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Chapter 4 - Caras nuevas

Pocas horas después de la feroz batalla, cientos de naves intergalácticas llegaron al planeta, aterrizando en bosques, pueblos y montañas; lugares poco habitados donde las probabilidades de encontrarse con infectados eran mínimas. Estas naves habían sido enviadas por la UHO, la Unión Hiperversal del Orden , una organización encargada de salvar toda forma de vida consciente no infectada por el temible virus Terror .

Miles de soldados, equipados con trajes de contingencia reforzados con nanotecnología, descendieron de las naves portando armas de plasma de alta potencia. Inspeccionaron las áreas cercanas con cautela, asegurándose de que no hubiera peligros inminentes.

Tras esta primera inspección, avanzaron máquinas de rastreo en busca de cualquier forma de vida consciente en el planeta. Había una gran variedad de estas máquinas, desde drones voladores hasta androides humanoides. Exploraron minuciosamente cada rincón, recorriendo ciudades, pueblos y paisajes desolados. Sin embargo, después de varias horas de búsqueda intensiva, los datos recopilados dejaron atónitos a todos: no había ni un solo rastro de vida en el planeta.

El informe era claro: existencia de vida consciente, 0%. Pero lo más desconcertante fue que tampoco se detectan rastros de infectados por el virus.

Sorprendidos y sin respuestas ante este extraño suceso, la mayoría de las naves intergalácticas decidieron abandonar el planeta. No obstante, una de ellas permaneció en órbita.

—No podemos irnos aún… Podría haber sobrevivientes ocultos — afirmó una hermosa mujer de largo cabello blanco y ojos plateados con forma felina, cuyo rostro reflejaba preocupación mientras hablaba con el capitán de la nave.

El capitán era un hombre peculiar, con una apariencia infantil, cuernos de demonio y profundas ojeras que revelaban su agotamiento. Se encontraba en la sala central de la nave, rodeada de numerosos tripulantes trabajando en sus puestos para garantizar el funcionamiento óptimo de la nave.

—Eleyn, los datos son concluyentes. No hay nadie en este planeta — respondió el capitán con un profundo suspiro, dejando entrever el cansancio acumulado por el arduo trabajo diario.

—Pero los datos podrían estar equivocados… ¡Quizás pasaron algo por alto! — insistió Eleyn, con una mirada cargada de ternura y esperanza, intentando ablandar el corazón agotado del capitán.

El capitán la miró con resignación.

—Tengo tanto sueño... Necesito descansar. Está bien, te daré hasta mañana. Si no encuentras nada, nos iremos— comentó usando esto como excusa para tomarse un pequeño descanso.

Al escuchar esto, Eleyn no pudo evitar saltar de alegría. Antes de marcharse, agradeció al capitán con una sonrisa radiante. Por su parte, el joven capitán, agotado, decidió tomar ese día como un merecido descanso.

—Chicos, tenemos un día libre. No sé ustedes, pero yo me voy a dormir… — anunció justo antes de desmayarse en el suelo por el cansancio.

La tripulación, al escuchar el anuncio, se quedó en júbilo. Muchos se acomodaron en sus puestos, dispuestos a aprovechar al máximo esta rara oportunidad de descanso.

Mientras tanto, Eleyn recorría con entusiasmo los largos pasillos de la nave. Al salir al exterior, se encontró con un hermoso pueblo abandonado donde los soldados mantenían una estricta vigilancia para proteger la nave de cualquier amenaza.

—Hacía tanto que no salía al aire libre… — murmuró Eleyn mientras inhalaba profundamente, disfrutando del aire fresco.

Sin perder más tiempo, comenzó a buscar al general de las tropas. Lo encontré en la cima de una casa de tres pisos, observando los alrededores con atención. Con un ágil salto, Eleyn subió hasta donde él estaba.

—Rex, ¿podrías acompañarme? —preguntó con una sonrisa mientras se acercaba.

Rex, el general de las tropas, se volteó para responder. Era un hombre joven, sorprendentemente atractivo para el cargo que ostentaba. Su cabello oscuro brillaba bajo la luz del sol, y sus ojos dorados, parecidos a un atardecer, transmitían una mezcla de serenidad y determinación. Vestía un uniforme oscuro que acentuaba su porte elegante y profesional.

— ¿Qué haces aquí? Podría ser peligroso. Regresa a la nave y más tarde hablamos —respondió Rex con seriedad, devolviendo su mirada hacia el frente.

—No te preocupes, Rex. Los datos dicen que no hay personas infectadas — alegó Eleyn con una sonrisa mientras se acercaba a él.

—Así que no hay problema con que salga—

Eleyn colocó una mano sobre el hombro de Rex, pero este permaneció impasible, sin reaccionar.

—Tanto tú como yo desconfiamos de esos datos— susurro Rex quien desconfiaba de lo recopilado, manteniendo una fría mirada en los alrededores.

—Qué frío eres conmigo… Y yo que venía a pedirte que me acompañes a buscar sobrevivientes — dijo Eleyn con un tono lastimero, haciendo una pausa antes de continuar.

—Supongo que tendré que ir sola…—

Con una mirada fingidamente triste, Eleyn se dio la vuelta para marcharse. Sus palabras, cargadas de una hábil manipulación emocional, golpearon la moral de Rex como una trampa de la que no pudo escapar. Resignado, dejó escapar un profundo suspiro.

—Está bien… Te acompañaré—

Al escuchar esto, Eleyn no pudo contener su alegría y dio un pequeño salto de felicidad.

Momentos después, ambos se encontraron a bordo de una nave voladora, recorriendo los cielos en busca de cualquier rastro de vida consciente.

—Es extraño que los datos hayan arrojado esos resultados, ¿no crees? — dijo Eleyn, observando con asombro los paisajes desolados que pasaban bajo ellos.

—No suelo confiar completamente en los datos, pero no puedo negar que esto es muy extraño —respondió Rex mientras revisaba el radar de la nave.

—Algo así nunca había ocurrido. Parece que este planeta es especial. Es una pena que no podamos investigarlo a fondo—

—Sí, lo es… —murmuró Eleyn, con la mirada perdida en el horizonte, reflejando un sentimiento de lástima.

—Aunque llevamos más de un año haciendo esto, no dejo de sentir tristeza ver estos lugares—

Su tono, cargado de melancolía, reflejaba el dolor que sentía al sobrevolar ciudades y pueblos abandonados, donde alguna vez prosperaron millas de familias.

—Yo también siento lo mismo — admitió Rex.

—Pensar en ello es devastador. Era un planeta próspero que albergaba más de quince mil billones de habitantes… Reducido a esto—

—Es una pena—

Eleyn giró para mirarlo, sus ojos reflejaban una profunda tristeza.

—Ojalá este tipo de tragedias nunca volvieran a ocurrir…— comento Eleyn.

—Yo también lo deseo, aunque sé que es imposible —contestó Rex mientras tomaba la mano de Eleyn con suavidad.

Por unos minutos, el ambiente quedó envuelto en un silencio pesado, cargado de emociones que ninguno de los dos se atrevía a expresar con palabras.

Finalmente, la nave llegó a la zona donde Lucifer había combatido a los infectados. Ambos quedaron atónitos ante el panorama que se desplegaba frente a ellos. Todo estaba completamente destruido, como si una guerra civil catastrófica hubiera ocurrido recientemente. Eleyn y Rex apenas podían procesar lo que estaban viendo.

— ¿Qué demonios es esto? —preguntó Rex, incrédulo, mientras inspeccionaba el paisaje arrasado.

Aunque había presenciado y participado en conflictos mucho más devastadores, algo como esto en este lugar le provocaba una sensación de inquietud que no podía ignorar.

—Crees que esto fue obra del último contraataque de los sobrevivientes de este planeta? —sugirió Eleyn, intentando encontrar una explicación.

—Imposible. Normalmente, el 95% de la población queda infectada por el virus, y sólo un 5% sobrevive—

—No hay forma de que un porcentaje tan bajo pudiera causar esta destrucción, especialmente teniendo en cuenta que este planeta carecía de armamento pesado — explicó Rex mientras examinaba con más detenimiento los alrededores.

—Para causar algo de esta magnitud se necesitarían varias docenas de bombas nucleares, y este planeta no tenía acceso a ese tipo de armas—

—Entonces… ¿Podría ser obra de un portador de núcleo o quizás de un bendecido? —propuso Eleyn con cierta incertidumbre.

—Es probable, aunque no puedo asegurarlo. Lo único que sí sé con certeza es que esto… —Rex hizo una pausa, mirando los restos del paisaje.

—Esto fue lo que acabó con todos los infectados—

El silencio se volvió a imponer, mientras ambos intentaban procesar el significado de lo que acababan de descubrir.

—Todo parece haber ocurrido hace poco. Tal vez podamos encontrar pistas sobre quién hizo esto — propuso Eleyn, ansiosa por descubrir respuestas.

Rex apoyó la idea con un ligero entusiasmo, y ambos comenzaron a buscar en el área circundante. Pasaron varias horas explorando, pero cuando el atardecer se aproximaba y sin haber encontrado nada relevante, decidieron regresar a la nave para organizar una búsqueda con más ayuda.

Mientras regresaban, el radar de la nave se activó inesperadamente, señalando una anomalía en una de las mayores ciudades del planeta. Sin dudarlo, Rex y Eleyn aprovecharon la oportunidad y se dirigieron rápidamente hacia ese lugar.

Al llegar, notaron que la ciudad estaba completamente destruida, un panorama que ya no les sorprendía tras los eventos recientes. Sin embargo, mientras exploraban, algo los sobresaltó: en la lejanía del puente intercontinental, distinguieron la silueta de un niño.

Descendieron cerca del lugar y, al acercarse, encontraron al niño tirado en el suelo, con una herida terrible en el estómago de la que se escapaban litros y litros de sangre.

Sin dudarlo, lo levantaron con suma delicadeza y lo llevaron a bordo de la nave. Una vez allí, Eleyn empleó una técnica curativa avanzada para estabilizar al niño, pero al examinarlo con más detalle, quedó horrorizada:

El niño no solo tenía el gran orificio en el abdomen; sus órganos estaban destrozados, sus huesos pulverizados, sus músculos desgarrados, múltiples contusiones y hemorragias cerebrales, varias hemorragias internas… Cada centímetro de su cuerpo estaba cubierto de heridas letales.

La sola idea de que el niño siguiera con vida a pesar de semejante estado era inconcebible. Eleyn trató de curar algunas de las heridas, pero eran demasiadas y demasiado graves para que pudiera manejarlas sola.

Rex, aunque igual de atónito, dejó sus dudas de lado y priorizó el bienestar del niño. Activó la máxima velocidad de la nave y se dirigió a la base intergaláctica, donde contó con los recursos necesarios para salvarle la vida.

En pocos minutos, llegaron a la nave principal. Un grupo de soldados los recibió inmediatamente, y al ver el estado crítico del niño, llamaron a los doctores de emergencia. Sin siquiera pasar por el protocolo de análisis para verificar si estaba infectado, priorizaron su atención médica.

Lucifer fue colocado en una camilla médica dentro de una sala equipada con la tecnología más avanzada. Una máquina escaneó su cuerpo y detectó las múltiples heridas letales. Los análisis iniciales arrojaron una alarmante probabilidad de supervivencia: menos del 3%.

A pesar de ello, los doctores se esforzaron al máximo. Utilizaron tejidos artificiales para reparar los órganos, nanotecnología para reconstruir los huesos y músculos, y llevaron a cabo numerosas cirugías para detener las hemorragias internas. También realizaron transfusiones, empleando más de dos litros de sangre para compensar la pérdida masiva.

Después de más de cuatro horas de arduo trabajo, lograron estabilizar a Lucifer. Aunque su vida ya no corría peligro inmediato, el daño cerebral severo que había sufrido obligó a los médicos a inducirlo en un coma para garantizar su recuperación.

Eleyn, quien había esperado todas esas horas de pie frente a la sala de operaciones, finalmente pudo respirar aliviada. Su preocupación había sido evidente desde el inicio, y no se había movido del lugar ni un instante. Rex, por su parte, permaneció a su lado en silencio, acompañándola en todo momento.

Cuando los médicos terminaron la cirugía, Eleyn y Rex ingresaron a la habitación. Al ver a Lucifer estabilizado y fuera de peligro, sintieron una profunda alegría y agradecieron sinceramente a los doctores que se marcharon. Sin embargo, uno de ellos, intrigado, les hizo una pregunta que dejó a ambos desconcertados.

— ¿Dónde encontraron a este niño? —preguntó uno de los doctores, con una expresión de asombro evidente en su rostro.

—Lo encontramos por pura suerte, en uno de los puentes intercontinentales cercanos —respondió Rex.

—¿En serio? Sorprendente. Nunca había visto a alguien con semejante cantidad de daños en su cuerpo—continuó el doctor, claramente impresionado.

—¿Tienes alguna idea de cómo sufrió todas esas heridas?— pregunto intrigado por el origen de estas.

—No lo sabemos. Tendremos que preguntárselo cuando despierte —respondió Eleyn, mirando con preocupación a Lucifer, que yacía en la cama.

—Aunque algo es claro, este niño no es nada normal— agregó Eleyn mirando con intriga a Lucifer.

El doctor esbozó una leve sonrisa ante las palabras de Eleyn, sin embargo, su mirada cambió a una más seria, colocándola sobre Rex, quien rápidamente entendió el significado de esta mirada.

—Rex, necesito hablar contigo de algo importante. ¿Te molestaría acompañarme? —comentó el doctor.

Rex aceptó y se despidió de Eleyn, quien decidió quedarse en la habitación para cuidar de Lucifer.

Mientras caminaban por los largos pasillos de la nave, un incómodo silencio se instaló entre ellos. Finalmente, el doctor rompió el mutismo:

—Rex, debería hablar de esto directamente con el capitán, pero siento que es mejor comentártelo a ti primero—

—¿Qué ocurre? —preguntó a Rex con seriedad.

—Bueno… ¿por dónde empezar? — el doctor hizo una pausa antes de continuar.

—Como sabes, el virus Terror puede pasar desapercibido en los escáneres y exámenes médicos. Y tú ya debes haber deducido que este niño es un portador de núcleo—

—Esto significa que, si está infectado, podría representar una amenaza catastrófica para todos nosotros.— explico el doctor don Seriedad.

—Lo sé, y acepta el riesgo —contestó Rex con calma.

—Es inusual que tomes este tipo de decisiones, pero está bien. Mientras te hagas responsable y no ocurra nada malo, no habrá problemas— comento el doctor con extrañeza.

—Sin embargo, hay algo más que debo decirte: este niño es humano. Algo extraño, considerando lo que pasó con esa raza— con un poco de asombro en su tono.

Al escuchar esto, Rex quedó completamente anonadado.

—Imposible. Los humanos se extinguieron hace eones, y su material genético se perdió con el tiempo. Es absurdo que él sea un humano —replicó Rex, incrédulo de esta información.

—Yo pensaba lo mismo, pero los análisis no mienten. Ese niño es el último humano existente —afirmó el médico con seguridad.

—Si eso es cierto, entonces ese niño debería tener eones de vida, o al menos milenios —respondió Rex, aún tratando de procesar la información.

—Aquí es donde se pone más extraño —continuó el doctor.

—Técnicamente, ese niño solo tiene 9 meses de vida. Aunque su apariencia corresponde a alguien de entre 8 y 10 años, en realidad, desde un punto de vista biológico, es un bebé— aclaro el doctor.

—Eso no tiene ningún sentido. Es totalmente ilógico —exclamó Rex.

—Estoy de acuerdo, pero mis análisis nunca fallan. Esto es lo que los datos muestran, y no hay margen de error —insistió el doctor.

Rex suspiró profundamente, con la mente invadida por preguntas y una inquietante falta de respuestas. Estaba claro que solo ese misterioso niño podría darles las explicaciones que necesitaban.

—Alguien más sabe esto? —preguntó finalmente Rex.

—Solo yo. Ninguno de los otros doctores se dio cuenta de estos detalles —respondió el doctor.

—Bien. No le digas nada a nadie más, excepto al capitán. Él tiene derecho a saberlo, pero será la única excepción. Nadie más debe enterarse —ordenó Rex.

— ¿Estás seguro de confiar en el capi? —preguntó el doctor, algo inseguro.

—Sí, absolutamente. Confío en que él sabrá manejar esta información con la discreción necesaria —afirmó Rex.

Aunque con ciertas dudas, el doctor aceptó la decisión, demostrando la confianza que tenía en Rex. Juntos, se dirigieron hacia la sala donde se encontraba el capitán.

Mientras tanto, en la habitación de Lucifer, Eleyn examinaba con curiosidad las avanzadas máquinas médicas que monitoreaban al niño. Su mirada se posaba ocasionalmente sobre él, quien permanecía inconsciente en la camilla, sumido en un sueño profundo que ocultaba las respuestas a todos los enigmas que ahora ocupaban su mente.

Aunque se suponía que Eleyn debía cuidar de Lucifer, parecía más interesada en el funcionamiento de las máquinas que en el estado del niño. Absorta en sus observaciones, no se percató de que, de manera inesperada, Lucifer había despertado de su coma inducido, a pesar de que no habían transcurrido ni una hora desde la intervención.

Lucifer abrió los ojos, examinando su entorno con sorpresa. Rápidamente dedujo que estaba en una sala médica. Cuando notó la presencia de Eleyn, no pudo evitar mostrar una expresión de asombro y nostalgia, aunque ella seguía sin darse cuenta de que él había despertado.

Pasaron varios minutos y Eleyn continuaba concentrada en las máquinas. Lucifer, algo extrañado por la situación, esperando una reacción distinta, decidió levantarse de la camilla. Al hacerlo, notó que llevaba la clásica ropa médica para pacientes, lo que le resultó un poco incómodo.

Se acercó a Eleyn por detrás y, con una voz tímida y algo cortada, preguntó:

—Disculpe, señorita… ¿sabe dónde estoy?—

Eleyn se giró de inmediato y, al ver a Lucifer de pie frente a ella, quedó completamente impactada. No esperaba que despertara tan pronto y mucho menos que estuviera en tan buen estado.

—¿Eh...? ¿Estás despierto? ¿Cómo te recuperaste tan rápido? —exclamó con asombro, examinándolo de pies a cabeza.

Lucifer, visiblemente avergonzado por la minuciosa mirada de Eleyn, desvió la vista y respondió con voz temblorosa:

—Es… complicado explicarlo. Pero, digamos que mi recuperación es más rápida de lo normal—

—¿Una recuperación más rápida de lo normal? —repitió Eleyn, llevándose una mano al mentón mientras reflexionaba por unos segundos.

—Existen razas guerreras con capacidades de regeneración acelerada, pero ninguna tan extrema como la tuya— agrego desconfiando de esta afirmación.

Lucifer permaneció en silencio, con la mirada fija en el suelo para evitar el contacto visual.

—Pero está bien, al final todos somos únicos de alguna manera —comentó Eleyn, dejando a un lado sus dudas. Sonrió de manera encantadora y, sin previo aviso, tomó las manos de Lucifer.

—Vamos, te llevaré a los vestidores para darte ropa más cómoda—

Lucifer, sorprendido y algo incómodo, la siguió en silencio mientras caminaban por los pasillos de la nave.

—Hemos llegado. Bienvenido a la zona de vestidores — anunció Eleyn con entusiasmo, señalando una puerta corrediza hecha de materiales blindados. Sobre ella, una placa con inscripciones similares a jeroglíficos marcaba claramente el lugar.

Al entrar, se encontraron con numerosas taquillas donde los soldados y tripulantes dejaban sus pertenencias. Eleyn abrió una de ellas y sacó una prenda que se asemejaba al estilo de ropa que Lucifer llevaba antes.

—Mira, ten esto y póntelo —dijo con una cálida sonrisa mientras acariciaba la cabeza de Lucifer.

—No puedo aceptarlo. No me pertenece —respondió Lucifer, devolviéndole la prenda con una mezcla de respeto y culpa al sentir una conexión emocional con ella.

—No te preocupes. Esta era de mi esposo cuando era joven. La guardé como un bonito recuerdo, pero él ya no la usa. Es mejor dártela a ti que dejarla acumular polvo —explicó Eleyn, entregándole nuevamente la prenda.

Lucifer, sin otra opción, aceptó el gesto y se dirigió al vestidor para cambiarse, mientras Eleyn esperaba afuera. Pasaron algunos minutos antes de que él saliera con su nuevo atuendo.

—¡Te queda perfecto! —afirmó Eleyn con alegría.

—Al principio pensé que te quedaría grande, pero por suerte no fue así. Eso es bueno—

Tras un breve silencio, Eleyn recordó algo importante:

—¡Ah! Casi lo olvido. Mi nombre es Eleyn Kinryu. ¿Cuál es el tuyo?—

—Mi nombre es Lucifer. Es un honor conocerte, Eleyn —respondió él con una ligera reverencia.

—El honor es mío, Lucifer —replicó ella, colocando una mano sobre su cabeza y regalándole una cariñosa sonrisa.

Ese momento de alegría y calma fue abruptamente interrumpido por la llegada de un gran número de soldados. Entraron de manera brusca y, sin dudarlo, apuntaron sus armas directamente hacia Lucifer, ignorando el hecho de que Eleyn estaba a su lado.

La atmósfera cambió de inmediato. Lucifer, al percatarse de la amenaza, dejó atrás su expresión apacible; su mirada se volvió fría y cortante, reflejando una resolución implacable. Su postura se tensó mientras se preparaba para defenderse, evaluando cada movimiento de los soldados y asegurándose de posicionarse de manera que pudiera proteger a Eleyn si se llegaba a un enfrentamiento.

El ambiente se llenó de tensión. Ninguna palabra se pronunciaba, solo el eco del respirar contenido y el leve sonido de los mecanismos de las armas al ajustarse. Todo parecía estar a punto de estallar cuando, de repente, el capitán hizo su aparición.

Vestido con su impecable uniforme, el capitán caminó con pasos firmes hacia el centro de la habitación, sosteniendo unas esposas especiales en sus manos. Su mirada estaba cargada de desconfianza y precaución mientras observaba a Lucifer.