El trinar de las aves me despertó, un sonido claro y puro, tan distante de los ruidos de la ciudad que, por un momento, me pareció irreal.
A lo lejos, Yuna ya estaba en pie. Su figura se recortaba contra el horizonte, y su cabello verde ondeaba suavemente con la brisa.
Por un segundo, me quedé observándola. Ella parecía encajar perfectamente en este lugar.
—Buenos días —dije, mi voz aún ronca por el sueño mientras me estiraba para sacudirme la pereza.
—Buenos días, Haruto. ¿Cómo te sientes?
—Sorprendentemente bien. Todo aquí es... diferente. Más vivo.
—Es un lugar bendecido por la naturaleza, pero no te dejes engañar, donde hay belleza, también hay peligro
Yuna se giró y señaló un sendero que se perdía entre los árboles.
—Deberíamos seguir adelante. Mi aldea no está tan lejos, pero aún nos queda un tramo por recorrer.
Asentí sin palabras. Recogimos nuestras cosas y comenzamos a caminar, dejando atrás el campamento improvisado.
—Yuna —dije finalmente, rompiendo el silencio—. Ayer mencionaste que Mizuki me trajo aquí porque el mundo necesita un cambio... pero ¿por qué yo? No soy un guerrero, no soy especial.
—Solo soy alguien al que le gusta leer y comprar mangas en las tiendas de segunda mano.
Yuna se detuvo, volviendo su mirada hacia mí. Sus ojos, serenos pero firmes, parecían buscar algo en mi interior, algo que ni yo mismo era capaz de ver.
—No sé qué sean esos "mangas" de los que tanto hablas, pero escucha esto... no todos los héroes comienzan siendo fuertes o poderosos. —Su voz era tranquila, pero tenía una firmeza que capturó mi atención por completo—.
—La diosa Mizuki nunca se equivoca al elegir a alguien. Lo que ves en ti mismo ahora no es lo que ella vio.
Hizo una breve pausa, como si eligiera cuidadosamente sus palabras, antes de continuar.
—Hay algo en ti que ni siquiera tú has descubierto todavía. Algo que está esperando a florecer.
Se giró hacia el bosque, señalando un árbol joven cuyas hojas danzaban suavemente con la brisa.
—Eres como este árbol. A veces, solo hace falta un viento que lo empuje en la dirección correcta para que crezca más fuerte.
Me quedé en silencio por un momento, observando el árbol que señalaba. Tal vez tenía razón. Tal vez había algo en mí que aún no entendía.
Yuna mantuvo su mirada fija en el árbol por unos instantes, como si estuviera viendo algo más allá de lo que yo podía percibir.
—Haruto —dijo suavemente, como si dudara antes de hablar—. ¿Sabes? Hay algo en ti que me recuerda a...
Hizo una pausa, sacudiendo ligeramente la cabeza antes de volver a mirarme.
—Olvídalo. Tal vez no tenga sentido. Vamos, tenemos que seguir adelante.
Los recuerdos de una lejana conversación con su madre comenzaron a tomar forma en su mente, como una brisa que traía ecos de su infancia.
Tenía apenas cuatro años. Era una hermosa mañana como esta, el sol se filtraba entre las hojas de los árboles mientras su madre la abrazaba con calidez.
—Papá siempre dice que soy un viento de primavera. ¿Por qué?
—Yuna, mi querida hija, eso es porque naciste en una noche de primavera —respondió su madre, su voz suave y cálida, como un refugio—.
—Una noche de luna llena que brillaba en su punto más alto, más hermosa que cualquier otra que jamás hayamos visto. La diosa Mizuki nos bendijo en ese momento, y por eso te dimos ese nombre tan especial.
La pequeña Yuna ladeó la cabeza con curiosidad, sus ojos brillando de inocencia.
—Papá dice que debe ser el destino y que Mizuki nunca se equivoca.
—Así es, tu papá tiene razón.
Su madre alzó la vista al cielo, como si pudiera ver a través del tiempo y del destino.
—Algún día, ella enviará a alguien desde más allá de este mundo. Alguien que traerá consigo el cambio que tanto necesita este lugar. Estoy segura de que sus caminos se cruzarán, y juntos guiarán a Celestaris hacia un futuro brillante.
—¿Será difícil, mami? —preguntó la pequeña, con un tono que mezclaba curiosidad e inocencia.
—Sí, mi niña —respondió su madre, suavizando las palabras con una sonrisa llena de amor—. No será un camino fácil. Pero cuando llegue ese momento, lo sabrás en tu corazón, como si hubieras esperado toda tu vida para encontrarte con esa persona. Por eso debes estar preparada.
La pequeña Yuna apretó los puños con una sonrisa determinada.
—¡Yuna promete volverse la más fuerte de toda la aldea!
Ese recuerdo permanecía grabado en su corazón como una promesa silenciosa, pero inquebrantable. Las palabras de su madre aún resonaban en su mente, impregnadas de esperanza y certeza.
Quizás... este era el momento del que su madre había hablado. Quizás Haruto era esa persona.
El pensamiento la estremeció profundamente, pero no podía compartirlo, no todavía. Todo tenía su tiempo, y ahora solo podía observar, intentando comprender si el destino realmente los había unido.
Yuna parpadeó, apartando el recuerdo como quien disipa una sombra persistente. Con un leve movimiento de cabeza, regresó al presente.
La voz de Haruto, cargada de curiosidad y una ligera incertidumbre, rompió el eco lejano de su infancia.
—Quizás tengas razón —murmuré, con un tono reflexivo—. Tal vez este lugar me dé la oportunidad de mejorar.
Yuna lo observó con atención, sus ojos brillando con una mezcla de sorpresa y algo más profundo. Había algo en su tono, una determinación que resonaba con ella de una forma que no podía ignorar. Esa chispa... ese deseo de cambio.
Sus pensamientos viajaron de nuevo a un rincón oculto de su memoria.
La cálida voz de su madre resonó en su mente: "Cuando ese momento llegue, lo sabrás de inmediato. Será como si tu corazón lo hubiera esperado toda tu vida."
Ahora, mirando a Haruto, no podía evitar preguntarse, ¿Había llegado ese momento?
—Lo hará —dijo finalmente, con una sonrisa cálida pero firme—. Pero recuerda, ser alguien mejor no es solo cuestión de querer, sino de trabajar duro para lograrlo.
Hizo una pausa, como si eligiera cuidadosamente sus palabras.
—Pero estoy aquí para ayudarte. No tienes que enfrentarlo solo.
Asentí, dejando que sus palabras se grabaran en mi mente.
Tenía razón. Este no era un juego, ni un sueño, y mucho menos una fantasía. Aquí, las consecuencias eran reales, y si quería sobrevivir, tendría que esforzarme más que nunca.
—Gracias, Yuna —dije, devolviéndole una sonrisa sincera. Por primera vez desde que llegué aquí, sentí que algo en mi interior comenzaba a cambiar.
Ella asintió suavemente, su mirada volviendo al sendero frente a nosotros.
—Deberíamos seguir. Aún queda un largo camino antes de llegar a la aldea. Cuando lleguemos, hablaremos con mi padre. Él sabrá cómo guiarte.
Mientras avanzábamos, sentí que la curiosidad comenzaba a consumirme. La magia, los poderes que había visto en Yuna... eran un misterio que no podía ignorar.
—Yuna, ¿me enseñarías acerca de la magia?
Ella quedó un tanto sorprendida por mi petición.
—Bueno, verás... Ejem —carraspeó, claramente tomada por sorpresa.
—Para saber si puedes usar magia, primero necesitas determinar si posees una "afinidad elemental". Solo quienes la poseen pueden utilizar magia.
—Por ejemplo, nosotros, los elfos elementales, nos dividimos principalmente en cuatro ramas que controlan los elementos: Viento, Agua, Fuego y Tierra. —Su tono era claro, casi didáctico, pero había algo en su mirada que revelaba un orgullo silencioso—.
—Además, están los elfos de Luz y de Oscuridad, que son un poco más... especiales, digámoslo así.
—La afinidad de cada uno con su elemento determina a qué tribu pertenecemos. Yo soy una Elfa de Viento. Eso significa que mi afinidad elemental es el Viento y no puedo aprender magia de otros elementos porque nací solo con el elemento "Viento".
—¿Y eso significa que podrías enseñarme a controlar el viento si tuviera afinidad con ese elemento?
La idea de aprender magia me hacía sentir como si estuviera viviendo un sueño que ni siquiera sabía que tenía.
Yuna me miró, y una leve sonrisa asomó en sus labios. No pudo evitar imaginarme como una cría de lobo plateado, emocionado y moviendo la cola ante la posibilidad de algo nuevo. Era una imagen tan inesperada que tuvo que reprimir una risa.
Es como tener un cachorro en mis manos, pensó divertida, aunque intentó mantener su compostura.
—Sí, podría enseñarte.
—Pero aprender magia no es solo cuestión de querer, también requiere dedicación y concentración.
—La magia es una extensión de nosotros mismos, y para dominarla, debes entender tu conexión con los elementos.
Mientras me hablaba, su tono recuperaba poco a poco su seriedad habitual, pero su mirada tenía una calidez especial. Se le notaba su esfuerzo por mantenerse profesional, sentí que estaba disfrutando el momento.
—Estoy listo para el desafío —afirmé, dejando que la determinación llenara mi voz.
Ella me observó durante unos segundos, evaluando mi resolución. Luego asintió lentamente, y su expresión cambió, dejando atrás su habitual sonrisa cálida para adoptar un tono más serio.
—Primero necesitamos saber cuál es tu afinidad. Eso se puede ver en tu "Mapa de Estado" —explicó.
—¿Mapa de Estado?
—Es normal que no lo sepas. Solo repite después de mí: "Mostrar Mapa de Estado". Aparecerá frente a ti.
Fruncí el ceño, pero decidí seguir su consejo. Inspiré profundamente y dije con voz clara...
—¡Mostrar Mapa de Estado!
Ante mí, un holograma brilló con una intensidad etérea, proyectándose en el aire como un fragmento de magia pura.
Ante mí apareció un holograma brillante, proyectado en el aire con una intensidad etérea. "Haruto Kibou, Lv.2" flotaba en la parte superior, junto a una serie de símbolos y números que parecían cobrar vida.
Mi atención se centró en un hexágono en el centro, donde seis puntas brillaban al unísono, cada una representando un elemento.
—Es tu núcleo elemental —explicó Yuna, observando con asombro—. Normalmente, solo uno de estos brilla. Nunca había visto algo así.
Sus palabras me llenaron de preguntas. ¿Qué significaba tener todos los elementos activos? ¿Era una ventaja o un problema?
Al tocar sobre el icono este se agrando, ampliando aquel hexágono de seis puntas, cada una representando un elemento: Viento, Agua, Fuego, Tierra, Luz y Oscuridad.
En el centro, un séptimo icono permanecía neutro.
—Esto representa tus afinidades elementales —añadió Yuna, con un matiz de cautela en su voz—. Es extremadamente raro. Normalmente, solo uno o dos elementos brillan, indicando tu afinidad... pero en tu caso, todos están activos.
—¿Por qué brillan todos?
—Eso indica que podrías aprender cualquier tipo de magia sin limitación.
—¿Entonces podría usar magia de todos los elementos?
—Es posible, pero no será sencillo. Cada elemento requiere un enfoque único, y dominarlos puede ser agotador tanto para tu cuerpo como para tu mente. Pero tienes el potencial.
Sus palabras flotaron en el aire, abriendo una puerta que no sabía que existía. Era un camino incierto, lleno de desafíos, pero también de posibilidades que no podía ignorar.
—¿Crees que podría invocar algo como tu arco? —pregunté, dejando que la curiosidad venciera mi cautela.
Yuna me observó en silencio por un momento, sus ojos evaluándome con atención antes de responder.
—Es posible, pero no tan simple como parece —respondió finalmente, con un tono calmado pero firme—. Las invocaciones requieren una conexión especial con el objeto que deseas traer.
Sin decir nada, Yuna abrió un pequeño bolso de cuero fino que llevaba en la cintura que parecía simple pero elegante.
Con un movimiento fluido, sacó una mesa plegable de madera, dos banquetas y un juego completo de utensilios para té.
Me quedé boquiabierto. ¿Cómo era posible que todo eso cupiese en un bolso tan pequeño?
Yuna sonrió al notar mi expresión, dejando escapar una risa suave mientras colocaba cada objeto con naturalidad.
—Es un bolso dimensional mágico —explicó, como si fuera algo cotidiano—. Muy útil cuando viajas.
Intenté procesar lo que acababa de presenciar mientras cerraba la boca y recuperaba algo de compostura.
—¿Un bolso... dimensional? —pregunté, incrédulo.
—Así es. Puede almacenar mucho más de lo que parece —respondió con calma, mientras desplegaba la mesa y organizaba los utensilios con la gracia de quien lo ha hecho mil veces antes—. Ahora, relájate. Prepararé algo de té.
En pocos minutos, la mesa estaba lista entre nosotros, decorada con delicadas tazas de porcelana y una tetera humeante que llenaba el aire con un aroma cálido y floral.
Cada movimiento de Yuna era meticuloso y preciso.
Mientras servía el té en las tazas, levantó la mirada y sus ojos se encontraron con los míos, reflejando una calma que comenzaba a contagiarme.
—Aquí tienes —dijo finalmente, ofreciéndome una taza.
Tomé la taza y di un sorbo, dejando que el cálido sabor del té disipara parte de la tensión acumulada en mi mente.
El aroma y la tranquilidad del momento me ayudaron a relajarme, aunque mi curiosidad seguía latiendo con fuerza.
Frente a mí, Yuna parecía completamente serena y concentrada mientras tomaba su propia taza.
Había algo en su actitud que transmitía confianza, como si estuviera lista para responder a las preguntas que se agolpaban en mi mente.
—"Materialize" permite invocar objetos que hayas poseído o estudiado con detalle —explicó Yuna—.
—Depende de una visualización precisa y consume maná la primera vez que invocas algo.
—¿Y necesito conocerlo en detalle?
—Exactamente. Sin una imagen clara, el hechizo fallará. Por eso es útil, pero requiere práctica y cuidado.
Con un gesto, Yuna simuló la acción de invocar algo con sus manos, como si quisiera reforzar sus palabras con una demostración visual.
Tomé un sorbo de té, permitiendo que las palabras de Yuna se asentaran en mi mente. Este hechizo no solo era práctico, las posibilidades estratégicas que ofrecía eran casi infinitas.
—Una vez invocado, debes encantar el objeto con "Materialize Lock" para guardarlo en tu inventario. Si alguna vez decides deshacerte de él o entregárselo a alguien más, usas "Materialize Release" —explicó Yuna, su tono didáctico, pero lleno de paciencia.
Dejé la taza a un lado y me recosté ligeramente contra un tronco, sintiendo cómo mi imaginación se desbordaba.
Este hechizo despertaba en mí una chispa de emoción que hacía tiempo no sentía, una sensación de posibilidad infinita en un mundo nuevo.
Había leído tantos mangas en mi vida, y muchos describían armas con un nivel de detalle tan vívido que casi podía sentirlas en mis manos.
Ahora, la idea de intentar invocar algo me hacía cosquillear de anticipación, como si todas esas fantasías estuvieran a punto de volverse reales.
—Quiero probar algo —dije finalmente, dejando que la emoción y la curiosidad guiaran mis acciones.
Los ojos verdes de Yuna seguían cada uno de mis movimientos, reflejando una mezcla de interés y confianza, como si quisiera ver mi potencial.
Cerré los ojos, concentrándome en la imagen que comenzaba a formarse en mi mente.
Mis respiraciones se volvieron lentas y profundas, como si cada inhalación reforzara la claridad de mis pensamientos.
Visualicé las pistolas que siempre me habían fascinado en un manga de mi adolescencia.
Eran más que armas, un símbolo de destreza y determinación, llevadas por un pistolero que enfrentaba cada peligro con una sonrisa y un propósito inquebrantable.
A medida que repasaba cada detalle, sentí cómo el diseño de las pistolas adquiría una identidad propia.
—¡Materialize! —grité, dejando que mi voz rompiera el silencio.
Al principio, nada ocurrió. Un vacío amenazante comenzó a extenderse en mi pecho, como si el fracaso estuviera esperando para atraparme.
Pero no me detuve.
Cerré los ojos con más fuerza, enfocándome en cada detalle. Las líneas elegantes del metal, las curvas de las empuñaduras, la vibrante dualidad entre el rojo de Aka-Oni y el azul de Ao-Oni, los demonios del folclore japonés que estas pistolas representaban.
Cerré los ojos con fuerza, aferrándome desesperadamente a la imagen de las pistolas.
Finalmente, ocurrió. Un destello de luz roja y azul rompió la oscuridad, iluminando el bosque con un brillo vibrante y palpable.
Mis manos temblaron cuando las pistolas comenzaron a tomar forma frente a mí.
Cada detalle era tan vívido como lo había imaginado, el brillo metálico bajo la luz, el peso firme que descansaba en mis manos, y la energía sutil que parecía emanar de ellas, casi como si tuvieran vida propia.
Sentí que el tiempo se detenía mientras observaba las pistolas en mis manos.
—Aka-Oni y Ao-Oni... —murmuré, incapaz de apartar la mirada de las pistolas, que vibraban con energía en mis manos.
—¡Materialize Lock! —exclamé con firmeza, siguiendo cuidadosamente las instrucciones de Yuna.
Al girarme, encontré sus ojos fijos en mí, una mezcla de sorpresa y aprobación reflejada en su expresión.
Era como si no hubiera esperado que lo lograra en un primer intento, y la ligera curva de sus labios confirmó su satisfacción.
—Parece que lo lograste —dijo Yuna con una pequeña sonrisa, aunque su mirada reflejaba cierta curiosidad al observar las extrañas armas en mis manos—. No está nada mal para un primer intento. Se nota que tenías una imagen clara de esas cosas.
—Se llaman pistolas.
Yuna inclinó ligeramente la cabeza, su expresión delataba desconocimiento.
—Jamás había visto algo como esto.
—Son armas de mi mundo, disparan proyectiles a alta velocidad.
Sus ojos verdes se entrecerraron, evaluando las pistolas con un interés genuino.
—Curioso... Parecen pequeñas, pero siento una energía intensa en ellas. Quizás sean más poderosas de lo que aparentan —comentó, extendiendo una mano hacia Aka-Oni antes de detenerse, como si dudara de si era seguro tocarlas.
La euforia de mi éxito me embargó brevemente, una sensación cálida que recorrió mi cuerpo como un destello de triunfo. Pero tan rápido como llegó, se desvaneció, dejando lugar a una oleada de debilidad que me golpeó con la fuerza de un torrente.
Sentí mis piernas ceder, el suelo acercándose a mí mientras el vacío abrumador en mi pecho robaba la última chispa de energía.
Las pistolas, que inicialmente se sentían ligeras y perfectas en mis manos, comenzaron a volverse increíblemente pesadas, como si drenaran cada fragmento de mi fuerza vital.
Era como si el costo de invocarlas fuera demasiado alto para mí.
—¿Haruto? —preguntó Yuna, su voz cargada de preocupación mientras se arrodillaba a mi lado.
Intenté responder, pero mis labios no se movieron.
El zumbido en mis oídos aumentó, y el mundo se desdibujó a mi alrededor. Las pistolas, ahora pesadas como si drenaran mi energía vital, brillaron tenuemente antes de desaparecer.
—¡Haruto! —exclamó Yuna, sujetándome con cuidado. Su mirada, clara y constante, era lo único que me anclaba a la realidad.
Todo a mi alrededor se desmoronaba en un torbellino de sombras, pero aún sentía el calor de sus manos antes de que la oscuridad me envolviera.
El frío del suelo fue lo último que sentí, un contraste inquietante con el calor de sus manos, antes de que todo se sumiera en un abrumador silencio.