Parte 2
El calor abrasador de la forja impregnaba el aire, acompañado del ritmo constante de los martillazos y el crujir del fuego.
Thalindra, con el cabello rojo recogido en una coleta y el mandil cubierto de ceniza, manejaba el martillo con una precisión que desmentía su juventud.
A cada golpe, la hoja de acero sobre el yunque tomaba forma, mientras las chispas iluminaban fugazmente las sombras de la habitación.
Pero su mente estaba en otra parte. La "Umbranita".
Esa piedra mágica, con propiedades únicas, era la clave para su proyecto más ambicioso: unos guanteletes elementales diseñados para canalizar un poder descomunal. Sin embargo, sin la piedra, no eran más que un prototipo incompleto, acumulando polvo en su mesa de trabajo.
Desvió la mirada hacia ellos, dejando escapar un suspiro frustrado.
Guardó el martillo y sumergió la hoja incandescente en un barril de agua. El siseo resonó mientras el vapor la envolvía. Mientras se quitaba los guantes de cuero, recordó un rumor escuchado en la taberna.
—Dicen que llegaron unos aventureros… y que uno lleva un cuervo blanco.
Algo tan raro no podía ser coincidencia.
Si esos forasteros sabían algo sobre la Umbranita, era una oportunidad que no podía dejar pasar.
Guardó la hoja sin terminar en un estante, se quitó el mandil y sacudió la ceniza de su ropa.
—Hora de averiguarlo.
Tomó su bolsa mágica y dejó atrás la forja, adentrándose en las calles bulliciosas de Molgaroth.
El sonido de martillos, los comerciantes voceando sus productos y el murmullo de conversaciones llenaban el aire. Thalindra avanzó con pasos firmes, ignorando las miradas curiosas de los enanos que la reconocían.
Un grupo de aventureros y un cuervo blanco. No era mucha información, pero en una ciudad donde los rumores volaban como pólvora, confiaba en encontrar más pistas.
Su destino: El Martillo Errante, la taberna favorita de los aventureros.
Al empujar la puerta, el calor y el bullicio la envolvieron. Entre el humo de las lámparas de aceite, el aroma a cerveza enana y carne asada impregnaba el ambiente.
Algunos parroquianos levantaron la vista, reconociendo al instante su cabello rojo y semblante decidido.
Se acercó al tabernero, un enano corpulento de barba espesa y un parche en el ojo izquierdo.
—¡Thalindra! Hacía tiempo que no pasabas por aquí. ¿Qué te trae esta vez? —la saludó con una sonrisa cómplice mientras limpiaba una jarra.
—Escuché un rumor. —apoyó un codo en el mostrador—. Un grupo de aventureros llegó hace poco. Uno de ellos lleva un cuervo blanco. ¿Sabes algo?
El tabernero dejó la jarra a un lado, adoptando una expresión pensativa.
—Oh, sí. Llegaron hace unas horas. Según escuché, se alojaron en El Hogar de las Hachas. Un grupo peculiar, diría yo.
Thalindra frunció ligeramente el ceño.
—¿Sabes algo más? ¿De dónde vienen o qué buscan?
El tabernero rió entre dientes, cruzando los brazos.
—No mucho. Lo más interesante que escuche es que el muchacho portaba un Cuervo Blanco. Pero si buscas respuestas, esa posada es tu mejor opción.
Sin más, Thalindra dejó un Yue de Plata sobre la barra.
—Gracias. —murmuró con un leve gesto antes de girarse hacia la puerta.
Afuera, el aire fresco le aclaró las ideas mientras dirigía su atención al Hogar de las Hachas. Hablar con forasteros no le entusiasmaba, pero la posibilidad de obtener información sobre la Umbranita era algo que no podía ignorar.
"Veamos si tienen algo útil… o si será otra pérdida de tiempo," pensó mientras aceleraba el paso.
Llegó a El Hogar de las Hachas y al empujar la puerta, el familiar bullicio la recibió: risas, conversaciones y el tintineo de jarras chocando.
Observó todo el lugar con la mirada. Nada fuera de lo común.
Se dirigió al mostrador, donde Grundal, el tabernero de barba gris, la saludó con su sonrisa habitual.
—¡Thalindra! —exclamó jovialmente—. No esperaba verte por aquí tan lejos de tu forja. ¿Qué se te ofrece?
—Información. —respondió, cruzándose de brazos.
—Escuché que unos aventureros se alojaron aquí. Uno lleva un cuervo blanco. ¿Sabes dónde están?
Grundal rascó su barba con aire pensativo.
—Ah, sí. Te refieres al humano y a la elfa de viento. Salieron hace tiempo, mencionaron algo sobre el gremio de aventureros.
Thalindra dejó escapar un leve suspiro de frustración.
—¿Dijeron algo más?
El tabernero frotó su barba nuevamente, como si repasara su memoria.
—Ahora que lo mencionas… sí. Estaban preguntando por ti, Thalindra.
La enana alzó una ceja, sorprendida.
—La elfa parecía la líder, muy educada si me preguntas. El humano, en cambio, parecía un poco distraído, pero ese cuervo blanco… ¡vaya que llamó la atención! Todos están hablando de ellos.
Hizo una pausa antes de añadir con tono más bajo.
—No creo que el muchacho sea un demonio, pero el cuervo… podría ser de Netheria.
Thalindra frunció el ceño. Si realmente la estaban buscando, sus caminos se cruzarían pronto.
Pero no pensaba esperar.
—Gracias, Grundal. Iré al gremio a ver si los encuentro.
Antes de marcharse, dejó un Yue de Oro en la jarra de propinas. El sonido metálico hizo que el tabernero alzara una ceja, sorprendido.
—Buena suerte, niña. No parecían problemáticos, pero nunca se sabe.
—Lo tendré en cuenta. —respondió con un leve asentimiento antes de salir.
Molgaroth vibraba con la actividad de sus mercados y forjas, pero Thalindra apenas notaba el bullicio.
Su atención estaba fija en su objetivo: encontrar a esos aventureros y obtener las respuestas que necesitaba.
"Si realmente me estaban buscando, deben saber algo importante."
El sol poniente se reflejaba en los relieves de las imponentes construcciones enanas, mientras apresuraba el paso hacia el gremio de aventureros.
"Quieran o no, responderán mis preguntas."
El gremio destacaba incluso entre la monumental arquitectura enana. Tallado en la roca de la montaña, sus pilares narraban batallas épicas, y sus puertas de hierro forjado parecían capaces de resistir cualquier amenaza.
Thalindra empujó una de ellas con un esfuerzo calculado, adentrándose en el bullicioso interior.
Aventureros revisaban misiones, compartían historias o negociaban contratos. Sus ojos recorrieron el lugar, buscando a la elfa de viento, el humano y el cuervo blanco sin éxito alguno.
Se dirigió al mostrador, donde Hilda, una enana de cabello anaranjado recogido en un moño, revisaba registros con eficiencia.
—¿En qué puedo ayudarte, Thalindra? —preguntó sin apartar la vista de sus papeles.
—Busco a unos aventureros recién llegados. Una elfa de viento, un humano con un cuervo blanco. ¿Se registraron aquí?
Hilda ajustó sus gafas, repasando mentalmente.
—Los vi hace unas horas, vinieron a ver el tablón de misiones y preguntaron por ti.
Thalindra arqueó una ceja.
—¿Por mí?
—Así es. Querían saber dónde encontrarte. Les dije que estarías en tu forja, pero me habían dicho que no te encontraron ahí. No han tomado misiones, así que aún deben estar en la ciudad.
Thalindra asintió, procesando la información.
—Gracias, Hilda.
Hilda la observó con cierta advertencia.
—Buena suerte y recuerda: No todos los que vienen al gremio son lo que parecen.
Asintiendo a la advertencia, Thalindra salió del gremio con el bullicio de Molgaroth resonando a su alrededor, las piezas del rompecabezas comenzaban a encajar su mente. Si realmente la estaban buscando, debía encontrarlos antes de que algo se complicara.
"Es muy extraño que alguien con esas características me esté buscando… esto podría ser más que una simple coincidencia" reflexionó, acelerando el paso en las abarrotadas calles.
Las luces mágicas se encendían mientras la noche caía, proyectando sombras entre la multitud.
Al girar velozmente en una esquina, chocó de frente con un transeúnte.
La otra persona cayó al suelo, sorprendida, mientras Thalindra apenas se inmutó. No era fácil derribarla.
Frente a ella, una elfa rubia se incorporaba con elegancia, sacudiéndose el polvo.
—Lo siento, venía distraída —dijo Thalindra, extendiéndole la mano.
—No te preocupes. Aunque debo decir, que eres fuerte como una montaña.
Estrechó la mano de la enana y añadió con un tono ligero:
—No todos los días me empuja alguien con tanta determinación.
Thalindra cruzó los brazos, alzando una ceja.
—Bueno, los enanos somos fuertes por naturaleza. Pero tú tampoco pareces alguien que pase desapercibida.
La elfa soltó una risita mientras se acomodaba un mechón de cabello.
—¿Acaso eso fue un cumplido?
Thalindra bufó, aunque una pequeña sonrisa curvó sus labios.
—Tómalo como quieras.
Una idea cruzó su mente. Tal vez esta elfa conocía a los forasteros que buscaba.
—Perdón por preguntar esto tan de repente, pero… ¿conoces a un grupo que llegó hace poco? Una elfa de viento y un humano con un cuervo blanco.
La elfa inclinó la cabeza, pensativa.
—Sí, los vi en el Hogar de las Hachas. Escuché que buscaban a alguien, pero no hablé con ellos directamente.
Thalindra suspiró con frustración.
—Gracias. Fui allí, pero no los encontré.
La elfa la miró con curiosidad.
—Disculpa que me meta en tus asuntos, pero… ¿Por qué los buscas?
Thalindra dudó un instante antes de responder con cautela.
—Quiero saber si saben sobre algo que busco.
La elfa sonrió, captando que no obtendría más detalles.
—Si quieres, puedo ayudarte a buscarlos.
Thalindra la evaluó un momento. No confiaba en extraños, pero cualquier ayuda era mejor que seguir sola.
—Podría ser útil. —admitió, antes de soltar en tono burlón—. Pero… ¿no crees que estás demasiado elegante para esta ciudad? Eres un blanco fácil para algún ladrón… o algo peor.
La elfa rió suavemente, su expresión segura y divertida.
—No te preocupes, sé cuidarme. Aunque debo admitir que nunca sacrificaría mi estilo.
Thalindra rodó los ojos, aunque su sonrisa no desapareció.
—Si tú lo dices. Molgaroth es impredecible.
—Gracias por el consejo. —dijo la elfa con una ligera inclinación de cabeza—. Por cierto, lo olvidaba, mi nombre es Melodía.
Thalindra levantó una ceja, intrigada.
—Mucho gusto, Melodía.
—Soy Thalindra, maestra artesana y minera de Molgaroth.
Melodía sonrió con reconocimiento.
—Así que tú eres la famosa Thalindra. Los aventureros que mencionaste si mal no recuerdo estaban buscando.
Thalindra cruzó los brazos, intrigada, pero sin bajar la guardia.
—Si eso me han dicho en todos los lugares que fui. Parece que hemos estado jugando al gato y al ratón todo el día.
Melodía asintió con calma.
—Si realmente te buscan, seguro irán a tu forja. Aunque… —sonrió con picardía— también podrían estar en una cafetería tomando un té.
Thalindra frunció el ceño.
—¿En serio crees que están tomando té en vez de buscarme?
—Llamémoslo una corazonada de elfos.
Thalindra suspiró, pero asintió.
—Si estás equivocada, será una pérdida de tiempo.
—Y si tengo razón, nos ahorraremos una vuelta innecesaria.
Melodía sonrió, segura de sí misma.
A medida que avanzaban, las luces mágicas proyectaban sombras danzantes sobre los muros de piedra.
Los vendedores ofrecían desde gemas brillantes hasta armas relucientes, mientras niños enanos corrían riendo entre los transeúntes.
—Esta ciudad nunca duerme, ¿verdad? —comentó Melodía, observando la actividad con una mezcla de fascinación y desconcierto.
—No. Siempre hay alguien forjando, vendiendo o bebiendo. —respondió ella con orgullo por su ciudad.
Melodía se detuvo frente a un puesto, deslizando los dedos por unas cortinas de seda finamente bordadas.
—El bordado es fascinante. —Luego, con una sonrisa traviesa, miró a Thalindra—. Tal vez deberías decorar un poco tu forja. Podría distraer a los clientes del caos habitual.
Thalindra rodó los ojos, cruzándose de brazos.
—¿Podemos hablar de moda cuando no estemos buscando a esos forasteros? Hace tiempo que no tengo clientes, y estoy ansiosa por encontrarlos…
Melodía arqueó una ceja, intrigada.
—No lo entiendo, ¿no eres una de las mejores artesanas de la ciudad? ¿No deberías estar abarrotada de pedidos?
Thalindra bufó suavemente mientras seguía caminando.
—Soy perfeccionista. La mayoría no tiene paciencia para mis estándares. Solo vendo lo que considero digno o acepto trabajos que realmente llamen mi atención, y eso… no le agrada a muchos.
Melodía dejó escapar una risa ligera.
—La perfección no es para todos. Aunque, creo que algunos simplemente no la saben apreciar.
La enana le lanzó una mirada de reojo.
—Oh, la aprecian, pero el tiempo es oro. Invertir meses en algo que otros harían en días no siempre es rentable.
Melodía asintió, con un tono pensativo.
—Te entiendo. Quieres que cada obra tuya sea digna de la excelencia, como las armas de los héroes. Eso es dedicación. Además, tu nombre está en juego con cada trabajo.
Thalindra rió con ironía.
—O simplemente no quieren lidiar conmigo.
—Tal vez por eso esos aventureros te buscan a ti y no a otro. Quizás comparten tu obsesión por lo extraordinario.
Thalindra rodó los ojos, pero una pequeña sonrisa apareció en sus labios.
—Lo extraordinario no es barato. Espero que estén listos para pagar el precio de la perfección.
"Si buscan mi trabajo, no saben lo que eso implica…"
Melodía rompió el silencio con una sonrisa despreocupada.
—Bueno, prometo no volver a distraerme con los hermosos bordados… al menos hasta que los encontremos.
Thalindra suspiró.
—Más te vale. No me entusiasma perder el tiempo.
—Oh, vamos. ¿Y si resulta que son tus admiradores?
—Llamarlos admiradores es exagerado.
Sin embargo, el leve rubor que cruzó su rostro pasó desapercibido bajo las luces de la ciudad.
A pesar de su tono seco, una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios.
Melodía, con su actitud ligera, lograba aliviar la tensión del día.
Aceleraron el paso, adentrándose en la vibrante noche de Molgaroth.