Capítulo: "Los Goblins y el Sublime Arte de Canalizar la Frustración en un Arma de Plasma"
Si alguna vez pensaron que exterminar goblins no podía ser algo poético, se equivocan. La vida tiene un sentido del humor tan retorcido que, cuando estás al borde de perder la paciencia, te regala un ejército de goblins como saco de boxeo emocional. Y créanme, después de esa noche de camping infernal, yo estaba listo para hacer una obra de arte de la frustración.
A lo lejos, el "maestro" —ese tipo con la autoridad moral de un poste de luz— nos ordenó ponernos en alerta, en plan heroico. Con su tono épico nos avisó que un grupo "masivo" de goblins había sido detectado, recordándonos que si bien los goblins son débiles individualmente, en manada son un "gran peligro". Claro, pensé, "gran peligro" para los que no saben ni cuál lado de la espada se usa para cortar. Y mis compañeros, como si se tratara de una emboscada de dragones, comenzaron a retroceder, preparándose para dar discursos de moralidad y frases heroicas que solo el viento iba a recordar.
Yo, por mi parte, estaba tan harto que apenas lo escuché. La idea de enfrentar a estos seres verdes, feos, con personalidades que rozan lo irritante, era casi… terapéutica. Sin decir ni una palabra, invoqué mi subfusil MP40, una reliquia de la Segunda Guerra Mundial, pero que en mis manos no era solo una reliquia, sino un arma que ahora disparaba plasma en lugar de balas comunes. Imaginen un arma capaz de hacer pedazos a estos goblins como si fueran castillos de arena. Eso, mis amigos, es la auténtica poesía.
Sin esperar instrucciones ni formar un "frente de ataque en unidad", avancé directo hacia la horda de goblins, mi cara en plan de "no quiero escuchar a nadie, solo dejen que esto pase". Con el primer disparo, un rayo de plasma cruzó el aire y el pobre goblin que estaba al frente desapareció en una nube de polvo y humo. Fue… glorioso. Literalmente, cada uno de esos goblins se convirtió en el símbolo de todas mis quejas. Cada plasma que disparaba era un "maldito nobles inútiles", cada goblin volando en pedazos era un "Lady Perfección y sus tonterías", y así, la ira se convirtió en un ballet de destrucción con música de fondo de disparos.
Mis "compañeros" estaban en estado de shock. Apenas podían creer lo que estaban viendo, y claro, ¿quién los culpa? Ellos todavía están en el siglo de las espadas oxidadas, y yo aquí ando con un arma futurista que dispara plasma, y ni siquiera me molesto en ponerme en pose heroica. Solo avanzaba, despeinándome un poco más con cada explosión, sintiendo la dulce satisfacción de ver caer a esos goblins uno tras otro.
Y ahí estaba yo, en plena masacre, mientras el maestro, estupefacto, me gritaba cosas como: "¡Mantente en grupo! ¡Espera instrucciones!" Pero, honestamente, sus palabras se perdieron en el eco de los disparos de plasma y los gritos de los goblins. ¡Qué demonios me iba a importar la "formación estratégica" en ese momento! Si yo ya estaba en mi propio universo, donde los goblins caían como moscas y cada estallido era un recordatorio de que, después de una noche de pesadilla, había algo de justicia en este mundo.
Uno a uno fueron cayendo, y cuando finalmente el último goblin fue hecho añicos, me quedé de pie, mirando el campo de batalla que ahora parecía un basurero galáctico lleno de trozos de goblin dispersos. El silencio se apoderó del lugar, y yo solo pude decir, con el tono más despreocupado del mundo: "¿Cuáles goblins? ¿Había goblins aquí?"
Los otros, esos pobres tontos, me miraban con una mezcla de terror y asombro. Quizá pensaban que yo había cruzado la línea de la "cordura" o que había hecho un pacto con el mismísimo rey demonio. Los nobles, especialmente, estaban pálidos como si acabaran de ver a la Parca en persona. Y yo, con una sonrisa apenas disimulada, pensé: Sí, nobles inútiles, si quisieran conocer lo que es realmente peligroso, trátenme de hacer enojar otra vez, a ver qué les pasa.
Mientras caminaba de regreso al campamento, con el arma aún humeante de plasma, pude escuchar cómo se desataban susurros entre ellos. "¿De dónde sacó ese arma?", "¿Quién es realmente este tipo?", y uno que no pude evitar escuchar: "¿Será un enviado del rey demonio?" ¡En serio! ¡¿Un enviado del rey demonio?! Si ni el rey demonio quiere lidiar con estos idiotas, ¡por favor! Pero si eso les ayuda a dormir por la noche, que piensen lo que quieran.
Al final del día, el único consuelo que me queda en este infierno de "aventura épica" es que, por lo menos, estos goblins me permitieron liberar un poco de mi frustración sin tener que matar a mis compañeros. Pero, claro, viendo sus caras después de esta "hazaña", uno nunca sabe…