Jehová, desde su trono celestial, observaba con una mezcla de preocupación y determinación. Sabía que lo que estaba por desatarse no era algo que pudiera ser contenido fácilmente, y la intervención de ciertos seres complicaría aún más el delicado equilibrio que intentaba mantener. Con un gesto solemne, llamó a uno de sus más fieles mensajeros, el arcángel Miguel.
"Miguel," dijo Jehová con voz profunda, "tráeme a Victor. Es imperativo que hablemos con él antes de que este caos inminente lo consuma."
Miguel asintió, comprendiendo que la tarea no sería sencilla. Victor, un guerrero de legendaria reputación y un alma marcada por el fuego de la batalla, no era alguien fácil de convocar, pero la voluntad de Jehová era absoluta. En cuestión de momentos, Miguel apareció ante Victor, quien estaba entrenando en una dimensión aislada, perfeccionando sus técnicas en preparación para cualquier enfrentamiento.
"Victor," dijo Miguel con firmeza, "el Creador solicita tu presencia. Es un asunto de suma importancia."
Victor levantó la mirada, su rostro endurecido por las innumerables luchas que había enfrentado. "¿Qué quiere ahora? Si se trata de otra charla moralista sobre mis acciones, dile que no tengo tiempo."
"Esto no es una solicitud, Victor. Es una orden," respondió Miguel mientras un portal dorado se abría detrás de él.
Victor suspiró, dejando caer su arma al suelo. "Está bien. Pero si esto es una pérdida de tiempo, no me contendré, ni siquiera ante Él."
Al cruzar el portal, Victor apareció en un vasto salón celestial, donde la presencia de Jehová era abrumadora. Su luz llenaba cada rincón del lugar, y su voz resonaba como un trueno.
"Victor," comenzó Jehová, "hay un evento en marcha que supera cualquier enfrentamiento que hayas vivido. Esta vez, no puedes involucrarte."
Victor entrecerró los ojos, desconfiado. "¿Y por qué no? He enfrentado dioses, demonios y todo lo que hay en medio. ¿Qué podría ser tan peligroso que requiera que me mantenga al margen?"
Jehová se inclinó hacia él, su tono volviéndose más severo. "Porque esta batalla no es tuya. Si interfieres, podrías alterar el destino de todo lo que existe. Hay cosas que ni siquiera tú, con toda tu fuerza, puedes cambiar sin consecuencias irreparables."
Victor cruzó los brazos, desafiando la autoridad divina. "No soy alguien que se quede quieto mientras otros luchan y sufren. Si hay una amenaza, la enfrentaré. Esa es mi naturaleza."
Jehová suspiró profundamente, su paciencia casi al límite. "Lo sabía. Por eso he tomado una decisión."
Con un movimiento de su mano, el espacio a su alrededor comenzó a cambiar. Corrientes de energía divina envolvieron a Victor, inmovilizándolo. Antes de que pudiera reaccionar, fue sellado dentro de una prisión dimensional, un lugar fuera del tiempo y el espacio, creado específicamente para contener su poder.
"¡Jehová!" rugió Victor, luchando contra las cadenas invisibles que lo aprisionaban. "¡Esto es una traición! ¡Déjame salir!"
"Esto es por el bien mayor, Victor," respondió Jehová con voz serena pero firme. "Eres un guerrero excepcional, pero tu presencia en lo que está por venir sería un obstáculo, no una ayuda. Aquí permanecerás hasta que todo haya pasado."
Victor gritó con furia, su energía oscureciendo el interior de la prisión. "¡Esto no terminará bien para ti, Jehová! ¡Recuerda mis palabras!"
Jehová se dio la vuelta, sus ojos brillando con una mezcla de tristeza y resolución. "Espero que algún día entiendas, Victor. Esta decisión no fue fácil."
Mientras la prisión de Victor quedaba sellada, Miguel observó en silencio, consciente de que esta elección, aunque difícil, era necesaria para lo que estaba por venir.
Jehová observó cómo la prisión dimensional se desvanecía en un abismo insondable. Con un leve movimiento de su mano, el poder que contenía la esencia de Victor fue empujado hacia la nada absoluta, un lugar donde el tiempo y el espacio dejaban de existir, y todo concepto se disolvía en un vacío eterno. Allí, ni siquiera las almas podían resistir, y cualquier intento de escapar era inútil.
"Mis creaciones no comprenderían el peso de esta decisión," murmuró Jehová mientras su mirada atravesaba los cielos infinitos. "Ni siquiera Victor, con toda su experiencia y fuerza, está listo para lo que viene. Esto no es una batalla que pueda resolverse con poder o voluntad. Esto es algo que trasciende incluso mi propia existencia."
El arcángel Miguel, que había permanecido en silencio durante el acto, finalmente habló, su voz impregnada de preocupación. "¿No había otra manera, mi Señor? Victor es... diferente. Quizá podría haber sido útil."
Jehová negó con la cabeza, su expresión grave. "Victor no entiende la naturaleza de lo que se avecina. Su deseo de luchar, de intervenir, solo aceleraría la destrucción. Lo que viene no es algo que se pueda derrotar. Es un colapso, Miguel, uno que podría consumir incluso a los cielos y el infierno. Ni siquiera yo puedo detenerlo completamente. Solo puedo intentar minimizar el daño."
Miguel tragó saliva, sintiendo la magnitud de las palabras de su Creador. "Entonces, ¿qué es lo que debemos hacer? ¿Cómo enfrentaremos esto si incluso Victor fue considerado un peligro para el equilibrio?"
Jehová cerró los ojos por un momento, como si estuviera sopesando las opciones que aún le quedaban. "Prepararnos. Proteger a los que podamos. Y aceptar que hay cosas que escapan incluso a mi control. El caos que viene no tiene precedentes. Ni Xar'khal ni el Apocalarök de Xal'Azar se comparan con lo que está por desatarse."
Miguel se estremeció al escuchar esos nombres, recordando las catástrofes pasadas que casi destruyeron la creación. "¿Quién está detrás de esto? ¿Es una fuerza que conocemos?"
Jehová abrió los ojos, su semblante endureciéndose. "No es una fuerza que podamos nombrar. Es el resultado de la acumulación de todas las sombras, todos los errores y todos los rencores de la existencia misma. Una entidad que no sigue reglas, no tiene propósito ni razón. Y lo peor de todo, no puede ser destruida, porque es el reflejo de todo lo que alguna vez fue rechazado o olvidado por la creación."
Miguel permaneció en silencio, incapaz de procesar completamente lo que acababa de escuchar. Por primera vez en su existencia, sintió un verdadero temor, no solo por sí mismo, sino por todo lo que había jurado proteger.
Jehová, al ver la expresión de su fiel arcángel, colocó una mano sobre su hombro. "No temas, Miguel. Aunque no podamos detener lo que viene, nuestra tarea es proteger el corazón de la creación. Aquellos que aún tienen fe, aquellos que aún tienen amor y esperanza... debemos asegurarnos de que sobrevivan, sin importar el costo."
Con esas palabras, Jehová regresó a su trono, mientras Miguel se preparaba para transmitir las órdenes divinas a los ejércitos celestiales. En lo más profundo de la nada absoluta, Victor abrió los ojos, rodeado por un vacío infinito que parecía presionar su mente y su alma. A pesar de estar confinado, su espíritu seguía ardiendo como una llama indomable.
"No me rendiré," murmuró Victor, sus palabras resonando en el vacío. "Encontraré una manera de salir de aquí. Y cuando lo haga, Jehová tendrá que enfrentar las consecuencias de sus acciones."
Jehová se dirigió nuevamente a Miguel con tono serio y decidido:
"Miguel, debes proceder con Daiki Talloran. Su linaje, sus errores y las consecuencias de lo que su padre hizo no pueden ser ignoradas. Actúa con la misma fuerza que lo hiciste antes, pero ahora asegúrate de que sepa lo que está por venir."
Miguel, asintiendo solemnemente, comprendió la magnitud de lo que se le pedía. Daiki no era solo un hijo de un hombre con un pasado cargado de decisiones equivocadas, sino también un portador de una responsabilidad que no podría evitar. Miguel se preparó para lo que vendría.
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Mientras Daiki Talloran se encontraba en su camino, sin saber de la amenaza que se cernía sobre él, la oscuridad comenzó a envolverlo. Sintió algo extraño, como una presión en su pecho, como si una sombra estuviera persiguiéndolo.
De repente, Miguel apareció ante él, su presencia imponente y etérea, con una mirada llena de determinación y juicio.
"Daiki Talloran," dijo Miguel con voz grave, su aura celestial envolviendo la escena, "Tus errores y los de tu linaje no quedarán sin consecuencias. El peso de lo que tu familia ha causado, lo que tu padre desató, ha llegado a ti. El tiempo de la indiferencia ha terminado."
Daiki, con una mezcla de confusión y preocupación, dio un paso atrás, sintiendo una creciente presión en su pecho, como si estuviera siendo invadido por una fuerza más allá de su comprensión.
"No entiendo... ¿Qué quieres decir?" preguntó Daiki, su voz temblorosa, sabiendo que la amenaza ante él era algo fuera de su control.
"Lo que tu familia ha sembrado debe ser cosechado," replicó Miguel, su voz firme y llena de poder. En un instante, una explosión de energía lo envolvió, y Daiki fue empujado hacia una dimensión que parecía un vacío absoluto.
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Con un movimiento rápido, Miguel perforó el corazón de Daiki, causándole un dolor insoportable. La sangre de Daiki comenzó a brotar, pero antes de que pudiera desmayarse, Miguel lo atrapó con un hechizo de prisión. La energía de Miguel envolvió a Daiki, causando que su cuerpo fuera inmovilizado, pero al mismo tiempo, Miguel usó su poder para sanar temporalmente el daño en su corazón, lo que aseguraba que Daiki seguiría consciente y sentiría cada agonía de lo que estaba por venir.
"Esto es lo que tu linaje ha traído," dijo Miguel, su voz más fría que nunca. "Tu sufrimiento será una lección para ti, pero también para aquellos que sigan tus pasos."
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La prisión donde Miguel había encerrado a Daiki era una dimensión aislada, una nada absoluta. Daiki sintió como el vacío lo rodeaba, y el sufrimiento que sentía parecía eterno, como si estuviera siendo despojado de su ser y sus recuerdos, una condena de agonía interminable, pero al mismo tiempo, una extraña paz lo invadía, como si el universo estuviera juzgando sus errores y los de su familia.
Jehová, desde su trono celestial, observó todo con una mirada implacable. Sabía que lo que estaba haciendo era necesario, aunque cruel. "La justicia se cumple," murmuró, "y el peso de las decisiones pasadas caerá sobre ellos."
Jehová, desde su trono celestial, observaba los movimientos de Evil Victor. Este ser, nacido como una copia oscura del Yadaratman Victor, representaba una amenaza constante para el equilibrio universal. Su naturaleza destructiva, alimentada por el odio y el caos, lo convertía en un peligro que no podía ser ignorado.
"Miguel," dijo Jehová, con una voz que resonaba como trueno. "Victor ya está contenido, pero su sombra aún deambula. Evil Victor debe ser eliminado de este plano antes de que desate su verdadero poder. Ve, localízalo, y encierra su esencia. Su plexo solar es el núcleo de su energía; destrúyelo para debilitarlo antes de sellarlo. Esto es tan necesario como vital para el equilibrio de mi creación."
Miguel inclinó la cabeza, su semblante severo. "Así se hará, mi Señor."
Con un destello de luz, el arcángel descendió al lugar donde Evil Victor se ocultaba: una dimensión sombría, plagada de energía corrupta. Evil Victor estaba sentado en un trono improvisado, con una sonrisa sardónica al ver llegar a Miguel.
"Al fin te dignas a venir, Miguel," dijo Evil Victor, con su voz goteando desdén. "¿Vienes a enfrentarme? ¿A intentar lo mismo que hiciste con Victor? Te aviso, no soy tan fácil de contener."
Miguel no respondió con palabras; en su lugar, extendió sus alas, irradiando una luz cegadora que iluminó la oscuridad de la dimensión. Evil Victor se levantó, su sonrisa creciendo mientras su cuerpo comenzaba a desbordar energía oscura.
La batalla que siguió fue intensa. Evil Victor, aunque similar a Victor en habilidades, había refinado su poder hacia la destrucción absoluta. Su ataque inicial fue un aluvión de energía negra, pero Miguel, con su precisión divina, esquivó cada golpe y contraatacó con ráfagas de luz que desgarraron la oscuridad.
"No puedes ganar, Miguel," rugió Evil Victor, lanzándose hacia él con una espada de energía oscura. "Soy más que un reflejo; soy la culminación de lo que Victor nunca se atrevió a ser."
Miguel bloqueó el ataque con su lanza celestial y, aprovechando una apertura, dirigió un golpe directo al plexo solar de Evil Victor. La explosión de energía resultante fue devastadora; el grito de Evil Victor reverberó por toda la dimensión. Con su núcleo debilitado, Evil Victor cayó de rodillas, jadeando mientras su energía se desmoronaba.
Miguel extendió su mano, creando un sello luminoso que envolvió a Evil Victor, inmovilizándolo. "Tu existencia ha sido un error desde el principio," dijo el arcángel con voz solemne. "Jehová me envió a corregirlo."
Evil Victor sonrió débilmente, incluso mientras era sellado. "Puedes encerrarme, Miguel, pero no puedes borrar mi esencia. Mientras exista la oscuridad, siempre encontraré una forma de regresar."
Miguel no respondió. Con un último gesto, encerró a Evil Victor en una prisión dimensional creada específicamente para contenerlo, un lugar donde ni siquiera la más mínima chispa de energía oscura podría escapar.
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Cuando Miguel regresó, Jehová lo recibió con un asentimiento. "Has cumplido bien tu tarea, Miguel. La sombra está contenida, pero el equilibrio sigue siendo delicado. Mantente alerta; la oscuridad siempre busca nuevas formas de manifestarse."
Miguel inclinó la cabeza, sus ojos firmes. "Siempre estaré listo para cumplir tu voluntad, mi Señor."
Jehová, contemplando las ramificaciones de los eventos recientes, se dirigió nuevamente al arcángel Miguel. Su tono era solemne, pero había una firmeza inquebrantable en su voz.
"Miguel," comenzó Jehová, "hay otro que debemos aislar antes de que su poder desestabilice lo que queda del orden. Joel, el yerno de Victor, posee un poder incluso mayor que el de su suegro. Este potencial es peligroso, tanto para el mundo mortal como para los reinos superiores. Encuéntralo, neutralízalo y encierra su esencia en un lugar donde su fuerza no pueda afectar a la creación."
Miguel asintió, entendiendo la gravedad de la misión. "Lo haré, mi Señor. Pero este poder mayor... ¿hay algo más que deba saber sobre él?"
Jehová cerró los ojos por un momento, como si estuviera observando algo distante. "Joel es un ser único, Miguel. Su capacidad para desatar energía destructiva y moldear la realidad supera incluso lo que Victor fue capaz de alcanzar en su apogeo. Pero su mayor amenaza no es solo su fuerza, sino su voluntad. Es un hombre decidido, impulsado por el amor y la justicia, pero esa misma determinación puede convertirse en su perdición si no se controla. No subestimes su capacidad para resistir."
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Miguel, con la tarea encomendada, descendió al lugar donde Joel residía. Lo encontró en el corazón de una región devastada, donde la energía pura parecía arremolinarse a su alrededor, una manifestación de su inmenso poder. Joel estaba de pie, su mirada fija en el horizonte, como si sintiera la llegada del arcángel.
"Así que vienes por mí," dijo Joel sin volverse, su voz tranquila pero cargada de resolución. "Primero Victor, luego Evil Victor, y ahora yo. ¿Qué clase de justicia es esta?"
Miguel dio un paso adelante, su lanza celestial en mano. "No es una cuestión de justicia, Joel, sino de necesidad. Tu poder, aunque grande, es un riesgo para la creación. Jehová me ha enviado a contenerte, para evitar un desastre aún mayor."
Joel finalmente se giró para enfrentar a Miguel, sus ojos brillando con una intensidad casi divina. "¿Contenerme? ¿Por qué? Mi único deseo es proteger a mi familia, a los que amo. Si eso es una amenaza, entonces tal vez el problema no soy yo, sino las fuerzas que buscan destruirnos."
Miguel no respondió con palabras, sino que alzó su lanza, desatando un rayo de luz que se dirigió directamente hacia Joel. Pero Joel no retrocedió; en cambio, levantó su mano, desviando el ataque con una explosión de energía que sacudió la tierra.
"No te dejaré encerrarme sin luchar," dijo Joel, su voz ahora llena de desafío. "Si Jehová cree que puede arrebatarme mi libertad, entonces que venga él mismo. No me arrodillaré ante un mensajero."
La batalla que siguió fue épica. Miguel, con la fuerza de los cielos, y Joel, con un poder que parecía ilimitado, intercambiaron golpes que hicieron temblar los cielos y la tierra. Pero a medida que el combate continuaba, Miguel se dio cuenta de que, aunque Joel era increíblemente fuerte, también estaba profundamente conflictuado. Cada ataque parecía cargado no solo de fuerza, sino también de dolor.
Finalmente, Miguel encontró una apertura. Con un movimiento rápido y preciso, apuntó su lanza al plexo solar de Joel, liberando una ráfaga de energía que lo derribó. Joel cayó de rodillas, jadeando, mientras la luz de Miguel lo envolvía, comenzando el proceso de su encierro.
"Esto no es el final," dijo Joel, su voz débil pero desafiante. "Mi amor por mi familia es más fuerte que cualquier prisión que puedas crear. Volveré, Miguel, de una forma u otra."
Miguel lo miró con compasión y respeto. "Es precisamente ese amor lo que te hace peligroso, Joel. Pero espero que algún día entiendas que esto es por el bien de todos, incluso de los que amas."
Con esas palabras, Miguel completó el sello, enviando a Joel a una prisión dimensional especialmente diseñada para contener su inmenso poder. Cuando regresó al cielo, Jehová lo recibió con un asentimiento.
"¿Se resistió?" preguntó Jehová.
"Con todo su ser," respondió Miguel. "Pero está encerrado. Sin embargo, dudo que este sea el fin de su historia. Su voluntad es inquebrantable."
Jehová asintió lentamente. "La voluntad de un hombre puede mover montañas, pero el equilibrio debe ser preservado. Que permanezca donde está, hasta que llegue el momento adecuado."
Después de que Miguel regresó del encierro de Joel, Jehová lo miró con una expresión seria, pero con un atisbo de resignación en su semblante. Sus palabras siguientes fueron inesperadas, pero firmes:
"Miguel, hay otro más que necesita ser apartado por ahora. Se trata de Rigor. Sé que ha hecho mucho bien y que su voluntad es inquebrantable, pero después de lo que ocurrió con esa entidad llamada Aiko, su cuerpo está en un estado demasiado vulnerable. No podemos arriesgarlo ahora, ni a él ni a los que lo rodean. Haz lo necesario, encierra su esencia mientras se recupera. Que me perdone por esto, pero el equilibrio debe prevalecer."
Miguel frunció el ceño, aunque no era su lugar cuestionar las órdenes de Jehová. "Rigor es un hombre valiente, mi Señor. Si ha sido herido es porque ha luchado por proteger lo que ama. ¿Encerrarlo no sería castigar su lealtad?"
Jehová suspiró y levantó la mirada hacia los cielos, como buscando fuerzas en lo alto. "Esto no es un castigo, Miguel. Es una protección. Su mente está desgastada, su cuerpo quebrado, y su alma está en un constante conflicto. El daño que Aiko le ha causado va más allá de lo físico. Si dejamos que permanezca así, podría perder el control y desatar un caos involuntario. Hazlo, Miguel. Es lo mejor para él y para los suyos."
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Miguel descendió nuevamente al mundo mortal, esta vez con una carga mucho más pesada en su corazón. Encontró a Rigor sentado en su casa, con vendajes aún cubriendo algunas de sus heridas, mientras Dariel y sus hijos lo rodeaban, preocupados. Al ver al arcángel, Rigor intentó levantarse, pero su cuerpo apenas respondió.
"¿Qué haces aquí, Miguel?" preguntó Rigor, con la voz ronca pero desafiante.
Miguel lo miró con pesar. "Estoy aquí por órdenes de Jehová, Rigor. No por deseo propio. Él cree que, en tu estado actual, eres un riesgo para ti mismo y para los demás. Debo encerrarte, al menos hasta que te recuperes por completo."
Rigor apretó los dientes, su mirada se llenó de furia y dolor. "¡No puedes hacerme esto! Mi familia me necesita. Dariel, mis hijos… ¡no los voy a abandonar ahora, después de todo lo que hemos pasado!"
Dariel intervino, poniéndose entre Miguel y Rigor. "¡No puedes llevártelo! Él está herido, pero estará bien. ¡Lo cuidaremos, no necesitamos tu intervención!"
Miguel bajó la cabeza, su tono reflejaba una mezcla de tristeza y determinación. "Lo siento, Dariel. Esto no es algo que yo pueda decidir. Jehová ha hablado, y yo solo cumplo con su voluntad."
Con un movimiento rápido, Miguel extendió su mano, liberando una luz dorada que envolvió a Rigor. Este intentó resistirse, pero su cuerpo agotado no tenía la fuerza para luchar.
"¡Miguel, no me hagas esto! Mis hijos… Dariel… ¡ellos me necesitan!" gritó Rigor, mientras la luz lo envolvía completamente.
Dariel corrió hacia él, tratando de alcanzarlo, pero la barrera de luz la detuvo. "¡Por favor, Miguel, no lo hagas! ¡No nos lo quites!"
Los niños comenzaron a llorar, llamando a su padre, mientras Miguel miraba la escena con dolor en su alma.
"Lo siento, Rigor. Esto no es un adiós definitivo. Pero ahora, debes descansar."
Con esas palabras, Miguel completó el sello, transportando a Rigor a una dimensión donde podría sanar su cuerpo y su alma, lejos del caos y el peligro.
Cuando la luz desapareció, Dariel cayó de rodillas, abrazando el espacio vacío donde antes estaba su esposo, mientras sus hijos lloraban desconsolados. Miguel, con el corazón pesado, elevó la vista al cielo y desapareció, llevándose con él el peso de la misión encomendada.
Jehová, desde lo alto, observó la escena con una expresión que mezclaba dolor y determinación. "Rigor, tu sacrificio será entendido algún día. Que el tiempo sea tu redentor."
Desde su trono celestial, Jehová suspiró profundamente mientras observaba a Miguel regresar tras cumplir las misiones previas. Había sido un día largo, lleno de decisiones difíciles y sacrificios necesarios para proteger el equilibrio del universo. Con un tono cansado pero decidido, Jehová se dirigió al arcángel:
"Solo queda uno más, Miguel. Su nombre es Derek. No es como los demás que hemos encerrado hasta ahora. Él no es carne ni hueso; es un androide, un cyborg con un propósito que puede desviar nuestro esfuerzo por mantener la estabilidad. Puede estar en cualquier lugar, moviéndose entre dimensiones o incluso en rincones que escapan a nuestra percepción. Sin embargo, debes encontrarlo y encerrarlo. Este será el último, te lo prometo."
Miguel alzó la cabeza, con una mirada llena de determinación pero también agotamiento. "¿Un androide, mi Señor? ¿Cómo puede una máquina representar una amenaza tan grande? ¿Qué lo hace tan especial?"
Jehová, con un leve gesto, hizo aparecer una proyección de Derek. Su silueta era imponente, con un diseño que mezclaba metal y componentes biológicos, y unos ojos brillantes que parecían atravesar la esencia misma de quien los mirara.
"Derek no es un simple androide. Fue creado con un propósito más allá de lo que los mortales pueden comprender. Su capacidad de adaptación y evolución lo convierten en una entidad peligrosa si su existencia llega a ser manipulada. Además, Miguel, su intelecto y habilidades lo hacen impredecible. No podemos permitir que interfiera en lo que viene. Ve, encuéntralo y haz lo que debes hacer."
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Miguel descendió una vez más, esta vez con un desafío completamente distinto frente a él. Derek no era un ser de carne y hueso, y rastrearlo resultaba mucho más complicado. En lugar de buscar un alma, Miguel tuvo que afinar su percepción para detectar las vibraciones tecnológicas que Derek emitía en el tejido del espacio y el tiempo.
Finalmente, después de una larga búsqueda, lo encontró en un lugar desolado, una ciudad en ruinas donde Derek se encontraba reparando parte de su cuerpo, ajustando sus componentes con precisión.
Miguel apareció frente a él en un destello de luz. Derek levantó la mirada, evaluando al arcángel con una calma mecánica. "Vaya, un invitado inesperado. Supongo que no estás aquí para charlar."
"Derek," comenzó Miguel con firmeza, "Jehová me ha enviado. Eres una anomalía en el plan divino. Tu existencia, aunque fascinante, representa un riesgo para el equilibrio. Debo encerrarte."
Derek se rió, un sonido metálico pero inquietantemente humano. "¿Encerrarme? Me temo que eso no será tan fácil. Soy más que una simple máquina, Miguel. ¿Crees que una jaula puede contener lo que fui diseñado para ser?"
Sin más palabras, Derek activó sus sistemas defensivos. Su cuerpo se transformó, desplegando armas ocultas y escudos de energía. Miguel, sin embargo, no se dejó intimidar. "Entonces, probemos esa teoría."
Lo que siguió fue una batalla épica. Miguel, con su espada celestial, lanzó ataques de luz pura que desgarraban el espacio, mientras Derek respondía con ráfagas de energía y movimientos calculados al milímetro. Ambos combatientes demostraron ser dignos oponentes, pero Miguel sabía que no podía fallar.
En un momento decisivo, el arcángel logró penetrar las defensas de Derek, desactivando temporalmente sus sistemas principales. Aprovechando la oportunidad, Miguel conjuró el sello divino, envolviendo al androide en una prisión luminosa.
Antes de ser completamente sellado, Derek miró a Miguel, y con un tono casi filosófico, dijo: "¿Crees que esto es el final? Incluso las máquinas tienen su propósito, Miguel. Algún día entenderás que no soy el enemigo que deberías temer."
Con esas palabras, desapareció dentro del sello.
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De regreso en su trono, Jehová observó mientras Miguel completaba la misión. Con un suspiro de alivio, dijo:
"Gracias, Miguel. Con esto, los elementos más peligrosos han sido contenidos. El camino hacia lo que viene está despejado, al menos por ahora. Prepárate, mi fiel arcángel. Lo peor está por venir."
Fin.