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Chapter 8 - Sobre los cielos Capitulo 8 - "La Senda del Crecimiento"

Al regresar a la realidad, Zhou estaba lleno de emociones encontradas. Jamás había experimentado algo tan sublime e inquietante como lo que acababa de ver.

"No puedo creerlo", murmuró, como si temiera que ponerlo en voz alta rompiera el hechizo. Lo que había contemplado no se comparaba con nada en su vida ordinaria; era un vasto conocimiento que lo desbordaba, como un océano de entendimiento inexplicable. La mente le jugaba una batalla entre la razón y la maravilla.

Por un momento, le resultó casi imposible mantener la calma. Toda su vida había sido un humano común, con preocupaciones sencillas, y ahora, frente a esta revelación, le costaba aceptar que no era solo un sueño. Aun así, bajo el peso de esas nuevas verdades, se esforzaba por mantener su cordura, pero este último descubrimiento… era la gota que rebasaba el vaso.

Un sudor frío recorrió su cuerpo y su frente se tornó azulada por el miedo. Comprender lo que había visto y sentir cómo desnudaba sus temores más profundos le hizo ver esta nueva realidad con una intensidad abrumadora. Temblando, abrazó sus piernas mientras se mantenía en el suelo, negándose a aceptar lo que ahora sabía.

Un dolor crecía en su pecho, como una bestia atrapada entre costillas, furiosa y doliente. Con el peso de esta existencia tan diferente, la simple vida que recordaba parecía desvanecerse en sus recuerdos, como un sueño hermoso. Ya no estaba seguro de qué era real: ¿la vida que siempre había vivido o esta nueva y aterradora existencia?

Solo, sin nada ni nadie a quien aferrarse en un mundo hostil, era vulnerable, frágil… humano. Recordó la batalla entre el lobo-tigre y la bestia, escenas de fuerza y desesperación. Ahora comprendía que dependería únicamente de él mismo para encontrar su camino o resignarse a perderse en esta realidad desconocida.

Zhou intentó mantenerse firme, respirando profundamente mientras sus pensamientos daban vueltas, caóticos y confusos. Durante un momento, se esforzó por reprimir el miedo y la tristeza, intentando convencerse de que debía ser fuerte, que cualquier debilidad lo haría aún más vulnerable. Sus manos se aferraban con fuerza a sus rodillas, sus uñas clavándose en la tela como si de algún modo pudiera anclarse en la realidad y recuperar el control.

Pero poco a poco, la tensión fue quebrándolo. Cada esfuerzo por contener el pánico, por negarse a la desesperación, solo le hacía sentir más perdido y más solo. Todo lo que había visto, todas las verdades que le habían sido reveladas, eran simplemente demasiado. Como humano, como alguien acostumbrado a las pequeñas dificultades de la vida, esto lo abrumaba, le arrebataba cualquier esperanza de normalidad.

Finalmente, sintió que algo dentro de él se rompía. Una oleada de tristeza, dolor, amargura y de miedo emergió como una marea incontenible, y, sin poder resistirlo más, Zhou cayó en un llanto desgarrador, cubriéndose el rostro con las manos mientras las lágrimas mojaban sus palmas. Sollozaba, sin contención alguna, dejando que cada lágrima le aliviará una parte del dolor, aunque fuera por un breve instante. Sentía como si su propio ser se desmoronara, como si cada recuerdo de su antigua vida se escapara entre lágrimas, llevándose con ellos la última pizca de tranquilidad.

En medio de su llanto, lo envolvió una profunda tristeza, una especie de abismo emocional donde todo parecía gris y sin sentido. La depresión lo atrapaba, como a cualquier ser humano abrumado y perdido, sin respuestas ni alivio en un mundo ajeno y hostil. Era un eco de todo lo que había reprimido, de todo lo que había intentado ignorar. Y así, roto y vulnerable, abrazó su dolor, dejando que sus emociones se desbordaran sin reparos, hasta que solo quedó el silencio y el cansancio de una tristeza que parecía interminable.

Zhou permanecía inmóvil, aún tembloroso, después de aquel desahogo, mientras los ecos de su sollozo se disolvían en el vacío del paisaje que lo rodeaba. Su respiración, aunque pausada, aún estaba cargada de ese miedo que latía como un recordatorio persistente. Cerró los ojos, queriendo aferrarse a algo conocido, algún recuerdo que le trajera un sentido de estabilidad. Poco a poco, escenas de su vida pasada emergieron en su mente: tardes familiares, días sin sobresaltos, las sonrisas de los suyos.

Todo parecía tan lejano, casi como si se tratara de una serie de imágenes borrosas. "¿Realmente fui yo quien vivió esa vida?" Se preguntó. En esa otra realidad, sus problemas le parecían más simples, sus días más previsibles, y sus decisiones no tenían este peso abrumador que ahora cargaba. Era la vida de alguien que podía permitirse ser ordinario, frágil incluso, sin temer que esa fragilidad le costara la vida.

Con los ojos aún cerrados, trató de recordar las palabras exactas que solía decirse para afrontar los días difíciles, aquellas pequeñas frases que alguna vez le dieron consuelo. Pero ninguna de ellas parecía adecuada en este nuevo mundo, donde todo parecía exigirle más de lo que tenía para ofrecer. De repente, sintió cómo su memoria se desvanecía, dejándolo solo con una creciente sensación de pérdida, de no pertenecer a ninguno de los dos mundos.

Un susurro mental lo trajo de vuelta: una imagen fugaz del Árbol de las Revelaciones, como una sombra que cruzaba su mente. La visión le trajo una paz extraña, recordándole el espacio misterioso donde ese árbol parecía esperarlo, como si el Árbol supiera cosas que él no alcanzaba a comprender. Sin embargo, esa calma se disolvió rápidamente en dudas. "¿Qué significado puede tener todo esto?" pensó, con el temor de que las respuestas, si las hubiera, solo lo llevarían a un sendero aún más incierto y desafiante.

La duda se instalaba como una presencia pesada, un murmullo constante que ensombrecía cada pensamiento. Zhou sabía que debía seguir adelante, pero el "cómo" y el "por qué" se volvían preguntas dolorosamente difíciles. Agotado y sintiéndose como una sombra de quien alguna vez fue, Zhou decidió que, por ahora, simplemente debía continuar respirando. El sentido y la dirección podían esperar.

Después de derrumbarse en llanto y permitirse experimentar la profundidad de su vulnerabilidad, Zhou finalmente logró calmarse. Inspiró profundamente y se levantó del suelo con una determinación tenue pero presente, como una llama débil que, aunque frágil, se rehúsa a extinguirse. 

Sus pasos, aunque vacilantes, lo llevaron a avanzar una vez más por el vasto bosque que lo rodeaba. Entre árboles antiguos y sombras danzantes, continuó su travesía, sin saber exactamente hacia dónde iba, pero movido por una extraña intuición que lo empujaba a no detenerse.

Mientras avanzaba, algo en el ambiente comenzó a cambiar. La brisa se volvía más suave, los sonidos de las criaturas del bosque se acallaban, y el aire parecía impregnado de una esencia refrescante.

Zhou, con los sentidos más alerta, sintió que el bosque mismo lo guiaba, llevándolo a través de senderos ocultos y entre frondosos árboles hasta que, finalmente, llegó a un claro. 

Allí, ante sus ojos, se desplegaba un espacio que parecía sacado de un sueño antiguo, un huerto escondido en el corazón del bosque como un oasis olvidado en medio de un vasto desierto verde. 

Los árboles y arbustos formaban un conjunto armonioso de tonos, texturas y fragancias que parecían haberse tejido entre sí como una sinfonía natural, cada uno ocupando su lugar en perfecta sincronía.

El aire estaba impregnado de una frescura que recordaba a las primeras lluvias de la primavera, y el suave susurro de las hojas danzantes le brindaba una calma que no había sentido en mucho tiempo.

Las frutas que colgaban de las ramas eran de una diversidad impresionante; cada una poseía un color y forma que parecían imposibles, como si la naturaleza hubiese dado rienda suelta a su creatividad más sublime.

Había frutas doradas que brillaban a la luz tenue, otras púrpuras de piel aterciopelada, y algunas tan pequeñas y luminosas que parecían luciérnagas atrapadas en sus ramas. Entre los árboles, brotaban plantas de semillas grandes y extrañas, algunas de tonos jade y otras que parecían piedras preciosas incrustadas en el suelo, invitándolo a recogerlas.

El suelo, cubierto por una alfombra de hojas y musgo, irradiaba una energía cálida, como si estuviese cargado de vida y secretos antiguos.

Zhou sintió que cada rincón de aquel lugar ofrecía algún tipo de alivio, una esencia curativa que no solo mitigaba el hambre de su cuerpo sino también el vacío de su espíritu. 

Cada fruto que probaba parecía aliviar una sed que iba mucho más allá de lo físico, llenándolo de una paz profunda y desconocida, como si en cada bocado se le revelará una verdad oculta del universo.

Este huerto, con su naturaleza abundante y su aura casi sagrada, le recordaba que la vida, en todas sus formas, siempre tiene algo que ofrecer a quien está dispuesto a escuchar.

Con esta nueva sensación de paz, Zhou se sentó en el suelo cubierto de hojas y cerró los ojos, recordando las enseñanzas de aquel misterioso árbol en medio de una isla flotante y los secretos vislumbrados del Árbol de las Revelaciones.

Decidió que ese huerto sería su refugio temporal, un lugar perfecto para asimilar las enseñanzas que había recibido y dejar que la naturaleza misma le ayudara a encontrar sentido a las inquietudes que lo agobiaban. 

Envuelto en el profundo silencio del huerto, Zhou Xintian observó detenidamente una plántula con una espiga que le recordó al trigo de su vida pasada. La sostuvo con cuidado, admirando sus detalles familiares; 

en su simplicidad y estructura reconocía algo cercano, casi como un eco de otra existencia. Tras un momento de contemplación, cerró los ojos y se sumergió en la meditación, abriendo su mente al entorno, buscando una guía silenciosa y constante.

Los minutos pasaron mientras Zhou seguía inmóvil, serenando su respiración hasta alcanzar un estado de paz y conexión profunda con el mundo mágico que lo rodeaba. Su ser comenzó a disolverse en la quietud del lugar, sintiéndose parte del todo, como si las energías antiguas del bosque le brindaran una comprensión que trascendía lo inmediato.

 Esta meditación, pilar esencial en su desarrollo, abría puertas invisibles para fortalecer su espíritu, disipar las dudas que le nublaba el entendimiento, y expandir su percepción.

Poco a poco, Zhou regresó al familiar mar de nubes que danzaban y se arremolinaban en todas direcciones, envolviéndolo con su suavidad etérea.

En un par de respiraciones profundas, se halló frente a la isla flotante, guiado únicamente por su voluntad. Con calma, aterrizó en ella, sintiendo una extraña sensación en su mano. 

Al mirar, se sorprendió al descubrir que la plántula que había sostenido en el huerto había viajado con él, como si la misma esencia del majestuoso árbol la hubiese traído hasta este mundo.

Incrédulo, Zhou decidió plantar la plántula. En un claro de la isla, al pie de las raíces del majestuoso árbol, cavó un pequeño hoyo y con sumo cuidado la depositó en la tierra.

Al terminar, sintió un agotamiento inesperado, como si la conexión con este lugar y el acto de plantar la semilla le hubiesen drenado energía. Se recostó contra el tronco del gran árbol, cerrando los ojos y entregándose al descanso bajo su sombra protectora, quedando profundamente dormido.

"Envuelto en la sombra protectora del árbol, Zhou se abandonó a un sueño profundo, sintiendo que, aunque aún desconocía muchas respuestas, algo en su interior comenzaba a florecer lentamente, como la plántula que había dejado a su lado."

Despertó bajo la sombra del árbol con una indescriptible sensación de realización. Zhou Xintian sabía que aún le faltaba mucho por comprender sobre este nuevo mundo. Tenía conocimiento de lo esencial, de las cosas básicas, pero cada vez que entraba en contacto con el árbol, sentía que algo profundo cambiaba dentro de él, transformándolo poco a poco, en silencio. Este segundo encuentro parecía aún más trascendental.