Todo a mi alrededor era un vacío oscuro y silencioso, como si caminara en un lugar sin tiempo ni espacio, atrapado entre la realidad y el sueño.
De pronto, una suave luz comenzó a brillar en la oscuridad, desvaneciendo las sombras que me rodeaban.
Frente a mí apareció una pequeña figura femenina, flotando a unos centímetros de mi rostro.
Era diminuta, con cabellos dorados que caían en suaves rizos y un vestido blanco que le daba un aire angelical, aunque su chispa traviesa y un mechón rebelde rompían esa imagen, haciéndola única.
Sus pequeñas alas batían suavemente, y una sonrisa radiante iluminaba su rostro. Había algo en ella que me transmitía una inexplicable familiaridad.
Por un momento, dudé si esto era un sueño o si había perdido por completo la cabeza.
¿Qué tan probable era que un "ángel" diminuto apareciera flotando frente a mí, con una sonrisa como si me conociera de toda la vida?
—¡Hola, hola, Haruto-kyun! —canturreó una voz aguda, llena de energía—. ¡Soy Kizuna, tu fiel compañera, Kizu!
Parpadeé, intentando procesar lo que veía. Frente a mí flotaba aquella pequeña figura, no más grande que una muñeca.
—¿K-Kizuna...?
—¡Así es! —exclamó con entusiasmo, girando a mi alrededor—. Soy la personificación de tu habilidad especial.
Mi mente daba vueltas. ¿Qué estaba pasando?
—¿Eres... real? —murmuré, sintiendo cómo mis pensamientos se agolpaban.
Ella soltó una risita alegre, cubriéndose la boca con las manos.
—¡Tan real como tú, Kizu! —dijo con orgullo, inflando el pecho.
La sorpresa en mi rostro debió ser evidente, porque Kizuna dejó escapar otra risita, disfrutando de mi confusión.
Su energía irradiaba una calidez peculiar, diferente a las "conciencias" que uno ve en los mangas. No parecía ser solo un acompañante moral.
—Entonces, tú… ¿eres mi habilidad "Kizuna"? —pregunté, aún intentando procesar la situación.
Ella giró en el aire, visiblemente orgullosa.
—¡Exacto, Kizu! Estoy aquí para ayudarte a compartir y copiar los poderes de tus amigos.
—¿Copiar poderes? —repetí, incrédulo.
Kizuna se acercó y, con un toque ligero en mi frente, sonrió con picardía.
—¡Así es! Pero no será tan fácil. Necesitarás ganarte esos vínculos. Cuanto más fuerte sea la conexión, más poder podrás usar. ¡Todo depende de ti, Kizu!
La determinación en su voz me hizo esbozar una sonrisa, aunque aún no lograba decidir si esto era emocionante o abrumador.
No solo parecía salida de un manga, sino que además afirmaba ser parte de mi habilidad. ¿Esto significaba que cada vez que usara magia, esta pequeña iba a aparecer para recordarme lo poco que sabía hacer?
—Parece que vamos a pasar mucho tiempo juntos, ¿eh? —dije con una sonrisa nerviosa mientras una gota de sudor resbalaba por mi frente.
Kizuna asintió con entusiasmo, girando en el aire con energía desbordante.
—¡Sí, muchísimo tiempo! Pero será divertido, ya verás. ¡Juntos seremos invencibles, Kizu! —exclamó, levantando ambas manos en forma de "V" cerca de sus ojos, en una pose exageradamente de anime.
No pude evitar mirarla con incredulidad. Era como si se divirtiera siendo el centro de atención, y esa chispa traviesa no parecía apagarse nunca.
Antes de que pudiera decir algo más, la luz a mi alrededor comenzó a desvanecerse. Una sensación familiar de estar despertando se apoderó de mí.
Ella flotó frente a mí una última vez, con su sonrisa radiante y una energía que parecía inagotable.
—¡Nos vemos pronto, Haruto! Cuando despiertes, seguiré aquí contigo, Kizu. ¡Hasta pronto!
Su voz resonó mientras todo se desvanecía en oscuridad.
Poco a poco, el brillo del sueño desapareció, y sentí cómo regresaba al mundo real.
Mis ojos parpadearon varias veces antes de ajustarse a la luz que me rodeaba.
Desperté tumbado sobre el suave césped del bosque, y la sensación fría del suelo aún estaba presente en mi piel. Me sentía pesado, pero al menos podía moverme.
Cuando mis sentidos volvieron por completo, escuché una voz familiar cerca de mí.
—Haruto, ¿estás bien? —preguntó Yuna con una voz llena de preocupación.
Al girarme, la vi sentada a mi lado, su rostro reflejaba una inquietud sincera mientras me observaba atentamente.
Era evidente que se preocupaba por mí y que había estado cuidándome durante todo este tiempo.
— ¿Yuna...? —Murmuré, aún sintiendo un leve mareo—. ¿Qué pasó?
Ella soltó un suspiro de alivio al verme despertar, aunque su expresión no cambió del todo.
—Te desmayaste tras invocar esas armas. Agotaste todo tu maná de golpe y pasaste toda la mañana recuperándote.
—No debí haberte dejado hacerlo sin advertirte antes —dijo con preocupación en su mirada.
Me senté lentamente, sintiendo que el mundo aún giraba ligeramente a mí alrededor.
—¿Toda la mañana...? —pregunté, sorprendido. Había dormido para recuperar algo de maná; aunque seguía algo agotado, me sentía mejor.
Yuna asintió con una leve sonrisa.
—Así es. Dejé que descansaras para que recobraras energía. Aún necesitas más tiempo para recuperarte del todo, pero al menos ya no estás inconsciente.
Me llevé la mano al pecho, sintiendo el ritmo de mi respiración. Recordé las pistolas que había invocado, y cómo se desvanecieron al instante antes de que todo se volviera oscuro.
—Supongo que me excedí un poco con "Materialize", ¿eh? —bromeé, tratando de aligerar la situación, aunque aún me sentía algo abrumado.
Ella me observó, su expresión oscilaba entre una mezcla de seriedad y comprensión.
—No es nada raro, quienes son nuevos en la magia suelen usar más mana del necesario sin darse cuenta.
—Tu cuerpo aún no está acostumbrado a ese tipo de esfuerzo. Tienes que aprender a administrar tu energía, podrías terminar agotándote nuevamente o quizás peor.
Asentí, comprendiendo la lección.
—Lo tendré en cuenta la próxima vez. Aunque... —dudé por un momento, recordando mi encuentro con Kizuna en el sueño—.
—Mientras dormía, tuve una especie de sueño... conocí a alguien, una pequeña figura que decía llamarse Kizuna.
—Me dijo que ella era la representación de mi habilidad y que me ayudará a compartir los poderes de los demás.
Yuna me miró con una ligera sorpresa, aunque no parecía del todo alarmada.
— ¿Te refieres al ser que está bailando sobre tu cabeza? —dijo, señalando con una leve sonrisa.
Confundido, fruncí el ceño y levanté la vista lentamente.
Allí, justo sobre mi cabeza, vi a Kizuna girando en círculos con una energía que parecía inagotable.
Su diminuta figura flotaba alegremente, canturreando una canción que no podía estar más fuera de lugar:
—¡No vives de maná, Kizu! —entonaba mientras agitaba unas pequeñas maracas con entusiasmo, acompañando su canto con una danza que arrancó una risa suave y espontánea de Yuna.
La escena me dejó completamente paralizado. Parpadeé un par de veces, pero ella seguía allí.
—¿Kizuna...? —murmuré, tratando de procesar lo que estaba viendo.
Ella detuvo su improvisado espectáculo por un instante, inclinándose hacia mí con una sonrisa traviesa que parecía decir "¿qué harías sin mí?".
—¡Así es, Haruto-Kyun! —respondió con una energía arrolladora, agitando una maraca frente a mi cara como si fuera un cetro de autoridad—. ¡Aquí estoy para recordarte que no todo en este mundo depende del maná, Kizu! —Y con eso, volvió a su alegre danza, girando en círculos sin perder el ritmo.
—Parece que te la has ganado rápido. —comentó Yuna, con una risa apenas contenida y un brillo divertido en sus ojos—. Supongo que Kizuna estará siempre a tu lado... y no solo en tus sueños.
Intenté responder, pero lo único que salió de mi boca fue una risa nerviosa. Kizuna seguía con su alocado espectáculo, como si la idea de tomarse un respiro no existiera en su repertorio.
—Eso parece... —musité, sin saber si sentirme halagado o abrumado.
Yuna observó a Kizuna por un momento antes de volver a mirarme.
—Se ve que Kizuna es una manifestación bastante activa de tu habilidad.
Suspiré, resignado a lo inevitable.
—Es la primera vez que veo una habilidad manifestarse como un "ser humanoide". Debe ser porque es una habilidad única —comentó Yuna con tono reflexivo—. Parece que esta habilidad tiene una conexión más profunda contigo de lo que imaginamos.
—¡Exacto! —interrumpió Kizuna, haciendo un giro dramático en el aire—. No soy cualquier manifestación, Haruto. ¡Soy la mejor manifestación que podrías tener, Kizu!
Yuna sonrió suavemente, intentando mantener su seriedad. Era evidente que luchaba por no ceder a la tentación de soltar una carcajada.
—Por lo que entiendo, Kizuna te permitirá compartir habilidades con otros —continuó, volviendo a su tono reflexivo—. Pero imagino que dependerá de las emociones, la confianza y el tiempo que pases con esas personas.
Kizuna flotó frente a mí, asintiendo con entusiasmo.
—¡Así es! Cuanto más fuerte sea tu relación con alguien, más fácil será compartir sus habilidades.
Luego señaló hacia mí con sus pequeñas manos, como si estuviera dando un discurso motivador.
—¡Pero no creas que será fácil! No todos te aceptarán de inmediato.
—¡Es un proceso gradual! Construir vínculos lleva tiempo. No es como si pudieras hacer amigos de un día para otro, ¿verdad? ¡Pero no te preocupes! ¡Con mi ayuda, serás todo un experto, Kizu!
Me quedé en silencio, reflexionando. La idea de compartir habilidades era increíble, pero también un desafío enorme para alguien como yo, que nunca había sido bueno relacionándome con los demás.
—Entonces, ¿necesito ganarme la confianza de las personas para poder usar sus habilidades?
Yuna asintió con firmeza.
—Eso parece. Imagina tu habilidad como un puente que vas construyendo poco a poco entre tú y esa persona.
Kizuna giró una vez más a mi alrededor, con una sonrisa que parecía inquebrantable.
—¡Exacto, Kizu! Pero no te preocupes, yo estaré contigo en cada paso.
Me rasqué la cabeza, aún intentando procesar todo lo que esto significaba. Tendría que depender de las personas que me rodeaban, algo que nunca había sido mi fuerte.
—Esto es... mucho más de lo que esperaba —admití con un suspiro—. Pero... supongo que tiene sentido. Si voy a ser parte de este mundo, tendré que volver a confiar en los demás.
Yuna asintió, con una expresión de comprensión que suavizó sus rasgos.
—Exactamente. A diferencia de otros poderes, éste requiere colaboración. Parece que no estarás solo en tu viaje.
Kizuna flotó frente a mi rostro, inclinando su pequeña cabeza con un gesto casi solemne.
—¡Y por eso estaré aquí para recordártelo! —exclamó, recuperando su energía habitual—. No se trata solo de poder, Haruto. También es cuestión de confianza. ¡Así que prepárate para hacer muchos amigos!
Me quedé en silencio por un momento, absorbiendo sus palabras. Aunque todavía sentía dudas, una pequeña chispa de esperanza se encendió dentro de mí.
—Gracias... a ambas —dije finalmente, esbozando una leve sonrisa—. No sé cómo saldrá todo esto, pero sin duda voy a necesitar mucha ayuda.
Kizuna dio una pequeña pirueta en el aire, radiante de felicidad.
—¡Eso es el espíritu, Kizu! —canturreó, girando con un entusiasmo contagioso.
Luego colocó una mano en su diminuta cadera, señalando al cielo con teatralidad.
—¡No hay de qué agradecer! ¡Juntos seremos invencibles! ¡Dominaremos el mundo, Kizu!
Intentaba sonar como un villano de manga, pero su voz aguda y su pequeño tamaño la hacían ver más adorable que intimidante.
La miré parpadeando, sin saber si reír o preocuparme. Al final, una carcajada escapó de mis labios.
—¿"Dominar el mundo"? A tu escala, creo que ya lo lograste.
Yuna, por su parte, se llevó una mano a la boca, intentando contener la risa. Sin embargo, el brillo de diversión en sus ojos la delató.
—Al menos tienes "grandes aspiraciones", Kizuna —añadió, con una sonrisa suave—. Aunque tal vez deberíamos empezar por metas más alcanzables.
—¡Oigan, no se burlen de mí, Kizu! —protestó Kizuna, con una fingida indignación que solo la hacía ver más encantadora.
La risa se fue apagando poco a poco, y el bosque a nuestro alrededor recobró su calma habitual.
Yuna enderezó su postura, recuperando su actitud serena. Sus ojos se encontraron con los míos, reflejando una mezcla de calma y determinación.
—Bueno, ahora que te has recuperado un poco, creo que deberíamos continuar hacia la aldea. Mi padre probablemente querrá conocerte. Tal vez él pueda darte más información sobre este mundo y tus poderes.
Me levanté con algo de esfuerzo, aún sintiendo una ligera pesadez en el cuerpo, pero mucho mejor que antes. Kizuna flotaba alegremente a mi lado mientras Yuna comenzaba a caminar por el sendero del bosque.
—Será interesante ver cómo te manejas a partir de ahora —comentó Yuna mientras avanzábamos juntos—. Este viaje apenas comienza, y ya estás descubriendo cosas fascinantes sobre ti mismo.
Asentí, consciente de que mis habilidades aún estaban en su etapa más temprana, pero también de la promesa de algo mucho mayor esperándome más adelante. Este mundo era una oportunidad que nunca había tenido antes, y no pensaba desperdiciarla.
—Estoy listo para lo que venga —afirmé con renovada determinación.
—¡Esa es la actitud, Kizu! —exclamó, radiante de entusiasmo—. ¡Con esa energía, nada nos detendrá! ¡Vamos a superar cualquier obstáculo que se interponga en nuestro camino!
Sonreí ante su inagotable optimismo y, tras compartir una mirada cómplice con Yuna, seguimos avanzando.
Cada paso nos llevaba más profundamente hacia el corazón del bosque de Mythara, donde me aguardaban respuestas y desafíos por igual.
A medida que avanzábamos, el bosque desplegaba su magia en cada rincón. Los colores vibrantes y los sonidos melódicos formaban un paisaje tan encantador que parecía salido de un cuento de hadas.
Para Yuna, este lugar no era más que su hogar; para mí, era como cruzar el umbral hacia un mundo de ensueño.
Cada árbol, cada brisa, parecía tener vida, como si el bosque mismo fuera consciente de nuestra presencia.
Entonces lo vi. A lo lejos, entre la densa vegetación, un árbol gigantesco se alzaba con majestuosidad, destacando sobre todo lo demás. Sus ramas formaban un vasto dosel, cubierto de delicadas flores rosadas, como un sakura en plena primavera.
Su inmensidad era abrumadora, y su belleza, casi irreal. Cada pétalo rosado parecía vibrar con vida propia, como si el árbol respirara junto al bosque. El aire a su alrededor era más denso, cargado de una energía que me dejaba sin aliento. No era solo un árbol, era algo más... algo que me observaba.
—Es hermoso... —murmuré, incapaz de apartar la vista.
Yuna, al notar mi fascinación, esbozó una sonrisa tranquila. Había en su mirada una mezcla de orgullo y respeto que hablaba de su conexión profunda con este lugar.
—Ese árbol que ves allí es Cherri, una dríade y la deidad protectora del bosque —dijo Yuna con reverencia, sus ojos fijos en el majestuoso sakura—. Ella es el corazón de Mythara, la fuente de su vida.
—¿Una deidad? —repetí en voz baja, intentando asimilar la idea mientras mi mirada permanecía fija en el árbol.
Yuna asintió con calma.
—Cherri, espíritu ancestral de Mythara, ha protegido este bosque durante siglos. Mientras florezca, el bosque seguirá vivo y fuerte.
Se giró hacia mí con una leve sonrisa, llena de respeto.
—Es una dríade, un ser con una conexión profunda con la naturaleza. Aunque su esencia reside en ese árbol, puede adoptar una forma humana para comunicarse con aquellos que considera dignos de su confianza.
—¿Una forma humana? —pregunté, sorprendido por la revelación. La idea de un ser tan antiguo y sabio tomando forma física me resultaba tan fascinante como incomprensible.
—Así es. En su forma humana, irradia una gracia y sabiduría indescriptibles. Para nosotros, no es solo el corazón del bosque; es su guía y protectora.
Hice una pausa, dejando que sus palabras se asentaran. Incluso ahora, mientras observaba el imponente sakura, podía sentir algo especial en el aire, como si el árbol realmente estuviera vivo, consciente de nuestra presencia.
—¿Cherri puede… hablar contigo? —pregunté, intrigado, mientras mis ojos no se apartaban del imponente árbol.
—A veces, quienes tienen una conexión profunda con la naturaleza pueden escuchar su voz, aunque rara vez en palabras —respondió Yuna, volviendo su mirada al sakura con un aire sereno—.
—Se comunica a través del viento, el susurro de las hojas, la tierra bajo nuestros pies. Su esencia siempre está aquí, aunque no siempre se manifiesta directamente.
La idea de que un ser tan antiguo pudiera comunicarse de formas tan sutiles me resultaba tan desconcertante como fascinante.
Pensar que podría llegar a conocerla en persona me intimidaba, pero también despertaba una curiosidad insaciable. ¿Qué diría Cherri al verme? ¿Podría alguien tan insignificante como yo ser digno de su atención?
Caminamos en silencio durante un rato, cada uno absorto en sus pensamientos. Sin darme cuenta, noté un cambio sutil en el ambiente.
Kizuna flotaba alegremente a mi lado, girando en el aire mientras tarareaba una melodía que nunca había escuchado. Su energía parecía contagiarse al entorno, haciendo que incluso el bosque pareciera más vivo.
Yuna, unos pasos adelante, nos guiaba con paso firme por el sendero que serpenteaba entre los árboles. La calma del lugar, combinada con la promesa de lo desconocido, envolvía el momento con una magia única.
Observé a Kizuna por un instante, y una idea comenzó a tomar forma en mi mente. ¿Y si su aparición no había sido casual?
Recordé lo que Yuna había mencionado sobre mi habilidad para compartir poderes a través de los vínculos. Quizá... de alguna manera, Kizuna se había manifestado debido a ella.
Me quedé pensativo durante unos segundos antes de decidir preguntar.
—Kizuna… ¿te activaste porque tengo un… enlace con Yuna?
Kizuna detuvo su alegre giro y flotó frente a mí, cruzando sus diminutos brazos con una sonrisa de autosuficiencia.
—¡Exacto! —exclamó, inflando el pecho con orgullo—. Me manifesté porque tu conexión con Yuna es lo suficientemente fuerte como para que pueda acompañarte. ¡Y no solo eso! Incluso puedo ayudarte a compartir algunas habilidades.
Se inclinó ligeramente hacia mí, como si estuviera revelando un gran secreto.
—¡No solo soy adorable! ¡Cuanto más fuerte sea tu conexión, más podré ayudarte, Kizu!
Me detuve un momento, procesando sus palabras. ¿Entonces, Kizuna era una especie de reflejo visible de mis vínculos con los demás?
—Así que… ¿tú estás aquí porque confío en Yuna y… porque ella confía en mí? —pregunté en voz baja, asimilando el peso de lo que estaba comprendiendo.
Kizuna asintió vigorosamente, sus ojos brillando con emoción.
—¡Exacto! Tu enlace con Yuna es nivel uno, así que solo podrás usar habilidades básicas por ahora, como Wind Walk. —Kizuna se cruzó de brazos con aire de suficiencia.
—¿Y qué hace exactamente? —pregunté, mirando a Yuna.
—Es una habilidad que aumenta tu velocidad y ligereza, perfecta para terrenos complicados —respondió Yuna con calma.
Kizuna se acercó a mi oído y me susurró, con una sonrisa traviesa.
—Así que, trata bien a esta elfa, Haruto-kyun. Ella te tiene mucho aprecio.
Apenas terminó de hablar, una voz femenina, fría y mecánica, resonó en mi mente, como si hubiera estado esperando el momento exacto para intervenir.
¿Desea agregar la habilidad "Wind Walk" al elemento viento mediante Kizuna?
"¿El panel me está preguntando esto? Supongo que sí… Sí, adelante," pensé, todavía tratando de entender qué estaba ocurriendo.
¡Entendido! Iniciando proceso.
Un destello suave brilló frente a mí, iluminando el aire como si el mundo mismo reconociera la conexión que acababa de establecerse.
¡Nueva habilidad adquirida! —anunció la voz en mi mente—. La Habilidad Kizuna: "Wind Walk" ha sido agregada al elemento "Viento" con éxito.
Sentí un calor tenue en mi pecho, seguido de una ligera certeza: algo en mí había cambiado, como si un nuevo conocimiento se hubiera integrado en silencio.
—¡Lo lograste, Kizu! —exclamó Kizuna, flotando emocionada frente a mí. Sus ojos brillaban, y su energía parecía haberse multiplicado.
—¡Y es solo el comienzo! Imagina lo que podrías hacer cuando consigas enlaces más fuertes con otras personas. Este es el primer paso de muchos, ¡así que no te relajes, Kizu!
Su entusiasmo era contagioso, aunque no podía ignorar el peso de sus palabras. Formar vínculos... Confiar en los demás. Sonaba simple en teoría, pero para mí, alguien que siempre había estado solo, se sentía como un desafío tan grande como enfrentar a un jefe final.
Miré a Kizuna, que flotaba alegremente a mi lado, y luego a Yuna, cuyo semblante reflejaba confianza y serenidad.
Ambas representaban algo que nunca había tenido: amigos y un propósito. Este mundo era un enigma, pero también una oportunidad.
—Un paso a la vez —murmuré para mí mismo, sintiendo cómo una chispa de determinación crecía en mi interior.
Con una última mirada al sendero que se extendía ante nosotros, ajusté mi postura y asentí.
—Estoy más que listo. Sigamos.
Retomamos el camino, dejando atrás las dudas y avanzando hacia lo desconocido.
A medida que nos adentrábamos en el bosque, el ambiente comenzó a cambiar. Las sombras entre los árboles se intensificaron, y el silencio se volvió casi tangible, interrumpido solo por el murmullo del viento.
—Haruto —susurró Yuna, su voz apenas audible entre el susurro de las hojas—. Mantente cerca. El bosque parece... diferente.
El aire a nuestro alrededor había cambiado. No era un silencio inquietante que presagiara peligro, sino una calma profunda, como si todo estuviera conteniendo el aliento.
Incluso Kizuna, normalmente inquieta, flotaba más cerca de mí, observando con una curiosidad inusual.
—¿Sientes eso? —pregunté, intentando describir la extraña sensación que recorría mi pecho. Era como si el bosque mismo nos estuviera observando.
Yuna asintió, sus ojos verdes brillando bajo la luz tenue que se filtraba entre las hojas.
—El bosque de Mythara no es solo un lugar, Haruto. Es un ser vivo. A veces, guía a quienes considera dignos, pero otras... simplemente pone pruebas en su camino.
Kizuna, rompiendo el silencio, agitó sus diminutas alas y señaló hacia un sendero que no habíamos visto antes.
—¡Miren! Ese camino no estaba allí hace un momento, ¿o sí? —dijo, inclinando la cabeza con curiosidad.
Al mirar en la dirección que señalaba, noté un estrecho sendero que se abría entre los árboles, envuelto en una tenue neblina que parecía brillar con un suave resplandor.
—¿Esto también es normal? —pregunté, mi voz cargada de duda.
—En Mythara, nada lo es —respondió Yuna, su tono mezclando cautela y respeto—. Pero no creo que sea una coincidencia. Si el bosque quiere mostrarnos algo, deberíamos seguirlo.
Kizuna se adelantó flotando, llena de emoción.
—¡Vamos, Haruto-kyun! ¡El bosque quiere que exploremos, Kizu! Seguro que algo increíble nos espera al final.
Tomé una respiración profunda, mirando a Yuna y a Kizuna antes de fijar mis ojos en el sendero. Había algo en esa neblina, algo que parecía invitar... o advertir.
—Está bien —dije finalmente—. Sigamos. Pero mantengamos los ojos abiertos.
Y así, nos adentramos en el sendero desconocido, con el bosque de Mythara guiando nuestros pasos hacia lo inesperado.