Dariel se encontraba entrenando en su día libre, disfrutando de la tranquilidad que le ofrecía ese tiempo para sí mismo. El aire fresco de la mañana y el silencio del campo abierto le permitían concentrarse completamente en su entrenamiento. Sus movimientos eran fluidos y calculados, ejecutando técnicas de combate que había perfeccionado a lo largo de los años.
Mientras tanto, en la Academia Historia, sus hijos, Balzht y Janeth, se encontraban en clases. Aunque ambos eran jóvenes, ya mostraban un potencial impresionante. Balzht, con su habilidad innata para las artes marciales, seguía con determinación cada instrucción de su maestro, mientras que Janeth, su hermana, destacaba por su astucia y rapidez mental, aplicando estrategias complejas para vencer a sus oponentes en los simuladores de combate.
En la academia, la figura de Dariel como padre y guerrero se mencionaba con respeto, pues sus hijos, aunque aún en formación, ya estaban mostrando un camino similar al de él: valientes, decididos y con un futuro prometedor en las artes marciales y el combate. Mientras tanto, Dariel seguía perfeccionando sus habilidades, sabiendo que en algún momento sus hijos también lo superarían, pero no por eso dejaba de entrenar con la misma intensidad.
Dariel respiró profundamente mientras continuaba su entrenamiento, concentrada en mejorar su forma de combate. Se había propuesto perfeccionar cada movimiento, cada técnica, y no pensaba detenerse hasta lograrlo. Mientras sus ojos se mantenían fijos en su objetivo, comenzó a canalizar un poco de energía natural, sintiendo cómo fluía desde lo más profundo de su ser.
Al principio, la energía era suave y controlada, pero pronto se fue acumulando, intensificándose con cada segundo. Con un movimiento preciso, extendió su mano hacia un árbol cercano. La energía se concentró en sus dedos, una corriente eléctrica de pura fuerza natural. Luego, con un solo impulso, la lanzó hacia el tronco del árbol. La explosión de poder fue tan intensa que el árbol se partió en dos, cayendo al suelo en una fracción de segundo.
Dariel observó la destrucción con una expresión seria, sabiendo que aún había mucho más que aprender. Cada golpe, cada acción la acercaba más a dominar el control total de su energía natural, y aunque ese árbol solo era un pequeño obstáculo en su camino, simbolizaba el progreso que había logrado.
Suspiró nuevamente, satisfecha por el poder que acababa de desatar, pero también consciente de que siempre había algo más que perfeccionar. No estaba dispuesta a detenerse allí.
Katsu Nanamin era un hombre de 46 años, con una presencia calmada pero imponente. De origen japonés, su rostro marcaba los años de experiencia, con líneas sutiles alrededor de los ojos y una mirada profunda, como si hubiera presenciado más de lo que cualquiera podría imaginar. Su cabello negro, algo despeinado, estaba comenzando a encanecer en las sienes, pero su energía vibrante desmentía su edad. Su cuerpo estaba bien entrenado, mostrando la firmeza de un luchador experimentado, pero a la vez la serenidad de alguien que entendía la importancia de la paciencia y la precisión.
Rigor, sabiendo lo que los chicos necesitaban, decidió traerlo desde Japón para impartir un nuevo tipo de conocimiento: el uso de los puños con energía natural. Katsu había dedicado su vida a esta disciplina, habiendo aprendido de los antiguos maestros de su tierra natal y perfeccionando su técnica con el tiempo. Para él, el combate no solo era físico, sino una extensión del espíritu, y transmitir esa filosofía era su mayor pasión.
Al llegar a la Academia Historia, Katsu observó a los estudiantes con una mirada evaluativa. No había prisas, no había expectativas inmediatas. Era el tipo de hombre que prefería observar antes de actuar. En su primer día, reunió a los estudiantes en el dojo, un lugar apartado, lleno de historia, con tatamis tradicionales y un aire de respeto impregnado en cada rincón.
"Lo que les voy a enseñar no es solo cómo golpear", comenzó, su voz grave pero suave. "Es cómo conectar su energía con el mundo, cómo convertir cada puño en una extensión de su alma. La energía natural es poderosa, pero como cualquier fuerza, debe ser controlada. De lo contrario, será destructiva. Y eso es lo que aprenderán aquí: el control."
Su primera lección fue sencilla, casi meditativa. Katsu les pidió a los estudiantes que se concentraran en su respiración, que sintieran la energía dentro de ellos. "La energía no está fuera de ustedes", les explicó, "está dentro, esperando ser despertada. Es como el agua en un río, siempre fluyendo, pero sin dirección. Deben aprender a dirigirla, a ser el río, no el agua."
Durante las semanas siguientes, Katsu guiaría a sus estudiantes a través de una serie de movimientos y técnicas, siempre haciéndolos sentir la conexión entre sus cuerpos y la energía. Nada de lo que enseñaba era fácil, pero él tenía una forma única de hacer que cada uno de ellos creyera en su propio potencial.
El entrenamiento con Katsu no solo les daría a los estudiantes habilidades físicas, sino también una nueva comprensión sobre sí mismos y el mundo que los rodeaba. En sus lecciones, Katsu les enseñaba no solo a pelear, sino a vivir de manera más consciente, con equilibrio y armonía.
Katsu Nanamin se acercó a Rigor, observando su actitud relajada mientras entrenaba, casi como si buscara algo más que solo el ejercicio físico. Decidió que era momento de hablar.
"Sabes, vine aquí principalmente para ganar algo de dinero", comenzó Katsu, con tono directo pero sin brusquedad. "Sinceramente, trabajar es un asco, y más si estás en un lugar como la Academia Historia. Pensé que sería una oportunidad para enseñar lo que sé, pero si te soy honesto, este tipo de trabajo no me entusiasma mucho. Estaba buscando algo más, un trabajo de chef, pero no era lo que esperaba. Finalmente, decidí meterme aquí porque al menos puedo ganarme la vida de manera decente, y bueno, sé cómo dar unos buenos golpes."
Katsu hizo una pausa, observando el entorno, como si pensara en algo más. "No te voy a mentir, Rigor. No vine aquí para cambiar el mundo ni por grandes ideales. Vine porque en este lugar al menos puedo hacer lo que me gusta y ganar dinero mientras lo hago. No voy a ponerme a filosofar sobre el destino, ni qué se yo. Al final, todo se reduce a qué es lo que te da más beneficios en la vida, y la verdad es que preferí este trabajo por lo que ofrece."
Con un gesto despreocupado, Katsu se estiró y sonrió ligeramente. "Así que, sí, aquí estoy, porque lo que me interesa es lo que mejor me beneficia. No hay mucho más que decir."
Katsu Nanamin escuchó a Rigor y asintió ligeramente, sin perder su aire despreocupado.
"Bueno, no te preocupes, no espero que me detengas. Estoy aquí por decisión propia, y sé que depende de mí sacarle provecho a esto," respondió, mientras se cruzaba de brazos. "Pero sí, tienes razón en algo: al menos valdrá la pena. Estos chicos tienen potencial, aunque a veces parezca que no lo aprovechan del todo."
Rigor sonrió con un leve asentimiento. "Perfecto, entonces. Solo asegúrate de mantenerlos activos. Mándalos a misiones de vez en cuando, ¿eh? No quiero que se queden estancados, ya sabes cómo funciona esto."
Katsu soltó una risa corta y sarcástica. "Claro, claro, las misiones. Lo haré, pero no esperes que me emocione con eso. Igual, al menos podrán poner en práctica lo que aprenden, ¿no? Golpes reales, situaciones reales, esa es la mejor enseñanza. Aunque... no me culpes si vuelven un poco magullados."
"Solo asegúrate de que vuelvan," respondió Rigor con una media sonrisa.
Katsu levantó las manos en un gesto despreocupado. "Tendrán que apañárselas, eso es lo que les enseño. No les voy a llevar de la mano, pero haré mi parte. Eso sí te lo aseguro."
Después de un agotador entrenamiento, Dariel sintió cómo sus fuerzas flaqueaban. Cada respiración se volvía pesada, y el sudor caía por su frente mientras intentaba mantenerse de pie. Cerró los ojos un momento para recuperar el aliento, pero en ese instante algo cambió.
Un escalofrío recorrió su cuerpo. Su cabello, antes en su tono natural, comenzó a tornarse negro como el carbón, mientras sus ojos adquirían un brillo intenso de color rosa. Un cambio palpable se produjo en su postura: de agotada y vulnerable, pasó a erguida y llena de confianza. Dariel ya no estaba al mando; Aiko, su otra personalidad, había tomado el control.
Aiko, siempre impecable en sus movimientos, levantó una mano y con calma acomodó su cabello corto, despejándolo hacia arriba con un aire despreocupado. Su mirada ahora transmitía una mezcla de determinación y peligro.
"Vaya, Dariel, no deberías exigirte tanto si no puedes manejarlo," murmuró con una sonrisa ladeada. "Supongo que es mi turno otra vez."
Exhaló lentamente, disfrutando del control que ahora tenía. Aiko miró alrededor, observando el campo de entrenamiento destruido por los esfuerzos de Dariel. Con una ligera inclinación de cabeza, añadió:
"Es hora de mostrar cómo se hace de verdad."
Aiko, con su característico porte confiado, caminaba tranquilamente hacia la ciudad. Cada paso era firme y seguro, mientras sus ojos rosados, resplandecientes con un brillo peculiar, escaneaban a las personas que pasaban a su lado.
La energía en su mirada era inconfundible, haciendo que algunos transeúntes se apartaran ligeramente, incómodos por la intensidad de su presencia. Aiko, sin embargo, no parecía preocuparse por las reacciones de los demás. Su sonrisa no vacilaba; al contrario, crecía con cada segundo.
Mientras avanzaba por las calles, observaba atentamente a su alrededor: niños jugando, vendedores atendiendo sus puestos, y trabajadores ocupados en sus tareas diarias. La vida cotidiana parecía ajena al caos interno de la mente compartida entre ella y Dariel.
"Es curioso cómo siguen adelante, sin saber lo que realmente ocurre a su alrededor," murmuró Aiko para sí misma. Luego añadió en voz baja, casi como si hablara con Dariel: "Te envidio un poco. Todo parece más simple cuando eres tú."
A pesar de la aparente calma, había un aire de expectación a su alrededor, como si Aiko estuviera evaluando cuidadosamente cada detalle, cada rostro, cada posibilidad. Su andar la llevaba más profundamente a la ciudad, buscando algo, aunque ni siquiera ella sabía exactamente qué.
Aiko, mientras caminaba por las bulliciosas calles de la ciudad, empezó a sentir cómo la idea de sembrar caos se apoderaba de su mente. Su sonrisa se volvió más pronunciada, ahora con un toque de malicia.
"¿Por qué no?" pensó, mientras miraba a las personas ocupadas en sus pequeñas vidas. "Un poco de destrucción haría esto más interesante."
Su energía comenzaba a manifestarse, pequeñas ráfagas de viento oscuro se arremolinaban a su alrededor, levantando polvo y provocando que algunas personas se giraran, confundidas. Aiko solo observaba sus reacciones, disfrutando del temor y la incertidumbre que empezaba a sembrar.
Extendió una mano hacia un poste de luz cercano, concentrando su energía natural. Con un simple gesto, el poste explotó en chispas y metal retorcido, causando que la gente gritara y corriera en todas direcciones. Aiko soltó una carcajada que resonó por toda la calle.
"Ah, esto sí que es entretenido," dijo en voz alta, mientras daba otro paso hacia adelante, buscando su próximo objetivo. Su mirada se posó en un edificio cercano, y por un momento consideró si debía derribarlo solo por diversión.
Sin embargo, una parte de Dariel intentaba resistirse desde dentro, luchando por recuperar el control. "Aiko, detente," susurraba una voz débil en su mente. Pero Aiko la ignoró, demasiado sumida en su propia diversión para prestar atención.
El caos apenas comenzaba.
Emi, Josué y Leonel llegaron al lugar corriendo, alertados por la energía descontrolada que habían sentido desde la Academia Historia. Aiko, al verlos aparecer, esbozó una sonrisa traviesa, su cabello negro ondeando por la energía que irradiaba.
"Ah, compañía. Justo lo que necesitaba para hacer esto más divertido," dijo, mientras observaba a los tres con ojos brillantes.
Emi, con su habilidad telepática, intentó penetrar en la mente de Aiko para detener su caos desde dentro, pero fue inmediatamente repelida por una barrera psíquica que la hizo tambalearse. "¡No es tan fácil entrar en mi mente, querida!" exclamó Aiko con una risa burlona.
Leonel, sin perder tiempo, utilizó su poder gravitacional para intentar inmovilizarla. Una fuerza abrumadora se centró alrededor de Aiko, aplastando el suelo bajo ella. Sin embargo, Aiko se movió con una gracia inquietante, esquivando el campo gravitacional con agilidad sobrenatural.
"¿Eso es todo lo que tienen?" preguntó con una mueca de burla.
En un rápido movimiento, Aiko agarró un camión de carga pesada lleno de gasolina, utilizando su energía para levantarlo con facilidad. "Veamos si pueden esquivar esto."
Con un gesto brusco, lanzó el camión hacia ellos con una fuerza increíble. Antes de que pudieran reaccionar completamente, Aiko disparó una ráfaga de energía oscura que impactó el camión en el aire, causando una explosión masiva. La onda expansiva sacudió el área, lanzando a Emi, Josué y Leonel hacia atrás mientras el fuego y los escombros volaban en todas direcciones.
Josué logró reaccionar rápidamente, generando un escudo de energía para proteger a sus compañeros del impacto más fuerte, aunque aún salieron heridos. "¡Maldita sea, esto es más serio de lo que pensábamos!" dijo mientras ayudaba a Emi a levantarse.
Leonel, limpiándose la sangre de un corte en la frente, gruñó. "No vamos a poder manejarla si seguimos subestimándola. Tenemos que coordinarnos."
Aiko los observó desde lo alto de un vehículo volcado, sus ojos brillando con un rosa intenso. "Vamos, no se rindan todavía. Apenas estoy calentando."
Murasaki, la diosa de las tormentas y la electricidad, descendió del cielo envuelta en un aura de energía chispeante, lista para enfrentarse a Aiko. La escena todavía estaba envuelta en el caos causado por la explosión, pero Murasaki se mantuvo firme, con sus ojos brillando como relámpagos en una tormenta.
"Así que tú eres la causa de este alboroto," dijo Murasaki, con una mezcla de autoridad y desafío.
Aiko, parada sobre los restos de un vehículo, inclinó la cabeza con una sonrisa traviesa. "Oh, llegó un refuerzo. Esto será interesante."
Sin perder tiempo, Murasaki lanzó un ataque, una ráfaga de rayos dirigidos directamente hacia Aiko. Sin embargo, Aiko se movió con una velocidad impresionante, esquivando los rayos uno tras otro mientras se acercaba rápidamente a Murasaki.
Cuando estuvo lo suficientemente cerca, Aiko lanzó un golpe con su pierna derecha que impactó el costado de Murasaki, haciéndola retroceder unos metros. Sin darle tiempo para recuperarse, Aiko continuó con una serie de golpes consecutivos en el pecho de la diosa, su velocidad y precisión sorprendentes incluso para alguien de naturaleza divina.
"¿Eso es todo lo que tienes?" preguntó Aiko, su voz llena de burla mientras su energía oscura aumentaba.
Murasaki, recuperándose de los golpes, inhaló profundamente. "No subestimes a una diosa, niña."
En un movimiento rápido, Murasaki desató un estallido eléctrico desde su cuerpo, forzando a Aiko a retroceder. La electricidad llenó el aire, chisporroteando mientras Murasaki tomaba una postura ofensiva.
"Si crees que puedes ganar solo con fuerza bruta, estás equivocada," dijo la diosa, mientras el cielo sobre ellas se oscurecía y comenzaban a formarse nubes de tormenta.
Aiko, lejos de intimidarse, sonrió más ampliamente. "Esto será divertido."
El enfrentamiento estaba lejos de terminar, y ambos bandos se preparaban para llevar la batalla al siguiente nivel.
Emi intentó usar su telequinesis para entrar en la mente de Aiko, buscando una forma de desestabilizarla desde adentro. Sin embargo, en cuanto intentó penetrar en los pensamientos de Aiko, una fuerza oscura la bloqueó. Aiko sintió el intento y sonrió con frialdad.
"¿De verdad creíste que podrías meterte en mi cabeza? Mala idea."
Antes de que Emi pudiera reaccionar, Aiko cerró la distancia entre ambas en un instante. Su puño, cargado con una fuerza impresionante, impactó directamente en el plexo solar de Emi con una potencia equivalente a 4 toneladas. El golpe fue devastador, rompiendo el aire a su alrededor y haciendo que Emi soltara un grito ahogado mientras su cuerpo era lanzado hacia atrás con una velocidad asombrosa.
El impacto la mandó a volar a través de varios edificios, derribando paredes y dejando un rastro de destrucción a su paso. Finalmente, Emi aterrizó en un montón de escombros, tosiendo y luchando por respirar mientras su cuerpo intentaba recuperarse del golpe brutal.
Aiko se quedó donde estaba, observando la destrucción que había causado con una sonrisa satisfecha. "¿Alguien más quiere intentarlo?" preguntó, mientras sus ojos brillaban con una mezcla de locura y diversión.
Leonel y Josué, que habían presenciado el ataque, se pusieron en guardia, sabiendo que ahora tendrían que enfrentarse a Aiko con aún más cautela. Por otro lado, Murasaki se acercó a Emi, con intención de estabilizarla, pero sin apartar la mirada de Aiko, quien se mantenía lista para el siguiente movimiento.
Leonel y Josué, llenos de determinación, se lanzaron al combate contra Aiko. Leonel activó su poder gravitacional, intensificando la gravedad alrededor de Aiko para intentar inmovilizarla. Mientras tanto, Josué, utilizando su velocidad aumentada por su energía interna, buscó un ángulo para golpearla por los flancos.
Aiko, sin embargo, demostró una agilidad impresionante. Esquivó los ataques de ambos con movimientos fluidos, casi como si estuviera anticipándose a cada uno de ellos.
"¿Esto es todo lo que tienen? Patético," dijo con una sonrisa burlona.
Leonel intentó intensificar aún más la gravedad, pero Aiko cerró la distancia rápidamente y le lanzó un golpe directo al rostro, haciéndolo retroceder varios metros antes de caer al suelo. Antes de que Josué pudiera reaccionar, Aiko giró sobre sí misma y lo golpeó con una patada giratoria en el abdomen, enviándolo a estrellarse contra una pared cercana.
Mientras tanto, Murasaki se arrodillaba junto a Emi, canalizando su poder eléctrico para estimular las células de su cuerpo y acelerar su curación. Descargas de luz azul recorrían el cuerpo de Emi, sanando las heridas internas y ayudándola a recuperar el aliento.
"Resiste, Emi. Necesitamos volver al combate pronto," dijo Murasaki, con una mirada seria mientras seguía enfocada en su tarea.
Aiko se volvió hacia ellas, notando lo que estaba sucediendo. "¿De verdad creen que tendrán tiempo para recuperarse?" preguntó, mientras comenzaba a caminar hacia Murasaki y Emi con una sonrisa sádica en el rostro.
Aiko, con una sonrisa de sadismo que solo aumentaba el terror de quienes la observaban, tomó una postura con las manos, utilizando el mudra Yoni. Sus dedos formaron un símbolo preciso, acumulando una energía casi imperceptible para cualquiera que la rodeara.
"Este soy yo," declaró con un tono lleno de orgullo y crueldad. "La más fuerte. La mejor mujer de la especie humana. Yo siempre me superé y es por eso que no me podrán vencer, imbéciles. No verán este día para nada."
Su voz resonó mientras las personas atrapadas en el lugar corrían aterradas. Algunas, paralizadas por el miedo, no lograban moverse. Aiko, disfrutando del caos, pronunció con voz firme: "¡Sangre corrupta eterna!"
De inmediato, una energía negra se extendió, atrapando a todos en una dimensión alterada. El lugar se tornó rojizo, como si estuvieran sumergidos en un océano infinito de sangre. Sin embargo, esta sangre no era ordinaria; era corrupta, densa, y no provenía de Aiko, sino de algo mucho más oscuro, un concepto primordial de destrucción.
Sumergiéndose en la sangre como si fuera parte de ella, Aiko se movió con una velocidad que desafiaba la lógica. Apareció frente a Leonel, quien apenas logró percibir su presencia.
"Tu turno," susurró Aiko con una sonrisa mientras acumulaba la sangre corrupta en sus dedos. Con un movimiento rápido, lanzó un disparo directo al ojo de Leonel, perforándolo al instante. El impacto fue brutal, y Leonel gritó de dolor mientras caía de rodillas.
Sin mostrar piedad, Aiko dio un paso hacia él y aplaudió con fuerza, canalizando la energía corrupta. En ese momento, una explosión interna resonó dentro del cráneo de Leonel, perforándolo por completo. Su cuerpo cayó al suelo sin vida, dejando un silencio sepulcral en el ambiente.
"Uno menos," dijo Aiko, con una voz fría y burlona, mientras observaba los cuerpos paralizados de los demás. Su mirada se posó en Josué, Emi, y Murasaki, quienes apenas comenzaban a reaccionar ante la brutalidad de lo que acababan de presenciar.
"¿Quién sigue?" añadió con una sonrisa maliciosa, mientras el ambiente seguía teñido de esa sangre corrupta que parecía imposible de detener.
Emi observó el cuerpo inerte de su amigo Leonel, y un grito desgarrador de frustración y dolor escapó de su garganta. Las lágrimas comenzaban a formarse en sus ojos, pero no había tiempo para lamentaciones; tenían que detener a Aiko.
Josué apretó los puños, enfocado en su enemiga, mientras Murasaki se preparaba para el siguiente ataque. Su energía se concentró rápidamente, y una lanza de rayos conocida como Lightning Throws se materializó en sus manos.
El cuerpo de Murasaki se envolvió completamente en rayos, aumentando su velocidad y potencia. Sin perder tiempo, se lanzó hacia Aiko con una velocidad casi imperceptible, impactando directamente en su rostro con un golpe brutal que hizo eco en el ambiente.
Aiko tambaleó ligeramente hacia atrás, pero antes de que pudiera reaccionar, Murasaki canalizó su energía a través de su boca y lanzó un poderoso rayo de energía eléctrica. La descarga, al estar tan cerca de Aiko, impactó de lleno, provocando una explosión masiva.
Cuando el humo se disipó, Aiko estaba de pie, con algunos daños visibles en su cuerpo. Sin embargo, en lugar de mostrar signos de debilidad, extendió sus manos hacia la sangre corrupta que cubría el suelo.
De esa sangre, formó una armadura que cubrió su cuerpo, protegiéndola de futuros ataques. No incluyó un casco, ya que lo consideró innecesario, confiando completamente en su habilidad y fuerza.
"¿Eso es todo lo que tienen?" dijo Aiko, con una sonrisa de desprecio en su rostro, mientras tocaba su armadura de sangre con orgullo. "Ahora que tengo esto, sus ataques no serán más que insectos tratando de romper una montaña."
Murasaki retrocedió, evaluando rápidamente la situación, mientras Josué y Emi se preparaban para el próximo movimiento, sabiendo que el combate no sería nada fácil.
Aiko se lanzó al ataque, creando diez clones de sangre que se movían rápidamente hacia Emi, Josué y Murasaki. Cada uno de estos clones tenía una sonrisa siniestra, moviéndose con movimientos coordinados para golpear y acorralar a sus oponentes. Emi intentó usar su telequinesis para detenerlos, mientras Josué defendía con una barrera improvisada y Murasaki trataba de destruirlos con ráfagas eléctricas.
Sin embargo, la presión aumentaba. Los clones eran más resistentes de lo esperado y lograban esquivar la mayoría de los ataques. Aiko, observando desde la distancia, sonrió con satisfacción, cruzando los brazos mientras disfrutaba de la escena.
De repente, un portal apareció en medio del campo de batalla, deteniendo momentáneamente el combate. De su interior se podía vislumbrar una feroz batalla: Rigor y Evil Victor luchaban contra una versión distorsionada de Victor. Este Victor era diferente, un ser grotesco con el cuerpo cubierto de quemaduras y profundas heridas. Su piel parecía podrida, sus ojos vacíos, y su boca goteaba sangre mientras mostraba dientes afilados. Era un Victor sin restricciones, un zombie con un hambre insaciable.
Todos, incluidos Aiko y sus enemigos, quedaron momentáneamente paralizados observando la escena. El combate al otro lado del portal era brutal, cada movimiento lleno de violencia y caos.
Aiko frunció el ceño y se rascó la cabeza con frustración cuando el portal se cerró abruptamente, dejando más preguntas que respuestas. "¿Qué demonios fue eso?" murmuró, girándose de nuevo hacia Emi, Josué y Murasaki, quienes estaban tan desconcertados como ella.
La tensión aumentó, pero Aiko, recuperando su compostura, se encogió de hombros con indiferencia. "Supongo que no tiene nada que ver conmigo... por ahora." Su sonrisa volvió, y los clones de sangre se prepararon para atacar de nuevo, mientras la batalla continuaba.
Emi y Josué, concentrándose al máximo, lograron coordinar sus ataques para destruir a cinco de los clones de sangre. Emi, utilizando su telequinesis, levantó objetos del entorno y los lanzó con precisión para impactar y desintegrar a tres clones, mientras Josué utilizó su fuerza bruta y energía para deshacerse de los otros dos con potentes golpes que hicieron estallar a las figuras en charcos de sangre.
Murasaki, aprovechando el momento, se cubrió con un aura de rayos y lanzó un ataque devastador: un corte de energía eléctrica en forma de media luna que atravesó el campo de batalla, eliminando a los cinco clones restantes en un destello cegador. Los restos de los clones cayeron al suelo como gotas de sangre corrupta, pero ninguna volvió a regenerarse.
Aiko, de pie entre las sombras de la sangre corrupta, observó todo con una sonrisa de pura satisfacción. Aplaudió lentamente, sus ojos rosados brillando intensamente, reflejando el caos que ella misma había provocado.
—"No está mal, realmente no está nada mal," dijo Aiko con una voz cargada de sarcasmo y admiración falsa. "Parece que no son tan inútiles como pensaba. Esto será más divertido de lo que imaginé."
Con una sonrisa amplia y siniestra, Aiko se acomodó el cabello hacia atrás, dejando que los fragmentos de sangre que caían del cielo se acumularan a su alrededor, preparándose para su próximo movimiento. Su energía seguía siendo abrumadora, y su mirada, fija en Emi, Josué y Murasaki, prometía más caos por venir.
Aiko adoptó de nuevo la postura del Sambhala Mudra, y al hacerlo, su energía pareció intensificarse mientras sus labios pronunciaban palabras cargadas de poder oscuro. Sus manos se movían con precisión, formando el complejo sello con sus dedos. Antes de que pudiera completar su invocación, desató una nueva oleada de clones de sangre, idénticos a los anteriores, que se abalanzaron sobre Emi, Josué y Murasaki para mantenerlos ocupados.
—"Raza de la adaptabilidad de las 8 fases, vencedor de mil batallas, yo te invoco... ¡Sam!"— exclamó Aiko con un tono solemne y cargado de autoridad.
De la sangre negra que se extendía bajo sus pies, unas enormes manos surgieron primero, seguidas de un cuerpo retorcido que parecía destilar pura maldad. A medida que el ser se elevaba, su presencia dominó el entorno. Su figura era intimidante: cuchillas afiladas sobresalían de sus muñecas como extensiones mortales, un aro de energía oscura flotaba sobre su cabeza, compuesto enteramente de la misma sangre corrupta que Aiko había manipulado.
El monstruo tenía el cabello negro como la noche, cayendo desordenado sobre su rostro deforme, y de su espalda emergían tentáculos negros y afilados que se retorcían inquietos, listos para atacar en cualquier momento. Era Sam, el amigo fallecido de Dariel, ahora convertido en una abominación al servicio de Aiko.
El monstruo dejó escapar un rugido gutural que resonó en la dimensión de sangre, haciendo temblar el terreno. Aiko, con una sonrisa triunfante, dio un paso atrás, admirando su obra.
—"Bienvenido de nuevo, Sam. Es hora de que hagas lo que mejor sabes hacer: destruir."— declaró, señalando a Emi, Josué y Murasaki con un dedo.
Sam no esperó instrucciones adicionales. Con un movimiento rápido, sus tentáculos se extendieron hacia ellos, cada uno con la precisión de una cuchilla, mientras Aiko observaba con deleite cómo la batalla volvía a intensificarse.
Sam caminó hacia sus oponentes con una sonrisa escalofriante, sus cuchillas y tentáculos negros balanceándose de manera amenazante, mientras sus ojos brillaban con una furia inhumana. Su andar era lento pero cargado de intención, lo que hacía que cada paso se sintiera como el preludio de una tormenta.
Mientras tanto, Aiko, con su estilo característicamente impredecible, se hundió en la sangre corrupta, desapareciendo de la vista. De repente, emergió justo frente a Josué, su sonrisa maliciosa iluminando sus ojos rosados. Sin darle tiempo a reaccionar, juntó sus manos, canalizando la energía corrupta de la sangre que flotaba alrededor de sus palmas.
La energía se acumuló rápidamente, tomando la forma de una esfera gigante de sangre corrupta, pulsante y letal. Antes de que Josué pudiera moverse, Aiko disparó la esfera directamente hacia su pierna. El impacto fue devastador: la esfera atravesó su tendón como una lanza, desgarrando carne y músculo.
Josué dejó escapar un grito de dolor, tambaleándose mientras trataba de mantener el equilibrio. Pero Aiko no había terminado. Separó sus manos y, con una sonrisa aún más amplia, dio un aplauso que resonó como un trueno. Una pequeña explosión se desató en la pierna de Josué, dejando un agujero visible, con huesos fracturados y tendones rotos.
—"¿Ves lo frágil que eres? Pensar que querías enfrentarme con esto."— dijo Aiko con desdén, mientras observaba su obra.
Josué cayó al suelo, sosteniéndose la pierna mientras la sangre brotaba rápidamente. Aiko retrocedió un paso, admirando el caos que estaba sembrando, mientras detrás de ella, Sam avanzaba aún más cerca de Emi y Murasaki, con sus tentáculos listos para atacar.
Sam, con una velocidad sorprendente para su tamaño y estructura, lanzó un ataque directo contra Emi y Murasaki. Sus cuchillas en las muñecas brillaban con un tono oscuro y letal mientras avanzaba, y sus tentáculos negros se extendieron con movimientos impredecibles, como látigos mortales.
Emi, aunque todavía dolida emocionalmente por la pérdida de Leonel, reaccionó rápidamente. Utilizó su telequinesis para intentar frenar los tentáculos de Sam, pero la fuerza de este era abrumadora, rompiendo su control con facilidad. Uno de los tentáculos casi la golpea, pero Murasaki intervino justo a tiempo, bloqueándolo con su Lanza Lightning Throws, cuyo brillo eléctrico chisporroteaba al contacto con la carne corrupta de Sam.
"¡Mantente firme, Emi!" —gritó Murasaki mientras esquivaba otra cuchilla que pasó a milímetros de su rostro. Con una rápida maniobra, Murasaki contraatacó, lanzando una ráfaga de cortes eléctricos desde su lanza hacia Sam. Sin embargo, este absorbió parte de la energía con su aro de sangre negra, neutralizando parte del daño y avanzando sin vacilar.
Sam, con una sonrisa macabra, lanzó un barrido con sus cuchillas hacia Emi, quien logró esquivar por poco rodando hacia un lado. En el mismo instante, sus tentáculos se movieron como serpientes, uno atrapando la pierna de Murasaki y tirándola al suelo. Con una carcajada profunda y gutural, Sam levantó una de sus cuchillas, listo para asestar un golpe final.
Sin embargo, Emi, reuniendo toda su determinación, utilizó su telequinesis para lanzar escombros cercanos directamente hacia el rostro de Sam, logrando desequilibrarlo momentáneamente. Esto le dio a Murasaki el tiempo suficiente para liberar su pierna y retroceder, lanzando una descarga eléctrica al tentáculo que la había sujetado, cortándolo por completo.
Ambas retrocedieron un par de pasos, sabiendo que este enfrentamiento no sería fácil. Mientras tanto, Sam lamió la sangre negra que goteaba de uno de sus tentáculos cortados y dijo con una voz distorsionada:
"¿Eso es todo? Pensé que serían más divertidas."
Victor, con una mirada fría y determinada, observó el caos que se desataba a lo lejos. La batalla entre Aiko, Sam, Emi, Murasaki, y Josué era feroz, pero él sabía que la única manera de poner fin a la lucha era destruir la dimensión en la que todo esto ocurría.
Con una expresión de concentración, Victor extendió sus manos hacia el frente. Su energía comenzó a acumularse a su alrededor, girando a su alrededor como un vórtice de pura destrucción. La Blaster Solar Outversal, su técnica más poderosa, estaba lista. Con un rugido, lanzó la esfera de energía con una velocidad deslumbrante hacia la dimensión que los rodeaba. La explosión fue inmediata.
"¡Esto termina ahora!" —gritó Victor, mientras la energía se expandía por toda la dimensión, destruyéndola de adentro hacia afuera. El espacio se retorció y colapsó bajo la presión de su poder, y la grieta dimensional se expandió, liberando a todos los involucrados en la batalla, incluidos Aiko, Sam, Emi, Murasaki, Josué, y los estudiantes de la Academia Historia. La explosión sacudió el entorno, haciendo que el aire se calentara y las ondas de choque enviaran escombros volando por todas partes.
La dimensión corrupta se desintegró completamente, y todos los presentes fueron arrojados de regreso a la realidad, aterrizando en un campo de escombros, ahora fuera del alcance de la distorsionada existencia de antes.
Aiko cayó al suelo, algo aturdida pero no derrotada. Sam, igual de desconcertado, se levantó rápidamente y miró a Victor con furia en sus ojos. Mientras tanto, los estudiantes de Victor y Murasaki rápidamente se pusieron de pie, aunque algo mareados por la sacudida.
Victor, ahora con una sonrisa irónica, observó a Aiko y Sam, sabiendo que el enfrentamiento no había terminado, pero al menos había logrado quitarles el control de la dimensión. Con calma, miró a sus estudiantes y a sus aliados.
"Es hora de terminar con esto... Pero será en mis condiciones."
En ese momento, las tensiones alcanzaron su punto máximo, y todos sabían que el siguiente movimiento sería crucial.
Victor, con una rapidez impresionante, se lanzó hacia Sam. Sin que el monstruo pudiera reaccionar, Victor le asestó un golpe directo al estómago. El impacto fue brutal, y Sam escupió sangre, su cuerpo se dobló hacia adelante por el dolor, pero antes de que pudiera recuperarse, Victor no le dio tiempo a responder.
Con un gesto de desprecio, Victor levantó una de sus manos y concentró energía en ella. La Blaster Solar comenzó a formarse, pero esta vez no era una versión tan masiva como la anterior; era una versión más precisa y letal. La energía se comprimió en una esfera brillante, y, sin previo aviso, Victor la lanzó hacia Sam.
La esfera explotó con una furia cegadora, atravesando a Sam y destruyendo la invocación en un destello de luz intensa. Sam, incapaz de defenderse, fue desintegrado al instante. El monstruoso cuerpo de Sam se desvaneció, dejando solo restos de energía negra que se disiparon rápidamente en el aire.
La Blaster Solar no solo destruyó a Sam, sino que también arrasó la invocación y todo lo que había sido creado a partir de ella. Victor se quedó allí, observando con una calma casi aterradora mientras el polvo se asentaba.
"Se acabó." —murmuró, observando el campo de batalla.
Aunque la amenaza había sido erradicada, Aiko seguía ahí, una fuerza destructiva y vengativa que aún no había sido derrotada. Victor no bajó la guardia. Sabía que la batalla aún no había terminado.
Victor, con su velocidad sobresaliente, se lanzó hacia Aiko en un abrir y cerrar de ojos. Su primer golpe fue directo al plexo solar de Aiko, un impacto brutal que la dejó sin aire por un momento. Antes de que pudiera reaccionar, Victor siguió con un golpe certero en el pecho, justo en la dirección de los pulmones, lo que le dificultó aún más respirar.
Con una rapidez inhumana, Victor dio unos pasos atrás y con un ágil movimiento, utilizó su codo para asestar un golpe directo en la nuca de Aiko, causando que su cuerpo se desplomara de inmediato, desmayada por la fuerza del impacto.
Aiko cayó al suelo, inerte, y en ese instante, su presencia se desvaneció. Dariel recobró el control de su cuerpo, con el cabello regresando a su color natural café y un mechón amarillo destacándose. Sus ojos, que habían estado rosas durante la posesión de Aiko, volvieron a su tono azul característico.
Dariel respiró profundamente, aún atónita por lo que había sucedido. La batalla había terminado, pero las secuelas de esa lucha quedarían grabadas en su memoria por mucho tiempo. Sin embargo, en ese momento, al menos la paz había regresado, y Aiko había sido detenida.
Victor observó a Dariel siendo lanzada con destreza al portal, donde Rigor la recibiría al otro lado, asegurándose de que estuviera a salvo. Después de cerrar el portal, se volvió hacia sus estudiantes, Emi y Josué, que permanecían en el campo de batalla.
Emi estaba completamente agotada, su cuerpo quebrado por los intensos golpes, y el dolor visible en su rostro reflejaba lo mucho que había sufrido. Josué, aunque no tan gravemente herido, parecía estar al límite de sus fuerzas. Su postura de agotamiento mostraba que, aunque seguía de pie, ya no tenía la energía para continuar.
Victor observó el cadáver de Leonel en el suelo, sin vida, una víctima más de la furia de Aiko y sus invocaciones. El silencio se hizo pesado, y la pena por la pérdida de un amigo y compañero de batalla se dejó sentir en el aire.
Victor caminó lentamente hacia sus alumnos, observando las heridas y el agotamiento que reflejaban en sus rostros.
Victor (con tono serio): "Lo siento mucho por Leonel. Es una gran pérdida, pero deben seguir adelante. Necesitan aprender de esto. Esto no ha terminado, y si no se preparan, más vidas se perderán."
Emi no pudo evitar hacer una expresión de dolor, pero Josué, aunque cansado, levantó la cabeza, con determinación en sus ojos.
Josué: "Entiendo... pero ¿cómo seguimos después de todo esto? ¿Cómo enfrentamos lo que viene?"
Victor los miró por un momento, evaluando sus palabras, antes de responder con su habitual tono firme.
Victor: "Entren. Ustedes están lejos de ser lo suficientemente fuertes, pero con el tiempo, seremos más poderosos que nunca. No dejaremos que más personas sufran por nuestra debilidad."
Luego, dio un paso atrás, mirando el horizonte mientras los demás aún procesaban lo ocurrido.
Victor: "Ahora, descansen. Lo que venga después, lo enfrentaremos juntos."
Después de la feroz batalla, Victor observó el cuerpo sin vida de Leonel con una expresión sombría. Sin perder tiempo, levantó su cuerpo y lo transportó a través de un portal, llevando a Leonel directamente a la morgue. El ambiente estaba impregnado de silencio, y el frío de la sala de autopsias contrastaba con la intensidad de lo ocurrido.
En la morgue, Liesel, una joven alumna de la Academia Historia, estaba realizando su turno. Su rostro serio y profesional se iluminó ligeramente al ver a Victor entrar, pero su expresión cambió cuando vio el cadáver de Leonel en sus brazos. Liesel, conocida por ser una de las estudiantes más aplicadas en ciencias y medicina, sabía que algo grave había sucedido. Sin decir palabra alguna, se acercó rápidamente a ayudar.
"Déjamelo a mí," dijo Liesel con voz calma pero con una determinación clara. Victor asintió, permitiendo que ella se encargara del cuerpo. Liesel comenzó a examinarlo, su mente ya procesando los daños y las posibles causas del fallecimiento.
Mientras tanto, Victor se retiró de la morgue, su rostro impasible, pero con una carga de tristeza que solo él comprendía. Sabía que la muerte de Leonel no sería fácil de superar, no solo para él, sino para todos los que lo conocían. Con un suspiro pesado, salió de la morgue y dejó a Liesel continuar con su trabajo.
A lo lejos, Emi y Josué, quienes también habían sobrevivido, estaban siendo atendidos en un hospital cercano. Ambos se encontraban en condiciones graves, pero la rápida intervención de los médicos les había dado una oportunidad para sobrevivir, aunque las cicatrices emocionales y físicas serían profundas.
Finalmente, después de asegurarse de que sus estudiantes estuvieran en manos seguras, Murasaki, la diosa de las tormentas y la electricidad, tomó su vuelo hacia los cielos. Observó la ciudad desde arriba, sabiendo que, aunque la batalla había terminado, el destino de todos estaba marcado por lo que había ocurrido. El futuro era incierto, pero en su corazón había una promesa: proteger el equilibrio y seguir luchando por lo que era justo.
Con un suspiro, se desvaneció en el horizonte, dejando atrás el caos y la destrucción que había presenciado. El mundo seguiría su curso, pero la sombra de la guerra aún acechaba.
Fin.