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Chapter 6 - Capítulo 6: El Precio de la Determinación

La mina abandonada parecía un monstruo dormido, con su entrada oscura y amenazante como una boca que aguardaba devorar a quienes se atrevieran a entrar. Aratsuki lideraba al grupo con pasos firmes, mientras la luz tenue de la esfera mágica de Aria iluminaba los estrechos pasillos. A su lado, Eryn caminaba en silencio, con su arco listo para disparar. Cerrando la marcha, Dargan sostenía su pesado martillo de guerra, observando con ojos críticos cada sombra que el grupo dejaba atrás.

"Esto huele peor que un troll muerto," gruñó Dargan, apretando los dientes.

"Concéntrate," respondió Aratsuki en tono cortante, sin siquiera girarse. Sus ojos inspeccionaban cada rincón, buscando señales del prisionero que habían venido a rescatar: un enano llamado Rott, capturado por una banda de goblins y orcos.

Eryn, con una sonrisa tensa, se giró hacia Dargan. "Tienes un don para las comparaciones, ¿sabías?"

El enano bufó, pero no replicó. Sabía que la situación era seria, y su sentido del deber lo mantenía enfocado.

El hallazgo sombrío

Al adentrarse más en la mina, la atmósfera se hizo más opresiva. Finalmente, llegaron a una sala más amplia, iluminada por antorchas humeantes. Herramientas oxidadas y jaulas improvisadas llenaban el lugar, y en una de ellas, encorvado y apenas consciente, yacía un enano. Su barba negra estaba enmarañada, y su cuerpo cubierto de heridas abiertas.

"Rott," murmuró Dargan, reconociendo al prisionero. Su agarre en el martillo se endureció, y una expresión de furia cruzó su rostro.

"Allí está," susurró Aria, dando un paso hacia adelante.

"Espera," ordenó Aratsuki, levantando una mano. Sus ojos fríos recorrían cada rincón de la sala. "No es tan simple. Esto es una trampa."

Dargan gruñó, pero asintió. "Tiene sentido. Los goblins son demasiado cobardes para dejar a un prisionero sin vigilancia."

Eryn apuntó hacia una pila de escombros en una esquina. "Las marcas en el suelo… algo fue arrastrado hasta aquí recientemente. Probablemente un cuerpo."

Aratsuki se acercó lentamente a la jaula, su espada rota en mano. Rott levantó la cabeza con dificultad, sus ojos apagados por el dolor.

"¿Quién…?" murmuró débilmente.

"Estamos aquí para sacarte," dijo Aratsuki en tono firme, comenzando a cortar los barrotes de la jaula.

La emboscada

Un coro de risas bajas resonó en la sala, seguido de pasos apresurados. Desde los túneles circundantes surgieron goblins armados con dagas y lanzas, junto con dos orcos que cargaban martillos de guerra.

"Malditos bastardos," gruñó Dargan, colocándose junto a Aratsuki.

"Sabía que esto no sería fácil," murmuró Eryn, disparando una flecha que atravesó el cráneo de un goblin antes de que pudiera dar un paso más.

Aria levantó su bastón, conjurando una barrera de luz que protegió al grupo de la primera andanada de lanzas.

El combate feroz

La sala estalló en caos.

Aratsuki se lanzó contra el primer orco, esquivando por poco el golpe del martillo que dejó un cráter en el suelo. Con un giro rápido, clavó su espada rota en el costado del orco, pero la criatura apenas reaccionó.

Dargan, a su lado, rugió de furia y balanceó su martillo con todas sus fuerzas, rompiendo el brazo del orco con un golpe contundente. "¡Así se hace!" gritó, girándose para enfrentarse a otro goblin que lo atacaba.

Eryn, desde una posición elevada, disparaba flechas con precisión letal, derribando a los goblins antes de que pudieran acercarse demasiado. "¡Aria, mantén a Rott a salvo!"

Aria, obedeciendo, se colocó junto al prisionero, lanzando hechizos de curación mientras protegía con magia al debilitado enano.

"¡Resiste, amigo!" le dijo Dargan a Rott mientras derribaba a otro goblin. "No me hagas cargar con tu cuerpo fuera de aquí."

Estrategia y determinación

Aratsuki, observando el entorno, notó una pila de barriles viejos cerca del orco que aún seguía luchando. Aprovechando la oportunidad, empujó los barriles hacia la criatura, que perdió el equilibrio. Sin dudarlo, atravesó su garganta con la espada, terminando la pelea.

Dargan, cubierto de sangre enemiga, se giró hacia el último orco. Con un rugido ensordecedor, saltó hacia adelante y golpeó al monstruo en la cabeza, derribándolo al suelo.

"¡Eso es por todos los enanos que habéis torturado, malditos!" gritó, con una mezcla de furia y orgullo.

La salida

Con los enemigos derrotados, el grupo se apresuró a salir de la mina. Aria ayudaba a Rott, que apenas podía caminar.

"Os debo mi vida," murmuró el prisionero, mirando a Dargan con gratitud.

"Lo que me debes es una buena jarra de cerveza cuando salgamos de esta," respondió el enano con una sonrisa cansada.

Aratsuki, caminando en silencio al frente, mantenía su mirada fija en el horizonte. Cada batalla le recordaba el peso de su juramento, pero también le demostraba que no podía luchar solo.

Reflexión bajo las estrellas

A salvo en el exterior, el grupo se tomó un momento para respirar. La luz de las estrellas bañaba el paisaje, un contraste absoluto con la oscuridad que habían enfrentado.

"Esto es solo el principio," dijo Aratsuki finalmente, con su tono frío habitual. Pero en su interior, una chispa de conexión comenzaba a formarse con sus compañeros. Quizás, con el tiempo, podría permitirles acercarse.

La noche avanzaba, y aunque estaban exhaustos, sabían que su lucha estaba lejos de terminar.

Caminos Entrecruzados

La brisa nocturna acariciaba al grupo mientras avanzaban entre las colinas que separaban la mina de la siguiente ciudad. El cielo despejado, iluminado por miles de estrellas, apenas lograba aliviar la tensión que aún cargaban en sus cuerpos tras el rescate de Rott. Aratsuki caminaba al frente, su figura erguida y sus ojos como cuchillas que perforaban la oscuridad.

Dargan, quien ahora sostenía a su camarada Rott con un brazo firme, no dejaba de hablar en voz baja, animando al debilitado prisionero. Aria y Eryn seguían de cerca, compartiendo miradas cansadas pero determinadas.

"Necesitamos encontrar un lugar seguro para descansar," dijo Aria finalmente, rompiendo el silencio. Su voz era suave pero firme, como si su preocupación por el bienestar del grupo cargara cada palabra.

"Hay una aldea no muy lejos de aquí," respondió Dargan, girando levemente la cabeza hacia ella. "Podemos llegar antes del amanecer si apuramos el paso."

Aratsuki no dijo nada. Continuó avanzando con la mirada fija al frente, sus pensamientos oscuros y entremezclados con los recuerdos de la mina. La crueldad de los goblins y orcos no dejaba de rondar su mente: su brutalidad, la forma en que deshumanizaban a sus víctimas. El peso del pasado seguía sobre sus hombros, recordándole la promesa que había hecho aquella noche fatídica.

Un descanso inesperado

Cuando alcanzaron un claro rodeado de árboles altos, Dargan decidió detenerse. "Es aquí o caemos muertos en el camino," bromeó, aunque su tono estaba cargado de cansancio.

Aria comenzó a preparar un hechizo para curar a Rott, mientras Eryn se movía por los alrededores, buscando señales de peligro. Aratsuki permaneció de pie, su mirada fija en el horizonte, como si esperara que algo saliera de la oscuridad.

"Aratsuki," llamó Dargan mientras acomodaba a Rott sobre una manta improvisada. "No es saludable estar siempre tan tenso. Ven y siéntate, muchacho."

El espadachín apenas lo miró de reojo antes de responder con frialdad: "Mi trabajo es asegurarme de que nada se acerque mientras ustedes descansan."

Dargan bufó, pero no insistió. "Haces honor a tu apodo, el rarito del gremio. Pero que sepas que todos necesitamos un respiro a veces."

Eryn regresó, informando que la zona parecía despejada. "No hay rastros recientes de enemigos, pero no podemos confiarnos."

"Siempre hay algo acechando," murmuró Aratsuki para sí mismo.

La confesión de Dargan

Mientras el grupo descansaba alrededor de una pequeña fogata, Dargan rompió el silencio con una voz más seria de lo habitual.

"Rott era parte de mi antigua compañía," explicó, mirando fijamente al fuego. "Éramos un grupo de mercenarios enanos, luchando por contratos en las montañas del norte. Nunca pensé que lo volvería a ver... y mucho menos en un estado como este."

Aria lo miró con tristeza, pero antes de que pudiera decir algo, Dargan continuó. "Ver lo que esos malditos goblins y orcos le hicieron... Me enciende la sangre. No hay lugar en este mundo para monstruos así."

"Entonces asegúrate de sobrevivir," intervino Aratsuki, su voz cortante como una hoja. "Si mueres, no tendrás oportunidad de vengarte."

Dargan soltó una carcajada amarga. "Tienes razón, chico. Pero quizás deberías aplicarte tu propio consejo."

El comentario quedó en el aire, pero las palabras de Dargan dejaron una semilla de reflexión en Aratsuki.

Sombras en el bosque

La calma no duró mucho. Apenas una hora después, Eryn sintió un escalofrío en la nuca. Algo no estaba bien.

"Hay movimiento," susurró, levantándose rápidamente con su arco en mano.

Aratsuki ya estaba de pie, espada en mano, mirando hacia los árboles. "Los goblins no suelen dejar cabos sueltos. Probablemente nos siguieron."

Un ruido sutil, como un chasquido de ramas, confirmó sus sospechas. Los ojos de Aratsuki brillaron con determinación.

"Prepárense."

De entre los árboles surgieron goblins armados con dagas y arcos improvisados, seguidos por un orco que sostenía un hacha enorme. Sus risas agudas y gestos burlones eran una provocación que helaba la sangre.

La batalla bajo las estrellas

Eryn fue la primera en atacar, lanzando una flecha que atravesó el ojo de un goblin antes de que pudiera siquiera cargar. "¡Aria, protege a Rott!" gritó mientras tomaba posición.

Dargan, con su martillo en mano, corrió hacia el orco. "¡Vamos, monstruo! ¡Muéstrame lo que tienes!" rugió, chocando su arma contra la de la criatura en un impacto que resonó por todo el claro.

Aratsuki, por su parte, se movió con precisión calculada. Con movimientos rápidos y certeros, eliminó a dos goblins que se acercaban por un costado. Su espada rota parecía una extensión de su cuerpo, y cada golpe era letal.

Aria levantó una barrera de luz que desvió una lluvia de flechas enemigas, mientras susurraba oraciones para fortalecer al grupo. "¡No les dejemos ninguna oportunidad!"

La pelea se intensificó cuando el orco, con un rugido, logró empujar a Dargan hacia atrás. Pero el enano, con una sonrisa feroz, contraatacó, golpeando la pierna del monstruo con suficiente fuerza para hacerlo caer.

"¡Termínalo!" gritó Dargan.

Aratsuki no dudó. Con un salto ágil, clavó su espada en el cuello del orco, terminando la batalla.

Después de la tormenta

El grupo quedó en silencio mientras los ecos del combate se desvanecían. La respiración agitada y las heridas menores eran el precio de su victoria.

Aratsuki, limpiando su espada, miró a Dargan. "¿Todo bien?"

"Siempre," respondió el enano, aunque su tono revelaba el cansancio.

Aria comenzó a curar a los heridos, su rostro reflejando una mezcla de alivio y preocupación.

Eryn, recogiendo sus flechas, miró a Aratsuki. "Cada vez entiendo menos cómo piensas, pero... buen trabajo."

Aratsuki no respondió, pero algo en su mirada pareció suavizarse, aunque solo por un instante.

Un paso más cerca

Mientras el grupo retomaba el camino, Aratsuki reflexionaba. No podía negar que, por primera vez en mucho tiempo, no se sentía completamente solo. Sin embargo, el peso de su juramento seguía siendo su prioridad.

En la distancia, las luces de la aldea que buscaban comenzaban a aparecer, un recordatorio de que la lucha nunca terminaba.