Chereads / Celestaris: Chronicles of Manga, Moon and Kizuna / Chapter 7 - Capítulo 4: Mazmorra de Nivel 1: "El Laberinto de Raíces" (Parte 2)

Chapter 7 - Capítulo 4: Mazmorra de Nivel 1: "El Laberinto de Raíces" (Parte 2)

Parte 2

Mis pasos resonaban suavemente en el suelo de piedra mientras intentaba mantener la concentración. Las palabras de Yuna se repetían en mi mente: «Avanzar con cuidado es vital en una mazmorra».

El ambiente parecía cambiar con cada paso, como si la mazmorra misma ajustara su ritmo al mío. Las sombras en la penumbra se retorcían, creando formas inquietantes, hasta que finalmente distinguí figuras esféricas flotando al frente, rodeadas por un tenue brillo.

Eran de un verde claro, su superficie gelatinosa fluía al ritmo de la brisa etérea que los envolvía. Había algo fascinante y peligroso en ellas, una clara diferencia de los viscosos slimes azules de los RPG.

—¿Slimes de viento? —murmuré, mientras un escalofrío recorría mi espalda.

La tensión crecía en el aire, densa y cargada de peligro.

De repente, un destello rojo interrumpió mis pensamientos. Una voz mecánica resonó en mi mente mientras un panel brillante aparecía frente a mí, como una advertencia:

¡Advertencia! Múltiples enemigos detectados. Se recomienda precaución.

Miré nuevamente a los slimes. La brisa etérea a su alrededor se intensificaba, como un presagio de que estaban a punto de atacar.

—¿Qué son exactamente? —pregunté en un susurro, mi voz cargada de incertidumbre.

El panel reaccionó al instante, proyectando un nuevo mensaje:

¡Enemigos detectados!: Slimes Ventosos. Nivel 3. Habilidad principal: "Razor Leaf". Precaución: representan una amenaza significativa en grupo.

La mezcla de emoción y temor se intensificó en mi interior mientras observaba sus movimientos hipnóticos.

Las figuras esféricas y gelatinosas emitían un tenue brillo verde, rodeadas por una brisa constante que giraba a su alrededor, como pequeños remolinos.

Aunque apenas alcanzaban la altura de mis rodillas, su energía era inconfundible, una amenaza latente lista para atacar.

—¡Cuidado, Haruto! —gritó Kizuna, con un tono agudo lleno de alarma.

Un círculo verde brillante apareció bajo uno de los slimes, moviéndose con intensidad. Antes de que pudiera reaccionar, tres hojas afiladas surcaron el aire hacia mí.

Instintivamente, alcé mi escudo de madera. El impacto reverberó a través de su superficie, haciendo que mis brazos temblaran por la fuerza del golpe.

Cuando bajé el escudo, el slime frente a mí había desaparecido. Mis ojos recorrieron rápidamente la sala hasta que lo vi rebotando entre las paredes, impulsado por corrientes de viento que dejaban una estela verde tras de sí.

Su velocidad era asombrosa, una mezcla de agilidad y precisión que me mantuvo inmóvil por un segundo demasiado largo.

De repente, el slime se lanzó hacia mí con una fuerza inesperada, golpeando mi costado derecho. El impacto me arrancó un jadeo mientras me estrellaba contra la pared.

El dolor se extendió por mi brazo como un latigazo, dejándome de rodillas mientras jadeaba, intentando recuperar el aliento.

—¡Arriba, Haruto! —exclamó Kizuna, flotando cerca de mí con determinación—. ¡No puedes rendirte ahora! ¡Tu historia apenas comienza! —añadió, haciendo su característico gesto de "V" con los dedos, como si eso fuera suficiente para devolverme la fuerza.

Inspirado por su entusiasmo, apreté los dientes y me puse de pie, ignorando el dolor punzante en mi costado.

Solté mi escudo para tomar la espada con ambas manos adoptando la postura básica de kendo. Este enfrentamiento apenas comenzaba.

Inspiré profundamente, cerrando los ojos un instante mientras el slime rebotaba entre las paredes, su velocidad generaba un eco de viento que resonaba en la sala como un compás irregular.

La tensión se acumulaba en el aire, densa como una tormenta inminente. Me obligué a concentrarme, sincronizando mi mente con el ritmo de mi respiración.

En ese instante, el Panel apareció frente a mí, su luz brillante cortando la penumbra como una señal de lo que estaba por venir.

¡Nueva opción disponible! Se puede crear una nueva habilidad combinando los elementos Oscuridad y Viento: "Tempest Waltz". ¿Deseas proceder?

La pregunta flotaba en mi mente. Sin dudarlo, asentí con determinación.

—¡Sí, créala! —respondí mentalmente, sintiendo una mezcla de emoción y expectación.

El Panel parpadeó, y tras unos segundos de silencio, un nuevo mensaje emergió en letras claras:

¡Atención! Estás por fusionar dos elementos. Esta acción consumirá la mitad de tu maná disponible.

—¡Espera un momento...! —intenté protestar, pero el Panel no esperó.

¡Proceso finalizado! Fusión de elementos: Oscuridad (Habilidad Pasiva: Basic Kendo) y Viento (Habilidad Kizuna: Tempest Waltz - Nivel Básico).

Una chispa de determinación iluminó mi interior al sentir la energía de la nueva habilidad fluir por mi cuerpo. Tempest Waltz era justo lo que necesitaba para enfrentar al veloz slime.

Kizuna flotaba cerca, sus ojos brillando con una emoción contagiosa, como si estuviera viendo a su héroe favorito en plena acción.

—¡Esa habilidad es de Yuna! —exclamó con entusiasmo—. Pero parece que el Panel la adaptó a tu estilo de Kendo. ¡Es increíble, Kizu!

Mi mirada se fijó en el slime frente a mí, pero pronto noté que no estaba solo. Otros cuatro se habían reagrupado detrás, moviéndose en inquietante sincronía.

Cinco enemigos en total. Sentí cómo la tensión se acumulaba en mis músculos; no habría margen para errores.

¡Tempest Waltz! —grité, dejando que la energía fluyera por cada fibra de mi cuerpo mientras activaba la habilidad.

Las energías de Oscuridad y Viento se entrelazaron, formando un torrente que encendió mis sentidos y músculos con una precisión renovada.

Los cinco slimes no perdieron tiempo. Sus ataques convergieron en un aluvión de hojas giratorias, cortando el aire con una velocidad letal. Pero algo había cambiado: el mundo parecía ralentizarse a mi alrededor.

Cada hoja, cada movimiento de los slimes, se volvía predecible, como si la habilidad hubiera afinado mis sentidos.

Esquivé una tras otra, desplazándome con una fluidez desconocida. Cada paso y giro formaba parte de un baile armonioso, como si el viento mismo guiara mis movimientos.

Con determinación, cerré la distancia entre nosotros. En un movimiento fluido y certero, tracé un corte decidido.

Uno tras otro, los slimes cayeron. Sus cuerpos gelatinosos se dividieron en mitades perfectas antes de desintegrarse en destellos de brisa etérea.

Cuando el último slime desapareció, una fanfarria resonó en mi mente y el Panel se activó con un destello brillante:

Subida de nivel: (+3). Nuevo nivel: (5).

Drop obtenido: Gemas Pequeñas de Maná x5, Cuchilla Hoja x15, Pieza de Bronce x5.

Habilidades obtenidas: "Razor Leaf" y "Wind Dash" (añadidas al elemento Viento).

La energía revitalizante del ascenso recorrió mi cuerpo, despejando el cansancio acumulado. Miré el Panel, examinando los ítems y las nuevas habilidades. Era como escuchar la fanfarria de un RPG, pero esta vez, la satisfacción era innegablemente real.

Con cuidado, recogí los ítems esparcidos por la sala y los guardé en mis bolsillos. Mientras lo hacía, no pude evitar pensar en la práctica bolsa mágica de Yuna, capaz de almacenar cualquier cosa sin esfuerzo.

—Cómo me gustaría tener una de esas bolsas mágicas como la que tiene Yuna —murmuré con una sonrisa melancólica, sintiendo un leve vacío al recordar lo lejos que estaba de ella en ese momento.

En otro lugar del Laberinto de Raíces, Yuna avanzaba cuidadosamente por un pasillo estrecho. Las paredes de piedra a su alrededor estaban marcadas con runas que pulsaban débilmente, como si el lugar la observara.

De repente, el suelo tembló bajo sus pies. Unos pilares comenzaron a moverse hacia adelante y atrás, mientras una sección del suelo se abrió, revelando cuchillas giratorias que emitían un sonido amenazante.

—¡Otra trampa! —exclamó, retrocediendo rápidamente para evaluar la situación.

El camino hacia atrás estaba bloqueado, dejando como única opción atravesar los pilares en constante movimiento. Inspiró profundamente, dejando que la magia del viento fluyera bajo sus pies.

—No voy a caer aquí —murmuró, sus ojos verdes fijos en el peligro.

Con un salto calculado, se impulsó hacia el primer pilar, dejando que las corrientes de viento la ayudaran a equilibrarse.

Sin embargo, un movimiento inesperado la hizo resbalar. Durante un instante sintió cómo la gravedad tiraba de ella hacia las cuchillas mortales que giraban bajo sus pies.

—¡No me vencerás tan rápido! —exclamó con determinación, alzando una mano mientras invocaba su magia.

¡Wind Whirlwind!

El viento respondió al instante. Una ráfaga en espiral se formó bajo sus pies, intensificándose rápidamente hasta levantarla con una fuerza repentina.

La corriente la impulsó hacia arriba, alejándola del peligro en el último segundo.

Aterrizó sutilmente en el último pilar flexionando sus rodillas mientras jadeaba por el esfuerzo. La energía de su magia aún revoloteaba a su alrededor, disipándose como un eco del viento.

—Eso estuvo cerca… —murmuró, dejando escapar un suspiro mientras se recomponía.

Sin perder más tiempo, se obligó a avanzar, sus ojos fijos en el siguiente desafío. El laberinto parecía estar poniéndola a prueba, pero no pensaba rendirse.

Mientras tanto, en otro rincón del Laberinto de Raíces, Kizuna rompió el silencio con su característico entusiasmo.

—¡No te preocupes, Kizu! —exclamó, flotando alegremente a mi lado—. ¡Estoy segura de que pronto conseguirás una bolsa mágica o algo aún mejor!

Con un gesto dramático, me dio unas pequeñas palmadas en el hombro con sus diminutas manos, sus ojos brillando con orgullo.

—¡Además, lo hiciste increíble! —dijo emocionada—. ¿Ves? ¡Este mundo está aquí para que lo conquistes, Kizu!

Dejé escapar una risa suave mientras intentaba recuperar el aliento. Aunque sabía que las dificultades apenas comenzaban, sus palabras lograban que el peso de la mazmorra fuera un poco más llevadero.

Avancé con cautela hacia la siguiente sección, con Kizuna flotando cerca, irradiando su optimismo como un faro en medio de la penumbra.

El silencio a mi alrededor amplificaba la sensación de lo desconocido. El aire se volvía más húmedo y denso, como si el lugar mismo respirara con cada paso.

Al doblar una esquina, un conjunto de escalones apareció frente a mí, descendiendo hacia el siguiente nivel. Las sombras danzaban con la tenue iluminación, cada movimiento jugando con mi percepción mientras bajaba lentamente.

Cuando llegué al piso inferior, un resplandor verde cubría todo el espacio, emanando una energía latente, casi viva.

A diferencia de los niveles anteriores, este piso estaba cubierto de pequeñas plantas y enredaderas que se extendían por las paredes y el suelo, transformando la mazmorra en una especie de selva subterránea.

Todo parecía demasiado vivo, como si el lugar mismo estuviera respirando. Una sensación de asombro y alerta me envolvió mientras mis ojos recorrían cada rincón del entorno.

—¿Qué es este sitio...? —murmuré, mi voz era apenas un susurro que se perdía en el aire cargado de humedad.

Kizuna flotó cerca, su expresión pasó de curiosidad a alerta en un instante. Señaló hacia el frente con un dedo tembloroso, y su habitual entusiasmo fue reemplazado por una seriedad poco común.

—¡Cuidado! No son solo plantas comunes, ¡son monstruos! —advirtió con un tono tan bajo que casi parecía un susurro.

Entre las enredaderas y la vegetación, pequeños brotes comenzaron a moverse, revelándose entre las sombras. Eran diminutos, con cuerpos que recordaban a brotes de planta, pero cada uno tenía un par de ojos brillantes y dientes afilados que asomaban entre sus hojas.

Apreté el mango de mi espada, ajustando mi postura mientras observaba a las criaturas.

—¿Plantas monstruosas? —susurré, intentando contener la tensión que se acumulaba en mi pecho.

Las criaturas avanzaban en pequeños grupos, emitiendo un crujido seco con cada paso. Era como si el propio suelo protestara bajo su peso, y aunque el sonido era leve, bastaba para ponerme los nervios de punta.

De repente, uno de los brotes lanzó una espora verde al aire. La nube flotó con un movimiento etéreo, expandiéndose rápidamente hacia mí, brillando con un resplandor que parecía advertirme de su letalidad.

—¡No inhales eso, Haruto! —gritó Kizuna, su voz cortando el aire al mismo tiempo que un panel rojo se activaba frente a mí con un destello alarmante:

¡Peligro inminente!

Reaccioné por instinto, saltando hacia atrás mientras me cubría el rostro con el brazo.

Las esporas cayeron al suelo, dejando un residuo viscoso que chisporroteaba al contacto con la piedra, como si fuera ácido.

—Perfecto… ahora también tengo que esquivar plantas venenosas —murmuré, dejando escapar un suspiro cargado de frustración y sarcasmo.

El panel rojo reapareció frente a mí, su mensaje cortando cualquier esperanza de tranquilidad:

¡Atención! Enemigos detectados: Hiedras Venenosas de Nivel 5. Se recomienda mantenerse a distancia.

Chasqueé la lengua, evaluando rápidamente la situación mientras mantenía la mirada fija en las criaturas. El suelo, cubierto de plantas y enredaderas, parecía un campo minado; cada movimiento tendría que ser calculado al milímetro.

—¡Genial! —bufé, mientras mi frustración crecía al ver cómo mis opciones para avanzar se reducían con cada segundo.

—¡Vamos, Haruto! —exclamó Kizuna, flotando a mi lado con una mezcla de urgencia y entusiasmo—. ¡Usa tus nuevas habilidades, Kizu!

"Razor Leaf…" La habilidad aprendida de los slimes parecía perfecta para enfrentar a estas criaturas. Inspiré profundamente, dejando que mi determinación se afianzara.

—¡Razor Leaf! —murmuré, activando la habilidad con un gesto decidido.

El aire se arremolinó a mi alrededor, formando cuchillas de viento cargadas con una energía cortante que parecía vibrar con fuerza propia. Las lancé con precisión, dejando que trazaran arcos veloces en el aire.

El silbido agudo del viento resonó con cada hoja proyectada. Impactaron contra las hiedras, que intentaban avanzar con movimientos amenazantes. Varias retrocedieron, desgarradas por la fuerza del ataque, mientras otras caían al suelo, fragmentadas en un crujido seco.

Finalmente, tras el último impacto, las criaturas se desplomaron. El aire quedó en silencio, y mi respiración pesada fue lo único que llenó la penumbra.

Entonces, una fanfarria triunfante resonó en mi mente, y el Panel se iluminó con su característico brillo:

Subida de nivel: (+5). Nuevo nivel: (10).

Drop obtenido: Piezas de Plata x10, Gemas de Maná x10, Pociones Anti-Veneno x2, Hierba Curativa x2.

Habilidades obtenidas: "Toxic Spore" y "Binding Root" (añadidas al elemento Tierra).

Recogí los objetos con cuidado, guardando las gemas de maná y las pociones anti-veneno en mis bolsillos. Una energía revitalizante fluyó por mi cuerpo, despejando parte del agotamiento acumulado.

—¡Lo hiciste genial! —exclamó Kizuna, flotando a mi lado con una sonrisa radiante—. ¡Con estas habilidades, nadie podrá detenernos, Kizu!

Sonreí ante su entusiasmo, sintiendo cómo su alegría renovaba mi confianza. Aunque el camino aún era incierto, por un momento creí que podría enfrentar cualquier cosa que la mazmorra lanzara contra mí.

—Sí, estas nuevas habilidades podrían ser útiles contra grupos de enemigos —respondí, ajustando mi espada en el cinturón antes de dar el siguiente paso.

Tras asegurar el botín, me dirigí hacia una gran escalera de piedra que descendía hacia el siguiente nivel. Cada paso parecía más pesado, no solo por el esfuerzo físico, sino por los pensamientos que se acumulaban en mi mente.

Desde que llegué a este mundo, todo había cambiado. Ya no era el mismo, pero tampoco podía negar las dudas que aún pesaban en mi interior. A pesar de estar solo en este momento, sentía una conexión: Yuna, Kizuna, incluso este extraño lugar, parecían estar llevándome hacia algo más grande. Pero, ¿estaba realmente listo para enfrentar lo que venía?

La incertidumbre rondaba mis pensamientos como una sombra, aunque el deseo de seguir avanzando mantenía mis pasos firmes.

Kizuna flotaba cerca, su mirada recorriendo cada rincón con una seriedad poco común. Era como si incluso ella sintiera el peso de lo desconocido que nos esperaba más adelante.

—¿Qué crees que nos espera allá abajo? —susurré, rompiendo el silencio opresivo que nos rodeaba.

—¡Sea lo que sea, brillaremos más que cualquier monstruo! —respondió con su típica sonrisa confiada. Sin embargo, su tono cambió rápidamente, adoptando una cautela inusual—. Pero ten cuidado… mientras más bajas en una mazmorra, más peligros encuentras.

Asentí, intentando ignorar el escalofrío que recorrió mi espalda mientras descendía por la interminable escalera de piedra. Cada paso parecía alargar la distancia entre la superficie y lo que me aguardaba en las profundidades.

El aire se volvía más denso, cargado con una humedad que se adhería a mi piel y hacía cada respiración más pesada. La mazmorra parecía estar viva, observando y midiendo mis pasos con cada metro que avanzaba.

Finalmente, los escalones llegaron a su fin. Frente a mí, un pasillo oscuro se extendía hacia una sala amplia, envolviendo el espacio en un silencio tan profundo que parecía contener la respiración del lugar mismo.

La luz tenue que iluminaba el espacio no tenía una fuente visible; parecía emanar de las paredes, proyectando sombras alargadas que danzaban con un movimiento casi imperceptible.

Crucé el umbral con cautela, esperando cualquier señal de peligro. Sin embargo, lo que encontré me dejó perplejo: el piso estaba vacío.

El eco de mis propios pasos resonaba en la vasta sala como un golpe en el silencio. Mis ojos recorrieron cada rincón, buscando algún indicio de movimiento, pero no había enemigos, trampas visibles ni señales de actividad.

—¿Está… vacío? —murmuré, mi voz apenas un susurro que se desvaneció en la inmensidad de la sala.

Kizuna flotó a mi lado, con una expresión de desconcierto poco habitual en ella.

—Eso parece… ¡Es raro! Las mazmorras nunca están completamente vacías.

El Panel permanecía en silencio, sin ofrecer ninguna información relevante. La falta de respuesta, lejos de tranquilizarme, hacía que el vacío fuera aún más desconcertante.

—Tal vez es una especie de descanso entre los niveles —sugerí, aunque la inquietud seguía adherida a mí como una segunda piel. Este silencio absoluto resultaba más amenazante que reconfortante.

Kizuna asintió lentamente, aunque el destello de duda en su mirada no desapareció.

—Tal vez… pero no bajes la guardia, Haruto-kyun. Estas cosas siempre esconden algo, Kizu.

El eco de nuestros pasos rompía la quietud mientras cruzábamos la sala. Cada sonido parecía amplificado, como si la mazmorra misma estuviera escuchando y juzgando. Al otro lado, una escalera descendía aún más, su oscuridad llamándonos como una advertencia silenciosa.

Cada escalón se sentía más pesado que el anterior, cargado con el peso de lo desconocido. La humedad del aire aumentaba con cada paso, y el eco de nuestras pisadas se desvanecía rápidamente, tragado por el vacío que nos rodeaba.

Finalmente, llegamos al pie de la escalera, donde una gran puerta de metal se alzaba imponente frente a nosotros. A diferencia de todo lo que habíamos visto antes, sus bordes estaban grabados con runas que brillaban con una luz tenue, como si estuviesen vivas.

La puerta parecía respirar, vibrando con una energía contenida que se filtraba a través de las runas.

Me detuve, observándola con cautela mientras mi mano instintivamente se posaba sobre el mango de mi espada.

—Esto no será nada fácil —murmuré, sintiendo cómo la tensión se acumulaba en el aire denso que nos rodeaba.

Kizuna flotó cerca de mi hombro, su expresión se tornó seria al observar los grabados resplandecientes.

—Hm... esto parece una barrera de sellado —murmuró, con una seriedad inusual—. ¿Estás listo para lo que hay del otro lado? —Aunque intentaba sonar juguetona, su mirada tenía un destello de advertencia.

—Listo o no, ya estoy aquí —respondí, dejando que una chispa de determinación cruzara mis pensamientos.

Con ambas manos, empujé la fría superficie metálica de la puerta. Cedió lentamente, emitiendo un crujido profundo que reverberó en las paredes, como si la mazmorra misma exhalara su aliento contenido.

El quinto nivel de la mazmorra se reveló ante mí en una penumbra opresiva. La sala inmensa parecía extenderse hacia lo desconocido, sus límites envueltos en sombras que se movían casi imperceptiblemente.

Me detuve en el umbral, dejando que mis ojos se adaptaran a la penumbra mientras un escalofrío recorría mi espalda.

Este era el punto culminante, la prueba final que la mazmorra había preparado. Cada habilidad que había aprendido, cada obstáculo superado, nos habían conducido hasta aquí.

De repente, un crujido profundo interrumpió el silencio, reverberando en las paredes como un anuncio ominoso.

Al otro lado de la sala, una puerta comenzó a abrirse lentamente, el eco metálico marcando cada segundo como un latido. Mi cuerpo se tensó, girando hacia el sonido con todos mis sentidos alerta.

Y entonces, una familiar figura emergió del umbral.

—¡Haruto! —exclamó con alivio al verme, sus ojos recorriéndome rápidamente, como si buscara asegurarse de que estaba realmente ileso.

Por un instante, una chispa de preocupación brilló en su mirada antes de que apartara la vista, recuperando su habitual compostura.

—Después de muchos obstáculos, finalmente llegué a esta sala.

En ese momento, la tensión se disipó. Su silueta, iluminada por la tenue luz de la sala, era un recordatorio de que, aunque separados, habíamos logrado llegar al mismo destino.

Me acerqué rápidamente, mis pasos resonando en la sala vacía. Aunque su rostro mostraba rastros de cansancio, estaba ilesa, y eso era lo único que importaba en ese instante.

Kizuna flotó emocionada.

—¡Yuna-chan! ¡Lo lograste! —canturreó, aliviando la tensión de la sala.

Ella asintió con una leve sonrisa, aunque sus ojos reflejaban la gravedad de nuestra situación.

—Parece que la mazmorra nos separó en dos rutas distintas —dijo, llevándose una mano al brazo para cubrir discretamente un rasguño—. Pero me alegra que hayas llegado hasta aquí.

—Tú también tuviste un camino complicado, ¿verdad? —pregunté, notando las marcas en su ropa y las pequeñas heridas en su piel.

—Sí, pero nada que no pudiera manejar —respondió con un deje de orgullo en su voz—. Aunque debo admitir que me preocupé cuando la trampa nos separó. Me alegra verte entero.

—Lo mismo digo. Aunque mi recorrido estuvo lleno de trampas y criaturas, parece que esta mazmorra está diseñada para probarnos a ambos.

Kizuna cruzó los brazos, adoptando una postura confiada mientras sonreía.

—¡Haruto hizo maravillas! Aunque... su estilo aún necesita un poco de pulido. ¡Nada que no podamos mejorar juntos, Kizu!

La sonrisa de Yuna se suavizó, y por un instante, una chispa de orgullo brilló en sus ojos verdes.

—Haruto… si ambos estamos aquí, eso solo puede significar una cosa.

Un estruendo ensordecedor interrumpió el breve alivio que había sentido al encontrarla.

El suelo vibró bajo nuestros pies, y un eco profundo resonó en las paredes de piedra, como si algo colosal despertara en la oscuridad.

Mi mano se posó instintivamente sobre el mango de mi espada, preparándome para lo que estaba por venir…