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Chapter 28 - Capítulo 1: Bienvenido a Stonehollow (Parte 3)

Parte 3

Haruto estaba sentado en el banco de piedra de la celda, acariciando suavemente a Simo, quien se había acurrucado en su brazo.

El cuervo parecía absorber parte de la incertidumbre que lo invadía. Su mirada se perdía en las paredes de piedra que lo rodeaban, mientras el frío de las esposas de Nulite seguía adherido a su piel.

"¿Realmente van a ayudarme?" pensó, recordando la determinación en los ojos de Yuna y Melodía antes de ser separado de ellas.

Pero el peso de sus malas experiencias los acosaba: las miradas despectivas, las mentiras, la traición que lo había dejado solo. Había confiado antes, solo para ser abandonado.

"¿Qué pasa si sucede lo mismo aquí? ¿Y si solo están siendo amables porque no tienen otra opción?"

Simo alzó la cabeza, sus ojos brillantes lo observaban con atención. Haruto suspiró, forzando una risa sin alegría.

—Estoy siendo paranoico, ¿no? —murmuró. El cuervo inclinó la cabeza como si respondiera, pero no ofreció respuestas.

Cerró los ojos y respiró hondo. Quería creer que esta vez sería diferente, que podía confiar en ellas. "Confío en ellas," se dijo, aunque el eco de sus traumas seguía latente.

El sonido de pasos resonó en el pasillo, interrumpiendo sus pensamientos. Haruto se irguió, su cuerpo tenso mientras las botas se acercaban. Simo se irguió en su brazo, sus garras arañando suavemente la tela de su ropa.

Los elfos se detuvieron frente a la celda. Solis, con su porte calculador, lo observó con una mirada que intimidaría a cualquiera.

—Así que tú eres Haruto Kibou. —Su voz era calmada, pero cada palabra llevaba el peso de la autoridad.

Haruto se puso de pie lentamente, sosteniendo a Simo.

—Sí… soy yo.

Solis inclinó levemente la cabeza.

—Debes entender algo, humano. Tu presencia aquí no es solo una anomalía, es un riesgo. Cada paso que das, repercute más allá de ti mismo.

Haruto tragó saliva, pero mantuvo la compostura.

—No estoy aquí para causar problemas.

— Eso espero. —Solis hizo un gesto hacia los guardias. —Abran la celda.

 

El guardia que lo había escoltado dudó.

—¿Está seguro de esto, señor Solis? Este humano entró ilegalmente al bosque.

Solis lo fulminó con la mirada.

—Y precisamente por eso vamos a corregir ese problema. —Se giró hacia Haruto. —Tu primer paso será registrarte como aventurero en el gremio. Sin un registro oficial, seguirás en esa celda.

El clic metálico de la cerradura resonó mientras la puerta se abría.

—Ven conmigo —ordenó Solis, girándose sin esperar respuesta.

Haruto salió con pasos cautelosos, el frío de las esposas aún latente en sus muñecas. Mientras caminaban por los pasillos, no pudo evitar preguntar:

—¿Por qué me está ayudando?

Solis no lo miró mientras respondía.

—No te confundas, Kibou. Mi deber es garantizar la estabilidad de Stonehollow.

Simo graznó suavemente, como si comentara algo. Haruto solo asintió, entendiendo que seguía bajo observación.

Al salir al exterior, la luz del sol lo cegó momentáneamente. Yuna y Melodía lo esperaban, sus rostros llenos de alivio.

—Haruto. —Yuna dio un paso hacia él, pero se detuvo justo antes de abrazarlo—. Me alegra que estés bien.

Solis levantó una mano, interrumpiendo el momento.

—Esto no es una celebración. Él debe registrarse en el gremio de inmediato. A partir de ahora, estará bajo mi vigilancia y la de mis guardias.

Yuna apretó los labios, pero finalmente asintió en silencio. Haruto suspiró y murmuró con resignación.

—Bien. Sigamos.

Avanzó tras Solis y los guardias, con Yuna y Melodía caminando cerca. El aire estaba cargado de tensión mientras cruzaban las calles adoquinadas de Stonehollow.

Las miradas de los elfos y aventureros se clavaban en Haruto como agujas, acompañadas de murmullos de curiosidad y desprecio.

Cuando llegaron al gremio, el bullicio de la sala principal se apagó casi al instante. Las conversaciones se transformaron en susurros. Haruto, sintiéndose observado como nunca antes, apretó los puños y siguió avanzando.

—Ludmila, prepara la tabla de registro y una placa de estado—ordenó Solis, con tono firme.

La recepcionista, con su semblante profesional, asintió rápidamente y desapareció tras una puerta lateral. Haruto se quedó inmóvil junto al mostrador, con el peso de las miradas quemándole la espalda.

—¿De verdad lo van a registrar? —murmuró uno de los aventureros, lo suficientemente alto como para que Haruto lo escuchara.

Simo movió las alas y soltó un graznido leve, como si intentara defenderlo. Haruto esbozó una sonrisa amarga, sin levantar la mirada.

Ludmila regresó poco después con la tabla de registro, una pieza de madera pulida con una piedra luminosa en el centro.

—Por favor, coloque su mano aquí, señor Kibou —indicó con cortesía, aunque la curiosidad brillaba en sus ojos.

Haruto obedeció, colocando su mano sobre la tabla. La piedra luminosa brilló suavemente, proyectando una luz tenue mientras procesaba la información. Cuando la luz se desvaneció, Ludmila revisó los datos grabados en la superficie.

—Nombre: Haruto Kibou. Nivel: 20. Profesión: Desconocida. Rango: "E". Afinidad elemental: Desconocida.

La sala quedó en silencio por un instante antes de que alguien soltara una carcajada desde el fondo.

—¿Rango E? Con toda esa entrada dramática, esperaba algo más impresionante.

Solis ignoró el comentario, mientras Ludmila continuaba con el proceso.

—Está oficialmente registrado. Puede tomar misiones de bajo nivel y tiene acceso limitado a los recursos del gremio —dijo, antes de sacar una placa metálica de un compartimento detrás del mostrador. Era pequeña, de color gris, con el emblema del gremio grabado.

—Esta es tu placa de estado. —Ludmila se la entregó con un gesto profesional—. Es tu identificación como aventurero. Debes llevarla contigo en todo momento. Si la pierdes, repórtalo de inmediato.

Haruto tomó la placa y la giró lentamente, notando su nombre y el rango grabados en una esquina.

—Gracias… —murmuró, aunque no estaba seguro de si lo decía por cortesía o por alivio.

Solis, que había permanecido observando en silencio, finalmente habló.

—Ahora eres oficialmente un Aventurero, Kibou. Pero no te equivoques, seguirás bajo vigilancia.

Haruto asintió lentamente, guardando la placa en un bolsillo interior. Sentía el peso de las palabras de Solis como una advertencia constante.

Yuna, que había estado observando desde un rincón de la sala, se acercó junto con Melodía.

—¿Está todo en orden? —preguntó Yuna cargada de preocupación.

—Está registrado. Pero la responsabilidad será de ustedes —respondió Solis, con una mirada que mezclaba advertencia y cansancio. Luego se giró hacia Ludmila—. Archiva los datos y envíame una copia.

Sin esperar respuesta, Solis se dirigió hacia la salida, pero Haruto alzó las manos ligeramente.

—¿Y las esposas? —preguntó, señalando los grilletes.

Solis se detuvo y lo miró con expresión neutral.

—Se quedan.

Haruto parpadeó, sorprendido.

—¿Qué? Pero ya estoy registrado. ¿No es suficiente?

—Estar registrado no te libera de toda culpa. —Solis cruzó los brazos—. Las esposas se retirarán cuando salgas de Stonehollow. Hasta entonces, son una garantía de que no causarás problemas.

Yuna dio un paso al frente.

—Señor Solis, Haruto no ha mostrado ninguna intención de causar problemas. Esto parece excesivo.

Solis sostuvo su mirada sin inmutarse.

—No es negociable, si no les gusta puede volver a la prisión.

Haruto suspiró y bajó las manos.

—Déjalo, Yuna. Está bien.

Yuna lo miró con incredulidad, pero Haruto le dedicó una sonrisa tranquila.

—Podré soportarlo. Esto no es nada comparado con otras cosas.

Solis lo observó por un momento más antes de salir del gremio.

—Asegúrense de que permanezca bajo control. Si algo sale mal ya saben lo que pasará.

El grupo quedó en silencio, rodeado por las miradas despectivas de los aventureros.

Yuna bajó la mirada, frustrada.

—Esto no es justo… —murmuró.

Haruto sonrió levemente, con resignación.

—Por lo menos ya no estoy en la prisión. Esto es suficiente por ahora.

El grupo salió del gremio en silencio, las miradas de los aventureros siguiéndolos hasta que cruzaron la puerta principal.

El aire fresco de la noche empezaba a envolver las calles de Stonehollow, mientras las luces mágicas de las torres y faroles iluminaban la ciudad con un brillo suave y elegante.

Haruto exhaló un suspiro largo, como si el peso del día finalmente comenzara a disiparse.

—Que día agotador —murmuró, mirando a Yuna y Melodía—. ¿Todo en este mundo es tan complicado?

Yuna le dedicó una pequeña sonrisa, aunque el cansancio también era evidente en su rostro.

—Mythara no es un lugar fácil para los extranjeros. Pero has superado el primer obstáculo.

Melodía, que había estado en silencio hasta ese momento, de repente levantó la cabeza, como si recordara algo importante.

—¡Ah! No hay necesidad de seguir vagando por aquí. —Se giró hacia ellos con una sonrisa radiante—. Mi familia tiene una pequeña casa aquí en Stonehollow. Bueno, más bien una villa.

Haruto parpadeó, sorprendido.

—¿Villa?

Melodía asintió, llevándose una mano al pecho con aire despreocupado.

—Tiene habitaciones de sobra, sirvientes atentos y, lo más importante, un baño caliente. —Sus ojos brillaron al pronunciar la última palabra, como si fuera un tesoro invaluable.

—¿Un baño? —repitió Haruto, confundido.

—Por supuesto. Este trámite nos ha tomado todo el día. Estoy sudada, cansada y… sinceramente, necesito relajarme un poco —respondió Melodía, cruzando los brazos con expresión triunfante.

Yuna soltó una risa suave, aunque rápidamente se cubrió la boca.

—Es cierto. No estaría mal descansar.

Melodía inclinó la cabeza, satisfecha.

—Entonces está decidido. Vamos a mi villa. Allí podremos comer algo decente, bañarnos y planear nuestro próximo paso.

Haruto suspiró, pero terminó sonriendo.

—No voy a discutir con eso. Después de este día, cualquier lugar lejos de esas miradas será un paraíso.

Cuando llegaron a la villa, Haruto se detuvo en seco, boquiabierto. No era una simple casa; era una construcción majestuosa, con columnas de mármol, grandes ventanales que dejaban ver luces cálidas en el interior, y un jardín perfectamente cuidado que brillaba bajo la luz de las estrellas.

—¿Esto es "pequeña"? —preguntó Haruto, todavía procesando lo que veía.

Melodía levantó la barbilla, claramente orgullosa.

—Claro, comparada con nuestra mansión en Astralith, esto es prácticamente una cabaña.

Haruto la miró, incrédulo.

—Si esto es una cabaña, no quiero imaginar cómo es la mansión.

—¿Quieres saberlo? —preguntó Melodía, sonriendo con picardía. —La próxima vez que vengas a Astralith, te daré un tour completo.

Una vez dentro, un grupo de sirvientes elfos los recibió con modales impecables, ofreciendo refrescos y toallas calientes. Melodía aceptó de inmediato y comenzó a dar órdenes antes de que alguien pudiera reaccionar.

—Quiero un baño caliente listo en diez minutos. Y preparen algo ligero para cenar…—Se giró hacia Yuna y Haruto con una sonrisa despreocupada—. ¿No les encanta tener sirvientes?

Yuna puso los ojos en blanco, aunque su sonrisa delataba su diversión. Haruto levantó las manos.

—Estoy bien con lo que sea... siempre y cuando no sea más complicado que un sándwich.

Melodía chasqueó la lengua.

—Que humano tan simple...

El intercambio ligero rompió la tensión acumulada del día, dejando al grupo con una sensación de normalidad que no habían tenido en mucho tiempo.

Mientras Haruto disfrutaba de un baño:

El vapor llenaba la sala de baño, envolviéndolo en una calidez que parecía borrar la tensión acumulada del día. Haruto dejó escapar un largo suspiro mientras se sumergía en el agua caliente.

—Esto sí que es un lujo... —murmuró, dejando que el calor aliviara cada músculo.

Dentro de su subconsciente, Olivia observaba todo desde su panel flotante.

—¡Comentario! No entiendo por qué los humanos necesitan sumergirse en agua caliente para relajarse. Es una actividad ineficiente y una pérdida de tiempo.

Kizuna, sentada en el suelo con una bolsa de papas fritas en las manos, levantó la vista lentamente.

—¿Qué estás haciendo, Kizu?

—¡Respuesta! Cumplo con mi deber como inteligencia artificial: observar y registrar los patrones de comportamiento de Haruto.

Kizuna parpadeó, incrédula, antes de suspirar profundamente.

—¿Estás espiando mientras se baña? ¡Eso es... raro, Kizu!

—¡Corrección! No estoy espiando. Estoy recolectando datos esenciales —replicó Olivia con su tono lógico y calmado.

Kizuna se puso de pie, dejando la bolsa de papas fritas a un lado.

—Eso es suficiente. Este es su momento de privacidad.

—¡Opción! Podrías pedirle permiso a Haruto para desactivar mis funciones en momentos específicos.

Kizuna arqueó una ceja y caminó hacia un panel brillante.

—No voy a pedírselo. Lo haré yo misma, Kizu.

—¡Pregunta! ¿Qué estás haciendo? —preguntó Olivia, girándose hacia ella.

—Apagándote, eso hago. —Kizuna presionó un gran botón rojo en el centro del panel.

Todas las pantallas parpadearon y, con un zumbido, se apagaron al mismo tiempo.

En el baño, Haruto, que estaba a punto de sumergirse por completo, sintió algo extraño, como si una parte de él hubiera quedado en silencio. Una leve sonrisa cruzó su rostro.

Se hundió más en el agua, disfrutando de la primera verdadera paz del día.