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Chapter 11 - Interludio: La Pequeña Clase de Kizuna.

Clase 1

Un espacio infinito y blanco se extendía más allá de lo que la vista podía abarcar. Haruto caminaba sin rumbo, sintiéndose atrapado en lo que claramente era un sueño extraño. Un destello cegador lo envolvió, obligándolo a cerrar los ojos.

Cuando los abrió de nuevo, la nada había desaparecido. Ahora estaba sentado en un pupitre, como si estuviera en una escuela. Frente a él, había una figura conocida, aunque algo... diferente.

Era Kizuna, pero con una altura que parecía, para su incredulidad, normal.

Vestía como una maestra de secundaria, con gafas ligeramente torcidas que claramente llevaba solo para intentar parecer más intelectual. Sostenía un puntero con autoridad, apuntando a un pizarrón lleno de garabatos que representaban, con dudoso talento artístico, a Yuna con orejas de elfa y una espada.

—¡Buen día, alumnos! —exclamó Kizuna con entusiasmo, golpeando el escritorio con el puntero—. ¿Listos para nuestra pequeña clase, kizu?

Haruto, aún parpadeando por el impacto del cambio repentino, levantó la mirada, visiblemente confundido.

—¿Alumnos? ¿Clases? ¿Qué pesadilla es esta? —murmuró, frotándose los ojos—. Y, más importante, ¿por qué te ves de estatura normal?

Kizuna ajustó sus gafas con aire solemne, como si su dignidad estuviera siendo cuestionada, mientras un brillo teatral aparecía en su mirada.

—¡Qué dices, Haruto-kyun! Siempre he sido así de genial. Quizás no puedas ver a tus compañeros, pero créeme, están ahí, kizu.

Miró a un punto inexistente, como si hablara con una audiencia invisible. Haruto suspiró y apoyó la barbilla en una mano, lamentando profundamente haber preguntado algo.

—Primero, hablaremos de nuestra protagonista, Yuna Kazeharu, nuestra elfa del viento. Sé que su belleza no se compara con la mía, pero, ya sabes, ella es la que manda, kizu.

Kizuna agitó el puntero con un movimiento dramático, y el pizarrón cambió mágicamente, mostrando un dibujo sorprendentemente detallado de Yuna: cabello verde lacio, ojos igualmente verdes, orejas puntiagudas y un atuendo elegante que destacaba su naturaleza serena pero decidida.

Haruto levantó una mano, su rostro delatando que ya sabía que se arrepentiría de lo que estaba a punto de decir.

—Creí que yo era el protagonista...

Kizuna sacó de la nada un póster gigante con la portada del primer volumen de Celestaris. En la imagen, Yuna estaba en el centro, con un aire de gracia.

—Díselo a la portada, Haruto-kyun. —Kizuna señaló el póster con un tono de superioridad—. No sé tú, pero yo veo a una elfa de cabello verde aquí, no a un otaku obsesionado con las referencias.

Haruto dejó caer la cabeza sobre el pupitre, completamente derrotado.

—¿Pero por qué lo dices tan brusco...?

Ignorando su queja, Kizuna golpeó el pizarrón con el puntero.

—¡Pasemos a las armas! Ella posee un arco hermoso de color plateado el "Elven Bow" y su nueva maravillosa espada "Elven Sword". Ambas son maravillas creadas por los maestros artesanos enanos de Durkheim.

El pizarrón cambió nuevamente, mostrando un dibujo de un arco reluciente, con detalles de hojas y viento grabados en su superficie, y una espada elegante a juego.

Mientras Kizuna hablaba, Haruto había comenzado a doblar un avión de papel, claramente aburrido.

Klak.

El golpe del puntero contra la pizarra resonó como un trueno. Haruto se sobresaltó y dejó caer el avión de papel.

—Presta atención o te irás a recuperatorio, kizu.

Haruto se encorvó de inmediato.

—Ya que ahora estás despierto, revelemos información sobre tus armas. —Kizuna materializó dos pistolas de juguete y, poniéndose una gran gabardina roja, imitó con precisión la pose de Haruto al invocar sus armas.

—Estas son Aka-Oni, la pistola roja, y Ao-Oni, la pistola azul. ¡Se ven geniales, kizu!

Haruto levantó una mano, ligeramente preocupado.

—¿Por qué parecen pistolas de agua...?

Kizuna lo ignoró y continuó, su voz llenándose de dramatismo.

—Hace muchos años, dos demonios fueron sellados dentro de estas armas. Aka-Oni, o Akane Kurai, y Ao-Oni, o Aoi Hisame.

El pizarrón mostró dos figuras femeninas: Akane, con cabello rojo ardiente y un atuendo de estilo tradicional japonés, y Aoi, con cabello corto azul y un kimono que parecía hecho de hielo.

—Akane era audaz, temperamental y decidida, mientras que Aoi era tranquila, analítica y de temperamento frío. —Kizuna adoptó una pose heroica—. ¿Y si se lo están preguntando? Sí, son referencias. ¿Un cazador de demonios de cabello blanco? ¿Un rubio con su hermano? ¡Por supuesto, kizu!

Haruto parpadeó.

—¿No vas a decir más para evitar problemas legales...?

Kizuna sonrió con picardía, mirando al vacío como si supiera algo que nadie más entendía.

—¡Exacto! —dijo con total descaro. Entonces cerró los ojos, y su tono cambió a uno dramático—. Pero voy a revelar el último de los secretos...

—¿Eh? —Haruto inclinó la cabeza, intrigado.

—Estas armas están aquí gracias a…

De repente, la voz de Kizuna fue interrumpida por el sonido de un borrador deslizándose sobre la pizarra.

—¡Olivia! ¿Qué estás haciendo, kizu? —gritó, girándose hacia la fuente del ruido.

Ahí estaba Olivia, el espíritu IA del panel de Haruto, borrando rápidamente todo lo que había en la pizarra.

—¡Advertencia! Estás por revelar información confidencial. No puedo permitir que esto salga a la luz.

Kizuna trató de arrebatarle el borrador.

—¡¿Qué cosas dices, kizu?! ¡Nuestros estudiantes imaginarios deben saberlo!

—Información clasificada. Acceso denegado —respondió Olivia con un tono neutro, moviendo el borrador lejos de su alcance.

Haruto observó la escena con una mezcla de fascinación y resignación mientras Kizuna y Olivia luchaban por el control de la pizarra.

Cuando el sueño comenzó a desvanecerse, las dos figuras se difuminaron con el fondo blanco.

Haruto abrió los ojos, tumbado en el pasto, mirando hacia el cielo despejado. El murmullo de las hojas al viento lo devolvió a la realidad.

—Definitivamente necesito dormir menos... —murmuró, cubriéndose los ojos con un brazo mientras una leve sonrisa asomaba en su rostro.