Uno de esos días nublados en Luminos, cuando la luz se filtra tímidamente entre las nubes, Elior caminaba por las amplias avenidas de la ciudad, sumido en la maraña de pensamientos que se entrelazaban como hilos rotos en su mente. Los rayos del sol tocaban las construcciones de mármol, reflejando destellos dorados en las superficies pulidas, pero para Elior, todo parecía envuelto en una especie de niebla interior. La ciudad, impecable y eterna, pasaba ante sus ojos como un escenario sin vida, lleno de rostros ausentes que seguían sus caminos sin un propósito visible.Su mirada era distante, fija en el suelo mientras sus pies lo guiaban de manera casi mecánica. Era como si algo se estuviera fracturando dentro de él, pero no lograba entender qué. Todo parecía en su lugar, todo estaba bajo control... o eso pensaba.De repente, algo irrumpió en su visión periférica, y en un abrir y cerrar de ojos, una figura apareció frente a él. Elior levantó la mirada, momentáneamente desconcertado, encontrándose con un hombre que parecía haber surgido de la misma luz que bañaba la ciudad. Su cabello, de un brillante tono amarillo, caía con suavidad sobre su rostro, y sus ojos esmeralda brillaban con una intensidad cálida, como si estuviera observando no solo a Elior, sino también al mundo entero.La figura sonrió, una sonrisa abierta, sin pretensiones, pero al mismo tiempo, con algo en ella que hizo que Elior se sintiera incómodo sin saber por qué. El hombre llevaba una capa sencilla pero elegante, el mismo tono dorado que el cabello, lo que parecía resaltar aún más su presencia luminosa.—¿Elior, verdad? —dijo el hombre con una voz suave y melodiosa.Elior se detuvo, sorprendido por la pregunta. A menudo, su posición lo hacía un tanto invisible para los demás, y este desconocido parecía conocerlo con una facilidad inquietante.—¿Quién...? —comenzó a preguntar, pero el hombre lo interrumpió con un gesto amable, levantando una mano de manera tranquila.—Lo siento, no quería sorprenderte. Me llamo Azariel —se presentó con una inclinación de cabeza, como si fuera un saludo natural, sin rastro de la timidez o la tensión que a veces marcaban las primeras interacciones en Luminos.Elior frunció ligeramente el ceño, aún sintiendo esa extraña sensación de que algo no encajaba del todo. Pero no pudo evitar que una ligera curiosidad naciera en su interior. Había algo en la mirada de Azariel, una mezcla de calidez y profundidad, como si supiera más de él de lo que cualquiera más podría.—¿Azariel? No te había visto antes... ¿Eres nuevo en la ciudad? —preguntó Elior, intentando restablecer la normalidad, aunque una parte de él aún se sentía descolocada.Azariel sonrió nuevamente, esa sonrisa tan genuina y confiada que parecía abrazar el aire alrededor de ellos.—Recientemente llegué, sí —respondió con un tono ligero—. Pero no es mi primera vez en Luminos. He tenido la oportunidad de observar, de aprender. La ciudad tiene una forma peculiar de dejar una huella en quienes la recorren, ¿no te parece?La respuesta parecía casi filosófica, y a pesar de la sencillez de sus palabras, había algo en su tono que hizo que Elior se detuviera a pensar, incluso si solo por un instante.El bullicio de la ciudad seguía a su alrededor, personas caminando apresuradas, comerciantes ofreciendo sus productos, el sonido de los carruajes resonando sobre las piedras pulidas. Pero en ese momento, todo parecía difuso, como si un velo invisible separara a Elior de lo que sucedía a su alrededor. Solo estaba él y Azariel, y algo en el aire entre ellos estaba cambiando.Azariel inclinó la cabeza con interés al observar la expresión pensativa de Elior, y sin esperar una respuesta, continuó hablando:—Parece que hay algo más en ti, Elior. Como si te debatieras entre ser lo que se espera de ti y lo que realmente deseas ser. Tal vez has olvidado lo que te hace sentir pleno.La observación, directa y casi personal, caló en Elior de una forma que no esperaba. Durante un segundo, una chispa de incomodidad cruzó su pecho, pero rápidamente se deshizo de ella, como si la situación fuera demasiado ligera como para perturbarlo.—No sé si lo entiendes, pero no todo es tan sencillo —respondió Elior, aunque su voz sonaba más incierta de lo que habría deseado.Azariel lo observó en silencio, y el tiempo pareció estirarse por un momento, como si ambos estuvieran a punto de decir algo más, pero el bullicio de la ciudad los devolvió a la realidad. El viento comenzó a soplar suavemente, moviendo los hilos dorados del cabello de Azariel, mientras las sombras se alargaban con la llegada de la tarde.Finalmente, Azariel rompió el silencio con una suave risa.—Lo sé, Elior. La vida rara vez es sencilla. Pero a veces, una conversación es todo lo que necesitamos para encontrar un poco de claridad, ¿no?Elior parpadeó, ligeramente sorprendido por la facilidad con la que Azariel se había deslizado dentro de su mente, tocando una parte que él mismo aún no había logrado entender. Decidió que, al menos por un momento, dejaría que la conversación siguiera su curso.—Supongo que tienes razón —respondió, aliviado por la ligereza de las palabras. Aunque algo, en lo más profundo de su ser, le decía que este encuentro era solo el comienzo de algo que aún no comprendía.Azariel sonrió una vez más, esta vez con una chispa de complicidad en sus ojos esmeralda, y dio un paso hacia él, como si no quisiera perder la oportunidad de profundizar en la conversación.—Entonces, ¿te parece si nos acompañamos un rato? Creo que podríamos compartir algo más que solo palabras vacías.Elior dudó por un momento. Era un extraño, un hombre que acababa de conocer, pero la forma en que hablaba, la calma con la que se movía entre las palabras, lo hacía sentir... reconfortado. Era extraño, sí, pero no parecía peligroso.—Está bien —respondió finalmente, cediendo a la invitación, aunque el peso de las dudas seguía presente en su interior, como un susurro que aún no podía ignorar.Azariel y Elior continuaron caminando juntos, sin que ninguno de los dos pareciera tener prisa. La ciudad de Luminos seguía su curso: comerciantes que intercambiaban mercancías en los puestos, las risas de los niños corriendo entre las fuentes, el bullicio de las discusiones sobre los últimos rumores políticos. Sin embargo, una extraña calma se había instalado entre ellos. A veces, el silencio era interrumpido por una palabra, una risa o un gesto de Azariel, que parecía tan cómodo en ese entorno como si lo hubiera estado en Luminos durante años.Los días pasaron en un flujo constante, casi imperceptible. Elior comenzó a encontrarse con Azariel con más frecuencia, pequeñas conversaciones surgían, que al principio parecían ligeras, con comentarios sobre la ciudad o reflexiones filosóficas sobre la naturaleza de la luz y la oscuridad. Pero con el tiempo, esas charlas se volvieron más profundas.—Te he encontrado otra vez —dijo Azariel, apareciendo detrás de Elior en uno de sus paseos por los jardines del templo.Elior, que había estado contemplando una fuente de agua cristalina, no se giró de inmediato. En vez de eso, sonrió para sí mismo antes de hablar.—Estás empezando a parecer una sombra que me sigue —comentó, sin un atisbo de irritación, solo una ligera diversión.Azariel se rió, una risa cálida y despreocupada.—Eso significa que debes estar tomando decisiones importantes. Las sombras solo siguen a los que tienen algo por lo que preocuparse. —Puso un dedo sobre su mentón, pensativo—. O tal vez simplemente soy muy bueno en mi trabajo.Elior lo miró con una ceja levantada, el rostro ligeramente serio, pero no pudo evitar una sonrisa.—¿Así que tu trabajo es seguirme? —Preguntó en tono irónico.—Entre otras cosas —respondió Azariel, guiñando un ojo, antes de hacer una ligera reverencia. Algo en sus movimientos transmitía una naturalidad que hacía que su presencia pareciera casi intangible.A pesar de la ligera burla, Elior sintió que Azariel no estaba tomando a mal sus palabras. Era fácil hablar con él, algo que rara vez sentía con los demás. Las conversaciones se habían vuelto una especie de escape para él, como si Azariel fuera un refugio donde no tenía que cargar con las expectativas del Consejo o con la constante vigilancia de los demás Luminis.A medida que avanzaban por el jardín, se unieron a un grupo de estudiantes que practicaban alguna disciplina de combate. Elior siempre había mantenido una posición neutral respecto a tales demostraciones de fuerza, pero observó con atención mientras los jóvenes se entrenaban, sus movimientos rápidos y ágiles.Azariel, siempre atento a lo que sucedía a su alrededor, no tardó en hacer un comentario:—¿Sabías que la habilidad en combate no siempre depende de la fuerza? Más que eso, es cuestión de anticipación y de comprender a tu oponente. —Sonrió, como si estuviera disfrutando de una broma interna—. Aunque, claro, eso no lo explican mucho en los libros.Elior le lanzó una mirada, un tanto divertido. Por un momento, la tensión que solía sentir se desvaneció.—¿De verdad crees que la anticipación lo es todo? —le respondió, curioso. Normalmente, esos temas le resultaban pesados, pero algo en la manera de Azariel de abordar las cosas lo hacía sentir que tal vez podría aprender algo nuevo.—Absolutamente. —Azariel mostró una sonrisa traviesa—. El combate, como la vida, es más acerca de cómo te preparas para lo que está por venir. A veces es un simple cambio de perspectiva lo que marca la diferencia.Elior lo observó en silencio durante un instante, como si estuviera evaluando la sinceridad detrás de sus palabras. Sin embargo, en lugar de cuestionarlo, decidió que, por esa vez, podía dejar de lado sus dudas. Azariel tenía esa capacidad de hacerle sentir que nada estaba fuera de su alcance, incluso cuando sus pensamientos no podían ser más complejos.Elior ya no se sorprendía tanto de las apariciones de Azariel. Lo encontraba en los rincones más inesperados de la ciudad, ya fuera en una plaza llena de comerciantes, en las escaleras del gran templo de los Luminis, o incluso en los jardines secretos que solo unos pocos conocían. Azariel tenía una habilidad extraña para aparecer en los momentos precisos, como si sus destinos estuvieran entrelazados por algo más grande.En los días que siguieron, su amistad continuó desarrollándose con facilidad. Azariel hacía todo más ligero, y aunque Elior no era una persona que disfrutara de demasiados momentos triviales, comenzaba a sentirse cómodo en esa compañía.A menudo, después de las largas conversaciones, Azariel solía dejarlo con una pequeña broma o un comentario curioso que hacía que Elior pensara por horas. Y, sin embargo, cuando el día llegaba a su fin, no sentía que algo importante hubiera cambiado en su vida. Solo tenía una sensación extraña, casi reconfortante, como si al menos por un momento, alguien realmente le hubiera escuchado.Uno de esos días, mientras caminaban por una calle desierta hacia la biblioteca, Azariel dio un paso en falso, tropezando ligeramente con una piedra del camino.—¡Vaya, eso fue elegante! —dijo Elior, sin poder evitar reírse al ver cómo Azariel intentaba recuperar el equilibrio.Azariel levantó las manos en un gesto teatral.—Ah, lo sabía. Lo sabía. Estaba esperando el comentario. —Su voz se suavizó entonces, y agregó—: Aunque, si te soy sincero, no suelo tropezar. Debes ser una mala influencia.—¿Yo? —Elior levantó una ceja, sonriendo con una mirada burlona—. Yo diría que eres tú el que me estás afectando. No suelo bromear tanto.Azariel sonrió ampliamente, y por un momento, Elior sintió que estaba siendo realmente sincero. Como si la ligereza de la situación hubiera tocado algo dentro de él que había estado encerrado durante tanto tiempo.—Entonces, parece que soy una buena influencia después de todo —dijo Azariel, con una sonrisa traviesa.Elior no pudo evitar sentirse más ligero de lo que se había sentido en semanas. Había algo en esas pequeñas interacciones, esos momentos casi insignificantes, que lo hacían sentir más 'humano', más conectado con el mundo que lo rodeaba.Ambos continuaron su camino, sin hablar mucho más, pero con una sensación de camaradería que se había ido consolidando de manera silenciosa, como si ambos supieran que la amistad entre ellos había llegado para quedarse, sin saber aún lo que el futuro les deparaba.Mientras estos pensamientos se disolvían en el aire fresco del anochecer, el sol se hundía lentamente en el horizonte de Luminos, anunciando el fin del día. La serenidad envolvía la ciudad, y su bullicio comenzaba a desvanecerse a medida que la luz se desvanecía.Y mientras la tranquilidad caía sobre la ciudad, en Lirium, la actividad apenas comenzaba, como si el día aún estuviera a punto de empezar.