Capítulo: "El Masaje Anti-Estrés de Nivel Dios: Un Error que Nunca Debería Haber Cometido"
Todo empezó después de aquella comida gloriosa que preparé, ese estofado que dejó a Lady Perfección y a Lady Inocencia mirando mi plato como si acabaran de descubrir el maná celestial. Después de ese festín, y como si el sistema de habilidades místicas de este mundo no tuviera suficiente con volverme chef mítico de grado platino, me llega otra "actualización" inesperada: habilidades de masaje nivel dios. Sí, lo leyeron bien: nivel dios. Como si ser cocinero legendario no fuera suficiente humillación, ahora resulta que soy una especie de Buda del spa.
Obviamente, al ver la notificación en el sistema, me reí en voz alta, porque, sinceramente, ¿a quién se le ocurre algo así? ¿Qué clase de juego cósmico es este? Pero la cosa no quedó ahí, porque, por supuesto, Lady Perfección se enteró. Ah, sí. Esa mujer debe tener un radar especial para detectar cualquier talento extraño en mí. Así que, una mañana, mientras intentaba pasar desapercibido y evitar el contacto visual con cualquiera que quisiera mis "servicios de chef" (o lo que fuera), ella me intercepta en el pasillo con esa postura perfecta y esa mirada crítica que usa como un sable láser.
"¿Es cierto lo que escuché?" me dice, y yo, como todo buen mártir, finjo demencia. "¿Sobre qué?" le respondo, con mi mejor cara de poker.
"Sobre que tienes habilidades de masaje… de nivel dios."
En ese momento supe que estaba en problemas. Porque, claro, esta mujer que siempre me critica por respirar, ahora estaba interesada en algo que yo "hacía". Le respondí con un simple "Sí, algo así" y traté de pasar de largo, pero ella no estaba dispuesta a dejarme ir tan fácil. Y ahí, en ese preciso instante, mi destino quedó sellado.
Por alguna razón, ella interpretó mi respuesta como una invitación. Y antes de que pudiera darme cuenta, ya estaba entrando en una sala privada de la academia, donde Lady Perfección se acomodó sobre una especie de camilla que había en la habitación. Me miró como si esperara que yo transformara el ambiente en un santuario de relajación. Me di cuenta de que ya no había escapatoria, así que decidí hacer el maldito masaje y quitarme la tortura de encima.
El primer contacto fue como tocar un resorte de tensión. Esta mujer tiene el estrés acumulado en capas geológicas, pensé. Pero, apenas comencé, algo increíble ocurrió. Mis manos parecieron actuar por cuenta propia, cada movimiento se volvió una danza precisa y exacta que incluso yo no podía controlar. Lady Perfección dejó escapar un suspiro de puro alivio. Su expresión habitual de desdén se transformó en algo entre relajación y una especie de trance celestial. Yo, mientras tanto, solo pensaba: "¿De verdad estoy dándole un masaje a Lady Perfección? ¿Yo, el oficial de inteligencia que solía codearse con jefes de estado, ahora soy el masajista personal de una aristócrata del mundo medieval?"
Lo que no esperaba era que Lady Inocencia entrara en la habitación en ese momento, con esos grandes ojos brillantes y esa curiosidad inagotable que parece seguirla como una sombra. Observó a Lady Perfección en su trance, se giró hacia mí con una mezcla de asombro y… ¿envidia? No puedo ni comenzar a explicar la incomodidad de esa mirada. Antes de que pudiera procesarlo, ella también se acostó en otra camilla, mirándome con una expresión expectante.
"¿Tú también?" le pregunté, como si necesitara confirmación de que sí, efectivamente, había caído en una trampa. Ella asintió, y bueno, no me quedó más remedio que continuar, como un cirujano que sabe que ya no puede detenerse.
Mientras pasaban los minutos y ellas se relajaban más y más, el sarcasmo en mí explotaba a niveles inéditos. "Mira, mamá, ¡mira en lo que me he convertido! ¡El prodigio de las fuerzas de inteligencia del otro mundo! Aquí estoy, dando masajes de nivel dios a dos damas medievales. ¡Qué carrera tan brillante!"
Para cuando terminé, ambas parecían haber alcanzado el nirvana. Literalmente, salieron flotando de la sala, como si la gravedad hubiera dejado de afectarlas. Y, claro, esto no iba a quedar en privado. No pasaron ni tres horas antes de que el rumor del "masaje milagroso del forastero" se esparciera como la pólvora por la academia. Al día siguiente, varios estudiantes se me acercaron para "pedirme un favor", como si de repente me hubieran convertido en su spa personal.
Así que ahora, además de ser el "chef legendario" de la academia, también soy el gurú de masajes que cura el estrés de todos. Mis "rivales" autoproclamados, esos pobres ilusos, me miran con una mezcla de odio y envidia que nunca había visto antes. Imaginen sus caras cuando se enteraron de que sus queridas Lady Inocencia y Lady Perfección no solo disfrutan de mi comida, sino también de mis "talentos ocultos" en el arte del masaje. ¡Para ellos, yo soy la encarnación de todos sus males!
Y así, entre masajes de nivel dios y platillos de chef mítico, sobrevivo un día más en este absurdo mundo medieval. No hay nada más humillante que ver cómo mis habilidades de alto rango en espionaje e inteligencia quedaron en el olvido, mientras me convierto en el servidor de lujo de un grupo de nobles y estudiantes que creen que soy algún tipo de sanador mágico.
Conclusión: en este mundo, lo único peor que ser "el forastero oscuro" es ser el forastero al que todos consideran su chef, su masajista y, al parecer, su esclavo personal.