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Chapter 3 - El Cambio / The Change

No tenía ni la menor idea de lo que estaba ocurriendo. Se suponía que hoy sería un día normal, lleno de la misma rutina de siempre.

Aunque en ocasiones odiaba lo aburrido y repetitivo que podía ser todo, esa monotonía era su refugio. Era su vida, su mundo. En ese entorno todo estaba bajo control, y lo que no podía manejar, al menos podía evitarlo o ignorarlo. Pero esto... esto no debería estar pasando.

No tenía sentido. Nada debió haber cambiado. Nada de esto podía ser real. Era imposible.

A pesar de estar completamente en shock, sus manos y pies comenzaron a moverse por puro instinto, alejándolo poco a poco de la horrorosa escena que se desplegaba ante sus ojos. Su cuerpo actuaba por su cuenta, intentando protegerlo de aquello que le provocaba ese miedo atávico.

Cuando su espalda chocó con la base de la cama, el impacto lo sacó del trance en el que estaba atrapado. La habitación entera estaba en silencio. Los pájaros que normalmente escuchaba por la ventana, el leve zumbido del refrigerador desde la sala… todo había desaparecido. Solo quedaba él, el cadáver, y el miedo latente que sentía como una corriente eléctrica corriendo por todo su cuerpo.

Cerró los ojos con fuerza, apretando los dientes.

—Tranquilo... todo pasará. Todo pasará… —repetía en voz alta, más para convencerse a sí mismo que por otra razón. Las palabras salían rápidas, casi atropelladas, como si quisiera contener el miedo antes de que se desbordara por completo. Poco a poco, su respiración comenzó a calmarse.

Después de unos momentos, se atrevió a abrir los ojos. Y entonces deseó no haberlo hecho.

Frente a él se encontraba el cadáver de un hombre, apenas reconocible. Su cuerpo estaba inclinado en una postura grotesca, como si hubiera muerto de rodillas. Los brazos del hombre yacían a ambos lados, separados del torso como si hubieran sido cortados por unas cuchillas de un filo casi imposible. Su cuello, o lo que quedaba de él, estaba cercenado de manera precisa, y la cabeza, ahora sin vida, había rodado hasta la esquina de su cama, donde descansaba como un macabro testigo de la escena.

El aire en la habitación olía a hierro y algo más: un leve rastro de sudor y descomposición que comenzaba a mezclarse con el ambiente. Tragó saliva, sintiendo cómo su estómago se revolvía. Quería apartar la vista, pero algo dentro de él, algo que no podía explicar, lo obligó a seguir mirando.

No sabía por qué, pero sentía que debía observar con más detenimiento. Ese pensamiento, irracional e incómodo, lo llevó a arrastrarse un poco más cerca del cuerpo, aunque todo en su interior le gritaba que se detuviera.

La sangre había formado un charco alrededor del cadáver, cubriendo la totalidad del suelo cercano. Aún parecía fresca, con un brillo viscoso que reflejaba la tenue luz que entraba por la ventana. Eso solo podía significar que no llevaba mucho tiempo muerto. Sin embargo, lo que más llamó su atención fueron dos marcas largas en el suelo, justo frente al cuerpo.

Por puro instinto, acercó la mano hacia las marcas, sin llegar a tocarlas del todo.

—Algo filoso... —susurró, apenas consciente de que había hablado en voz alta.

Las marcas parecían haber sido hechas al arrastrar dos grandes cuchillas. Probablemente las mismas que habían cortado los brazos y la cabeza del hombre. La precisión de los cortes era tan limpia que no había señales de forcejeo. Alguien, o algo, había usado esas armas con una fuerza aterradora. Imaginó por un momento el golpe final que debió separar la cabeza del cuerpo, haciéndola rodar hasta su cama. La imagen mental lo hizo estremecerse.

"Esto no tiene sentido," pensó, mientras analizaba la escena. Entonces, una terrible idea cruzó por su mente: este hombre había entrado en su habitación para hacer algo. Algo que probablemente habría terminado con su vida.

"¿Quién era este tipo? ¿Y qué estaba haciendo aquí?"

Trató de calmarse, pero sus pensamientos iban a toda velocidad. Otro detalle lo golpeó como un martillo. Ahora había un cadáver descuartizado en su cuarto, y tenía que averiguar qué demonios hacer con él antes de que alguien más lo descubriera. Su mente, entrenada para pensar de manera lógica y analítica, comenzó a trabajar, aunque de forma torpe y desordenada debido al pánico.

Sin embargo, lo que realmente lo aterrorizó fue darse cuenta de algo mucho peor: alguien había estado en su habitación. Alguien que portaba dos armas blancas con las cuales podría haberlo matado en cualquier momento.

—Pude haber terminado como él… —murmuró, su voz temblorosa, mientras volvía a mirar el cadáver.

Apretó los puños. Todo esto lo sobrepasaba. No tenía sentido. Ninguno. Pero no podía darse el lujo de perder el control ahora. Las preguntas comenzaron a inundar su mente, una tras otra, como olas golpeando una roca. ¿Por qué alguien con esa clase de armas estaría en mi departamento? ¿Por qué hay un hombre que no conozco, descuartizado, en mi cuarto? ¿Y por qué la persona que lo mató no me mató a mí también?

La lógica que tanto valoraba lo estaba traicionando. Las preguntas no tenían respuestas, y cuanto más pensaba, más cerca estaba de entrar en pánico.

Finalmente, su cuerpo reaccionó antes de que su mente pudiera hundirse por completo. Se levantó de golpe, tambaleándose, y salió corriendo al baño. Una vez allí, abrió el espejo del botiquín con manos temblorosas y sacó un bote de pastillas. Lo abrió torpemente, y dos pastillas cayeron en su mano. Las tragó de un solo movimiento, usando el agua del grifo para ayudarse.

Respiró hondo mientras apoyaba ambas manos sobre el lavabo, su cuerpo temblando aún. "Tranquilo. Concéntrate. Todo está bajo control."

Hacía años que había terminado su tratamiento contra los ataques de pánico. Su psicólogo había dicho que ya no necesitaba las pastillas, pero él nunca se deshizo de ellas. Siempre pensó que era mejor estar preparado para cualquier cosa, aunque nunca imaginó que enfrentaría algo como esto.

Levantó la mirada hacia el espejo empañado por su respiración agitada. Su reflejo lo miraba con ojos desorbitados, con la misma expresión de miedo que sentía clavada en el pecho. No podía seguir así. Tenía que pensar. Tenía que actuar.

—Esto no es real... no puede ser real… —murmuró, como si al decirlo en voz alta pudiera convencerse.

Pero en el fondo, sabía que era real. Su vida, su rutina, su tranquilidad… todo había cambiado para siempre.

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Pasaron varios minutos antes de que pudiera recuperar el aliento y la claridad suficiente para empezar a pensar con más calma. Sus manos, que aún temblaban ligeramente, se aferraban al borde del lavabo como si fuera lo único que lo mantenía anclado a la realidad.

Frente al espejo, su reflejo lo observaba con una expresión que no reconocía. Su rostro estaba pálido, las ojeras más pronunciadas que de costumbre, y su cabello desordenado le daba un aspecto todavía más desaliñado. Pero lo peor eran sus ojos: reflejaban una mezcla de miedo y cansancio. Ese no era él. "No puedo permitirme caer en esto."

Mientras respiraba profundamente para calmarse, empezó a analizar la situación. "Hay un cadáver en mi habitación." Esa era la realidad ineludible. El primer paso era resolver ese problema antes de hacer cualquier otra cosa. Pensó en llamar a la policía, pero descartó la idea casi de inmediato.

—No puedo hacerlo… —murmuró, casi en un susurro.

La policía lo culparía. No había forma de explicar lo sucedido sin quedar como el principal sospechoso. Después de todo, alguien había muerto en su departamento y no había ninguna prueba que respaldara su historia. ¿Dormido? ¿Sin saber nada? Eso no convencería a nadie, y mucho menos en Gotham, donde la desconfianza estaba en el ADN de todos.

—Bien, llamar a la policía está descartado… —dijo en voz alta, dejando escapar un suspiro mientras apartaba la mirada del espejo.

Lo único que quedaba era encargarse del cadáver él mismo. La idea lo revolvía por dentro, pero no tenía otra opción. Sería difícil, pero no imposible. Por suerte —o desgracia— vivir en Gotham ofrecía cierta ventaja en estos casos: había tanta muerte y violencia que un cuerpo descuartizado no llamaría demasiado la atención si se deshacía de él correctamente.

Pensó en la sangre. Ese sería el primer problema. Podía limpiarla con los químicos adecuados, aunque sabía que necesitaría hacerlo con cuidado. Y después… bueno, el cuerpo tendría que desaparecer. Lo más lógico sería cortar las partes y meterlas en bolsas. Horrible, sí, pero era lo único práctico. Podría tirarlas en un basurero lejos de su edificio. En esta ciudad, los cadáveres terminaban en los callejones o en los basureros casi todos los días. Otro más no levantaría sospechas.

"Es tan retorcido que resulta útil."

Se aferró al lavabo con fuerza, apretando los dedos contra la porcelana. Necesitaba mentalizarse antes de salir del baño y enfrentarse nuevamente a esa escena. Por muy horrible que fuera, tenía que hacerlo. Era eso, o enfrentarse a consecuencias mucho peores.

Dejó escapar un último suspiro, esta vez más pesado, como si estuviera aceptando su destino.

—Hora de arreglar este desastre…

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Actualmente, estaba en su último destino, una pequeña tienda de suministros que conocía bien. Había conseguido casi todo lo que necesitaba: productos químicos para eliminar la sangre, bolsas resistentes y algunos utensilios que podrían ser útiles más tarde. "Esto debería bastar," pensó mientras cargaba sus compras en una mochila.

Mientras caminaba de regreso a casa, repasaba mentalmente lo que tendría que hacer. La sangre era lo más urgente. Si alguien llegaba a verla, las sospechas caerían sobre él de inmediato. Lo siguiente sería deshacerse del cuerpo. La idea aún lo hacía estremecerse, pero trataba de enfocarse en el lado práctico. Lo haría durante la noche, cuando las calles estuvieran más desiertas. Cortaría las partes y las llevaría a diferentes basureros en la ciudad. Sabía que sonaba macabro, pero no tenía otra opción. Gotham estaba tan acostumbrada al caos que un cuerpo más en la basura no sorprendería a nadie.

"De alguna forma, eso debería tranquilizarme… pero no lo hace," pensó con amargura.

Mientras avanzaba por la calle, sus pensamientos fueron interrumpidos por algo en el escaparate de una tienda de electrodomésticos. Era una tienda pequeña, con televisores modestos exhibidos detrás del vidrio. Nada de última generación, claro. En una ciudad como Gotham, mostrar algo costoso era una invitación abierta para que cualquier ladrón lo robara.

Sin embargo, no fue la calidad de los televisores lo que llamó su atención, sino lo que estaban transmitiendo. Las noticias. Algo que nadie debería ignorar en esta ciudad. Se detuvo un momento, lo suficiente para escuchar lo que decían.

Una reportera, de aspecto profesional y atractivo, hablaba con un tono serio pero fluido:

—Regresamos contigo, Jake. ¿Qué nueva información puedes darnos o qué precauciones debemos tomar al salir de nuestras casas?

La imagen cambió, mostrando a un periodista de cabello gris y rostro cansado, que sostenía un micrófono con el logotipo de un noticiero local.

—Lamento decir que esta vez no tengo buenas noticias, Emma. Desde hace algunos meses, la policía ha estado buscando a un individuo peligroso, responsable de múltiples crímenes. Entre ellos se encuentran allanamiento de morada, violación y asesinato en primer grado. Este sujeto ha cometido estos delitos en varias ubicaciones de Gotham, y parece tener un patrón claro: le encanta entrar a las casas de las personas para realizar actos atroces.

El periodista hizo una pausa breve, como si necesitara un momento para procesar lo que estaba diciendo, y luego continuó:

—Así que mi recomendación principal es la siguiente: hasta que la policía logre detener a este criminal, la población debe reforzar todas las entradas posibles de sus casas. Incluso aquellos que vivan en segundos o terceros pisos no están exentos, ya que se ha comprobado que este individuo es capaz de escalar edificios con facilidad.

Las palabras hicieron que su pecho se apretara. El sonido de su corazón latía con fuerza, lo suficientemente fuerte como para que pudiera escucharlo en sus oídos. "No… no puede ser… ¿cierto?"

La imagen de la pantalla cambió nuevamente, mostrando un retrato hablado del supuesto criminal. Era un dibujo bien hecho, lo suficiente como para reconocer a la persona si la veías. Y lo que vio lo dejó congelado.

El periodista continuó, pero apenas podía escucharlo.

—Les dejamos en pantalla un retrato hablado del criminal junto con algunas características clave. Si alguien es capaz de identificarlo o sabe los lugares por donde se ha movido, se agradecería que informen a la policía. Aclaramos que incluso el justiciero de Gotham, Batman, está participando activamente en su búsqueda.

La voz del periodista siguió sonando, pero las palabras apenas eran un eco distante en su mente. Todo lo que podía hacer era mirar el rostro en la pantalla. Había algo en él… algo que le resultaba familiar de una manera inquietante.

"¿Qué demonios está pasando?"

Aquella imagen probablemente se mostró ante miles de personas, pero como si de un cliché se tratara, el hombre del retrato hablado era el mismo que la cabeza que había encontrado esa mañana en la esquina de su cama. Su corazón pareció detenerse por un segundo, y un escalofrío recorrió su espalda.

—Esto tiene que ser una broma… —murmuró para sí, con voz temblorosa.

Rápidamente sacó su celular del bolsillo y, con dedos ligeramente temblorosos, tomó una foto de lo que mostraba la televisión. Necesitaba asegurarse. Tenía que comprobarlo. ¿Era realmente el mismo hombre?

Sin pensarlo dos veces, giró sobre sus talones y comenzó a correr en dirección a su departamento. El sonido de sus pasos resonaba contra el pavimento, mientras las palabras del noticiero se repetían una y otra vez en su cabeza. "Allanamiento, violación, asesinato… buscado por Batman."

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Era él.

Eran la misma persona. La misma cabeza que había encontrado esa mañana, fría y sin vida, pertenecía al criminal que la policía —e incluso Batman— estaban buscando. Se quedó mirando la foto en su celular y después al cadáver. Su mente intentaba conectar las piezas, pero nada tenía sentido.

—No puede ser… esto no puede estar pasando… —susurró, apretando los dientes.

Se sentó en el borde de la cama, tratando de calmarse mientras su mente seguía analizando la situación. Gotham estaba llena de criminales, y la mayoría no atraía la atención de nadie. Pero siempre había excepciones, y este tipo claramente era una de ellas. Había cometido tantos crímenes que, a pesar de la ineptitud de la policía, había logrado atraer la atención no solo de los medios, sino también del propio Batman.

Eso solo significaba una cosa: ahora todo sería mucho más complicado.

"¿Por qué tenía que ser uno de ellos? ¿Por qué no podía ser un don nadie como tantos otros?" Pensó en cómo el cadáver había llegado a su habitación. ¿Quién lo había matado? ¿Por qué? ¿Y por qué no lo mataron a él también?

La sensación de presión aumentaba. Si la policía encontraba alguna conexión entre él y el criminal, lo señalarían como el principal sospechoso. Tenía que actuar rápido. No podía dejar nada al azar.

Sin perder más tiempo, empezó a cambiarse de ropa. Había comprado ropa barata, casi desechable, justo para algo como esto. Se puso unos guantes que había conseguido con los productos de limpieza y comenzó a sacar todos los materiales necesarios. Sabía que iba a faltar a la escuela por primera vez en su vida, pero este problema era mucho más grande. Dos días no harían la diferencia, sobre todo porque ya estaba adelantado al resto de sus compañeros.

—Un problema menos… —murmuró mientras se ponía a trabajar

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La medianoche había llegado. Salió de su apartamento con dos grandes bolsas negras en las manos. El peso de las bolsas le recordaba constantemente lo que llevaba dentro. Cada paso que daba hacía que su corazón se acelerara. El eco de sus botas resonaba en las calles vacías, y con cada esquina que doblaba, lanzaba rápidas miradas a su alrededor, buscando asegurarse de que nadie lo estuviera siguiendo.

Sabía que la situación era peligrosa. Si alguien lo veía, si la policía lo detenía y revisaba las bolsas, su vida estaría arruinada. Los años de trabajo para mantener su perfil bajo no servirían de nada. Terminaría en prisión, señalado como un asesino.

Después de caminar por 30 minutos sin detenerse y dando varias vueltas para despistar a cualquier posible perseguidor, llegó a una zona que apenas reconocía. Las calles estaban mal iluminadas, con lámparas que parpadeaban intermitentemente. Era un lugar más peligroso que el barrio en el que vivía, y lo sabía. Los callejones estaban llenos de basura acumulada, graffitis cubrían las paredes y algunas ratas correteaban entre los escombros. Si algo le pasaba aquí, nadie lo sabría.

A unos pasos de distancia, vio lo que estaba buscando: un par de grandes contenedores de basura, lo suficientemente alejados de cualquier casa o negocio como para pasar desapercibido. Con la ansiedad alcanzando su punto máximo, se apresuró hacia ellos.

Sin pensarlo demasiado, abrió uno de los contenedores y arrojó la primera bolsa dentro. Luego caminó unos metros hacia otro contenedor y depositó la segunda bolsa. Quería asegurarse de que no quedaran juntas para evitar sospechas si alguien las encontraba.

—Vamos, rápido… rápido… —murmuraba para sí mientras giraba la cabeza a ambos lados del callejón, buscando signos de movimiento. Cuando estuvo seguro de que estaba solo, emprendió el regreso.

Esta vez corrió. Corrió con todas sus fuerzas, como si su vida dependiera de ello. El sonido de su respiración se mezclaba con el de sus pasos apresurados. No quería pasar más tiempo del necesario en esa parte de la ciudad, y mucho menos cerca de un cadáver.

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Cuando llegó a su departamento, estaba empapado en sudor. Ni siquiera se detuvo a saludar al vigilante del edificio. Subió rápidamente las escaleras, saltando escalones de dos en dos, hasta llegar a su puerta. Cerró detrás de él y giró todas las cerraduras con manos temblorosas.

Su ansiedad no lo dejaba en paz. Revisó todas las ventanas, asegurándose de que estuvieran cerradas, y esta vez añadió hilos con latas vacías en cada entrada. Había aprendido la lección. No permitiría que nadie volviera a entrar sin que él lo supiera.

Cuando finalmente terminó, se quedó de pie en medio de su habitación, sin mover un músculo. Sus ojos recorrían cada rincón, buscando algún detalle que pudiera haber pasado por alto. Todavía podía ver la misma escena de esa mañana en su mente, tan clara como si estuviera sucediendo otra vez. A pesar de todo el esfuerzo que había puesto en limpiar, el recuerdo no se iba.

Había limpiado a fondo el piso de madera, eliminando cada mancha de sangre. Incluso había usado esmalte para madera, devolviéndole el color original y encubriendo cualquier rastro que pudiera haber quedado. Había reparado las marcas de las cuchillas en el suelo, rellenando las grietas y pintando todo de nuevo por si acaso.

Incluso pasó la aspiradora cinco veces, y luego volvió a limpiar a mano otras cinco. Nada debía quedar. Nada.

Sin embargo, a pesar de todo su trabajo, algo dentro de él no estaba en paz. Sabía que la habitación estaba impecable. Se veía tan normal como siempre. Pero esa normalidad era falsa. No podía evitar sentir que algo había cambiado de manera irreversible.

Dejó escapar un largo suspiro y cerró los ojos por un momento.

"Esto no ha terminado. Aún no."

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Después de unos minutos inmóvil en su habitación, finalmente se dio la vuelta y cerró la puerta con un leve clic. Aún podía sentir el peso del día en sus hombros, pero al menos ya había terminado con el problema más inmediato. Ahora tocaba pensar en el siguiente paso.

Sabía que tenía mucho trabajo pendiente para el día siguiente. "Esto no puede volver a pasar," pensó mientras su mente ya comenzaba a planificar cómo reforzar aún más la seguridad de su casa. Necesitaba comprar más cerraduras para las ventanas y tal vez unos tubos de metal para bloquearlas desde dentro. Nadie entraría sin su permiso, no otra vez. Una sonrisa amarga se dibujó en su rostro. "Uno siempre debe estar preparado para todo, ¿no?"

Por suerte, aún le quedaba algo de dinero. El que sus padres habían dejado era suficiente para cubrir estos gastos extras sin que su presupuesto se viera afectado. Apretó los labios al recordar ese detalle, pero apartó rápidamente esos pensamientos. "Otro problema para otro día."

Se quitó la ropa poco a poco, dejándola caer sobre una silla vieja junto a la puerta. Quedó en ropa interior, dejando que el aire fresco de la habitación acariciara su piel. El silencio era casi opresivo, pero al mismo tiempo le daba un pequeño consuelo. Todo estaba limpio, todo estaba bajo control.

Con pasos lentos, se dirigió al baño. Necesitaba una última ducha antes de dormir. Tenía que asegurarse de que no quedara ningún rastro, ninguna evidencia que pudiera vincularlo con aquel criminal. "La sangre… el sudor… todo debe desaparecer."

El agua caliente cayó sobre su cuerpo en cuanto entró bajo la ducha. Cerró los ojos mientras el calor le relajaba los músculos tensos. Sus dedos acariciaron su cabello con insistencia, como si intentara arrancar algo invisible de él. "Nada me conectará con ese tipo," se repitió mentalmente, casi como un mantra. Lavó cada rincón de su piel con fuerza, asegurándose de que ni una sola partícula quedara fuera de lugar.

Cuando terminó, apagó el agua y tomó una toalla. Se secó rápidamente, dejando que el vapor llenara el pequeño baño. El espejo estaba empañado, pero esta vez no se detuvo a observar su reflejo. Simplemente salió y se dirigió de regreso a su habitación.

Allí se vistió con ropa limpia: una camiseta gris desgastada y un pantalón deportivo negro. Nada especial, pero lo suficientemente cómodo para dormir. Se acercó a la cama y se sentó en el borde, dejando escapar un largo suspiro.

—Hoy fue un día de mierda… —murmuró en voz baja, como si al decirlo pudiera liberar parte de la tensión que aún sentía en su pecho.

Se metió bajo las sábanas, tirando de ellas hasta cubrirse por completo. El colchón hundido y las mantas desgastadas ofrecían una comodidad que, aunque no era perfecta, al menos lo hacía sentir seguro. Cerró los ojos, dejando que la oscuridad lo envolviera.

"Todo terminó."

Había sido un día agotador, lleno de tensión, miedo y decisiones difíciles, pero al final, todo había salido bien. Nadie se enteraría de lo que había pasado. Nadie sospecharía de él. El cadáver estaba lejos, escondido en algún lugar de los callejones de Gotham, y cualquier prueba que pudiera haber quedado en su apartamento estaba completamente eliminada.

"Todo está bajo control. Puedo volver a mi vida aburrida y monótona. Todo estará bien ahora."

O eso quería creer.

Pero en el fondo de su mente, esa misma frase resonaba, burlándose de él. Un eco silencioso que no lo dejaba en paz. "¿De verdad estará todo bien?"

No había forma de estar seguro. No en Gotham.

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Una vez mas continuo con reescribir los capítulos que ya tenia, si, se que puede causarles molestia a la mayoría de ustedes pero les prometo que tratare de apurarme lo máximo posible para terminar cuanto antes.

Ademas intentare que queden mucho mejor que antes, ya que después de todo ese es el objetivo de la reescritura.

Tengan un poco de paciencia y antes de que lo noten ya comenzaran a tener capítulos nuevos, antes de que termine el año ya habrán mas capítulos nuevos, lo prometo.