Parte 3
Juntos, con Kizuna soltando pequeñas exclamaciones de entusiasmo, avanzamos hacia la cámara final.
A medida que nos adentrábamos, la atmósfera densa y misteriosa parecía envolvernos, amplificando la expectación.
El eco de nuestras pisadas reverberaba en la sala, donde la tenue luz de las antorchas arrancaba destellos de los símbolos arcanos grabados en las paredes, dándoles una inquietante sensación de vida.
Yuna no pudo evitar detenerse brevemente para admirar la grandiosidad del lugar, su mirada recorría los detalles con fascinación.
Incluso en ese momento, su calma y elegancia permanecían intactas. Kizuna, en cambio, seguía celebrando con giros exagerados en el aire, como si la tensión que sentían los demás no la afectara en lo más mínimo.
Intentaba proyectar serenidad, pero por dentro, la mezcla de emoción y nerviosismo me mantenía alerta. Era como si una pequeña corriente eléctrica recorriera mi cuerpo, preparándome para algo que aún no podía identificar.
No podía ignorar la sensación creciente de que algo más nos esperaba en aquella cámara, algo que quizás cambiaría todo.
Haruto no estaba equivocado.
Oculta en las sombras más profundas, donde ni siquiera la luz del fuego alcanzaba, una figura enigmática los observaba con detenimiento.
Sus ojos, brillantes y fríos como estrellas en un cielo sin luna, seguían cada movimiento del grupo con una precisión inquietante.
Una sonrisa apenas perceptible se formaba en su rostro, un gesto que irradiaba tanto conocimiento como una malicia contenida.
La figura permanecía en silencio, evaluándolos desde su escondite, moviéndose con una gracia antinatural que la mantenía fuera de su alcance, pero siempre vigilante.
Ajeno a la presencia que acechaba en las sombras, Haruto se detuvo frente a una imponente puerta al final de la cámara.
Estaba tallada con símbolos antiguos, sus líneas suaves y detalladas parecían casi palpitar bajo la tenue luz que la rodeaba, como si prometiera secretos reservados solo para los más audaces.
—Bueno… ¿listos? —pregunté en un murmullo, tomando aire como si intentara absorber algo de la confianza de sus compañeras.
Yuna asintió con serenidad, aunque en sus ojos brillaba una mezcla de expectación y cautela. Kizuna, como siempre, no podía contener su entusiasmo. Dio una voltereta en el aire, exclamando con su característico ánimo.
—¡La sala de las recompensas! ¡Es como en los juegos, Kizu!
Haruto rodó los ojos, aunque no pudo evitar una pequeña sonrisa al escucharla. Con una última mirada entre ellos, los tres cruzaron juntos el umbral.
Al hacerlo, un destello de luz los envolvió, cegándolos momentáneamente y obligándolos a entrecerrar los ojos mientras avanzaban.
Cuando la intensidad de la luz disminuyó, el espectáculo que se reveló ante ellos los dejó sin aliento.
En el centro exacto de la sala, suspendida en el aire y rodeada por un aura dorada que parecía palpitar con vida propia, flotaba una espada deslumbrante.
La espada era una obra maestra, su hoja refinada, hecha de un metal brillante, reflejaba la luz con un aura hipnótica. La empuñadura, adornada con grabados ondulantes y gemas en tonos verdes, parecía contener la esencia misma del viento.
La espada giraba lentamente en el aire, proyectando una sensación de espera y majestuosidad, como si estuviera evaluando a quienes habían osado llegar hasta ella.
—Esa… es la "Elven Sword" —murmuró Yuna, con los ojos bien abiertos y un leve temblor en su voz, mientras daba un paso hacia adelante.
—Nunca pensé que la vería en persona. Es un tesoro perdido de mi aldea. Nadie sabía dónde estaba escondida…
Dio un paso adelante, como atraída por una fuerza invisible. Sus ojos recorrieron cada grabado en la espada, que parecía brillar con una vida propia, y por un momento, pareció que incluso la atmósfera de la sala se volvía más liviana.
—Haruto... esta espada ha sido parte de nuestra historia desde hace mucho tiempo. Se decía que solo aparecería para alguien digno, alguien dispuesto a protegerla con honor.
La reverencia en la voz de Yuna era inconfundible. Miré su rostro, iluminado por el resplandor de la espada, y pude captar la mezcla de emoción y responsabilidad que cargaba ese momento.
—Es tuya, Yuna. Si alguien debe empuñarla, eres tú —dije, dejando que mi voz reflejara la confianza que sentía por ella.
Kizuna, mientras tanto, flotaba emocionada alrededor de la espada, con sus ojos brillantes y pequeños gritos de asombro.
—¡Es hermosa, Kizu! ¡Parece sacada de un sueño! —decía, mientras intentaba posar dramáticamente como si estuviera junto a un objeto legendario.
La joven elfa extendió lentamente su mano hacia la Elven Sword. Sus dedos temblaban ligeramente, reflejo de la emoción y la duda que luchaban en su interior. Pero antes de que pudiera tocarla...
—¡Espera! —exclamé, levantando una mano instintivamente—. Esto grita "trampa", como esas películas donde las cosas terminan mal… ya sabes, rocas gigantes, aplastados y todo eso.
Yuna me miró un instante, claramente indecisa entre reír o suspirar, pero finalmente ignoró mi comentario y tomó la espada con firmeza.
Me cubrí instintivamente, encorvándome como si algo fuera a caer sobre mí. Esperé... y esperé. Nada pasó. Solo un silencio incómodo que llenó la sala mientras el calor subía a mis mejillas.
Yuna me miró con una mezcla de desconcierto y diversión, mientras una leve sonrisa juguetona comenzaba a formarse en sus labios.
Kizuna, por supuesto, aprovechó la situación. Soltó una risita y giró en el aire, con su característico tono burlón.
—¡Eres un caso perdido, Haruto-kyun! —dijo, haciendo un puchero fingido que intentaba sonar decepcionado, pero era evidente que disfrutaba del momento.
Como si eso no fuera suficiente, una voz somnolienta resonó en mi mente desde el panel de estado.
—¡Nota! ¡El amo es oficialmente un tonto, zzzzz! —replicó Olivia, arrastrando las palabras en su tono usualmente burlón, como si hubiera despertado de un largo sueño solo para hacer ese comentario.
"Perfecto, para molestarme si esta despierta," pensé, apretando los dientes mientras fingía que no escuchaba sus risas.
Me enderecé con una risa nerviosa, intentando salvar algo de mi dignidad.
—Bueno… uno nunca sabe —murmuré, encogiéndome de hombros con una fingida despreocupación.
Yuna asintió con una sonrisa ligera, luego levantó su nueva espada, el reflejo del metal brillaba bajo la luz de la sala.
—¡Materialize Lock! —murmuró con firmeza.
El arma destelló con un último resplandor antes de desvanecerse, transformándose en una estela de luz que se deslizaba hacia su inventario "Materialize." La energía mágica vibró en el aire por un breve instante, como un eco del poder que ahora le pertenecía.
—Ahora sí, oficialmente es mía —dijo Yuna con una mezcla de orgullo y satisfacción, mientras flexionaba sus dedos, como probando la conexión recién formada.
De repente, un holograma cobró vida en el centro de la sala, proyectando un destello inesperado.
Sin pensarlo, di un salto hacia atrás y me cubrí instintivamente, preparado para cualquier catástrofe... que nunca llegó.
—¡¿Ven?! ¡Les dije que algo malo podía pasar! —exclamé, señalando el holograma con un aire de triunfo por mi supuesta previsión.
Las tres —Yuna, Kizuna y, en mi mente, hasta Olivia— se giraron hacia mí al unísono, cada una mostrando una expresión única de exasperación.
Esta vez, incluso Yuna no pudo contenerse.
—Haruto… está claro que eres un tonto —dijo, cruzándose de brazos mientras soltaba un largo suspiro.
—En las salas de recompensas no hay trampas. Es una zona segura —añadió con paciencia medida, aunque la ligera curvatura de sus labios dejaba entrever que luchaba por no reírse.
Me quedé inmóvil, sintiendo cómo el calor volvía a invadir mi rostro. Sí, definitivamente, me había pasado de dramático otra vez.
—Bueno, uno nunca puede ser demasiado precavido… —intenté justificarme, pero mi voz se apagó al ver las miradas de las dos.
Antes de que pudiera seguir hundiéndome en la humillación, aquel holograma comenzó a proyectar una figura. La sala quedó envuelta en un aire solemne mientras la imagen de un elfo de viento adulto aparecía frente a nosotros.
Con un rostro sereno y majestuoso, la figura emanaba una calma que parecía llenar cada rincón de la cámara. Su voz resonó con una elegancia ancestral, atrayendo nuestra atención por completo.
—Bienvenidos, aventureros —saludó, su tono era tranquilo pero cargado de autoridad—. Mi nombre es Charles, y soy un elfo de viento, guardián de las recompensas en esta mazmorra.
Hizo una breve pausa, como si estuviera evaluándonos, y continuó:
—Si han llegado a esta cámara, significa que han logrado superar las pruebas que aquí se les impusieron. Tal vez las hayan encontrado fáciles, o tal vez difíciles, dependiendo de sus habilidades. Pero en cualquier caso, su mérito es innegable.
El holograma giró ligeramente, dirigiendo su mirada hacia donde estaba la Elven Sword que ahora Yuna sostenía con ambas manos.
La reverencia en su postura parecía coincidir perfectamente con la solemnidad del momento.
—Quiero otorgarles la espada de mi pueblo, la "Elven Sword", un tesoro ancestral forjado por los enanos de Durkheim para proteger a los nuestros y salvaguardar el legado de los elfos de viento.
Mientras Charles hablaba, el pedestal donde antes reposaba la espada comenzó a descender lentamente.
Un suave zumbido acompañó el movimiento, revelando tres trampillas que se elevaron con una elegancia casi mágica.
De ellas emergieron tres objetos, cada uno envuelto en un resplandor único que iluminaba la sala con un aire solemne.
—Además de la Elven Sword, quiero entregarles estos tres objetos que atesoré durante mi vida, cada uno tiene cualidades únicas que, estoy seguro, les serán de gran ayuda en sus viajes.
El primer objeto, una bolsa mágica decorada con bordados de hojas verdes, capturó nuestra atención.
—Esta es mi bolsa mágica, puede almacenar hasta 100 ítems sin añadir peso —explicó Charles con una sonrisa—. Mis pertenencias están dentro, espero que les sean útiles.
El siguiente objeto llamó mi atención de inmediato, un colgante rústico con un enorme diente de tiburón suspendido de una cadena de cuero.
Aunque su diseño parecía sencillo, había algo en la vibración que emanaba, como si albergara una presencia latente, un espíritu que esperaba ser despertado.
—Este colgante es más que un adorno. Fue un regalo de un viejo amigo, y siempre lo consideré mi amuleto de buena suerte. Quizás algún día descubran su verdadero propósito —dijo Charles, su tono estaba cargado de una ligera nostalgia.
Finalmente, el tercer objeto irradiaba un fulgor oscuro y fascinante. Era una piedra brillante y misteriosa, cuyo núcleo púrpura parecía contener un remolino de energía viva.
—Y aquí tienen una Umbranita de tamaño medio y alta pureza —anunció, adoptando un tono más introspectivo—. Este raro mineral, infundido con magia oscura mineralizada, fue uno de mis mayores logros como aventurero. Espero que encuentren en él un propósito digno.
Todos contemplamos los tres objetos en silencio, atrapados por el aura casi tangible que los rodeaba.
Cada uno de ellos parecía contar una historia, un fragmento de vida dejado atrás por alguien que, a pesar de su ausencia, seguía presente en cada detalle.
No eran simples herramientas: eran recuerdos, legados vivos de alguien que había recorrido caminos similares a los nuestros.
Con cuidado, tomé la bolsa mágica. El cuero suave y perfectamente trabajado se sentía firme bajo mis dedos, pero no pesado.
Era como si el objeto mismo me diera la bienvenida. Imitando a Yuna, la coloqué en mi cinturón, su diseño práctico encajando perfectamente con el equipo que llevaba.
Luego, mis ojos se posaron en el colgante. La sencillez de su diseño no ocultaba la extraña fuerza que emanaba de él.
Me lo coloqué alrededor del cuello, y tan pronto como el diente de tiburón rozó mi piel, una leve vibración me recorrió. No era solo un colgante.
—Haruto, déjame mostrarte cómo funciona el bolso mágico —dijo Yuna con una sonrisa, acercándose para guiarme.
Con una paciencia sorprendente, me enseñó a abrir la bolsa, a acceder a los compartimentos y a organizar los objetos mágicos en su interior.
Su tono era tranquilo y seguro, convertía lo que podría haber sido un simple tutorial en una interacción sorprendentemente reconfortante.
Kizuna, mientras tanto, revoloteaba a mi alrededor con los ojos brillando de emoción. Observaba cada movimiento como si estuviera viendo un espectáculo mágico.
—¡Eso es genial! ¡Un inventario de bolsillo, Kizu! —exclamó, dando vueltas en el aire mientras imitaba un gesto de guardar cosas imaginarias.
Fui colocando ítems en la bolsa: las gemas de maná, las cuchillas recolectadas de los slimes y, finalmente, la Umbranita.
Este último ocupaba dos espacios completos, su presencia parecía llenar el aire con una leve pero perceptible energía oscura.
—¿Ves? —dijo Yuna con satisfacción, señalando cómo los ítems se organizaban automáticamente dentro del bolso—. Ahora puedes llevar todo esto sin sentir que cargas un cofre encima.
Sonreí, impresionado por la utilidad del objeto y por la forma en que Yuna había hecho que el proceso pareciera tan simple.
—Es… increíble —murmuré, admirando la capacidad del bolso mágico mientras mis dedos pasaban por el fino cuero.
Kizuna, como siempre, no perdió la oportunidad de animar la escena. Aplaudió con entusiasmo y giró sobre sí misma como un pequeño torbellino dorado.
—¡Ahora sí pareces un aventurero de verdad, Kizu! —exclamó, haciendo una pose exagerada como si estuviera en la portada de una novela épica.
El holograma del elfo, que aún flotaba con su elegancia serena, se movió hacia un círculo blanco que comenzaba a formarse en el suelo.
—Este portal los llevará de vuelta a la superficie.
—Pero antes de que se vayan, recuerden algo muy importante.
Hizo una pausa, dejando que sus palabras resonaran en la cámara, mientras su mirada parecía perderse en el horizonte invisible del portal.
—Este mundo está lleno de desafíos: mazmorras sumergidas, torres que tocan el cielo, volcanes ocultos, cavernas peligrosas... Cada uno guarda secretos y riquezas para quienes tengan el valor de explorarlos.
Sus palabras se cargaron de una energía especial, casi como una bendición.
—Pero, por encima de todo, recuerden esto: vivan una vida llena de aventuras. Que cada paso que den esté lleno de propósito y descubrimiento.
Su mirada se suavizó, y una ligera sonrisa apareció en su rostro.
—Que el viento los guíe siempre por el buen camino.
Nos miró a ambos con una expresión de orgullo contenida, como si confiara plenamente en nuestra capacidad para afrontar lo que estaba por venir. Y entonces, en un destello de luz, su figura se desvaneció, dejando tras de sí un silencio solemne que llenó la sala.
Por un instante, Yuna y yo permanecimos inmóviles. Nuestras miradas se cruzaron, y una sonrisa ligera pero cargada de significado apareció en ambos rostros.
Era un momento de alivio y satisfacción compartida, un reconocimiento silencioso del desafío que acabábamos de superar juntos.
—Entonces, vamos a ver qué nos depara el futuro, ¿no? —dije finalmente, rompiendo el silencio con una sonrisa confiada mientras dirigía mi mirada al portal que brillaba frente a nosotros.
Con Kizuna todavía celebrando y soltando pequeños "¡Kizu!" de emoción, avanzamos hacia el círculo de teletransporte. La luz blanca nos envolvió suavemente, y sentí una cálida energía recorrer mi cuerpo.
Era como si la misma mazmorra nos estuviera despidiendo con gentileza, elevándonos con una ligereza casi irreal.
En cuestión de segundos, el aire pesado y cargado de la mazmorra fue reemplazado por el aire fresco del bosque. La brisa acarició mi rostro, y los sonidos de las hojas crujientes bajo nuestros pies nos dieron la bienvenida de vuelta a la superficie.
Caminamos entre los árboles, dejando que el cansancio comenzara a disiparse con cada paso.
—Nunca imaginé encontrar algo como esto —murmuró Yuna, su voz suave pero llena de emoción. Sus ojos se alzaron hacia el cielo despejado, reflejando una mezcla de asombro y gratitud—. Esta mazmorra, la Elven Sword… es más de lo que esperaba.
Dejé escapar una pequeña risa mientras miraba el camino frente a nosotros.
—Para mí tampoco es un día cualquiera —respondí, dejando que mis palabras llevaran un toque de humor—. Hace apenas unos días estaba encerrado en casa, y ahora… bueno, aquí estoy, enfrentando golems y aprendiendo a usar habilidades mágicas.
Yuna giró su mirada hacia mí, su sonrisa tenue pero cálida iluminando el momento.
—Si eso no es adaptación rápida, no sé qué lo sea —dijo con un tono ligero, pero con un destello de complicidad en su voz.
Kizuna, flotando entre nosotros, no tardó en añadir su parte.
—¡Haruto-kyun, estás progresando como protagonista, Kizu! Solo falta que consigas un traje épico y serás invencible.
La mezcla de risas y palabras ligeras llenó el aire mientras nos adentrábamos en el bosque. A pesar del cansancio, había una sensación de logro que hacía cada paso más ligero.
Habíamos superado un desafío, pero más que eso, estábamos comenzando a entender que este era solo el principio.
Yuna colocó una mano en mi hombro, sus ojos brillaban con determinación.
—Este es solo el comienzo —dijo, empujándome suavemente hacia adelante.
El aire fresco nos rodeaba mientras avanzábamos, pero una sensación incómoda me recorrió la espalda. Desde la sombra de una rama alta, una figura oscura nos seguía con la mirada.
—Vaya, vaya… los pequeños conejitos del bosque no saben que están siendo cazados —murmuró con un tono burlón.
Sus ojos destellaron en la penumbra, un brillo frío que prometía peligro mientras se mantenía inmóvil, como un depredador evaluando a su presa.
Aunque estábamos lejos de sospechar su presencia, su atención estaba completamente enfocada en nosotros, cada movimiento, cada palabra, como si fuéramos las piezas centrales de un juego del que aún no conocíamos las reglas.
—Esto… promete ser interesante —susurró, dejando que sus palabras se desvanecieran en el aire, mientras las sombras del bosque se cerraban a su alrededor como un manto protector.