El ambiente en la sala médica era tenso. Por un lado, Lucifer permanecía calmado en su cama de hospital, disfrutando de un delicioso pay. A su lado estaba Gray, el robot antropomorfo, quien parecía intrigado por Lucifer y no paraba de intentar sacar el tema de conversación. Sin embargo, sus esfuerzos resultaron en una frustrante indiferencia por parte de Lucifer, que lo ignoraba por completo.
También se encontraron Eleyn, Rex y Henry, quienes observaban la situación en silencio, aunque con una mezcla de incomodidad y desagrado ante la insistencia de Gray.
—Oigan, no creo que Gray no solo intenta sacar información a Lucifer —susurró Henry con desconfianza.
—Yo opino lo mismo —murmuró Eleyn, compartiendo su preocupación.
—Sea lo que sea que esté haciendo, es repugnante e ilegal —añadió Rex con evidente disgusto.
— ¿No deberíamos detenerlo? —preguntó Eleyn, inquieta.
—¿Para qué preocuparnos? Lucifer parece no darle importancia a Gray, y estoy seguro de que sabe muy bien lo que este quiere —respondió Rex con una confianza inusual.
— ¿Qué te hace pensar esas tonterías? Biológicamente, Lucifer no tiene ni dos años. ¡Prácticamente es un bebé! —argumentó Henry, indignado.
—Exacto, y con esa apariencia que tiene, debería ser aún más cuidadoso. Una belleza así es muy codiciada por cualquiera —agregó Eleyn, preocupada.
—Digan lo que quieran, pero Lucifer no es un tonto. Reflexionen: él entiende más de lo que creen. Además, desde mi perspectiva, es más sensato que muchos aquí —comentó Rex con firmeza.
—Y deduce eso por la pelea que tuviste con él? —señaló Eleyn, sarcástica.
—No quiero ofenderte, pero lo que hiciste fue lo más estúpido que he visto en mi vida —añadió Henry, reprendiéndolo.
—No solo fue estúpido, también fue insensato y peligroso. ¡Mira cómo lo dejaste! —reclamó Eleyn, visiblemente molesta.
—Oigan, no soy el único culpable. No olviden que dos idiotas le dispararon con armas capaces de desintegrar la materia —alegó Rex, defendiéndose.
—Porque otro idiota tuvo la brillante idea de pelear con un niño que estaba bajo vigilancia —replicó Eleyn con enojo.
—Además, tú fuiste quien más lo hirió. Le rompiste múltiples huesos y destrozaste varios de sus órganos —añadió Henry con severidad.
En ese momento, Gray, que había estado escuchando toda la conversación, intervino:
—Oigan, saben que puedo escucharlos, ¿verdad? —dijo con tono neutral, girando su rostro hacia ellos.
—¿Podrían dejar de discutir? Lo que pasó, ya pasó. El pasado pertenece al pasado —intervino Gray, intentando calmar los ánimos.
—Gracias por tus palabras tan filosóficas, pero, ¿podrías decirnos qué es exactamente lo que buscas con Lucifer? —preguntó Henry, con un tono de desconfianza.
—Bueno, ¿acaso no puedo simplemente hablar con él? —respondió Gray, encontrando inocencia.
—Claro que puedes, pero a Lucifer no parece importarle en lo más mínimo, y creo que estás empezando a incomodarlo —replicó Henry.
—Si es así, entonces, Lucifer, si algo de lo que te hago molestar, siéntete libre de decírmelo —dijo Gray, buscando la aprobación del chico.
Lucifer no respondió. Se mantuvo en silencio, concentrado en terminar su pay, ignorando deliberadamente lo que sucedía a su alrededor durante varios minutos.
—Oye, Lucifer, ¿no te incomoda que Gray esté hablando tanto contigo? —preguntó Eleyn, rompiendo el silencio al notar que él no reaccionaba.
—Hum… es un pervertido, pero no me molesta —respondió Lucifer con amabilidad, mirando a Eleyn y dedicándole una cálida sonrisa.
—¿No te molesta? ¿Por qué? —preguntó Rex, curioso.
—Aunque, en parte, es un tipo desagradable, no tiene malas intenciones. Es un buen sujeto —contestó Lucifer con sinceridad.
—¿Ven? ¡Él sí sabe entender a las personas! Algo que ustedes nunca podrán hacer, ¿verdad, Lucifer? —exclamó Gray emocionado, feliz de haber escuchado la voz del chico.
Sin embargo, Lucifer no respondió. Permaneció en silencio, concentrado en su pay, ignorando la pregunta de Gray por completo.
—Jejejeje… parece que ni siquiera le importas —bromeó Henry entre risas.
—Di lo que quieras, pero atesoraré este momento por el resto de mi vida —respondió Gray con una mezcla de orgullo y melancolía.
—Oye, Lucifer, por cierto, ¿cómo te sientes? —preguntó Rex, cambiando de tema.
—Me siento mejor. Ya no necesito permanecer en esta cama —dijo Lucifer, sorprendiéndolos.
—Eso es imposible. Solo han pasado unas pocas horas. Tus heridas no podrían haberse curado tan rápido —exclamó Eleyn, incrédula.
—No estoy mintiendo. Mira —dijo Lucifer, levantándose de la cama. Su cuerpo estaba completamente curado, sin rastro alguno de las heridas.
—¡Increíble! ¿Pudiste curarte tan rápido? Fascinante —comentó Henry, observándolo con asombro.
—Es asombroso. Una regeneración tan acelerada solo es posible mediante técnicas avanzadas de artes marciales o magia de nivel medio —añadió Gray, impresionado.
—¿En serio te sientes bien? ¿No prefieres quedarte un poco más para descansar? —preguntó Eleyn, visiblemente preocupada por el bienestar de Lucifer.
—Estoy bien. Me gustaría regresar a mi habitación, si está permitido —manifestó Lucifer con tranquilidad.
—Con lo que hemos observado, ya no es necesario que regreses a esa habitación de confinamiento —dijo Rex con firmeza.
—Rex tiene razón. Lo que vimos demostró que ya no eres una posible amenaza. A partir de ahora, ya no estarás bajo investigación —añadió Henry.
—Se te asignará una habitación, como al resto de la tripulación. Aunque, claro está, será compartida —mencionó Rex.
— ¿Eso te molesta o tienes alguna objeción? —preguntó Eleyn.
—No, no tengo ninguna —confesó Lucifer con calma.
—Genial, entonces Lucifer dormirá en mi habitación —comentó Gray, alzando la mano con entusiasmo.
—¡Claro que no! Eso nunca pasará —alegó Henry con desagrado hacia Gray.
—Y si eso pasara, yo nunca lo permitiría —añadió Rex, mirándolo con desconfianza.
—Tranquilos, solo lo decía en broma —expuso Gray, mostrando una sonrisa irónica.
—Espero que sea así, porque si no lo fuera, te convertiría en chatarra —advirtió Eleyn, lanzándole una mirada amenazante.
—Ven, Lucifer, te llevaré a tu nueva habitación —dijo Rex. Sin decir palabra alguna, Lucifer se movió con la cabeza y salió con él de la sala.
—¡Esperan! Si quiero, yo puedo llevarlo —exclamó Gray, intentando detenerlos. Pero antes de que pudiera decir algo más, Henry y Eleyn lo callaron con un fuerte golpe en la cabeza, dejándolo tirado en el suelo.
Lucifer y Rex se marcharon por los pasillos de la nave. Rex guiaba a Lucifer hacia su nueva habitación mientras mantenían una conversación casual.
—Oye, tengo curiosidad. ¿Por qué solo hablas con Eleyn y conmigo? —preguntó Rex.
—Son buenas personas —respondió Lucifer al instante.
—Sí, pero también dijiste lo mismo de Gray —cuestionó Rex, intrigado.
—Que sea una buena persona no significa que pueda hablar con él. La verdad, no hay parámetros específicos para que hable con alguien —comentó Lucifer, manteniendo su habitual tono sereno.
—Entonces, ¿por qué solo hablas con nosotros? —insistió Rex.
—No lo sé. Simplemente me agradan. Esa sería la respuesta más sencilla que puedo darte —contestó Lucifer.
—No estoy del todo satisfecho con tu respuesta, pero bueno… —señaló Rex con un suspiro.
—Por cierto, ¿qué piensas hacer ahora que ya eres libre? —Indagó Rex.
—Volverme más fuerte —confesó Lucifer con determinación.
— ¿Eso es todo? Entonces no te molestará que te presente a alguien —declaró Rex con una sonrisa.
—Depende —respondió Lucifer.
—Depende de qué? —preguntó Rex, algo desconcertado.
—De que esa persona no sea un loco o un maniático —dijo Lucifer con evidente desagrado hacia ese tipo de personas.
—No diría que sea un maniático, aunque… un poquito loco sí está —admitió Rex con una risa nerviosa.
—Entonces mi respuesta es no —replicó Lucifer sin titubear.
—Vamos, aunque está un poco loco, es un buen tipo. Y hace tiempo que quiere conocerte —matizó Rex, intentando convencerlo.
—Eso me da aún más mala espina —comentó Lucifer, frunciendo el ceño.
—Dale una oportunidad. Además, iré contigo. Si algo raro llegara a pasar, intervendré de inmediato. ¿Te parece bien? —propuso Rex.
—... Está bien —aceptó Lucifer a regañadientes.
Tras la conversación, llegaron finalmente a la habitación que se le asignaría a Lucifer. Al entrar, lo primero que notó fue lo espacioso que era. Había múltiples letras colocadas estratégicamente para mantener un ambiente ordenado y tranquilo. Por suerte, la habitación estaba desocupada, lo que permitió a Lucifer instalarse sin problemas y en total calma.
—Por el momento, esto es todo lo que te podemos ofrecer. La gente aquí es agradable, pero ten cuidado, hay algunos que actúan un poco raro —mencionó a Rex mientras observaba a Lucifer inspeccionando la habitación donde se quedaría.
—Eso no me molesta —declaró Lucifer mientras seguía examinando el lugar.
—Eso es bueno, porque tendrás que quedarte aquí durante mucho tiempo —aclaró Rex.
—Oye, tengo algunas preguntas y me gustaría que me las respondieras —dijo Lucifer.
—Pregunta lo que quieras —aceptó Rex.
—Bueno, me gustaría saber qué es exactamente lo que hacen aquí y por qué se arriesgan tanto para salvar a estas personas —inquirió Lucifer.
—Eso es bastante obvio. Lo hacemos porque, como sociedad, estamos en la obligación de ayudarnos mutuamente —contestó Rex.
—Eso no justifica el riesgo al que se exponen —comentó Lucifer.
—Créelo o no, todos los que estamos aquí asumimos este riesgo por voluntad propia, con el único objetivo de salvar a la mayor cantidad de sobrevivientes posibles —explicó Rex.
— ¿Entonces me dices que la UHO, los soldados, los doctores, tú y Eleyn aceptaron esto a pesar del peligro? —preguntó Lucifer, incrédulo.
—Exactamente. ¿Acaso no me crees? —respondió Rex, mirándolo con curiosidad.
—Más que no creerte, me resulta extraño —declaró Lucifer.
—Yo no lo veo así. Aunque muchos piensen que este universo está condenado, hay quienes todavía ven un rayo de esperanza en él —comentó Rex.
—Palabras conmovedoras, pero me sigue pareciendo raro que la gente sea voluntaria para algo así —señaló Lucifer.
—¿Por qué lo ves raro? —preguntó Rex.
—Porque las personas suelen buscar un beneficio propio: dinero, fama, reconocimiento. Esas son las cosas que la mayoría persigue —afirmó Lucifer mientras se acostaba en su nueva cama. Al ser una litera y no haber más camas libres, tomó la cama de abajo.
—No todos hacemos las cosas esperando algo a cambio. Un ejemplo de eso eres tú —señaló Rex.
—Yo no encajo en esa ecuación —replicó Lucifer.
— ¿Qué te hace pensar eso? —preguntó Rex, intrigado.
Lucifer guardó silencio, dejando a Rex aún más desconcertado. El ambiente entre ellos se volvió frío y pesado por el silencio que aguardaba, hasta que, inesperadamente, un grupo de niños de entre 9 y 10 años entró a la habitación.
Rex, sorprendido, dejó escapar un suspiro. Aunque estaba frustrado por no obtener una respuesta de Lucifer, miró al chico a los ojos. El rostro de Lucifer no mostró emoción alguna; era inexpresivo, como si ocultara algo tras esa máscara de indiferencia. Esto no hizo más que aumentar la intriga de Rex.
—Me iré por ahora. ¿Te parece si nos reunimos a las siete para presentarte a esa persona? —propuso Rex.
—Está bien. Te veré a las siete en el comedor, si te parece bien —respondió Lucifer.
—No hay problema. Nos vemos, Lucifer —se despidió Rex, saliendo de la habitación.
El grupo de niños, que había permanecido en silencio desde su llegada, observó la escena con extrañeza. Lucifer, sin mostrar emoción alguna, siguió con la mirada a Rex mientras salía. Su expresión fría y distante creó un ambiente tenso que solo se disipó cuando, cansado por la reciente pelea, se recostó en la cama y se quedó dormido al poco tiempo.
El grupo, compuesto por tres niños y dos niñas, decidió continuar con lo que estaban haciendo, evitando a toda costa despertar a Lucifer.
—Oigan, ¿no crees que el chico nuevo es un poco extraño? —preguntó uno de los niños, un chico atractivo de cabello dorado y ojos azules encantadores.
—Opino lo mismo. Su mirada da mucho miedo —añadió otro niño, con una apariencia más adorable, cabello verde y ojos dorados.
—Dicen que fue el único superviviente de su planeta. Es normal que tenga esa mirada —mencionó el tercer chico, que tenía un aspecto rudo y carismático, con cabello oscuro y ojos rojos.
—Dejen de hablar de él. Es el chico nuevo y debe de sentirse muy incómodo y agobiado por todo lo que ha pasado —intervino una de las chicas. Su apariencia era promedio, pero irradiaba un aura extrañamente encantadora y persuasiva.
— Deberíamos hablar con él —propuso la segunda chica, quien destacaba por su belleza singular, con un largo y hermoso cabello oscuro, una figura elegante y unos deslumbrantes ojos azules.
— ¿De qué rayos hablas, Meira? Con solo mirarlo, puedo deducir que es un tipo arrogante y antipático —afirmó Neitan, el chico de cabello dorado, cruzándose de brazos.
—¡No digas eso, Neitan! Ni siquiera lo conoces para hacer ese tipo de comentarios —reprochó a Meira, visiblemente molesta.
—Uy, parece que te gusta el chico nuevo —comentó Neitan, en tono burlón.
—¡No es cierto! Es solo que… su mirada es un poco solitaria —respondió Meira, desviando la vista.
—Desde mi punto de vista, te gusta. Y si tanto quieres acercarte a él, ¿por qué no intentas hablarle? —propuso Elara, la chica de aspecto promedio pero encantadora.
—Es una excelente idea, Elara. Si tanto te gusta, Meira, ve e intenta hablarle —añadió el chico de cabello verde, apoyando la propuesta.
—¡Que no me gusta! —reafirmó Meira, con las mejillas enrojecidas.
—Lo que digas, pero al final, ¿lo harás o no? —preguntó Neitan, con una sonrisa provocadora.
—...Lo haré, pero no quiero que ninguno de ustedes se meta —respondió Meira, aceptando la propuesta.
— ¿Estás seguro? El tipo no parece ser muy sociable —comentó Teron, el chico de cabello negro y actitud seria.
—Cállate, Terón. Esta es la oportunidad de Meira para brillar —replicó Neitan, animándola.
—Oigan, pero ¿están seguros de esto? Desde mi perspectiva, ese chico me da muy mala espina —declaró el chico de cabello verde, preocupado.
—No te preocupes. Aunque Meira es linda, no es idiota —afirmó Elara, con una confianza desmedida en su amiga.
Mientras los demás observaban con curiosidad, Meira avanzaba hacia Lucifer con un cúmulo de dudas e inseguridades. La vergüenza, la invasión, pero, ante las circunstancias, no había vuelta atrás.
Cada paso la llenaba de mayor incertidumbre, y la sola idea de iniciar una conversación la hacía sentir un nudo en el estómago. Aun así, continuó avanzando hasta quedar frente a Lucifer, quien dormía plácidamente en su cama.
Meira permaneció inmóvil, incapaz de decidir o hacer algo. Su mente era un torbellino de pensamientos. Por otro lado, Lucifer, al percibir la presencia de alguien cerca, se despertó instintivamente. Al abrir los ojos, su mirada se fijó inmediatamente en Meira, quien quedó impresionada por la belleza del chico. Durante varios minutos, no logró articular palabra alguna.
El silencio se alargó, y Lucifer comenzó a sentirse incómodo por la insistente mirada de Meira. La situación se volvió extraña y finalmente decidió romper el hielo.
—Disculpa, ¿te encuentras bien? —preguntó Lucifer, con tono educado.
—¡Ah! Lo siento mucho. Perdón si te incomodé. De verdad, lo lamento —exclamó Meira, nerviosa.
—No te preocupes, no pasa nada —respondió Lucifer, tratando de calmarla.
—Por cierto, ¿necesitas algo? Si quieres que te ayude en algo, estará dispuesto a hacerlo —añadió Lucifer con amabilidad.
—No, no, no... Yo no vine por eso —balbuceó Meira, tratando de ordenar sus ideas.
—Entonces, ¿qué necesitas? Si puedo hacer algo por ti, estaré encantado de ayudarte —insistió Lucifer.
—La verdad... como eres nuevo, quería saber si te gustaría un recorrido por la nave —ofreció Meira, con una tímida sonrisa.
—No es necesario, muchas gracias. Ya alguien me mostró la nave, pero lo aprecio —respondió Lucifer con sinceridad.
—Oh, ya veo... Me alegra que estés ubicado. Bueno, perdón por molestarte... —murmuró Meira, desanimada por la respuesta.
Con una mirada derrotada, Meira estaba a punto de marcharse hasta que Neitan se interpuso, colocando su mano sobre su hombro y dirigiendo su mirada hacia Lucifer.
—Hola, un gusto conocerte. Tú debes ser el nuevo. Mi nombre es Neitan, ¿cuál es el tuyo? —preguntó con curiosidad.
Lucifer no respondió. Con una mirada intimidante, se mantuvo en silencio. Aunque para cualquiera esto hubiera sido ofensivo, Neitan no se sintió molesto y permaneció calmado.
—Parece que no soy muy de tu agrado, pero te prometo que no soy un mal tipo —expresó Neitan, con una sonrisa despreocupada.
—Además, esta amiguita de aquí muere por conocerte —añadió, sacudiendo suavemente a Meira, quien se encontraba visiblemente avergonzada.
—Te propongo algo. Habíamos pensado en ir a la zona de arboleda y me preguntaba si quisieras acompañarnos —comentó Neitan. Los demás chicos, sorprendidos por la propuesta, quedaron anonadados, ya que no habían planeado nada de eso.
—Chicos, ¿les molestaría que el chico nuevo nos acompañe? —preguntó Neitan al grupo, que, aunque confundido, aceptó sin problema.
— ¿Qué te parece? ¿Te gustaría acompañarnos? —insistió Neitan, con una mirada amigable.
A pesar del esfuerzo, Lucifer permaneció en silencio, lo que dejó a Neitan sin saber qué más hacer para convencerlo.
—Oye, Meira, ayúdame —susurró Neitan.
—¿Qué quieres que haga? Solo mírale la cara; se nota que no quiere venir —murmuró Meira de manera negativa.
—No sé, ponle ojitos bonitos o algo así, pero convéncelo —insistió Neitan.
—Está bien, pero no te garantiza nada —respondió Meira, suspirando.
— ¿No te gustaría acompañarnos? Como eres nuevo, no debes conocer a muchas personas. Si quieres, nosotros te las presentamos —propuso Meira, con un tono amable.
—...Bueno, está bien. Los acompañaré —aceptó Lucifer, finalmente.
El grupo y Lucifer salieron de la habitación y se dirigieron a la zona de arboleda. En el camino, Elara intentó iniciar una conversación con él.
—Oye, como aún no nos hemos presentado, déjame decirte nuestros nombres —dijo Elara con una sonrisa amable.
—Yo soy Elara, el chico de cabello negro es Teron, el que propuso la salida es Neitan, el chico de cabello verde es Adel, y la chica de belleza descomunal es Meira —describió con entusiasmo.
—¡No digas eso, me da vergüenza! —se quejó Meira, con las mejillas sonrojadas.
—¿Por qué te avergüenza? Si lo que dice es cierto —añadió Teron.
—¡Pero aún así me apena que lo digan! —protestó Meira.
—Qué ternurita. Tienes un carácter muy lindo que combina con tu apariencia. Te hace ver adorable —comentó Neitan de forma burlona, revolviéndole el cabello como si fuera una mascota.
—¡Cállate! —gritó Meira, visiblemente enojada y avergonzada.
—Vamos, Meira, tienes que admitir que eres muy tierna —argumentó Adel.
—¡Que se llama de una vez! —exclamó Meira, al borde de la exasperación.
—Oigan, ya déjenla en paz. Luego se enoja más —intervino Elara, tratando de calmar la situación.
—Por cierto, aún no nos has dicho tu nombre, chico nuevo —señaló Elara, con curiosidad.
—Mi nombre es Lucifer —respondió con frialdad.
—Lucifer, qué nombre tan extraño —comentó Adel.
—Sí, no es un nombre que se suela escuchar por aquí —agregó Neitan.
— ¿Qué significado tiene tu nombre? —preguntó Terón.
—No lo sé —respondió Lucifer.
— ¿Cómo no lo sabrás? ¿Nunca te ha llamado la atención el significado de tu nombre? —indagó Elara, intrigada.
—La verdad, no... —admitió Lucifer.
—Yo pienso que esas cosas no importan. Al final, lo que da significado a nuestros nombres somos nosotros mismos —proclamó Lucifer, con serenidad.
—Qué palabras tan filosóficas. No pensé que fueras tan profundo —admitió Neitan, sorprendido.
—Sí, yo pensaba lo mismo —comentó Teron, con la mirada fija en Lucifer.
—Chicos, siempre recuerden ese dicho: no juzguen un libro por su portada —mencionó Elara, sonriendo.
—Oigan, chicos... a las doce es el grupo de Titán —susurró Adel, con cierto temor en su voz.
Todos miraron hacia donde venía el grupo de Titán, con expresiones de disgusto y preocupación. Lucifer, intrigado, también observó cómo un grupo de seis chicos se acercaba con claras malas intenciones.
—Esto no va a terminar bien —comentó Meira, con una expresión de disgusto.
Continuará...