El grupo había dejado atrás el bosque con los primeros rayos del alba. Las criaturas derrotadas y el ogro caído eran ya un recuerdo, pero sus cicatrices, tanto físicas como emocionales, permanecían. El silencio reinaba mientras avanzaban por un terreno más árido, siguiendo un antiguo sendero que serpenteaba hacia el Valle Negro, su próximo destino.
Dargan, con su martillo al hombro, miraba de reojo a Fenrir, quien caminaba unos pasos más adelante. Aunque había demostrado su valía en el combate, el enano no podía evitar sentirse inquieto. "Este chico tiene más secretos que un baúl sellado," murmuró para sí mismo.
Aria, que marchaba cerca de Aratsuki, parecía igualmente preocupada, aunque sus pensamientos estaban puestos en el valle que se extendía ante ellos. "He escuchado historias sobre este lugar," comentó con un tono suave pero cargado de tensión.
"¿Qué tipo de historias?" preguntó Eryn desde el fondo, ajustando las cuerdas de su arco mientras Kael, el lobo de Fenrir, trotaba tranquilamente a su lado.
"Se dice que el Valle Negro está maldito. Los viajeros que se adentran en él... nunca regresan. Algunos cuentan que una fuerza oscura se alimenta de las almas de los incautos."
Dargan bufó. "Bah, maldiciones y leyendas. Todo es parte del negocio de aventurero. Pero algo me dice que lo que nos espera aquí no serán solo cuentos."
Aratsuki, quien había permanecido en silencio, se detuvo abruptamente y escudriñó el horizonte. La tensión en su postura llamó la atención del grupo. "¿Qué sucede?" preguntó Aria, acercándose a él.
"El viento. Está demasiado... quieto," respondió en un tono bajo y cortante. "Algo nos está observando."
El Primer Encuentro
No pasó mucho tiempo antes de que la sospecha de Aratsuki se confirmara. A medida que se adentraban en el valle, las sombras parecían cobrar vida. Rocas ennegrecidas y árboles torcidos se alzaban a su alrededor como si fueran testigos silenciosos de un sufrimiento antiguo.
De repente, un grito desgarrador rompió el silencio. Provenía de un grupo de aventureros que habían acampado cerca. Sin dudarlo, el equipo corrió hacia el sonido, solo para encontrar una escena de pesadilla.
Una criatura emergió de entre las sombras, un demonio menor deforme, con garras largas y ojos incandescentes como brasas. Su piel era negra como el carbón, y su mandíbula, grotescamente alargada, goteaba una baba viscosa.
"¡Cuidado! Este no es un enemigo común," advirtió Fenrir mientras Kael gruñía y adoptaba una postura defensiva.
Aratsuki desenvainó su espada sin vacilar. "Eryn, busca una posición elevada. Aria, prepárate para protegernos. Dargan, vamos a probar qué tan resistente es."
El demonio se lanzó hacia ellos con un rugido ensordecedor. Aratsuki lo esquivó por poco, contraatacando con un golpe preciso que rebotó contra la piel endurecida de la criatura. "Es más resistente de lo que parece," dijo entre dientes.
Eryn disparó una flecha que se incrustó en el ojo derecho del demonio, arrancándole un chillido agudo que reverberó en el aire. Dargan, aprovechando la distracción, corrió hacia adelante y descargó su martillo contra una de las piernas del monstruo, haciéndolo tambalear.
"¡Concentrad los ataques en un punto débil!" gritó Fenrir mientras invocaba un espíritu similar a un león espectral, que saltó sobre el demonio, mordiendo y desgarrando.
Aria alzó su báculo y conjuró una luz brillante que parecía quemar a la criatura desde dentro, debilitándola lo suficiente para que Aratsuki pudiera dar el golpe final, atravesándole el pecho con su espada.
El demonio se desplomó, dejando escapar un último gruñido antes de desvanecerse en humo oscuro.
El Hallazgo
Mientras el grupo recuperaba el aliento, Aria se acercó al campamento de los aventureros. Lo que encontró allí le heló la sangre: cadáveres mutilados y símbolos extraños dibujados con sangre en el suelo.
"Esto no fue obra de un simple demonio," dijo Aria, su voz temblando. "Aquí hay algo más."
Fenrir examinó los símbolos, su expresión seria. "Es magia oscura. Antigua. Este valle está lleno de energía corrupta. No será fácil salir de aquí ilesos."
Aratsuki apretó los puños. "Entonces, no hay más opción. Si queremos sobrevivir, debemos enfrentarlo directamente."
Dargan asintió, aunque su mirada mostraba preocupación. "Espero que tengas razón, chico. Porque si no, este lugar podría convertirse en nuestra tumba."
Con las palabras de Dargan flotando en el aire, el grupo continuó avanzando, sabiendo que lo peor aún estaba por venir. El Valle Negro no solo ponía a prueba su fuerza, sino también su determinación y su capacidad para permanecer unidos frente a las sombras que amenazaban con consumirlos.
Sombras y Sacrificios
El Valle Negro continuaba desplegándose ante ellos como un desierto de desesperación. Los árboles muertos, torcidos como manos implorantes, se alzaban alrededor, y un aire cargado de algo intangible hacía que respirar fuera un esfuerzo consciente. Las piedras del sendero estaban marcadas con grietas y signos antiguos, runas incomprensibles que parecían mirar desde el suelo.
El grupo avanzaba en un silencio tenso, cada uno sumido en sus pensamientos. Aratsuki caminaba al frente, su espada al alcance y su mirada afilada recorriendo los alrededores. A pesar del miedo que emanaba del lugar, su semblante se mantenía inquebrantable, aunque frío.
Detrás de él, Fenrir caminaba junto a Kael, quien olfateaba el aire con un nerviosismo palpable. Aria iba en el centro, sosteniendo su báculo como si de un amuleto protector se tratara, mientras Eryn cerraba la marcha con Dargan, que cargaba su martillo con firmeza.
"Este silencio no es natural," dijo Fenrir finalmente, rompiendo la quietud.
"Es como si el valle nos estuviera observando," añadió Eryn, con un tono bajo y cauteloso.
"Déjalos que miren," gruñó Dargan. "Cuando ataquen, tendrán más razones para temernos que nosotros a ellos."
El Ruido en la Penumbra
Un ruido resonó en la distancia, un crujido seco, como huesos rotos. El grupo se detuvo al unísono, todos con sus sentidos en alerta.
"Algo viene," murmuró Aratsuki, apenas girando la cabeza. "Formación."
El grupo se preparó, formando un círculo defensivo. Eryn subió a una roca cercana para obtener mejor visibilidad, mientras Kael gruñía, sus ojos centelleando con el reflejo de las runas en el suelo.
De las sombras surgieron figuras, primero indistintas, luego horriblemente claras. Era un grupo de goblins deformes y armados, sus ojos brillando con un hambre voraz. Habían adaptado sus armas con trozos de metal y huesos, y sus cuerpos estaban cubiertos de cicatrices, marcas de una vida violenta y brutal.
"Emboscada," dijo Dargan con una sonrisa feroz. "Por fin, un poco de acción."
"Son más que goblins comunes," advirtió Fenrir, observando cómo las criaturas se movían con una coordinación inusual.
La Batalla
Los goblins atacaron en oleadas, lanzándose con chillidos agudos que resonaban en el valle. Aratsuki bloqueó el primer ataque con su espada, desviando un golpe directo y contraatacando con un movimiento rápido que derribó a uno de los atacantes.
Eryn disparó una flecha que atravesó el cuello de un goblin antes de que este pudiera acercarse a Aria, quien había conjurado un escudo de luz para protegerse. Mientras tanto, Fenrir invocó un espíritu de lobo que se lanzó contra otro grupo, desgarrándolos con ferocidad.
Dargan, con su martillo en alto, cargó contra los goblins con una risa casi maniática. "¡Vamos, bastardos! ¡A ver si pueden con un verdadero enano!"
A pesar de sus tácticas, los goblins no parecían desanimarse. Más figuras emergieron de las sombras, incluyendo una criatura más grande, un líder goblin con una armadura improvisada y una mirada llena de malevolencia.
"Eso explica su coordinación," dijo Fenrir, señalando al líder.
"Si lo derribamos, el resto se dispersará," afirmó Aratsuki.
El Líder Goblin
El líder goblin blandía una espada robada, oxidada pero mortal. Se lanzó contra Aratsuki con una velocidad sorprendente. Sus ataques eran salvajes pero precisos, obligándolo a retroceder mientras buscaba un punto débil en su defensa.
Eryn disparó una flecha que el líder bloqueó con su espada. "Esto será más complicado de lo que pensaba," murmuró.
"Fenrir, necesito que lo distraigas," ordenó Aratsuki, su tono frío pero decidido.
Fenrir asintió, y Kael se lanzó hacia el líder goblin, mordiendo su brazo y arrancándole un grito de furia. Aprovechando la distracción, Dargan corrió hacia él, golpeándolo con toda su fuerza. Aunque la armadura improvisada amortiguó el impacto, el golpe lo hizo tambalearse.
"¡Ahora!" gritó Dargan.
Aratsuki vio la apertura y se lanzó, su espada brillando con un destello letal. El líder goblin intentó bloquear, pero el golpe fue demasiado rápido. La espada atravesó su pecho, y el goblin cayó con un grito agonizante.
Con su líder muerto, los demás goblins se dispersaron rápidamente, huyendo de regreso a las sombras.
Después de la Lucha
El grupo permaneció en silencio mientras recuperaban el aliento. Las heridas eran menores, pero el cansancio comenzaba a hacer mella.
"Esto no fue una emboscada normal," dijo Aria, mirando a los cadáveres de los goblins. "Estaban organizados, como si alguien los dirigiera."
Aratsuki asintió, limpiando la sangre de su espada. "Este valle está corrompido. No podemos bajar la guardia."
Fenrir miró al horizonte, donde el camino parecía desvanecerse en una neblina oscura. "Si esto fue solo el principio, no quiero imaginar lo que nos espera más adelante."
A medida que avanzaban, las sombras parecían hacerse más densas, como si el valle mismo intentara tragarlos. Pero el grupo siguió adelante, guiados por su determinación y la esperanza de encontrar respuestas, sin saber que el verdadero peligro aún aguardaba en las profundidades del Valle Negro.
El Horizonte de la Calma
El Valle Negro quedó atrás, una sombra que se desvanecía en la distancia. Tras días de combate, planificación y tensión constante, el grupo había llegado a un claro donde el aire era más ligero, y la luz del sol, aunque tenue, filtraba sus cálidos rayos entre las copas de los árboles. Era un lugar diferente, un refugio improvisado en medio de un mundo que parecía decidido a destruirlos.
Aratsuki se detuvo y levantó una mano. "Descansaremos aquí," dijo con su tono habitual, frío y autoritario, pero con una inflexión que dejaba entrever un leve alivio.
Aria fue la primera en asentir, dejando caer su báculo y dejándose caer sobre una roca cubierta de musgo. Sus ojos azules brillaban con el reflejo del sol mientras miraba al cielo, permitiéndose, por un breve momento, olvidar la oscuridad que habían dejado atrás.
"Por fin... algo de paz," murmuró.
Dargan ya había comenzado a preparar una hoguera, usando ramas secas y algo de yesca. "Esto me recuerda los días cuando viajaba con mi viejo clan," comentó con una sonrisa nostálgica. "Aunque, claro, ellos eran menos ruidosos que vosotros."
"¿Menos ruidosos?" replicó Eryn desde un árbol cercano, afilando sus flechas. "¿Quién fue el que gritó '¡venid por mí!' en mitad de la pelea anterior?"
"Era estrategia," respondió el enano con una carcajada, colocando una olla sobre el fuego recién encendido. "Distracción pura. Funcionó, ¿no?"
Fenrir, mientras tanto, se encontraba más apartado, acariciando a Kael, quien descansaba a sus pies. Sus ojos observaban los alrededores, aún alerta. "Este lugar es mejor, pero no completamente seguro. Mantendré la primera guardia."
La Relajación y los Vínculos
Con la hoguera ardiendo suavemente y el olor a comida llenando el aire, el grupo se permitió bajar la guardia, aunque solo un poco.
Aratsuki permanecía apartado, sentado contra un árbol, su espada apoyada en el suelo junto a él. Su mirada estaba fija en el fuego, pero sus pensamientos parecían vagar en una distancia inalcanzable.
"Siempre tan distante," comentó Aria en voz baja mientras se acercaba, llevando en sus manos una pequeña porción de la comida que Dargan había preparado. "Deberías comer algo."
"No tengo hambre," respondió él sin mirarla, su tono cortante como de costumbre.
"¿Sabes? Siempre dices eso," continuó ella, ignorando la frialdad en su voz. "Pero he notado que cuando crees que nadie está mirando, tomas algo. Así que aquí tienes."
Ella dejó la comida junto a él y regresó al fuego sin esperar una respuesta. Por un momento, Aratsuki no hizo nada, pero luego, casi imperceptiblemente, tomó el cuenco y comenzó a comer en silencio.
Eryn observó la interacción desde su posición, sonriendo apenas. "¿Crees que algún día dejará de actuar como si estuviera hecho de piedra?" le preguntó a Dargan.
"Si alguien puede romper esa fachada, será la sacerdotisa," respondió el enano, sirviéndose otra ración de comida.
Un Momento de Paz
La noche cayó lentamente, y el grupo se reunió alrededor del fuego. Había pocas palabras, pero la presencia de los demás era suficiente para llenar el silencio.
Fenrir finalmente regresó de su vigilancia, dejando que Eryn tomara la siguiente guardia. Kael se acurrucó junto a él, y el semihumano cerró los ojos, permitiéndose un breve descanso.
"¿Crees que todo esto tendrá un final?" preguntó Aria en voz baja, dirigiéndose a nadie en particular.
"Todo tiene un final," respondió Aratsuki desde su lugar. Su tono no era tan cortante como de costumbre, y había algo en sus palabras que parecía un intento de consuelo.
"Solo espero que cuando llegue, estemos preparados," añadió Eryn desde la distancia.
El Amanecer del Futuro
A medida que la noche avanzaba y el grupo se turnaba para montar guardia, una sensación de tranquilidad comenzó a asentarse sobre ellos. Aunque el camino por delante seguía siendo incierto y peligroso, este momento, este respiro, era suficiente para recordarles por qué seguían adelante.
Cuando el sol comenzó a asomarse en el horizonte, pintando el cielo con tonos cálidos de naranja y rosa, Aratsuki se levantó, afilando su espada con movimientos mecánicos. Su mirada estaba fija en el camino por delante, pero había una leve relajación en sus hombros que no había estado allí antes.
El grupo comenzó a empacar en silencio, preparándose para la siguiente etapa de su viaje. Mientras caminaban hacia el horizonte, una pequeña sonrisa se formó en los labios de Aria. Quizás, pensó, este grupo tan diverso e improbable estaba empezando a convertirse en algo más.
Y con cada paso, las sombras del pasado parecían desvanecerse un poco más, reemplazadas por una luz de esperanza que, aunque tenue, brillaba con una determinación inquebrantable.
El Último Susurro
El sol se había puesto detrás de las montañas, bañando el cielo en una mezcla de tonos morados y anaranjados. El aire se había enfriado, pero el grupo continuaba su marcha, avanzando por un sendero entre los árboles, dejando atrás la última aldea que habían ayudado a proteger de las hordas de orcos. Cada paso que daban parecía llenar el aire con la promesa de algo más grande, algo inevitable que se acercaba, aunque ninguno de ellos lo reconociera aún.
Aratsuki caminaba al frente, su mirada fija hacia el horizonte, pero su mente estaba lejos, perdida en recuerdos de un pasado que no podía olvidar. La guerra, la muerte, el dolor... todo se mezclaba en su interior como un río turbulento, difícil de contener.
Detrás de él, Aria caminaba en silencio, su mirada amable pero sabia. Había llegado a comprender que el joven guerrero a veces se sumergía en su propio mundo, aislándose del resto, pero no era algo que pudiera corregir. No por ahora, al menos. A su lado, Dargan y Eryn intercambiaban algunas bromas suaves, mientras Fenrir, siempre alerta, caminaba unos pasos más atrás, su mente tan afilada como su mirada.
El sonido del viento moviendo las hojas y el crujir de las ramas bajo sus botas eran los únicos ruidos que acompañaban el grupo. Todo parecía estar en paz, pero era una paz que se sentía frágil, casi irreal.
"¿Crees que alguna vez podremos realmente descansar?" preguntó Aria en voz baja, sin esperar respuesta.
Aratsuki no miró atrás, pero sus labios se curvaron en una ligera mueca, tan pequeña que nadie la habría notado. "No hasta que todos los monstruos caigan. Hasta entonces, todo será solo una tregua."
Las palabras, tan duras como siempre, colgaron en el aire entre ellos, pero nadie las repitió. Cada uno entendía lo que significaban. Era un hombre que había perdido tanto que ya no sabía cómo vivir en un mundo sin guerra.
El camino, aunque apacible, pronto los condujo a una antigua torre en ruinas que se alzaba ante ellos, sus piedras rotas y desgastadas por el tiempo. Era una construcción que apenas mantenía su forma, pero algo en su presencia parecía inquietante, como si hubiera sido olvidada por una razón. La torre parecía observarlos, una presencia silenciosa e imponente en medio de la nada.
"¿Deberíamos detenernos aquí?" preguntó Dargan, mirando las paredes de la torre con recelo.
"No hay otro lugar cercano," respondió Aratsuki, su tono impasible. "Nos quedaremos aquí por esta noche."
Eryn frunció el ceño. "No me gusta cómo se siente este lugar... hay algo extraño en el aire."
"¿Extraño?" Fenrir, que había estado en guardia, se acercó con cautela. Su rostro mostraba una mezcla de curiosidad y desconfianza. "No hay criaturas cerca. Lo siento."
Aunque el resto del grupo asintió, algo dentro de Aratsuki se sintió perturbado, como si algo estuviera observándolos desde las sombras. Había algo en esa torre, algo oscuro que no alcanzaba a comprender completamente.
Se acercaron al interior con precaución. Las piedras crujían bajo sus pasos, y el aire estaba pesado, casi denso. Una vez dentro, el grupo se dispuso a hacer un campamento improvisado. Dargan comenzó a preparar una pequeña hoguera mientras Aria se apartó un poco, enfocada en lo que parecía una antigua mesa cubierta por polvo y escombros.
Aratsuki, sin embargo, se mantuvo de pie, mirando hacia las escaleras que conducían a los pisos superiores de la torre. Algo en su interior le decía que debía subir. La sensación de que había algo importante allí, algo que se conectaba con su destino, no lo dejaba en paz.
Sin decir una palabra, comenzó a subir las escaleras, moviéndose en silencio, como un espectro. Cada escalón que subía lo acercaba más a una inquietante presencia que sentía en lo más profundo de su ser.
Cuando llegó al último piso, la puerta se abrió con un sonido sordo. Dentro, las sombras eran densas y no dejaban ver con claridad, pero a medida que sus ojos se acostumbraron a la oscuridad, Aratsuki pudo ver una figura en el centro de la habitación.
Era una silueta enigmática, parcialmente iluminada por la luz que se filtraba desde las grietas de las paredes. La figura no se movía, pero su presencia era tan palpable que hizo que el aire pareciera más pesado. Su rostro no era completamente visible, pero la sensación de que algo tan antiguo y oscuro habitaba allí lo hizo sentir un escalofrío recorrer su espalda.
"¿Quién eres?" preguntó Aratsuki en voz baja, su espada empuñada, pero sin una clara intención de atacar. Algo en esa presencia le decía que no era un enemigo común.
La figura no respondió, pero Aratsuki sintió un susurro en su mente, una voz suave que lo hizo estremecerse. "La oscuridad que buscas... nunca terminará. Pero la luz tampoco te salvará."
La respuesta era críptica, pero llena de una amenaza implícita. Aratsuki no entendió completamente lo que quería decir, pero supo que algo en ese momento había cambiado.
De repente, una ráfaga de viento pasó por la torre, y la figura desapareció, desvaneciéndose como si nunca hubiera estado allí. La habitación volvió a quedar vacía, pero la sensación de que algo había dejado una marca en su alma lo acompañó.
Bajó las escaleras rápidamente, encontrando a sus compañeros justo donde los había dejado. Nadie había notado su ausencia, como si la torre misma hubiera sido un sueño distante.
"¿Todo bien?" preguntó Aria, notando su expresión perturbada.
Aratsuki no dijo nada por un momento. Sus ojos se perdieron en el horizonte, hacia donde el sol se estaba ocultando.
"Creo que algo está por llegar," murmuró finalmente. "Y no será bueno."
El grupo se acomodó alrededor de la hoguera, pero la calma de esa noche ya no parecía la misma. Algo más, algo mayor y más oscuro que lo que habían enfrentado hasta ahora, se acercaba a pasos silenciosos. Y aunque la noche parecía tranquila, la intriga de lo que vendría se instaló en el aire, pesado y siniestro, como una amenaza latente.
El futuro estaba cerca. Pero ¿serían ellos capaces de enfrentar lo que se avecinaba?
Y lo peor de todo... ¿Quién había sido esa figura en la torre?
La respuesta parecía tan distante como la propia luz del día.