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Chapter 5 - Reconocimiento

La agrupación de soldados rodeaba a Lucifer como una manada de lobos hambrientos, apuntándole con sus armas de plasma. Estas armas eran capaces de atravesar paredes de acero reforzado con facilidad, expulsando un haz brillante de energía ionizada, extremadamente caliente. Su sonido característico que emitían al atravesar el aire y al impactar era tan imponente como el devastador daño que podía causar a sus objetivos.

Lucifer, plenamente consciente de lo que esas armas podían hacer, se mantuvo alerta. Aunque sabía que su cuerpo solo sufriría daños mínimos por su resistencia innata, entendía que Eleyn, a su lado, corría un peligro real y grave. Ese pensamiento lo llenó de culpa. Había involucrado a Eleyn en una situación peligrosa, y la necesidad de protegerla a cualquier costo lo impulsaba a actuar.

Cuando estaba a punto de arremeter contra los soldados para defenderla, la figura del capitán de la nave apareció, imponente. Sostenía un par de esposas en sus manos, pero estas no eran esposas comunes. Estaban diseñados para inutilizar cualquier tipo de energía y limitar las habilidades de quien las llevara puestas.

Lucifer lo entendió todo al instante con solo mirarlas. Aunque no deseaba conflictos innecesarios, su mirada seguía evaluando cada movimiento.

—Eleyn, aléjate de ese niño —ordenó el capitán con firmeza.

—¿Qué está pasando? ¿Por qué haces esto? —preguntó Eleyn, claramente desconcertada.

—Ese niño puede representar un peligro para todos nosotros. Aléjate, ahora mismo —respondió el capitán con tono serio y precavido.

—¿De qué estás hablando? ¡Es solo un niño! —alegó Eleyn, colocándose frente a Lucifer en un gesto protector.

El capitán la observará con una mezcla de determinación y paciencia.

—No lo entenderías. Eres demasiado bondadosa para comprenderlo, pero solo te diré esto: él es una amenaza.

Mientras avanzaba lentamente hacia ellos con una mirada resuelta, Eleyn no retrocedió.

—Por favor, hazte a un lado —pidió el capitán, ahora a escasos pasos de ella.

Lucifer observaba la escena en silencio, entendiendo las razones del capitán y aceptando las condiciones que parecían inevitables. Pero Eleyn, con su espíritu protector, no parecía dispuesta a ceder. Sus ojos, usualmente cálidos, ahora mostraban una frialdad inusual que tensaba aún más el ambiente.

Justo cuando parecía que la situación iba a escalar aún más, Lucifer tomó las esposas de las manos del capitán y, para sorpresa de todos, se las colocó él mismo.

—¿Por qué lo hiciste, Lucifer? —preguntó Eleyn, desconcertada por su decisión.

Lucifer permaneció en silencio, mirando al suelo con serenidad. El capitán, aunque visiblemente sorprendido, entendió rápidamente el mensaje detrás de este acto. Una leve sonrisa apareció en su rostro antes de dar nuevas órdenes.

—Soldados, retírense. Yo mismo lo llevaré a la sala de interrogatorios—

Mientras los soldados se dispersaban obedientemente, el capitán tomó la delantera y comenzó a escoltar a Lucifer. Eleyn, aún confundida y con una mezcla de preocupación y enojo, decidió seguirlos.

—No entiendo por qué tanto alboroto. ¡Es solo un niño! —protestó Eleyn mientras caminaban por los pasillos.

El capitán, sin detenerse, respondió con firmeza:

—¿Un niño? Un niño que ha destruido varias ciudades, arrasando bosques y exterminando a la población de un planeta entero. Desde mi perspectiva, no es solo un niño—

Eleyn se detuvo en seco, sus ojos se entrecerraron con desconfianza.

—¿Cómo sabes eso? —dijo, comenzando a conectar las piezas. Entonces, su expresión cambió al recordar. 

—Espera… ¿te lo dijo Rex?— dedujo Eleyn con enojo.

El capitán ascendiendo sin inmutarse, percibiendo el ojo creciente en el rostro de Eleyn.

-Si. Y aunque entiendo que quieras enfadarte con él, hizo bien en decírmelo. Era algo que necesitaba saber—

Eleyn presionó los puños al escuchar las palabras del capitán. Sus emociones estaban a punto de desbordarse por la manera tan poco ética en que actuó.

— ¿Es una broma? Trajiste a una mandada de soldados para apuntarle a un niño, y luego lo encierras como si fuera un prisionero. Para mí, eso no está bien —recalcó Eleyn con evidente sarcasmo.

—Era necesario. No quiero arriesgar la seguridad de las personas en esta nave —respondió el capitán, justificando sus acciones.

—Entiendo que quieras proteger a todos, pero esta no es la manera correcta. Lo que hiciste está mal —alegó Eleyn con firmeza.

—Tal vez tengas razón —concedió el capitán. 

—Sin embargo, soy el encargado de tomar las decisiones difíciles, y estoy dispuesto a cargar con las consecuencias—

Hizo una pausa, y su voz se tornó más grave.

—Incluso si esas decisiones no son éticas ni morales—

Eleyn lo observó en silencio, lanzando un pequeño suspiro, esta vez no de resignación, sino de empatía. Podía intuir que las palabras del capitán nacían de un pasado doloroso. Por otro lado, Lucifer permanecía tranquilo, aparentemente desinteresado en la discusión que ocurría a su alrededor.

Tras caminar en silencio, finalmente llegaron a la sala de interrogatorios. Era un cuarto completamente blanco, desolador, con paredes de metal reforzado y una única cama del mismo color. Lucifer fue conducido al interior, y antes de que la puerta se cerrara, Eleyn se inclinó hacia él con una expresión de preocupación.

—No te preocupes, me aseguraré de que no te hagan daño. Por ahora, concéntrate en responder sus preguntas, ¿de acuerdo? —le dijo en un tono tranquilizador antes de marcharse.

Lucifer se quedó solo en la habitación. Examinó su entorno con atención, notando detalles que escapaban al ojo común: las paredes reforzadas con una aleación de alta resistencia, cámaras ocultas distribuidas estratégicamente, y un silencio absoluto que generaba una atmósfera opresiva y desconcertante.

A pesar de todo, permaneció calmado. Se recostó en la cama, incómoda y rígida, observando las esposas que limitaban sus poderes. Algo en ellas captó su interés, pero no había mucho más que pudiera hacer.

Pasaron varias horas antes de que la puerta volviera a abrirse. Esta vez, quien entró no fue un humano, sino un robot humanoide. Su diseño era tan avanzado que, a simple vista, podría confundirse con un ser de carne y hueso, aunque ciertos detalles mecánicos delataban su verdadera naturaleza.

El robot, que se presentó como Grey, lo miró con tranquilidad y sacó de su bolsillo una paleta de dulce, extendiéndosela en un gesto pacífico.

—Es un gusto conocerte, Lucifer. Mi nombre es Gray —dijo, con una sonrisa simulada pero amable.

Lucifer tomó la paleta sin mostrar ningún rastro de desconfianza y comenzó a comerla en silencio, manteniendo su mirada fija en Grey.

—Ya veo que no eres alguien de muchas palabras —comentó Grey, con una ligera risa. 

—Pero, en tu situación, lo mejor sería hablar—agrego Grey. 

Lucifer lo siguió en silencio, imperturbable.

—Si no hablas, solo complicarás las cosas. Y créeme, eso hará que tu estancia aquí sea mucho más larga y tediosa... — advirtió Gray mientras daba una vuelta por la habitación. 

—Este lugar llega a ser peor que una prisión— expreso Gray tocando las paredes del lugar. 

— ¿Qué te parece esto? Responde una serie de preguntas y, a cambio, te invitamos a un pay de manzana— Propuso Gray levantó un dedo en señal de énfasis.

—Créeme, el pay de manzana de aquí es lo mejor que probarás en tu vida— argumento manteniendo un rostro tranquilo. 

Sin embargo, Lucifer no respondió. Simplemente lo observaba, con la misma calma inmutable que había mostrado desde el principio.

Grey suspiró, frustrado.

—Bueno, parece que hoy no será mi día. Nos veremos luego —dijo antes de salir de la sala, dejando a Lucifer nuevamente solo.

Ahora, en completa soledad, Lucifer se acostó e intentó conciliar el sueño en aquella cama incómoda, pero no lo logró. Miró al techo, aburrido, sintiendo las miradas de las cámaras ocultas clavadas en él. Aunque la sensación de estar observado le resultaba molesta, sabía que destruirlas sería un error. Si lo hacía, generaría aún más desconfianza hacia él, y eso era lo último que deseaba en ese momento.

A pesar de sus circunstancias, Lucifer se mantenía sereno. Consciente de que no saldría de aquel lugar por mucho tiempo.

Las horas transcurrieron hasta que la nave retomó su viaje. Lucifer lo notó por las vibraciones, ya que la habitación era tan hermética que los sonidos exteriores desaparecían por completo, dejando únicamente un silencio tétrico acompañado por el temblor constante.

La nave se elevó, abandonando el planeta, y comenzó su travesía por la infinita oscuridad del espacio. Desde el exterior, aquel vacío inmenso estaba salpicado por pequeños destellos lejanos: las estrellas, tan distantes que apenas parecían puntos diminutos en el vasto horizonte del cosmos.

Lucifer no se inmutó ante esto. Se levantó de la cama y se sentó en el suelo, adoptando una postura de meditación. Su respiración se tornó lenta y pausada, y su mente quedó en completo silencio. En ese instante, Lucifer alcanzó un estado de perfecta calma, dejando atrás cualquier distracción.

En este mundo existían múltiples fuentes de poder, pero las más importantes siempre habían sido dos: las artes marciales y la magia. Sin embargo, solo algunos pocos podrían dominarlas. Solo aquellos que eran portadores de un núcleo podían acceder a las venas de energía, y para ello, primero debían despertar su núcleo.

En su meditación, Lucifer se adentró en las profundidades de su núcleo. Aunque su cuerpo físico permanecía en el mismo lugar, su espíritu ingresó al interior de esa fuente de energía. Al cruzar esa barrera intangible, sintió una calidez abrumadora, como si una fuerza imparable de la naturaleza lo envolviera. Era a la vez poderosa y compasiva, indómita pero amable.

Cuando abrió los ojos en ese plano espiritual, se encontró frente a un océano infinito. La vista se perdía en la inmensidad, bajo un cielo estrellado lleno de infinitos puntos de luz y una gigantesca luna que iluminaba cada rincón del lugar con su serena y cálida claridad.

Sin embargo, no todo era armonía en aquel paisaje. Desde las profundidades del océano se podía percibir una presencia oscura, una fuerza maligna y absoluta que se mantenía oculta en aquel bello entorno, como un prisionero encadenado que anhelaba liberarse de su cautiverio.

Sin decir palabra alguna, Lucifer, comenzó a sumergirse en las profundidades del océano, acercándose a aquella entidad de pura oscuridad. A pesar del peligro que implicaba, Lucifer no dudó en su decisión. La criatura, al visibilizar su presencia, intentó atacarlo sin piedad, pero las cadenas que la confinan se lo impidieron.

—¡Libérame! Rompe mis ataduras —rugió la entidad con furia.

—¿Por qué? —preguntó Lucifer, con serenidad.

—Para destruirlos a todos. Acabaré con cada ser de este mundo podrido —respondió la entidad, cargada de odio.

—¿Por qué querrías hacer algo así? —insistió Lucifer.

—Porque es mi derecho, mi deber — alego la entidad con una mirada despiadada. 

—No creo que eso sea cierto —replicó Lucifer con calma.

—¡Cállate! —rugió la entidad. 

—Solo eres una insignificante cucaracha que se aferra a un estúpido sueño, incapaz de aceptar la realidad — agrega la entidad en manera de provocación. 

—¿A qué realidad te refieres? —inquirió Lucifer, intrigado.

—Este mundo está condenado. No tiene salvación. Pero si me liberas, pondremos fin a su sufrimiento de una vez por todas— contexto la entidad con desprecio.

Lucifer guardó silencio por un instante, reflexionando. Luego, con una leve sonrisa, respondió:

—Qué tan visión limitada. Para mí, este mundo no está condenado; simplemente está atravesando un mal momento—

—¡Qué ilusión eres! Solo buscas excusas para evitar nuestro destino —acusó la entidad con un tono sombrío.

—Tal vez tengas razón. Sin embargo, no estoy buscando excusas —aclaró Lucifer, con firmeza.

—¡Mientes! Te niegas a aceptarlo. Te aferras a falsas promesas. Eres un estúpido —bramó la entidad.

—Yo nunca miento —afirmó Lucifer, con convicción.

La criatura lo observa cuidadosamente, con una mezcla de desprecio y curiosidad, antes de cuestionarlo:

—¿De verdad? Entonces, ¿por qué te aferras tanto? —

Lucifer cerró los ojos un instante, dejando que una profunda paz lo envolviera, antes de responder con serenidad:

—Porque tengo fe. Fe en que puedo lograrlo

La entidad permaneció en silencio, sus cadenas resonando con frustración mientras las palabras de Lucifer se esparcían como ecos en el abismo que los rodeaba. Pero aquel mutismo, los pensamientos de la entidad explotaron. En un estallido de ira incontrolable, la criatura se abalanzó hacia él con intenciones asesinas, solo para ser detenida una vez más por las cadenas que la aprisionaban, incapaz de ni siquiera rozarlo.

—¡Maldito idiota! —rugió la entidad.

—Crees que puedes cambiar algo? En el fondo sabes que no puedes, solo tratas de ocultar lo que eres para evitar la realidad.

Su voz retumbaba, cargada de odio:

—¡Eres un monstruo! Un monstruo destinado a destruirlo todo. No mereces el amor de nadie ni el derecho a decidir. 

—Nuestro destino ya está escrito. Nuestro derecho está definido: debemos matarlos a todos, vengarnos por lo que este mundo nos hizo.

Lucifer, imperturbable, respondió con una tranquilidad que desarmaba el pensamiento de la entidad:

—Eso nunca ha sido nuestro derecho. Nuestro destino…ni siquiera existe—

—¡Falso! —gritó la entidad, aferrándose a sus convicciones. 

—Fuimos destruidos por ellos y renacimos como sus destructores. Ese es nuestro propósito, lo que debemos hacer.

—¿Por qué te aferras tanto a esa idea? —preguntó Lucifer con calma.

La entidad quedó paralizada, incapaz de responder. Un silencio incómodo se extiende entre ambos, como una sombra pesada. Poco a poco, la duda comenzó a calar en ella.

—Yo… no lo sé —admitió finalmente con un tono indeciso.

Lucifer inclinó la cabeza con comprensión.

—Estás mintiendo. Sí lo sabes. Solo te niegas a aceptarlo

—¡No trates de engañarme! —replicó la entidad con furia. 

—Tú eres quien se niega a aceptar la verdad. ¡Tú eres quien se aferra! —

Lucifer negó suavemente con la cabeza.

—No estoy tratando de engañarte.

—¡Cállate! ¡Cierra la maldita boca de una vez! —vociferó la criatura, aún más enojada.

—No lo haré hasta que respondas. ¿Por qué te aferras a esto? —insistió Lucifer.

Esa pregunta resonaba como un eco profundo en la mente de la criatura. Se negaba a enfrentar la realidad, refugiándose en su propia visión distorsionada de los hechos. Finalmente, con una amarga carcajada, la entidad soltó:

—¡Me temes! Por eso haces todo esto, ¿verdad? Intenta manipularme para olvidar lo que hicimos, para sentirte mejor contigo mismo. Pero sabes que yo soy tu pasado

La criatura se inclina hacia adelante, encadenada, con una sonrisa cargada de oscuridad.

—El pasado no se puede cambiar ni olvidar. Siempre estaré contigo. No importa lo que hagas, jamás podrás remediar lo que hicimos.

Lucifer dio un paso al frente, con una mirada llena de empatía y sin el menor rastro de odio o miedo.

—Nunca he entendido a las personas que dicen que hay que dejar atrás el pasado —comentó con calma. 

—Pienso que son cobardes, personas que se avergüenzan de lo que hicieron —

La criatura lo observa con desconfianza mientras Lucifer continúa acercándose.

—Creen que, al tirar la llave, todo se soluciona. Pero yo no lo veo así.

La entidad retrocedió instintivamente, aunque las cadenas la mantenían en su lugar.

—El pasado no debe ser algo que se olvide. Todo lo contrario, debe ser registrado. Yo sé lo que hice y lo acepto.

La voz de Lucifer se llenó de una firme convicción:

—Sé que soy un monstruo. Una aberración. Una maldición que no puede ser erradicada. Y lo acepto—

Se detuvo frente a la criatura, mirándola directamente a los ojos.

—Te acepto—

Lucifer extendiendo una mano hacia ella, mientras sus palabras resonaban con calidez y fuerza.

—No te temo ni busco cambiarte. Porque eres tan importante para mí como lo que soy ahora.

La criatura lo miró fijamente, su ira comenzando a desvanecerse. Con voz entrecortada, respondió:

—Yo… tengo miedo —

Lucifer no apartó su mano, su mirada permaneció serena.

—¿Miedo? ¿De qué?

—... De que me vuelvan a lastimar —confesó la criatura, dejando caer sus defensas.

—No te preocupes... No dejaré que eso vuelva a pasar —prometió Lucifer, sonriendo con una calidez que la criatura nunca había sentido antes.

Por primera vez, la entidad expandió su mano, aceptando la de Lucifer. En ese instante, una poderosa luz inundó el lugar, envolviéndolos en un destello cegador.

Cuando la luz se desvaneció, la criatura abrió los ojos y se encontró en un lugar completamente distinto. Estaba en un hermoso prado, lleno de grandes árboles, un suelo cubierto de hierba verde y un cielo cálido y despejado.

Ahora sin cadenas, la criatura miró sus manos, descubriendo que ya no era aquella fuerza oscura de pura maldad. Había tomado la forma de un niño con infinitas cicatrices marcando su cuerpo, reflejo de su sufrimiento. Sorprendentemente, su rostro era idéntico al de Lucifer, aunque más joven y vulnerable.

—Es hermoso, ¿verdad? —preguntó Lucifer, a su lado.

La criatura ascendiendo, conmovida.

—Sí… es hermoso—

—Momentos como este no son comunes para nosotros. Por eso son tan únicos. Hay que apreciarlos —reflexionó Lucifer.

—Crees que es posible cambiarlo? —preguntó la criatura con timidez.

—...No lo sé. Pero hay que intentarlo —respondió Lucifer con una leve sonrisa.

—Ya lo intentaste antes y no pudiste. ¿Por qué repetirlo? —cuestionó la criatura.

—No lo sé. Simplemente quiero hacerlo —admitió Lucifer.

La criatura guardó silencio antes de hablar nuevamente:

—Está bien. Pero prométeme que no dejaremos que nos convirtamos en esa otra vez — expreso la entidad con miedo en su mirada.

—Lo prometo —aseguró Lucifer.

En un gesto inesperado, abrazó con fuerza a la criatura. Esta, sorprendida, dejó escapar una leve sonrisa acompañada por una lagrima de tristeza.

—Está bien —murmuró la entidad antes de desvanecerse completamente. 

—Gracias por mostrarme esto —agrego la entidad, desvaneciéndose en el aire con una mirada llena de paz en su rostro. 

Lucifer, con un poco de tristeza en su tono, respondió al vacío:

—De nada—

Tras el conmovedor momento vivido en su meditación, Lucifer sintió cómo una oleada de energía inmensa fluía por sus venas. Había logrado despertar su núcleo, pero una sensación extraña comenzó a invadirlo, perturbando su calma.

Al abrir los ojos, descubrió que la causa de esta interrupción no era otra que Eleyn, quien había entrado en la habitación con un plato de comida que había traído a escondidas para él.

—Mira, te traje comida —dijo Eleyn con una amable sonrisa mientras le entregaba el plato, que contenía vegetales, un trozo de carne y arroz.

Lucifer tomó el plato con gratitud, inclinando ligeramente la cabeza en señal de agradecimiento.

—Gracias, es un bonito gesto de tu parte—

Sin perder tiempo, comenzó a comer. Cada bocado reflejaba una sorprendente elegancia y educación, algo que dejó a Eleyn impresionada.

—Qué refinado eres, especialmente para alguien de tu edad —comentó ella con admiración.

Lucifer levantó la vista y respondió con tranquilidad:

—Me lloro rodeado de personas con mucha etiqueta. Supongo que lo aprenderé de ellos—

—Me gustaría que mi hija fuera así… — susurró Eleyn, dejando escapar una expresión de disgusto.

Lucifer arqueó una ceja, intrigado.

—No sabía que tenías una hija —

—Sí, tiene casi tu edad, pero… —Eleyn hizo una pausa antes de continuar con un tono desanimado. 

—Es muy engreída y egocéntrica —

Lucifer reflexionó un momento antes de responder:

—Eso es curioso. Viendo tu forma de ser, habría pensado que tal vez tomó esas actitudes de su padre.

Eleyn se siente cómoda y muestra una pequeña sonrisa.

—No, su padre nunca ha sido alguien engreído ni egocéntrico. Es un hombre que siempre se preocupa por su familia y prioriza el bienestar de todos. Es un buen hombre -

Lucifer inclinó la cabeza con curiosidad renovada.

— Entonces ¿por qué crees que tu hija es así? —

Ante esta pregunta, Eleyn guardó silencio. Su mirada se perdió en el vacío, reflejando una mezcla de melancolía y tristeza, como si reviviera recuerdos dolorosos. Lucifer, notando su reacción, decidió no insistir.

—No necesitas responderme si no te sientes cómoda. Está bien, no quise incomodarte —dijo, devolviéndole el plato vacío con cortesía. 

—Todos tenemos nuestras propias dificultades. Fue imprudente de mi parte preguntarte algo tan personal— expresó Lucifer.

—lo siento —agregó Lucifer.

—No tienes por qué disculparte —respondió Eleyn con voz temblorosa. 

—Es solo que... nunca he tenido una buena relación con mi hija—

Se detuvo un momento, como buscando las palabras adecuadas para expresar lo que sentía. Finalmente, agregó:

—Somos tan diferentes que nuestra relación madre e hija apenas existe. Más allá de compartir la misma sangre, somos como dos extrañas —

Lucifer la observó en silencio, permitiéndole continuar.

—He intentado tantas veces crear buenos recuerdos, forjar un vínculo con ella… —Eleyn suspiro profundamente, su rostro reflejando frustración. 

—Pero nada funciona. Ella no empatiza conmigo, y aunque la amo con todo mi corazón, a veces me resulta insoportable su actitud arrogante.

Las palabras de Eleyn estaban cargadas de amargura y frustración. Durante horas, se desahogó con Lucifer, compartiéndole los detalles de la complicada relación con su hija. Él la escuchó pacientemente, sin interrumpir, brindándole un espacio seguro para hablar.

Cuando Eleyn finalmente quedó sin palabras, el cansancio comenzó a notarse en su rostro. Con un suspiro más ligero que los anteriores, se levantó del suelo.

—Ya es tarde. Creo que debería irme a descansar. Gracias por escucharme, Lucifer —

—No hay de qué. Espero que te sientas un poco mejor —respondió él con amabilidad, observando cómo ella se marchaba de la habitación.

Antes de salir, Eleyn le dedicó una pequeña sonrisa, menos afligida que antes. Lucifer la siguió con la mirada hasta que la puerta se cerró, dejando la habitación nuevamente en silencio.

Con calma, se recostó en la cama, mirando el techo mientras su mente vagaba entre pensamientos. El ambiente se volvió aún más tranquilo cuando, de pronto, las luces de la habitación se apagaron.

En la penumbra, Lucifer murmuró para sí mismo, esbozando una leve sonrisa:

—Qué difícil debe ser tener hijos — con ese pensamiento, cerró los ojos y dejó que el sueño lo envolviera.