En un giro dramático, Daiki Talloran y Darkness se encontraban en sus vidas cotidianas, sumidos en sus responsabilidades y luchas, sin recordar siquiera que alguna vez tuvieron hijos. La conexión que alguna vez existió entre ellos y sus descendientes había desaparecido, borrada por una mano divina que decidió reescribir la realidad misma.
Un día, mientras Daiki y Darkness caminaban por un bosque lejano, un sentimiento inexplicable los invadió. Algo, aunque vago, les hacía sentir que había algo importante, algo que había desaparecido de sus vidas. Sin embargo, los recuerdos de sus hijos nunca llegaron a ellos, pues sus mentes estaban vacías de esos detalles.
Dios, en su intervención misteriosa, había borrado no solo la existencia de los niños, sino que había alterado incluso las memorias de Daiki y Darkness. El mundo había sido reconfigurado a tal punto que, sin importar lo que ellos intentaran recordar, simplemente no había rastro de la conexión que alguna vez existió.
Sin embargo, en los rincones más profundos de sus almas, algo seguía resonando. Un eco de lo que alguna vez fue. Daiki, un hombre marcado por las tragedias de su vida, sentía una desconcertante falta, algo que no podía comprender. Darkness, la guerrera con un corazón lleno de oscuridad, también sentía esa misma brecha, como si una parte de su ser estuviera incompleta.
Ambos se encontraban al borde de una revelación, pero la sombra de la divinidad seguía acechando, manteniendo a la distancia todo aquello que una vez había sido suyo.
Los niños, aunque desaparecidos en la realidad, quizás aún permanecían en alguna dimensión lejana, en un plano que solo podría ser alcanzado si Daiki y Darkness recuperaban el rastro de sus recuerdos. Sin embargo, ese viaje no sería fácil, pues cada paso hacia la verdad los llevaría a enfrentarse con la poderosa voluntad de Dios, que había sellado todo lo relacionado con sus hijos en una prisión de olvido.
En este mundo reconfigurado, ni Daiki ni Darkness podían recordar si alguna vez fueron padres. Pero, en el fondo, tal vez el destino los estaba guiando hacia una verdad mucho más profunda y dolorosa que cualquiera de ellos había imaginado.
Mientras caminaban por el bosque, Daiki Talloran y Darkness cruzaron miradas, ambos sintiendo una extraña tensión en el aire. La quietud del entorno solo era interrumpida por el crujir de las hojas bajo sus pies. Nadie parecía estar cerca, lo que les brindó el espacio perfecto para una conversación que ambos sabían que debía ocurrir.
"¿Qué sientes?", preguntó Darkness, con su tono grave y medido, pero había algo más profundo en su voz, algo que reflejaba la misma incertidumbre que Daiki sentía.
Daiki se detuvo por un momento, sus ojos fijos en el suelo, como si estuviera buscando respuestas en el terreno que pisaba. Respiró profundamente antes de responder, como si intentara ordenar sus pensamientos.
"Es extraño", dijo finalmente. "Hay algo… que falta. Algo importante. Como un vacío que nunca había estado ahí antes. No puedo ponerle nombre, pero lo siento aquí dentro." Se llevó una mano al pecho, tocando su corazón con suavidad, como si intentara conectar con ese sentimiento inalcanzable.
Darkness lo observó atentamente, sin decir nada por unos momentos. Sabía que él no era alguien fácil de leer, pero en ese instante, algo en sus ojos le decía que él también sentía esa desconexión que ella misma experimentaba. Había algo en su interior que la inquietaba, una sensación que había estado presente durante un tiempo, pero que ahora se hacía más evidente.
"Yo también lo siento", dijo ella en voz baja, mirando al frente mientras continuaba caminando. "Como si algo hubiera sido arrancado de mí, y ni siquiera sé qué es. Es como un eco de algo que no debería estar desaparecido, algo que debería haber estado ahí siempre."
Daiki levantó la mirada y la observó. Había un destello de comprensión en sus ojos, como si de alguna manera ambos estuvieran atrapados en un enigma sin solución. Pero, al mismo tiempo, había una pequeña chispa de esperanza. Quizás juntos podrían descubrir la verdad detrás de esa sensación, encontrar el origen de ese vacío que los consumía.
"¿Y si estuviera relacionado con algo que ni siquiera sabemos que perdimos?", preguntó Daiki, casi en un susurro, como si las palabras pudieran ser más poderosas si no se decían en voz alta.
Darkness se detuvo de repente, y Daiki hizo lo mismo. Ella giró lentamente hacia él, sus ojos fijos en los suyos, como si estuviera buscando respuestas en su mirada. El silencio entre ellos se volvió palpable, pero algo más estaba ocurriendo. Una conexión, tan profunda y compleja como la oscuridad misma, comenzaba a surgir entre ambos.
"Quizás… quizás lo que hemos perdido no es algo físico", dijo Darkness finalmente, sus palabras cargadas de un peso que Daiki entendió perfectamente. "Tal vez sea algo mucho más profundo. Algo que ni siquiera sabíamos que existía."
Daiki asintió lentamente, como si esas palabras encajaran perfectamente con lo que había estado sintiendo. Aunque no podía recordar qué exactamente había perdido, sabía que debía haber algo más, algo más allá de la comprensión inmediata.
"Lo único que sé", continuó Darkness, "es que hay algo que se nos ha escapado. Y no vamos a descansar hasta que lo descubramos. Si realmente hay algo, alguna verdad oculta, la encontraremos."
Daiki la miró fijamente, su rostro serio pero resuelto. "Lo haremos juntos", respondió con firmeza.
Con esa promesa tácita, ambos siguieron caminando, con el peso de lo desconocido sobre sus hombros. El bosque, ahora silencioso y oscuro, parecía ser el reflejo perfecto de sus propios pensamientos. Aunque no podían recordar qué habían perdido, una cosa era clara: no dejarían que la incertidumbre los consumiera. Juntos, buscarían la verdad, enfrentando todo lo que el destino tuviera preparado para ellos.
La noche caía sobre el bosque, envuelta en un manto de sombras y silencio. Mientras Daiki y Darkness dormían, sus mentes viajaban a un plano desconocido, el reino de los sueños. Ambos se encontraban inmersos en experiencias extrañas y perturbadoras que despertaban recuerdos olvidados y sentimientos profundos.
Darkness, envuelta en la oscuridad de su sueño, se encontró en un paisaje desolado, un lugar sombrío y vacío, como una extensión interminable de tierra estéril. Frente a ella, se alzaban dos figuras, dos niños. Parecían tan reales, tan vivos. Los veía con claridad, con detalles que la desconcertaban: sus rostros, sus ojos llenos de miedo, sus ropas deshechas, como si hubieran estado huyendo o escondiéndose de algo. Los niños la miraban suplicantes, como si conocieran su presencia.
"¡Ayúdanos!" uno de ellos gritó, su voz temblorosa, cargada de desesperación.
"Por favor, salvanos..." rogó el otro, con lágrimas recorriendo sus mejillas.
Darkness sintió una conexión instantánea con ellos, una sensación inexplicable de familiaridad, como si los hubiera conocido en otra vida o de alguna forma su existencia estuviera entrelazada con la de esos niños. El vacío que había sentido anteriormente comenzó a intensificarse, mientras la necesidad de salvarlos la envolvía. Pero antes de que pudiera hacer algo, todo se desvaneció, como si el sueño se escapara entre sus dedos.
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En el sueño de Daiki, la escena era completamente distinta, pero igualmente perturbadora. Se encontraba en una habitación oscura, sin ventanas, sin puertas. La atmósfera era densa, como si algo lo observaba, algo que no podía ver pero que sentía cerca. En el rincón de la habitación, se erguía una figura, una sombra con la forma de su padre, pero algo no estaba bien. Su rostro estaba distorsionado, su mandíbula completamente ausente, dejando solo una horrible cicatriz, un vacío grotesco donde antes había una cara conocida. El vacío en la mandíbula era lo único visible, y de allí emanaban ruidos extraños, un sonido que helaba la sangre.
Daiki, paralizado por el horror, intentó moverse, pero no podía. El miedo lo consumía mientras el cuerpo de su padre, ahora una criatura de pesadilla, se acercaba lentamente. Sus ojos vacíos lo miraban con una intensidad escalofriante, y la sensación de que algo terriblemente malo iba a suceder llenaba el aire.
"¿Lo ves? Lo olvidaste... lo olvidaste todo", susurró la figura, su voz era extraña, vacía, pero tenía una resonancia familiar que le helaba la piel.
Daiki intentó gritar, pero no salía ningún sonido. La sombra de su padre avanzaba implacable, y Daiki estaba atrapado, incapaz de escapar de esa visión aterradora.
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Ambos, Daiki y Darkness, despertaron de golpe. El sudor frío cubría sus frentes, y el corazón les latía aceleradamente, como si sus sueños fueran más que simples visiones. Ambos se miraron, aún medio atónitos por lo que acababan de experimentar.
"¿Tú también lo viste?", preguntó Darkness, su voz entrecortada por la ansiedad. El miedo estaba grabado en sus ojos, como si la pesadilla no hubiera terminado, como si esa conexión con los niños y el rostro de Daiki's padre aún estuviera con ellos.
Daiki asintió, respirando con dificultad. "Sí... Mi padre... pero no era él. Algo estaba mal. No era el mismo... algo... oscuro."
Darkness frunció el ceño, dándose cuenta de que ambos compartían una sensación de desajuste, de que algo profundamente errado había ocurrido. Aunque las visiones eran diferentes, había una conexión extraña entre ellas, una que sugería que algo los estaba llamando, algo perdido en su pasado, algo que nunca debió haberse borrado.
"Esos niños..." Darkness murmuró, con una mueca de confusión y dolor. "Sentí que los conocía. Como si fueran importantes, como si... como si hubieran sido parte de nosotros."
"Y mi padre... esa maldición en su rostro... no puedo sacármelo de la cabeza", dijo Daiki, su voz más baja ahora, aún tembloroso.
Ambos miraron el entorno a su alrededor, como si el bosque mismo los estuviera observando. Algo en el aire había cambiado, un eco de la oscuridad que había permeado sus sueños. Ahora sabían que debían descubrir la verdad detrás de estas visiones. Algo se les había arrebatado, algo tan importante que ni siquiera sus recuerdos podían retenerlo.
"No lo sé", Darkness finalmente rompió el silencio, su voz grave y resuelta. "Pero tenemos que averiguar qué está pasando. Ya no podemos ignorarlo."
Daiki asintió. "Vamos a descubrirlo. Juntos."
Ambos se levantaron, mirando al frente, con una determinación renovada. Las respuestas estaban más cerca de lo que pensaban, pero aún debían enfrentarse a las sombras del pasado que los habían marcado, a las verdades ocultas que ahora buscaban recuperar.
Darkness, aún sintiendo el peso de su propia inquietud tras las perturbadoras visiones, desvió su mirada hacia Daiki. Lo vio sentado, con la respiración pesada, los ojos ligeramente perdidos en algún punto del bosque, como si las imágenes de su sueño lo estuvieran atormentando incluso ahora que estaba despierto. Su esposo, aquel que siempre había mostrado fortaleza, parecía vulnerable, y eso le rompió el corazón.
Sin decir una palabra, Darkness se acercó a él, arrodillándose frente a donde él estaba sentado. Con delicadeza, tomó sus manos, que aún temblaban, y entrelazó sus dedos con los de él. La calidez de su toque pareció atraer la atención de Daiki, quien la miró con ojos cargados de confusión y miedo.
"Estoy aquí, Daiki", le susurró Darkness, su voz suave pero firme. "No estás solo. Sea lo que sea esto, lo enfrentaremos juntos."
Sin esperar una respuesta, Darkness se inclinó y depositó un suave beso en su frente, como si intentara borrar las sombras que parecían nublar su mente. Luego, lo envolvió en un abrazo cálido y protector, apoyando su cabeza contra el hombro de él. Sentía el latir acelerado de su corazón y el leve temblor en su cuerpo, pero no lo soltó.
Daiki, inicialmente rígido, comenzó a relajarse bajo su toque. El miedo y la confusión que lo habían embargado se disipaban lentamente, reemplazados por una sensación de calma que solo Darkness podía brindarle.
"Gracias," murmuró Daiki, casi en un susurro, mientras se aferraba a ella como si fuera su ancla en medio de una tormenta.
Darkness levantó la mirada y, con una leve sonrisa, acarició suavemente su mejilla. "No tienes que agradecerme, Daiki. Eres mi esposo, mi compañero. Lo que sea que estemos enfrentando, lo haremos juntos."
Acto seguido, Darkness le dio un beso en los labios, profundo y lleno de amor. Era más que un gesto de afecto; era una promesa silenciosa de que ella estaría a su lado, sin importar lo que viniera. Al separarse, sus ojos se encontraron, y aunque el miedo seguía acechando en el fondo, una chispa de determinación comenzó a brillar en los de Daiki.
"Gracias por ser mi fuerza cuando más lo necesito," dijo él finalmente, devolviéndole una sonrisa tenue pero sincera.
Darkness asintió, sabiendo que ese momento de conexión les había dado el valor necesario para seguir adelante. Ambos se pusieron de pie, listos para enfrentar los misterios que los atormentaban. Aunque las respuestas aún eran inciertas, su amor y apoyo mutuo serían su guía en el camino hacia la verdad.
Darkness y Daiki, con una determinación renovada, emprendieron su búsqueda de los niños que habían visto en sus sueños. Aunque no entendían completamente lo que habían presenciado, ambos sentían una conexión inexplicable con esas figuras infantiles. Sabían que necesitaban respuestas, y solo alguien con un poder superior podría dárselas.
Tras días de preparación, recolectaron los elementos necesarios para realizar un ritual antiguo que, según los textos sagrados, les permitiría acceder al plano donde residía Dios. Con un círculo grabado con símbolos divinos, incienso, y sus propias energías combinadas, comenzaron el ritual.
Darkness extendió sus manos, sus ojos brillando con un poder oscuro y celestial a la vez, mientras Daiki recitaba las palabras antiguas que resonaban con fuerza en el aire. El ambiente comenzó a vibrar, una luz cegadora apareció, y de repente el tiempo pareció detenerse.
Cuando la luz se disipó, ambos se encontraron en un vasto plano infinito de blancura absoluta, un lugar que emanaba una paz abrumadora, pero también un poder insondable. Sin embargo, antes de que pudieran articular sus preguntas, una figura imponente apareció ante ellos. No era el Dios que esperaban.
Era Jehová. Su presencia era imponente, y su rostro, aunque humanoide, irradiaba una sabiduría y un juicio que parecían infinitos. Sus ojos brillaban como dos estrellas incandescentes, y su voz resonó como el trueno, llenando todo el espacio.
"¿Por qué han venido aquí, mortales?" preguntó Jehová, su tono autoritario pero no hostil. "Interrumpen el orden divino con su insistencia."
Daiki, aunque intimidado, dio un paso al frente. "Vimos a dos niños en nuestros sueños, niños que sentimos que conocemos. Queremos respuestas. ¿Quiénes son? ¿Por qué sentimos esta conexión?"
Jehová guardó silencio por un momento, su mirada penetrante evaluándolos. Finalmente, suspiró profundamente, y su voz se volvió más solemne.
"Esos niños... eran vuestros hijos. Pero no existen más en este mundo. Fueron borrados de la existencia por una fuerza superior a la que incluso yo debo responder. Fueron sacrificados para mantener el equilibrio del cosmos, para evitar una catástrofe que habría destruido todo lo que conocen."
Darkness se estremeció, su mente procesando las palabras de Jehová. "¿Borrados...? ¿Por qué nosotros no recordábamos nada? ¿Por qué nos hicieron esto?"
Jehová bajó su mirada, como si cargara el peso de esa decisión. "Sus memorias fueron selladas para protegerlos del dolor y la ira que habría consumido sus almas. Yo mismo ejecuté esa orden, aunque lo hice con gran pesar."
Daiki apretó los puños, sus emociones desbordándose. "¡Eran nuestros hijos! ¡Nosotros teníamos derecho a protegerlos, a luchar por ellos!"
Jehová levantó una mano para calmarlo. "Entiendo tu enojo, Daiki Talloran. Pero incluso ustedes, con su gran poder, no habrían podido detener lo que estaba en juego. Ahora que sus memorias se han despertado parcialmente, pueden elegir recordar completamente... pero sepan que cargarán con ese dolor para siempre."
Darkness y Daiki se miraron, el peso de la decisión cayendo sobre ellos. Ambos sabían que recordar sería un tormento, pero también sabían que sus corazones no podían soportar vivir en la ignorancia.
Jehová asintió solemnemente, leyendo su decisión sin que tuvieran que decirla. "Muy bien. Les devolveré lo que es suyo. Pero sepan que este conocimiento les traerá tanto sufrimiento como fuerza. Usen esa fuerza sabiamente."
Con un gesto de su mano, una luz envolvió a Darkness y Daiki. En ese instante, todos los recuerdos de sus hijos regresaron como una ola abrumadora. Los momentos felices, las risas, las promesas... y luego, el vacío de su desaparición.
Jehová los observó mientras procesaban el dolor. "Vayan ahora. Encuentren su propósito con este conocimiento. Quizás un día entiendan por qué todo sucedió como debía."
Sin más palabras, Darkness y Daiki fueron devueltos al mundo mortal, llevando consigo la carga de sus memorias y un renovado deseo de buscar justicia, no solo para ellos, sino para los hijos que habían perdido.
Jehová, antes de desaparecer, murmuró en voz baja, apenas audible:
"Esto lo hice para que los niños no sufran lo que está por venir…"
El eco de sus palabras se desvaneció, y el vasto plano divino comenzó a disolverse como si nunca hubiera existido. Darkness y Daiki Talloran fueron envueltos en una luz cegadora y, en un instante, se encontraron de nuevo en el bosque, de pie en el mismo círculo ritual que habían trazado. Pero algo en ellos había cambiado para siempre.
Se miraron, sus ojos reflejando el mismo miedo y desesperación. Los recuerdos de sus hijos ahora estaban frescos, ardiendo en sus mentes como brasas que no podían apagar. Cada risa, cada lágrima, cada pequeño detalle de sus vidas estaba ahí, y con ellos, el dolor insoportable de haberlos perdido. Pero más que eso, había una nueva e inquebrantable determinación.
Darkness rompió el silencio, su voz temblando pero firme. "No puedo aceptarlo. No puedo simplemente dejar que estén borrados de este mundo como si nunca hubieran existido. ¡Son nuestros hijos, Daiki!"
Daiki, con las manos temblando, se acercó a ella. Sus ojos estaban llenos de angustia, pero también de una feroz resolución. "Tampoco puedo aceptarlo. No importa lo que diga Jehová. No importa lo que esté por venir. Si están ahí fuera, en algún rincón de la existencia, los encontraremos."
Darkness asintió, tomando la mano de Daiki. "Pero si lo que viene es tan terrible como sugirió, debemos prepararnos. No podemos permitir que sus sacrificios sean en vano. Vamos a enfrentarlo, juntos."
Ambos se pusieron de pie, el bosque a su alrededor parecía más oscuro, más opresivo, como si el mundo mismo estuviera en su contra. Pero eso no los detendría. Sabían que el camino que tenían delante sería peligroso, lleno de incertidumbre y probablemente sin retorno. Sin embargo, por primera vez en mucho tiempo, tenían un propósito claro: encontrar a sus hijos y protegerlos de cualquier amenaza, sin importar el costo.
Con un último vistazo al círculo ritual, Daiki y Darkness comenzaron a caminar hacia la próxima fase de su búsqueda. Sabían que no podían confiar solo en el poder divino, sino también en su propia fuerza y en la conexión que sentían con sus hijos. Esa sería la guía que los llevaría, incluso a través de los rincones más oscuros de la existencia.
Daiki, con su mente aún agitada por el miedo y la resolución de encontrar a sus hijos, tomó su katana con ambas manos. La hoja brillaba con un resplandor antinatural, como si respondiera a su ferviente deseo. Con un movimiento rápido y preciso, trazó un corte en el aire.
El vacío respondió al instante, abriéndose como una grieta que atravesaba la realidad misma. Era un portal hacia la nada absoluta, el lugar donde los conceptos y las almas olvidadas quedaban atrapados, borrados del tejido del universo.
"Si están ahí, los encontraremos," dijo Daiki con una determinación inquebrantable, volviéndose hacia Darkness.
Ella asintió sin vacilar, ajustándose el abrigo mientras sus ojos brillaban con una mezcla de esperanza y temor. "Entonces, no perdamos tiempo."
La energía del portal era tan abrumadora que no hubo necesidad de saltar: una fuerza invisible los absorbió, lanzándolos hacia el vacío. Darkness y Daiki sintieron cómo sus cuerpos eran comprimidos y estirados al mismo tiempo, como si la existencia misma estuviera luchando por definir si debían ser permitidos en aquel lugar.
Finalmente, ambos salieron disparados del otro lado, aterrizando en una vasta extensión de oscuridad total. El aire era pesado y parecía estar cargado de una energía opresiva que les dificultaba respirar. No había suelo ni horizonte, solo un vacío interminable que parecía susurrar ecos de dolor y desesperación.
Darkness se levantó lentamente, observando a su alrededor con una mezcla de fascinación y horror. "Este lugar... no debería existir. Es como si estuviéramos caminando sobre la ausencia misma."
Daiki, aún sosteniendo su katana, miró hacia adelante. "La nada absoluta... aquí es donde terminan los que son borrados, ¿verdad? Aquí es donde Jehová quiso que quedaran nuestros hijos." Su voz estaba cargada de rabia contenida.
Ambos comenzaron a caminar, guiados únicamente por la intuición y los fragmentos de recuerdos que aún ardían en sus corazones. Cada paso los hacía sentir como si estuvieran siendo observados por algo invisible y antiguo, una presencia que acechaba en el fondo de aquel abismo.
De repente, una luz tenue apareció a lo lejos, flotando como una llama diminuta en medio del vacío. Darkness y Daiki intercambiaron una mirada rápida antes de acelerar el paso. Si había algo en aquel lugar, tal vez era la clave para recuperar lo que habían perdido.
Pero mientras se acercaban, voces comenzaron a resonar a su alrededor, susurrando palabras ininteligibles que parecían venir desde todos los ángulos. Las voces crecían en intensidad, llenando el aire con un coro desgarrador que parecía amenazar con romper su cordura.
"¡No te detengas!" gritó Daiki, apretando con fuerza la empuñadura de su katana mientras la luz se hacía cada vez más brillante. "¡No importa lo que pase, seguimos adelante!"
Darkness asintió, sus ojos fijos en la luz, como si todo dependiera de llegar hasta ella. Ambos sabían que estaban desafiando las reglas mismas del universo, pero también sabían que no se detendrían hasta encontrar a sus hijos, sin importar el costo.
Daiki Talloran y Darkness avanzaron rápidamente hacia la fuente de luz, enfrentando las sombras que parecían alargarse y retorcerse a su alrededor como si intentaran detenerlos. Finalmente, alcanzaron el origen de aquella tenue iluminación: dos figuras diminutas, apenas visibles en el resplandor. Lilith y James, los hijos perdidos de Daiki y Darkness, estaban allí, arrodillados en el vacío, temblando y abrazándose mutuamente.
Lilith, con su cabello oscuro y ojos llenos de lágrimas, levantó la mirada hacia sus padres. "¡Mamá! ¡Papá!" gritó, con su voz temblorosa, mientras extendía sus manos hacia ellos.
James, más joven, parecía demasiado débil para hablar. Sus ojos, que reflejaban un inmenso sufrimiento, se iluminaron al ver a sus padres. Apenas pudo moverse, pero su pequeño cuerpo se inclinó hacia adelante, como buscando el calor que tanto había perdido.
"¡Lilith! ¡James!" Darkness corrió hacia ellos, ignorando las sombras que parecían aferrarse a sus pies. Al llegar, se arrodilló, envolviendo a ambos niños en un abrazo desesperado. "Lo siento... lo siento tanto. Nunca debieron haber pasado por esto."
Daiki llegó inmediatamente después, sus ojos brillando con una mezcla de ira y alivio. "Estamos aquí ahora. Nadie volverá a separarnos." Con cuidado, se inclinó y levantó a James en sus brazos. El pequeño apoyó su cabeza en el hombro de su padre, cerrando los ojos mientras sollozaba suavemente.
Lilith, aún abrazada por Darkness, miró a su madre con una mezcla de miedo y confusión. "¿Por qué nos abandonaron? Pensamos que nunca volverían..."
Darkness la miró directamente a los ojos, con lágrimas cayendo por sus mejillas. "Nunca lo hicimos, Lilith. Algo... alguien, nos borró los recuerdos de ustedes. Pero ahora lo recordamos todo. Nadie volverá a separarnos."
Daiki, sosteniendo firmemente a James, miró hacia el portal que aún brillaba débilmente detrás de ellos. "Debemos salir de aquí antes de que este lugar nos consuma. Darkness, toma a Lilith."
Darkness asintió y levantó a Lilith en sus brazos. "Aguanten, niños. Esto terminará pronto."
Con un movimiento rápido y decidido, Daiki levantó su katana una vez más. La hoja brilló intensamente mientras trazaba un corte en el aire, creando un portal de salida. El vacío pareció rugir en protesta, como si intentara retenerlos, pero la fuerza del portal de Daiki era demasiado poderosa.
"¡Vamos!" gritó Daiki, corriendo hacia el portal con Darkness detrás de él. Juntos atravesaron el portal, sintiendo cómo el vacío intentaba aferrarse a ellos hasta el último momento.
Cuando emergieron al otro lado, se encontraron de pie en el bosque donde todo había comenzado. El aire fresco y la luz de la luna los envolvieron, un contraste absoluto con la opresiva nada de la que acababan de escapar.
Daiki y Darkness miraron a sus hijos, que ahora estaban a salvo en sus brazos. Se miraron mutuamente, con una determinación renovada en sus ojos. "No importa lo que venga después, protegeremos a nuestra familia. Juntos."
Jehová, observando desde su trono celestial, levantó su mano derecha con una expresión solemne mientras el resplandor celestial iluminaba el infinito alrededor de Él. Cada movimiento suyo parecía resonar en toda la creación, y su acción de borrar ciertos niños de la existencia dejaba un eco de vacío que se sentía incluso en los rincones más lejanos del cosmos.
El Arcángel Miguel, de pie a su lado, observaba con una mezcla de respeto y preocupación. Su armadura dorada reflejaba la luz divina, pero sus ojos mostraban inquietud. Dio un paso adelante, inclinando ligeramente la cabeza. "Señor, ¿por qué llevar a cabo algo tan extremo? Estas acciones resonarán más allá del entendimiento incluso de los ángeles."
Jehová, sin apartar la vista de la obra que estaba ejecutando, habló en voz baja pero cargada de autoridad. "Miguel, lo que se avecina no tiene precedente. Ni el apocalipsis de Xar'Khal, con sus legiones de seres infernales desatados, ni el Apocalarök que desató Xal'Azar en el Multiverso se comparan con lo que está por suceder."
Miguel levantó su rostro, sorprendido al escuchar esos nombres. "¿Peor que la destrucción total de sistemas enteros? ¿Peor que las fisuras en las dimensiones que amenazaron con consumir la realidad misma? ¿Qué clase de amenaza puede superar eso?"
Jehová bajó su mano, y un silencio sepulcral envolvió el cielo. "No es solo una amenaza física, Miguel. Es una sombra que viene a consumir lo que aún no existe, a reescribir lo que ya fue. Es el Caos Absoluto, una fuerza que ni los conceptos mismos pueden enfrentar. Si estos niños permanecieran, serían arrastrados a un destino peor que la inexistencia."
Miguel apretó el puño, su mirada fija en Jehová. "¿No hay forma de evitarlo? Si estos niños tienen un propósito, ¿por qué no darles la fuerza para enfrentarlo?"
Jehová cerró los ojos brevemente, como si considerara algo profundamente. "Algunos niños ya están preparados para resistir. Otros... no. Es mi responsabilidad protegerlos del sufrimiento eterno. Y aunque parezca cruel, esta es la única manera de asegurarlo. No puedes entenderlo ahora, pero el tiempo revelará mi propósito."
El arcángel permaneció en silencio, pero su mente estaba llena de preguntas. Mientras observaba, más niños desaparecían, sus existencias siendo eliminadas del tejido del cosmos. En un susurro casi inaudible, Miguel preguntó: "¿Esto significa que incluso los guerreros más fuertes no podrán detener lo que viene?"
Jehová abrió los ojos, mirando directamente a Miguel. "Solo el verdadero sacrificio y la unión de fuerzas inesperadas podrán hacerle frente. La sombra traerá consigo algo más que destrucción: traerá el juicio final de los conceptos mismos."
En ese momento, una grieta apareció en el firmamento celestial, enviando una onda expansiva de energía oscura. Miguel desenvainó su espada automáticamente, poniéndose en guardia. "¿Qué es eso, Señor?"
Jehová se levantó de su trono, y su voz resonó como un trueno. "El comienzo del final, Miguel. Asegúrate de estar preparado. Porque lo que viene no distingue entre ángeles, mortales o dioses."
Darkness y Daiki Talloran, sosteniendo con firmeza a Lilith y James en sus brazos, caminaban en silencio hacia el reino que ambos llamaban hogar. A pesar de la aparente calma en sus rostros, sus corazones estaban llenos de emociones encontradas. Los ojos de Darkness, profundos y llenos de determinación, no se apartaban del horizonte, mientras sus pensamientos giraban en torno a los sacrificios y misterios que los habían llevado hasta este momento.
Lilith, con sus cabellos oscuros y ojos brillantes que reflejaban una sabiduría inesperada para su corta edad, descansaba en los brazos de Darkness. James, más inquieto, mantenía la mirada fija en su padre, como si intentara comprender el peso que cargaba Daiki en sus hombros.
El bosque que los rodeaba estaba teñido de un tono rojizo por el sol poniente, y el crujir de las hojas bajo sus pies era el único sonido que acompañaba su marcha. Daiki, con su katana envainada y un semblante sereno pero lleno de resolución, finalmente rompió el silencio.
"No importa lo que Jehová haya dicho. Estos niños no están destinados a desaparecer," comentó, mirando a Darkness con una chispa de determinación en sus ojos. "Son nuestros, y nadie tiene el derecho de arrebatarnos lo que nos pertenece."
Darkness asintió, acariciando suavemente el cabello de Lilith. "Si algo hemos aprendido en todo esto, es que el amor por nuestros hijos es más fuerte que cualquier decreto divino. Si Jehová o cualquier otra entidad piensa que puede borrar nuestra familia de la existencia, tendrán que enfrentarse a nosotros."
Mientras se acercaban al límite del bosque, una imponente puerta dorada, decorada con grabados antiguos que narraban las historias del reino, apareció frente a ellos. Era el portal al reino de Darkness, un lugar donde ella reinaba como soberana. Al cruzar, una energía cálida los envolvió, como si el reino reconociera a su reina y a su familia.
Los guardias, al ver a Darkness y Daiki, hicieron una reverencia profunda. "Mi reina, mi señor," dijeron al unísono, abriendo las puertas de par en par. Dentro del reino, el ambiente era sereno, pero los habitantes no podían evitar sentir la poderosa presencia de la familia que regresaba.
Darkness se detuvo un momento y miró a Daiki. "Aquí estarán a salvo, al menos por ahora. Pero debemos prepararnos, Daiki. Esto es solo el comienzo."
Daiki asintió, colocando suavemente a James en el suelo mientras Lilith hacía lo mismo con Darkness. "No importa lo que venga, protegeremos este reino y a nuestra familia. Nadie nos detendrá."
Con esa promesa, ambos caminaron juntos hacia el trono, sabiendo que cada paso los acercaba más a los desafíos por venir. Darkness y Daiki eran más que una pareja; eran una fuerza imparable, y con sus hijos a su lado, estaban listos para enfrentarse a cualquier enemigo que se atreviera a cruzar su camino.
Fin.