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Chapter 24 - Capítulo 24: Descanso en la parrilla

Después de que hicimos todo el papeleo, o mejor dicho, después de que Aria lo hizo por mí —según ella, mi despreocupada forma de ser se reflejaba incluso en mi pésima caligrafía—, nos despedimos del viejo padrecito, cuyo nombre no me molesté en aprender.

Había algo particularmente pesado en el aire al salir de la iglesia. Esta había sido, sin lugar a dudas, una de las peores misiones de nuestras vidas. Los moretones y las quemaduras eran normales, parte del día a día, pero lo que no era cotidiano era que el demonio que había pasado años conteniendo estuviera ahora más libre que nunca.

Y como si eso no fuera suficiente, teníamos en nuestro poder un grimorio que prácticamente gritaba "maldito" y un devorador de pecados tras Laplace.

—Ignis, creo que necesito unas vacaciones —dijo Aria, su voz rompiendo el tren de pensamientos fatalistas que recorrían mi mente.

—Yo un nuevo trabajo. ¿Sabes? Tal vez con mi fuego divino pueda intentar ser chef o repostero.

Aria giró la cabeza hacia mí, una ceja alzada y una pequeña sonrisa asomando en su rostro.

—¿Cómo le haces para bromear en cualquier situación?

—Mi mami dice que me caí de chiquito y mi psicóloga dice que el humor lo uso como mecanismo de defensa. Tú decides a quién creerle.

—Yo creo que te caíste.

—En fin, mi dulce compañera, yo digo que una vez llegando a la ciudad vayamos a las oficinas de Éxodo y tomemos unas merecidas vacaciones.

—Eso parece lo más sensato que has dicho en tu vida.

Caminamos en silencio por un rato, dejando que el crujido de nuestras botas contra la tierra seca llenara el espacio entre nosotros. Por un momento, parecía que la calma estaba regresando, al menos en apariencia.

Pero en el fondo de mi mente, Laplace permanecía inquieto, como un depredador acechando en la sombra.

"Vacaciones... Qué adorable. Pero sabes tan bien como yo que esto no termina aquí. Ese libro, Ignis. Esa pequeña joya maldita que tienes, ¿cuánto crees que podrás resistir antes de abrirlo?"

Ignoré su voz, aunque la tentación ardía como brasas bajo mi piel. Desde que lo toqué, el grimorio parecía estar latiendo en el fondo de mi consciencia, llamándome de forma casi imperceptible.

—Ignis. ¿Qué piensas hacer con el libro? —preguntó finalmente Aria, rompiendo el silencio.

—Nada, por ahora. Lo mantendré cerrado.

—¿Y después?

—No lo sé. —La honestidad de mis palabras me pesó más de lo que esperaba.

Ella asintió, aunque parecía insatisfecha con mi respuesta.

—Espero que cuando decidas, sea antes de que él decida por ti.

Antes de que pudiera responder, sentí algo. No era Laplace. Era externo. Un escalofrío recorrió mi espalda, y por el rabillo del ojo noté a Aria detenerse en seco.

—¿Lo sientes? —preguntó, su voz baja pero tensa.

Asentí. Era como si alguien nos estuviera observando desde lejos, pero la sensación no era solo eso. Era hambre. Una presencia voraz que parecía acechar entre las sombras del camino.

De la nada, una figura encapuchada apareció frente a nosotros, como si la oscuridad misma la hubiera parido. No dijo nada al principio, solo se quedó ahí, inmóvil.

—Entreguen el libro —dijo finalmente, su voz baja, casi como un gruñido.

—Qué original —respondí, tratando de mantener la compostura mientras mi mano se acercaba lentamente a mi arma.

La figura no se movió, pero la presión en el aire aumentó, haciendo que mi respiración se volviera más pesada.

—Ignis —murmuró Aria, poniéndose en posición defensiva, su luz comenzando a brillar tenuemente alrededor de sus manos.

—Solo es uno —le dije, aunque sabía que no debía subestimarlo.

La figura extendió una mano, y una energía negra, casi líquida, comenzó a formarse en su palma.

—Última oportunidad. Entréguenlo o serán consumidos.

—Por favor, intenta. Necesito algo de ejercicio —respondí, dejando que mi fuego divino comenzara a recorrer mis brazos.

La figura atacó, pero esta vez no era solo un enemigo. Sentí el grimorio vibrar en mi espalda, como si se alimentara de la energía que la figura emanaba.

Aria y yo nos movimos al unísono, bloqueando y contraatacando, pero cada golpe parecía alimentar algo más oscuro en el ambiente. Laplace no tardó en hacer su comentario.

"Oh, Ignis. Esto se está poniendo interesante. ¿Qué harás cuando no puedas contenerlo más?"