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Chapter 3 - Capítulo 3: Lazos en la Oscuridad

La tarde caía, tiñendo el cielo de un carmesí que parecía presagiar peligro. El grupo había encontrado refugio en un pequeño claro rodeado de árboles, donde un arroyo cercano proporcionaba agua fresca y el sonido relajante de su curso. Aunque la amenaza de emboscadas era constante, necesitaban descansar.

Aratsuki, como siempre, tomó la primera guardia, su figura recortada contra la luz menguante. Se sentó en una roca plana con la espada apoyada en su regazo, su mirada fija en la espesura del bosque, aunque claramente absorto en pensamientos más profundos.

Momentos de calma

Aria se sentó cerca, sus ojos azules reflejando preocupación. Había algo en él que la intrigaba, una mezcla de fuerza y aislamiento que no encajaba con los aventureros que conocía. Finalmente, se atrevió a hablar.

"Siempre estás alerta. Es como si no confiaras en nadie," comentó con suavidad, manteniendo una distancia respetuosa.

Aratsuki no apartó la vista del bosque, pero su voz, baja y casi indiferente, rompió el silencio.

"No hay razón para confiar. El peligro puede venir de cualquier lado. Las palabras amables no detienen flechas ni espadas."

Aria lo observó, intentando comprenderlo. No había ira en sus palabras, solo una fría lógica que hablaba de años de lucha y pérdida.

"Debe ser agotador cargar con esa mentalidad todo el tiempo," respondió, su tono cálido, pero sin intentar persuadirlo. "Aunque, debo admitir, es gracias a ti que sigo viva."

Esta vez, Aratsuki giró la cabeza ligeramente hacia ella, lo suficiente para que sus ojos carmesí brillaran en la penumbra. Por un momento, Aria creyó ver algo más allá de esa máscara de dureza: un destello de vulnerabilidad, rápidamente enterrado.

"No fue por ti," dijo. "Lo hice porque era lo correcto."

Aria sonrió, percibiendo que, aunque frío y distante, había bondad en él. No insistió más, dejando que el silencio llenara el espacio entre ellos mientras la noche se hacía más oscura.

Un peligro inminente

El aire cambió. Era sutil, pero Aratsuki lo sintió primero: un leve crujido entre los árboles, seguido de un hedor desagradable que el viento traía consigo. Se levantó de inmediato, su mano firme en la empuñadura de su espada.

"Prepárense," advirtió, su tono bajo pero urgente.

Aria se puso de pie rápidamente, levantando su báculo. Lyana, aún recuperándose de las heridas del día anterior, se escondió detrás de un tronco, murmurando un hechizo de protección.

De entre las sombras, figuras grotescas comenzaron a aparecer. Goblins y un par de orcos, todos armados con equipo robado y destellos de sangre seca en sus armas. Sus risas agudas y desquiciadas llenaron el aire, mientras sus ojos brillaban con la promesa de caos y destrucción.

"Emboscada," murmuró Aratsuki, con los músculos tensos. "Otra vez."

El enfrentamiento

Los goblins fueron los primeros en atacar, cargando en grupo con movimientos erráticos. Aratsuki se lanzó al frente, su espada desenvainada trazando un arco limpio que derribó a dos de ellos de inmediato. A diferencia de la pelea anterior, ahora los goblins parecían más organizados, como si hubieran aprendido de sus errores.

Uno de ellos intentó flanquearlo, pero un destello de luz interrumpió su avance. Era Aria, que había conjurado un hechizo de destello para cegarlo momentáneamente.

"Gracias," murmuró Aratsuki sin apartar la vista de sus enemigos.

"De nada," respondió Aria con una sonrisa tensa.

Los orcos, más grandes y brutales, se unieron a la batalla. Uno de ellos levantó un garrote improvisado, golpeando con fuerza suficiente para partir un árbol joven en dos. Aratsuki esquivó por poco, contraatacando con un tajo rápido a la pierna del orco. El monstruo rugió de dolor, pero no cayó.

"Son más resistentes de lo que esperaba," pensó, ajustando su postura.

Lyana, desde su posición protegida, recitó un hechizo de curación dirigido a Aratsuki, quien ya comenzaba a mostrar signos de agotamiento. Aunque no lo admitiría, agradeció el gesto.

La estrategia en combate

"Aria," llamó, sin quitar los ojos de los enemigos. "Necesitamos separarlos. Los orcos son fuertes, pero lentos. Los goblins son rápidos, pero débiles. Divide y vencerás."

Aria asintió y comenzó a canalizar un hechizo que levantó una barrera de luz entre los orcos y los goblins. La confusión entre los enemigos les dio una ventaja clave.

Aratsuki, aprovechando el caos, se lanzó contra el orco herido. Con una serie de golpes precisos, lo derribó, asegurándose de que no volviera a levantarse.

Aria, mientras tanto, lanzó un hechizo ofensivo que desató una lluvia de esquirlas de luz sobre los goblins, reduciendo su número considerablemente.

El último orco, al ver a su compañero caer, rugió con furia y cargó directamente hacia Aratsuki. Este esperó pacientemente, calculando cada movimiento. En el último momento, esquivó hacia un lado y hundió su espada en el costado del monstruo. El orco cayó con un gemido final, dejando el claro en un inquietante silencio.

Después de la batalla

El grupo permaneció inmóvil por un momento, asegurándose de que no había más enemigos. Aria se acercó a Aratsuki, notando que tenía un corte superficial en el brazo.

"Déjame curarte," ofreció.

"No es necesario," respondió él, aunque no se apartó cuando ella comenzó a conjurar un hechizo de curación.

Aria sonrió levemente mientras el hechizo cerraba la herida. "No todo el tiempo tienes que enfrentarlo todo solo, ¿sabes?"

Aratsuki no respondió, pero su expresión se suavizó apenas, lo suficiente para que Aria notara un cambio sutil.

"Gracias," murmuró finalmente, casi inaudible.

El grupo volvió a sentarse junto al arroyo, agotado pero aliviado. Aunque todavía quedaba mucho por hacer y enemigos más peligrosos por enfrentar, esa noche sintieron, por primera vez, que podían confiar el uno en el otro.

Y en el fondo, Aratsuki comenzó a sentir algo que no había experimentado en años: un destello de esperanza.

Senderos Cruzados

El sol se alzaba tímidamente entre los árboles, bañando el bosque en tonos dorados. Después de la intensa emboscada de la noche anterior, el grupo había decidido avanzar temprano, alejándose de la zona por precaución. Cada uno cargaba con el peso de la batalla, tanto físico como emocional.

Aratsuki caminaba al frente, su postura recta y su mirada fija en el horizonte. Aunque no había intercambiado muchas palabras desde el amanecer, era evidente que estaba en alerta constante. Aria lo seguía de cerca, aún impresionada por la precisión y frialdad con la que el espadachín enfrentaba cada desafío.

El camino hacia el próximo pueblo

El grupo avanzaba por un sendero apenas marcado, rodeado de arbustos y raíces que parecían querer atraparlos a cada paso. Aria, con su báculo en mano, intentó romper el silencio que dominaba el ambiente.

"Deberíamos llegar al próximo pueblo antes del anochecer si mantenemos este ritmo," comentó, con una nota de optimismo.

Aratsuki no respondió de inmediato. Su mente seguía analizando los eventos recientes, desde la emboscada hasta el comportamiento de los enemigos. Finalmente, habló, aunque su tono fue cortante como de costumbre.

"El pueblo no es seguro. Si esos orcos estaban tan cerca, hay más por venir."

Aria lo miró, notando el ceño fruncido que marcaba su rostro. "Entonces, ¿cuál es el plan?"

"Observar. Identificar amenazas. Actuar si es necesario," respondió sin mirarla.

Aria suspiró, aunque una sonrisa ligera apareció en sus labios. "Siempre tan directo. ¿Alguna vez tomas las cosas con calma?"

"No hay tiempo para la calma," replicó él, cortando de raíz cualquier intento de conversación.

Un nuevo encuentro

Cuando el sol estaba en su punto más alto, llegaron a una bifurcación en el sendero. A lo lejos, un sonido agudo rompió la quietud del bosque: el zumbido inconfundible de una flecha cortando el aire.

Aratsuki se detuvo de golpe, levantando una mano para señalar silencio. Aria, al verlo tan tenso, alzó su báculo con precaución.

"¿Qué ocurre?" susurró.

Antes de que él pudiera responder, una segunda flecha pasó volando cerca de su hombro, clavándose en un árbol con una precisión milimétrica. Ambos giraron hacia la dirección del disparo, donde una figura emergió de entre los árboles: una mujer alta y ágil, con cabello verde que brillaba bajo el sol y un arco curvado en sus manos.

"¡No se acerquen más!" exclamó, su voz firme y autoritaria. "¿Quiénes son y qué buscan en este bosque?"

Aria levantó las manos en señal de paz, aunque Aratsuki se mantuvo en guardia, evaluando rápidamente la situación.

"Somos aventureros," respondió Aria con calma. "No estamos aquí para causar problemas."

La mujer arqueó una ceja, claramente escéptica. Su mirada se posó en Aratsuki, notando las manchas de sangre seca en su capa y la espada aún visible en su costado.

"Parecen cualquier cosa menos pacíficos," dijo.

"Y tú disparas primero y preguntas después," replicó Aratsuki con frialdad, sin bajar su postura defensiva.

La arquera sonrió, aunque no de una forma amigable. "Este bosque está infestado de monstruos. No puedo arriesgarme a confiar en cualquiera."

Aria dio un paso adelante, intentando mediar. "No somos tus enemigos. También estamos luchando contra esas criaturas. Si estás sola, tal vez podamos ayudarnos mutuamente."

La mujer dudó por un momento, sus ojos verdes evaluando al grupo. Finalmente, bajó su arco, aunque no del todo.

"Me llamo Eryn," dijo, aún con cierto recelo en su tono. "Y no necesito ayuda. Pero si están yendo al pueblo, hay algo que deberían saber."

La amenaza en el pueblo

Eryn explicó que el pueblo cercano había sido atacado recientemente por una horda de goblins liderados por un orco particularmente astuto. Los aldeanos sobrevivientes se habían refugiado en la iglesia principal, pero los monstruos no se habían ido. Estaban saqueando los alrededores, usando tácticas inteligentes para evitar que alguien escapara o pidiera ayuda.

"Si realmente son tan capaces como parecen," continuó Eryn, mirando directamente a Aratsuki, "quizás podamos trabajar juntos. Pero si no, mejor sigan su camino y no estorben."

Aratsuki mantuvo su mirada fija en ella, evaluando tanto sus palabras como su postura. Finalmente, asintió.

"Vamos al pueblo. Si hay algo que eliminar, lo haré."

Eryn soltó una pequeña risa. "Directo al grano. Me gusta."

Preparativos para la batalla

Antes de acercarse al pueblo, Eryn guió al grupo hacia un punto elevado desde donde podían observar la situación. Desde allí, vieron los restos del ataque: casas quemadas, cadáveres esparcidos y goblins rondando las calles, armados con cuchillos y espadas improvisadas. Un orco de gran tamaño daba órdenes en un lenguaje gutural, mientras los goblins se movían como una unidad bien organizada.

"Son más de lo que esperaba," admitió Aria, su voz teñida de preocupación.

"Y no son normales," agregó Eryn. "He visto a estos goblins usar trampas y tácticas que no les son comunes. Alguien los está entrenando."

Aratsuki frunció el ceño, sus manos apretando la empuñadura de su espada. "No importa cuántos sean. Terminaremos con esto antes del anochecer."

El ataque al pueblo

El grupo avanzó con cautela, utilizando los conocimientos de Eryn sobre el terreno para evitar ser detectados. Aratsuki tomó la delantera, moviéndose como una sombra entre las ruinas, mientras Aria y Eryn lo cubrían desde atrás.

La primera escaramuza fue rápida y precisa. Eryn derribó a dos goblins con flechas certeras antes de que pudieran dar la alarma, mientras Aratsuki eliminaba a otro con un tajo limpio.

Pero el verdadero desafío llegó cuando el orco los descubrió. Con un rugido que hizo eco en todo el pueblo, convocó a más goblins, quienes salieron de sus escondites armados y listos para luchar.

"Es hora de probar si pueden seguir mi ritmo," dijo Eryn con una sonrisa desafiante, levantando su arco.

Aratsuki no respondió. Ya estaba corriendo hacia el orco, su espada desenvainada y su mirada fija en su objetivo.

La batalla que siguió fue un caos controlado: Aratsuki enfrentó al orco en un duelo feroz, esquivando sus ataques brutales y buscando puntos débiles, mientras Eryn y Aria trabajaban juntas para mantener a raya a los goblins.

Finalmente, con un movimiento calculado, Aratsuki logró atravesar la armadura improvisada del orco, hundiendo su espada en su corazón. El monstruo cayó con un rugido final, y los goblins, al ver caer a su líder, huyeron en desbandada.

Después de la batalla

El grupo se reunió en la iglesia, donde encontraron a los aldeanos sobrevivientes. Aunque la victoria era clara, el ambiente seguía siendo sombrío por las pérdidas sufridas.

Eryn, ahora más relajada, miró a Aratsuki con una mezcla de respeto y curiosidad. "Tal vez no seas tan frío como pareces."

"No lo soy," respondió él sin mirarla, limpiando la sangre de su espada.

Aria, por su parte, sonrió ligeramente. Sentía que, poco a poco, las capas de hielo alrededor de Aratsuki comenzaban a derretirse.

El grupo decidió quedarse en el pueblo esa noche, sabiendo que aún quedaban muchas batallas por librar, pero también comenzando a sentir que no las enfrentarían solos.