Chereads / Celestaris: Chronicles of Manga, Moon and Kizuna / Chapter 22 - Capítulo 10: Pasado, Presente y Futuro (Parte 2)

Chapter 22 - Capítulo 10: Pasado, Presente y Futuro (Parte 2)

Capítulo 10: Pasado, Presente y Futuro

(Parte 2)

El atardecer bañaba el bosque de Mythara con tonos dorados mientras me dirigía a la arena de combate, ubicada en las afueras de la aldea, lejos de los árboles.

El ambiente estaba cargado de expectativa. Los aldeanos, reunidos en un semicírculo, murmuraban entre ellos mientras el padre de Yuna observaba desde un balcón con mirada vigilante.

Para mí, esto no parecía un simple duelo amistoso, sino una ejecución pública. Las miradas de juicio de los aldeanos se clavaban en mi espalda, como si ya dieran por sentado que el "humano novato" sería aplastado por Hayate.

—¿Dónde estuviste todo el día? ¿Por qué no nos dijiste nada de esto? —preguntó Yuna, cargada de preocupación mientras corría hacia mí junto a Melodía.

—Fui a prepararme… —respondí con una sonrisa despreocupada, intentando tranquilizarla, aunque la tensión en mi interior no me dejaba en paz.

—¡Hum! Podrías habernos avisado. No es como si yo estuviera preocupada por alguien tan desalineado —dijo Melodía, cruzando los brazos y mirando hacia otro lado. Sin embargo, su tono traicionaba una pizca de sinceridad—. Aunque tenías a Yuna bastante intranquila.

Me incliné ligeramente en una disculpa.

—Perdónenme, no era mi intención preocuparlas. Solo quería estar listo, tanto física como mentalmente. Mi futuro depende de este duelo…

Kizuna, siempre oportuna, voló hacia nosotros con su inagotable energía.

—¡Un mago nunca revela sus trucos, kizu!

El comentario logró arrancar una risa ligera de ambas. La presencia de Kizuna tenía esa habilidad mágica de cambiar el ánimo en un instante.

De pronto, ambas se inclinaron hacia mí, y antes de que pudiera reaccionar, sentí un beso en cada mejilla.

—Ya sabes, para la buena suerte… —dijeron al unísono.

Mi rostro se calentó al instante, y apenas pude mantener la compostura mientras ellas reían suavemente. Las observé mientras se alejaban hacia el palco junto al padre de Yuna, dejando en mí una mezcla de nervios y determinación.

—No es momento de distraerse ahora —murmuré, dándome una palmada en el rostro con ambas manos.

En el centro de la arena, Hayate ya estaba alentando al público con gestos amplios y palabras altisonantes. Su ego claramente inflado por la atención hacía que algunos aldeanos vitorearan, aunque otros simplemente lo miraban con curiosidad.

Junto a él, un elfo que parecía cumplir la función de juez permanecía estoico, sosteniendo una espada de madera que pronto ofrecería a su contrincante.

Hayate me miró con desdén desde la distancia, su aire de superioridad palpable en cada movimiento.

—Veo que no te asustaste, frágil humano —dijo, su tono goteando altanería—. Hoy te mostraré el verdadero poder de un elfo de viento. Te haré morder el polvo y le demostraré a Yuna quién es el mejor de los dos.

El juez se acercó a mí, extendiéndome la espada larga de madera. Negué con la cabeza y, en su lugar, saqué mi propia katana de madera sin filo. Su diseño, decorado con motivos de sakura, reflejaba un estilo más personal y significativo.

—¿Hey, me estás escuchando, mocoso? —continuó Hayate, tratando de llamar mi atención mientras agitaba su espada frente a él.

No respondí. En cambio, mantuve mi mirada fija en él, mi mente completamente concentrada en el combate que estaba por venir. Mi silencio pareció irritarlo aún más.

El juez dio un paso al frente, interrumpiendo el incómodo intercambio.

—Este será un duelo uno contra uno con espadas de entrenamiento —declaró, su voz firme resonando en la arena—.

Hizo una pausa antes de continuar:

—Las reglas son simples: gana el primero que desarme, incapacite o haga rendirse a su oponente. Solo pueden usar sus espadas, pero se permite el uso de magia siempre que no pongan en peligro a los espectadores.

El juez esperó un momento para asegurarse de que todos comprendieran. Desde el palco, el padre de Yuna se levantó, saludando al público y otorgando su aval al combate.

—¡Que comience el duelo! —exclamó el juez, bajando la mano con rapidez.

Como un destello, Hayate desapareció de mi campo visual. Su velocidad era abrumadora.

Mi instinto tomó el control, y llevé mi espada a mi espalda justo a tiempo para sentir el impacto de las espadas de madera al chocar. El golpe fue fuerte, empujándome hacia adelante, pero logré girarme rápidamente para volver a enfrentarme a él.

—Veo que, al menos, tienes buenos reflejos… —comentó Hayate con aire de superioridad. Sus palabras eran despectivas, pero no lograron desviar mi concentración.

—Como me irritas, mocoso condescendiente… "Wind Walk Fast Boost".

Un aura brillante envolvió sus pies, y su velocidad aumentó drásticamente. Intuí que debía ser una versión mejorada de Wind Walk.

Volvió a lanzarse contra mí. Para el público, sus movimientos eran un borrón, apenas podían seguirlo. Pero yo, con mi concentración y el flujo de maná equilibrado en mi cuerpo, lograba anticipar sus ataques.

Las espadas chocaron una y otra vez, el sonido sordo llenaba la arena mientras intentaba mantener mi defensa intacta.

—¿Qué? ¿Qué está pasando? ¿Por qué no puedo atravesar su defensa? —preguntó Hayate, frustrado, su respiración se aceleraba a cada momento.

Los murmullos del público aumentaron. Desde su perspectiva, yo apenas parecía moverme, parado en el mismo lugar mientras bloqueaba cada ataque con precisión.

—¿Qué truco estás usando, humano? ¡Nadie puede bloquear tantos ataques seguidos por tanto tiempo! —dijo, su irritación era cada vez más evidente.

Sonreí levemente, dejando que mi expresión hablara por mí.

—¡Un mago nunca revela sus trucos! —respondí con ironía.

Su rostro se tornó rojo de ira, y sus ataques se volvieron más erráticos, aunque no menos intensos.

Fue entonces cuando recordé la charla que había tenido esa mañana con Kizuna…

—¿Modo Musashi, Kizu? ¿Qué es eso?

—Miyamoto Musashi fue el mejor samurái de todo Japón. Perfeccionó su técnica en la espada como nadie —le expliqué, mientras ella flotaba a mi lado con ojos llenos de curiosidad.

—Ya veo, Kizu… —respondió con intriga.

—Siempre me han fascinado los Mangas sobre su vida. Hay uno en particular que me marcó profundamente, donde se le retrata como un errante recorriendo Japón, buscando perfeccionar su arte y enfrentando desafíos en cada paso.

—En ella se detallaban sus técnicas y estilo de lucha. Usé todo mi maná y mis gemas para aprender su estilo y habilidades. Lo llamaré "Modo Musashi" en su honor.

—¡Pero recuerda! —añadí con una sonrisa—. ¡Un mago nunca revela sus trucos!

—¡De acuerdo, Kizu! ¡Será nuestro secreto!

De vuelta en el presente, inhalé profundamente y ajusté mi postura.

—¡Modo Musashi! Técnica defensiva: "Blossom Guard".

—No podrás defenderte para siempre… —dijo Hayate mientras un aura verde comenzó a concentrarse alrededor de su espada, crepitando con energía acumulada.

—¡Final Wind Slash! —gritó, lanzando un corte de energía en forma de hoja verde que atravesó el aire con un zumbido mortal antes de explotar frente a mí, levantando una gran polvareda.

Hayate bajó su espada con confianza y se giró hacia el público, una sonrisa triunfante cruzando su rostro mientras esperaba los vítores que confirmarían su victoria.

—Eso debería bastar… —murmuró, pero su voz se desvaneció al notar que la nube de polvo comenzaba a disiparse.

Cuando la vista quedó despejada, su expresión cambió de victoria a incredulidad.

—¿A dónde se fue? —balbuceó, incapaz de comprender lo que veía.

Yo estaba justo a su costado lateral, observándolo con calma mientras él seguía mirando al vacío.

—¡No te distraigas! —dije, atacando con un golpe rápido al brazo que sostenía su espada. El impacto fue preciso, lo suficiente como para hacerle retroceder un paso, aunque no soltó su espada.

Hayate retrocedió instintivamente, aumentando la distancia entre nosotros. Su rostro estaba lleno de frustración y desconcierto.

—Esto no es posible… ¿Cómo puede tener tanta fuerza con ese cuerpo tan… débil?

Pude ver cómo su irritación crecía con cada palabra, su postura se volvía más rígida y sus movimientos más tensos.

Mientras me preparaba para el siguiente movimiento, una ligera vibración recorrió mi mente. La voz de Olivia resonó con urgencia.

—¡Advertencia! Maestro, su maná está al límite. Su cuerpo está comenzando a mostrar signos de agotamiento crítico. Si continúa usando el "Modo Musashi" en este estado, corre el riesgo de quedar completamente inmovilizado.

Cerré los ojos, inhalando profundamente.

—Gracias por el recordatorio, Olivia… pero no puedo detenerme ahora. Luego descansaré.

—¡Sugerencia! Finalice el combate en el próximo movimiento para evitar daños permanentes.

—Eso planeo… —respondí, apretando con más fuerza la empuñadura de mi katana.

La presencia de Olivia desapareció de mi mente, dejándome solo con el peso de sus palabras y la presión del momento.

—Mi paciencia se agota, mocoso. Creo que va siendo hora de terminar esto. Es momento de usar mi técnica más pulida —anunció Hayate, adoptando una postura firme mientras tomaba su espada con ambas manos.

Reconocí esa postura de inmediato. De hecho, era una que yo mismo había empleado antes. Pero esta vez, algo era diferente.

No sabía si era por el "Modo Musashi", pero una serenidad absoluta me envolvía, como si pudiera anticipar cada movimiento con claridad. Mi mente era un río tranquilo, fluyendo con calma a pesar de la tormenta frente a mí.

Llevé mi katana detrás de mí, ocultándola en una pose de combate que parecía completamente abierta, pero era engañosamente peligrosa. Definitivamente, esto sería un todo o nada.

—¡Admira mi poder! —exclamó Hayate, su voz cargada de un odio incontenible.

—Esta es la versión superior de "Tempest Waltz". La he perfeccionado durante años… —añadió, su tono goteando arrogancia mientras el aura verde alrededor de su espada crepitaba con energía.

—Tempest Waltz: Final Wind —gritó, lanzándose hacia mí con una velocidad abrumadora. Sus movimientos eran un borrón de luz y furia, como un vendaval imparable.

Yo, en cambio, permanecí inmóvil. Cerré los ojos, dejando que mis sentidos se agudizaran al máximo. Era como si el tiempo se ralentizara a mi alrededor, cada sonido, cada movimiento de Hayate, perfectamente claros en mi mente.

—¡Haruto, cuidado! —gritaron en coro desde el palco. Pude sentir la tensión en sus voces, y no las culpaba. Desde su perspectiva, mi postura parecía completamente abierta, como si hubiera bajado la guardia y estuviera a punto de recibir el golpe sin oponer resistencia.

Pero, justo antes de que su espada me alcanzara, desaparecí en un instante, dejando solo una estela de aire y polvo en mi lugar.

Cuando Hayate se detuvo, su espada estaba extendida hacia adelante, congelada en el aire, mientras el silencio caía sobre la arena como un manto.

—¿Qué…? —murmuró, buscando frenéticamente con la mirada, incapaz de comprender lo que acababa de suceder.

Yo estaba detrás de él, alejándome lentamente mientras mis pasos resonaban en la arena. Mi katana descansaba con calma en mi mano, y con un gesto deliberado, la llevé hacia un costado, como si disipara la energía de una habilidad.

—Modo Musashi. Técnica de ataque "Hidden Petal" —dije con serenidad.

En el instante en que pronuncié el nombre, el cuerpo de Hayate se estremeció. Un destello rosado emergió de su costado, y un viento suave comenzó a soplar alrededor de él. Pétalos de sakura parecían brotar de la nada, girando con gracia en el aire antes de desvanecerse lentamente.

—¿Qué…? ¿En qué momento…? —murmuró Hayate, su voz apenas un susurro. Su mirada descendió hacia su costado, donde los pétalos seguían cayendo como si hubieran brotado de una herida invisible.

Intentó dar un paso, pero su cuerpo vaciló. Su espada cayó de su mano, golpeando el suelo con un sonido seco.

Su cuerpo tembló, incapaz de sostenerse, y cayó de rodillas. Su rostro era una mezcla de confusión y agotamiento, como si intentara comprender cómo había perdido. Un segundo después, se desplomó por completo.

El público permaneció en silencio, como si todo el aire hubiera sido extraído de la arena. Pero el espectáculo de los pétalos flotando en el aire, brillando con un leve resplandor rosado antes de desvanecerse en el viento, era suficiente para dejar claro que todo había terminado.

Luego, un murmullo creció entre los aldeanos…

—¿Ese humano…? ¿Ganó?

Esa pregunta rompió el hechizo. La multitud estalló en vítores, algunos aplaudiendo, otros gritando emocionados por lo que acababan de presenciar.

En el palco, Yuna y Melodía se abrazaron, sus caras reflejando una mezcla de alivio y felicidad desbordante.

El juez alzó la voz, su tono claro y definitivo:

—¡Fin del duelo! ¡Hayate no puede continuar! ¡Haruto es el vencedor!

Con esas palabras, mi victoria quedó sellada. Pero mi cuerpo tenía algo más que decir al respecto.

Sentí cómo mis piernas flaqueaban y, antes de darme cuenta, me desplomé de espaldas al suelo. Mi katana se desvaneció en un instante. El efecto del "Modo Musashi" había desaparecido, llevándose consigo mi última reserva de energía.

Cada músculo dolía, como si hubiera corrido una maratón y luchado con dragones al mismo tiempo.

—¡Lo logramos! ¡Somos los mejores! ¡Nadie puede derrotar a Haruto el samurái, kizu! —celebró Kizuna, danzando en el aire con un entusiasmo inagotable.

—Sí, Kizuna, lo logramos… creo que me merezco un buen baño caliente… cuando mi cuerpo vuelva a moverse —susurré, intentando encontrar algo de alivio mientras el suelo se sentía sorprendentemente cómodo en ese momento.

—¡Haruto! —Yuna y Melodía corrieron hacia mí, arrodillándose a mi lado antes de abrazarme con fuerza.

—¡Estuviste genial! ¿Qué eran esos movimientos? —preguntó Yuna, su voz llena de admiración.

—Supongo que no eres solamente un desalineado como pensaba… —comentó Melodía, pero esta vez con una sonrisa genuina.

—Apreciaría que no me apretaran tanto… mi cuerpo está bastante hecho polvo —dije con una mueca, aunque no pude evitar sonreír al verlas reír suavemente.

El calor de sus abrazos, combinado con sus risas ligeras, logró disipar momentáneamente el dolor en mi cuerpo.

Por primera vez desde que comenzó el duelo, me permití relajarme. Había ganado, pero no solo el combate. Sus sonrisas me recordaron que también había ganado algo mucho más valioso… su confianza.

Mientras el eco de los vítores aún resonaba en la arena, me di cuenta de que este momento, rodeado de ellas, era lo que realmente hacía valer la pena todo el esfuerzo.