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Chapter 52 - Episodio 52: razas semi-extintas.

En el vasto universo donde Victor había librado innumerables batallas, las razas creadas por Jehová y la diosa Greci poco a poco intentaban reconstruir lo que quedaba de sus civilizaciones. Muchas de ellas estaban al borde de la extinción tras los ataques devastadores de Evil Victor, quien en el pasado había desatado un genocidio que casi borró por completo su existencia. A pesar de ello, la resiliencia de estas razas se había mantenido firme, y ahora buscaban rehacerse desde las cenizas de su historia.

Las Razas Restantes

Entre las razas sobrevivientes estaban los:

Aelfwar elfos, hábiles en la magia y la conexión con la naturaleza.

Amnizu deepers, sabios y oscuros, guardianes del conocimiento antiguo.

Aasimar descendientes, vinculados a lo divino, portadores de esperanza.

Altmorf, una raza de cambio perpetuo, con la capacidad de adaptarse a cualquier entorno.

Avianos, humanoides alados que representaban la libertad.

Acuáticos, maestros de los océanos, habitantes de vastos mundos acuáticos.

Minerales, seres con cuerpos cristalinos, duros y casi inmortales.

Alboreos, humanoides nacidos de los árboles, sabios y pacíficos.

Dragones y reptilianos, fieros y orgullosos, portadores de una herencia antigua y poderosa.

Cibernéticos, fusionados con la tecnología, la raza más avanzada en términos de ingeniería.

Una Nueva Esperanza

En un planeta verde cercano a la galaxia de Andrómeda, varios representantes de estas razas se habían refugiado. El lugar estaba cubierto de bosques, montañas, y océanos brillantes, un mundo que ofrecía un nuevo comienzo. Un grupo pequeño de líderes de estas razas se había reunido en una sala improvisada en lo que alguna vez fue una nave estelar caída.

"Debemos dejar atrás el miedo y las heridas del pasado," dijo un Aasimar de cabello plateado, con un tono solemne. "Si queremos sobrevivir, debemos unirnos de una vez por todas. El universo ya no nos dará otra oportunidad."

Un dragón, en su forma humanoide, bufó mientras cruzaba los brazos. "Fácil de decir para ti, que nunca perdiste toda tu colonia bajo las manos de ese monstruo."

"Todos sufrimos," interrumpió un Amnizu deeper, su voz grave y resonante llenando la sala. "Pero si seguimos lamentándonos, no habrá futuro para ninguno."

Mientras la conversación continuaba, un Cibernético activó un holograma con un mapa del universo conocido. "Este planeta es seguro, por ahora. Pero debemos prepararnos. Evil Victor puede haber desaparecido, pero las amenazas en este universo no terminan con él."

Siguiendo con la Vida

En las aldeas cercanas, las familias intentaban seguir adelante. Niños avianos corrían entre los árboles, mientras los alboreos cultivaban frutos brillantes que nunca antes se habían visto. Los acuáticos exploraban los océanos, buscando recursos que pudieran utilizar para reconstruir sus hogares. Los cibernéticos, por su parte, trabajaban incansablemente en tecnologías para fortalecer las defensas del planeta.

Aunque el pasado estaba lleno de sombras, la luz de la esperanza brillaba débilmente entre ellos. A medida que se unían más razas y compartían sus conocimientos, comenzaban a construir un futuro que, aunque incierto, era uno en el que podían soñar con la paz.

En medio de la reconstrucción, mientras las razas intentaban encontrar sentido y propósito en sus nuevas vidas, un grupo de individuos decidió construir algo más que refugios y defensas: un hotel, un lugar que simbolizara la posibilidad de convivencia pacífica y un renacer comunitario.

La Construcción del Hotel

Cerca de un claro en el bosque, varias razas trabajaban juntas para levantar lo que sería un edificio modesto pero acogedor. Cada uno aportaba lo que podía, usando tanto habilidades naturales como fuerza bruta y conocimientos avanzados:

Los alboreos, con su conexión a la naturaleza, moldeaban la madera viva para crear vigas y soportes con formas orgánicas y resistentes.

Los cibernéticos ensamblaban sistemas eléctricos y de seguridad, integrando tecnología avanzada en las estructuras rudimentarias.

Los minerales, con su piel cristalina y fuerza sobrehumana, levantaban enormes bloques de piedra para los cimientos.

Los acuáticos traían agua pura desde los ríos y océanos cercanos, mientras los avianos transportaban herramientas y materiales aéreamente.

Los aasimar, con su aura celestial, inspiraban a todos, guiando el diseño para crear un espacio armonioso y funcional.

A pesar de las diferencias, el trabajo en equipo fluía con un sentido de comunidad que no habían experimentado en mucho tiempo.

Un Proyecto Simple pero Significativo

El hotel, aunque sencillo, sería un punto de encuentro. Tendría:

Una recepción de madera viviente moldeada por los alboreos.

Habitaciones decoradas con elementos únicos de cada raza: cristales de los minerales, acuarios diseñados por los acuáticos, y arte antiguo creado por los elfos.

Una terraza abierta, donde los avianos podían descansar y compartir historias mientras observaban el cielo estrellado.

Una pequeña fuente en el vestíbulo central, hecha de sangre de dragón cristalizada, que iluminaba el lugar con un suave brillo rojizo.

Los Otros Seguían con lo Suyo

Mientras el hotel tomaba forma, otros en el campamento seguían ocupados con sus propias tareas.

Un grupo de dragones en forma humanoide entrenaba en los campos cercanos, fortaleciendo sus habilidades por si una nueva amenaza surgía.

Los amnizu deepers se concentraban en estudiar textos antiguos y mapas del universo, buscando formas de expandir su conocimiento y garantizar la supervivencia de todos.

Algunos cibernéticos trabajaban en dispositivos para terraformar partes del planeta, haciéndolo más habitable para las especies que tenían dificultades para adaptarse.

Los niños de diferentes razas jugaban juntos, rompiendo las barreras del pasado mientras exploraban el terreno y aprendían los unos de los otros.

En una sala iluminada por pantallas holográficas, un grupo de cibernéticos se reunía en silencio, sus ojos brillantes enfocados en las imágenes proyectadas. Las tabletas digitales mostraban fragmentos del planeta Tierra: paisajes urbanos, humanos en sus rutinas diarias y registros de las otras razas que cohabitan en ese mundo.

Uno de los cibernéticos amplió una imagen de Victor, su semblante serio y poderoso congelado en un archivo de batalla.

Cibernético 1: "Ese es él... Victor. ¿Cómo es posible que alguien como nosotros, una raza tan cercana a la humanidad, sea capaz de tal devastación?"

Cibernético 2, ajustando su pantalla: "La raza yadaratman no es exactamente como la nuestra. Su biología y fuerza los hacen superiores, casi imparables en combate. Pero es su capacidad de inteligencia estratégica lo que más aterroriza. No olvidemos lo que hizo..."

Silencio. La imagen de Victor cambiaba, mostrando los restos de un campo de batalla, con razas extinguidas y planetas destruidos.

Cibernético 3, con tono bajo: "No creo que debamos hablar de esto. Él es una leyenda, para bien o para mal. Aunque no está aquí, incluso su sombra puede causar terror."

Uno de ellos desactivó las imágenes de Victor y cambió a transmisiones de humanos ayudando en desastres, trabajando en unidad.

Cibernético 4, intentando desviar el tema: "Miren esto. Los humanos son tan frágiles, pero su voluntad es sorprendente. Siguen reconstruyendo, ayudando, incluso con sus limitaciones."

Cibernético 1, asintiendo: "Quizás deberíamos aprender algo de ellos. No siempre es cuestión de poder; a veces, es cuestión de persistencia."

Aunque intentaron continuar viendo otras imágenes, la figura de Victor permanecía en sus mentes, un recordatorio de lo que un solo individuo podía lograr, para bien o para mal. Sin más comentarios, guardaron sus tabletas y continuaron con sus tareas, dejando que el peso de aquel pensamiento se desvaneciera lentamente.

Entre los grupos dispersos de razas trabajando y reconstruyendo, Mufa, un reptiliano humanoide de imponente tamaño y fuerza inigualable, destacaba por su presencia. Su cuerpo estaba cubierto de escamas gruesas, y sus ojos brillaban con una intensidad peligrosa. Era conocido como el más fuerte de su raza, un guerrero legendario que había sobrevivido a incontables batallas.

Mientras flexionaba sus músculos y observaba el horizonte, el suelo comenzó a temblar. Una grieta gigantesca se abrió en la tierra, y de ella emergió un cienpiés colosal, cuyo tamaño era suficiente para cubrir varios continentes. Su cuerpo segmentado brillaba con un exoesqueleto oscuro y aterrador, y sus múltiples patas destruyeron todo a su paso mientras soltaba un chillido ensordecedor.

Mufa dejó escapar una risa gutural.

Mufa: "Finalmente, algo que puede entretenerme."

Con un salto increíble, Mufa activó su técnica: Destello del Diablo. Su cuerpo se envolvió en un aura oscura y ardiente, y su mano derecha se extendió en forma de cuchilla, como un golpe de karate. En el aire, cargó con toda su fuerza mientras su energía acumulada resonaba en cada movimiento.

Con un grito feroz, descendió desde las alturas.

Mufa: "¡Hora de morir!"

Su mano cortó con precisión mortal el cuerpo del cienpiés gigante, partiéndolo en dos con una facilidad sobrehumana. La criatura dejó escapar un último alarido antes de colapsar, sus dos mitades cayendo pesadamente al suelo, destruyendo montañas y formando enormes cráteres.

Mufa aterrizó con gracia sobre una roca cercana, una sonrisa satisfecha en su rostro mientras su energía se disipaba lentamente.

Mufa: "Demasiado fácil... Pensé que sería un reto."

Mientras los fragmentos del cienpiés aún humeaban, los demás habitantes lo observaban desde la distancia, temerosos y admirados de su poder. Sin embargo, Mufa simplemente cruzó los brazos y se recostó contra una roca, como si lo sucedido no fuera más que un pequeño calentamiento.

En la distancia, entre las razas que observaban el impresionante espectáculo de Mufa, se encontraba Blankito, un joven de la raza de los dragones. A pesar de su apariencia juvenil, Blankito era conocido como el más fuerte de su especie. Su cabello blanco caía sobre sus hombros, y sus ojos brillaban con un destello dorado, una clara señal de la inmensa energía dracónica que fluía en su interior.

Al ver a Mufa derrotar al colosal cienpiés con tanta facilidad, Blankito sonrió con entusiasmo. Dio un salto impresionante, desplegando un par de alas dracónicas relucientes, y aterrizó a pocos metros de su amigo reptiliano.

Blankito: "Mufa, como siempre, haciendo un espectáculo. Pero dime, ¿qué tal un verdadero desafío?"

Mufa, con una sonrisa que mostraba sus dientes afilados, se levantó de la roca donde descansaba.

Mufa: "¿Un desafío? ¿Tú, Blankito? Espero que no estés bromeando. Podría aplastarte como al cienpiés."

Blankito dio un paso al frente, flexionando sus músculos mientras su cuerpo empezaba a emitir un leve resplandor dorado.

Blankito: "¿Aplastarme? Me gustaría verlo. Vamos a hacerlo interesante. El perdedor paga la cena de esta noche."

Mufa soltó una carcajada.

Mufa: "¡Eso suena justo! Pero no te quejes cuando estés cocinando para mí."

Ambos adoptaron posturas de combate, sus energías empezando a chocar incluso antes de que hicieran un movimiento. Mufa, envuelto en su aura oscura y brutal, parecía una fuerza imparable, mientras que Blankito, con su energía dorada y alas extendidas, irradiaba una majestuosidad que era imposible ignorar.

En un abrir y cerrar de ojos, Mufa cargó hacia Blankito con una velocidad asombrosa, lanzando un golpe directo con su puño cargado de energía. Blankito, con movimientos ágiles y calculados, esquivó el ataque, y con un aleteo de sus alas, ascendió al aire. Desde allí, lanzó un torrente de fuego dorado hacia su amigo.

El fuego chocó contra el suelo, pero Mufa lo desvió con un rápido movimiento de su mano, la tierra a su alrededor retumbando por el impacto.

Mufa: "¡Eso es todo, Blankito? Dame algo más fuerte!"

Blankito sonrió y descendió rápidamente, lanzando una poderosa patada envuelta en fuego hacia Mufa, quien la bloqueó con su brazo. El choque de fuerzas generó una onda expansiva que sacudió el área.

Ambos sonrieron, sus cuerpos cargados de energía mientras la batalla apenas comenzaba. Sus ataques no eran más que calentamientos, pero la emoción de enfrentarse como amigos y rivales era innegable.

Mufa y Blankito continuaron su feroz combate, cada golpe resonando como un trueno. Sus puños chocaron con tal fuerza que una montaña cercana se hizo añicos, los escombros volando por todas partes. No contentos con el daño causado, ambos cargaron de nuevo, impactando sus puños con suficiente poder como para destruir un lago en su totalidad, evaporando el agua al instante.

En un movimiento ágil y calculado, Blankito esquivó uno de los golpes de Mufa, agarrando su pierna con firmeza. Con un rugido que resonó en el aire, Blankito giró sobre sí mismo y lanzó a Mufa con una fuerza abrumadora. Mufa atravesó el aire como un meteoro, estrellándose contra el suelo seco donde antes estaba el lago. El impacto fue devastador, creando un cráter de 30 kilómetros de diámetro, mientras el terreno temblaba por la colisión.

Desde el borde del cráter, Blankito desplegó sus alas y descendió lentamente, su energía dorada brillando intensamente a medida que observaba a Mufa levantarse entre los escombros.

Mufa, cubierto de polvo pero con una sonrisa desafiante, se limpió el rostro con el dorso de la mano.

Mufa: "Buen lanzamiento, Blankito. Pero ahora me toca a mí."

Con una explosión de energía oscura, Mufa saltó hacia el cielo, alcanzando a Blankito en un abrir y cerrar de ojos. Sus golpes volvieron a cruzarse, y el choque generó ondas expansivas que arrasaron con los árboles cercanos y levantaron columnas de polvo y roca.

La batalla continuaba, ambos luchadores empujándose al límite, disfrutando del desafío que solo un igual podía ofrecerles.

Mufa y Blankito se lanzaron con una velocidad imposible para el ojo común, chocando sus puños con un impacto tan masivo que hizo temblar no solo el terreno, sino el propio tejido del universo. Los ecos de su fuerza recorrieron galaxias cercanas, como si el cosmos mismo reconociera la intensidad del combate.

Ambos retrocedieron unos pasos, con sonrisas en sus rostros que denotaban respeto mutuo y el éxtasis de una batalla verdadera. Sin decir palabra, giraron en perfecta sincronía, reuniendo energía en sus manos. La atmósfera alrededor de ellos comenzó a distorsionarse, los colores fragmentándose como un prisma roto.

Mufa, con una esfera de energía negra y pulsante en su mano derecha, lanzó su ataque con un grito ensordecedor.

Blankito, por su parte, concentró su energía en un destello dorado brillante y disparó su ataque con igual intensidad.

Los dos ataques colisionaron en el aire, creando una explosión que iluminó los cielos. La onda expansiva fue tan poderosa que una luna cercana comenzó a desmoronarse, sus fragmentos flotando hacia el vacío. La tierra bajo ellos se fracturó, creando grietas kilométricas que escupían fuego y energía residual.

Cuando la luz se desvaneció, ambos guerreros estaban de pie, respirando con fuerza, pero con las miradas encendidas por la emoción.

Blankito: "No está nada mal, viejo amigo. Pero creo que apenas estamos calentando."

Mufa: "Exacto. Esto apenas comienza."

Ambos se prepararon para el siguiente asalto, mientras el universo parecía contener el aliento.

Mufa, con un movimiento impecable y veloz, activó nuevamente su poder Destello del Diablo, concentrándolo esta vez en su puño. La energía oscura y abrasadora envolvió su brazo mientras avanzaba hacia Blankito con una velocidad que parecía romper la barrera del sonido.

Con un grito lleno de determinación, lanzó el golpe directo al pecho de Blankito. El impacto fue devastador, generando una explosión colosal que iluminó el horizonte. La onda expansiva destrozó todo a su alrededor, arrasando con las montañas cercanas y levantando una nube de escombros que cubrió el cielo.

El impacto hizo que Blankito saliera disparado como un meteoro, chocando contra el suelo con fuerza, creando un cráter de varios kilómetros de diámetro. Sin embargo, el retroceso del ataque también afectó a Mufa, quien fue lanzado hacia atrás, cayendo pesadamente contra el terreno y dejando una grieta profunda a su paso.

Ambos guerreros quedaron tendidos, heridos y jadeando por el esfuerzo, con sus cuerpos mostrando las cicatrices del combate. La sangre goteaba lentamente de sus heridas, y el sudor empapaba sus frentes, pero sus miradas seguían llenas de respeto y emoción.

Blankito: "Eso... fue impresionante... pero no suficiente para derribarme."

Mufa, levantándose con dificultad, sonrió mientras limpiaba la sangre de su rostro: "Eres duro, como siempre. Pero ya estamos llegando al límite, ¿no crees?"

Ambos se miraron con intensidad, sabiendo que, aunque cansados, ninguno de los dos estaba dispuesto a ceder. El aire alrededor de ellos se llenó de una tensión palpable mientras se preparaban para continuar, sus cuerpos heridos pero sus espíritus indomables.

Mufa y Blankito, aún respirando con dificultad y mostrando las heridas del combate, se pusieron de pie lentamente. Sus cuerpos estaban cubiertos de polvo, sangre y sudor, pero sus expresiones reflejaban algo más que cansancio: respeto mutuo.

Ambos se acercaron, con pasos pesados pero firmes, y se miraron por un momento en silencio.

Mufa, con una sonrisa en el rostro, extendió su mano: "Eres fuerte, Blankito. Siempre es un honor luchar contigo."

Blankito, devolviendo la sonrisa, estrechó la mano de su amigo: "Lo mismo digo, Mufa. Pero no creas que esta será la última vez que te haga esforzarte al máximo."

Ambos rieron, dejando atrás la tensión de la batalla. El paisaje destrozado alrededor de ellos era testigo de su fuerza, pero para ellos, lo más importante era el vínculo que compartían como guerreros y amigos.

Blankito: "¿Qué tal si dejamos el próximo enfrentamiento para cuando haya algo más que destruir? Ya no queda mucho por aquí."

Mufa, soltando una carcajada: "Buena idea. Pero no te confíes, Blankito. La próxima vez, no te daré ni un respiro."

Con esas palabras, los dos se alejaron juntos, dejando atrás el campo de batalla, mientras el sol comenzaba a ponerse en el horizonte.

En un rincón tranquilo del universo, Elena, la profesora que alguna vez dedicó su vida a enseñar en la Academia Historia, había decidido dejar atrás la turbulencia y el caos que parecían seguirla en la Tierra. Buscaba paz, un lugar donde pudiera vivir en armonía, lejos de las luchas y los conflictos que marcaron gran parte de su vida.

El planeta al que llegó era un refugio de diversidad, hogar de razas de todo tipo: aelfwar, amnizu deepers, avianos, cibernéticos, entre otros. Cada rincón del planeta estaba lleno de vida, culturas únicas, y un sentido de comunidad que la Tierra había perdido hacía mucho tiempo.

Elena encontró un pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques de árboles luminosos. Su nueva casa era modesta, construida con la ayuda de los alboreos, quienes le ofrecieron materiales de sus propios bosques como un gesto de bienvenida.

Con el tiempo, comenzó a integrarse en la comunidad, ayudando a los jóvenes de distintas razas a aprender sobre historia, ciencia y las culturas que alguna vez compartieron espacio en la Tierra. Aunque ya no era profesora en la Academia Historia, seguía siendo una maestra de corazón.

Una tarde, mientras caminaba por el mercado local, un joven aasimar se le acercó con una sonrisa:

"Profesora Elena, gracias por enseñarnos sobre la Tierra. Es fascinante saber de dónde venimos, aunque nunca lo hayamos visto."

Elena sonrió con calidez:

"La historia es importante, no importa de dónde vengamos. Nos enseña quiénes somos y qué podemos llegar a ser."

Aunque extrañaba ciertos aspectos de la Tierra, Elena había encontrado un propósito renovado entre las estrellas, en un mundo donde las razas trabajaban juntas para reconstruir lo que una vez se perdió. Para ella, este era el lugar donde finalmente podía descansar, enseñar, y vivir en paz.

Fin.