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Chapter 23 - Capitulo 23

Capítulo: "La Revolución Gastronómica de los Nobles: Sprite, Häagen-Dazs y el Santo Grial de las Hamburguesas"

El primer día de apertura de la tienda fue un éxito, así que decidí aprovechar ese impulso para introducir otra maravilla que este mundo ni se imagina: comida rápida y, claro, algunos de mis snacks favoritos del otro mundo. Así que me dediqué a transformar mi tienda en una especie de "emporio de sabores exóticos", y cuando los nobles se enteraron de que tenía algo que nunca habían probado, el alboroto fue inmediato.

Entraron en tropel como si se estuvieran lanzando a una aventura épica, solo que esta vez, su misión era llenar sus bocas con algo diferente al pan rancio y las sopas aburridas que suelen comer aquí. Así que, cuando les presenté lo que para mí era solo una simple botella de Sprite, ellos reaccionaron como si les estuviera ofreciendo elixir de dragón.

Uno de los nobles se acercó y, con la botella de Sprite en la mano, la miró como si fuera una joya de la corona. Cuando la destapó, el sonido del gas burbujeando lo dejó atónito. Los otros se acercaron con cautela, como si de repente fuera a explotar en cualquier momento.

—¡¿Qué es esto?! —exclamó uno de ellos, totalmente asombrado, mientras las burbujas saltaban en su lengua—. ¡Es como una pequeña tormenta en mi boca! ¡Nunca había probado algo tan… refrescante!

El noble alzó la botella como si fuera el cáliz sagrado, y los demás observaban con los ojos abiertos como platos. Mientras él daba un trago más, sus ojos casi se le salen de la emoción.

—¡Por los dioses, esto… esto es magia pura! ¡Burbujea en mi lengua!

Y yo solo pude mirarlos con una mezcla de resignación y diversión, pensando: "Dios mío, estos tipos de verdad piensan que están probando algo sacado de un hechizo". Traté de no reírme mientras observaba a otro noble tomar un sorbo y gritar como si hubiera sido bendecido por los dioses.

Luego saqué el siguiente plato de la "experiencia culinaria": un Häagen-Dazs de vainilla y chocolate. Ni siquiera terminé de explicar que era un postre cuando uno de los chicos se lanzó sobre él con una cucharada, sin importarle que estuviera helado. Cuando el sabor le dio el golpe, sus ojos se iluminaron de una manera que no había visto en ningún otro noble.

—¿¡Qué es esto!? —gimió, mientras los demás miraban expectantes—. ¡Es lo más novedoso que he probado en mi vida! ¡Es… es como una bendición fría!

Los otros empezaron a probar el helado, y cada uno reaccionó de manera más exagerada que el anterior. Uno incluso dejó caer la cuchara y levantó las manos al cielo, agradeciendo a todos los dioses del panteón local por permitirle probar algo tan "sublime".

—¡Es como comer una nube fría! ¡Un pedacito de cielo en mi boca! —gritó Lady Perfección, mientras otra noble a su lado apenas podía contener las lágrimas.

Mientras observaba la escena, empecé a preguntarme si de verdad esta gente había vivido en cuevas toda su vida. Uno de los tipos hasta comenzó a musitar: "¿De dónde viene esta maravilla? ¿Qué tipo de mago creó esto?"

Pero el verdadero clímax llegó con las hamburguesas.

Saqué una hamburguesa de carne jugosa, con queso derretido, lechuga fresca, y una salsa especial. La coloqué en la mesa y les indiqué que tomaran una, casi esperando que la trataran con reverencia. Y así fue: en cuanto una de las chicas nobles la probó, sus ojos se llenaron de asombro y empezó a comerla como si fuera el platillo más sagrado que hubiera probado.

—¡¿Qué es esto?! ¡Esto… esto tiene que ser el platillo nacional! —gritó, sin poder contener la emoción.

Otro noble alzó la hamburguesa, con la salsa chorreando por los lados, y proclamó:

—¡Es como un bocado de gloria! ¡No puedo creer que algo tan simple pueda ser tan delicioso!

Y, por supuesto, comenzaron a inventar historias sobre la hamburguesa. Uno afirmó que debía ser "el plato de los dioses" traído a este mundo por algún héroe legendario, y otro insinuó que comerla le daba una especie de fuerza especial. Otro noble, ya exaltado, decidió que la hamburguesa debería ser el símbolo de su casa, porque claro, ¿qué mejor que una hamburguesa en un escudo de armas?

Yo, mientras tanto, solo podía observarlos con una mezcla de incredulidad y resignación. Allí estaban, maravillados con un refresco, helado y una hamburguesa, como si hubieran descubierto el elixir de la inmortalidad. Nunca pensé que algo tan básico pudiera causar tanto alboroto.

Al final, cuando el caos se calmó un poco, una de las nobles se me acercó y me dijo con voz solemne:

—Tienes que enseñarnos el arte de estas… hamburguesas. Este conocimiento no puede quedarse solo contigo.

Yo solo suspiré, preguntándome en qué lío me estaba metiendo ahora. Pero la sonrisa que vi en sus rostros era algo que no tenía precio.