La noche en Tokio seguía envolviendo todo en sombras mientras Koray y Yujiro abandonaban la fábrica. La contención exitosa de SCP-106 le había otorgado a Koray una ventaja estratégica. Sin embargo, también le recordó el precio de esa ventaja: ahora estaba en la mira tanto de espíritus malditos como de hechiceros poderosos que verían en él una amenaza o un recurso valioso.
Mientras caminaban, Yujiro rompió el silencio.
—No puedo dejar de pensar en lo que hiciste allí dentro, Astaroth. Esa… cosa… era algo que nunca había visto. No era una maldición, pero tampoco era humana, y tú… tienes un dominio sobre esos seres como si fueran parte de ti.
Koray miró a Yujiro con una sonrisa enigmática. Sabía que compartir demasiado pondría en riesgo su secreto, pero al mismo tiempo, mantener a Yujiro cerca podría beneficiarle. Después de todo, en este mundo, cualquier ayuda era valiosa, y tener un aliado hechicero podría servir como un escudo para maniobrar entre las amenazas.
—Digamos que no soy del tipo de hechicero convencional —respondió Koray, evadiendo detalles—. Pero tanto tú como yo sabemos que aquí en Tokio hay amenazas mayores que los espíritus malditos. ¿Verdad?
Yujiro asintió lentamente, comprendiendo. Sabía que algunos hechiceros tenían habilidades extrañas y no convencionales, y estaba empezando a sospechar que Astaroth venía de un linaje o escuela que trabajaba con poderes más oscuros. Aún así, no tenía pruebas y, por el momento, la ayuda de Koray había sido invaluable.
Mientras caminaban, el sistema en la mente de Koray le envió otra notificación:
> "Nueva misión: Localizar y contener a SCP-049 (El Doctor de la Peste). Nivel de riesgo: Keter. Habilidad recompensa: Manipulación de energía maldita (curación básica)."
La noticia hizo que Koray se detuviera en seco. SCP-049 era uno de los SCP más complejos de manejar. Aunque su apariencia era menos aterradora que la de SCP-106, su toque era letal y podía convertir a cualquier ser en una especie de "muerto viviente" bajo su control. La habilidad de curación que el sistema le ofrecía era tentadora, especialmente en un mundo donde cada enfrentamiento podía costarle caro.
Yujiro notó la pausa de Koray y lo miró con curiosidad.
—¿Ocurre algo? —preguntó.
Koray consideró sus opciones por un momento antes de responder. Decidió que Yujiro podría serle útil en esta nueva misión.
—Hay algo más que debo enfrentar, y puede ser peligroso. Pero… necesito un compañero para asegurarme de que todo salga bien.
Yujiro frunció el ceño, claramente interesado.
—¿De qué se trata?
Koray lo miró directamente a los ojos, midiendo cada palabra.
—Es una entidad que toma la forma de un doctor medieval, un ser que ha traído muerte y destrucción a cada lugar que ha pisado. No es un espíritu maldito común, pero su poder es comparable, o incluso superior, a muchas de las maldiciones que enfrentamos. Su toque es mortal, y su objetivo es "curar" a todos los seres vivos que considera "enfermos".
Yujiro lo escuchó con una mezcla de fascinación y horror. Sabía que este trabajo conllevaba enfrentar amenazas extraordinarias, pero la descripción de Koray le hacía pensar que lo que iban a enfrentar era algo completamente fuera de lo común.
—¿Cómo planeas contener algo así?
Koray suspiró, preparándose mentalmente.
—Tengo mis métodos. Si confías en mí, podemos derrotarlo juntos. Pero debes estar preparado. Este ser no dudará en atacar, y necesitarás mantener la guardia alta en todo momento.
Yujiro asintió, mostrando una determinación férrea.
—Si eso significa deshacernos de una amenaza que pondría en riesgo la vida de los inocentes, estoy contigo. Pero me gustaría saber más sobre cómo planeas contenerlo.
Koray asintió, sin ofrecer detalles específicos. Sabía que la contención de SCP-049 sería difícil, especialmente sin revelar sus habilidades y el sistema que poseía. Pero confiaba en su capacidad y en la fuerza recién adquirida de SCP-173 y SCP-106.
Esa noche, Koray y Yujiro se prepararon para la próxima misión, trazando un plan en las sombras. Sabía que, al amanecer, enfrentarían a SCP-049, y aunque había un riesgo inmenso, también había una promesa de crecimiento y poder.