Chereads / Echoes of Revenge: The Silent Flame / Chapter 7 - Capítulo 7: Las Sombras de la Aldea

Chapter 7 - Capítulo 7: Las Sombras de la Aldea

El grupo llegó a la aldea poco antes del amanecer, las luces de las antorchas y faroles creando un débil resplandor que apenas alejaba la oscuridad. El lugar estaba tranquilo, casi demasiado tranquilo, y las primeras señales del día apenas comenzaban a teñir el horizonte de un pálido anaranjado.

Aratsuki lideraba al grupo con la misma postura vigilante de siempre, sus ojos recorriendo cada rincón como si esperara que algo saltara de las sombras. Dargan seguía de cerca, cargando aún a Rott, quien había recuperado algo de color pero permanecía débil.

Aria se detuvo junto a una pequeña fuente en el centro de la aldea, dejando escapar un suspiro cansado. "Necesitamos un lugar para descansar y atender a Rott correctamente."

Eryn, con su arco colgado al hombro, observó los alrededores. "Esto no me gusta. Algo está raro aquí."

La aldea, aunque parecía intacta, daba una sensación de abandono. No se veían aldeanos trabajando ni niños corriendo por las calles. Solo algunas cortinas moviéndose en las ventanas y puertas cerradas con cerrojo.

"Lo raro es cómo nos están observando desde las sombras," murmuró Aratsuki, su tono frío y distante como siempre.

Una bienvenida tensa

No pasó mucho tiempo antes de que una figura mayor, un hombre vestido con ropas simples pero algo raídas, se acercara al grupo. Llevaba una lámpara en una mano y un bastón en la otra, y su expresión era una mezcla de preocupación y desconfianza.

"¿Quiénes son ustedes, y qué buscan aquí?" preguntó, su voz ronca pero firme.

Dargan dio un paso al frente, dejando a Rott apoyado contra una pared cercana. "Solo buscamos refugio, viejo. Venimos de un enfrentamiento con goblins y orcos. Uno de los nuestros necesita descanso y cuidados."

El hombre miró a cada uno del grupo con detenimiento, deteniéndose un poco más en Aratsuki, cuya expresión cerrada y distante parecía incomodarlo. Finalmente, asintió con lentitud.

"Pueden usar la taberna al final de la calle. El dueño les permitirá quedarse... si no causan problemas."

Aratsuki no esperó más palabras y comenzó a caminar hacia la dirección indicada, dejando a los demás para seguirlo.

Dentro de la taberna

La taberna estaba en mejores condiciones de lo que esperaban. El espacio, aunque modesto, era cálido, con un fuego encendido en la chimenea y varias mesas limpias. Un hombre robusto y calvo se acercó al grupo cuando entraron, observándolos con cautela.

"Son tiempos oscuros," dijo el tabernero. "Pero si pueden pagar, tendrán comida y una habitación."

Aria se adelantó, sacando algunas monedas. "Cuidaremos de todo. También necesitamos espacio para atender a un herido."

El tabernero aceptó sin más preguntas, guiándolos hacia un par de habitaciones en el piso superior. Mientras acomodaban a Rott, Aratsuki se mantuvo cerca de una ventana, observando la calle.

Eryn se acercó a él con una mirada curiosa. "No confías en nadie, ¿verdad?"

"No es desconfianza. Es precaución," respondió sin mirarla, su tono seco.

Eryn sonrió con ironía. "Claro, como tú digas."

Un pedido inesperado

Mientras el grupo descansaba, el mismo anciano que los recibió en la aldea apareció en la taberna, buscando hablar con ellos. Su rostro estaba marcado por la preocupación.

"Perdonen la interrupción, pero necesito su ayuda," dijo, dirigiéndose al grupo reunido en la mesa. "Mi nieta desapareció hace dos noches. Sospechamos que los goblins la tomaron. Han estado rondando cerca, atacando a los rezagados."

Dargan frunció el ceño. "¿Y por qué no pediste ayuda antes?"

"Porque no confiamos en los forasteros," respondió el anciano con amargura. "Pero ustedes han luchado contra esas criaturas. Tal vez puedan ayudar a salvarla antes de que sea demasiado tarde."

Aratsuki, quien había estado en silencio, habló finalmente. "¿Dónde los vieron por última vez?"

El anciano pareció dudar por un momento antes de responder. "En el bosque al norte de aquí. Hay una cueva donde se esconden. No podemos enfrentarlos, pero si ustedes..."

"Lo haremos," interrumpió Aratsuki, levantándose. Sus palabras eran frías, pero había determinación en su mirada.

Aria lo miró con una mezcla de sorpresa y admiración. "¿Estás seguro? Apenas hemos descansado."

"No hay tiempo para descansar cuando una vida está en juego," respondió él, ya dirigiéndose hacia la puerta.

La caza comienza

El grupo avanzó hacia el bosque en silencio, cada uno sumido en sus pensamientos. La noche había caído nuevamente, y el aire estaba cargado de una tensión que parecía casi palpable.

"Esos malditos goblins nunca se cansan de causar sufrimiento," gruñó Dargan, ajustando su martillo.

Aria, aunque visiblemente preocupada, caminaba con determinación. "No podemos dejarlos seguir haciendo esto."

Eryn, quien iba al frente, levantó una mano para detener al grupo. "Hay rastros. Estamos cerca."

Las marcas en el suelo, junto con rastros de sangre y telas rasgadas, los guiaron hasta la entrada de una cueva oscura y maloliente. Desde adentro se escuchaban risas agudas y sonidos de movimiento.

La emboscada

Aratsuki tomó la delantera, indicando con un gesto que Eryn cubriera la entrada con su arco. Dargan y él se moverían al frente, mientras Aria se quedaba atrás, preparada para asistir.

Entraron en la cueva con sigilo, pero la batalla no tardó en estallar. Los goblins, alertados por el sonido de sus pasos, se lanzaron hacia ellos en un ataque caótico.

Aratsuki, con movimientos precisos, bloqueaba y contraatacaba, su espada rota encontrando puntos vitales con cada golpe. Dargan, rugiendo como un toro, aplastaba enemigos con su martillo, mientras las flechas de Eryn silbaban en el aire, derribando goblins antes de que pudieran acercarse.

En el centro de la cueva, encontraron a la nieta del anciano, atada y rodeada por goblins. Un orco más grande que los anteriores rugió al verlos, cargando con un garrote inmenso.

"¡Yo me encargo del orco!" gritó Dargan, lanzándose hacia él sin dudar.

La batalla fue intensa, cada golpe resonando en las paredes de la cueva. Finalmente, tras un esfuerzo conjunto, lograron derrotar al orco y liberar a la niña.

Un rayo de esperanza

El grupo salió de la cueva con la niña a salvo. Aratsuki, cubierto de sangre y con la respiración agitada, miró al cielo nocturno.

"Esto es solo el principio," murmuró para sí mismo, aunque su voz tenía un toque de alivio.

Aria se acercó a él, colocando una mano en su brazo. "Hicimos lo correcto."

Por primera vez, Aratsuki asintió ligeramente. Tal vez, pensó, no estaba tan solo como creía.