Capítulo: "Cocinero Mítico de Grado Platino: Las Recetas que Confunden a los Dioses"
Ah, sí… otro de esos regalos inesperados del universo. Porque, claro, cuando caes en un mundo medieval lleno de criaturas mágicas, dragones, y gremios que apestan a hierro y sudor, lo primero que piensas es: "¿Cómo puedo mejorar mi vida? ¡Claro! Necesito las habilidades de un cocinero mítico de grado platino".
Un buen día, sin razón aparente, el sistema de esta absurda dimensión decidió otorgarme algo que sonaba más ridículo que cualquier hechizo de luz celestial: "Habilidades de Cocina Mítica de Grado Platino". Lo leí y me reí por horas. Me pregunté si las Piedras del Infinito habían comenzado a hacer de las suyas o si alguien se estaba burlando de mí desde las estrellas. "¿Para qué demonios necesito habilidades de cocina en un mundo donde mi dieta principal es pan duro y carne quemada?" Pero, oye, ¿quién soy yo para rechazar un don, aunque venga en forma de una habilidad que suena a título de videojuego japonés?
La verdadera comedia vino cuando, en un momento de aburrimiento y por evitar la "cocina" del gremio —si se le puede llamar cocina a ese agujero infecto de ratas—, decidí probar mi nueva habilidad en el dormitorio de la academia. Encontré algunos ingredientes básicos: harina, vegetales, y algo de carne que probablemente era de una especie desconocida. Empecé a mezclar, cocinar, y en cuestión de minutos, algo mágico ocurrió. Los ingredientes comunes se transformaron en un platillo digno de un festín imperial. Yo, que hasta entonces apenas sabía hervir agua sin quemarla, estaba frente a un plato que olía y lucía como si un chef de clase mundial hubiera intervenido. "Bien, sistema, me ganaste esta vez", pensé.
El plato resultante, una especie de estofado que nunca podría recrear en mi mundo de origen, tenía un aroma tan embriagador que, antes de que pudiera siquiera darle un mordisco, Lady Perfección hizo su entrada triunfal en la cocina. Ya saben, Lady Perfección, la mujer que parece haber hecho de mi vida su proyecto de tesis. Entró y se detuvo en seco, sus ojos fijos en el plato que sostenía con incredulidad. Con esa cara, parecía que acababa de ver el Santo Grial. Ni siquiera me saludó; solo se acercó y, con esa voz suya siempre digna y cargada de suficiencia, soltó: "¿Puedo probarlo?"
Por supuesto, el sarcasmo en mí no se iba a quedar callado. Con una sonrisa, le dije: "Claro, pero no me hago responsable si terminas rogándome la receta". Ella solo se rió con esa mezcla de desprecio y arrogancia que suele tener, como si yo fuera solo una pequeña distracción en su gran plan de vida. Pero, en cuanto probó la primera cucharada… el tiempo se detuvo. Lady Perfección, la mujer que siempre tiene una crítica a la mano, se quedó sin palabras, con los ojos cerrados y una expresión que no sabría decir si era de éxtasis o sorpresa total. Fue un momento que yo guardaría en mi memoria como uno de los más gloriosos de esta absurda vida.
"¿Qué… qué es esto?" murmuró, completamente aturdida, como si mi simple plato de estofado le hubiera mostrado un mundo que hasta ese momento le era desconocido. "Es… increíble. Nunca había probado algo tan… exquisito." Claro, porque tu paladar está acostumbrado a la comida medieval que ni los perros comerían en mi mundo. Pero decidí no decir nada, solo mirarla con esa sonrisa burlona mientras ella intentaba procesar el hecho de que "el forastero" le había preparado la mejor comida de su vida.
Y ese fue el inicio de algo que ni yo vi venir. Desde ese día, Lady Perfección se convirtió en mi fanática de la cocina. Y cuando digo "fanática", quiero decir que, cada vez que estoy en la academia, ella me persigue para preguntarme cuándo será la próxima vez que cocine, que si puedo enseñarle la receta, que si estaría dispuesto a hacerle el almuerzo. Claro, yo solo me río internamente porque, al final del día, ella, que siempre anda con ese aire de superioridad y nobleza, ahora se derrite por un simple estofado de "cocinero mítico".
Oh, pero la cosa no quedó ahí. Porque, en cuanto Lady Inocencia se enteró de que yo era capaz de crear manjares tan extraordinarios, también se unió al club de "démosle trabajo al forastero". Ahora, en cualquier evento, Lady Inocencia me pregunta si podría preparar algún platillo especial, como si yo fuera su chef privado. Y lo mejor, o peor, de todo esto es que mis "rivales" —esos chicos con complejo de héroes que me odian por el simple hecho de existir— me miran con un odio renovado, porque, por supuesto, ¡ahora también soy "el cocinero favorito" de las chicas! Como si ya no fuera suficiente que Lady Inocencia y Lady Perfección se acercaran a hablarme, ahora también me admiran por mis "talentos culinarios".
Así que ahí lo tienen. De oficial de inteligencia de alto rango, un estratega con un historial impecable, he pasado a ser el chef favorito de las damas. Es irónico y patético a partes iguales. Lo que en mi mundo anterior habría sido motivo de burla para mis colegas, aquí es motivo de fascinación para todos. Y yo, mientras tanto, sigo cocinando de vez en cuando, solo para recordarles a estas chicas que el "forastero oscuro" es capaz de más de lo que cualquiera imagina.