La caminata había sido larga, pero finalmente, el grupo llegó a las faldas de las Montañas Grises, una cordillera imponente que separaba los territorios del norte de las llanuras centrales. Allí, entre las rocas y los vientos helados, se escondía el próximo objetivo de su misión: recuperar un artefacto perdido, el Corazón de Ébano, que según las leyendas, podía sellar la presencia de demonios menores en la región.
El aire era frío y mordía la piel. La vegetación escaseaba, reemplazada por afilados riscos y sombras alargadas proyectadas por las nubes. Aratsuki lideraba el grupo, como siempre, con una expresión estoica. Dargan caminaba detrás, con su martillo al hombro, mientras Aria y Eryn cerraban la formación, ambas alertas y tensas.
"¿Estás seguro de que el artefacto está aquí?" preguntó Eryn, rompiendo el silencio.
"Tan seguro como se puede estar con información de un mapa antiguo y medio quemado," respondió Dargan con su típico sarcasmo, golpeando ligeramente su martillo contra una roca cercana.
Aratsuki detuvo su marcha abruptamente, levantando una mano para indicar silencio. El grupo se quedó inmóvil, atentos.
"Algo nos observa," dijo con frialdad. Sus ojos recorrían el entorno, buscando cualquier movimiento entre las sombras.
La Emboscada
Antes de que alguien pudiera responder, un chillido agudo rompió el aire. De entre las rocas, un grupo de goblins surgió como una marea verde, armados con armas oxidadas y piezas de armaduras claramente robadas. Sus ojos brillaban con un sadismo salvaje, y sus movimientos eran ágiles y coordinados.
"¡Goblins!" gritó Dargan, plantándose como un muro de hierro frente al grupo.
Aratsuki desenvainó su espada con un movimiento fluido. "Manteneos juntos. No les deis espacio para rodearnos."
Los goblins atacaron sin piedad. Uno de ellos saltó hacia Aria, quien apenas tuvo tiempo de alzar su báculo para bloquear el golpe. Aratsuki se movió como un relámpago, derribando al goblin con un corte limpio antes de que pudiera hacerle daño.
"Gracias," dijo Aria, pero Aratsuki no respondió. Su enfoque estaba completamente en el combate.
Eryn, desde una posición más elevada, disparaba flechas con precisión mortal, derribando a los goblins que intentaban flanquearlos. "Son demasiados. ¡Necesitamos reducir su número rápidamente!"
Dargan, en el centro de la formación, blandía su martillo con una fuerza devastadora. Cada golpe destrozaba huesos y mandíbulas, pero los goblins seguían llegando, como si no temieran la muerte.
Una Estrategia Desesperada
"¡Aria, crea una barrera de luz!" ordenó Aratsuki mientras cortaba a otro enemigo.
La sacerdotisa asintió y comenzó a recitar un conjuro, sus manos brillando con una energía cálida. Una cúpula de luz se formó alrededor del grupo, empujando a los goblins hacia atrás momentáneamente.
"Esto no los detendrá por mucho tiempo," dijo Aria, su voz temblando por el esfuerzo.
Aratsuki miró a Eryn. "¿Puedes disparar una flecha explosiva al risco sobre ellos? Si derribamos esas rocas, bloquearemos su avance."
Eryn asintió, sacando una flecha especialmente diseñada para este propósito. Con un tiro calculado, la disparó hacia el risco. La explosión fue ensordecedora, y una avalancha de rocas cayó sobre los goblins, aplastando a la mayoría y obligando a los sobrevivientes a retirarse.
Después de la Batalla
El grupo permaneció en silencio mientras observaban a los goblins huir. El terreno estaba cubierto de cuerpos y sangre. El aire, antes frío, ahora tenía un olor metálico y pesado.
Dargan rompió el silencio, limpiando su martillo con un trapo. "Bien hecho, equipo. Aunque no me gusta estar en el lado de la montaña que podría derrumbarse."
Aria se dejó caer sobre una roca cercana, exhausta. "Cada vez son más agresivos. Esto no es normal."
Eryn asintió. "Están organizados, casi como si alguien los estuviera dirigiendo."
Aratsuki guardó su espada y miró hacia el horizonte. "Eso significa que estamos acercándonos a algo importante."
Sus palabras eran tranquilas, pero cargadas de determinación. Aunque no lo mostraba abiertamente, algo en sus ojos delataba que la constante violencia comenzaba a pesarle.
"Sigamos adelante," dijo finalmente. "El Corazón de Ébano debe estar cerca. No podemos perder tiempo."
El grupo retomó su marcha, sus cuerpos cansados pero sus espíritus decididos. Las Montañas Grises los observaban desde las alturas, como si guardaran secretos aún más oscuros y peligrosos.
El Aliento de la Oscuridad
El avance del grupo hacia las profundidades de las Montañas Grises se volvió cada vez más difícil. La temperatura descendía con cada paso, y las corrientes de viento helado se filtraban entre las rocas, llevándose consigo cualquier sensación de seguridad. Aratsuki lideraba con su característica expresión imperturbable, aunque su mirada escrutaba cada sombra con cautela.
Dargan, que no dejaba de quejarse del frío, caminaba a su lado, cargando su martillo con una facilidad engañosa. "Esto está mal, muchachos. He recorrido montañas toda mi vida y jamás he sentido algo como esto. Hay algo aquí, algo que no pertenece."
"Lo sabemos, Dargan," respondió Eryn desde la retaguardia, su arco en mano y sus ojos verdes atentos. "Por eso estamos aquí, ¿no? Si no fuera peligroso, ya alguien más lo habría hecho."
Aria, envuelta en su capa para protegerse del frío, observó a Aratsuki. Aunque él parecía indiferente al ambiente hostil, ella notaba la tensión en sus hombros. "¿Algo en mente?" preguntó con suavidad, buscando conectar con el guerrero.
"Siempre hay algo en mente," respondió él, sin mirarla. Pero tras un breve silencio añadió: "Este viento... no es natural."
El Enemigo Invisible
La sensación de peligro era palpable, pero el ataque llegó más rápido de lo esperado. Un rugido bajo, como el crujir de la tierra, resonó entre las rocas. El suelo tembló, y antes de que el grupo pudiera reaccionar, una figura masiva emergió de las sombras.
Un ogro de piel grisácea y ojos inyectados en sangre los enfrentaba. Su cuerpo era una masa de músculos cicatrizados, y llevaba un arma improvisada: una columna de piedra rota con puntas afiladas. Lo acompañaban dos goblins armados con lanzas astilladas.
"¡Es una trampa!" gritó Dargan, interponiéndose entre el ogro y el resto del grupo.
Aratsuki no esperó una segunda advertencia. Su espada brilló cuando desenvainó, avanzando hacia el ogro con movimientos calculados. Pero el enemigo era más rápido de lo que parecía; su golpe inicial, un barrido amplio con la columna, obligó a todos a dispersarse.
"¡Manteneos juntos!" ordenó Aratsuki, aunque sus palabras fueron casi ahogadas por el rugido del ogro.
Eryn, desde una posición elevada, disparó una flecha que se clavó en el hombro del ogro, pero este apenas reaccionó.
"Eso fue como intentar derribar una pared de piedra con un guijarro," murmuró la elfa, frustrada.
Aria, por su parte, levantó su báculo y comenzó a conjurar una barrera de luz, pero los goblins detectaron su vulnerabilidad. Uno de ellos corrió hacia ella con una sonrisa cruel.
Antes de que pudiera alcanzarla, Dargan lo interceptó, aplastando al pequeño monstruo con un golpe de martillo que resonó en el aire. "¡No tan rápido, asqueroso!" exclamó, girándose para cubrirla.
La Estrategia
"Esto no funcionará si no coordinamos," dijo Eryn, disparando otra flecha. Esta vez apuntó a una roca sobre el ogro, pero aunque el impacto causó que fragmentos cayeran sobre su cabeza, solo logró enfurecerlo más.
Aratsuki esquivó por poco un golpe de la columna de piedra. Su mirada se agudizó. "Aria, ¿puedes ralentizarlo con magia? Necesitamos abrir una oportunidad para atacarlo."
"Lo intentaré," respondió ella, cerrando los ojos para concentrarse. Una luz pálida comenzó a emanar de su báculo, extendiéndose como un velo etéreo hacia el ogro.
La criatura titubeó por un momento, sus movimientos volviéndose más pesados. Dargan no perdió la oportunidad. "¡Ahora!" gritó, arremetiendo con su martillo hacia una de las rodillas del ogro. El golpe fue tan fuerte que el monstruo cayó al suelo con un rugido de dolor.
Aratsuki aprovechó el momento para abalanzarse, su espada describiendo un arco letal que encontró su marca en el cuello del ogro. La sangre oscura brotó mientras la criatura caía finalmente, inmóvil.
Reflexión Tras la Victoria
El silencio volvió, solo roto por los jadeos del grupo. Aratsuki limpió su espada con un trapo, su rostro impasible como siempre.
"Esto no es normal," dijo Eryn, observando los cuerpos. "Un ogro y goblins trabajando juntos… están más organizados de lo que deberían."
Aria, aún recuperándose del esfuerzo de su hechizo, asintió. "Es como si algo los estuviera guiando, empujándolos hacia nosotros."
Dargan gruñó, apoyándose en su martillo. "Eso no importa ahora. Lo que importa es que sigamos adelante antes de que lleguen más."
Aratsuki miró a sus compañeros, sus ojos serios. "Si esto es una trampa, lo que nos espera más adelante será peor. Estemos preparados."
El grupo asintió, compartiendo un breve momento de silencio antes de continuar su camino. La tensión no desaparecía, pero la confianza mutua crecía con cada batalla. Mientras avanzaban hacia el corazón de las montañas, las sombras parecían susurrar advertencias de un peligro mayor, pero también de una verdad que estaba a punto de revelarse.
Ecos en la Oscuridad
La caverna ante ellos parecía un abismo sin fondo, su entrada delimitada por pilares naturales de roca que parecían guardianes sombríos. El grupo avanzó con cautela, sus pasos resonando contra las paredes húmedas. Cada sonido se amplificaba, creando ecos inquietantes que jugaban con la mente.
Dargan, siempre con su martillo en mano, lideraba el grupo esta vez. "Esto no me gusta. Las cuevas en las Montañas Grises nunca están tan... vacías," comentó, sus palabras teñidas de desconfianza.
Eryn caminaba detrás, su arco preparado, los ojos verdes alerta para cualquier movimiento. "Es una trampa, seguro. Lo que no sabemos es quién está al final de esta madriguera."
Aratsuki avanzaba en silencio, sus sentidos afinados. La tensión en su cuerpo era casi palpable. "Manteneos atentos," dijo con voz baja y cortante. "La ausencia de enemigos no significa que estemos a salvo."
Aria, junto a él, sostenía su báculo con ambas manos, su expresión serena pero preocupada. A pesar del frío y la opresión de la caverna, sentía algo más en el aire: una energía oscura que parecía acechar en cada sombra.
La Emboscada
El grupo llegó a una bifurcación donde la caverna se dividía en tres caminos oscuros. Dargan frunció el ceño, inspeccionando el terreno. "Izquierda, centro o derecha... Ninguna de estas opciones me gusta."
Antes de que pudieran decidir, un rugido gutural rompió el silencio. De las sombras surgieron figuras encorvadas: goblins con armaduras improvisadas y armas robadas. Desde el pasaje central, un ogro aún más grande que el anterior emergió, con ojos llenos de odio y un garrote adornado con huesos.
"¡En formación!" gritó Aratsuki, desenvainando su espada.
Los goblins se lanzaron hacia ellos en un ataque coordinado, más organizado de lo que esperaban. Eryn disparó con precisión, derribando a dos de los pequeños monstruos antes de que pudieran acercarse, mientras Dargan cargaba contra los demás con un rugido propio.
"¡Venid a por mí, sabandijas!" gritó el enano, su martillo golpeando con fuerza letal.
Aria comenzó a conjurar una barrera de luz para protegerlos, pero el ogro avanzó directamente hacia ella, ignorando a los demás. Sus movimientos eran sorprendentemente rápidos para su tamaño, y sus ojos brillaban con una inteligencia maligna.
Aratsuki interceptó al ogro antes de que alcanzara a la sacerdotisa. Sus espadas chocaron contra el garrote, generando un impacto que reverberó en la caverna. "No llegarás a ella," dijo con frialdad, empujando con toda su fuerza.
La Pelea Contra el Ogro
La batalla se tornó frenética. El ogro atacaba con golpes devastadores que hacían temblar el suelo, mientras Aratsuki esquivaba con agilidad. Cada golpe era un desafío de fuerza bruta contra precisión calculada.
Dargan y Eryn mantenían a raya a los goblins, pero estos mostraban una astucia inusual. Intentaron flanquear a Aria, solo para ser repelidos por un destello de luz de su báculo.
"¡Aratsuki, necesita más tiempo!" gritó Eryn, disparando una flecha que se clavó en el muslo del ogro.
Aratsuki asintió sin apartar los ojos del enemigo. "¡Dargan, cúbreme!"
El enano corrió hacia él, golpeando la pierna del ogro con su martillo para desestabilizarlo. El monstruo rugió de dolor, y en ese momento Aratsuki vio su oportunidad. Con un salto ágil, escaló por el brazo del ogro y hundió su espada en su cuello, cortando profundamente.
El ogro cayó con un gruñido final, su cuerpo temblando antes de quedarse inmóvil.
El Descubrimiento
Con el ogro muerto, los goblins restantes intentaron huir, pero Eryn los derribó antes de que pudieran escapar. El grupo se quedó en silencio por un momento, recuperando el aliento.
Dargan se acercó al cadáver del ogro, inspeccionándolo con atención. "Esto no es normal. Estos monstruos no deberían ser tan listos ni estar tan bien equipados."
Eryn asintió, recuperando sus flechas. "Parecen organizados... demasiado organizados. ¿Y esas marcas en su piel? Parecen runas."
Aria, aún sujetando su báculo, se acercó a las marcas, su expresión seria. "Son runas de control. Alguien o algo los está manipulando."
Aratsuki limpió su espada con calma, pero sus ojos mostraban un brillo de determinación. "Esto confirma nuestras sospechas. Hay algo más grande detrás de estos ataques. Y lo encontraremos."
La Resolución
El grupo decidió tomar el camino central, avanzando con más cautela que nunca. Cada paso los acercaba a la verdad, pero también a un peligro mayor. Las sombras parecían susurrar advertencias, y la sensación de ser observados se hacía más fuerte.
Aunque estaban exhaustos, no había vuelta atrás. Las respuestas que buscaban estaban más adelante, y cada uno de ellos sabía que no podían darse el lujo de dudar.
La oscuridad se cerraba a su alrededor, pero entre ellos comenzaba a formarse una luz: la confianza en sus habilidades y en el vínculo que los unía, incluso si aún no era completamente evidente.
A lo lejos, un nuevo rugido resonó, prometiendo que lo peor aún estaba por venir.