Lucifer tenía una capacidad única para comprender a las personas. Podía sentir lo que ellas sentían: su odio, dolor, felicidad, sueños y esperanzas. Sus ojos eran la fuente de todo esto, un don que le permitía ver la verdad del mundo, diferenciar el bien del mal y discernir lo que se ocultaba en el espacio intermedio entre ambos.
Sus ojos eran tanto una bendición como una maldición. Le otorgaban el poder de entender y juzgar, pero también lo condenaban a cargar con el peso de las emociones ajenas.
Cuando sus ojos se cruzaron con los de aquel hombre desconocido, sintió un duelo que se reflejaba en sus pupilas, como una marca imborrable. Había en él un sufrimiento profundo, enterrado en lo más recóndito de su ser.
—Disculpa, tú debes ser Lucifer, ¿cierto? —preguntó el hombre, vestido con una toga blanca similar a la de un médico y dos cuernos de dragón en su cabeza. Su rostro, amable pero cansado, mostraba las huellas de un trabajo constante, y sus ojos, de un rojo intenso como la sangre, parecían contener historias inconfesables.
—Sí... Yo soy Lucifer. Y tú debes ser Lases —respondió Lucifer con calma.
—¿Sorprendente! ¿Cómo sabes mi nombre? Hasta donde sé, esta es la primera vez que nos encontramos —dijo Lases, claramente sorprendido.
—Bueno, tú fuiste uno de los médicos que me ayudaron la primera vez que vine —comentó Lucifer, esbozando una leve sonrisa.
—¿De verdad te acuerdas de mí? Pero si prácticamente estabas al borde de la muerte —señaló Lases, incrédulo.
—Incluso en esas condiciones, mis sentidos seguían activos. Pude escuchar a Henry repitiendo tu nombre varias veces —aclaró Lucifer, manteniendo su mirada fija en el médico.
—Hum... Ya veo. Honestamente, creí que morirías en ese momento, pero parece que rompiste todas nuestras expectativas —admitió Lases, impresionado.
—Bueno, en parte fue gracias a su arduo esfuerzo. Ahora estoy en deuda con ustedes —manifestó Lucifer, reflexionando sobre cómo podría recompensar a Lases por haberle salvado la vida.
—No te preocupes. Solo hicimos lo que teníamos que hacer —objetó Lases con humildad.
—Aun así, siento la necesidad de darte algo. Pídeme lo que quieras y te lo concederé —insistió Lucifer, con determinación en su voz.
—¿Cualquier cosa? —preguntó Lases, intrigado.
—Lo que quieras: poder, riquezas, reconocimiento... o los tres si lo deseas —declaró Lucifer con seriedad.
—No te ofendas, pero solo eres un niño. Dudo mucho que puedas darme algo así —respondió Lases con incredulidad.
—A veces, la percepción puede alterar la realidad. Deberías confiar más en lo que digo que en lo que ven tus ojos —dijo Lucifer, con un aire misterioso.
—Lo siento, pero confío más en lo que veo que en las palabras, especialmente si vienen de un niño —mencionó Lases, manteniendo su escepticismo.
—Qué cuadrado eres. Por eso eres doctor —comentó Lucifer con un tono burlón.
—La verdad, no. Soy doctor por la paga, no porque me apasione la profesión —respondió Lases con honestidad.
—¡Vaya! Esa respuesta es... impactante —admitió Lucifer, sorprendido por la confesión.
—De hecho, terminé siendo doctor porque mi familia me obligó. No tenía otra opción, así que lo elegí —añadió Lases, encogiéndose de hombros.
—¿Y te arrepientes? —preguntó Lucifer con curiosidad.
—A veces pienso que fue la mejor decisión, aunque no niego que en ciertos momentos me imagino cómo habrían sido las cosas si hubiera elegido otro camino —confesó Lases, dejando escapar un suspiro.
—Si es así, entonces pídele a mi poder que te muestre el camino. Puedo enseñarte la dirección hacia la gloria, si así lo deseas —afirmó Lucifer con firmeza.
—... No quiero seguir adelante. Ya no. Quiero retroceder. ¿Podrías darme eso? —preguntó Lases, con una tristeza profunda en su mirada.
—Podría hacerlo, pero es imposible. Romper con la causalidad traería consecuencias graves, y un destino peor te aguardaría más adelante —respondió Lucifer, con un tono solemne.
—Ya me lo imaginaba... —Exhaló Lases, bajando la vista, mientras su rostro se llenaba de resignación.
—De verdad, lo lamento. Perdón —se disculpó Lucifer, inclinando ligeramente la cabeza.
—¿Por qué? ¿Por qué te disculpas conmigo? —inquirió Lases, desconcertado.
—Tómalo como una forma de respeto —respondió Lucifer con sinceridad.
—Bien... Pensándolo mejor, sí hay algo que quiero pedirte —murmuró Lases tras un momento de reflexión.
—Soy todo oídos —añadió Lucifer, curioso.
Lases metió la mano en el bolsillo y sacó un pequeño frasco que contenía un par de píldoras. Con gesto decidido, se las entregó a Lucifer.
—Tómatelas. Te ayudarán con tu malestar —dijo Lases.
—Pudiste pedirme casi lo que quisieras, y me pides que me tome esto. Eres... extraño —declaró Lucifer, mirándolo con un atisbo de asombro.
—Sí, lo sé —admitió Lases, encogiéndose de hombros con una media sonrisa.
De repente, Henry apareció apresuradamente en la habitación. Llevaba un rato buscando a Lases, y al encontrarlo junto a Lucifer, su rostro mostró una mezcla de sorpresa y preocupación por el inesperado encuentro.
—¡Ah, Henry! ¿Qué te trae por aquí? —preguntó Lases con intriga.
—Hay un paciente en estado crítico. Necesita atención inmediata. Debes venir conmigo ahora —dijo Henry, visiblemente agitado, mientras tomaba a Lases del brazo con urgencia.
—De acuerdo. Adiós, Lucifer. Espero que volvamos a encontrar —exclamó Lases, mientras era arrastrado rápidamente por Henry.
Lucifer observó cómo se marchaban, su expresión permanecía imperturbable, pero sus ojos revelaban un pensamiento oculto.
—Tendré que ocuparme de él más tarde... —murmuró para sí mismo.
Se quedó un momento en silencio, mirando las píldoras que Lases le había entregado.
—Por ahora, debo descansar y encontrar el origen de esas entidades... —reflexionó.
—Debo actuar rápido, o las cosas podrían salirse de control —sopesó, dejando escapar un profundo suspiro. Luego, con cierta resignación, tomó una de las píldoras, cumpliendo así el último deseo que Lases le había pedido.
Después de ingerir la píldora, Lucifer se dirigió al espejo del baño. Se quedó observando su reflejo, notando en sus ojos un leve sentimiento de tristeza. Era un lamento atrapado en la frialdad de su expresión. Sin más, se dispuso a marcharse, pero de repente, sintió cómo su cuerpo comenzaba a colapsar por el desgaste acumulado.
Cayó al suelo de manera abrupta.
—Maldición... Era inevitable, pero no esperaba que sucediera aquí —pensó mientras su visión se nublaba.
—Espero no terminar en una mala situación por esto... —murmuró antes de perder completamente la consciencia sobre el frío y duro suelo del baño.
En ese estado de inconsciencia, Lucifer tuvo un sueño extraño. Se encontró flotando en un vasto espacio lleno de estrellas y planetas. Todo parecía infinito, majestuoso y sereno. A lo lejos, un susurro etéreo se hacía presente, acompañado por una luz deslumbrante que se acercaba lentamente hacia él, envolviéndolo en su calidez y misterio.
Los susurros se intensificaban, transformándose en voces que recitaban injurias contra Lucifer. Maldecían su existencia, condenándolo a una vida de sufrimiento eterno. La luz que lo rodeaba comenzó a tomar forma, y ante él se alzó una figura de aspecto divino, irradiando una fuerza omnipotente y trascendental. Era una presencia que solo podía describirse como la de un "dios".
—¿Qué es lo que quieres? ¿Acaso deseas matarme? —preguntó Lucifer, enfrentándose a la imponente figura sin mostrar miedo.
—No. Eso solo retrasaría lo inevitable —confesó la entidad con una voz que resonaba como un eco en la inmensidad.
—¿Entonces buscas sellarme? —cuestionó Lucifer con frialdad.
—Eso solo te haría más fuerte —respondió la entidad con serenidad.
—Hum... Entiendo. Lo que realmente deseas es intimidarme. ¿Acaso esperas que me arrodille ante ti? —inquirió Lucifer, con un tono desafiante.
—Tal vez sí... O tal vez no —contestó la entidad enigmáticamente.
—¡No me hables con acertijos! Dime lo que quieres de una vez —reclamó Lucifer, mostrando impaciencia.
—Busco tu poder. Dámelo, y a cambio, te ayudaré —propuso la entidad, observándolo con interés.
Lucifer dejó escapar una leve risa irónica antes de responder:
—Eres omnisciente, lo que significa que también eres inteligente. Entonces ya debes saber cuál será mi respuesta—
—Crees que puedes cargar con todo tú solo, pero no es así. Necesitas ayuda —manifestó la entidad con un tono neutral.
—Vaya, un dios intentando ser amable conmigo. Eso es nuevo. La mayoría simplemente intenta matarme. Sin embargo, tú no. ¿Por qué? —comentó Lucifer, intrigado.
—Yo no soy como los otros dioses —declaró la entidad con firmeza.
—Lo que digas. Aun así, mi respuesta no cambia: no te daré mi poder —afirmó Lucifer sin dudar.
—Entonces volverás a fallar, igual que en las veces anteriores —aseguró la entidad, con un matiz de advertencia en su voz.
—Dime una cosa... ¿Por qué quieres ayudarme? —preguntó Lucifer, con los ojos entrecerrados mientras analizaba las intenciones de la figura divina.
—En un mundo en guerra perpetua por la supremacía entre el bien y el mal, existencias como la tuya pueden acabar con el ciclo. Eres la clave para algo mayor —respondió la entidad con solemnidad.
Un destello de ira cruzó los ojos de Lucifer, quien suspiró con frustración antes de hablar:
—Otro idiota más... Estoy harto de encontrarme con tipos como tú—
En ese instante, un poder abrumador emanó de Lucifer, una energía tan intensa que rompió aquel espacio irreal en el que se encontraban. El mundo se desmoronó a su alrededor, fragmentándose como un cristal roto. Sin embargo, la entidad permaneció inmóvil, observando a Lucifer con una mirada fija y enigmática, como si lo analizara hasta el más mínimo detalle.
Después de aquel despliegue de poder, Lucifer recobró la consciencia. Abrió los ojos lentamente, encontrándose en una habitación desconocida. Las decoraciones eran excéntricas, saturadas de colores vivos y adornos llamativos que resultaban estridentes a la vista. Estaba acostado en una cama enorme, cubierta de sábanas de terciopelo carmesí. Un fuerte aroma a perfume llenaba el ambiente, un olor tan intenso que irritaba el olfato sensible de Lucifer.
—¿Dónde estoy ahora...? —murmuró para sí mismo, mientras se incorporaba con cautela, sintiendo un leve mareo por el esfuerzo. Sus ojos recorrieron cada rincón de aquella habitación extravagante, buscando pistas sobre su paradero.
—Hum... Esta es la habitación de Gray —dedujo Lucifer al percibir el inconfundible aroma que siempre lo acompañaba.
—Maldición, los dioses ahora saben de mi reencarnación. Solo falta que los archidragones ancianos también se enteren —pensó Lucifer mientras se levantaba de la cama, aún algo inestable.
—Si eso ocurre, estaría realmente en problemas... —reflexionó, pasando una mano por su cabello con gesto preocupado—
—En mi estado actual, soy como una simple lombriz para ellos—
La puerta de la habitación se abrió con un leve crujido, y Gray entró con un plato de comida en las manos. Al ver a Lucifer de pie, una expresión de sorpresa cruzó su rostro.
—Vaya, ya despertaste. Eso fue rápido —comentó, dejando el plato sobre la mesita de noche.
—Aunque pensándolo bien, no debería sorprenderme. Siempre te recuperas con una rapidez asombrosa— añadió Gray.
—Es algo natural en mí— respondió Lucifer.
Gray lo observó por un momento antes de hablar:
—Por cierto, ¿qué te pasó? ¿Por qué estabas inconsciente en los baños?
—Es una larga historia, pero para simplificarla... Eleyn me invitó a comer helado —contestó Lucifer con una leve expresión de incomodidad.
—¿Helado? Conque fue por eso... —mencionó Gray, soltando una pequeña risa.
—Eleyn tiene esa peculiaridad de exagerar con la comida, y mucho más si se trata de helado—agregó Gray.
—Ya lo noté. Nunca pensé que alguien pudiera consumir tanto helado en una sola sentada —comentó Lucifer, sacudiendo la cabeza al recordar la experiencia.
—Sí, yo también lo pensé cuando me invitó por primera vez —agregó Gray con una sonrisa.
—Supongo que entonces no era necesario que te trajera esto— mencionó Gray señalando el plato de comida que había traído.
—Aún puedo comer —admitió Lucifer mientras se sentaba en la cama.
—Honestamente, mi paladar necesita algo salado. Todavía siento el sabor del helado en la boca —agregó Lucifer con disgusto.
—De acuerdo, toma. Es todo tuyo —respondió Gray, entregándole el plato.
Lucifer comenzó a comer en silencio, pero al cabo de un rato alzó la mirada hacia Gray.
—Oye, dime una cosa. ¿Por qué eres tan bueno conmigo? —preguntó con genuina curiosidad.
Gray lo miró con seriedad antes de responder:
—La verdad, lo hago porque siento que es lo correcto—
—Pero eso no te obliga a ayudarme a mí. Hay muchas otras personas en esta nave que necesitan más ayuda que yo —cuestionó Lucifer, sin dejar de comer.
—Quizás. Pero creo que tú eres quien más la necesita —respondió Gray con franqueza.
—¿Por qué dices eso? —inquirió Lucifer, alzando una ceja.
Gray suspiró antes de hablar:
—Lucifer, puedo ver que no eres un niño normal. Tu rostro siempre está vacío, como si no tuvieras sentimientos ni emociones. Eso... me entristece—
Lucifer lo observó en silencio por un momento antes de hablar con frialdad:
—Eso no significa que necesite ayuda. Simplemente no soy alguien emocional—
Gray negó con la cabeza, manteniendo su mirada fija en él.
—Ese es precisamente el problema. Puedo ver que eres una buena persona, pero también percibo una enorme soledad en ti. Es como si cargaras con ella a propósito—
Lucifer dejó escapar un leve suspiro antes de responder:
—No te confundas. Me gusta estar solo. Siempre lo he estado y me he acostumbrado a vivir de esta manera—
—¿Nunca has tenido amigos? —preguntó Gray con curiosidad.
—Claro que he tenido amigos, pero han sido pocos —confesó Lucifer.
—¿Y dónde están ahora? —indagó Gray con cautela.
Lucifer dejó el tenedor en el plato y respondió con un tono seco:
—... Muertos. Todos han muerto—
Un silencio incómodo se instaló entre ambos. Lucifer continuó comiendo, su rostro inmutable, mientras Gray lo observaba con una mezcla de pena y compasión. Finalmente, Gray lanzó un profundo suspiro, apartando la mirada para no incomodarlo aún más.
—Lo siento... Perdón si te incomodé —se disculpó Gray, desviando ligeramente la mirada.
—No te preocupes. Ya me he acostumbrado a esta realidad —respondió Lucifer con calma.
—Y no es algo que me desagrade. De hecho, me gusta conversar con personas como tú—
—¿En serio? —preguntó Gray, incrédulo.
—Sí. La mayoría de las personas con las que me topo suelen ser extrañas: o son fanáticos supremacistas, o tienen una visión del mundo completamente distorsionada —explicó Lucifer con franqueza.
—Poder hablar con alguien normal, como tú, resulta muy gratificante—
Gray esbozó una amplia sonrisa, visiblemente aliviado.
—Eso me alegra. Si necesitas hablar, no dudes en buscarme cuando quieras —ofreció con sinceridad.
—Gracias. Por cierto, ¿conoces a Lases? —preguntó Lucifer.
—Sí, en el pasado fuimos muy buenos amigos, aunque ahora apenas hablamos —contestó Gray.
—Hum... ¿Podrías contarme algo sobre él, por favor? —pidió Lucifer con genuino interés.
—Claro, tengo algo de tiempo libre —respondió Gray, acomodándose en una silla cercana.
—¿Por dónde debería empezar...? —agregó Gray.
—Desde el inicio —sugirió Lucifer, mirándolo con atención.
Gray asintió y tomó un momento para ordenar sus pensamientos antes de comenzar:
—Bueno, entonces te contaré su historia—
Lases nació como el primogénito de una familia acaudalada y estricta. Desde pequeño, sus padres lo llenaron de restricciones y expectativas. Tenía que mantener una impecable etiqueta en todo momento, destacarse en cada disciplina que le garantizaría un futuro prometedor y nunca defraudar la imagen que se esperaba de él.
Su infancia estuvo marcada por obligaciones. Nunca se le permitió disfrutar de las cosas simples que cualquier niño debería experimentar. Esta presión continuó hasta su juventud, cuando ingresó a la universidad. Allí, sus padres decidieron que estudiaría medicina, una carrera que él nunca deseó. Sin embargo, no tenía otra opción que obedecer.
—¿Y ahí fue cuando lo conociste? —interrumpió Lucifer con curiosidad.
—Así es. Ambos asistimos a una prestigiosa universidad. Fue allí donde nos hicimos grandes amigos —continuó Gray con una sonrisa nostálgica. —Pasamos muchas cosas juntos, y poco a poco fui conociendo más sobre él—
Gray hizo una pausa antes de continuar:
—Durante nuestra estancia en la universidad, Lases se enamoró perdidamente de una compañera de carrera. Era una mujer excepcionalmente hermosa, de esas que parecen sacadas de cuentos de hadas. Como su mejor amigo, intenté ayudarlo a conquistarla, y después de varios intentos lo logró.
Lucifer asintió en silencio, atento a cada palabra.
—Se convirtieron en pareja, y su relación era como de ensueño: todo parecía perfecto. Tras graduarse, se casaron y tuvieron una hermosa hija. Parecía que la vida les sonreía. Había risas, alegría, y un futuro brillante por delante. Pero...
Gray hizo una pausa, su tono se volvió sombrío, y su mirada se ensombreció.
—La tragedia no tardó en llegar—
Lucifer permaneció en silencio, esperando a que continuara.
—Un día, Lases tuvo que ausentarse por un viaje de negocios. Dejando a su esposa e hija en casa, confiado en que todo estaría bien. Pero una noche, un grupo de ladrones irrumpió en su hogar. Lo que le hicieron a su familia fue... inhumano—
Gray apretó los puños, luchando contra las emociones que el recuerdo evocaba.
—Violaron a su esposa antes de asesinarla. Secuestraron a su pequeña hija, y lo más probable es que la hayan vendido en el mercado negro. Nunca se supo nada de ella... pero, sinceramente, todo apunta a que está muerta—
El silencio que siguió fue pesado, cargado de tristeza. Lucifer inclinó ligeramente la cabeza, procesando la historia.
—Lases quedó destrozado después de eso. Cambió por completo. Dejó de ser la persona que conocí, y ahora vive atrapado en ese dolor, llevando una carga que nadie debería soportar... —mencionó Gray, su voz quebrada por el peso de los recuerdos.
Desde aquel fatídico día, Lases perdió todo lo que amaba. Su mundo se hundió en un abismo de drogas y depresión, perdiendo cualquier motivación por vivir. Intenté ayudarlo, pero fue imposible. Aquel hombre amable y bondadoso que conocía estaba completamente roto.
Con el tiempo, nuestra comunicación se cortó por completo. Lo único que supe de él fue gracias a terceros, quienes me contaron que, a pesar de todo, logró seguir adelante, dedicándose por completo a su trabajo.
—La verdad, cuando lo volví a ver, no podía creerlo —comentó Gray con un tono reflexivo.
—¿No creías que fuera él? —preguntó Lucifer, curioso.
—Exacto. Solo recordar a aquel hombre hundido en una depresión severa, esclavizado por sus propias adicciones… —Gray hizo una pausa, su mirada perdida en el pasado.
—Verlo ahora, con ese rostro tan sereno, me produjo un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo— añadió Gray.
—¿Por qué? —insistió Lucifer.
—Porque siento algo extraño en él. Hay una aura que lo rodea, algo que no puedo explicar, pero que me inquieta profundamente —respondió Gray con seriedad.
—¿Crees que realmente pudo superar todo lo que vivió? —cuestionó Lucifer, observándolo con detenimiento.
—No lo sé... —admitió Gray, su expresión reflejando una mezcla de duda y tristeza.
—Gracias por contarme esto —agradeció Lucifer, dejando el plato vacío sobre la mesita de noche antes de levantarse.
—Tengo algo importante que hacer. Me marcho, pero de verdad, gracias por todo—comentó Lucifer marchándose del lugar.
—Espera —exclamó Gray antes de que Lucifer saliera por la puerta.
—¿Por qué te interesa tanto Lases?—inquirió Gray.
—Me encontré con una criatura extraña en la nave. Parecía infectada por el Virus Terror, pero había algo diferente en ella —explicó Lucifer.
—¿Cómo? ¿Por qué no nos informaste antes? ¡Sabes lo peligroso que es eso! —reclamó Gray, alarmado.
—Lo sé, y por eso me aseguré de que todos estuvieran a salvo. No te preocupes —se justificó Lucifer con calma.
—Aun así, debiste habernos avisado. Esto no es algo que puedas manejar solo —insistió Gray, suspirando con frustración.
—Tienes razón, lo siento —se disculpó Lucifer con sinceridad.
—Pero en cuanto a Lases, creo que tiene algo que ver con esto... aunque aún no estoy completamente seguro—señaló Lucifer.
—¿Crees que él está involucrado? —preguntó Gray, sorprendido.
—Es solo una sospecha por ahora. Necesito más pruebas antes de afirmarlo —respondió Lucifer con seriedad.
—Por ahora, buscaré pistas. Si encuentro algo relevante, les avisaré de inmediato—mencionó Lucifer.
—Está bien, pero ten cuidado, Lucifer. Esto no es un juego —advirtió Gray con preocupación.
—No te preocupes, lo tendré —aseguró Lucifer antes de salir de la habitación, dejando a Gray sumido en una mezcla de confusión y tristeza.
Cuando la puerta se cerró, Gray lanzó un profundo suspiro.
—Lases... espero que no hayas hecho nada estúpido —murmuró con un tono cargado de aflicción.
Lucifer, utilizando su increíble velocidad, comenzó a buscar pistas por toda la nave, regresando al lugar donde se había encontrado con la criatura. Inspeccionó cada rincón, pero lo que quedaba de aquel extraño ser había desaparecido. Su cuerpo se había descompuesto por completo, dejando ni rastro, ni siquiera su sangre.
—No queda nada... Esto complica aún más las cosas —reflexionó Lucifer, cruzándose de brazos mientras analizaba la situación.
—Podría buscar por toda la nave, pero si no encontré nada la vez pasada, dudo que esta vez sea diferente... —pensó, frunciendo el ceño.
—Necesito un método más efectivo. Creo que tengo una idea—reflexionó Lucifer.
Decidido, se dirigió rápidamente hacia la sala de investigación. Al llegar, abrió la puerta y se encontró con Tirion. El laboratorio, a pesar de haber sido limpiado recientemente, estaba nuevamente lleno de basura y objetos desordenados.
—Hola, Tirion. Perdón por las molestias, pero... ¿Me podrías prestar tu laboratorio? —preguntó Lucifer, notando algo extraño en el rostro de Tirion.
Este último levantó la mirada, revelando varios moretones visibles.
—¿Qué te pasó en la cara? —inquirió Lucifer, sorprendido.
Tirion suspiró profundamente antes de responder:
—Eleyn... Digamos que tuvo un "pequeño" arranque de ira—
Lucifer no pudo evitar arquear una ceja ante la confesión.
—Entiendo. ¿Entonces me dejas usar el laboratorio? —insistió, desviando el tema para no incomodar a Tirion.
—Adelante. Solo no desordenes más de lo que ya está —respondió Tirion con resignación, haciendo un gesto hacia el caos que reinaba en el lugar.
—Gracias, prometo no tardar —aseguró Lucifer, antes de comenzar a trabajar en su plan.
—¿Pero estás seguro de que estás bien? —preguntó Lucifer, con un deje de preocupación en su voz.
—Sí, solo son algunos moretones. No es para tanto —respondió Tirion, restándole importancia.
—No estoy tan seguro... Te ves bastante mal —señaló Lucifer, observándolo con detenimiento.
—Ya te dije que estoy bien. No tienes que preocuparte —dijo Tirion, intentando desviar el tema.
—Bueno... Aunque, si quieres, puedo curarte los moretones —ofreció Lucifer, manteniendo su mirada en el rostro golpeado de Tirion.
—No es necesario. Eleyn me advirtió que si me los curaba, me volvería a pegar, así que prefiero evitármelo —confesó Tirion, dejando entrever un miedo palpable hacia la mujer.
Lucifer frunció el ceño, pensativo.
—Qué mujer tan aterradora... —murmuró para sí.
—Bueno, entonces no te molesto más. Gracias por prestarme el laboratorio —agradeció Lucifer con una ligera inclinación de cabeza.
—Ah, por cierto, Lucifer, quería disculparme por haberte hecho esas pruebas. Al final, los resultados fueron negativos, así que creo que te debo una disculpa —comentó Tirion, algo incómodo.
—Disculpa aceptada —respondió Lucifer con tranquilidad.
—Pero, oye, una última pregunta... ¿De verdad tuviste contacto con la Mente Colmena? —preguntó Tirion, con la curiosidad encendida.
—Sí —afirmó Lucifer.
—¿Y cómo se sintió? —inquirió Tirion, acercándose con interés.
—Al principio, fue como si mi cuerpo y mente entraran en un estado de calma absoluta. Era una ilusión, por supuesto, así que la destruí. Después de eso, me encontré directamente con la Mente Colmena —describió Lucifer.
—¿Cómo era la Mente Colmena? —continuó Tirion, fascinado.
—Tenía una forma celestial, pero se creía algún tipo de mesías, empeñado en crear un mundo "perfecto" unificando a todos los seres conscientes bajo su dominio —explicó Lucifer, con un evidente desagrado en su voz.
—¿Y cómo lograste evitar que te dominara? —preguntó Tirion, impresionado.
—Fuerza de voluntad y también, antes de que el virus se integrara por completo en mi organismo, lo detuve con mi energía —señaló Lucifer con firmeza.
—... Interesante. Muchas gracias por la información, Lucifer. Por cierto, ten cuidado donde pisas, puede que haya minas o bombas por ahí —añadió Tirion, antes de marcharse con una expresión de emoción que era difícil de ignorar.
Lucifer lo observó mientras se alejaba, arqueando una ceja.
—Parece que algo le alegró. Qué raros son los científicos... —comentó, más para sí mismo que para nadie más.
Su mirada se dirigió al desordenado laboratorio. Las toneladas de basura esparcidas por el lugar lo hicieron suspirar profundamente antes de tomar una decisión.
—Esto no puede quedarse así... —murmuró, sacando una granada gravitacional. Con precisión, la activó, limpiando en segundos todo el caos acumulado.
Cuando el laboratorio quedó reluciente, asintió con satisfacción.
—Así está mejor —dijo, observando su obra con una ligera sonrisa.
Se sentó en una de las bancas de trabajo y comenzó a prepararse.
—Bien, ahora manos a la obra —se dijo, listo para diseñar el artefacto que lo ayudaría a localizar el origen de aquella criatura.
Continuará...