El sol apenas se asomaba en el horizonte cuando el grupo retomó su camino. Aria caminaba al frente, guiándolos con pasos seguros. Eryn se mantenía alerta, con una mano cerca de su carcaj, mientras que Aratsuki seguía detrás, su expresión inmutable como siempre. La espada rota en su cintura era un recordatorio de los peligros que acechaban en cada esquina.
Mientras avanzaban por el bosque, el paisaje comenzó a cambiar. Las sombras de los árboles se hacían más densas, y el suelo estaba cubierto por una capa de cenizas grises. Un aroma metálico flotaba en el aire, mezclado con el hedor de la sangre seca.
"Esto no es normal," dijo Eryn en voz baja, rompiendo el silencio. "Algo pasó aquí."
Aria se detuvo y observó a su alrededor. Sus ojos azules parecían captar algo que los demás no podían ver. "Hay un rastro. Sangre... pero también huellas. Pesadas."
"Ogros," murmuró Aratsuki con frialdad.
Eryn apretó los dientes. "Siempre ogros. Bestias malditas."
Un llamado de auxilio
El grupo siguió las huellas hasta llegar a un claro devastado. Árboles arrancados de raíz, carretas destrozadas, y cuerpos desperdigados. Pero entre los escombros, un rugido gutural rompió el aire.
"¡Ayuda!" La voz grave y áspera venía de un hombre atrapado bajo una carreta volcada.
Cuando se acercaron, encontraron a un enano de complexión robusta, con una barba negra y espesa cubierta de hollín. Su rostro estaba torcido en una mueca de dolor mientras intentaba liberarse.
"¡Rápido! ¡No tengo todo el día!" gritó con impaciencia al verlos.
"¿Quién eres y qué haces aquí?" preguntó Aratsuki sin acercarse, sus ojos fríos evaluando al enano.
"¡Soy Dargan Martillofirme! Un herrero y cazador de tesoros, pero no es momento para presentaciones largas. ¡Sáquenme antes de que esos malditos ogros vuelvan!"
Aratsuki dudó por un instante. Su instinto le decía que no confiara en nadie, pero Aria dio un paso al frente sin dudarlo.
"Levantaré esta parte de la carreta," dijo, y miró a Aratsuki. "Ayúdame a sacarlo."
El joven asintió, pero sin perder de vista el entorno. Con un esfuerzo conjunto, levantaron la carreta lo suficiente para que Dargan pudiera arrastrarse fuera de los escombros.
Un nuevo peligro
Antes de que pudieran intercambiar más palabras, un rugido profundo resonó en el claro. Desde los árboles, dos enormes ogros emergieron, sus ojos rojos brillando con una furia inhumana.
"¡Lo sabía!" exclamó Dargan, agarrando un hacha mellada que estaba entre los escombros. "¡Siempre vienen por más!"
"Prepárense," ordenó Aratsuki, sacando lo que quedaba de su espada.
Eryn disparó la primera flecha, impactando en el hombro de uno de los ogros. La criatura gruñó, arrancándosela sin esfuerzo. "¡Son más duros que los goblins!" gritó, disparando de nuevo.
Aria comenzó a conjurar un hechizo, creando un círculo de luz protectora alrededor del grupo. Mientras tanto, Dargan cargó contra el ogro más cercano con un grito de guerra.
"¡Vamos, bestia! ¡Pruébame!"
El combate fue intenso. Aratsuki se movía con precisión, esquivando los golpes brutales de los ogros mientras buscaba puntos débiles. Su espada rota se clavó en la pierna de uno de ellos, haciendo que la criatura cayera de rodillas.
Dargan, por su parte, mostraba una ferocidad inesperada. Aunque su hacha estaba dañada, golpeaba con fuerza y determinación, apuntando al otro ogro.
"¡Eryn, cúbreme!" gritó Aratsuki.
"¡Entendido!" respondió la elfa, lanzando una flecha que impactó directamente en el ojo de la criatura que tenía frente a él.
El ogro rugió de dolor, dándole a Aratsuki el tiempo suficiente para saltar sobre su espalda y hundir la hoja rota en su cuello. Con un último espasmo, el monstruo cayó al suelo, muerto.
El otro ogro, acorralado por Dargan y Eryn, no tardó en sucumbir también.
Un pacto inesperado
Con los ogros derrotados, el grupo se tomó un momento para recuperar el aliento.
"Bien hecho," dijo Dargan, limpiando el sudor de su frente. "Aunque me habría gustado menos gritos y más acción."
"¿Qué hacías aquí?" preguntó Aratsuki, su tono frío como siempre.
"Buscando un artefacto enano perdido," respondió Dargan, cruzando los brazos. "Pero parece que subestimé a esos malditos ogros. Me atraparon con la guardia baja."
"Deberías ser más cuidadoso," comentó Aria, su voz calmada pero firme.
Dargan soltó una carcajada. "Y ustedes deberían aprender a relajarse. Si no fuera por mí, no tendrían a nadie que les haga armas decentes."
"¿Armas?" Eryn levantó una ceja.
"Sí, chica de los árboles. Soy el mejor herrero que encontrarás en cien kilómetros a la redonda."
Aratsuki lo miró en silencio, evaluándolo. Aunque su instinto seguía diciendo que no confiara en él, algo en la actitud de Dargan le recordaba a los guerreros de su aldea: rudos, directos, pero confiables en los momentos críticos.
"Quédate con nosotros," dijo finalmente.
Dargan arqueó una ceja. "¿Eso es una orden o una invitación?"
"Lo que quieras," respondió Aratsuki, dándose la vuelta.
"Bueno, si eso incluye comida y peleas, acepto," dijo el enano con una sonrisa amplia.
El equipo crece
Esa noche, mientras descansaban en una cueva cercana, Aratsuki observó al grupo desde la distancia. Eryn afilaba sus flechas, Dargan reparaba su hacha, y Aria preparaba pociones con hierbas que había recogido.
Por primera vez, sintió una extraña conexión con ellos. Tal vez no estaba solo en su lucha, después de todo. Pero esa idea lo inquietaba más de lo que quería admitir.
"¿Algo en lo que estés pensando?" preguntó Aria, sentándose a su lado.
Aratsuki la miró de reojo. "Nada importante."
Aria sonrió suavemente. "Tal vez, pero algún día lo compartirás. Y nosotros estaremos aquí para escucharlo."
Aratsuki no respondió, pero en su interior, algo comenzó a cambiar.
Ecos del Pasado
La niebla matutina envolvía el bosque como un manto pesado, dificultando la visibilidad mientras el grupo avanzaba. El aire estaba cargado de humedad y un inquietante silencio, roto solo por el crujir de las ramas bajo sus pies. Aratsuki caminaba al frente, su mirada fija en el horizonte, aunque su mente viajaba en otra dirección.
La noche anterior había dormido poco, atormentado por un sueño recurrente: la imagen de su padre enfrentándose a los monstruos mientras él, impotente, huía con lágrimas en los ojos. Era un peso que nunca había podido soltar del todo, y cada paso que daba lo sentía más presente.
"Hoy estás más callado que de costumbre," comentó Eryn desde atrás, rompiendo el silencio.
"Siempre está callado," replicó Dargan con una risa ronca, cargando su pesada mochila. "Es parte de su encanto, ¿no?"
Aratsuki no respondió, aunque notó la mirada curiosa de Aria. Había algo en sus ojos que lo incomodaba, como si pudiera ver a través de su fachada fría y distante.
"¿Estamos cerca del pueblo?" preguntó finalmente, cambiando de tema.
Aria asintió. "Deberíamos llegar al mediodía si seguimos este ritmo."
Un pueblo en ruinas
Cuando llegaron al lugar, se encontraron con una escena que les resultaba demasiado familiar. Las cabañas estaban destruidas, y el olor a quemado aún persistía en el aire. Había marcas de garras en las puertas y paredes, y rastros de sangre seca pintaban el suelo.
"Malditos monstruos," gruñó Dargan, ajustando el hacha en su espalda.
Eryn se acercó a examinar las huellas. "Goblins. Pero hay algo más. Son muchas, y parecen recientes."
Aratsuki recorrió el lugar en silencio. Aunque no lo mostraba, la devastación le recordaba demasiado a lo que había vivido en su aldea. Cada detalle era un eco de su pasado: los cuerpos abandonados, las casas vacías, la sensación de impotencia que seguía persiguiéndolo.
Aria se arrodilló junto a un cadáver, un hombre mayor con las manos extendidas hacia lo que parecía una puerta. Sus labios se movieron en una oración silenciosa mientras cerraba los ojos del difunto.
"Deberíamos buscar sobrevivientes," dijo con determinación.
Dargan asintió. "Si hay alguno, seguramente estará escondido. Y con razón."
Una emboscada inesperada
Mientras revisaban los alrededores, un chillido agudo cortó el aire. Desde las sombras de las cabañas destruidas, un grupo de goblins emergió, sus ojos brillando con malicia y sus risas estridentes llenando el silencio.
"¡Están aquí!" gritó Eryn, sacando una flecha y disparando con rapidez.
Los goblins eran numerosos, más de una docena, y estaban armados con cuchillos oxidados y arcos improvisados, claramente robados de sus víctimas anteriores.
Aratsuki desenvainó su espada rota y avanzó sin dudar. Su movimiento era preciso, casi mecánico, cada golpe dirigido a neutralizar a los enemigos con rapidez. Uno de los goblins intentó atacarlo por el costado, pero él giró con fluidez, cortándole la garganta antes de que pudiera reaccionar.
Eryn disparaba con precisión mortal, sus flechas encontrando los puntos débiles de los goblins. "¡Son demasiados!" exclamó, retrocediendo para mantener la distancia.
Dargan, por su parte, se enfrentaba a dos goblins al mismo tiempo, bloqueando sus ataques con el mango de su hacha antes de contraatacar con un golpe que partió a uno por la mitad. "¡Estos pequeños bastardos no saben cuándo rendirse!"
Aria se mantuvo detrás, concentrada en conjurar un hechizo de apoyo. Un círculo brillante apareció bajo los pies de Aratsuki, fortaleciendo sus movimientos y aumentando su velocidad.
"Gracias," murmuró él, apenas lo suficiente para que Aria lo oyera.
Sin embargo, los goblins eran persistentes, y sus números comenzaban a abrumarlos. Uno de ellos logró colarse entre las defensas y lanzó una flecha directamente hacia Aria.
"¡Aria, cuidado!" gritó Eryn.
Aria alzó las manos instintivamente, creando una barrera luminosa que desvió la flecha a tiempo. Pero el esfuerzo la dejó momentáneamente vulnerable, y dos goblins más se lanzaron hacia ella.
Aratsuki reaccionó antes de que pudiera pensar. Su cuerpo se movió como un reflejo, cortando a uno de los goblins en el aire y empujando al otro con una patada que lo lanzó contra una pared.
"Quédate atrás," dijo con firmeza, sus ojos brillando con determinación.
"Lo siento," murmuró Aria, claramente afectada.
"Concéntrate. Nos necesitas vivos."
Sus palabras eran duras, pero había un matiz de preocupación que Aria notó, aunque no dijo nada.
El líder goblin
Cuando parecía que habían terminado con los goblins, un rugido grave resonó desde una de las cabañas. Un goblin mucho más grande y musculoso salió, cargando un garrote cubierto de clavos. Sus ojos eran de un rojo intenso, y su expresión estaba cargada de odio y hambre.
"Genial," dijo Dargan con sarcasmo. "Un líder."
"Aratsuki, no subestimes su fuerza," advirtió Eryn, apuntando con su arco.
El líder goblin cargó hacia ellos con una velocidad sorprendente. Aratsuki se lanzó a interceptarlo, bloqueando el garrote con su espada rota. El impacto fue tan fuerte que lo hizo retroceder varios pasos.
"Es fuerte," admitió, ajustando su postura.
Eryn disparó una flecha hacia el goblin, pero este la desvió con su garrote, demostrando una habilidad inesperada.
Dargan cargó hacia el monstruo, lanzando un golpe con su hacha que el goblin apenas logró esquivar. "¡Vamos, peleemos como es debido!"
El combate fue intenso. El líder goblin era mucho más astuto que sus subordinados, usando su fuerza bruta y su entorno para ganar ventaja. Pero el trabajo en equipo del grupo comenzó a inclinar la balanza a su favor.
Aratsuki finalmente encontró una abertura y se lanzó con un golpe preciso, hundiendo la hoja rota en el pecho del goblin. El monstruo rugió de dolor antes de desplomarse al suelo.
Una pista reveladora
Tras la batalla, mientras inspeccionaban el lugar, encontraron un extraño símbolo grabado en una de las paredes de la cabaña donde el líder goblin se había escondido. Era un emblema que Aratsuki reconoció de inmediato.
"Esto... pertenece a ellos," dijo en voz baja, su mano temblando ligeramente mientras tocaba el símbolo.
"¿A quiénes?" preguntó Aria, acercándose.
Aratsuki no respondió de inmediato. Sus ojos estaban fijos en el símbolo, y su mente volvió al pasado, a las criaturas que habían destruido su aldea.
"Son los responsables," murmuró finalmente, su voz llena de una mezcla de odio y determinación.
El grupo intercambió miradas, entendiendo que acababan de dar un paso más hacia una verdad mucho más oscura.