Capítulo: "La Reunión con los Padres de las Nobles que Durmieron en Mi Tienda"
Imagina esta escena: yo, tratando de pasar desapercibido, pero sin éxito alguno, sentado en una sala tan ostentosa que hasta las estatuas de mármol parecían estar juzgándome. Frente a mí, una línea de padres nobles, todos con expresiones que oscilaban entre el desdén, la furia contenida y esa mirada de "¿qué demonios le hiciste a mi hija?". En serio, uno esperaría que las batallas contra goblins y orcos fueran lo más peligroso, pero no, el verdadero desafío es aguantar la presión de un grupo de aristócratas indignados.
La tensión se corta cuando uno de ellos, el Duque Rigoberto Von Cejas Fruncidas III (al menos, así lo llamo yo en mi cabeza), da un paso adelante y me lanza una mirada como si fuera una cucaracha debajo de su bota. "Joven… 'aventurero'. Creo que es hora de que nos expliques a todos cómo… y por qué… nuestras hijas terminaron pasando la noche en tu tienda."
Respiro hondo, tratando de evitar el impulso de soltar un "¿de verdad me están haciendo esta intervención por una tienda de campaña?", y en lugar de eso, opto por el discurso diplomático.
"Respetables señores y señoras," comienzo, intentando sonar serio. "Entiendo sus preocupaciones, pero me temo que están un poco… desinformados. Lo que pasó fue un simple acto de cortesía y protección en una noche de misión, donde el bienestar de sus hijas fue mi prioridad."
Pero claro, no podía faltar la madre con el abanico y el peinado estrambótico, que me mira como si acabara de decir que el sol gira alrededor de la Tierra. "¡Cortesía! ¡¿Dejar que nuestras hijas entren en su tienda es cortesía?! ¡Usted es un descarado!"
Para ellos, parece que el simple hecho de que sus hijas nobles hayan pisado una tienda que yo haya tocado ya es una ofensa nacional. Pero lo que más me enciende la sangre es que no ven a sus "pequeñas delicadas florecitas" quejándose y chillando como si una hoja de pasto fuera una cama de clavos. Al final, lo único que hice fue un favor.
Otro noble, un tipo con bigote puntiagudo que parece sacado de una obra de teatro medieval, se me acerca y, mirándome desde arriba, dice con voz solemne: "Se rumorea que usted… tiene un don especial, joven. Un don para hacer que las damas lo sigan."
Yo suelto una carcajada interna. ¿De verdad creen que soy algún tipo de seductor mágico? Como si hubiera dicho "ven a mi tienda" y de repente todas decidieron convertirse en mi club de fans. No, señores, la verdadera magia fue aguantarlas toda la noche.
"Escuchen, con todo respeto, la noche en cuestión fue una de supervivencia. No fue un banquete de gala, no fue una fiesta. Fue una misión en el bosque llena de goblins y peligros," explico, al borde de la exasperación. "Su preciada 'nobleza' no estaba preparada ni para dormir en el suelo. Las chicas buscaban un lugar seguro, y mi tienda fue el único lugar donde se sintieron cómodas."
Los padres se miran entre sí, sus rostros llenos de incredulidad y escepticismo. Uno de los condes, con cara de recién haberse tragado un limón, murmura: "¿Y cómo explica, entonces, la manera en que su fama ha crecido? En el gremio todos lo llaman 'El Encantador de Nobles'."
"Eso es solo un chisme absurdo, señor," respondo, intentando no sonar demasiado sarcástico. "Créame, si yo tuviera el poder de encantar nobles, no estaría gastando mi tiempo cazando goblins."
Otro padre interviene, este con una expresión que me hace pensar que está considerando lanzarme por una ventana. "Y lo de los goblins, ¿qué hay de eso? He escuchado que descargó toda su furia sobre ellos, como si el bosque fuera su campo de batalla personal."
Yo asiento, sin poder evitar una sonrisa irónica. "Ah, sí, los goblins. Fue una terapia, por decirlo así. Ellos simplemente estaban en el lugar equivocado en el momento equivocado, y yo… bueno, necesitaba liberar un poco de tensión."
Es en ese momento que Lady Perfección entra en escena, con su porte elegante y su expresión seria. "Padre," dice, dirigiéndose al Duque Von Cejas Fruncidas III, "este joven nos protegió. Si no fuera por él, quién sabe cómo habríamos sobrevivido en ese bosque. Los goblins eran una amenaza, y él los eliminó con valentía."
La sala queda en silencio. Todos los nobles parecen un poco sorprendidos, quizás porque Lady Perfección no suele hablar así de ningún plebeyo. Algunos incluso muestran una chispa de respeto en sus ojos. Bueno, todos menos Lady Fanfarrona Madre, quien no parece convencida.
Finalmente, el Duque se aclara la garganta y dice: "Bien, si mi hija dice que fue así, supongo que debemos mostrar… cierta gratitud. Sin embargo, espero que en el futuro entienda que nuestra nobleza no se mezcla tan fácilmente con… aventureros."
"Oh, no se preocupen, lo tengo clarísimo," respondo, con una sonrisa que apenas puedo disimular. "De hecho, evitaré cualquier posible… inconveniente en el futuro."
La reunión termina con una serie de despedidas frías y miradas de advertencia. Pero cuando estoy a punto de salir, Lady Inocencia se me acerca y susurra con una sonrisa tímida: "Gracias por soportarnos aquella noche… y por protegernos."
Salgo del salón con una extraña mezcla de alivio y exasperación. Después de todo, sobrevivir a una misión en el bosque con goblins es una cosa, pero sobrevivir a una reunión con un grupo de nobles sobreprotectores… eso, amigos míos, es una hazaña digna de leyenda.