A pesar de que la situación se ponía cada vez más tensa, Lucifer, con una plenitud imperturbable, se mantuvo inexpresivo. Su curiosidad lo incitaba a preguntar sobre lo que ocurría, pero fácilmente dedujo que el grupo de Elara y el de Titan no se llevaban bien. Como todo grupito de niños, las peleas entre ellos eran lo normal.
A pesar de que la mirada de todos en el grupo de Elara era de desconfianza, el rostro de Meira presentaba un claro miedo y shock, como si de un terrible trauma se tratase, ocultándose detrás de su grupo en busca de protección mientras sus amigos se ponían a la defensiva para protegerla.
Lucifer se dio cuenta de esto rápidamente. Aunque veía esto como un estúpido juego entre niños, al ver el rostro de Meira comprendió que había algo más de fondo. Algo que no sabía. En un inicio tenía pensado intervenir si las cosas se ponían serias; sin embargo, al ver esa mirada, entendió que, pasara lo que pasara, él les daría una paliza a cada niño para que de ese modo Meira se tranquilizara.
El grupo de Titan se acercó a ellos con una clara intención de intimidarlos, y es que parecían el típico grupo de bravucones: dos hermosas chicas que vestían muy poca ropa manteniendo una actitud desagradable hacia ellos, y cuatro hombres antipáticos y engreídos.
Lucifer los miró más a detalle y observó que todos venían de distintas razas: las dos mujeres eran súcubos, los tres hombres eran de la raza de hombres de acero, y el líder provenía de la raza de los dragones.
—Elara, pero mira qué casualidad, no esperaba encontrarlos aquí —mencionó Titan, el líder del grupo, con una mirada engreída.
—¿Qué es lo que quieres? —preguntó Neitan.
—Nada, solo pasábamos por aquí y por pura suerte nos encontramos con ustedes—mencionó Titan manteniendo un tono desagradable.
—¿En serio?... Pues no lo parece —alegó Teron, sosteniendo una mirada amenazante sobre ellos.
—Ay, Teron, tú siempre a la defensiva —señaló Titán, lanzando un profundo suspiro petulante, fijando su mirada rápidamente sobre Meira con malicia.
—¿Por qué tanta desconfianza hacia nosotros? Al final, somos amigos, ¿no es así, Meira? —comentó Titán, fijando su mirada sobre Meira, quien se mantuvo en silencio con un rostro claramente incómodo.
—O-oye, déjala en paz —titubeó Adel con cierto temor en su tono de voz.
—Y ¿qué piensas hacer, pequeño principito? —añadió una de las súcubos con una mirada burlona sobre Adel.
—Oigan, déjennos en paz de una vez, nosotros no les hemos hecho nada para que vengan a molestarnos —exclamó Elara, bastante enojada con la forma en que el grupo de Titan los trataba.
—Ay, ahora la fea del grupo se enojó —manifestó uno de los hombres de acero en forma irónica.
—Oye, vuelve a llamarla así o te haré pedazos —manifestó Neitan.
—Y ¿cómo lo harás? ¿Acaso nos cegarás con tu belleza o nos harás la ley del hielo? —agregó otro de los hombres de acero, lo que provocó que todo el grupo de Titan se riera a carcajadas.
—Vámonos, no perdamos el tiempo con estos tipos —compartió Teron con desagrado.
El grupo de Elara apoyó esta idea y, aunque enojados e histéricos, decidieron marcharse del lugar para evitarse más problemas.
—Oye, Meira, ¿dónde vas? ¿Por qué no vienes aquí y me complace un poco? —gritó Titán con un tono humillante mientras el grupo de Elara se marchaba. Estas palabras fueron tan duras que la mirada de Meira se llenó de tristeza, lo que generó que Elara, llena de impotencia por este desagradable acto, se abalanzara sobre Titán para iniciar una pelea.
Elara, sumamente enojada, intentó atacarlo; sin embargo, la diferencia de fuerza que había entre ella y él era abrumadora. Titan esquivó su ataque con facilidad para luego darle una patada en el estómago que la dejó sin aire, cayendo al suelo al instante.
—Vaya, Elara, ¿qué rayos haces? ¿Acaso pensaste que me podrías golpear tú, una simple amalgama? —mencionó Titán.
—Qué idiota, ni siquiera puede entender la diferencia que hay entre una amalgama y un puro —señaló una de las súcubos.
—¡Oigan, dejen a Elara! —exclamó Teron, quien lleno de ira estaba por iniciar una pelea hasta que uno de los hombres de acero lo detuvo.
—Conoce tu lugar —mencionó el hombre.
En ese instante Lucifer, aunque se mantuvo todo el tiempo presente, fue dejado a un lado del conflicto como si no existiera, pero con una mirada fría se acercó a Titán, el cual ni se había percatado de su presencia. Le lanzó un poderoso puñetazo que lo azotó contra la pared de acero del pasillo, dejando una gran abolladura en el proceso.
Todos al ver esto se quedaron impactados, y Lucifer, quien no se bastó con esto, se acercó al cuerpo de Titán que se encontraba tirado contra la pared, sujetándolo del cuello para después alzarlo por encima del suelo, mirándolo con una mirada fría y aterradora. Titán, al ver esto, se notaba claramente asustado por la temible aura que emanaba Lucifer, que se asemejaba a la muerte misma.
—Me das asco —declaró Lucifer azotando el cuerpo de Titan contra el suelo y, sin tener ni la más mínima misericordia, alzó su pie para pisotearle el rostro con tal fuerza que Titan sentía que su cráneo se iba rompiendo poco a poco.
—Si te vuelvo a ver cerca del grupo de Elara o molestando a Meira, te romperé cada extremidad y luego te dejaré en estado de coma de por vida —comentó con una mirada asesina, quitando su pie del rostro de Titan.
Todos se quedaron impactados por esto y Lucifer, con una expresión asesina, dirigió su mirada sobre los integrantes del grupo de Titán, atacándolos despiadadamente sin que estos pudieran defenderse.
Al final, Lucifer dejó a cada integrante de este grupo con heridas severas, y el grupo de Elara, que observó esta escena aterrados por la despiadada forma de actuar de Lucifer, salió huyendo del sitio.
—Hum, les di tanto miedo que huyeron despavoridos —comentó Lucifer.
—No es la primera vez que me pasó, pero no me esperaba que reaccionaran de esta forma —agregó.
—Por lo menos ahora no me molestarán, aunque debería llevar a estos tipos al hospital —consideró observando la situación crítica de los chicos que, por las brutales heridas, quedaron tirados en el suelo inconscientes.
—Creo que me pasé un poco... Espero que esto no me cause problemas —suspiró Lucifer, llevándose los cuerpos de los chicos al hospital para curar las heridas que él les produjo.
Después de lo sucedido, Lucifer dejó a los chicos en el hospital donde curó sus heridas a través de la única técnica que él tenía de su repertorio. Al poco tiempo los chicos se despertaron confundidos y desconcertados, pero esta duda desapareció rápidamente al detallar a Lucifer, quien se encontraba enfrente de ellos.
Los chicos revelaban un rostro aterrado por la presunta actitud amenazante de Lucifer, que cortaba una manzana sosteniendo una mirada inexpresiva que ocultaba una presencia amenazante, aunque no era su intención verse de ese modo, era normal después de lo ocurrido.
—Ya despertaron, eso es bueno —mencionó Lucifer.
—...No se preocupen, no les voy a hacer daño —añadió al percatarse de la expresión de miedo que tenían los chicos hacia él.
—¿En serio? ¿Entonces por qué tienes ese cuchillo? —preguntó uno de los chicos de acero.
—Porque tengo que cortar la manzana —respondió Lucifer comiendo los pedazos de la manzana.
—¿Y por qué nos lastimaste si ni siquiera te habíamos hecho nada? Ni siquiera sabemos quién eres —alegó una de las súcubos.
—Los ataqué por molestar al grupo de Elara y, además, soy Lucifer —contestó guardando el cuchillo en una de las mesas de la habitación.
—¡Estás loco! ¡Nos hiciste esto por un conflicto en donde tú no tenías nada que ver! —exclamó Titán con ira.
—Hum... ¿Entonces dices que no debería hacer nada y dejar que ustedes se burlaran de ellos? —mencionó Lucifer.
—Tú no tenías nada que ver en eso, no te habíamos hecho nada para que aparecieras de la nada y nos dieras una paliza —debatió Titan.
—Eso era un conflicto entre ellos y nosotros —señaló.
—Honestamente, me daba igual si era un conflicto entre ustedes y ellos. Tengo una moral muy clara: si veo injusticia, actuaré sin importar qué —declaró Lucifer.
—Y tienen suerte, normalmente suelo matar a las personas que cometen estas injusticias, pero como son niños los dejaré pasar —expresó liberando un aura asesina que dejó en silencio a todos por el miedo que sentían hacia él.
—Tomen esto como una epifanía para que cambien esa repugnante forma de actuar. Sin embargo, si no veo cambios, no dudaré en matarlos —agregó Lucifer.
—Y para dejar en claro, no es que proteja solamente al grupo de Elara. Lo digo en un ámbito en que, si yo llego a ver que molestan a cualquier otro grupo o persona... los haré añicos —declaró.
—¿Quedó claro? —preguntó Lucifer sosteniendo una mirada amenazante sobre todos los presentes.
Todos asintieron con la cabeza con miedo de lo que Lucifer les fuera a hacer, pero hubo uno que se negó a aceptar esto y ese fue Titan, quien se levantó de la camilla de hospital manteniendo una mirada de discordia hacia Lucifer.
—Crees que puedes venir y darnos órdenes como si fuésemos esclavos? —alegó Titán.
—No eres nadie para decidir qué debemos y no hacer, no eres nadie para decidir qué es justo ni qué es injusto —mencionó.
—Ni siquiera sabes los motivos por los cuales nos burlamos de ellos —añadió.
—Hum... No tengo tiempo para discutir esto, así que tómalo como una amenaza —mencionó Lucifer, viendo el reloj que había en la habitación, dándose cuenta de que faltaban pocos minutos para encontrarse con Rex.
—Espero que no me pongan en la obligación de matarlos. Hasta luego —añadió Lucifer, marchándose de la habitación, donde Titán, claramente enojado, apretó fuerte los puños por el miedo que sentía hacia las palabras de Lucifer.
Lucifer rápidamente se dirigió al lugar donde se reuniría con Rex, topándose con él al poco tiempo.
—Lo siento por la tardanza, se me había presentado un problema —manifestó Lucifer.
—No te preocupes, de todos modos no llevo mucho esperando —mencionó Rex.
—Y dime, ¿quién es el tipo al que me vas a presentar? —indagó Lucifer.
—Es un científico que suele actuar extraño, pero como dije antes, es un buen tipo —describió Rex.
—En otras palabras, es un científico loco —resumió Lucifer.
—En forma resumida se podría decir que sí —comentó Rex.
—Y dime, ¿qué es lo que este quiere de mí? —preguntó Lucifer.
—Solo quiere conocerte y hacerte algunas pruebas —respondió Rex.
—Si es así, entonces llévame hacia él, pero que sea rápido, tengo que entrenar —declaró Lucifer.
—No te preocupes, tal vez nos lleve algunos minutos —expresó Rex, guiando a Lucifer hasta donde se encontró el científico.
—Oye, me da curiosidad una cosa —mencionó Rex mientras caminaban por los silenciosos pasillos de la nave.
—¿Qué? —preguntó Lucifer.
—Bueno, es que me parece contradictorio que alguien con una visión tan noble tenga una perspectiva del mundo tan... inmoral —comentó Rex.
—¿A qué te refieres con inmoral? —destacó Lucifer.
—Bueno, dijiste que las personas siempre actúan por un beneficio, lo que me da a entender que tu visión no es muy positiva de la gente —mencionó Rex.
—Y me parece extraño que alguien que busca proteger a las personas piense tan mal del mundo, eso es irónico —añadió.
—Rex, aunque mi objetivo sea proteger a las personas, esto no me ciego de lo que es el mundo real —mencionó Lucifer.
—Sé que hay personas horribles, injusticias, atrocidades y todas esas estupideces. No soy ajeno a estas cosas, las reconozco con claridad —añadió.
—Pero de algo estoy seguro: la maldad es una fuerza omnipresente que, mires donde mires, está en todas partes, como una enfermedad que no puede ser curada o una mancha que no puede ser borrada —declaró Lucifer.
—Entonces, ¿por qué te empeñas tanto en proteger a las personas si sabes que la maldad es inevitable? —debate Rex.
—...No lo sé, simplemente lo hago porque es todo lo que sé hacer, o tal vez porque de niño tenía la ilusión de crear un mundo en donde todos sean felices —analizó Lucifer.
—Me estás diciendo que haces esto por un estúpido sueño de la infancia? —reclamó Rex.
—Suena estúpido, pero creo que sí —respondió Lucifer.
—Dime una cosa, ¿qué quisiste decir con que tú no eras parte de la ecuación en ese momento? —preguntó Rex.
—Bueno, es que yo no soy una persona normal, y no lo digo de manera metafórica, es literal —confesó Lucifer.
—De eso ya me doy cuenta —añadió Rex.
—¿En serio? Entonces, ¿para qué me preguntas? —cuestionó Lucifer.
—Siento que estás ocultando algo más y eso me da curiosidad —declaró Rex.
—¿Acaso estás desconfiando de mí? —sugirió Lucifer.
—Tal vez —afirmó Rex.
—Y yo que pensaba que ya nos habíamos hecho amigos —suspiró Lucifer.
—Claro que somos amigos, ¿cómo explicas que no te haya hecho nada después de darle una paliza a ese grupo de niños? —mencionó Rex.
—Ese grupo de niños eran bravucones y les di una lección para que recapacitaran sobre sus actos —objetó Lucifer.
—Para ser alguien que protege al prójimo, tus métodos son muy brutales. De ese modo no conseguirás muchos amigos —declaró Rex.
—Ya me doy cuenta de eso —asintió Lucifer.
—Oye, por cierto, ya llegamos —mencionó Rex.
—...Huy, esto no tiene buena pinta —declaró Lucifer al ver la entrada del laboratorio, donde se apreciaban graves daños de explosiones en la puerta.
—Créeme, es un buen tipo —añadió Rex.
—Espero que así sea —matizó Lucifer.
Los dos entraron al laboratorio donde se apreciaban grandes montañas de basura, un olor fétido y millas de abolladuras en las paredes con rastros de explosiones. Lucifer miró el lugar con desagrado, ocultándose a las espaldas de Rex para prevenir cualquier cosa.
— ¿Seguro que tu amigo está aquí? Esto parece un diseñador de basura —declaró Lucifer.
—Sí, solo que él suele ser un poco desordenado —señaló Rex.
—¿Un poco?... Pues esto no me parece que sea poco —alegó Lucifer.
—Créeme cuando te digo que es poco, porque ahora esto está limpio en comparación de otras veces —añadió Rex.
—Pues no me gustaría visitar a tu amigo en aquellas ocasiones —declaró Lucifer.
Mientras hablaban, de la nada alguien salió de la pila de basura y Lucifer, por instinto, reaccionó con rapidez, sujetándolo al sujeto del brazo y con un movimiento fluido de sus manos lo empujó al suelo, sometiéndolo con una poderosa llave mata leones.
—Rex, diez centavos si este es aquel científico loco —preguntó Lucifer, que agarraba al tipo con apariencia andrajosa y con un olor nauseabundo.
—¡Ayúdame, Rex, me quiere matar! —murmuró el científico.
—Sí, lo es, por desgracia —respondió Rex.
—Ya suéltalo, que se nos muere el científico loco —agregó Rex.
Lucifer, aunque dudoso de esto, lo soltó, permitiendo que el científico, aunque aturdido y un tanto aterrado, se pudiera levantar del suelo.
—¿Este es el científico? Honestamente, no parece ni científico —describió Lucifer.
—Oye, aunque no lo creas, soy un científico y uno muy bueno —alegó el científico.
—Pues no lo pareces —mencionó Lucifer.
—Tirión, ¿por qué saltas hacia Lucifer de la nada? —preguntó Rex.
—Es que me resbalé con la cáscara de una banana —contestó Tirión.
—Ves? Si solo fueras más ordenado y limpio, este tipo de cosas no pasarían —discutió Rex.
—Pero qué dices, ¿acaso se te olvida que mi trabajo es muy complicado? No puedo perder mi tiempo con frivolidades como limpiar —reclamó Tirión.
—La limpieza no son trivialidades, es necesaria. Solo mira este lugar —objetó Rex.
— ¿Qué hay con el lugar? Desde mi perspectiva está bien y más que todo es funcional —matizó Tirión.
—No me vengas con eso, este lugar es una pocilga, parece más un vertedero que un área experimental —declaró Rex.
—Cierra el pico, que seas el general de esta nave no te hace mi jefe —manifestó Tirión.
Mientras ellos peleaban, Lucifer, viendo la evidencia problemática, se encargó de solucionarla por sí mismo. Agarró distintas piezas de chatarra que había tiradas en el suelo y luego las juntó para formar un artilugio similar a una granada. Lucifer activó el dispositivo para después arrojarlo al suelo; este, en vez de explotar, implosionó absorbiendo toda la basura que había en los alrededores hasta comprimirla al tamaño de una canica.
Rex y Tirión se quedaron impactados por esto, observaron asombrados la sala que pasó de ser un vertedero de basura a un área de experimentación con máquinas y tecnología superavanzada.
—Listo —comentó Lucifer, agarrando la canica que luego botó a la basura.
— ¿Cómo hiciste esto? —preguntó Rex.
—Creaste una granada gravitacional, pero ¿cómo hiciste para que solo reconociera basura? —indagó Tirión.
—Ajusté los parámetros calculando la densidad de los objetos. También implementó un límite en el campo gravitacional para atraer objetos en base a la densidad máxima de la basura —explicó Lucifer.
— ¿Y cómo hiciste para calcular la densidad entre tanta basura? —cuestionó Tirión.
—Con algunas fórmulas y predicciones en base a lo que lograba observar. Aunque debo admitir que mis resultados tenían un margen de error elevado, pero parece que le atiné —añadió Lucifer.
—No sabía que también eras bueno con la ciencia —mencionó Rex, sorprendido.
—Soy bueno en muchas cosas, excepto socializando, en eso soy pésimo —declaró Lucifer.
—¡Increíble! Creo que seremos muy buenos amigos en el futuro —mencionó Tirión, colocando su mano en el hombro de Lucifer.
—Por cierto, mi nombre es Tirión, es un honor conocerte, Lucifer —comentó Tirión brindándole su mano, pero Lucifer se lo quedó mirando sin responder a su gesto, permaneciendo en completo silencio.
—Parece que no le agradaste lo suficiente —expresó Rex.
—Ya lo puedo notar —suspiró Tirión con tristeza.
—Ahora centrándonos en el tema principal, me gustaría hacerle algunas pruebas a Lucifer para confirmar algunas cosas —compartió Tirión.
— ¿Qué tipo de cosas? —preguntó Rex.
—Lo normal: saber si verdaderamente es un humano, si acaso está infectado por el virus Terror, qué tan fuerte es y ese tipo de cosas —describió Tirión.
—No es necesario hacer esas pruebas. Estuve infectado por el virus Terror y sí, soy un humanoademás, soy muy fuerte —declaró Lucifer.
—¡¿Que tú qué?! —gritó Tirión con sorpresa.
—Ah, se me había olvidado decirte. Lucifer había estado infectado por el virus Terror, pero como ves ya no lo está —añadió Rex.
—Ahora puedo irme, necesito entrenar —exclamó Lucifer.
—Aún no, necesitas hacer esas pruebas. ¿Qué tal que aún tengas una conexión con el virus? —objetó Rex.
—Acaso crees que no me daría cuenta de algo como eso? Me aseguré de borrar toda conexión con él —aseveró Lucifer.
—¡Oigan, esperen un momento! ¡No estoy entendiendo nada! —vociferó Tirión con desconcierto.
—Oye, cálmate, no es necesario gritar —reclamó Rex.
— ¿Cómo quieres que me calme cuando tengamos un posible infectado en la nave? ¿Acaso te volviste idiota? —alegó Tirión.
—Que no soy un infectado, estoy limpio —exclamó Lucifer lanzando un profundo suspiro de aburrimiento.
—¡Eso es lo que diría un infectado! —gritó Tirión, sacando de la nada una enorme arma pesada con la cual apuntó hacia Lucifer.
—Mierda, ¿para qué vid? —pensó Lucifer viendo cómo la gigantesca arma le apuntaba en toda la cara.
Continuará...