En los albores de los tiempos, cuando la vida en Livlis comenzaba a dar sus primeros pasos, el mundo se presentaba como un vasto territorio repleto de misterios y desafíos por descubrir. Las primeras criaturas que habitaban sus tierras eran primitivas, pero pronto el Arius que recorría el suelo de Livlis dio forma a seres dotados de conciencia, fuerza y propósito. Con el paso de las eras, surgieron las primeras razas, trayendo consigo divisiones que sellarían el destino de este mundo.A lo largo de milenios, las civilizaciones se alzaron, y con ellas, nacieron las tensiones entre los pueblos. Dos razas se erigieron como las más poderosas y temidas: los Daemonium y los Luminis.Los Daemonium, seres forjados en las entrañas de la tierra y la oscuridad, eran temidos por su fuerza descomunal y su enfoque implacable de la existencia. Aunque eran conocidos por actuar sin piedad cuando las circunstancias lo requerían, su naturaleza no se regía por una maldad intrínseca, sino por una voluntad feroz de proteger lo que era suyo. Su sociedad se erigía sobre la ley del más fuerte, una norma que fomentaba la evolución constante y el respeto al legado ancestral de poder y resistencia. La ambición que los impulsaba no era meramente destructiva, sino una herramienta necesaria para su supervivencia y dignidad. Con cada territorio conquistado y recurso asegurado, ellos reafirmaban su independencia y preservaban su linaje ante las constantes amenazas de un mundo donde solo los más capaces podían prevalecer.En contraste, los Luminis, nacidos de la luz y las alturas, veían su existencia como una manifestación de la pureza y el equilibrio. Su fe en su propio propósito era inquebrantable, convencidos de que estaban destinados a ser los custodios del orden en el mundo. Aunque su comportamiento hacia el resto de las razas parecía estar marcado por una aparente serenidad y una búsqueda constante de paz, en el fondo albergaban un profundo orgullo y una creencia absoluta en su propia superioridad. Para ellos, el equilibrio del mundo solo podía mantenerse bajo su vigilancia, y cualquier amenaza a ese orden debía ser erradicada. Se proclamaban guardianes de la armonía, pero su visión de lo que constituía 'equilibrio' no siempre era tan objetiva ni justa. En su obsesión por preservar su dominio, no dudaban en recurrir a la fuerza para imponer su voluntad, sin importar que, en ocasiones, sus decisiones no fueran las más sabias ni las más moralmente correctas.El tiempo trajo consigo innumerables escaramuzas y pequeñas guerras, nacidas por motivos diversos: la disputa de tierras fértiles, el control de manantiales de energía arius y la posesión de artefactos ancestrales. Sin embargo, ninguna de estas luchas se transformó en un conflicto total. Parecía que el destino de Livlis estaba vinculado a un pacto tácito entre ambas razas: un acuerdo implícito que permitía la confrontación, pero no la aniquilación.Sin embargo, aún bajo el yugo del dominio de esos dos grandes monstruos, las razas menores se veían atrapadas en una lucha constante por su supervivencia, su única esperanza era encontrar algún tipo de equilibrio y prosperar sin quedar arrastradas en los interminables conflictos. Estas razas menores, cada una con sus propias habilidades y talentos únicos, vivían en un perpetuo estado de adaptación. Observaban las tensiones entre los grandes, siempre vigilantes, esperando el momento oportuno para aprovechar los breves intervalos de paz. Durante esos fugaces periodos de calma, las aldeas y comunidades buscaban reforzar sus lazos, mantener sus tradiciones y proteger sus legados, aunque siempre bajo la sombra de la desconfianza, temerosas de que cualquier chispa pudiera desatar otro conflicto.Con el paso de los siglos, el cansancio de la guerra y las pérdidas dejaron una marca profunda en los Daemonium y los Luminis. Al principio, los encuentros eran hostiles, realizados en territorios que ninguno consideraba sagrados ni estratégicamente relevantes. Cada raza buscaba demostrar su fuerza y recordarle al rival quién ostentaba el poder. A medida que los enfrentamientos se alargaban, las cicatrices de la contienda se volvieron más evidentes y difíciles de ignorar. Aunque las aldeas se reconstruían en tiempos de paz, los campos a menudo quedaban estériles tras nuevas batallas, mientras que las rutas comerciales se veían interrumpidas, sumiendo a las comunidades en un ciclo de resurgimiento y destrucción.En un intento por reducir las pérdidas, algunos líderes de ambas razas, más sabios y prudentes, comenzaron a considerar la posibilidad de establecer treguas temporales. Estos acuerdos no nacían de un verdadero deseo de paz, sino de la necesidad de recuperar fuerzas y dar descanso a los soldados. No obstante, incluso las treguas más frágiles tuvieron un impacto: los campos de batalla comenzaron a vaciarse, y en su lugar, los caminos se llenaron de mercaderes y emisarios.Uno de los primeros lugares en beneficiarse de este cambio fue un valle fértil conocido por todos como El Claro de las Voces, llamado así porque en él resonaban los ecos de los discursos de los primeros tratados. Allí, líderes de ambas especies se reunieron por primera vez, no como guerreros, sino como negociadores. Era un lugar neutral, una tierra que ni los Daemonium ni los Luminis reclamaban como propia, y que, por su ubicación, podría convertirse en un símbolo de diálogo en vez de enfrentamiento.El primer tratado fue frágil, un acuerdo de no agresión que apenas duró una estación antes de romperse debido a un malentendido sobre la propiedad de una fuente de arius. A pesar de su brevedad, este respiro inspiró a líderes de otras razas a intentar acuerdos similares en sus propios territorios. Así, poco a poco, surgieron pequeñas ciudades en distintas zonas, puntos de intercambio donde ambas razas podían comerciar y compartir conocimientos, aunque siempre con una desconfianza latente.Fue en este contexto que otras razas comenzaron a hacer su aparición, jugando papeles decisivos. Los enanos, expertos en minería y forja, vieron una oportunidad en esos periodos de tregua para expandir sus minas y comercializar metales preciosos y armas de calidad inigualable. Con su carácter terco pero confiable, se convirtieron en mediadores involuntarios en disputas menores entre Daemonium y Luminis, proporcionando recursos a ambos bandos a cambio de asegurar sus territorios en las montañas.Los elfos, una raza antigua y enigmática que había optado por mantenerse al margen de los conflictos, comenzaron a involucrarse más activamente en la diplomacia. Sus bosques, impregnados de magia ancestral y misterio, eran deseados por todas las razas, pero su habilidad para proteger y manipular sus dominios los hacía casi intocables. Aprovecharon la situación para compartir sus conocimientos y establecer rutas de intercambio donde la sabiduría, la medicina y las hierbas exóticas se convirtieron en bienes de gran valor.Por otro lado, una faceta diferente emergió entre los orcos, conocidos por su fuerza bruta y disciplina marcial. Aunque antes se les consideraba salvajes, los periodos de tregua revelaron su capacidad de organización y la construcción de sociedades complejas, capaces de aliarse y proteger sus territorios de incursiones externas. Establecieron puestos de comercio en tierras intermedias, ofreciendo armas y servicios de mercenarios a cambio de provisiones y alianzas temporales.El mercado de Eldoria, por ejemplo, fue uno de los más famosos de esta era. Ubicado justo entre dos colinas que marcaban la frontera, Se convirtió en un lugar donde los productos de todas las razas se mezclaban: armas forjadas con el calor de la tierra, artefactos imbuidos con luz celestial, joyas enanas de metales raros y pociones élficas que prometían curas milagrosas. Aunque la tensión era palpable y las discusiones a menudo se volvían acaloradas, Eldoria representaba un destello de lo que podía ser un futuro en el que la guerra no fuera la única opción.Aun así, no todas las razas se aventuraban a comerciar en Eldoria. Los enigmáticos Lycarius, guardianes de los bosques y de las noches más oscuras, preferían observar desde las sombras, manteniendo su neutralidad mientras sopesaban los riesgos de involucrarse.Las Arpías, conocidas por su astucia y dominio de los cielos, se mantenían en sus nidos en lo alto de los acantilados, recelosas de los intereses de las razas mayores y de la volatilidad que un simple desacuerdo podría traer. Para ellas, la aparente paz en Eldoria no era más que una fachada que podría quebrarse en cualquier momento, devolviendo al mundo a la incertidumbre... Y, al final, no se equivocaban.La paz era un susurro tenue, una ilusión que podía desvanecerse con el menor cambio en el equilibrio de poder. Aunque la vida en Livlis parecía haber alcanzado cierta estabilidad, los ecos de viejas rencillas y ambiciones no se habían apagado. En lo más profundo de algunas razas, la llama de la rivalidad seguía ardiendo, esperando un viento propicio que la avivara de nuevo. La calma era solo un respiro; la tormenta aguardaba, paciente, en el horizonte. Horizonte de Sucesoz - Prólogo [Fin]Extra:- Arius.En Livlis, el Arius no es solo poder o magia; es la esencia misma del mundo. Esta fuerza vital fluye a través de cada ser, desde los más humildes hasta los más poderosos, conectando todo lo que vive. Aunque muchos lo ven como un recurso para obtener habilidades y energía, el Arius es mucho más profundo: es el alma de Livlis, su pulso, la razón por la cual el mundo sigue existiendo. Se encuentra en el aire, en el agua, en la tierra, y en cada criatura, moldeando su destino y proporcionándoles propósito y fuerza. Es la vida misma de Livlis, y no puede ser controlado ni comprendido completamente por aquellos que lo manipulan.- Livlis.En el mundo donde se desarrollan los eventos de esta historia se llama Livlis. Como en muchos otros relatos, Livlis está compuesto por diversas regiones, cada una con su propio nombre y características. Aunque todos comparten un mismo mundo, cada lugar tiene su propia historia, sus propias costumbres y su relación única con el Arius. Las regiones de Livlis no son iguales, y su geografía, cultura y tradiciones varían ampliamente, lo que les da una rica diversidad a este mundo. Existen zonas extremadamente peligrosas, así como territorios sellados, sumidos en la oscuridad, donde pocos se atreven a entrar. La constante transformación de este mundo hace que cada rincón de Livlis esté impregnado de secretos, desafíos y misterios por descubrir.- RazasEn Livlis, las razas no son exactamente iguales a las que conocemos en las leyendas o mitologías del mundo real. Si bien algunas razas pueden compartir similitudes con seres míticos de otras culturas, como los Daemonium y los Luminis, estas no siguen las mismas definiciones o roles que sus contrapartes de la vida real. Los Daemonium, por ejemplo, son similares a los demonios en otras historias, pero no deben ser vistos de la misma manera. Lo mismo ocurre con los Luminis, que podrían compararse con los ángeles, pero no son iguales a como los conocemos en otras tradiciones.Cada raza en Livlis tiene su propia historia, cultura y características, por lo que las comparaciones con figuras míticas del mundo real son solo aproximaciones, pero no una equivalencia exacta. Las razas de Livlis son únicas y deben entenderse dentro de su propio contexto.Lista de razas de Livlis y sus contrapartes:Daemonium = DemonioLuminis = ÁngelLycarius = Hombre LoboEnanos = (Se mantiene igual)Elfos = (Se mantiene igual)Arpías = (Se mantiene igual)?? = ???? = ???? = ??