Capítulo: "Cacería en el Bosque: O cómo un Orco de Grado S Cargó con Toda mi Frustración"
Ah, la emoción de la primera misión de caza en el bosque… dicen que es la oportunidad ideal para demostrar de qué estás hecho. Sí, claro. En teoría, suena épico: tú, un guerrero con habilidades extraordinarias, enfrentándote a bestias feroces para demostrar tu valor. En la práctica, resulta que no es más que un paseo de campo con un grupo de inútiles mimados que creen que estar en el bosque es lo mismo que hacer turismo rural.
No les miento: desde el momento en que llegamos al bosque, ya estaba arrepentido de haber aceptado esta misión. Los otros estudiantes —o más bien, los soldados de juguete que tratan de hacerse pasar por héroes— se pasaron la primera media hora quejándose. Que si la hierba estaba demasiado alta, que si los árboles tapaban la luz, que si el suelo estaba húmedo, ¡como si estuviéramos en un resort y no en un bosque infestado de monstruos! Un chico, cuyo nombre ni siquiera recuerdo, se quejó porque su capa nueva se ensuciaba con el polvo, como si en una misión de caza de monstruos su prioridad fuera el "código de vestimenta".
Y claro, a este hermoso escenario se le suman Lady Perfección y Lady Inocencia, dos nobles que creen que el bosque debería hacer una reverencia a su paso. Lady Perfección, como siempre, daba órdenes a diestra y siniestra, como si fuera una general de ejército en un desfile, no en un combate real. "¡Mantente cerca! ¡No hagas ruido! ¡Camina con elegancia!" Y yo, claro, escuchando todas esas órdenes mientras trataba de no perder la paciencia. Lady Inocencia, por otro lado, estaba a punto de entrar en pánico cada vez que una ramita crujía bajo nuestros pies. Y ahí estaba yo, atrapado en medio de sus quejas y órdenes, consolando a una, aguantando a la otra, y cuestionándome qué hice mal en la vida para terminar en esta situación.
Pero la guinda del pastel no tardó en llegar. A lo lejos, escuché un estruendo, un sonido gutural que resonaba en el bosque. Ahí estaba, un orco de grado S, de esos que te miran y sabes que prefieres no molestarlos si no tienes una muerte asegurada. La mayoría de los estudiantes se paralizó en el acto; algunos intentaron recordar sus hechizos de protección, mientras otros directamente se escondieron detrás de los árboles, temblando. Nuestro maestro, el guía de este desastre, nos gritó que nos mantuviéramos juntos, como si ese solo acto fuera a salvarnos de una bestia tan feroz.
Pero yo, en ese momento, ya estaba hasta el cuello de la incompetencia general. Entre las quejas de mis "compañeros", las órdenes de Lady Perfección, y los suspiros asustados de Lady Inocencia, algo en mi interior dijo basta. Decidí que, si nadie más iba a actuar como un verdadero cazador, entonces alguien tenía que tomar las riendas… y no con florituras o poses dramáticas.
Así que, sin decir una palabra, invoqué mi rifle Barret calibre .50, una bestia de arma diseñada para situaciones exactamente como esta. Claro, todos los presentes se quedaron en shock cuando vieron la monstruosidad que sostenía en mis manos. Un par incluso preguntó qué demonios era esa cosa, como si nunca hubieran visto un arma moderna en su vida (y, bueno, probablemente no lo habían hecho). La cuestión es que yo ya estaba cansado. Con un movimiento rápido, apunté al orco, centré la mira en su pobre y desafortunada cabeza y, sin dudarlo, apreté el gatillo.
El pum fue ensordecedor. En un instante, la cabeza del orco voló en mil pedazos, como si una piñata hubiera explotado en el aire, esparciendo fragmentos por todo el bosque. El cuerpo cayó al suelo como un saco de papas, y el silencio que siguió fue tan absoluto que hasta el viento pareció detenerse. Nadie podía creer lo que acababa de pasar; los estudiantes, el maestro, Lady Perfección y Lady Inocencia… todos estaban ahí, boquiabiertos, sin entender lo que acababan de ver. Para ellos, matar a un orco de grado S era una hazaña digna de un ejército, no de un simple disparo. Pero yo, en ese momento, solo sentí una extraña satisfacción. Miré al cadáver del orco y me limité a decir: "Ok, adiós orco. No hay problemas ya".
La reacción de mis "compañeros de misión" fue, por decir lo menos, gloriosa. Uno de los chicos, que hacía unos minutos se quejaba de la suciedad en su capa, ahora me miraba como si fuera una especie de deidad oscura. Lady Perfección, quien solía mirarme con desprecio, parecía completamente descolocada, sin saber si debía regañarme o felicitarme. Y Lady Inocencia… bueno, ella estaba en completo shock, como si acabara de ver un milagro o un acto de herejía, o ambas cosas a la vez.
Nuestro maestro, por supuesto, trató de recuperar la compostura. "Bien, eso fue… eficiente", dijo, intentando sonar tranquilo, aunque era obvio que no sabía qué hacer con el "forastero" que había volado la cabeza de un orco con un arma que ni siquiera podía describir. Al final, decidió que lo mejor era hacer como si nada hubiera pasado y continuó con la misión, aunque estoy seguro de que a partir de ese momento todos mantenían una distancia prudente de mí. Ya no era solo "el forastero extraño", ahora era el tipo que llevaba un arma capaz de pulverizar cabezas y no tenía reparos en usarla.
Así que así fue mi primera misión de caza. En lugar de épica y emocionante, fue una lección de paciencia y autocontrol, porque si algo me quedó claro ese día es que, en este mundo medieval, el verdadero monstruo no era el orco. Eran mis "compañeros", esos nobles mimados que ni siquiera podían caminar en el bosque sin quejarse. Al final del día, volé la cabeza del orco no solo para salvar la misión, sino para salvar mi cordura.
¿Conclusión? La cacería en este mundo no es ni remotamente lo que esperaba. Pero si un monstruo más decide cruzarse en mi camino, ahora sabe que tiene dos opciones: huir o enfrentarse a mi rifle Barret, y les aseguro que cualquiera que tenga algo de sentido común preferirá la primera opción.