Chereads / Celestaris: Chronicles of Manga, Moon and Kizuna / Chapter 9 - Capítulo 5: El Guardián de Piedra (Parte 2)

Chapter 9 - Capítulo 5: El Guardián de Piedra (Parte 2)

Parte 2

El imponente golem seguía en pie frente a nosotros, su núcleo pulsando con un resplandor rojo que parecía burlarse de nuestros esfuerzos previos.

El aire en la sala era denso, casi tangible, cargado de una tensión que se aferraba a mi cuerpo como un peso invisible.

Mis dedos se cerraban con fuerza alrededor de las pistolas, buscando un ancla que me ayudara a pensar con claridad.

Sin embargo, cada estrategia que se formaba en mi mente se desmoronaba antes de tomar forma. Sabía que no podíamos darnos el lujo de vacilar, pero mi cuerpo parecía negarse a moverse.

Giré la cabeza hacia Yuna. Estaba completamente inmóvil, pero no por miedo. Había en su postura una quietud que irradiaba confianza, como una cazadora acechando a su presa.

Sus ojos, fijos en el coloso, brillaban con una intensidad que parecía desafiar incluso a esa criatura descomunal. Por un instante, su determinación atravesó mi caos interno, obligándome a enderezarme.

Fue Kizuna quien rompió el silencio. Flotaba a mi lado, pero su habitual energía chispeante había desaparecido. Incluso el zumbido de sus alas era más lento, como si también sintiera el peso de lo que estábamos enfrentando. Cuando habló, su tono, grave y sereno, me sobresaltó.

—Haruto-kyun… este golem no es como los demás, Kizu. —Kizuna hizo una pausa, sus ojos llenos de preocupación parecían perforarme—. Si no hacemos algo grande ahora… puede que no lo contemos después.

Su voz era baja, pero cada palabra resonaba como una advertencia ineludible.

Solté un largo suspiro, despejando la niebla que nublaba mi mente. No había espacio para lamentos ni dudas; tenía que actuar.

—Lo sé, Kizuna. —Apreté los dientes, alzando las pistolas con determinación—. Solo necesitamos una chispa. Y créeme… la encontraremos.

Mientras tanto, Yuna ya había recargado su maná. Con movimientos tan fluidos como el viento mismo, sacó dos flechas de su carcaj y las colocó en su arco con una precisión impecable.

—¡Double Critical Shoot! —exclamó, su voz cargada de convicción.

En cuanto soltó las flechas, la energía mágica que envolvía sus puntas dejó una vibrante estela tras de sí.

No pude evitar quedarme fascinado: sus acciones no eran solo precisas, sino una coreografía perfecta entre magia y habilidad. Parecía que la magia fluía a través de ella de manera innata, como una segunda naturaleza.

Sus movimientos reflejaban una confianza absoluta, el resultado de una vida de preparación. Yo, en cambio, cargaba con mis dudas, pero ella era diferente.

Las flechas golpearon con fuerza demoledora. El coloso tambaleó y cayó de espaldas con un estruendo que reverberó por toda la sala, sacudiendo el suelo bajo nuestros pies.

Fue un despliegue de habilidad digno de un guerrero legendario, pero no había tiempo para quedarme boquiabierto. Aunque mi instinto me pedía detenerme y admirar su destreza, sabía que el coloso no permanecería inmóvil por mucho tiempo.

Tenía que actuar mientras seguía vulnerable… aunque su presencia seguía siendo intimidante.

—¡Nota! Veo que eres tan tonto como ese golem de piedra, amo —escuché resonar en mi cabeza, y mi cuerpo se tensó de inmediato.

¿Eso... fue el panel? ¿Acaso se estaba burlando de mí? Desde cuándo tenía... ¿personalidad?

—¡Sugerencia! —continuó el panel, con su típico tono neutral, aunque cargado de una ironía tan sutil como un golpe de martillo—. Podrías disparar balas mágicas de viento. Cada disparo tendría un bajo costo de maná. ¿Desea proseguir en la creación de una nueva habilidad?

Me quedé unos segundos procesando la oferta, con la adrenalina aún recorriendo mi cuerpo. ¿El panel realmente estaba ayudándome… o solo disfrutaba viéndome sufrir? De cualquier manera, no tenía tiempo para dudar.

—¡Desplegar nueva magia! —pensé, decidido.

—¡Confirmado! Iniciando proceso… Fusionando Magia Kizuna "Critical Shoot" + Elemento Viento + Forma de Proyectil Mágico...

Hubo un momento de tensión, como si incluso el aire a mi alrededor esperara el resultado. Y luego:

—¡Proceso completado! ¡Wind Bullet! Nueva habilidad desplegada. Aka-Oni y Ao-Oni ahora pueden disparar proyectiles penetrantes infundidos con magia de viento.

—Costo: Bajo consumo de maná por disparo, ajustable en tamaño y potencia con maná adicional.

La voz del panel se apagó con un leve tono de satisfacción, dejando un último mensaje:

—¡Proceso finalizado! O.L.I.V.I.A. entra en modo reposo debido al complejo proceso. Fin.

Me quedé parado un momento, procesando lo que acababa de escuchar. ¿El panel acababa de volver a "dormirse"? ¿Cómo puede un sistema tan avanzado necesitar "reposo"? ¿Acaso funcionaba con un procesador de tostadora?

Suspiré profundamente, apartando las preguntas inevitables que rondaban mi mente.

La situación no dejaba espacio para reflexionar sobre Olivia ni sobre el extraño proceso de creación de habilidades. Había algo más urgente frente a mí, algo que exigía toda mi atención.

Kizuna, por su parte, parecía inmunizada a la presión del momento. Giraba emocionada a mi alrededor, irradiando un entusiasmo tan desbordante que era casi imposible ignorarla.

—¡Genial, Kizu! ¡Ahora sí que somos imparables, Kizu! —exclamó, revoloteando como un torbellino dorado, con sus alas brillando y sus ojos chispeando de emoción. Su energía era tan contagiosa que por un instante olvidé la gravedad de la situación.

Desvié la mirada hacia mis armas. Aka-Oni y Ao-Oni vibraban con un aura de viento que parecía resonar con mi propia energía.

No eran solo herramientas; sentía que eran extensiones de mi voluntad, cargadas de un poder que aún no comprendía del todo. La conexión era casi tangible, como si el aire a nuestro alrededor se electrificara con cada segundo que las sostenía.

Inspirado, y quizá un poco influenciado por mi lado más otaku, di un paso al frente con una confianza renovada. Crucé los brazos en una pose dramática, formando una X frente a mi pecho, mientras una sonrisa confiada se dibujaba en mi rostro.

—¡Showtime! —proclamé, dejando que mi voz resonara en la sala con una confianza que apenas comenzaba a sentir.

Kizuna, completamente sincronizada con mi dramatismo, aplaudió con entusiasmo, girando a mi alrededor como un torbellino dorado.

—¡Eso es, Haruto-kyun! ¡Dales una buena dosis de poder, Kizu! —exclamó, irradiando tanta energía que, por un instante, casi olvidé al coloso frente a nosotros.

Desde su posición, Yuna observaba la escena con una ceja ligeramente arqueada. Sus ojos verdes reflejaban una mezcla de desconcierto y diversión, aunque había algo más: un brillo travieso que parecía disfrutar de mi pequeño espectáculo.

—¿Haruto… siempre eres así? —preguntó, su tono cargado de una burla suave que luchaba contra la sonrisa que amenazaba con asomar en sus labios.

Me quedé congelado, sintiendo el calor subir a mis mejillas. Tosí, intentando recuperar algo de compostura.

—Eh… no siempre. Solo cuando estoy inspirado. Es… un defecto de fabricación, ¿sabes? —dije, esforzándome por sonar casual, aunque mi tono me traicionaba.

Yuna negó con la cabeza, pero su risa ligera y burlona escapó antes de que pudiera detenerla. Por alguna razón, ese sonido, tan genuino, logró calmar un poco mi nerviosismo.

Enderecé mi postura y, sin soltar las pistolas, traté de recuperar algo de dignidad.

—Eh… ignora eso. Fue solo un momento otaku —añadí, bajando un poco la voz—. Me recordó a cuando jugaba en las máquinas de arcade a The Zombie House. Ya sabes, enfrentando hordas de no muertos con estilo.

Para mi sorpresa, Yuna soltó otra risa, relajando los hombros mientras me miraba con una mezcla de diversión y afecto.

—Bueno, si te da ánimos, no te contengas. Solo… no dejes que te distraiga demasiado, ¿sí?

Su comentario, tan ligero pero cargado de apoyo genuino, me arrancó una sonrisa fugaz.

Dejé atrás el nerviosismo y volví mi atención al colosal golem que comenzaba a moverse de nuevo.

No había tiempo para más poses dramáticas ni para dudas. Este era el momento. Con determinación, levanté ambos brazos y apunté hacia el enemigo, sintiéndome como en aquellas viejas máquinas de arcade frente a un jefe final.

—¡Wind Bullet!

Apreté el gatillo de Ao-Oni, y el arma azul liberó un proyectil de viento con una fuerza devastadora.

El disparo atravesó la sala como una tormenta comprimida, desgarrando el aire con un zumbido eléctrico que resonó en cada rincón. El rastro que dejó tras de sí vibraba con pura energía mágica, un espectáculo tan imponente como peligroso.

—¡Increíble, Kizu! —gritó Kizuna, girando alrededor mío como un torbellino dorado, su entusiasmo casi más ruidoso que el disparo.

Sin embargo, antes de que pudiera saborear siquiera un momento de gloria, la realidad me golpeó, literalmente. El retroceso fue tan brutal que Ao-Oni salió disparada de mis manos, aterrizando con un golpe seco antes de deslizarse fuera de mi alcance.

—¡Maldición! —gruñí, tambaleándome mientras intentaba recuperar el equilibrio. Esto no era un arcade, y el retroceso no me dejó ninguna duda al respecto.

Pero incluso con mi torpeza, el disparo había dado en el blanco. El impacto destrozó el hombro del golem, enviando fragmentos de roca en todas direcciones. Su brazo derecho quedó inerte en el suelo, irreparable. Lo mejor de todo: no había señales de regeneración.

Por primera vez, una chispa de esperanza se encendió en mi interior. Tal vez este coloso no era tan invencible después de todo.

—¡Haruto, funcionó! ¡Ese disparo realmente le hizo daño! —exclamó Yuna desde su posición elevada, su voz cargada de emoción y sorpresa.

Sus palabras encendieron algo en mí, un impulso renovado que se sentía casi como adrenalina. Mi mirada se fijó en Aka-Oni, el arma roja que todavía tenía en mi mano derecha.

Aunque Ao-Oni estaba fuera de combate, no iba a dejar que eso me detuviera. Todavía me quedaba una bala, y estaba decidido a usarla sabiamente.

—¡Bien, Piedrota! —grité, apuntando al torso del golem con determinación—. Si el primer disparo te sacudió, este va a terminar el trabajo.

—¡Wind Bullet!

Ajusté mi postura, sujetando a Aka-Oni con ambas manos. El retroceso vibró en cada fibra de mi cuerpo mientras la bala mágica de viento se disparaba con una potencia abrumadora.

La trayectoria de la bala trazó un arco perfecto, como si el viento mismo guiara su curso.

El impacto fue devastador: la grieta en su torso se expandió, como un rayo fracturando una montaña, lanzando fragmentos de roca en todas direcciones.

Su núcleo pulsaba erráticamente, al borde del colapso. Una mirada a Yuna bastó: este era el momento decisivo.

Con movimientos casi rituales, Yuna alzó su arco, cada gesto impregnado de precisión y propósito. Su calma contrastaba con la tensión del momento, proyectando una confianza que lograba imponer orden incluso en el caos.

—¡Hunter Shoot! —exclamó, su voz resonando como un trueno en la tormenta.

La flecha, envuelta en un torbellino de energía mágica, atravesó el brazo protector del golem como si no fuera más que humo, para luego incrustarse en el núcleo con precisión letal.

Por un instante, todo quedó en suspenso. El núcleo brilló con un resplandor cegador, acumulando una energía tan intensa que prometía un final apoteósico.

Un crujido profundo rompió el silencio, seguido por el estruendo de la gema al estallar en mil fragmentos. La onda de energía liberada sacudió cada rincón de la sala, desplazando el polvo y dejando una tensión palpable en el aire.

El golem tambaleó una última vez antes de colapsar, su masivo cuerpo desplomándose con un estruendo que reverberó en las paredes. Donde antes había estado el coloso, ahora solo quedaban escombros y polvo.

Cayendo de rodillas, dejé escapar un largo suspiro, sintiendo cómo el agotamiento se apoderaba de mí. Aka y Ao se desvanecieron en haces de luz, como si compartieran mi fatiga. Mientras observaba los restos del golem, una sonrisa cansada cruzó mi rostro. Lo imposible se había vuelto posible.

Detrás de mí, Yuna permanecía de pie. Cerró los ojos por un momento, exhalando con calma, como si liberara toda la tensión acumulada en un solo gesto. Cuando volvió a abrirlos, su mirada era serena, y una leve sonrisa iluminaba sus labios. La batalla había terminado, y la victoria traía consigo una paz inesperada.

—Lo hiciste bien —murmuró Yuna, su tono suave, cargado de gratitud y una pizca de orgullo.

Kizuna, en su estilo habitual, ignoró por completo cualquier intento de compostura. Flotaba a nuestro alrededor como un torbellino dorado, con los ojos brillando de un entusiasmo que no podía evitar contagiar.

—¡Eso fue épico, Kizu! ¡Haruto-kyun, pareces un protagonista sacado de un shonen! —exclamó, deteniéndose para posar dramáticamente, como si estuviera en la portada de un manga. Incluso fingió narrar la escena con una seriedad tan exagerada que no pude evitar soltar una risa.

A pesar del peso del agotamiento, Kizuna tenía esa habilidad única de transformar cualquier momento tenso en algo mucho más llevadero.

Mientras intentaba normalizar mi respiración, Yuna se acercó con pasos firmes hacia los restos del golem. Su mirada aún reflejaba la misma determinación que había exhibido en la batalla.

Con calma, se inclinó entre las rocas dispersas y, tras un breve momento, sacó una bolsa de cuero desgastada. Al abrirla, un brillo dorado iluminó sus ojos, y la satisfacción se dibujó claramente en su rostro.

—Cien piezas de oro —anunció, levantando la bolsa para mostrárnosla. Una sonrisa de satisfacción cruzó sus labios—. Nada mal como botín final, ¿no crees?

Asentí débilmente, aún tratando de normalizar mi respiración. Mientras tanto, Kizuna soltó un pequeño grito de victoria y comenzó a girar frenéticamente en el aire, simulando monedas cayendo alrededor de su cabeza como en un videojuego.

—¡Al menos no fue en vano, Kizu! —añadió, su tono tan orgulloso como si ella hubiera derrotado al golem sola.

Yuna guardó la bolsa con cuidado, su expresión reflejando un alivio palpable. Parecía estar evaluando cada detalle de la pelea, como si estuviera asegurándose de que todo había valido la pena.

Me dejé caer un poco más hacia atrás, recostándome contra el suelo frío. Sentía cómo la tensión acumulada en mi cuerpo comenzaba a disiparse lentamente. Suspiré profundamente y murmuré:

—Eso está genial, pero… —dejé que mi frustración asomara, aunque con un toque de ironía— no tengo idea de qué gané en esta pelea. Olivia, mi panel de estado, parece haberse quedado dormida desde la fusión de habilidades. ¿Cómo puede fallar en el momento más importante?

Yuna soltó una risa breve, cruzando los brazos mientras revisaba su propio estado. Al hacerlo, sus ojos se abrieron con una mezcla de sorpresa y satisfacción.

—Bueno, al menos yo tengo buenas noticias —dijo, su tono tranquilo pero con un brillo de orgullo—. Subí del nivel 20 al 25, y mi rango pasó de "E" a "D". Parece que derrotar a ese golem fue más que solo un logro simbólico.

—Genial… me alegro por ti —respondí con una sonrisa débil, aunque no pude evitar un pequeño suspiro interno. Me alegraba por ella, claro, pero mi propia incertidumbre sobre lo que había ganado me dejaba con una ligera frustración.

Un retumbar profundo llenó la sala, atrayendo nuestras miradas. Una imponente puerta se abría lentamente al otro lado, dejando entrever un resplandor dorado.

Al otro lado, una imponente puerta se abría lentamente, su chirrido resonando en el aire.

Un tenue resplandor dorado se filtraba desde el pasaje revelado, proyectando sombras danzantes en las paredes. La luz, tentadora y misteriosa, parecía prometer secretos y recompensas.

—Supongo que nos está llamando —murmuré, enderezándome con esfuerzo. A pesar de la fatiga en mi cuerpo, la curiosidad comenzaba a ganar terreno.

Kizuna flotó cerca, con los ojos brillando como si estuviéramos a punto de abrir un cofre legendario.

—¡Es la gran sala de recompensas, Kizu! —exclamó, girando en el aire con entusiasmo desbordante.

Yuna esbozó una leve sonrisa ante el entusiasmo de Kizuna, pero no apartó la vista de la puerta. Su postura firme reflejaba la calma de alguien que comprendía la importancia de avanzar con cautela.

—Parece que aún no hemos terminado —dijo, con una mezcla de serenidad y expectación. Luego, girándose hacia mí, extendió una mano con su característico aire de elegancia—. Debe ser la sala final, donde suelen estar las recompensas en las mazmorras.

Acepté su mano, sintiendo un breve momento de conexión mientras me ayudaba a levantarme. El cansancio aún pesaba, pero la emoción por lo desconocido comenzaba a disiparlo.

—Entonces… vamos a descubrir qué premio nos espera, ¿no? —dije, esforzándome por proyectar algo de confianza mientras lanzaba una mirada rápida a mis compañeras.

Kizuna respondió con un "¡Kizu!" lleno de euforia, girando a nuestro alrededor como un pequeño torbellino dorado.

—¡Seguro será algo épico! ¡Lo siento en mi circuito de emociones, Kizu! —exclamó, irradiando entusiasmo en cada palabra.

Yuna, por su parte, asintió ligeramente, su calma habitual contrastando con la chispeante energía de Kizuna. Sin embargo, había algo en sus ojos que reflejaba una expectación contenida.

Me limpié el polvo de las manos, más por intentar calmar mis nervios que por verdadera necesidad. Aunque el cansancio pesaba, la curiosidad era un impulso demasiado fuerte para ignorarlo. No iba a detenerme ahora.

—Bueno, veamos qué tan buena es esa recompensa —añadí, intentando igualar la compostura de Yuna con una sonrisa que esperaba pareciera más segura de lo que realmente me sentía.

Con un paso adelante, los tres avanzamos hacia la puerta, cada uno impulsado por una mezcla única de emoción y expectación. Aunque nuestras motivaciones podían diferir, todos sabíamos que estábamos a punto de cruzar un umbral importante, y eso bastaba para mantenernos unidos.