Capítulo: "El Restaurante Rápido y el Pollo Sagrado del KFC: Cómo Convertirse en un Mesías Gastronómico sin Intentarlo"
Después de la experiencia casi espiritual que los nobles tuvieron en mi tienda, empecé a recibir constantes visitas de los mismos, todos suplicando por más de esas "maravillas exóticas" de mi otro mundo. Entre sus miradas brillantes y sus súplicas (¿quién iba a pensar que los nobles podían rebajarse tanto?), se me ocurrió una idea que cambiaría el curso de la historia culinaria de este mundo.
Así que, queridos lectores, les presento mi última locura: un restaurante de comida rápida. Sí, leyeron bien. Decidí abrir el primer restaurante de fast food en este mundo de fantasía medieval. Y para hacerlo aún mejor, el plato principal sería… el glorioso, el incomparable, el "Pollo Sagrado del KFC". ¿Qué mejor manera de liberar a este mundo de su gastronomía aburrida que con una cubeta de pollo frito?
Pero no fue tan fácil como sonarían esos pensamientos. La primera dificultad fue hacerles entender el concepto de "comida rápida". Cuando expliqué que era un lugar donde entrabas, pedías tu comida, te la servían en minutos y te ibas, los nobles me miraron como si acabara de inventar la rueda.
—¿Pero cómo? ¿No tenemos que esperar horas como en los banquetes? —preguntó uno, confundido.
—¿Y si deseo un plato de diez tiempos? —exclamó otro con horror.
Respiré hondo y les respondí con paciencia de santo.
—La idea es que coman rápido, se sacien, y luego puedan continuar con su día… sin necesidad de una fiesta de horas.
El concepto de "comida rápida" les tomó un rato en procesar. Para estos nobles, un banquete era algo que debía durar horas, y una comida sin tres tipos de vino parecía tan absurda como intentar matar un dragón con una cuchara. Pero finalmente aceptaron, aunque de mala gana, el nuevo sistema. Sin embargo, cuando mencioné el "pollo frito", la reacción fue aún más espectacular.
—¿Pollo… frito? —preguntó Lady Perfección, con una expresión entre curiosidad y desprecio—. ¿Qué clase de hechicería es esa?
—Ah, mis estimados, el pollo frito es un manjar del otro mundo. Es crujiente por fuera, jugoso por dentro, y está lleno de especias mágicas —respondí, tratando de darle un toque místico para atraer su atención.
Y funcionó, porque de inmediato comenzaron a hablar entre ellos, especulando sobre qué clase de "especias mágicas" podrían ser. Uno hasta sugirió que quizás las especias provenían de dragones extinguidos o de plantas místicas de bosques secretos. Yo solo asentí, dejándolos soñar, mientras mentalmente agradecía al Coronel Sanders.
El día de la inauguración fue digno de ver. Puse un cartel enorme con el logo de un pollo y una frase que decía: "El Pollo Sagrado: ¡Crujiente y Jugoso en Cada Mordisco!" Los nobles se presentaron en masa, y la fila para probar el pollo se extendía por cuadras. Había gente de todas las clases sociales: desde nobles hasta plebeyos curiosos que no querían perderse la "revolución culinaria".
El primer cliente, un noble arrogante que parecía haber venido solo para burlarse, recibió su cubeta de pollo y se la quedó mirando como si le acabara de dar una poción sospechosa. Dio un mordisco cauteloso… y, para sorpresa de todos, sus ojos se iluminaron como si acabara de encontrar el Santo Grial.
—¡Por todos los dioses! —gritó, con la boca llena y las lágrimas brotando de sus ojos—. ¡Este pollo es… divino! ¡Siento que he renacido!
Las palabras "pollo divino" bastaron para desatar el caos. De repente, todos comenzaron a empujarse para obtener su propia porción de "pollo sagrado". Las cubetas de pollo frito volaban del mostrador como si fueran pociones de inmortalidad. Incluso algunos aventureros armados estaban peleando en la fila para obtener una cubeta antes de que se acabara.
Para cuando se calmaron un poco, el restaurante estaba en un estado de euforia colectiva. Los nobles masticaban el pollo con cara de beatitud, como si estuvieran en un trance. Uno de ellos incluso se arrodilló y comenzó a dar las gracias en voz alta:
—Oh, pollo de los dioses, bendito seas por llenar nuestros estómagos y nuestras almas con tu poder crujiente y jugoso.
Intenté mantener la compostura, pero ver a todos estos nobles actuar como si el pollo frito fuera una manifestación divina me hacía querer reírme a carcajadas. Otro de los nobles, un tipo pomposo que siempre se había burlado de mi tienda, se acercó y proclamó:
—¡Este restaurante debe ser declarado un sitio sagrado! ¡Es el único lugar donde se sirve el Pollo de los Dioses!
Las cosas se descontrolaron aún más cuando decidí incluir "refrescos" en el menú. Saqué varias botellas de diferentes sabores y se las serví a los clientes junto con sus cubetas de pollo. El sonido del gas escapando al abrir la botella fue suficiente para desatar otra ronda de suspiros y gritos de asombro.
Y ni hablar cuando uno de los nobles probó el refresco. Dio un sorbo, y su reacción fue como si acabara de recibir una revelación divina.
—¡Por el amor de todos los dioses, es como beber rayos de sol en un día de verano! —gritó, levantando su vaso como si fuera un cáliz.
Así que ahí estaba yo, viendo cómo los nobles de este mundo, que normalmente no mueven un dedo sin que alguien les sujete la copa, estaban dispuestos a hacer fila, sudar, e incluso discutir por un simple pollo frito. Y, para colmo, varios comenzaron a insistir en que debía poner una estatua en el restaurante en honor al "Dios del Pollo Crujiente".
Finalmente, cuando la euforia se calmó un poco, uno de los nobles, al que llamaré Lord Pretencioso, se acercó a mí con una sonrisa satisfecha.
—He de reconocer, buen hombre, que has traído un verdadero manjar a nuestro mundo. Este pollo debería ser servido en el palacio. ¿Quién es el creador de esta receta mágica? ¡Debemos rendirle homenaje!
Yo solo asentí con una sonrisa de suficiencia, diciéndole:
—Ah, su nombre es el Coronel Sanders… un hombre cuya receta se ha convertido en una leyenda donde yo vengo.
No tenía idea de quién era el Coronel Sanders, pero eso no importaba aquí. Para ellos, ya era una figura mítica, un héroe culinario.
Y así, amigos, fue como me convertí en el fundador del primer restaurante de comida rápida en este mundo. Un lugar donde los nobles hacen fila, los plebeyos ahorran cada moneda para probar el "pollo de los dioses", y hasta los aventureros regresan de sus misiones solo para darse el gusto de una cubeta. ¿Quién necesita magia o dragones cuando tienes un buen trozo de pollo frito?