El grupo descansaba en las afueras del templo, bajo un cielo nocturno donde las estrellas titilaban débilmente. La batalla había dejado sus cuerpos y mentes al límite, pero no podían ignorar la inquietante sensación de que algo mucho más grande se había desencadenado en aquel lugar.
Dargan avivó la fogata, su rostro normalmente jovial ahora endurecido por la preocupación. "Esto fue distinto. Nunca vi goblins tan organizados… y ese ogro… era casi como si estuviera pensando".
Fenrir, que estaba atendiendo una herida superficial en su brazo, asintió. "No solo era más fuerte; tenía estrategia. Bloqueaba ataques, elegía a su objetivo. "Algo o alguien lo estaba controlando".
Eryn, con su arco descansando a un lado, miraba las llamas. Sus ojos verdes reflejaban el fuego, pero su mente parecía estar en otro lugar. "Si no hubieras reaccionado a tiempo, Aria estaría…"
"Estoy bien", interrumpió Aria, apretando una pequeña venda alrededor de su muñeca. Aunque su voz era tranquila, sus ojos azules traicionaban una mezcla de miedo y culpa. "Pero esa esfera… Algo en su magia era demasiado oscuro. "Lo que sea que estaba detrás de esto, aún está ahí afuera".
Aratsuki permanecía en silencio, observando el bosque oscuro más allá del campamento. Sus sentidos estaban alerta, y cada crujido en la maleza lo hacía tensarse. Finalmente, habló, con su tono frío y directo: "Esto no fue un simple encuentro con monstruos. Algo mayor está moviendo las piezas. "Necesitamos regresar al gremio, informar y prepararnos".
El camino de regreso
El amanecer trajo consigo un tenue resplandor mientras el grupo emprendía el camino de regreso a la ciudad. Aunque los eventos del templo seguían frescos en sus mentes, había algo reconfortante en la rutina de caminar juntos.
Dargan, tratando de aliviar la tensión, comenzó a hablar. "¿Sabían que los goblins tienen un gusto horrible para las armas? Es como si recogieran cualquier pedazo de basura que encuentran. "No como nosotros los enanos, que sabemos reconocer la calidad".
Eryn alzó una ceja, dejando escapar un suspiro. "¿Es tu forma de decir que los goblins son más ordenados que tú? Porque recuerdo que tus cosas están siempre esparcidas por todo el campamento".
"¡Es desorden estratégico!" replicó Dargan con una sonrisa. "Así siempre sé dónde está todo."
Fenrir soltó una pequeña risa, algo raro en él. "Quizás deberías enseñarles a los goblins tu método. Podrían aprender algo".
Aratsuki escuchaba en silencio, caminando un poco más adelante del grupo. Aunque no participaba en la conversación, un pequeño gesto —la ligera relajación de sus hombros— mostraba que la dinámica entre sus compañeros lo mantenía en calma, incluso si no lo admitía.
Una alarma en el gremio
La ciudad se alzaba ante ellos, con sus murallas y el bullicio típico del mercado al pie de la entrada principal. Cuando cruzaron las puertas, el grupo notó algo inusual: un aire de urgencia y preocupación entre los habitantes.
Al llegar al gremio, Lucy los recibió con una expresión tensa, lejos de la sonrisa habitual que reservaba para ellos.
"Han vuelto", dijo ella, aliviada, pero su tono pronto se volvió sombrío. "Tenemos un problema. Una caravana fue atacada anoche en las afueras de la ciudad. Sobrevivió un mensajero, pero apenas pudo hablar. Mencionó… monstruos organizados, atacando en grupos".
El grupo se miró, comprendiendo de inmediato las implicaciones.
"¿Dónde está el mensajero?", preguntó Aratsuki, su voz seria.
Lucy señaló una de las mesas al fondo del gremio. Un hombre estaba sentado allí, cubierto de vendajes, con una mirada perdida en el vacío. El grupo se acercó, y Fenrir se inclinó para hablar con él.
"Somos aventureros", dijo Fenrir con suavidad. "Queremos ayudarte. "¿Qué fue lo que viste?"
El hombre alzó la vista lentamente, sus ojos llenos de terror. "Eran demasiados… trabajaban juntos… como si supieran lo que hacían. No eran solo goblins. Había orcos también. Incluso vi algo más grande… algo con alas. No sé qué era, pero sus ojos… sus ojos eran como brasas encendidas."
El grupo intercambió miradas de preocupación. Esto no era un ataque común.
El encargo
"Lucy", dijo Aratsuki mientras se levantaba. "¿Quién está a cargo de investigar esto?"
"Por ahora, nadie. Los aventureros más experimentados están fuera, en misiones de largo alcance. Ustedes son los únicos disponibles con la experiencia suficiente para manejar algo así."
Dargan dejó escapar un bufido. "¡Claro, nosotros somos los únicos disponibles cuando las cosas se ponen feas!"
Aratsuki lo ignoró, mirando directamente a Lucy. "Danos los detalles. Nos encargaremos de esto".
Lucy asintió, entregándoles un mapa con la ubicación de la emboscada y otra carta con información del gremio. "Tengan cuidado. "Esto no es como las misiones anteriores".
Eryn observó a Aratsuki mientras él estudiaba el mapa. "¿Ni siquiera lo dudas, verdad? "Apenas sobrevivimos al último encuentro y ya estás listo para enfrentarte a lo que sea".
"No tenemos otra opción", respondió Aratsuki sin apartar la vista del mapa. "Si no lo hacemos, nadie más lo hará."
En camino hacia lo desconocido
El grupo partió de inmediato, siguiendo el sendero marcado hacia el lugar de la emboscada. La tensión era palpable, pero nadie hablaba. Cada uno sabía que lo que estaban a punto de enfrentar podría ser lo más peligroso hasta ahora.
Al llegar al sitio, encontraron restos de la caravana: carromatos destruidos, mercancías esparcidas y marcas de batalla en el suelo. Pero lo más inquietante eran las huellas: grandes, profundas, y muchas de ellas claramente pertenecían a criaturas aladas.
"Esto no es bueno", dijo Fenrir, examinando las marcas.
Dargan golpeó su martillo contra su palma. "Bueno, sea lo que sea, vamos a enseñarle que no debería meterse con nosotros".
Eryn, sin embargo, no compartía su entusiasmo. "No estamos preparados para algo de esta magnitud. Deberíamos regresar y buscar refuerzos".
"No hay tiempo", dijo Aratsuki, avanzando hacia el bosque. "Lo que sea que hizo esto, podría estar cerca. Y no podemos dejar que ataque de nuevo".
Mientras el grupo lo seguía, las sombras del bosque se cerraban alrededor de ellos, y un escalofrío recorría la espalda de todos. Algo les observaba, acechando desde la oscuridad.
Y entonces, un rugido rompió el silencio, sacudiendo los árboles. El enemigo había llegado.
El Cazador Acechante
El rugido resonó como un trueno, profundo y desafiante, sacudiendo cada hoja del bosque. Era un sonido antiguo, cargado de promesas de violencia. Los árboles parecían estremecerse mientras las sombras se alargaban, envolviendo al grupo en una atmósfera pesada.
Aratsuki levantó una mano, sus ojos agudos escaneando el área. "Deteneos", ordenó con su tono firme, que no admitía discusión.
"Algo grande viene", dijo Fenrir, su voz tranquila, pero sus manos comenzaron a formar el símbolo de un conjuro.
Dargan se apoyó en su martillo con una sonrisa forzada. "Ya lo siento en el aire. Esto no será bonito".
Eryn, con el arco listo y las orejas tensas, giró la cabeza hacia un lado, escuchando. "No estamos solos… y están rodeándonos".
El primer ataque
De entre los árboles emergieron goblins, pero no eran como los que habían enfrentado antes. Sus ojos brillaban con una astucia inusual, y sus movimientos eran precisos, coordinados. Llevaban armas y armaduras robadas, pero en buen estado, como trofeos de los aventureros que habían caído antes que ellos.
"¡Prepárense!" gritó Aratsuki, posicionándose al frente.
Un goblin saltó hacia él con un chillido, pero el guerrero lo cortó con un solo movimiento de su katana. Sin embargo, otros dos surgieron desde los flancos, uno dirigiéndose hacia Eryn y el otro hacia Aria.
Eryn disparó una flecha al pecho de su atacante, pero no lo detuvo del todo. Este cayó sobre ella, rasgándole el brazo antes de que Fenrir lo apartara con un lobo espectral.
Aria retrocedió, lanzando una barrera mágica que bloqueó el ataque del goblin, pero el esfuerzo la dejó jadeando.
"¡Están mejor organizados!", exclamó Fenrir; su voz contenía una mezcla de preocupación y análisis.
"No es solo eso", dijo Aratsuki mientras giraba para interceptar otro ataque. "Están midiendo nuestras habilidades".
El verdadero enemigo
El rugido volvió, esta vez más cerca, y los goblins comenzaron a retroceder. De entre las sombras emergió una criatura colosal: un dracónico. Su cuerpo escamoso era negro como el carbón, con alas pequeñas pero funcionales, y sus ojos irradiaban una inteligencia cruel.
"Por los dioses…", murmuró Dargan, su sonrisa nerviosa desapareciendo.
El draconiano no dio tiempo para planes. Con un rugido ensordecedor, se lanzó hacia ellos, su garra del tamaño de un escudo apuntando directamente a Fenrir.
Aratsuki reaccionó sin pensar, interponiéndose. La garra lo golpeó de lleno, enviándolo volando varios metros hasta estrellarse contra un árbol. La sangre brotó de su costado, empapando su túnica negra, pero se levantó tambaleándose.
"¡Aratsuki!" gritó Aria, corriendo hacia él con un hechizo curativo ya en sus labios.
"¡Atrás!" dijo él, su voz más fría que nunca. Se puso de pie, apretando la espada con ambas manos.
La batalla
El dracónico cargó de nuevo, y esta vez Dargan lo interceptó con su martillo, golpeando con toda su fuerza. El impacto resonó como un trueno, pero la bestia apenas se inmutó, girando rápidamente para golpear al enano con su cola.
Dargan fue lanzado al suelo, tosiendo sangre. "¡Maldita sea! "¡Es más duro que un yunque!"
Eryn disparó flechas consecutivas, apuntando a los ojos del dracónico. Una logró atravesar su párpado, arrancándole un rugido de dolor.
"¡Sigue así, Eryn!" dijo Fenrir, invocando tres lobos espectrales que atacaron las patas de la criatura, buscando inmovilizarla.
Sin embargo, el dracónico no era solo fuerza bruta; era rápido y letal. Con un movimiento de su garra, destrozó a dos de los lobos y lanzó al tercero contra un árbol.
"¡Necesitamos un plan!" gritó Aria, mientras conjuraba una barrera para proteger a Fenrir de un coletazo.
"Lo tengo", dijo Aratsuki, avanzando pese a la sangre que goteaba de su costado. "Pero necesito que todos trabajen juntos".
Un plan desesperado
"Fenrir, distrae su atención. Eryn, apunta a las alas. Aria, prepárate para paralizarlo. Dargan… cuando veas una abertura, no falles."
El grupo asintió, a pesar del cansancio y las heridas. Sabían que era su única oportunidad.
Fenrir invocó un aura de sombras que confundió al dracónico, mientras Eryn disparaba flechas cargadas de magia al punto débil de sus alas. La criatura rugió, furiosa, mientras sus movimientos se volvían más erráticos.
Aria recitó su hechizo, su voz temblorosa pero decidida. Una luz envolvió al dracónico, ralentizando sus movimientos.
"¡Ahora!" gritó Aratsuki, cargando hacia la bestia con toda la velocidad que podía reunir.
El dracónico, desesperado, lanzó un último ataque con su garra, que Aratsuki esquivó apenas, pero no sin costo. La garra rozó su espalda, abriendo un corte profundo.
Con un grito de esfuerzo, Aratsuki saltó sobre la criatura, hundiendo su espada en su cuello. La bestia rugió una última vez antes de desplomarse, inmóvil.
Las consecuencias
El grupo quedó en silencio, jadeando. Aratsuki cayó de rodillas, apoyándose en su espada para no desplomarse del todo.
"¡Aratsuki!" gritó Aria, corriendo hacia él y canalizando toda su energía en un hechizo curativo.
"Estoy bien…" murmuró él, aunque la sangre seguía empapando su ropa.
Dargan se acercó tambaleándose. "No vuelvas a hacer eso, chico. No podemos perderte".
"Si no lo hacía, todos estarían muertos", respondió Aratsuki, con la mirada fija en el cuerpo del dracónico.
Eryn, con el brazo herido, dejó caer su arco y se sentó en el suelo. "Esto… fue demasiado."
Fenrir simplemente asintió, mirando al cielo. "Esto no es normal. Estas criaturas no deberían estar aquí".
"Y alguien las está trayendo", dijo Aratsuki con voz baja. Su mirada se endureció mientras pensaba en lo que vendría.
La misión había terminado, pero la sensación de peligro persistía. Sabían que esto era solo el principio de algo mucho más grande.
Preparativos en la Tempestad
La habitación estaba bañada por una tenue luz, filtrada por las cortinas raídas de la posada. Aratsuki despertó con un sobresalto; el sudor frío perlaba su frente. Su cuerpo, aunque envuelto en vendas frescas, todavía sentía los efectos de la brutal batalla reciente. Cada movimiento enviaba punzadas de dolor desde su hombro hasta su abdomen. A pesar de todo, su mirada seguía siendo inquebrantable.
Se sentó con esfuerzo, observando la habitación. En una esquina, descansaba su vieja katana, su hoja astillada y cubierta de las marcas de un conflicto que casi lo mató.
"Sobreviviste otra vez", murmuró para sí mismo, más como un recordatorio que como consuelo.
Visitas y reflexión
El chirrido de la puerta al abrirse rompió el silencio. Era Aria, con su sonrisa cálida y su paso ligero. Traía una bandeja con agua y pan.
"Estás despierto", dijo suavemente, colocando la bandeja en la mesita junto a la cama. "Fenrir me dijo que era cuestión de tiempo, pero... todos estábamos preocupados".
Aratsuki no respondió de inmediato. Bajó la mirada hacia sus vendas, apretando los puños. "No es suficiente... aún no lo es."
Aria se sentó en una silla cercana, sus ojos azules llenos de paciencia. "Lo que hiciste en esa batalla nos salvó. "No tienes que cargar con todo tú solo."
Él giró su cabeza hacia ella, su mirada fría como siempre, pero había algo más. Un destello de duda. "Si no lo hago, ¿quién lo hará?"
"No estás solo, Aratsuki", respondió ella, colocando una mano en su antebrazo. "Déjanos ayudarte".
Un silencio pesado llenó la habitación antes de que él asintiera ligeramente. Aunque no dijo nada, el gesto fue suficiente para Aria.
El Mercado del Guerrero
Horas después, tras insistir en que podía moverse, Aratsuki salió de la posada, acompañado de Dargan y Eryn. Fenrir se había quedado atrás para recopilar información sobre nuevas amenazas en la región.
"¡Por fin te vemos de pie, muchacho!" exclamó Dargan, dándole una palmada en la espalda que hizo que Aratsuki apretara los dientes de dolor. "¿Listo para gastar tu bien ganada recompensa?"
Eryn, que caminaba al otro lado, lanzó una mirada de reproche al enano. "¿No puedes ser más considerado? "Apenas puede caminar".
"Bah, un guerrero se forja en la adversidad", respondió Dargan, con una risa estruendosa.
Llegaron a la herrería principal del gremio, un edificio robusto hecho de piedra y acero. Las chispas volaban mientras los herreros martillaban piezas de armadura y espadas. El calor era sofocante, pero Aratsuki apenas lo notaba.
Un herrero corpulento, con cicatrices en los brazos y un martillo en la mano, se acercó. "¿Qué buscas, muchacho? "Tu equipo parece haber visto días mejores".
"Una katana", respondió Aratsuki con su tono habitual, directo y sin rodeos.
El herrero asintió, conduciéndolo hacia una vitrina donde varias espadas descansaban sobre terciopelo negro. "Estas son nuestras mejores. Acero de alta calidad, reforzado con runas mágicas menores. "Rápidas y letales, como debe ser".
Aratsuki tomó una de las katanas, sintiendo su peso. La hoja brillaba con un tinte azulado, y un grabado en espiral recorría el acero. Era ligera pero sólida, perfectamente equilibrada.
"Esta", dijo sin dudar, entregando las monedas necesarias.
Dargan observó con aprobación. "Eso sí es una espada de verdad. Con suerte, no la romperás en la próxima pelea".
Aratsuki también reemplazó sus botas y armadura, optando por piezas más resistentes que ofrecieran mejor protección sin sacrificar movilidad.
El llamado de Ralford
De regreso al gremio, el grupo se reunió en la mesa principal, donde Lucy esperaba con un pergamino en las manos. Su expresión era más seria de lo habitual.
"Tenemos una misión urgente", anunció, dejando el pergamino frente a ellos. "Ralford está siendo atacado nuevamente. Esta vez, los informes son... confusos."
"¿Confusos cómo?", preguntó Fenrir, que acababa de unirse al grupo.
"Sombras", dijo Lucy, mirando directamente a Aratsuki. "Los aldeanos hablan de criaturas que se mueven en la oscuridad, llevándose a los niños. También mencionan goblins y orcos, pero parecen ser más... organizados de lo normal."
Eryn frunció el ceño. "Sombras y criaturas organizadas... Esto suena peor que antes".
"Partiremos al amanecer", declaró Aratsuki, enrollando el pergamino.
"¿Tan rápido?", preguntó Aria, visiblemente preocupada.
"Si esas criaturas están llevándose niños, cada segundo cuenta", respondió él con firmeza, ajustando la correa de su nueva katana.
Una noche de reflexión
Esa noche, mientras el grupo descansaba en la posada, Aratsuki permaneció despierto, mirando su nueva katana. Los recuerdos de la última batalla seguían frescos en su mente. Las heridas, la sangre, el peso de las vidas de sus compañeros sobre sus hombros.
"Esta vez…" murmuró para sí mismo, apretando los dientes. "Esta vez no fallaré".
Aria, que pasaba por el pasillo, lo escuchó. Se detuvo un momento, pero decidió no interrumpir. Sabía que Aratsuki tenía sus propios demonios con los que lidiar.
En silencio, prometió que haría todo lo posible por mantener al grupo unido, sin importar lo que viniera después.
La misión en Ralford estaba a punto de comenzar, y las sombras acechaban más cerca de lo que ellos imaginaban.