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Chapter 11 - Los comedores

El comedor era una de las áreas más concurridas de la nave, un espacio vibrante donde convivían tripulantes de todo índole: desde amalgamas hasta razas puras. A pesar de las marcadas diferencias, se mantenía una frágil armonía entre ellos.

—Chicos, desde ahora deberíamos evitar a ese tipo —sugirió Adel con voz seria.

—¿Te refieres a Lucifer? —preguntó Elara con cierta curiosidad.

—Sí, a ese mismo—respondió Adel con firmeza.

—No entiendo por qué dices eso. Piensa en esto: alguien con su fuerza como nuestro aliado sería un guardaespaldas perfecto. Seríamos prácticamente intocables —objetó Neitan, esbozando una sonrisa confiada.

—Acaso no viste su mirada? Solo recordarla me pone la piel de gallina —replicó Adel, visiblemente perturbado.

—Adel tiene razón. Ese tipo es peligroso —afirmó Teron, apoyando la idea de Adel.

—Oigan, no deberíamos hablar así de él. Apenas lo conocemos lo suficiente como para lanzar tales acusaciones —intervino Elara con un tono conciliador.

—Por eso mismo digo que deberíamos convertirlo en nuestro amigo. Si nos cae bien, podríamos incluso convencerlo de ser nuestro guardaespaldas —insistió Neitan con entusiasmo.

—No creo que sea una buena idea —comentó Elara, frunciendo el ceño.

—Yo tampoco lo creo. Piensa en los problemas en los que nos meteríamos por culpa de alguien como él —agregó Teron.

—Además, la forma en que actúa es brutal. Casi acaba con todo el grupo de Titán —apuntó Adel, sacudiendo la cabeza.

—Bueno, tal vez sea un poco cruel, pero no vamos a negar que esos idiotas se lo merecían —añadió Neitan, encogiéndose de hombros.

-¿Cruel? ¡Es un monstruo! Esa mirada despiadada, vacía... Nunca había visto algo así, era aterrador —exclamó Elara, con un leve temblor en su voz.

—Hemos pasado por muchas cosas horribles e inhumanas, pero recordar su mirada me provoca un pánico indescriptible —confesó Teron, con expresión sombría.

—Ese chico no parece alguien que haya vivido un infierno. Más bien, parece alguien que eligió vivir en uno —reflexionó Teron.

— ¿Y cuál es la diferencia? —preguntó Neitan con curiosidad.

—Alguien que vivió un infierno lo hizo por obligación. Pero alguien que lo eligió... ese alguien es un monstruo —respondió Adel con gravedad.

—Qué profundo, pero yo sigo pensando que eso no importa —comentó Neitan con un gesto despreocupado.

—Al final, sigue siendo una persona. Pienso que no es un mal tipo, solo alguien incomprendido —añadió Neitan, mostrando una leve sonrisa.

—Parece que te agradó —observó Elara, arqueando una ceja.

—No solo me agradó. Creo que en un futuro cercano seremos grandes amigos —declaró Neitan con una sonrisa llena de optimismo.

—Por cierto, ¿dónde estará Meira? Ya debería haber venido a comer —preguntó Elara, notando su ausencia.

—Quizás está en los baños o dando vueltas por ahí —sugirió Teron.

—Ya sabes cómo es. Probablemente se distrajo con algo que llamó su atención —añadió Adel.

En otro sector de la nave, Meira, apurada para llegar al comedor, se cruzó inesperadamente con el grupo de Titán. Al verla, ellos se quedaron paralizados, no por ella en sí, sino por el temor a lo que Lucifer les haría si se atrevían a lastimarla.

—¡Maldición! Es ella. Vámonos rápido —susurró una de las súcubos, con evidente preocupación.

—Sí, deberíamos evitarla. Ese monstruo nos mataría sin pensarlo dos veces —añadió uno de los hombres de acero, mirando nerviosamente a su alrededor.

—Esperan... Necesito hablar con ella —dijo Titán, con una mirada seria y decidida.

— ¿Estás loco? ¿Quieres que ese psicópata nos aniquile? —objetó otro súcubo, claramente aterrada.

—Lo sé, pero si seguimos así, nos convertiremos en la burla de ese tipo... —respondió Titan con tono grave.

—No pienso ser la burla de ese idiota —añadió, avanzando hacia Meira, quien aún no se había percatado de su presencia.

El grupo entero sintió un pavor que recordaba cada centímetro de su cuerpo. El ambiente se tornaba denso y lúgubre, como si algo invisible los oprimiera. A pesar de esto, Titán mantenía una actitud serena mientras se acercaba a Elara. Ella, al verlo acercarse, se puso a la defensiva de inmediato.

—¿Qué quieres? —preguntó Elara, con un evidente temor y desconfianza en su voz.

—Tranquila, esta vez no busco generar ningún conflicto —respondió Titán, exhalando profundamente.

—Entonces, ¿qué es lo que buscas? —insistió Elara, sin bajar la guardia.

—Quiero disculparme. Perdón por haberte tratado tan mal —declaró Titán, inclinando la cabeza en señal de arrepentimiento, dejando a Elara completamente desconcertada por lo inesperado de sus palabras.

—Desde ahora, mi grupo y yo no volveremos a molestarte. Sin embargo, quiero que de claro que hago esto por una única razón —aclaró Titan, apretando sus puños con fuerza, reflejando la frustración que sentía.

—Ese... monstruo... no sé qué ve en ustedes, pero claramente les tiene mucho aprecio —añadió Titan, dándose la vuelta y marchándose con su grupo, dejando a Elara sola y sorprendida.

— ¿Qué rayos acaba de pasar? —se preguntó Elara, incapaz de procesar lo ocurrido.

—Bueno, al menos significa que ya no me molestarán más... aunque es muy extraño —murmuró para sí misma.

—Será mejor contarles esto a los chicos. A ver qué opinan —decidió, retomando su camino hacia el comedor.

Por otro lado, el grupo de Titán decidió tomar un camino alternativo hacia el comedor, solo para encontrarse, por mala fortuna, con Lucifer. Este, al verlos, soltó un profundo suspiro de cansancio, mientras que ellos lo miraban aterrados por su inesperada aparición.

—¿Por qué están tan asustados? No voy a hacerles nada —dijo Lucifer con voz tranquila.

—N-no viniste a matarnos? —preguntó uno de los hombres de acero, con evidente temor.

—Mmm... No han hecho nada malo, así que no tengo razones para hacerlo —respondió Lucifer, con total honestidad.

—Entonces, ¿por qué estás aquí? —inquirió una de las súcubos.

—Pura casualidad. Sinceramente, tampoco esperaba encontrarmelos —admitió Lucifer.

—Hagamos esto: ustedes quieren ir al comedor, igual que yo. Para evitarnos problemas, tomaré otro camino y ustedes signifiquen el suyo. ¿Les parece? —propuso Lucifer, en tono neutral.

—Por nosotros está bien —respondió otro de los hombres de acero, aliviado, viendo cómo Lucifer se daba la vuelta para marcharse.

—¡Espera! —gritó Titán de repente, con un tono firme.

— ¿Estás loco? ¿Quieres que nos mate? —murmuró una de las súcubos, aterrada.

Titán avanzó hacia Lucifer con una mirada seria, intentando ocultar el miedo que lo invadía. Fijó su atención en Lucifer, quien permanecía inexpresivo, esperando pacientemente.

—¿Qué quieres? —preguntó Lucifer con calma.

—...Yo... no te tengo miedo —exclamó Titán, reuniendo las pocas fuerzas de valentía que le quedaban.

—Crees que porque eres fuerte, ¿puedes intimidarme? Pues no es así. ¡No te tengo miedo! —añadió Titán, cerrando los ojos y preparándose para lo peor.

Esperaba que Lucifer reaccionara con la misma brutalidad que había mostrado en el pasado, pero lo que sucedió lo dejó completamente desconcertado.

—Me alegra que hayas cambiado —respondió Lucifer, con una voz suave y amable. Acto seguido, posó su mano sobre la cabeza de Titán, acariciándola de forma cálida y compasiva.

El gesto dejó a todos los presentes sorprendidos. Titán abrió los ojos con incredulidad, encontrándose con la mirada benevolente de Lucifer, que transmitía una empatía y amabilidad que contrastaban profundamente con su conducta anterior.

Titan no pudo evitar sonrojarse ante aquel inesperado acto de bondad. La calidez que emanaba Lucifer lo envolvió, trayendo a su memoria un sentimiento que hacía mucho tiempo había olvidado.

—¡Qué ternura! Te sonrojaste. Eso significa que eres de esos tipos que se hacen los duros, pero en el fondo son amables —comentó Lucifer, dejando escapar una ligera risa.

—Eso es sumamente adorable —añadió, sin dejar de acariciar la cabeza de Titán.

—E-eh? ¡Y-yo...! Hum... ¡Espera! ¡Deja de acariciarme la cabeza y cállate! No me trata como a un niño cuando tenemos la misma edad —protestó Titán, apartando con torpeza la mano de Lucifer, mientras su rostro enrojecía de vergüenza.

—En eso estás equivocado. Yo soy mucho mayor que tú —corrigió Lucifer con una sonrisa.

—¡Claro que no! Prácticamente tenemos la misma altura —señaló Titan, aún ruborizado.

—Eso es cierto —admitió Lucifer.

—Sin embargo, la realidad es que tengo unos cuantos... billones de años—declaró Lucifer.

—¿Crees que voy a creerme esa estupidez? —objetó Titán, cruzándose de brazos.

—Honestamente, no lo creo. Pero, aún así, estoy diciendo la verdad. Yo nunca miento —declaró Lucifer con un aire de orgullo que desconcertó aún más a Titán.

—Bueno, di lo que quieras. Aun así, no creas que puedas intimidarnos —exhaló Titán, intentando mantener la compostura.

—Chicos, vámonos —añadió Titan, girándose hacia su grupo con el rostro tan rojo como un tomate. Juntos se marcharon hacia los comedores, aunque sus compañeros no pudieron ocultar la conmoción por el inesperado desenlace de la situación.

—Ni se despiden... ¡Qué grosería la de ustedes hacia sus mayores! Debería enseñarles modales —bromeó Lucifer, dejando al grupo aún más nervioso.

Por miedo a sus palabras, todos, excepto Titán, se detuvieron y se despidieron con una marcada educación.

—Lo sentimos, señor Lucifer. Gracias por su tiempo. Esperamos reencontrarnos pronto —exclamaron, haciendo una pequeña reverencia.

—Igualmente. Espero con ansias tener una charla más amena con ustedes —respondió Lucifer, con una sonrisa tranquila.

Después de esto, el grupo de Titán se marchó, y Lucifer tomó otro camino hacia el comedor.

Tras varios minutos de caminata, Lucifer llegó a un lugar lleno de vida. Un gran número de personas convivía alegremente, charlando y compartiendo momentos únicos. Para evitarse inconvenientes, utilizamos su supervelocidad para moverse entre las mesas, buscando una que estuviera vacía y apartada.

Mientras se desplazaba, observe cómo todo a su alrededor parecía congelarse en el tiempo. Entre las mesas, notó al grupo de Elara y Titan compartiendo una comida animada.

—Ojalá este tipo de momentos duraran más... —murmuró Lucifer con empatía, observando los rostros sonrientes a su alrededor.

—Hum... Todo está tan lleno. Dudo encontrar una mesa desocupada —comentó, explorando el lugar con la mirada.

— ¿Cómo hacen para alimentar a tanta gente? Es impresionante —se cuestionó con genuina intriga.

Finalmente, sus ojos encontraron una mesa vacía.

—¡Qué suerte! Una mesa desocupada —exclamó con alivio, sentándose rápidamente y desactivando su velocidad. Al instante, el entorno volvió a la normalidad.

—Eleyn me dijo que pidiera helado... Aunque nunca me ha gustado. Supongo que lo pediré —se dijo a sí mismo, con una mezcla de resignación y curiosidad.

Miró a su alrededor, esperando encontrar algún indicio de cómo funcionaba el sistema de pedidos.

—Aunque... ¿Cómo se pide la comida aquí? No veo a ningún mesero ni nada parecido —comentó, inspeccionando el lugar con detalle.

—Acaso tengo que pedirla yo mismo? Pero tampoco veo un lugar para hacerlo... —analizó, frunciendo el ceño.

—Mejor esperaré a que Eleyn llegue y me explique cómo funciona esto —decidió finalmente, apoyando la cabeza en la mesa para tomar un pequeño descanso.

—Además, necesito un descanso. Si sigo así, terminaré desmayándome —reflexionó Lucifer, recostándose sobre la mesa para tomar una breve siesta mientras esperaba a Eleyn.

Sin embargo, la tranquilidad de su momento no dificulta mucho. De repente, un fuerte golpe en la cabeza, provocado por una vajilla de metal, lo despertó bruscamente.

—¡¿Qué mierda?! ¿Por qué no pueden dejarme dormir en paz? —se quejó, incorporándose y buscando al responsable del golpe.

A lo lejos, notó un alboroto: dos adultos discutían acaloradamente, lanzándose objetos mientras debatían sobre supersticiones relacionadas con la situación actual.

—Hum... Podría hacer algo, pero, honestamente, quiero ver cómo reaccionan los demás —pensó Lucifer, observando el caos con aparente calma.

Mientras el par de hombres continuaba su pelea, los demás comensales permanecían como meros espectadores. Algunos murmuraban en voz baja, mientras otros, en lugar de intervenir, avivaban el conflicto con comentarios maliciosos.

—Parece que nadie tiene intención de actuar. Supongo que tendré que hacerlo yo... —pensó Lucifer, dispuesto a levantarse.

Antes de que pudiera hacerlo, alguien más intervino. Con un gesto firme pero calmado, Eleyn llegó al lugar y, con sorprendente facilidad, logró detener el conflicto. Los hombres, que momentos antes estaban fuera de control, se calmaron casi al instante.

—Wow, los tranquilizó de inmediato. Qué increíble capacidad para calmar a las personas —comentó Lucifer para sí mismo, impresionado.

—Ojalá tuviera una habilidad así. Sería mucho mejor que dependa de mi aspecto atemorizante —añadió con una leve sonrisa.

Después de resolver el problema, Eleyn buscó a Lucifer entre las mesas. Al encontrarlo, se dirigió rápidamente hacia él.

—¡Hola, Lucifer! Perdón por la demora. Se me presentaron algunos inconvenientes en el camino —dijo Eleyn, sentándose frente a él con una cálida sonrisa.

—No te preocupes —respondió Lucifer con tranquilidad.

—Por cierto, ¿por qué aún no has pedido nada? ¿O acaso ya comiste? —preguntó Eleyn, intrigada.

—Bueno, la verdad es que no sé cómo se pide la comida aquí —admitió Lucifer, algo avergonzado.

—¿En serio? Es muy sencillo. Solo tienes que usar tu chip neuronal, conectarte a la red del lugar y hacer el pedido desde allí —explicó Eleyn, señalando el pequeño implante debajo de su oreja.

—Hum... Perdona, pero yo no tengo uno de esos —confesó Lucifer.

—Eso es imposible. Todo el mundo lo tiene, excepto aquellos que no usan biomodificaciones —respondió Eleyn, sorprendida.

—Pues yo no tengo uno —replicó Lucifer con firmeza.

—En ese caso, tenemos un problema. Creo que puedo conseguir uno, pero me tomará algo de tiempo —aseguró Eleyn.

—Mientras tanto, tendrás que pedirle a alguien que haga el pedido por ti —sugirió.

—Por cierto, ¿ya hiciste algún amigo? —preguntó Eleyn con curiosidad.

—Bueno, aún no. No soy muy bueno socializando, y me cuesta mucho hacer amigos —admitió Lucifer, desviando la mirada.

—¿En serio? Pensé que, con tu belleza, habrías hecho muchos amigos. Incluso imaginé que tendrías un grupo de admiradoras siguiéndote —comentó Eleyn con sinceridad.

—Normalmente, a pesar de mi aspecto inusual, no suelo destacar mucho. Por varias razones, termino siendo dejado de lado —respondió Lucifer con cierta melancolía.

—Eso es imposible. Fácilmente podrías ser considerado el hombre más atractivo de los mundos —opinó Eleyn, sorprendida por su comentario.

—La verdad es que soy alguien muy callado. No suelo ser expresivo, y mi presencia es difícil de notar. Soy como un personaje secundario que no actúa mucho —se describe Lucifer con franqueza.

—No creo eso —alegó Eleyn, esbozando una leve sonrisa.

—¿Por qué dices eso? —indagó Lucifer, intrigado.

—Bueno, dejando de lado que eres humano, no tienes un chip neuronal y eres sorprendentemente poderoso, tienes algo que los demás no tienen —respondió Eleyn con sinceridad.

—Y ¿qué es eso que los demás no tienen? —preguntó Lucifer con interés.

—No lo sé exactamente. Pero, cuando te encontramos, sentí una extraña sensación, algo inusual. Y, cuanto más te conozco, esa sensación se vuelve más clara —confesó Eleyn, mirándolo con curiosidad.

— ¿Quieres decir que, de alguna manera extraña, soy especial? —señaló Lucifer.

-Si. De una forma extraña e inusual, pero eso es bueno. Te da una atmósfera única y un toque interesante —respondió Eleyn con entusiasmo.

—Qué extraña visión tienes sobre mí —comentó Lucifer, ligeramente sorprendido por las palabras de Eleyn.

—Bueno, suelo ver a las personas más allá de lo que aparentan —respondió Eleyn con una sonrisa apacible.

—Hum... Eso me recuerda al dicho: "No juzgues un libro por su portada" —dijo Lucifer, pensativo.

—Sí, cuando era niña, mi madre me enseñó a no juzgar a las personas por lo que parecen, sino por lo que realmente son en su interior —añadió Eleyn con un tono nostálgico.

—Parece que era una mujer muy sabia —opinó Lucifer con admiración.

—Y lo era. Me enseñó muchas cosas, cosas por las que siempre estaría agradecida —respondió Eleyn, dejando entrever un matiz de tristeza en su voz.

—Con todo respeto, ¿ella aún está contigo o ya se fue? —Preguntó a Lucifer con cuidado.

—Se fue hace mucho tiempo —contestó Eleyn, con un destello de melancolía en sus ojos.

—Es una pena. Me hubiera encantado conocerla. Lo siento mucho, de verdad. Me disculpo con todo mi corazón —dijo Lucifer con sinceridad.

—¿Por qué te disculpas? —preguntó Eleyn, algo desconcertada.

—Eleyn, sé que eres del clan de los Dragones Celestiales Blancos. Conozco la historia entre tu clan y mi especie —confesó Lucifer, con seriedad en su mirada.

—...Esto está mal. Yo debería ser quien se disculpe, no tú —respondió Eleyn, bajando la cabeza con algo de culpa.

—No es necesario. Reconozco los hechos. Admito que mi especie sufrió mucho, pero eso no justifica lo que hicieron en el pasado —reflexionó Lucifer con un tono calmado.

—Aun así, la razón por la que te pedí venir era para hablar de esto y poder disculparme. Es irónico cómo se han dado las cosas —suspiró Eleyn.

—Por cierto, Lucifer, hay algo que quiero saber. ¿Dónde están tus padres? —preguntó Eleyn, intrigada.

—...No lo sé. Sé que están vivos, pero no logro encontrarlos en ningún lugar —respondió Lucifer, con un leve suspiro de frustración.

— ¿Y las extrañas? —preguntó Eleyn suavemente.

—Cada segundo. No hay un momento en el que no los extrañe —confesó Lucifer con sinceridad.

—Ojalá mi hija pudiera conocerte. Creo que aprendería mucho de ti —dijo Eleyn, dibujando una encantadora sonrisa.

—Si quieres, podría hacerlo, aunque tendría que ser en el futuro. Por ahora, debo concentrarme en entrenar tanto como pueda —comentó Lucifer con determinación.

—Entonces, será una promesa. Cuando llegue el momento adecuado, vendrás a mi hogar y conocerás a mi hija —propuso Eleyn con entusiasmo.

— ¿Estás seguro? No sé si el patriarca de tu clan permitirá algo así —cuestionó Lucifer, dudoso.

—No te preocupes. Mi padre lo permitirá. Dejamos de ser un clan de conquistadores hace mucho tiempo —aseguró Eleyn con confianza.

—Eso espero. Una pelea directa con el patriarca sería difícil. No creo que pudiera ganarle a ese monstruo —murmuró Lucifer con cierta preocupación.

—¿Conoces a mi padre? —preguntó Eleyn, visiblemente sorprendida.

—Claro que lo conozco. Sé que fue el prodigio número uno en su época y que es considerado uno de los más fuertes entre los mortales —respondió Lucifer, impresionado.

—¡Vaya! A pesar de tener tan solo un año, estás increíblemente bien informada —comentó Eleyn, admirada.

—Soy fiel creyente del dicho: "El conocimiento es poder" —afirmó Lucifer con una leve sonrisa.

—¿En serio? Entonces eres como un súper erudito y, al mismo tiempo, un gran luchador marcial. ¡Qué versatilidad! —concluyó Eleyn, fascinada.

—No lo llamaría versatilidad, más bien diría que tengo demasiado tiempo libre —bromeó Lucifer.

—Jejeje, ojalá yo también tuviera tanto tiempo libre como tú —rió Eleyn con suavidad.

—Por cierto, aún no he pedido comida. ¿Qué te gustaría comer? —preguntó Eleyn, cambiando de tema.

—Hum... Cualquier cosa está bien para mí —respondió Lucifer con indiferencia.

-¡Genial! Entonces pediré mucho helado —exclamó Eleyn con entusiasmo.

Aunque a Lucifer no le agradaba demasiado la idea, ganó a regañadientes al ver la radiante sonrisa de Eleyn. Sin embargo, minutos después, cuando llegaron enormes cantidades de helado, se arrepintió profundamente. Frente a ellos se alzaba una gigantesca montaña congelada de colores pastel.

—¿Qué demonios...? —pensó Lucifer, observando la escena con incredulidad.

—¡Vamos, Lucifer! Come antes de que se derrita —exclamó Eleyn con una sonrisa traviesa mientras empezaba a devorar su porción como si no fuera gran cosa.

—C-claro, es que solo me sorprendió un poco... —murmuró Lucifer, resignado, mientras tomaba una cuchara. Aunque no le agradaba, comenzó a comer el helado con una expresión desanimada.

Minutos después...

Lucifer terminó encerrado en el baño, con un intenso dolor de cabeza por el frío extremo, mientras vomitaba las cantidades absurdas de helado que había consumido.

— ¿Cómo alguien puede comer tanto helado y estar tan tranquila? —se preguntó Lucifer, recordando la inexplicable serenidad de Eleyn, quien había comido aún más que él.

—Demasiado azúcar... Siento mi cabeza como si estuviera dentro de un congelador —murmuró, todavía mareado.

Al salir del baño, se detuvo frente a un espejo, observando cómo su rostro pálido reflejaba un agotamiento casi fantasmal.

—Mírame... Parezco un cadáver —comentó en voz baja mientras se lavaba la cara con agua fría.

—Perdona, te ves bastante mal. Si quieres, puedo darte unas píldoras para que te sientas mejor —dijo una voz desconocida detrás de él.

—Oh, gracias, pero no te preocupes. Suelo recuperarme rápido —respondió Lucifer, volteando para observar al desconocido. Pero al fijar su mirada en él, una extraña sensación recorrió su cuerpo.

Continuará...