impacto fue tan fuerte que lo lanzó varios metros hacia atrás.

"¡Maldita sea!" Dargan cargó contra el orco, logrando desviar su atención, pero no sin recibir un corte profundo en el brazo.

El giro de la batalla

"¡No podemos seguir así!" gritó Fenrir, su voz tensa mientras lanzaba una onda mágica para empujar a un grupo de orcos.

Aratsuki, con la respiración entrecortada y la sangre goteando de una herida en su costado, se levantó. Sus ojos reflejaban una determinación inquebrantable. "Aria, prepárate. "Vamos a necesitar curación intensa en cuanto termine esto".

"¿Y qué planeas hacer?", preguntó Eryn, disparando otra flecha mientras retrocedía.

"Terminar esto ahora", respondió, y sin esperar una respuesta, corrió hacia el orco con la maza.

El enfrentamiento fue brutal. La fuerza del orco parecía imparable, pero Aratsuki no se dejó intimidar. Usó la velocidad y precisión de su katana para atacar puntos clave, desgastando a su enemigo. Finalmente, con un movimiento rápido, cortó la cabeza del orco, haciendo que los demás retrocedieran.

El grupo aprovechó la ventaja momentánea para reagruparse, y Fenrir invocó una tormenta de espíritus que arrasó con los orcos restantes.

La amenaza persistente

Cuando el último enemigo cayó, el grupo quedó en un silencio roto solo por sus jadeos. Aria corrió hacia Aratsuki, aplicando magia curativa sobre sus heridas más graves.

"Esto fue solo un escuadrón", dijo Fenrir, mirando los cuerpos esparcidos. "¿Qué están planeando realmente?"

Aratsuki, aún con los músculos tensos, miró hacia el bosque oscuro que se extendía más allá. "Lo descubriremos. Pero por ahora, necesitamos respuestas, y rápido".

El grupo asintió, sabiendo que lo peor aún estaba por venir.

Ecos del Pasado

El grupo se encontraba reunido alrededor de una hoguera improvisada. La noche había caído sobre el bosque, envolviendo todo en un velo de oscuridad. Las llamas proyectaban sombras danzantes sobre los rostros cansados de los aventureros. Cada uno lidiaba con las secuelas de la batalla de su propia manera.

Aratsuki estaba sentado a cierta distancia del grupo, con la mirada fija en su katana. Había limpiado la sangre del filo, pero sus pensamientos seguían anclados en los instantes cruciales del combate. Se pasó una mano por la frente, sintiendo el peso de las decisiones que había tomado.

Dargan, por otro lado, parecía menos afectado. Aunque su brazo estaba vendado, su voz resonaba con su característico entusiasmo. "¡Viste eso, elfa? Ese último golpe que di habría hecho que cualquier yunque temblara de envidia".

Eryn rodó los ojos, pero su expresión no tenía la dureza habitual. "Quizás si dejaras de alardear tanto, podrías acertar con más frecuencia", respondió, aunque el leve rubor en sus mejillas delataba que sus palabras no tenían la intención de herir.

Fenrir estaba más callado de lo normal, ocupado revisando el estado de su loba espiritual. El espíritu estaba tendido a su lado, recuperándose lentamente de la energía mágica gastada en la pelea. Fenrir acariciaba su pelaje etéreo con cuidado, su expresión serena pero cargada de preocupación.

Aria rompió el silencio general, su voz suave pero firme. "Aratsuki, ¿cómo está tu herida? "No fue fácil cerrar ese corte".

Él levantó la mirada, encontrándose con los ojos azules de la sacerdotisa. "Estoy bien", respondió de manera escueta. Sin embargo, la preocupación en sus palabras era evidente.

"No deberías forzarte tanto", insistió Aria. "Siempre te pones al frente, pero no somos inútiles. Déjanos ayudarte más".

Aratsuki no respondió de inmediato. Bajó la mirada de nuevo hacia su katana, reflexionando sobre sus palabras. Aunque sabía que sus compañeros eran capaces, la idea de depender completamente de ellos le resultaba difícil de aceptar.

Un nuevo rumbo

A la mañana siguiente, tras un descanso breve pero necesario, el grupo comenzó a desmontar su campamento. Habían decidido seguir investigando la dirección hacia la que se habían dirigido los orcos restantes. La misión de Ralford era clara: encontrar pistas sobre los movimientos recientes de los monstruos y cualquier indicio de los artefactos perdidos.

"¿Qué creen que eran esas marcas en los orcos?", preguntó Eryn mientras ajustaba su carcaj.

"Runas", respondió Fenrir con seriedad. "Magia antigua. No es común ver algo así entre ellos. Significa que alguien o algo más poderoso los está guiando".

"Genial", comentó Dargan con sarcasmo. "Como si ya no fueran lo suficientemente problemáticos."

"Nos enfrentaremos a lo que venga", dijo Aratsuki, su tono frío pero lleno de convicción. "Solo manténganse alerta".

La caminata por el bosque era lenta y metódica. Fenrir lideraba esta vez, guiado por su loba espiritual. El silencio del grupo era casi absoluto, roto solo por los susurros del viento y el crujir de las hojas bajo sus botas.

El descubrimiento

Finalmente, después de varias horas, llegaron a un claro donde el aire parecía diferente. Más denso, más cargado. En el centro del claro había un altar de piedra cubierto de inscripciones que ninguno de ellos reconocía de inmediato.

"¿Qué demonios es esto?", preguntó Dargan, acercándose con cautela.

Aria se adelantó, sus dedos trazando las líneas talladas en la piedra. "Es un lenguaje antiguo. No lo entiendo del todo, pero... parece un aviso."

"¿Un aviso?", repitió Eryn, tensando su arco por reflejo.

"Algo sobre una puerta... y un sacrificio", murmuró Aria, su voz temblando ligeramente.

Antes de que pudieran procesar lo que había dicho, un rugido ensordecedor sacudió el claro. De entre las sombras, una criatura surgió, mucho más grande y grotesca que los orcos que habían enfrentado antes. Tenía cuatro brazos, cada uno empuñando un arma distinta, y su piel estaba cubierta de las mismas runas que habían visto en los orcos.

"¡Formación!" gritó Aratsuki, desenvainando su katana.

El enemigo desconocido

El monstruo atacó con una ferocidad implacable. Sus movimientos eran rápidos y precisos, como si estuviera anticipando cada acción del grupo. Eryn disparó varias flechas, pero estas apenas lograron perforar su piel.

"¡Dargan, cuidado!" gritó Fenrir cuando una de las espadas del monstruo se dirigió hacia el enano.

Dargan levantó su martillo a tiempo para bloquear el golpe, pero el impacto lo hizo retroceder varios pasos. "¡Este maldito pega como un yunque de verdad!"

Aratsuki aprovechó la distracción para atacar desde un ángulo diferente, su katana brillando con un corte preciso que dejó una marca profunda en el brazo del monstruo. Pero en lugar de retroceder, la criatura pareció enfurecerse aún más.

"¡Aria, prepárate!" gritó Fenrir mientras invocaba un espíritu defensivo para proteger al grupo.

Aria asintió, canalizando su magia para lanzar una barrera alrededor de ellos. La energía luminosa los rodeó, mitigando parte del daño de los ataques de la criatura.

Un destello de esperanza

"¡Debemos encontrar su punto débil!" gritó Eryn, disparando otra flecha hacia el ojo del monstruo. Esta vez, logró impactar, haciendo que la criatura rugiera de dolor y retrocediera ligeramente.

"¡Bien hecho, elfa!" exclamó Dargan, aprovechando la apertura para lanzar un golpe devastador con su martillo al torso del monstruo.

Aratsuki, viendo la oportunidad, canalizó toda su fuerza en un movimiento final. Con un grito que resonó en el claro, su katana atravesó el cuello del monstruo, dejando un brillo de sangre oscura en el aire.

La criatura cayó con un estruendo, y el silencio regresó al claro.

La advertencia

Mientras el grupo se recuperaba, Fenrir inspeccionó el altar. "Estas runas... son parte de algo mucho más grande. Este lugar era solo un punto de inicio".

"¿Inicio de qué?" preguntó Aria, preocupada.

Fenrir no respondió de inmediato. Finalmente, miró a Aratsuki. "Esto no termina aquí. "Apenas estamos arañando la superficie de lo que realmente está ocurriendo".

Aratsuki asintió, sus ojos reflejando tanto determinación como incertidumbre. "Entonces seguiremos adelante. Pero lo haremos juntos".

El grupo dejó el claro, sabiendo que su misión solo se volvería más peligrosa a partir de ahora. Sin embargo, una llama de esperanza brillaba en sus corazones: estaban listos para enfrentar lo que viniera, como un verdadero equipo.