Lucifer se preparó para el combate, observando con detenimiento la manada de criaturas mutantes que se abalanzaban sobre él. Algunos estaban tan deformes que ni siquiera podían levantarse, arrastrándose torpemente por el suelo. Otros no lograron sobrevivir mucho tiempo fuera de sus cápsulas, sucumbiendo al poco de salir.
La notoria falta de conciencia en esas criaturas provocaba que se movieran únicamente por instinto, como animales salvajes guiados por la mera necesidad de sobrevivir. Mientras tanto, Lases permanecía en silencio, contemplando con una mezcla de resignación y dolor la muerte de lo que alguna vez fueron sus fallidos experimentos. Era un escenario que evocaba recuerdos en Lucifer: un eco de aquel trágico momento donde, por la falta de poder, había tenido que destruir a quienes había jurado proteger. Pero esta vez, las cosas eran diferentes.
Lucifer activó su supervelocidad, generando un efecto tan impactante que todo a su alrededor pareció congelarse, como si el mismo tiempo se hubiera detenido.
—Pobres criaturas... Ustedes no tienen la culpa de su sufrimiento. Solo son el resultado de las malas decisiones de alguien más— expresó Lucifer, acercándose lentamente a una de las criaturas. Sus ojos se encontraron con los de aquel ser deforme, y por un momento, un dolor profundo llenó su mirada.
—El que se supone que es su creador, su "padre", me pidió que los destruyera... pero no lo haré— declaró con una voz cargada de pesar.
Hizo una pausa, reflexionando mientras acariciaba suavemente la piel rugosa y malformada de la criatura.
—No lo odien por su decisión. Él solo está tratando de proteger al mundo del peligro que ustedes podrían representar en las manos equivocadas—justificó a Lucifer, con un tono de compasión.
—Aún así... yo los cuidaré. Me haré cargo de ustedes y les daré una nueva oportunidad, porque juré proteger a los indefensos, y eso es exactamente lo que haré— prometió con determinación.
Lucifer extendió su mano hacia la criatura, y en ese instante, sus nanorobots comenzaron a actuar. Invadieron el ADN defectuoso de aquel ser, reorganizando y reparando las malformaciones en su cuerpo. Lentamente, la grotesca forma de la criatura comenzó a transformarse, revelando una figura más pura, más humana. En cuestión de momentos, aquella masa deforme se convirtió en un pequeño niño, con una apariencia inocente y una expresión llena de asombro.
Lucifer lo observó en silencio, con una mezcla de esperanza y tristeza reflejada en su rostro.
—Antes no pude protegerlos, pero ahora no les fallaré— dijo con determinación.
Tras pronunciar esas palabras, Lucifer activó nuevamente sus nanorobots y los dirigió hacia el resto de las criaturas. Sin embargo, el esfuerzo no tardó en pasarle factura. Los nanorobots comenzaron a sobrecalentarse, lo que provocó un aumento significativo de temperatura en su cuerpo.
Cada paso que daba dejaba el metal del suelo al rojo vivo. Sentía cómo su sangre hervía, sus órganos parecían incendiarse y sus huesos amenazaban con evaporarse. El dolor era insoportable, constante, como un fuego que devoraba su interior. A pesar de esto, Lucifer se mantuvo firme, concentrado en curar a todas las criaturas, decidido a completar su misión sin importar el precio.
El proceso tomó más de una hora. Cada segundo fue una lucha contra el sufrimiento físico, pero finalmente logró sanar a todas las criaturas. Exhausto, Lucifer dejó escapar un profundo suspiro de alivio y desactivó su supervelocidad, permitiendo que el flujo del tiempo volviera a la normalidad.
Lases, testigo de lo sucedido, quedó completamente atónito. Ante sus ojos, las aberrantes criaturas mutantes que minutos antes se abalanzaban como bestias sobre Lucifer habían desaparecido. En su lugar, un grupo de personas normales, niños con apariencias puras e inocentes, se encontraron en el suelo inconscientes.
—¿Qué... qué acaba de ocurrir? ¿Dónde están los mutantes? ¿De dónde salieron estos niños?—murmuró Lases, incapaz de encontrar una explicación lógica para lo que veía.
Lucifer, sosteniendo en sus brazos a un pequeño niño inconsciente, se giró hacia él. El calor que aún emanaba de su cuerpo era tan intenso que protegía al niño y al entorno con una barrera de energía para evitar que su alta temperatura dañara a los demás.
—Lases, lo siento, pero no puedo cumplir tu petición— dijo Lucifer con voz firme, mientras depositaba al niño con cuidado en el suelo.
—Tú... tú hiciste esto?— preguntó Lases, todavía incrédulo.
—Sí— respondió Lucifer sin titubeos.
—Dime, ¿cómo lo lograste?— insistió Lases, incapaz de contener su curiosidad.
—Usé nanorobots para reconstruir su código genético— explicó Lucifer con calma. —Eliminé las mutaciones y malformaciones, y estabilicé su estructura genética—
Lases lo miró, atónito, y luego dejó escapar un grito de frustración.
—¡Les estás dando una segunda oportunidad! ¿Acaso no entiendes lo que esta acción podría provocar en el futuro?— exclamó, señalando al grupo de niños que ahora lo rodeaba.
Lucifer guardó silencio por un momento, antes de mirar al pequeño que había salvado con una cálida sonrisa.
—Lo tengo más que claro— respondió finalmente, con una serenidad que desarmó cualquier argumento de Lases.
El gesto en el rostro de Lucifer reflejaba no solo convicción, sino también una esperanza renovada. Una promesa que estaba decidida a no romper jamás.
—No sientas lástima por ellos. Aunque parezcan niños, acabar con ellos es por un bien mayor—expuso Lases, avanzando hacia Lucifer con una mirada obstinada.
—Perdón, pero no puedo hacerlo— manifestó Lucifer con firmeza.
—No tenemos otra opción. O son ellos, o evitamos el nacimiento de una posible amenaza— declaró Lases.
—Decídete— insistió, con un tono que buscaba presionarlo.
Lucifer permaneció en silencio, sumido en una profunda reflexión. El ambiente se llenó de una quietud casi tangible, como si el mundo contuviera el aliento ante la decisión que estaba por tomar. Finalmente, después de un largo momento, alzó la vista hacia Lases y esbozó una tranquila sonrisa.
—Son ellos— respondió con serenidad.
Lases lo miró con un deje de tristeza y frustración.
—Lucifer, eres un chico de buen corazón, pero eso no los protegerá de la UHO— afirmó con dureza.
—Si estas creaciones caen en sus manos, o en las de cualquier otra organización similar, podrían replicar el experimento y completarlo— agregó Lases, con gravedad.
—Si eso sucede, podrían crear organismos capaces de evolucionar, adaptarse a todo tipo de situaciones, aprender a una velocidad inigualable y obedecer ciegamente a sus amos— explicó, sus palabras impregnadas de preocupación.
—Soy consciente de ello— respondió Lucifer con calma.
—¿Crees que podrás proteger a todos ellos de la UHO?— lo cuestionó Lases, con incredulidad.
—Sí, de eso no tengo ninguna duda— contestó Lucifer, con una confianza desmesurada en su voz.
Lases guardó silencio por unos instantes. Finalmente, lanzó un profundo suspiro y dirigió su mirada hacia la cápsula donde se encontraba la copia de su hija, aún en estado de hibernación.
—¿Y qué piensas hacer con ella? A diferencia del resto, es un espécimen perfecto—preguntó Lases, rompiendo el silencio.
—Hum... Bueno, yo la protegeré— dijo Lucifer, pensativo. —Aunque, viendo el enorme potencial que tiene, sé que en el futuro no será necesario—
Lases desvió la mirada hacia el suelo, como si sus palabras fueran un peso difícil de cargar.
—... ella, a diferencia del resto, tiene un enorme potencial y puede volverse una amenaza en el futuro. Deberías acabarla antes de que sea imposible — confesó Lases con amargura.
—Lo que acabas de decir es bastante repugnante— admitió Lucifer, con franqueza. —Pero, aún así, la protegeré. No me importa que pueda seguir a ser en el futuro; la cuidaré—
Lases lo miró con desconcierto, como si no pudiera comprender su lógica.
—¿Por qué lo haces?— le preguntó finalmente.
—¿Acaso debo tener un motivo para protegerlos?— respondió Lucifer, devolviendo la pregunta con tranquilidad.
—Normalmente, sí. Pero parece que en tu caso no es así...—murmuró Lases, incapaz de ocultar su asombro ante la simpleza de aquella respuesta.
—Sin embargo, esta decisión tal vez sea la equivocada. ¿Acaso eso no te da miedo? —expresó Lases, dirigiendo su mirada a Lucifer.
—Sí, me da miedo. Pero estoy dispuesto a cargar con las consecuencias de mis decisiones— declaró Lucifer con serenidad.
Lases bajó la mirada, reflexionando en silencio, mientras una mezcla de tristeza y remordimiento se dibujaba en su rostro.
—Eres completamente diferente a mí. Ojalá pudiera tener una voluntad como la tuya—admitió, con un deje de arrepentimiento en su voz.
—Claro que puedes. Siempre hay una segunda opción—comentó Lucifer con convicción.
— ¿Tú crees que alguien como yo tiene ese derecho? —cuestionó Lases, incrédulo.
—Lases, eso no es un derecho. Es una decisión. Tú eliges si deseas cambiar o no— respondió Lucifer con firmeza.
Lases soltó un suspiro profundo y cansado, como si todo el peso de su pasado cayera sobre sus hombros.
—Estoy harto de tomar decisiones. ¿Y si simplemente me rindo de una vez por todas? —preguntó, su tono cargado de resignación.
—Pues esa también es una decisión. Aunque resulta un poco irónico, ¿no lo crees? —mencionó a Lucifer con una leve sonrisa, acompañado de una suave risa.
Lases alzó la vista hacia él, sorprendida por su comentario, pero finalmente no pudo evitar esbozar una pequeña sonrisa.
—Ahora que lo dices, tienes razón— afirmó, y una inesperada alegría cruzó su rostro.
Ambos permanecieron riendo durante varios minutos, como si fueran niños en medio de un juego, sus carcajadas llenando el lugar. Sin embargo, detrás de aquella risa compartida, se esconde un trasfondo oscuro, cargado de dolor y arrepentimiento.
Finalmente, Lucifer rompió el silencio.
—Antes de eso, diez centavos algo. ¿No deseas vivir con estos niños? Al fin y al cabo, son como tus hijos— preguntó Lucifer, con una mezcla de curiosidad y esperanza.
Lases negó con la cabeza, su rostro endurecido.
—La verdad, solo los veo como simples creaciones. No siento ningún tipo de amor ni aprecio hacia ellos—declaró sin titubear.
—Vaya... Qué duro— comentó Lucifer, sorprendido. —¿Y qué hay de esa niña? ¿Acaso no sientes al menos una pizca de empatía por ella?
—Tampoco. Al fin y al cabo, no son más que objetos. Creaciones que puedo volver a hacer si lo deseo—manifestó Lases con frialdad.
Lucifer suspiró profundamente, deprimido. Entonces, comenzó a caminar lentamente hacia Lases, cada paso firme y decidido. Su mirada fría se clavó en él, reflejando una mezcla de juicio y comprensión.
— ¿Estás completamente seguro de esto? Aún puedes cambiar de opinión—le cuestionó Lucifer, dándole una última oportunidad.
—Ya he vivido una larga vida. Todo lo que una vez amé se perdió. Tomé malas decisiones y me convertí en un monstruo. Ahora solo quiero morir en paz—confesó Lases, con una calma sombría en su voz.
—Además, es mejor que me mates ahora. La UHO podría buscarme, y no dudarían en extraerme la información que necesito. A diferencia de mis creaciones, ellos me conocen, saben quién soy y en qué estuve involucrado. Es más probable que me encuentren a mí antes que a los niños— conclusiones Lases con una mirada fija y resignada.
—Está bien. Si esa es tu decisión, la respetaré— expresó Lucifer, con un tono cargado de solemnidad.
Lases se arrodilló en el suelo, dejando escapar un suspiro aliviado. Una tenue sonrisa de tranquilidad se dibujó en su rostro mientras esperaba su final. Frente a él, Lucifer permaneció en silencio, observándolo con un atisbo de tristeza y decepción. En el fondo, aún esperaba que Lases cambiara de opinión, pero aquel hombre roto había perdido toda esperanza. No le quedaban fuerzas para seguir adelante; solo ansiaba el descanso eterno que pusiera fin a su sufrimiento.
—Gracias, Lucifer. Muchas gracias por darme este regalo— murmuró Lases, su voz cargada de gratitud.
—De nada— respondió Lucifer con serenidad, colocando su mano en el frente de Lases.
Con la precisión de sus nanorobots, Lucifer le otorgó una muerte rápida e indolora, borrando todos sus recuerdos en el proceso para asegurarse de que nadie pudiera usar su cuerpo para extraer información. No hubo sangre, ni sonidos desgarradores. El cuerpo de Lases simplemente cayó al suelo, y en su rostro quedó grabada una última sonrisa de gratitud.
—Espero que en tu próxima vida tengas un futuro mejor—susurró Lucifer con desánimo.
Lucifer permaneció inmóvil, su mirada fija en el hombre caído. Aunque intentó mostrarse firme, un enorme pesar lo invadió. Sus ojos se posaron en sus propias manos, llenas ahora del peso de otra vida arrebatada.
—No pude protegerte antes... ni fui capaz de darte un motivo para seguir viviendo. Qué inútil soy— murmuró para sí mismo, con la voz quebrada por la culpa.
Luego levantó la mirada hacia los niños que había salvado. Sus ojos reflejaban determinación.
—Sin embargo, no cometeré el mismo error con ustedes; me aseguraré de eso a toda costa— declaró con firmeza.
Lucifer dirigió rápidamente su atención hacia la cápsula donde descansaba la copia de la hija de Lases y, con una mirada decidida, se acercaba a ella para darle fin a su supuesta hibernación.
—Puedo ver que tienes un gran futuro por delante— dedujo, observando a la niña a través del cristal.
Se detuvo un momento, percibiendo algo más allá de su apariencia.
—Aunque también puedo sentir tristeza y dolor en ti. No te preocupes, yo me encargaré de cambiar eso— prometió, destruyendo la cápsula con precisión quirúrgica para evitar cualquier daño.
El líquido viscoso en el interior se derramó al suelo, formando un enorme charco, mientras el cuerpo de la niña caía lentamente. Antes de que tocara el suelo, Lucifer la atrapó con cuidado, sosteniéndola en sus brazos. Aunque su ropa quedó empapada por el líquido, no mostró ninguna molestia.
—Oye, no te hagas la dormida. Sé que estás consciente—comentó a Lucifer con una leve sonrisa.
Al ser descubierta, la niña abrió los ojos, revelando un intenso color carmesí. Su rostro, inexpresivo, emanaba una poderosa aura asesina dirigida directamente hacia Lucifer.
—Suéltame— ordenó con frialdad.
—Entendido— respondió Lucifer, dejándola con suavidad en el suelo.
La chica se reincorporó rápidamente. Su mirada, cargada de enojo y desdén, se clavó en Lucifer, quien permaneció impasible, incluso ante la presión de su abrumadora presencia.
—Dame tu ropa— exigió la chica, consciente de que estaba completamente desnuda.
—De acuerdo— accedió Lucifer, entregándole toda su ropa excepto los pantalones.
—No puedo darte los pantalones por razones obvias— se excusó, intentando no sonar incómodo.
—Dámelos— replicó la chica, con el mismo tono autoritario.
Lucifer arqueó una ceja, perplejo, pero mantuvo la compostura.
—Está bien, pero date la vuelta y no mires— pidió Lucifer, en su tono ligeramente avergonzado.
—Oye, tú me viste desnuda y hasta me tocaste. ¿No crees que es justo que ahora yo te vea?— replicó la chica, cruzando los brazos con una expresión desafiante.
—¡No es así! Yo no vi nada— protestó Lucifer rápidamente.
—Claro que lo hiciste. No trates de engañarme—insistió ella, frunciendo el ceño.
—No lo hago. Mis ojos pueden ver muchas cosas, pero lo único que no puedo ver son las características concretas de una persona. Ni siquiera sé de qué color es tu piel—confesó Lucifer con calma.
— ¿Está en serio? Entonces, ¿cómo sabes que hay personas a tu alrededor?— preguntó la chica, ahora intrigada.
—Digamos que puedo ver las siluetas de las personas, pero no sus detalles o características físicas— explicó Lucifer.
—¿Y cómo diferencias a las personas?— continuó la chica, inclinando ligeramente la cabeza.
—Cada persona tiene un "color" único que la identifica. Además, también puedo reconocerlas por lo que siento en ellas— contestó Lucifer, señalando su pecho como si eso bastara para describirlo.
—Ya veo... Entonces no me viste desnuda— concluyó la chica, bajando un poco su tono.
—Exacto— reafirmó Lucifer, sonriendo levemente.
—Entiendo. Pero aun así necesito tus pantalones—insistió ella, alzando las cejas.
—Está bien, pero date la vuelta— repitió Lucifer, suspirando resignado.
—De acuerdo. Si quieres, puedo esconderme detrás de una de las cápsulas para que te sientas más cómodo—sugiriendo la chica con naturalidad.
—Eso estaría perfecto— autorización Lucifer, agradecido.
La chica, usando la poca ropa que tenía para cubrirse, se sentó detrás de una de las muchas cápsulas esparcidas en el lugar. Mientras tanto, Lucifer comenzó a quitarse los pantalones, cuidando que el proceso fuera lo menos incómodo posible.
—Oye, dime una cosa... ¿Desde hace cuánto estás consciente?— preguntó Lucifer, iniciando una conversación para evitar el silencio incómodo.
—Hum... Desde el minuto en que él me creó— respondió la chica, su tono era neutral, aunque su mirada parecía perderse en algún recuerdo distante.
—Eso significa que naciste con conciencia. Pero, ¿por qué se lo ocultaste?— cuestionó Lucifer, visiblemente interesado.
—Porque no sabía qué hacer. Solo era un feto artificial creado para ser la réplica de su hija—comenzó a relatar, dejando escapar un suspiro.
—Aunque no me di cuenta de esto hasta varios días después. Antes, ni siquiera sabía qué significaba "estar viva". Sin embargo, a medida que me desarrollaba, llegué a un punto donde podía escuchar todo lo que ocurría en la nave—
—Al principio, las palabras eran solo sonidos sin sentido para mí. Pero, poco a poco, comenzó a cobrar significado. No sé cómo, pero terminé entendiendo el idioma perfectamente. Y entonces lo supe: era una simple creación, un intento desesperado de un científico roto por la depresión—explicó la chica, su voz reflejando un profundo pesar.
Lucifer, al notar la carga emocional en sus palabras, interrumpió su reflexión al alcanzarle los pantalones, cuidando con precisión que ella no lo viera.
—Mira, no soy muy bueno animando a las personas, pero, si te hace sentir mejor, no eres una réplica ni un experimento. Solo eres otro ser, igual que yo, igual que los demás— expresó Lucifer con honestidad, su tono sereno pero firme.
—Pero solo soy una creación sencilla que fácilmente puede ser reemplazada por otra. A diferencia del resto, yo no surgí del amor, sino de un experimento—objetó la chica mientras se ponía los pantalones, sus manos temblando ligeramente.
—Si somos concretos, todos nacimos de la misma forma. Los dioses nos crearon para satisfacer sus deseos egoístas. No creo que haya mucha diferencia en eso— respondió Lucifer con una leve sonrisa, tratando de restaurarle importancia a su situación.
—Tal vez tengas razón... Pero por lo menos a ustedes se les dio propósito; en cambia, yo no sé lo que debería hacer: ¿Ser el arma para la que fui creada o la hija que él buscaba?— preguntó la chica, desconcertada, su voz cargada de incertidumbre sobre su propio futuro.
—En mi honesta opinión, solo vive. No te preocupes por esas tonterías, simplemente sigue adelante y escucha lo que dice tu corazón— mencionó Lucifer, con una ligera sonrisa.
—No cree que me meteré en muchos problemas si hago eso?— cuestionó la chica, alzando una ceja.
—Sí, pero la vida se vuelve mucho más interesante si lo haces de ese modo. ¿No lo crees?— manifestó Lucifer con una expresión despreocupada.
—Hum... Tal vez. Seguiré tu consejo, aunque, si soy sincera, eres muy malo animando a las personas— señaló la chica con franqueza.
—Sí, lo soy— admitió Lucifer, encogiéndose de hombros. Luego, añadió: —Por cierto, ¿podrías hacerme un favor?—
—Claro— autorizada la chica, intrigada.
—Sabes quiénes son Eleyn y Rex, ¿cierto?— preguntó Lucifer.
—Físicamente no, pero reconozco sus voces— respondió ella.
—Perfecto. Entonces búscalos y diles que vengan aquí, pero que traigan ropa. Mucha ropa— pidió Lucifer, sin rodeos.
—Está bien. Regreso enseguida—aceptó la chica, quien, ahora vistiendo la ropa de Lucifer, se marchó sin objeciones.
Lucifer la observó partir, sonriendo levemente.
—Qué chica tan asombrosa. Con un potencial como el suyo, será alguien grande en el futuro—pensado, impresionado por sus capacidades.
—Por ahora, me aseguraré de que aprenda bien y viva la vida que merece— reflexionó, dejando escapar una sonrisa de tranquilidad.
Mientras tanto, la chica salió de la sala oculta y recorrió los largos pasillos de la nave. Gracias a sus sentidos, logró localizar con precisión la ubicación de Eleyn y Rex, dirigiéndose rápidamente hacia ellos.
—Están lejos— murmuró para sí misma al percibir la distancia que la separaba de su objetivo.
—Debo apresurarme. No quiero hablarme con otras personas y causar problemas: conclusiones, aumentando su velocidad. Después de unos minutos, finalmente los encontraron caminando juntos por la nave.
—Así que así se ven ellos...— pensó con cierta sorpresa al observarlos por primera vez.
—Esperaba algo distinto, pero bueno. ¿Y ahora qué hago? ¿Me acerco y les hablo? Tal vez ni me crean o me vean como una loca—reflexionó, vacilante.
—O quizás desconfíen de mí al no ser una pasajera de la nave... ¿Qué importa? De todos modos, dudo que me causen problemas—conclusiones, decidiendo acercarse. Sin embargo, cuando estaba a punto de llegar a ellos por la espalda, Rex percibió una presencia poderosa y amenazante. Sin dudarlo, lanzó una potente patada en su dirección.
La chica apenas logró esquivarla, retrocediendo un paso con los ojos muy abiertos.
—Eso casi me mata— pensó, asombrada por la fuerza del ataque.
—¡Eleyn, vete rápido y llama a los guardias!— exclamó Rex, alarmando a Eleyn, quien apenas entendía lo que estaba pasando.
Rex se coloca en posición de combate, enfocando su atención en la supuesta amenaza. Sin embargo, al fijarse mejor, quedó impactado al ver que solo se trataba de una chica inocente que había caído al suelo al esquivar su ataque.
— ¿Eh…? Pero, ¿quién rayos eres?— preguntó Rex, desconcertado.
Eleyn, que había sido testigo de cómo su esposo casi mataba a la joven, reaccionó de inmediato. Sin mediar palabra, le dio un fuerte golpe en la cabeza a Rex.
—¿Acaso estás fuera de tus cabales? ¡Casi matas a esta pobre niña!— lo increpó Eleyn con enojo evidente.
—¡Espera, puedo explicarlo!— trató de excusarse Rex, levantando las manos en señal de rendición.
—¡No quiero escucharte!— replicó Eleyn, apretando los puños con furia antes de darle una contundente paliza, ignorando sus intentos de justificarse.
La chica, aún en el suelo, observó la escena con una mezcla de asombro y diversión.
—Así son todas las relaciones de pareja? Qué miedo...— pensó mientras veía cómo Eleyn descargaba su ojo sobre Rex.
Continuará...