La atmósfera se volvió pesada, aún más densa que antes, y la energía maldita se hacía cada vez más palpable a medida que los segundos pasaban. La presencia de las maldiciones estaba tan cerca ahora que el suelo temblaba ligeramente, como si la misma tierra se sintiera invadida por una fuerza alienígena.
Satoru Gojo, al notar el cambio, se enderezó de inmediato, su rostro ya no tan relajado como antes. Sus ojos brillaron con una intensidad que dejaba en claro que, aunque la situación lo tomara desprevenido, estaba listo para enfrentarse a lo que fuera que se aproximara.
—Parece que nuestra charla se ha terminado. —dijo Gojo con una sonrisa, pero esta vez, su tono era más serio.
Geto, por otro lado, mantuvo su mirada fija en el horizonte, sin mostrar signos de sorpresa. Su calma era impresionante, pero también lo era su alerta.
—Algo grande se acerca. No será fácil, y no podemos darnos el lujo de subestimar lo que viene —advirtió Geto, con una determinación en sus palabras.
Koray asintió. Ya no había duda de que el destino de esta ciudad estaba a punto de cambiar drásticamente. Y lo que les esperaba, ni siquiera el mismo Gojo podía predecirlo. Algo más allá de las maldiciones comunes acechaba en las sombras. Algo mucho más antiguo y más peligroso.
De repente, una fuerte explosión resonó en el aire, y el suelo bajo sus pies se partió con un rugido sordo. Koray dio un paso atrás instintivamente, y Yujiro, que estaba a su lado, también se preparó para lo peor.
Un enorme ser de energía maldita emergió del suelo, su figura envuelta en una niebla densa que hacía imposible ver sus detalles con claridad. Sin embargo, su presencia era inconfundible: una maldición de nivel superior, que había estado ocultándose entre las grietas de la ciudad, esperando el momento perfecto para atacar.
El ser se alzó en el aire, una masa de sombras y carne retorcida, sus ojos brillando con una luz roja. Su energía maldita era opresiva, y todo lo que tocaba se desintegraba, como si la realidad misma fuera susceptible a su presencia.
Koray podía sentir cómo su sistema SCP comenzaba a reaccionar. Las voces de los SCP contenidos en su mundo de bolsillo empezaron a susurrar en su mente, cada uno de ellos consciente del peligro que se cernía sobre ellos. Pero también era evidente que los aliados de Koray, los SCP invocados, no serían suficientes para enfrentarse a una maldición de este nivel.
—Esto es… mucho más grande de lo que imaginé. —Koray murmuró para sí mismo.
Gojo, sin embargo, no mostraba signos de miedo. Su sonrisa volvía a su rostro, pero esta vez, era la sonrisa de alguien que sabía que estaba frente a una oportunidad interesante.
—¿Eso es todo? Pensé que sería algo más impresionante. —Gojo rió, casi con desdén, como si estuviera mirando a una pequeña criatura inofensiva.
—No subestimes a las maldiciones. Esta es una amenaza real —dijo Geto con firmeza, pero sin perder su calma—. ¿Vas a hacer algo, Gojo?
El joven con cabello blanco giró hacia su amigo con una mirada burlona.
—¿No lo ves? Ya estoy en marcha. —Y en un parpadeo, Gojo desapareció de la vista, moviéndose tan rápido que sus movimientos apenas podían ser seguidos por el ojo humano.
De repente, Gojo apareció directamente frente a la maldición, sus ojos brillando con una luz cegadora. Sin dar tiempo para que el ser de energía maldita reaccionara, Gojo levantó una mano y, con una calma asombrosa, pronunció unas palabras casi susurradas:
— *Reloj inverso.*
Un estallido de energía infinita se liberó de su mano, un destello blanco que rompió la oscuridad a su alrededor. La energía maldita del ser se distorsionó, y por un breve instante, la maldición quedó paralizada, incapaz de moverse.
Koray no pudo evitar quedar impresionado por la velocidad de Gojo. El joven parecía moverse en una dimensión completamente diferente, sin que la maldición pudiera seguirle el ritmo.
—Eso es… impresionante —admitió Koray, sin quitar la mirada de Gojo.
Pero la batalla no había terminado. La maldición, aunque afectada, aún mantenía su forma, y con un rugido ensordecedor, comenzó a recuperar su energía. La oscuridad que emanaba de ella se expandió, arrastrando el aire con ella, y las sombras comenzaron a tomar forma, generando pequeños monstruos que se lanzaron hacia ellos.
Yujiro no dudó ni un segundo. Usó su habilidad para crear una onda de choque a su alrededor, destruyendo las criaturas menores en su camino. Mientras tanto, Koray invocó uno de sus SCP más poderosos: SCP-682, el reptil inmortal, para que luchara contra las criaturas.
SCP-682 emergió del mundo de bolsillo, su presencia dominante haciendo que el aire a su alrededor vibrara. Con un rugido infernal, la criatura se lanzó hacia las sombras que la maldición había invocado, destruyéndolas con cada golpe. La batalla había comenzado.
Gojo, sin embargo, ya estaba en otra parte. Su habilidad *Infinito* le permitía frenar el tiempo y controlar la percepción de la realidad de sus oponentes, y estaba utilizando esta habilidad para eliminar, de un solo golpe, a las criaturas que salían de la maldición.
—¿Eso es todo lo que tienes? —se burló Gojo, mientras un destello de luz iluminaba cada rincón del campo de batalla.
Geto, viendo la situación, no pudo evitar esbozar una pequeña sonrisa. Aunque Gojo estaba tomando el control de la pelea, sabía que él mismo aún no había hecho su movimiento. Geto no era alguien que se dejara llevar por la emoción de la batalla. Sabía que el enemigo aún no había mostrado toda su fuerza.
—No te confíes —dijo Geto, mirando de reojo a Koray—. Esta maldición tiene algo más guardado.
Koray sintió que algo dentro de su ser comenzaba a vibrar, una sensación de peligro inminente. A lo lejos, la maldición comenzó a cambiar. La energía maldita que emanaba de ella se concentró en su núcleo, y el aire se tornó aún más denso.
Algo aún más oscuro estaba a punto de despertar.