Lucifer, aunque parecía dormido, en realidad se encontraba en un arduo entrenamiento. Gracias a las innumerables experiencias que había acumulado a lo largo de su vida, había desarrollado un método de entrenamiento único que le permitiría practicar sin desgastar su cuerpo físico. Este método, basado en la mente y la imaginación, es similar a la meditación, pero con beneficios mucho mayores.
Dentro de su mente, Lucifer se preparó para dar el siguiente paso en su entrenamiento. Con su núcleo ahora despierto, debía adentrarse en los mundos de las artes marciales y la magia. Normalmente, un portador de núcleo podía elegir solo uno de estos caminos, pero debido a la naturaleza anómala de Lucifer, tenía la capacidad de explorar ambos simultáneamente, sin restricciones.
En la vasta creación existían innumerables mundos, cada uno con sus propias culturas, razas y conceptos únicos. Esta diversidad se reflejaba también en los sistemas de poder que habían surgido y evolucionado con el pasar de los tiempos.
Los sistemas de poder, como se les conocía, eran las formas mediante las cuales un ser podía ganar poder y desarrollar habilidades sobrenaturales. Algunos eran universales, como otros que solo eran accesibles para un pequeño número de personas. Entre los más representativos estaban los de linaje; las formaciones rúnicas, los anillos espirituales y los más populares: las artes marciales y la magia.
Cada sistema de poder tenía requisitos específicos para ser aprendido. Algunos eran tan complejos y desafiantes que quienes deseaban dominarlos emprendían arduos viajes, dedicando su vida entera a alcanzar el pináculo de su potencial.
Lucifer, gracias a su vasto conocimiento y experiencia, había logrado crear dos de los sistemas más poderosos y completos de todos los mundos:
El arte marcial llamado Camino del Errante Humano .La disciplina mágica conocida como Éter Oscuro .
Ambos sistemas destacaban por su poder inigualable, pero también por sus elevados requisitos. Iniciar cualquiera de ellos requeriría de una cantidad exorbitante de recursos, tiempo y esfuerzo para alcanzar su cumbre.
Para las artes marciales, el primer paso consistía en elegir un método de refinamiento del cuerpo y el alma conocido como cultivo . Estos métodos se dividían en múltiples niveles y, dependiendo del elegido, determinaban las técnicas disponibles para su usuario. La energía empleada en este camino era el yin y el yang , fuerzas del cosmos nacientes de los pensamientos negativos y positivos de las personas.
En el caso de Lucifer, su arte marcial utilizaba un método de cultivo de diez niveles y permitía acceder a una única técnica. Para comenzar este exigente camino, necesitó absorber toda la energía yin y yang dentro de un radio de más de 8 millones de años luz. Esta cantidad tan abrumadora de energía sería usada para refinar tanto su cuerpo como su alma, permitiéndole alcanzar el primer nivel de su arte marcial.
Durante el proceso, Lucifer sintió cómo su cuerpo y alma se destruían y reconstruían en una forma más pura y poderosa. El dolor era indescriptible, comparable a ser hervido en aceite ardiente. Sin embargo, sabía que si perdía la concentración, su muerte sería inevitable.
Horas de agonía transcurrieron, lo que para Lucifer se sintió como días de suma agonía y sufrimiento, hasta que finalmente logró completar este tortuoso proceso. Cuando todo terminó, renació como un ser completamente nuevo.
Su cuerpo ahora era diez veces más fuerte, ágil y resistente que antes. Sus sentidos se habían agudizado tanto que podía percibir todo lo que ocurría en la nave. Había adquirido inmunidad total a venenos, virus, enfermedades y un sinfín de otras amenazas. Su alma, también refinada, era inmune a todo tipo de ataques espirituales, encantamientos y maldiciones.
Lucifer había alcanzado un nivel de poder tan alto que el ser que casi lo había vencido anteriormente ya no representaba una amenaza para él. Ahora, con su nuevo potencial desatado, estaba en un nivel completamente nuevo al anterior.
Después de finalizar su arduo entrenamiento, Lucifer, claramente adolorido, decidió tomarse un descanso debido al evidente agotamiento que sentía. Necesitaba tiempo para acostumbrarse a su nuevo cuerpo que, por los cambios que sufrió, ya no se sentía como el mismo. Al despertar de su sueño reparador, lo recibió la misma y aburrida habitación blanca, lo que le arrancó un profundo suspiro de desagrado.
Lucifer comenzó a examinar su cuerpo, notando que ahora era más alto, con una tez musculosa y definida. Sentía una fuerza abrumadora fluir dentro de él. Con una sonrisa llena de júbilo, reflexionó sobre su rápido crecimiento en tan poco tiempo, aunque el recuerdo del intenso dolor vivido se reflejaba en su mirada.
Alegre pero aún adolorido, se puso de pie para comprender su nuevo cuerpo; sin embargo, por los cambios que sentía, no lograba adaptarse a este. Lucifer sintió que alguien se acercaba a su habitación. Al cabo de unos momentos, la puerta se abrió y Rex entró al lugar con una mirada fría y calculadora. Lucifer lo reconoció de inmediato como el hombre que lo había salvado junto a Eleyn.
—Un gusto conocerte. Mi nombre es Rex —dijo el recién llegado, extendiendo su mano hacia Lucifer en un gesto de cordialidad.
Lucifer lo observa fijamente, analizándolo de pies a cabeza, sin responder de inmediato. El ambiente se tornó incómodo por unos largos y tensos minutos, hasta que finalmente estrechó la mano de Rex.
—Eleyn mencionó que tu nombre es Lucifer, ¿es cierto? —preguntó Rex, buscando confirmar la información.
Lucifer inclinando la cabeza, sin pronunciar palabra.
—Bien, iré al grano. ¿Sabes por qué estás encerrado aquí? —indagó Rex, mirándolo directamente a los ojos.
—Sí —respondió Lucifer con tranquilidad.
—Entonces, ¿comprendes nuestros motivos? ¿Estás de acuerdo con ellos? —preguntó Rex, analizando cuidadosamente su reacción.
—Sí, estoy completamente de acuerdo —respondió Lucifer al instante, sin mostrar ni un atisbo de ira o desacuerdo.
—Eso es un alivio. No quería que nos odiaras por haberte encerrado aquí —comentó Rex, dejando escapar un pequeño suspiro de tranquilidad.
—No lo haría. Sus razones están justificadas, así que no veo motivos para odiarlos —contestó Lucifer con serenidad.
—Qué comprensivo eres a pesar de tu edad —dijo Rex, visiblemente sorprendido por su respuesta.
—No es que sea comprensivo; simplemente no soy amante a los problemas. Además, sé que hay gente inocente aquí, y no quería que ellos salgan heridos por un pequeño inconveniente —respondió Lucifer con un semblante tranquilo, sorprendiendo aún más a Rex.
— ¿Sabías que hay civiles en esta nave? —preguntó Rex, algo desconcertado.
—Si. Cuando recuperé la conciencia, pude percibir que hay aproximadamente dos millones de personas civiles aquí —respondió Lucifer, dejando a Rex intrigado por su capacidad.
—Hum... Qué perspicaz —comentó Rex, reconociendo la agudeza y precisión de Lucifer al calcular un número tan exacto.
De repente, Rex cambió el tono de la conversación.
—vine aquí porque quiero asegurarme de que no eres una amenaza para nosotros, así que quiero que pelees conmigo —declaró inesperadamente, dejando a Lucifer sorprendido.
—No entiendo. ¿De qué manera pelear contigo te ayudará a determinar si soy o no una amenaza? —preguntó Lucifer, visiblemente confundido.
—Suele ser más fácil entender a las personas cuando están peleando —respondió Rex con seriedad.
—¿No será más bien que eres un fanático de las peleas? —alegó Lucifer, con un tono sarcástico.
—No es eso. Creo que las personas muestran su verdadero yo cuando pelean. A través del combate, puedo discernir si alguien es bueno o malo —justificó a Rex con firmeza, dejando clara su perspectiva.
—Creo que eso es solo una excusa, y si no lo es, vaya que tienes un pensamiento peculiar —mencionó Lucifer, sorprendido por aquella idea.
—Mis conocidos opinan lo mismo que tú, pero bueno... —respondió Rex con calma.
—Dejando eso de lado, ¿vamos a pelear o prefieres quedarte aquí? —preguntó Rex, director.
—No, vamos a pelear —respondió Lucifer, aceptando la propuesta.
Ambos salen de la habitación y caminan por los pasillos de la nave durante varios minutos. Ninguno pronunció palabra alguna, y aunque reinaba un silencio absoluto entre ellos, ninguno de los dos parecía sentirse incómodo ante este. Finalmente, tras aquella caminata, llegaron a la sala de combate, donde algunos soldados entrenaban.
La sala era gigantesca, equipada con estructuras reforzadas y máquinas de entrenamiento avanzadas. Había pequeñas áreas que funcionaban como almacenes de armamento, con todo tipo de armas, desde fuego hasta combate cuerpo a cuerpo, todas diseñadas específicamente para entrenamientos. En el centro de la sala se alzaba un gigantesco ring de combate.
Los soldados, al notar la presencia de Rex, reaccionaron de inmediato. El hombre liberó una poderosa aura de autoridad que dominó la sala. Lucifer, por su parte, no mostró ninguna reacción ante esta demostración, pero los soldados se formaron rápidamente en filas frente a Rex, como muestra de respeto hacia su liderazgo.
Rex les ordenó a todos abandonar la sala, y estos obedecieron sin dudar, dejando el lugar vacío para ambos.
—Hum, parece que son bastante leales a ti —comentó Lucifer.
—Sí, aunque, siendo honesto, no suelo aprovecharme de su lealtad. Sin embargo, este es un caso especial, así que hará una excepción —respondió Rex.
— ¿Caso especial? —Preguntó a Lucifer con curiosidad.
—Me refiero a que quiero evitar cualquier tipo de intromisión entre tú y yo —aclaró Rex.
—Ya veo. Aunque, ¿no crees que fue un poco exagerado? —comentó Lucifer con un déje de ironía.
— ¿Exagerado? Eso lo dice alguien que fue encerrado por puras falsedades —alegó Rex con seriedad.
— ¿Falsedades? Entonces, ¿significa que no me considera una amenaza? —preguntó Lucifer, sorprendido.
—No, en absoluto. Desde que te encontramos, supe que no era una amenaza —reveló Rex.
Rex fijó su mirada en Lucifer y, con un movimiento preciso, cortó las esposas que limitaban sus poderes. En ese instante, Lucifer sintió cómo una abrumadora oleada de energía fluía por su cuerpo. Sus capacidades aumentaron exponencialmente, y una fuerza inconmensurable parecía recorrer sus venas como una corriente imparable.
Aunque permanecía sereno, Lucifer no pudo evitar mostrar una leve sorpresa, no por ser liberado, sino porque Rex, desde el principio, nunca lo había considerado una amenaza.
—Era lógica. Si estuvieras infectado por el virus Terror, ¿qué necesidad habría de exterminar a todos los seres de aquel planeta? —comentó Rex con tono reflexivo.
—Más que beneficioso, eso habría sido perjudicial para la mente colmena, así que descarté esa idea —continuó.
—Además, deduje que si realmente hubieras aniquilado a todos los habitantes de ese planeta, una simple caja reforzada no habría sido ningún impedimento para ti —
—Y luego, tu acción inesperada al dejarte encerrar sin oponer resistencia me intrigó demasiado... —Rex hizo una pausa y añadió:
—Por eso decidió descubrir el porqué de tus acciones —explicó Rex, revelando que desde el principio nunca demostró a Lucifer un peligro real. Sin embargo, bajo las circunstancias y decisiones tomadas por este, despertó su interés y la necesidad de encontrar respuestas.
—Entonces, ¿por qué me trajiste aquí? Si querías saber por qué hice todo eso, podrías haberme preguntado y te habría respondido —sugirió Lucifer, quien prefería un método más pacífico que simplemente pelear.
—Si es así, entonces, ¿por qué no respondiste las preguntas de Gray? —replicó Rex con curiosidad.
—Soy alguien introvertido; no suelo hablar con las personas. Sin embargo, hay algunas excepciones, como tú y Eleyn —confesó Lucifer con franqueza.
—En serio, qué curioso. No esperaba que alguien como tú fuera antisocial, pero está bien, cada uno es único a su manera —comentó Rex, sorprendido por la revelación.
—Aún así, ¿quieres pelear o prefieres que hablemos? —inquirió Lucifer, dejando la decisión en sus manos.
—Hum... Quiero pelear contigo, pero, ¿tú qué quieres? —respondió Rex, lanzando otra pregunta.
—Pues... también quiero pelear —confesó Lucifer, deseoso de probar su nuevo poder.
Ambos subieron al ring, pero antes de comenzar, Rex activó un escudo de contingencia gravitacional a su alrededor. Este era un campo gravitacional artificial que curvaba el espacio-tiempo local, atrapando la energía de los ataques en un área cerrada. Funcionaba como una barrera diseñada para contener los destrozos que pudieran provocar durante su enfrentamiento.
—Esta barrera protegerá el exterior, así que no necesitarás contenerte —mencionó Rex.
—Eso es bueno. Tenía pensado pelear con todo, pero me preocupaba que la nave saliera dañada —afirmó Lucifer.
—Pensaba lo mismo —respondió Rex, compartiendo su preocupación inicial.
El silencio llenó el ambiente como la calma en un desierto muerto, hasta que Lucifer lo rompió al atacar a Rex con una velocidad y fuerza impresionantes. Sin embargo, Rex detuvo su ataque contratacando con una patada precisa dirigida al rostro de Lucifer.
Lucifer recibió el impacto de lleno, pero gracias a su gran resistencia, el daño fue prácticamente nulo, lo que descubrió a Rex. A pesar de los golpes, Lucifer continuó arremetiendo como si estos no le causaran el menor efecto.
Lucifer, deliberadamente, se dejó golpear para probar los límites de su resistencia. Tras recibir una lluvia de ataques que apenas le causaron daño, Rex, frustrado, lanzó un poderoso puñetazo que finalmente dejó una marca considerable en Lucifer.
—Acaso solo sabes recibir golpes? —preguntó Rex con un tono burlón.
—No, solo quería comprobar mi resistencia —respondió Lucifer, abalanzándose sobre él con una serie de puñetazos devastadores. Rex apenas pudo esquivarlos, y algunos roces le provocaron múltiples cortes en el cuerpo.
Sorprendido por la velocidad y habilidad de Lucifer, Rex sintió una mezcla de admiración y emoción. Decidió entonces usar una de sus técnicas.
Rex envolvió su cuerpo en llamas blancas, manipulándolas a voluntad. Lucifer, consciente del peligro, atacó sin vacilar, pero apenas sus puños entraron en contacto con las llamas, estas se propagaron rápidamente por su cuerpo, causándole quemaduras y un dolor insoportable.
Las llamas no solo eran intensamente dolorosas, sino que también eran inextinguibles, lo que complicaba aún más la situación. Rex aprovechó el momento y transformó las llamas en una hoja llameante con la que atacó a Lucifer, quien, al verso superado, decidió retroceder.
—¿Eres un artista marcial? —preguntó Lucifer, sorprendido por la habilidad de Rex.
—Sí, aunque eso no importa mucho ahora —respondió Rex con calma.
—Esas llamas solo se apagarán si yo lo decido, lo que significa que estás en un gran aprieto —añadió, señalando con los dedos las llamas que lentamente se extendían por el cuerpo de Lucifer, causándole un daño cada vez mayor.
—Es una técnica letal, sin embargo, sencilla de contrarrestar —repuso Lucifer mientras se arrancaba el brazo donde las llamas se habían extendido.
—Qué astuto... —comentó Rex, asombrado al ver cómo Lucifer regeneraba su brazo en cuestión de segundos, deshaciéndose del problema de las llamas.
—Aun así, eso no quita el hecho de que, si me tocas, te quemarás. Continuar arrancándote las extremidades y regenerándolas al final te dejará sin energía —alegó Rex, manteniendo su lógica.
—Pensar de ese modo es muy limitado. Si no puedo tocarte, entonces simplemente me esforzaré más —exclamó Lucifer con determinación.
—¿Te esforzarás más? ¿Y cómo piensas lograr eso? —preguntó Rex, curioso por lo que haría.
En lugar de responder, Lucifer permaneció en silencio y se arremetió contra Rex como un animal salvaje. Rex pensó que Lucifer tendría algún truco bajo la manga, pero lo que no esperaba era que este lo atacara sin cesar, soportando el daño causado por las llamas.
Después de varios golpes, Lucifer quedó completamente envuelto en llamas, lo que dejó a Rex sorprendido. Aun así, Rex, al recibir una serie de ataques contundentes, decidió apagar las llamas al ver que estas eran inútiles y usar otra técnica aún más devastadora para contraatacar.
Ahora sin las molestias del fuego, Lucifer, aunque con graves quemaduras que se regeneraban rápidamente, observó cómo Rex reunía una gran cantidad de energía en su mano, concentrándola en una esfera eléctrica de gran poder, la cual lanzó directamente hacia Lucifer.
En lugar de esquivar, Lucifer la recibió con las manos desnudas. Al momento del impacto, una poderosa explosión hizo temblar el anillo. Para sorpresa de Rex, Lucifer logró detener el ataque con una de sus manos y, con una fuerza descomunal, comprimió la esfera hasta que esta desapareció bajo la inmensa presión.
—Tengo que admitirlo, eres muy fuerte... Sin embargo, careces de técnica —comentó Rex, con una mirada reflexiva.
Lucifer permaneció en silencio ante esas palabras con su mirada fija en Rex, como la de un depredador acechando a su presa.
—Dime, ¿cómo lograste acabar con todos ellos? —indagó Rex, manteniendo su mirada firme.
—... Tuve una pequeña charla con la Mente Colmena, y, al parecer, teníamos puntos de vista opuestos —contestó Lucifer con frialdad.
—¿Lograste hablar con la Mente Colmena? Eso es sorprendente —alabó Rex, visiblemente intrigado.
—Para mí no lo fue tanto. Hablar con ella era irritante —alegó Lucifer, con una leve expresión de enojo.
—Parece que no quedaron en buenos términos. Aun así, eso no responde a mi pregunta —reclamó Rex, buscando más detalles.
—Toda la vida consciente de ese planeta estaba infectada. Y como no fui del agrado de la Mente Colmena, intentó matarme —expresó Lucifer con seriedad.
—Así que te atacó con todo lo que tenía... Eso es extraño. No hay registros de que algo así haya ocurrido antes —murmuró Rex, pensativo.
—Pero esa no fue la razón por la que acabé con todos los seres de ese planeta —agregó Lucifer.
—Entonces ¿cuál fue? —preguntó Rex, con creciente interés.
—Las personas infectadas por el virus caen en una falsa ilusión de felicidad. Sus cuerpos están en constante sufrimiento, y sus almas desaparecen lentamente... —señaló Lucifer con una mirada llena de compasión.
—No podía permitir que esas personas siguieran sufriendo de esa manera. Y como no había forma de revertirlo, hice lo único que estaba a mi alcance: poner fin a su tormento —manifestó Lucifer, con una expresión desgarrada por el dolor y un profundo sentimiento de inutilidad.
—Hubiera deseado que las cosas no terminaran de esa forma, pero soy tan débil... Lo único que pude hacer fue acabar con todos. Me siento como una basura —concluyó Lucifer, despreciándose a sí mismo por lo que consideraba su falta de poder.
—Debí haberlos salvado a todos; Sin embargo, por mi debilidad, no pude —manifestó Lucifer, mirando a Rex con tristeza.
Rex observó a Lucifer con una mezcla de lástima y comprensión. Entendía lo que estaba atravesando porque él mismo había pasado por lo mismo. Cuando alguien se encuentra contra la espada y la pared, a menudo debe tomar decisiones decisivas, incluso si estas van en contra de toda moral. Es algo inevitable, y no importa cuán poderosos sean, tarde o temprano tendrás que enfrentarlo.
Era como una regla no escrita para aquellos que lideran: quienes guían por el bien común se ven obligados a elegir entre un lado y otro. Cualquier error, aunque sea el más mínimo, podría significar el sufrimiento de alguien más, algo con lo que uno tendría que cargar el resto de su vida.
Rex se acercó a Lucifer, quien no mostró ningún signo de resistencia ni defensa, permaneciendo inmóvil como una estatua. Sin previo aviso, Rex le propinó una poderosa patada en el rostro que lo lanzó varios metros hacia atrás.
—Si solo te vas a quedar ahí recibiendo golpes, mejor márchate. No tiene sentido pelear con alguien que solo se autodesprecia —sentencia Rex, con dureza.
— Entonces ¿qué esperas que haga? ¿Que pelee solo porque sí? —respondió Lucifer, aún en el suelo.
—No me gusta pelear... Lo odio —expresó Lucifer con franqueza.
—Si no te gusta pelear, ¿entonces por qué eres tan fuerte? —cuestionó Rex, intrigado.
—Porque, si no soy fuerte, no podré proteger a los inocentes. En un mundo como este, el poder lo es todo —contestó Lucifer, mientras se levantaba lentamente del suelo.
—Aunque prefiero resolver los problemas de manera pacífica, es inevitable que tenga que enfrentarme a algún idiota. Y si no logro vencerlo, gente inocente morirá, y eso es lo que menos quiero —añadió con convicción.
—Por eso decidí volverme lo más fuerte posible, para protegerlos a todos —manifestó Lucifer, con una mirada llena de nobleza y una voluntad inquebrantable.
—¿Por eso te dejaste encarcelar tan fácilmente? —preguntó Rex, sorprendido por la ferocidad en la mirada de Lucifer y sus palabras firmes.
—Sí —respondió Lucifer, adoptando una postura de combate, listo para reanudar la pelea.
—Hum... Eres alguien muy interesante —exclamó Rex con una leve sonrisa, retomando la pelea con un renovado entusiasmo y respeto por su oponente.