El rugido del coloso resonó en la vasta cámara, sacudiendo los cimientos de la estructura. Cada uno de sus múltiples ojos brillaba con un hambre insaciable, y sus extremidades metálicas destellaban a la luz de las runas mientras se movía con una velocidad aterradora.
Aratsuki fue el primero en reaccionar. Con un salto ágil, se abalanzó hacia una de las patas del coloso, intentando seccionar sus articulaciones con un corte certero. Su espada impactó, pero el metal oscuro del enemigo era más resistente de lo que parecía.
"¡Esto es más duro que el acero forjado!" gruñó, retrocediendo justo a tiempo para esquivar un golpe masivo de una de las extremidades.
"¡Céntrense en las uniones!" gritó Dargan, analizando al monstruo con su mirada táctica. "Esas bisagras parecen menos protegidas. ¡Si las rompemos, lo haremos caer!"
El Caos del Combate
Eryn se movió con gracia felina, disparando flechas encantadas hacia los puntos que Dargan señaló. Una de las flechas impactó en una bisagra, provocando una chispa y un crujido metálico. La criatura rugió en respuesta, desviando su atención hacia ella.
"¡Genial, ahora lo tengo detrás de mí!" exclamó Eryn mientras rodaba para evitar un golpe.
Aria, manteniéndose cerca del centro, levantó su báculo y comenzó a conjurar un hechizo. Un círculo de luz dorada se formó bajo el coloso, debilitando su energía oscura. "¡Puedo ralentizarlo, pero necesito tiempo!"
"¡Tiempo que no tenemos!" respondió Dargan, bloqueando un golpe con su martillo y desviando la extremidad hacia el suelo. La onda expansiva del impacto casi lo hizo perder el equilibrio.
Aratsuki, frío como siempre, utilizó el caos a su favor. Mientras la criatura estaba distraída con los demás, trepó por una de sus extremidades, buscando un punto vulnerable. Su determinación era palpable; cada movimiento era preciso, cada decisión calculada.
Un Giro Inesperado
Cuando Aratsuki alcanzó el torso de la criatura, notó algo extraño: un núcleo oscuro pulsaba en su pecho, protegido por una barrera translúcida. "¡El núcleo está aquí! Pero está protegido," gritó, con un tono cortante que no ocultaba la urgencia de la situación.
"¡Rompamos la barrera!" respondió Dargan, cargando hacia la criatura con un grito de batalla.
Sin embargo, antes de que pudiera alcanzar al coloso, el monstruo soltó un alarido ensordecedor. Las sombras en la sala comenzaron a moverse como si tuvieran vida propia, convergiendo hacia él. La criatura creció, su forma distorsionándose aún más, y de su cuerpo comenzaron a brotar apéndices adicionales.
"Esto no está mejorando," murmuró Eryn, retrocediendo mientras disparaba flechas hacia los nuevos tentáculos.
"¡Se alimenta de la oscuridad!" exclamó Aria, intensificando su hechizo para contener la expansión del monstruo. Pero la energía que canalizaba era enorme, y el sudor perlaba su frente.
La Decisión de Aratsuki
Desde su posición elevada, Aratsuki analizó la situación. No podían sostener una batalla de desgaste; tenían que atacar el núcleo de inmediato. Pero la barrera era impenetrable, y el tiempo se agotaba.
"Aria," llamó, su voz firme pero no sin emoción. "¿Puedes romper la barrera con luz pura?"
Aria vaciló, pero luego asintió. "Podría intentarlo... pero necesitaré toda mi energía."
"Entonces hazlo. No dejes nada en reserva."
El grupo trabajó en conjunto para darle tiempo a Aria. Dargan y Eryn distrajeron a la criatura, manteniéndola ocupada con ataques constantes. Las extremidades del coloso golpeaban con furia, pero los dos luchadores se mantenían firmes, esquivando y contrarrestando con precisión.
Mientras tanto, Aria cerró los ojos y comenzó a invocar un hechizo que resonaba con una intensidad celestial. Un círculo brillante apareció bajo ella, y su báculo emitió un resplandor cegador.
El Impacto Final
"¡Aratsuki, prepárate!" gritó Aria, alzando su báculo mientras una columna de luz pura surgía de él, impactando directamente contra la barrera del núcleo.
La barrera se quebró con un sonido desgarrador, y Aratsuki no perdió tiempo. Con un salto mortal, cayó hacia el núcleo expuesto. Su espada, envuelta en una luz que parecía reflejar el sacrificio de Aria, perforó el núcleo con un impacto final.
El coloso rugió, su cuerpo colapsando en un torbellino de sombras que se desvanecieron en el aire.
La Calma Después de la Tormenta
El silencio llenó la cámara, solo roto por los jadeos del grupo. Aratsuki se levantó, su espada aún goteando con la energía oscura del núcleo. Su mirada recorrió a sus compañeros: Aria estaba agotada pero viva, Eryn y Dargan estaban cubiertos de heridas menores, pero seguían de pie.
"No estuvo tan mal," dijo Dargan con una sonrisa cansada.
"Para ti, tal vez," respondió Eryn, limpiando el sudor de su frente.
Aratsuki no dijo nada, pero su mirada se suavizó al verlos a salvo. Finalmente, se acercó al pedestal, donde el orbe había estado. "Esto no ha terminado. Esto fue solo una pieza del rompecabezas."
Aria lo miró, su voz débil pero determinada. "¿Qué hacemos ahora?"
"Seguimos adelante," respondió él, frío pero con una chispa de camaradería en su tono. "El verdadero enemigo aún está allá afuera."
Con eso, el grupo salió de la cámara, sabiendo que su viaje apenas comenzaba. Las sombras podrían haberse desvanecido aquí, pero la oscuridad más grande todavía los esperaba.
El Espíritu del Errante
El grupo avanzaba por un camino serpenteante a través de un bosque espeso, cuyas ramas se entrelazaban como dedos, formando un dosel casi impenetrable. El aire estaba cargado de humedad y una ligera bruma se enroscaba en sus tobillos, dificultando la visibilidad. Tras su enfrentamiento con los orcos, los aventureros buscaban un lugar seguro para reagruparse y reabastecerse. Sin embargo, algo en el ambiente les hacía sentir que no estaban solos.
Aratsuki lideraba la marcha, como siempre, con su espada lista en la mano. Su expresión seguía siendo fría y concentrada, pero había algo en la forma en que sus hombros se tensaban que revelaba su inquietud. A su lado caminaba Dargan, quien sostenía su martillo con la facilidad de alguien acostumbrado a la batalla.
"Eryn, ¿ves algo desde ahí atrás?" preguntó Dargan, girando levemente la cabeza.
La elfa, que caminaba un poco rezagada, mantenía una flecha en su arco, sus ojos verdes escaneando el terreno. "Nada aún. Pero este lugar está demasiado... quieto. Como si algo estuviera acechando."
Aria, al centro del grupo, se aferraba a su báculo. Su cabello blanco brillaba tenuemente bajo la luz que se filtraba a través de las hojas. "Hay una presencia," dijo en voz baja, como si temiera que hablar más fuerte pudiera atraer aquello que percibía. "Algo... no natural."
Un Encuentro Extraño
El sonido de un crujido de ramas hizo que todos se detuvieran en seco. Los aventureros adoptaron sus posiciones, con Eryn subiendo a un árbol cercano para obtener una mejor vista, mientras Aratsuki y Dargan se preparaban para lo peor. Aria murmuraba un hechizo de protección en caso de un ataque.
De la bruma emergió una figura alta, con una capa desgastada que casi tocaba el suelo. Un par de ojos brillantes como el oro los observaba desde la sombra de la capucha, y un lobo enorme de pelaje gris caminaba a su lado, sus pasos silenciosos como el viento.
"Tranquilos," dijo la figura con voz calmada pero firme. "No estoy aquí para luchar... a menos que me obliguen."
Aratsuki no bajó la espada, sus ojos fríos evaluando al extraño. "¿Quién eres? Habla rápido."
El hombre bajó la capucha, revelando un rostro joven pero endurecido por la experiencia. Sus orejas ligeramente puntiagudas sugerían una ascendencia mestiza, probablemente semi-humana. "Me llaman Fenrir. Y este es Kael," dijo, señalando al lobo. "No busco problemas, pero vi su fuego la noche anterior. No es común que aventureros sobrevivan en estas tierras sin dejar cadáveres detrás."
"Bueno, nosotros somos bastante buenos en no morir," comentó Dargan, apoyando su martillo en el suelo. "¿Qué quieres de nosotros?"
"Primero, asegurarme de que no son un peligro para mí. Segundo... quizás podamos ayudarnos mutuamente," respondió Fenrir con un leve encogimiento de hombros.
Desconfianza y Observación
Aratsuki frunció el ceño. "¿Por qué querríamos ayudarte?"
Fenrir sonrió apenas. "Porque estas tierras son traicioneras, y los monstruos aquí no solo se esconden en la oscuridad. Algunos se disfrazan de aliados." Sus ojos dorados se fijaron en Aratsuki. "Puedo ver que confías menos en mí que en la misma bruma, pero créeme, mis motivos son tan claros como los tuyos."
"¿Y cuáles son esos motivos?" preguntó Eryn, que había descendido del árbol y ahora apuntaba al recién llegado con su arco.
Fenrir miró a la elfa y luego a Aria, quien permanecía cerca de Aratsuki. "Venganza. Y redención."
Un Aliado en las Sombras
La tensión disminuyó ligeramente cuando Aria dio un paso adelante. "No percibo maldad en ti," dijo con suavidad. "Aunque... hay oscuridad en tu alma."
Fenrir asintió, casi respetuosamente. "Como en todos nosotros. Pero esa oscuridad puede ser usada para iluminar el camino, si se sabe manejarla."
Aratsuki bajó su espada, pero su postura seguía siendo tensa. "Si intentas algo, lo sabrás antes de que siquiera puedas respirar."
"Claro," respondió Fenrir sin perder la calma. "Te acostumbrarás a mí. Soy persistente."
Una Prueba Compartida
El grupo decidió continuar, pero no habían avanzado mucho cuando un ruido gutural los alertó. Desde la espesura, un grupo de goblins apareció, armados con armas robadas y con una sonrisa maliciosa en sus deformes rostros. Sin decir palabra, se abalanzaron sobre el grupo.
"¡Formación!" gritó Aratsuki, tomando el mando.
Fenrir no esperó instrucciones. Se adelantó con Kael, su lobo, quien derribó a uno de los goblins antes de que pudiera siquiera atacar. Fenrir murmuró un hechizo, y un círculo de luz apareció bajo sus pies. De él emergió una segunda criatura espiritual, una pantera negra que se lanzó hacia otro grupo de enemigos.
"Interesante," murmuró Eryn mientras disparaba sus flechas, cada una encontrando su marca con precisión mortal.
Aratsuki enfrentó al líder de los goblins, quien blandía una espada demasiado grande para su tamaño. Con movimientos rápidos y calculados, Aratsuki esquivó y desarmó al goblin antes de acabar con él.
Cuando la batalla terminó, Fenrir miró a Aratsuki con una sonrisa. "Creo que paso la prueba, ¿no?"
El espadachín simplemente lo miró, sus ojos fríos como el acero. "Por ahora."
El grupo retomó su marcha, sabiendo que habían encontrado a alguien útil, aunque la verdadera confianza aún estaba lejos de ser ganada.
Los Susurros del Viento
La travesía a través del bosque continuaba, pero con un nuevo integrante en el grupo, la atmósfera había cambiado. Fenrir caminaba unos pasos detrás de los demás, junto a su lobo Kael, observando en silencio. Aunque no buscaba entrometerse, sus agudos ojos dorados no dejaban de analizar a sus compañeros. Había algo en ellos que lo intrigaba; un fuego en sus miradas que reconocía y, en cierta forma, admiraba.
Aratsuki, como siempre, lideraba con pasos firmes. Su espada descansaba en su cintura, pero su mano no se alejaba demasiado de la empuñadura. Desde el momento en que Fenrir se unió a ellos, había mantenido una vigilancia constante. No confiaba en él. No confiaba en nadie fácilmente.
"¿Siempre eres así de callado, Fenrir?" preguntó Dargan, rompiendo el silencio con su habitual tono directo. El enano cargaba su martillo en el hombro, caminando con la misma soltura de alguien en su propia fortaleza.
"Solo cuando no sé si puedo confiar en quienes me rodean," respondió Fenrir con una ligera sonrisa. "Pero veo que tú no tienes ese problema."
Dargan rió. "La confianza no se da, chico, se gana. Aunque, admito, eres útil en una pelea."
Aria miraba de reojo a Fenrir, tratando de descifrarlo. Había algo en él que le resultaba familiar y extraño al mismo tiempo. "Tus invocaciones... no son comunes. ¿De dónde provienen?" preguntó con suavidad, buscando quizás una conexión.
Fenrir tardó en responder. "De un vínculo con los espíritus. Algunos dicen que es un regalo. Otros lo llaman una maldición."
El Murmullo del Peligro
Mientras conversaban, Eryn se detuvo abruptamente. Había subido a un árbol cercano para explorar el terreno y ahora descendía rápidamente, con el rostro tenso. "No estamos solos," dijo en un tono bajo pero urgente.
"¿Qué viste?" preguntó Aratsuki, girándose hacia ella.
"Goblins. Muchos. Pero no son como los últimos. Están organizados... y tienen trampas preparadas."
Aratsuki frunció el ceño. "¿Cuántos?"
"Demasiados para enfrentarlos de frente. Y algo más..." Eryn vaciló, su mirada fija en Aratsuki. "Vi a un ogro con ellos. Grande. Armado con un martillo que parece haber sido robado de algún aventurero."
El grupo se tensó al instante. Un ogro no era un enemigo cualquiera. Incluso con su experiencia reciente, enfrentarse a uno requería más que fuerza bruta.
"Esto complica las cosas," murmuró Dargan, apretando el puño en torno a su martillo.
Fenrir dio un paso adelante. "Podemos aprovechar su organización en nuestra contra. La disciplina también puede ser una debilidad si sabemos cómo explotarla."
"¿Tienes un plan, entonces?" preguntó Eryn, ajustando su arco.
Fenrir asintió. "Kael y yo podemos atraer a una parte del grupo hacia una trampa. Si los separan, será más fácil eliminarlos por partes."
Aratsuki lo miró, su rostro impenetrable. Finalmente, asintió. "Hazlo. Pero no tomes más riesgos de los necesarios."
La Emboscada
El plan se puso en marcha rápidamente. Fenrir y Kael avanzaron silenciosamente por el bosque, moviéndose como sombras entre los árboles. Aratsuki, Dargan, Eryn y Aria se posicionaron estratégicamente, listos para atacar cuando llegara el momento.
El sonido de un aullido resonó en el aire, seguido por gritos agudos y furiosos de goblins. Tal como Fenrir predijo, un grupo considerable abandonó su posición para perseguir al lobo. Aratsuki aprovechó el caos y lideró el ataque contra los rezagados.
El espadachín se movía con precisión mortal, cada golpe de su espada desarmando y eliminando a sus enemigos con una frialdad implacable. Dargan, por su parte, cargaba con su martillo como un torbellino de fuerza, derribando a los goblins que intentaban acercarse.
Eryn disparaba desde la distancia, sus flechas encontrando sus objetivos con una precisión quirúrgica. "Uno menos," murmuraba cada vez que acertaba.
Aria, aunque más alejada, canalizaba su magia para proteger al grupo y debilitar a los enemigos. Cada hechizo parecía envolverlos en un resplandor etéreo, mientras que los goblins caían presa de ilusiones y confusión.
El Ogro Aparece
Justo cuando el grupo comenzaba a ganar terreno, un rugido ensordecedor sacudió el bosque. El ogro apareció, emergiendo entre los árboles como una fuerza imparable. Su martillo, tosco pero devastador, brillaba con manchas de sangre seca.
"¡Cuidado!" gritó Eryn desde su posición elevada.
El ogro cargó directamente hacia Aratsuki, su velocidad sorprendente para una criatura de su tamaño. Aratsuki rodó hacia un lado, esquivando por poco el impacto del martillo, que dejó una hendidura profunda en el suelo.
"¡Mantén su atención!" rugió Dargan, avanzando hacia el ogro con su martillo en alto.
Fenrir reapareció en ese momento, con Kael a su lado. "¡Atacad sus piernas! Es su punto débil."
Aratsuki asintió y se lanzó hacia adelante, aprovechando su velocidad para cortar detrás de la rodilla del ogro. La criatura rugió de dolor, tambaleándose, pero aún no estaba derrotada. Kael y la pantera espiritual de Fenrir atacaron simultáneamente, mordiéndolo y arañándolo, debilitándolo aún más.
Aria aprovechó el momento para conjurar una barrera de energía alrededor de sus compañeros, protegiéndolos de los golpes desesperados del ogro.
Finalmente, Dargan dio el golpe final, golpeando con su martillo directamente en el pecho de la criatura, derribándola al suelo con un estruendo que hizo temblar el bosque.
Una Victoria Merecida
Cuando todo terminó, el grupo se reunió alrededor del ogro caído. Estaban agotados, pero indemnes. Aratsuki miró a Fenrir, su expresión más neutral que de costumbre. "Tu plan funcionó."
Fenrir sonrió levemente. "Y aún estamos vivos. Eso es lo que importa."
Dargan soltó una carcajada. "Bien dicho, chico. Creo que me caes mejor cada minuto."
Mientras el grupo se preparaba para continuar, Aria se acercó a Aratsuki, su mirada suave pero firme. "Lo hicimos bien. Juntos."
Aratsuki no respondió, pero algo en sus ojos indicaba que comenzaba a aceptarlo. El viaje seguía siendo largo y peligroso, pero, poco a poco, las barreras alrededor de su corazón empezaban a ceder.