Capítulo: "El Gremio de Aventureros y la Leyenda de la Tienda de las Chicas Nobles"
Apenas cruzo la puerta del gremio de aventureros, y es como si entrara a un salón de celebridades. Los murmullos empiezan, las miradas se clavan en mí, y puedo notar que más de un aventurero me está observando con una mezcla de orgullo y envidia. "¡Ahí viene el tipo de la tienda!", escucho murmurar a uno de los más jóvenes, como si la simple mención de la tienda fuera una hazaña digna de baladas y epopeyas.
Por un segundo, me siento como el héroe del lugar, el hombre que logró lo imposible: meter a varias chicas nobles en una tienda de campaña y salir vivo para contarlo. Claro, lo de masacrar goblins en masa con mi subfusil de plasma y salvarles el pellejo a todos parece ser un detalle secundario. No, lo importante es la "tienda llena de chicas".
Al acercarme a la barra del gremio, la recepcionista me mira con una sonrisa de esas que no sabes si es de orgullo o burla. "¡Oh, el famoso rompecorazones! ¿Cómo va la vida rodeado de belleza noble?", dice, sus ojos brillando con una mezcla de sarcasmo y admiración. Yo solo ruedo los ojos. "La vida va… como puede ir en un mundo donde hasta una tienda se convierte en el mayor escándalo de la temporada."
Los aventureros alrededor de mí, que normalmente me habrían ignorado o tratado con frialdad, ahora me miran como si fuera una leyenda. Algunos incluso me hacen gestos de aprobación, como si de verdad hubiera logrado algo que ellos solo podrían soñar. ¡El tipo con la tienda llena de chicas nobles! En serio, si esta gente supiera lo que realmente pasó, dudo que me miraran con esa mezcla de respeto y envidia. Porque, vamos, ¡yo ni siquiera dormí en mi tienda esa noche!
Uno de los aventureros más viejos, un tipo rudo con cicatrices y una barba que parece tener vida propia, se me acerca y me da una palmada en la espalda. "Eres un verdadero héroe, amigo. Tener a todas esas chicas en tu tienda, eso es… ¡eso es más épico que matar a un dragón!" Yo solo sonrío y asiento, tratando de no reírme. Porque si hay algo que estos tipos no entienden es que la "hazaña" no fue ni un poco épica, sino más bien un accidente que terminó convirtiéndose en el chisme del año.
"Y cuéntanos, ¿cómo lo lograste?", pregunta otro aventurero, mirándome con una expresión de auténtico asombro. "¿Qué magia usaste? ¿Una poción de encanto? ¿Un ritual secreto?"
Yo solo suelto una risa seca y digo, "Nada de eso. Solo… digamos que fue una combinación de circunstancias desafortunadas y un grupo de chicas que no estaban listas para enfrentar el aire libre." Pero claro, ellos ya tienen sus teorías, y por más que trate de explicarles, nadie parece dispuesto a escuchar. Para ellos, ya soy el "mago de la tienda", el tipo que logró lo imposible.
El maestro del gremio, un hombre serio que siempre me miraba con desdén cada vez que venía a cobrar las recompensas por mis misiones de alto riesgo, ahora me mira con un respeto completamente nuevo. Se acerca y, con su tono de voz grave, dice: "Joven, si tienes el poder para reunir a todas esas jóvenes de noble cuna bajo un mismo techo, no tengo ninguna duda de que eres alguien especial. Es más, podríamos usarte como inspiración para nuevas canciones en la taberna."
¿Canciones en la taberna? Claro, porque nada dice "aventura épica" como una balada sobre un tipo y su tienda mágica de chicas nobles. Intento decir algo, intentar desmentir el mito, pero al final decido dejarlo. Que hablen, que canten, que inventen historias. Total, si la gente prefiere creer que tengo algún tipo de poder especial para atraer nobles, pues que así sea. Quizás me haga famoso y consiga descuentos en las misiones más peligrosas, o mejor aún, en las tabernas.
El momento culminante llega cuando la recepcionista del gremio me entrega una insignia especial. "Es un honor reservado solo para aquellos aventureros que logran lo inesperado. El 'Símbolo del Encantador de Nobles'." La insignia tiene una especie de laurel dorado y una pequeña figura que se parece, vagamente, a una tienda de campaña. Yo solo la miro, sin palabras, mientras la gente a mi alrededor aplaude y vitorea como si acabara de conquistar un reino.
Al final, salgo del gremio con mi nueva "medalla" y una reputación completamente absurda. La mitad de los aventureros me miran con respeto, y la otra mitad, con una envidia que no pueden disimular. Al menos, puedo estar seguro de algo: en este mundo donde cada hazaña ridícula se convierte en una leyenda, seré recordado no como el guerrero que aniquiló goblins, sino como el tipo que tuvo a las chicas nobles en su tienda.
La moraleja: a veces, sobrevivir en este mundo no se trata de vencer monstruos, sino de saber lidiar con el verdadero desafío… el maldito chisme.