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Chapter 10 - Un encuentro inesperado

—Oye, Rex, creo que es momento de que intervengas —señaló Lucifer, con un rostro inexpresivo frente a la inesperada situación que estaba viviendo.

—No es necesario que me lo digas —suspiró Rex, cruzándose de brazos.

—Tirion, cálmate un poco y baja el arma. Te recuerdo que Lucifer difícilmente puede ser herido por estas —mencionó a Rex con voz firme.

— ¿Cómo quieres que me calme? ¡Está infectado! —exclamó Tirion, con el arma firmemente apuntada hacia Lucifer.

—Ya te dijo que no estás infectado —añadió Rex, intentando apaciguar el ambiente.

— ¿Quieres que crea eso tan fácilmente? ¡Podríamos estar engañándonos! —espetó Terion, sin bajar la guardia.

—Hum... Si lo pones de esa manera, tal vez tengas razón —consideró Rex, comenzando a dudar también de Lucifer.

—Oigan, yo nunca miento. Si digo que no estoy infectado, es porque es la verdad —rectificó Lucifer con calma, aunque visiblemente molesto.

—¡No nos veas la cara de tontos! ¿Crees que vamos a caer en tu fácil engaño? —gritó Tirion, apretando el gatillo con la intención de disparar.

—Mira, si verdaderamente estuviera infectado, me habría esforzado en pasar desapercibido y me habría negado a venir aquí. Ahora, ¿después de todo lo que he dicho, sigues creyendo que soy un infectado? —declaró Lucifer, intentando razonar.

—Tal vez eso sea justo lo que la mente colmena quiere que pensemos para que confiemos en ti—comentó Rex, con un tono sarcástico, claramente buscando sabotear a Lucifer solo por diversión.

—Hijo de perra... —susurró Lucifer, percatándose de las intenciones de Rex.

—Mira, si tienes tantas dudas de mí, dejaré que me hagas cualquier tipo de prueba. Si el resultado es positivo, aceptaré que me mates. ¿Te parece bien? —propuso Lucifer con firmeza.

—Está bien —accedió Tirion, aunque todavía con desconfianza.

— ¿Estás seguro, Tirion? ¿Qué tal si utiliza algún método para manipular las pruebas y hacer que todas salgan negativas? —susurró Rex al oído de Tirion, alimentando aún más sus sospechas.

—Tal vez tengas razón... —afirmó Tirion, ajustando el arma.

—¡Oye, deja de llenarles la cabeza con pensamientos inoportunos! ¿Quieres meterme en más problemas? —manifestó Lucifer con enojo, mirando directamente a Rex.

—Hazme todas las pruebas que quieras, incluso las más dolorosas, si eso es lo que necesitas para creerme —exigió Lucifer con desprecio.

—Está bien. Usaré los métodos menos convencionales para asegurar el bienestar de esta nave —apoyó Terion, decidido.

Minutos después...

La primera prueba comenzó. Lucifer fue colocado en una silla eléctrica, claramente confundido y desconcertado. Su mirada buscaba respuestas sobre cómo esa prueba demostraría si estaba infectado o no. Por otro lado, Rex observaba la escena con diversión, disfrutando de la incomodidad de Lucifer.

—Oigan, no quiero ser inoportuno, pero ¿no creen que esto es un poco... exagerado? —señaló Lucifer con tono sarcástico mientras observaba la silla eléctrica en la que se encontraba.

—Tú mismo dijiste que podía hacerte todo tipo de pruebas, y eso haré —reafirmó Terion, ajustando los controles de la máquina.

—Sí, Lucifer, ¿o acaso te estás arrepintiendo? —agregó Rex, con una sonrisa burlona.

—No es que me arrepienta, solo que esto me parece innecesario —declaró Lucifer, frunciendo levemente el ceño.

—¿Por qué lo crees innecesario? —preguntó Terion, con curiosidad.

—Porque yo nunca miento —respondió Lucifer con franqueza.

—Eso es mentira. En algún punto de la vida, todos mentimos. Eso es inevitable —debatió Rex, cruzándose de brazos.

—Estoy de acuerdo. Es imposible que alguien nunca mienta. Al igual que muchas cosas en la vida, mentir es algo necesario —apoyó Terion, con una leve sonrisa.

—No niego eso, pero mentir nunca lleva a nada bueno; solo nos trae problemas —comentó Lucifer, manteniendo su postura.

—Eso puede ser cierto, pero hay momentos en los que es mejor una mentira que enfrentar la cruda verdad —alegó Rex, inclinándose ligeramente hacia Lucifer.

—Como científico, pienso que mentir es algo relativo. Depende de la situación. A veces, es preferible decir una mentira que revelar la verdad —señaló Tirion, con un aire reflexivo.

—Pensé que el deber de todo científico era buscar siempre la verdad. Parece que en esta época las cosas han cambiado —replicó Lucifer, con un deje de desdén en su voz.

—Eso era en el pasado. Ahora, lo que buscamos es la evolución, no la búsqueda de la verdad absoluta —declaró Tirion con firmeza.

—Dime, Lucifer, ¿por qué afirmas que nunca mientes? ¿Cuál es la razón detrás de esa convicción? —indagó Rex, visiblemente intrigado.

—Bueno... la verdad es una historia larga —advirtió Lucifer, desviando la mirada.

—Dila. Necesitaré al menos 10 minutos para activar la máquina —añadió Tirion, también intrigado.

—Está bien, pero les advierto que no es una historia con un final feliz —aclaró Lucifer, antes de comenzar su relato.

Lucifer comenzó a contar una historia que lo transportaba a un pasado lejano, a un tiempo en el que era joven y lleno de ideales. En esa época, se dedicaba a viajar por diferentes mundos, trayendo luz y esperanza a quienes los habitaban. Su prioridad era siempre el bienestar de las personas, y creía firmemente que todos merecían su protección, incluso aquellos que actuaban con maldad.

En uno de sus viajes, llegó a un pequeño y apartado pueblo escondido entre las montañas. Allí conoció a una encantadora niña cuya sonrisa brillaba con la intensidad de una estrella. Sus padres, personas amables y de buen corazón, le ofrecieron cobijo y alimento, permitiéndole quedarse en su hogar.

Sin embargo, un trágico día, la madre de aquella cálida familia desapareció. Lucifer, en su ingenio y optimismo, pensó que solo se había perdido entre las montañas y que pronto encontraría el camino de regreso. Lo que no esperaba era la horrible verdad que estaba por descubrir.

Pasaron días y, a pesar de los esfuerzos de un grupo de búsqueda, no lograron encontrar rastro de la mujer. La familia comenzó a desmoronarse, sumida en la angustia y el temor de lo peor. Ante esta situación, Lucifer juró que la encontraría, sin importar cuánto tiempo o esfuerzo le costara.

Decidido, se adentró solo en las montañas, buscando sin descanso durante semanas. Finalmente, en un día fatídico, encontró el cuerpo sin vida de la mujer. Sus heridas eran devastadoras, claramente infligidas por manos malvadas de alguien y no por criaturas locales. Su cuerpo estaba lleno de moretones, marcas en el cuello, y estaba completamente desnuda, lo que dejó en clara la naturaleza del crimen.

Un profundo dolor inundó a Lucifer. Con el corazón destrozado, se enfrentó a una decisión difícil. Cuando regresó al pueblo, la familia, llena de ansiedad, le preguntó si había encontrado algún rastro. Con un nudo en la garganta y el miedo oprimiendo su pecho, Lucifer les mintió. Les dijo que no había encontrado nada.

Los días siguientes fueron sombríos. La familia, que antes brillaba con alegría, se apagó por completo. La niña perdió su inocente felicidad, y el padre cayó en una profunda depresión. Lucifer intentó ayudarte de todas las formas posibles, pero nada funcionaba.

Un día, la niña, desesperada por encontrar a su madre, dejó el pueblo y se aventuró en las empinadas montañas. Al enterarse, su padre salió inmediatamente en su búsqueda, acompañado por Lucifer. Sin embargo, lo que encontraron fue mucho más desgarrador de lo que hubieran imaginado.

La niña, cegada por la esperanza y el desespero, cayó accidentalmente por uno de los numerosos precipicios de la zona. Su muerte fue instantánea. Su cuerpo sin vida fue hallado por su padre al pie del acantilado. Sosteniéndola entre sus brazos, el hombre contempló con horror cómo el dulce rostro de su hija se había convertido en una masa irreconocible de carne mutilada.

El padre rompió en llanto, sumido en un dolor inimaginable. Lucifer, paralizado por la culpa y la impotencia, observó en silencio, sintiéndose insignificante y profundamente inútil. Lleno de ira y desdén hacia sí mismo y hacia los responsables del sufrimiento de aquella familia, Lucifer tomó una decisión impulsada por el odio: se dirigió hacia los hombres que habían masacrado a la esposa de aquel hombre destrozado.

Sin misericordia alguna, Lucifer los torturó y masacró, dejando tras de sí un escenario tratado de sangre. La brutalidad de sus acciones superaba incluso la de aquellos hombres. Sin embargo, su victoria no le trajo alivio, solo una carga aún mayor en su conciencia.

Manchado con la sangre de sus enemigos, Lucifer regresó al hogar que una vez albergó a una próspera y feliz familia. Allí encontró únicamente a un hombre devastado por la vida. Abrumado por el remordimiento, Lucifer confesó toda la verdad. Le contó sobre el hallazgo del cadáver de su esposa y cómo sus asesinos habían pagado con sus vidas.

El hombre, al escuchar las palabras de Lucifer, fue consumido por una rabia incontenible. Sin pensarlo dos veces, se abalanzó sobre Lucifer y lo atacó con sus puños, descargando toda su furia y dolor. Durante horas, golpeó a Lucifer, quien no hizo nada por defenderse. Sabía que lo merecía.

Lucifer comprendió que si hubiera sido honesto desde el principio, nada de esto habría sucedido. Reconoció que su debilidad e indecisión habían condenado a esa familia. Al final, el hombre, incapaz de soportar más su sufrimiento, abandonó la vida. Lucifer abandonó el pueblo, llevando consigo una lección que jamás olvidaría, una que lo perseguiría como un recordatorio constante de su debilidad.

—Y bueno, eso es todo. Después de ese día, decidió que nunca más volvería a mentir —suspendió Lucifer, con un rostro inexpresivo que dejó a Tirion y Rex pasmados.

— ¿Cómo puedes contar algo tan desgarrador y mantener un rostro como ese? —preguntó Tirion, asombrado.

—Porque ya lo aceptó. Dejé de temerle y guardarle rencor a mi pasado. Ahora solo intento no repetir los mismos errores —respondió Lucifer con calma.

—¿Ese es otro motivo por el que buscas ser tan fuerte? —inquirió Rex, con un deje de curiosidad.

—Sí —afirmó Lucifer.

—Eres un hombre increíble, Lucifer. No puedo creer que a tan corta edad tengas esa madurez —dijo Terion, impresionado.

—¿A tan corta edad? Pero si yo... —Lucifer estaba a punto de corregir cuando la máquina se activó de repente. Potentes descargas eléctricas recorrieron su cuerpo, arrancándole gritos de dolor y llevándolo al límite.

Finalmente, Lucifer perdió el conocimiento. Al recuperar la conciencia, se encontró atado a una nueva máquina, una que parecía aún más siniestra que la anterior. El proceso de pruebas, que más bien parecía un ritual de tortura, continuaba.

— ¿Qué es esto? —preguntó Lucifer con un tono de angustia al observar la nueva máquina.

—Es solo otra prueba, pero no te preocupes, esta es más dolorosa que la anterior —respondió Rex con una sonrisa burlona mientras activaba el dispositivo.

La máquina comenzó a descargar una dolorosa cantidad de energía sobre Lucifer, provocando gritos tan desgarradores que se podían escuchar fuera de la sala.

—Oye, Rex, ¿no crees que vamos demasiado lejos? —vaciló Tirion, visiblemente incómodo.

— ¿Demasiado lejos? Tú mismo lo escuchaste. Dijo que podíamos hacerle cualquier tipo de prueba, incluso las más dolorosas —replicó Rex con frialdad.

—Sí, pero creo que esto ya es suficiente —insistió Tirion con preocupación.

—Mira, este chico es un humano, algo increíblemente raro en esta época, y además es un portador de núcleo. ¿No te da curiosidad saber hasta dónde puede llegar su resistencia? —dijo Rex con tono persuasivo.

—No niego que tengo curiosidad, pero un espécimen así debe ser tratado con respeto y cuidado. No podemos abusar de esto —reclamó Tirion con firmeza.

—Míralo de esta forma: él mismo nos dio permiso. Además, es increíblemente resistente. No hay de qué preocuparse —añadió Rex, convenciendo poco a poco a Tirion.

—Está bien... comenzamos con la investigación —cedió Tirion, aunque aún mostraba dudas.

La sesión de pruebas continuó, sometiendo a Lucifer a experimentos incontables, cada uno más cruel que el anterior. Su resistencia fue puesta a prueba de las formas más despiadadas imaginables. Aunque su cuerpo demostró ser asombrosamente resistente, no salió ileso, perdiendo la conciencia varias veces debido al dolor insoportable.

Al final de las pruebas, Lucifer terminó inmóvil en el suelo.

—¿Crees que lo matamos? —preguntó Tirion, con miedo en su voz al contemplar el cuerpo inerte de Lucifer.

—Imposible. Este chico no puede morir tan fácilmente —respondió Rex con seguridad.

—Yo creo que ya está muerto —insistió Tirion, dudando de su propia decisión.

—Haaa... Haaa... —suspiró Lucifer débilmente, mostrando que seguía con vida.

—¿Ves? Te dije que este chico no muere tan fácil —matizó Rex con una sonrisa de autosuficiencia.

De repente, la puerta de la sala se abrió de golpe. Era Eleyn, quien llevaba rato buscando a Lucifer por toda la nave. Al no encontrarlo, había decidido acudir a Rex para preguntarle si sabía su ubicación.

—Oye, Rex, ¿sabes dónde está... Lucifer? —preguntó Eleyn, pero su frase quedó incompleta al ver el cuerpo de Lucifer tirado en el suelo. Su expresión calmada se transformó en una mezcla de preocupación y furia.

—¡¿Qué demonios le hicieron a Lucifer?! —gritó Eleyn, irradiando un aura de enojo que hizo que Rex y Tirion se encogieran de miedo.

—¡E-Eleyn, ayúdame! Me están torturando... —gritó Lucifer, esbozando una leve sonrisa dirigida a Rex, quien comprendió al instante las intenciones del joven.

—¡Espera! ¡No es lo que parece! Bueno... en realidad sí, pero tenemos una justificación, ¿verdad, Tirion? —balbuceó Rex, claramente asustado.

—S-sí, es cierto. Hay una buena razón para esto... —apoyó Tirion, temblando por lo que Eleyn pudiera hacerles.

—Oh, así que los dos están involucrados. Qué interesante... —murmuró Eleyn, liberando un aura asesina que hizo que la sangre de Rex y Tirion se congelara.

—Lucifer, hazme un favor. Ve al comedor y espérame. Disfruta de un delicioso helado mientras me encargo de estos dos —dijo Eleyn, apretando los nudillos con una mirada aterradora.

—¡Sí, señora! —respondió Lucifer, levantándose rápidamente del suelo y saliendo de la sala tan rápido como pudo. Antes de irse, dirigió una mirada de satisfacción hacia Rex, disfrutando del terror en su rostro.

—Buena suerte —susurró Lucifer mientras se alejaba.

Poco después, los gritos de Rex y Tirion resonaban por toda la nave. Lucifer, con una sonrisa de satisfacción en el rostro, caminaba tranquilamente hacia los comedores.

—¿Dónde estaba el comedor...? —se preguntó en voz baja mientras avanzaba.

—Aunque... podría aprovechar este momento para entrenar. Pero Eleyn me pidió que la esperara, y eso es lo que haré —se convenció a sí mismo.

—De todos modos, me sobrará tiempo para entrenar después —añadió, sumido en sus pensamientos. Sin darse cuenta, chocó de frente con alguien, cayendo al suelo por la sorpresa.

—Lo siento, perdón, no era mi intención... —balbuceó Lucifer, llevándose una mano a la cabeza, pensando que había chocado con alguien. Solo entonces notó que, en realidad, se había golpeado contra una pared.

—Vaya, qué idiota soy... Por suerte no fue con alguien, eso sí que habría sido incómodo —murmuró con cierta vergüenza mientras se sacudía el polvo.

Lucifer se detuvo un momento, observando a su alrededor.

—Ahora que lo pienso, este lugar está demasiado vacío. Es raro... —comentó con intriga, notando la extraña ausencia de personas.

Con el ceño fruncido, comenzó a examinar los alrededores. A pesar de caminar por los pasillos, no encontró señales de nadie. Algo no cuadraba, y su instinto no tardó en activarse. Su piel se erizó al tiempo que las luces parpadearon y, de forma repentina, se apagaron por completo.

—¿Qué está pasando...? Siento algo extraño, pero no logro identificarlo —pensó mientras avanzaba con cautela, sus sentidos agudizados ante cualquier posible amenaza.

El silencio que lo envolvía se volvió inquietante.

—Definitivamente, algo anda mal aquí —murmuró, sintiendo cómo el ambiente se volvía cada vez más pesado y opresivo.

De pronto, las luces volvieron a encenderse, aunque esta vez el lugar se sentía aún más siniestro. Lucifer, sin dejarse intimidar, continuó explorando hasta llegar a una enorme puerta que conducía a las habitaciones. Una sensación escalofriante emanaba de ella, haciéndolo tensar cada músculo de su cuerpo.

Sin pensarlo demasiado, abrió la puerta con desconfianza. Dentro, no encontró nada más que un vacío absoluto. Suspiró aliviado.

—Por un momento pensé que me encontraría con un monstruo aterrador o algo peor —exhaló con tranquilidad.

Pero justo cuando sus nervios comenzaban a calmarse, las luces volvieron a apagarse de golpe.

—¡Mierda! De verdad tienen un grave problema con la electricidad en este lugar —comentó, irritado.

—Tendré que ayudar con esto más tarde... —añadió, aunque al notar que las luces no regresaban tras un largo rato, se corrigió: —No, mejor voy a solucionarlo ahora—

Guiándose por sus sentidos sensoriales en la penumbra, Lucifer avanzó hasta la sala de electricidad. Una vez allí, inspeccionó los generadores.

—Este parece ser uno de los muchos generadores de la nave... —murmuró, observando el mecanismo con detenimiento.

—Parece que hay uno en cada sección, pero este en particular se quedó sin energía —supuso, aunque pronto algo más llamó su atención.

—Espera... Está dañado. Hay marcas aquí, como si algo lo hubiera arañado —dijo mientras pasaba sus dedos por las abolladuras y rasguños en la carcasa del generador.

Lucifer creó una pequeña esfera de energía para iluminar el área y examinar con más detalle. Fue entonces cuando un sonido perturbador resonó en la oscuridad. Un gemido espeluznante, similar al llanto distorsionado de un bebé, llenó el ambiente.

—¿Qué demonios...? —susurró, alarmado, girando rápidamente para localizar el origen del sonido.

Al dirigir la luz hacia la fuente del ruido, sus ojos se encontraron con una grotesca criatura. Una masa de carne retorcida, con protuberancias en forma de brazos desiguales, un rostro sin ojos y una repulsiva boca que cubría la mayor parte de su cabeza.

La abominación se lanzó hacia él con un chillido inhumano, pero Lucifer reaccionó con velocidad. Con un movimiento certero, desenvainó su arma y cortó a la criatura por la mitad antes de que pudiera alcanzarlo.

—¿Qué es esta cosa? No se parece al virus Terror ni a nada que haya visto antes —dijo, intentando ocultar el asco mientras observaba los restos del ser.

—Por alguna razón, estas cosas pueden ocultarse de mis sentidos... No siento nada que provenga de ellas. Eso es preocupante —analizó, frunciendo el ceño.

Sin perder más tiempo, reparó el generador lo más rápido que pudo, devolviendo la energía al área. La luz regresó, disipando parcialmente la ominosa atmósfera. Pero Lucifer sabía que esto no era suficiente.

—Tengo que encargarme de esto antes de que se convierta en un problema mayor —afirmó con determinación, adentrándose aún más en la nave para buscar rastros de otras criaturas similares.

Después de un largo período de búsqueda exhaustiva, Lucifer no encontró más criaturas. Sin embargo, la falta de resultados solo incrementó su desconfianza. Para asegurarse, decidió potenciar su cuerpo con energía Ying, aumentando al máximo sus capacidades. Usando su velocidad sobrehumana, recorrió cada rincón de la nave: habitaciones, salas, áreas comunes, y hasta los lugares más recónditos. A pesar de su esfuerzo, el resultado fue el mismo.

—Nada... ¿Cómo es posible que no haya encontrado nada? —proclamó Lucifer con frustración.

—¿Es esto una maldita broma? —añadió, apretando los puños con desdén.

Con el ceño fruncido, evaluó sus opciones.

—Lo mejor será hablar con el capitán de la nave. Tal vez pueda ayudarme a entender este extraño problema —consideró. Sin embargo, antes de continuar, decidió tomar medidas para proteger a todos a bordo.

Con una determinación renovada, usó nuevamente su velocidad y comenzó a colocar formaciones rúnicas de protección por toda la nave. Desde las áreas comunes hasta las más inaccesibles, cubrió cada rincón con complejas runas energéticas. El proceso fue arduo y demandante, consumiendo grandes cantidades de su energía.

Cuando terminó, Lucifer se encontraba completamente agotado. Su ropa estaba empapada de sudor, y un abrumador cansancio pesaba sobre su cuerpo. Las cantidades de energía que había utilizado para crear las formaciones lo habían dejado al borde del colapso, con sus reservas completamente agotadas.

—Necesito... un descanso —murmuró con desaliento, apoyándose contra una pared para recuperar algo de fuerzas.

El agotamiento lo golpeaba con fuerza; sus sentidos comenzaban a apagarse lentamente.

—Estoy perdiendo la conciencia... Maldición... —Se lamentó, luchando por mantenerse en pie. Sin embargo, un pensamiento lo mantuvo firme.

—No puedo desmayarme ahora. Necesito encontrarme con Eleyn —declaró, usando las pocas fuerzas que le quedaban para dirigirse hacia el comedor.

Su determinación brillaba intensamente mientras se obligaba a avanzar.

—He fallado a muchas personas en el pasado, pero no voy a rendirme por algo tan trivial como esto —aseguró, ajustando su postura y concentrándose profundamente.

Lucifer cerró los ojos y comenzó a controlar su respiración. Se enfocó en manipular el flujo de su sangre, templar su temperatura corporal y estabilizar los latidos de su corazón. Con cada respiración profunda, sentía cómo su cuerpo comenzaba a responder mejor.

—Esto está mejor... Aunque aún necesito descansar. No sé cuánto más podría mantenerme en pie así —admitió para sí mismo, mientras sentía que su energía se estabilizaba parcialmente.

Sin más preámbulos, continuó su camino hacia el comedor, decidió reunirse con Eleyn antes de que su cuerpo colapsara por completo. La sombra del cansancio seguía pesando sobre él, pero su voluntad lo mantenía en marcha.

Continuará...