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Chapter 19 - Episodio 19: De vuelta a la acción.

Victor y Daiki Talloran, sincronizando perfectamente sus movimientos, lanzaron un golpe conjunto directo al torso de Xar'khal, concentrando toda su fuerza en el impacto. El choque resonó con una intensidad abrumadora, desatando una onda de energía que sacudió el área a su alrededor. Xar'khal fue impulsado con una velocidad impresionante, atravesando el espacio y tiempo hasta desaparecer en dirección al universo donde Victor vivía.

Mientras observaban el portal interdimensional cerrarse tras el cuerpo de Xar'khal, Victor se giró hacia Nerumi, Nagatchi, y los demás. Su expresión era seria pero tranquila, y su voz cargaba una mezcla de gratitud y determinación.

"Ya no tendrán nada que temer," aseguró Victor, mientras se colocaba firmemente su capa ensangrentada. "Vuelvan a sus vidas normales. Esto no les incumbe más. Nosotros nos encargaremos de lo que sigue."

Daiki, asintiendo en silencio, dirigió una última mirada a los combatientes recién conocidos, reconociendo su valentía pero comprendiendo que este conflicto era mucho más grande y peligroso de lo que podían imaginar.

Sin más palabras, ambos guerreros se lanzaron hacia el portal abierto por Xar'khal, dejando a los demás atrás. En el universo de Victor, las luces del combate brillaban intensamente en el horizonte, mientras la batalla prometía alcanzar un nuevo clímax. Ahora, Victor y Daiki estaban decididos a enfrentar a Xar'khal en su propio terreno, conscientes de que cada segundo contaba en esta guerra que parecía no tener fin.

Mientras Jehová observaba el caos del combate desde las alturas, un destello inesperado capturó su atención. A través del campo de batalla emergieron tres figuras: Luci, la esposa de Victor, caminaba con una calma solemne, irradiando un aura de fortaleza y determinación. Junto a ella estaba Spajit, la exesposa de Rigor, quien empuñaba con firmeza una cadena dentada en una mano y el nefesto Leviathan en la otra, mostrando una mezcla de ferocidad y gracia. Finalmente, Dariel, la actual esposa de Rigor, avanzaba con una mirada decidida, su presencia marcando una fuerza interior que no podía ser ignorada.

Jehová, al verlas, comprendió inmediatamente el riesgo que corrían al estar en medio de semejante guerra. Con un golpe poderoso de su puño contra el suelo, creó un cráter masivo, eliminando a un grupo de demonios que lo rodeaban. Sin perder tiempo, descendió del cielo como un relámpago, abriendo paso a través de las hordas con golpes devastadores. Cada movimiento suyo era preciso y mortal, su enfoque absoluto en llegar hasta donde estaban Luci, Spajit, y Dariel.

Los demonios intentaron bloquear su avance, pero sus esfuerzos fueron inútiles. Con cada impacto, Jehová los reducía a cenizas, liberando explosiones de luz divina que iluminaban el oscuro paisaje. Finalmente, aterrizó frente a las tres mujeres, con su aura brillando intensamente como un escudo protector.

"¿Qué hacen aquí?" preguntó con firmeza, su tono mezclado con preocupación y autoridad. "Este no es un lugar seguro para ustedes. La batalla es más peligrosa de lo que parece."

Luci dio un paso al frente, mirándolo directamente a los ojos. "No vinimos a quedarnos al margen, Jehová. Sabemos lo que está en juego, y no podemos permitir que Victor y los demás luchen solos."

Spajit, con una sonrisa desafiante, añadió: "Además, alguien tiene que proteger tu espalda mientras luchas contra el caos."

Dariel no dijo nada, pero su mirada era suficiente para transmitir que estaba lista para cualquier cosa. Jehová, aunque dudaba, reconoció la valentía en sus corazones. Con un suspiro, extendió su mano para convocar un campo protector a su alrededor.

"Entonces, si insisten en quedarse, manténganse cerca de mí. Esto no será fácil."

El grupo, ahora reforzado por estas tres figuras inesperadas, se preparó para enfrentar la siguiente ola de destrucción, mientras el destino del universo seguía pendiendo de un hilo.

Jehová, al ver la determinación inquebrantable de Luci, Spajit, y Dariel, decidió que sus palabras no bastarían para detenerlas. Suspiró profundamente y alzó sus manos hacia el cielo, canalizando su poder divino en forma de una energía dorada y resplandeciente que irradiaba calor y fuerza.

"Si van a quedarse en esta batalla, entonces necesitarán más que coraje para sobrevivir." Su voz resonaba con autoridad celestial. Con un movimiento fluido, dividió una pequeña porción de su inmenso poder, entregándoles a cada una el 2% de su fuerza divina. Aunque para Jehová era solo una fracción, esa cantidad era suficiente para transformar completamente a las tres mujeres.

La energía comenzó a envolver sus cuerpos, creando una barrera de resistencia capaz de soportar impactos masivos, incluso los que las lanzaran a través de continentes o hacia el espacio profundo. Jehová añadió además una bendición especial: anuló la necesidad de respirar en el espacio, asegurándose de que pudieran sobrevivir en cualquier ambiente hostil sin temor a asfixiarse.

Luego, centró su mirada en cada una de ellas y extendió su poder más allá de sus límites físicos. "Ahora, desbloqueo su potencial celestial oculto," declaró, y las tres sintieron un cambio inmediato. Sus cuerpos y mentes se conectaron con la esencia del universo, despertando habilidades que ni siquiera sabían que poseían.

Luci brillaba con un aura de serenidad y protección. En sus manos, un báculo de energía pura apareció, capaz de desviar ataques y reforzar a sus aliados con luz divina. Su voz tenía un efecto tranquilizador, capaz de calmar incluso a las almas más perturbadas.

Spajit, por su parte, sintió cómo su nefesto Leviathan y la cadena dentada resonaban con un poder renovado. Cada golpe suyo ahora generaba ondas de energía capaces de devastar hordas enteras de enemigos. Sus movimientos eran más rápidos y precisos, y su determinación se convirtió en una fuerza arrolladora.

Dariel experimentó una conexión profunda con las fuerzas de la creación. De sus manos surgían esferas de energía celestial, capaces de destruir o restaurar según su voluntad. Su presencia irradiaba una confianza tranquila, pero su poder era devastador.

Jehová observó el cambio con aprobación, aunque sabía que el camino que enfrentaban era peligroso. "Úsenlo sabiamente. No solo se trata de fuerza; se trata de proteger lo que aman y resistir la oscuridad."

Las tres asintieron, sintiendo la responsabilidad que ahora pesaba sobre ellas. En el horizonte, los demonios rugían con furia, pero ahora no eran simplemente víctimas atrapadas en la batalla; eran guerreras listas para luchar junto a los demás.

Luci, con su recién adquirido poder celestial y el báculo resplandeciente en mano, se elevó rápidamente hacia los cielos. La energía divina que Jehová le había otorgado la rodeaba como un aura dorada, iluminando el cielo nocturno mientras ascendía más allá de la atmósfera terrestre.

En su mente, solo había una misión clara: proteger a Victor, el hombre que significaba todo para ella. A pesar de los riesgos y el caos que la rodeaba, su determinación brillaba con una intensidad inquebrantable. Cada vez que miraba el báculo en su mano, sentía la conexión directa con la fuerza que Jehová le había dado, un recordatorio de que ahora tenía el poder para hacer frente a amenazas que antes habrían sido imposibles.

Al entrar al vacío del espacio, Luci se detuvo un momento, observando la escena. A lo lejos, veía a Victor y Xar'khal envueltos en un combate feroz, con explosiones de energía que rompían la calma del cosmos. Fragmentos de asteroides flotaban alrededor, y cada choque entre los dos titanes enviaba ondas de choque que distorsionaban la luz estelar.

Sin dudarlo, aceleró hacia ellos, dejando tras de sí un rastro dorado. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, extendió su báculo y proyectó una barrera de energía celestial alrededor de Victor, bloqueando un ataque mortal que Xar'khal había lanzado.

"¡No permitiré que lo lastimes más!", gritó con una voz que resonó incluso en el vacío del espacio. Su presencia interrumpió momentáneamente el combate, y Xar'khal, con su característica sonrisa cínica, la observó con interés.

"¿Crees que puedes hacer algo contra mí, mortal?", se burló, pero Luci no se dejó intimidar. Su báculo comenzó a brillar con más intensidad mientras canalizaba una corriente de energía divina.

"No estoy aquí para vencerte sola. Estoy aquí para proteger a quien amo. ¡Y no fallaré!"

Con esas palabras, lanzó una explosión de luz directa hacia Xar'khal, que este apenas logró bloquear. Aunque sabía que no tenía el mismo nivel de poder que Victor, su valentía y determinación eran suficientes para dar a Victor un momento de respiro en medio de la batalla. Luci no retrocedería; estaba lista para enfrentar incluso al ser más peligroso del universo si eso significaba proteger a Victor.

Xar'khal, con una fuerza abrumadora y una velocidad que parecía desafiar las leyes del cosmos, conectó un golpe devastador en el torso de Victor y un impacto igualmente feroz contra Luci. Ambos fueron lanzados a través del vacío del espacio como cometas descontrolados, dejando estelas brillantes detrás de ellos mientras se dirigían hacia Marte.

La superficie del planeta rojo tembló al recibir el impacto de los dos guerreros. Victor, cubierto de polvo marciano, se incorporó lentamente, jadeando por el esfuerzo. A su lado, Luci, aunque herida, se puso de pie, usando su báculo como apoyo. Sus ojos se encontraron por un breve instante, y Victor, con una mezcla de preocupación y admiración, le dijo: "No tienes que estar aquí, Luci..."

Ella negó con la cabeza, su determinación intacta. "No te dejaré enfrentar esto solo. Estamos juntos en esto."

Antes de que pudieran planear su próximo movimiento, una figura brillante apareció en el horizonte. Daiki Talloran, moviéndose con una rapidez impresionante, llegó directamente hacia Xar'khal, quien flotaba imponente entre Marte y el espacio exterior. Sin dudarlo, Daiki descargó una serie de golpes precisos y brutales contra el estómago de Xar'khal, sus ataques resonando como truenos en el vacío.

"¡Esto es por todo el daño que has causado!", gritó Daiki, mientras cada puñetazo enviaba ondas de energía que distorsionaban el espacio alrededor. Con un grito final, descargó un golpe definitivo que envió a Xar'khal volando a través del espacio, su trayectoria dirigiéndolo hacia el abrasador planeta Venus.

El impacto en la superficie del planeta envió una explosión de fuego y cenizas al espacio, mientras Daiki miraba en la dirección en que había lanzado al enemigo, respirando con dificultad. "No sé cuánto más podrá resistir, pero tampoco sé cuánto más podremos soportar nosotros."

Victor, levantándose completamente, colocó una mano en el hombro de Daiki y dijo: "Aún no hemos terminado. Vamos tras él." A su lado, Luci asintió, lista para continuar la lucha, mientras los tres se preparaban para enfrentarse al próximo asalto de su imparable enemigo.

Mientras tanto, Spajit y Dariel surcaban el cielo a gran velocidad, ambas guiadas por su intuición y un deseo inquebrantable de encontrar a Rigor. La tensión entre ellas era palpable; aunque compartían un propósito común, el odio mutuo y la rivalidad por el amor de Rigor siempre estaba presente, como un fuego que nunca se apagaba.

Finalmente, lo vieron. Rigor estaba en el centro de un campo de batalla infernal, enfrentándose con todo su ser a un demonio colosal, una criatura cuya presencia era casi tan abrumadora como la de los dioses. El demonio rugía, su figura envuelta en llamas oscuras, mientras Rigor utilizaba su postura de Krav Maga, bloqueando y contraatacando con precisión y determinación.

Sin decir una palabra, Spajit y Dariel se lanzaron al combate. La primera en actuar fue Spajit, que, con la cadena dentada del Nefesto Leviathan, atrapó uno de los brazos del demonio, tirándolo hacia atrás con una fuerza sobrehumana. Dariel, no queriendo quedarse atrás, desenvainó su espada de cristal celestial, cargando contra el monstruo con un corte que hizo retroceder a la criatura varios pasos.

El demonio rugió de furia y contraatacó con un golpe que desgarró el suelo a su alrededor, pero ambas mujeres lo esquivaron con agilidad, sus movimientos perfectamente sincronizados, aunque la rivalidad en sus miradas nunca desaparecía.

"No interfieras, Dariel. Esto es algo que puedo manejar sola," dijo Spajit con una sonrisa desafiante.

"Tú eres la que no debería estar aquí, Spajit," respondió Dariel con frialdad. "Rigor merece algo mejor que una ex como tú."

Sin embargo, las palabras de odio se interrumpieron cuando el demonio lanzó un rugido ensordecedor y cargó nuevamente hacia ellas. Ambas mujeres se movieron como un torbellino, combinando sus habilidades y, sin querer, complementándose en la batalla.

Rigor, cubierto de sudor y sangre, observaba la escena mientras una sonrisa suave aparecía en sus labios. Sus ojos, llenos de cansancio, se iluminaron al verlas a ambas luchando con tanto fervor.

"No importa cuánto peleen entre ustedes," pensó para sí mismo. "Siempre estarán ahí cuando realmente lo necesite. Y eso es lo que más aprecio."

Con una explosión de energía, Rigor se unió a la batalla, adoptando su postura característica y preparando su ataque definitivo: el Energy Cosmic Purple. Las tres fuerzas combinadas estaban listas para poner fin al demonio, aunque la verdadera batalla seguía siendo la que existía en los corazones de Spajit y Dariel, que continuaban luchando por el lugar más preciado en la vida de Rigor.

Rigor, con la mirada fija y decidido a acabar con la amenaza, se posicionó en el centro del campo de batalla. El Energy Cosmic Purple comenzaba a acumularse en sus manos, un remolino de energía violeta que vibraba con una intensidad devastadora, iluminando el área como un amanecer apocalíptico.

El demonio colosal rugió y cargó hacia él, su enorme figura proyectando sombras ominosas sobre el terreno. Spajit y Dariel, conscientes del poder de Rigor, se apartaron rápidamente, dejando el espacio libre para que él desatara toda su fuerza.

"¡Es hora de acabar con esto!" gritó Rigor, y lanzó el Energy Cosmic Purple con toda su fuerza.

La energía se disparó como un rayo descomunal, impactando directamente en el demonio. Al instante, pedazos de la criatura comenzaron a desgarrarse, su carne negra y espesa se desintegraba ante la fuerza del ataque. El demonio no tuvo tiempo de reaccionar; su cuerpo colapsó en mil fragmentos que se esparcieron por el aire, disipándose como humo al contacto con la energía púrpura.

El ataque no se detuvo allí. La onda expansiva viajó varios kilómetros, arrasando con otros demonios que habían estado acercándose al lugar. Decenas de criaturas fueron aniquiladas al instante, sus cuerpos reducidos a cenizas por el impacto masivo. El suelo mismo tembló, dejando un cráter gigantesco donde el demonio había caído.

Cuando la luz finalmente se desvaneció, Rigor respiraba profundamente, sus hombros tensos por el esfuerzo. El silencio que quedó en el aire era ensordecedor, un contraste total con el caos que había precedido. Spajit y Dariel lo observaron, ambas impresionadas por su fuerza, aunque ninguna quiso admitirlo en voz alta.

"Buen trabajo," dijo Spajit, rompiendo el silencio, mientras lanzaba una mirada fugaz a Dariel.

"Sí, pero no lo hiciste solo," agregó Dariel, con un toque de orgullo en su voz, aunque intentaba ocultarlo.

Rigor, agotado pero satisfecho, les dirigió una sonrisa tranquila. "Gracias a las dos. Pero esto no ha terminado. Todavía hay mucho más por hacer."

En la distancia, el rugido de nuevos enemigos resonaba, pero en ese momento, todos sabían que juntos podían enfrentarse a cualquier desafío, incluso si las tensiones personales seguían presentes.

Rigor, tras ejecutar su devastador ataque, dejó que su cuerpo se relajara por un instante, pero el agotamiento acumulado era demasiado. Sus piernas cedieron, y su cuerpo cayó al suelo con fuerza, levantando una pequeña nube de polvo.

Spajit y Dariel, que aún discutían en silencio, quedaron momentáneamente atónitas al verlo caer. Ambas corrieron hacia él, olvidando por un instante su rivalidad. Rigor yacía en el suelo, con los ojos cerrados y la respiración pesada. Su rostro, aunque sereno, mostraba señales de agotamiento extremo, mientras su energía parecía haberse extinguido casi por completo.

"¡Rigor!" exclamó Spajit, arrodillándose junto a él, con una mezcla de preocupación y furia. "¿Por qué siempre llevas las cosas al límite?"

Dariel, por su parte, se inclinó del otro lado, examinando rápidamente su estado. "Su pulso está débil, pero está vivo. Necesita tiempo para recuperarse."

Ambas compartieron una mirada breve, dejando a un lado sus diferencias. En ese momento, lo único importante era protegerlo.

El rugido de los demonios que aún quedaban resonó en la distancia, acercándose rápidamente. Spajit se puso de pie, empuñando sus armas con determinación. "Yo los detendré. Tú encárgate de él."

Dariel, aunque le costaba aceptar órdenes de ella, asintió. "Solo no te mueras ahí afuera."

Mientras Spajit se lanzaba a la batalla para detener a los enemigos, Dariel levantó cuidadosamente a Rigor, apoyándolo contra una roca cercana. Sus ojos se llenaron de preocupación mientras observaba su rostro cansado.

"Idiota," murmuró en voz baja, más para ella misma. "Si no vas a cuidarte, al menos no nos dejes preocupadas así."

En ese momento, un destello de energía en el horizonte le recordó que la batalla estaba lejos de terminar, pero ella sabía que haría todo lo posible para protegerlo hasta que despertara. Rigor había dado todo de sí; ahora era su turno de luchar.

Spajit, llena de furia y determinación, cortaba a los demonios que se abalanzaban sobre ella. Su espada Leviathan brillaba intensamente mientras trazaba arcos letales, arrancando gritos de dolor de las criaturas infernales. Dariel, tras asegurar a Rigor en un rincón protegido, se inclinó sobre él.

Miró su rostro exhausto, el hombre que había sido su roca en innumerables ocasiones. Su corazón se llenó de una mezcla de ternura y fuerza.

"Cuando todo esto termine, te prometo que tendremos un momento para nosotros," susurró mientras le daba un suave beso en los labios, sintiendo un calor reconfortante que la llenó de energía. "Descansa, amor mío. Yo me encargaré de todo."

Con una última mirada hacia él, se puso de pie y apretó sus puños, su aura brillando con una intensidad renovada. Corrió hacia el campo de batalla, donde Spajit estaba rodeada por una oleada interminable de demonios.

"¡Tardaste demasiado!" gritó Spajit mientras cortaba de un solo movimiento a dos demonios que intentaban rodearla.

Dariel aterrizó a su lado con un golpe que partió la tierra. "A veces es mejor llegar con estilo que rápido," respondió con una leve sonrisa mientras levantaba una lanza que brillaba con energía celestial.

Las dos mujeres, a pesar de su mutua rivalidad, compartieron una mirada de entendimiento. Por Rigor, por la batalla, y por ellas mismas, pelearían juntas.

Se lanzaron contra los demonios con fuerza imparable. Spajit usaba las cadenas del Nefesto Leviathan para atrapar a los enemigos, acercándolos para desmembrarlos de un solo corte. Dariel, por su parte, invocaba ráfagas de energía celestial con cada giro de su lanza, creando explosiones que borraban a decenas de demonios de un solo golpe.

"¡No dejes ni uno en pie!" rugió Spajit, bañada en sangre demoníaca, mientras cortaba a un líder demoníaco por la mitad.

"No hace falta que me lo digas!" respondió Dariel, lanzando su lanza como un rayo que atravesó a un grupo entero de criaturas antes de regresar a su mano.

Juntas eran una tormenta de caos, luz y destrucción. Los demonios comenzaban a retroceder, pero la batalla estaba lejos de terminar. Desde la distancia, un par de ojos observaban la escena con interés maligno, tramando un ataque aún más letal.

Sin embargo, en ese momento, Spajit y Dariel demostraban que, cuando luchaban juntas, eran imparables.

Nine Sharon respiraba con dificultad, su cuerpo maltratado y cubierto de heridas mientras enfrentaba a los demonios que lo rodeaban. Cada golpe que lanzaba era certero, pero su fuerza estaba menguando rápidamente. Su usual aire de invencibilidad parecía tambalearse, y la situación se volvía cada vez más crítica.

De repente, una explosión sacudió el aire. Desde el cielo descendió una figura familiar: Yenli Nasco. Con una sonrisa confiada y sus ojos chispeando determinación, aterrizó con gracia en medio del caos.

"Llegué tarde, amorcito," dijo con un tono juguetón, pero con un destello de preocupación en su voz mientras evaluaba el estado de Nine.

Sin esperar respuesta, Yenli arrojó dos esferas de energía con un movimiento fluido de sus manos. Las bolas de energía se incrustaron en los cuerpos de dos demonios, explotando al instante y pulverizando a las criaturas en una nube de humo y cenizas.

Nine, al verla, dejó escapar una risa cansada pero genuina. "Tarde, como siempre... pero justo a tiempo para salvarme el trasero."

Yenli le guiñó un ojo antes de girarse hacia otro grupo de demonios que se acercaban. "No podía dejar que te divirtieras todo solo. Además, alguien tiene que cuidar de ti cuando te metes en líos."

Con una sincronización perfecta, la pareja comenzó a luchar lado a lado. Nine, revitalizado por la llegada de Yenli, retomó su ímpetu, lanzándose contra los demonios con renovada ferocidad. Mientras tanto, Yenli iluminaba el campo de batalla con explosiones precisas y ataques llenos de gracia letal.

"Cúbreme," gritó Yenli, cargando una esfera de energía masiva entre sus manos.

"Siempre," respondió Nine, bloqueando un ataque que se dirigía a ella y contraatacando con una fuerza que rompió la defensa de su oponente.

Juntos, la conexión entre ellos era evidente, un vínculo que no podía ser quebrado ni siquiera en medio del caos. Su amor era su mayor fortaleza, y esa fortaleza se manifestaba en cada movimiento, en cada ataque.

"Cuando terminemos aquí, me deberás una cena romántica," bromeó Yenli mientras lanzaba la esfera de energía, borrando a un grupo entero de demonios.

"Trato hecho," respondió Nine, con una sonrisa torcida. "Pero primero, acabemos con esta fiesta."

Mientras la batalla continuaba a su alrededor, con demonios cayendo bajo los poderosos ataques de Nine Sharon y Yenli Nasco, algo más pasó. En medio de la acción, Yenli, con su confianza inquebrantable y una sonrisa traviesa, se acercó a Nine y aprovechó un momento de distracción para… un gesto un tanto osado.

"¡Yenli!" exclamó Nine con sorpresa, deteniéndose en su ataque mientras sentía que algo no era del todo adecuado. "¡¿Qué haces?! Estamos en medio de un combate, ¿te has vuelto loca?!"

Yenli se rió, divertida por la reacción de su amado, pero no se arrepintió en lo más mínimo. "¿Qué, crees que sólo tú puedes sorprenderme en el campo de batalla? Tienes que relajarte, cariño," dijo mientras continuaba luchando, dejando claro que su amor por él no solo se limitaba a palabras dulces.

Nine, aún atónito, no podía evitar un pequeño sonrojo, y luego, con una sonrisa torcida, volvió a centrarse en la pelea. "Sabes, nunca dejas de sorprenderme, pero te lo advierto, si seguimos así, te voy a lanzar por los aires... al menos después de la pelea."

Yenli lo miró de reojo, manteniendo la compostura mientras lanzaba otro ataque de energía con precisión mortal, y le guiñó un ojo. "Lo sé, cariño. Pero eso puede esperar. Ahora, démosles a estos demonios una despedida memorable."

El amor y la complicidad entre ellos se reflejaba no solo en sus bromas, sino también en la manera en que luchaban juntos, defendiendo y atacando como si estuvieran en perfecta sincronización, ambos sabían que tenían que poner todo en juego para ganar. A pesar de las distracciones momentáneas, nada los detenía cuando se trataba de luchar codo con codo.

La batalla continuó, pero la complicidad de su relación era evidente en cada paso que daban, mostrando que incluso en medio del caos, su amor era lo que los hacía aún más fuertes.

Nine Sharon y Yenli Nasco se pusieron a la par, con una conexión inquebrantable entre ellos, ambos con una concentración feroz. Nine Sharon, con una sonrisa confiada, levantó su mano al cielo, liberando una energía intensamente densa que comenzó a acumularse en su palma, mientras Yenli Nasco, con una mirada decidida y serena, hacía lo mismo con su propio poder.

"¡Supernova!" rugió Nine Sharon, su voz llena de determinación. Un destello cegador de luz se formó en su mano, una esfera colosal de energía listísima para estallar.

"¡Enana blanca!" exclamó Yenli Nasco con una sonrisa juguetona, añadiendo su propia fuerza gravitacional a la explosión. La combinación de la supernova, una explosión de energía pura, y la densidad extrema de la enana blanca formaron un ataque devastador. La gravedad de la enana blanca comprimía aún más la energía de la supernova, creando una esfera que no solo brillaba con luz cegadora, sino que también emanaba una presión aplastante.

Ambos miraron el ataque fusionado, y sin una palabra más, Nine y Yenli lanzaron la bola de energía hacia el enjambre de demonios que se aproximaba, creando una tormenta de destrucción a su paso. La esfera atravesó el campo de batalla con una rapidez impresionante, dejando una estela de devastación detrás de ella.

El impacto fue tan grande que cuando la bola de energía alcanzó a los demonios, todo a su alrededor fue absorbido por la explosión. Los demonios fueron pulverizados en un abrir y cerrar de ojos, como si no hubieran sido más que polvo ante la furia combinada de sus ataques.

El resplandor de la explosión iluminó el cielo, y Nine Sharon y Yenli Nasco se quedaron allí, observando el resultado de su ataque, su respiración calmada pero llena de adrenalina.

"Nada mal, ¿eh?" dijo Nine con una sonrisa satisfecha, mirando a Yenli mientras los últimos vestigios de la explosión se desvanecían.

"Nunca subestimes el poder de una enana blanca, cariño," respondió Yenli con una sonrisa traviesa, su confianza aún más sólida después de ver el alcance del ataque conjunto. "Es algo que te hace sentir invencible."

Ambos continuaron su lucha, más fuertes y más sincronizados que nunca, sabiendo que juntos podían enfrentar cualquier cosa que viniera hacia ellos.

Nine Sharon soltó una leve risa, disfrutando de la provocación mientras observaba a Yenli Nasco, quien lo miraba con ojos entrecerrados. "Será porque eres enana," bromeó, sus palabras impregnadas de una sonrisa desafiante.

Yenli Nasco, aunque ligeramente sorprendida por el comentario, rápidamente adoptó una expresión juguetona pero desafiante. Sus ojos brillaron con una mezcla de picardía y enojo. "Hoy por eso dormirás en el sillón," respondió con una voz firme pero con un toque de humor.

"Vaya, ¿así me vas a castigar, eh?" Nine respondió, levantando las cejas y jugueteando con su tono. "Creí que lo que hacía el 'amor' era hacernos más fuertes, no más... cómodos."

Yenli, cruzando los brazos con un gesto de falsa indignación, le dio un pequeño empujón. "Cuidado, cariño," dijo con una sonrisa traviesa, "que si sigues así, el sillón será el menor de tus problemas."

La chispa de diversión se encendió entre ambos, incluso en medio de la batalla. Aunque el caos los rodeaba, esos pequeños momentos compartidos no solo los mantenían fuertes en la lucha, sino que también les recordaban que incluso en los momentos más oscuros, el humor y el cariño siempre estaban presentes.

"No me importa el sillón," dijo Nine, sonriendo de nuevo mientras volvía a centrarse en la batalla. "Lo único que me importa es que ahora estamos juntos, luchando de nuevo."

"Eso es todo lo que importa," respondió Yenli, finalmente relajándose, pero sin dejar de sonreír. "Y ya sabes, después de que esto termine, tendrás que dormir en el sillón, pero hasta entonces... sigamos peleando."

Ambos se prepararon nuevamente para el combate, una vez más invencibles juntos, su amor y broma compartida lo suficiente como para seguir enfrentando cualquier desafío.

Evil Victor, imparable en su furia, seguía arrasando con los demonios que se atrevían a enfrentarse a él. Cada movimiento era calculado, cada ataque preciso, como si se alimentara de la desesperación y el caos que lo rodeaban. Su blaster solar brillaba intensamente, y al activarlo, disparó un rayo de energía pura hacia un grupo de demonios, desintegrándolos al instante en una explosión cegadora de luz.

"Uno menos," murmuró con voz grave, mirando cómo las cenizas de los demonios se dispersaban en el aire. A pesar de la ferocidad de sus ataques, la fatiga comenzaba a hacerse evidente en su rostro. Su respiración se volvió más pesada, pero su determinación no flaqueaba. "No me detendré… no hasta que todos caigan," se dijo a sí mismo, apretando los dientes.

Con una expresión fría y despiadada, se agachó para cargar otro disparo, pero en ese momento algo llamó su atención. Unas criaturas aún más poderosas se acercaban, su poder intimidante resonaba en el aire. Evil Victor los observó fijamente, el cansancio en sus ojos pero una chispa de desafío en su mirada.

"Parece que la diversión está lejos de terminar," dijo con una sonrisa torcida, mientras su energía se recargaba para lo que parecía ser una batalla aún más épica.

No había lugar para la rendición en su mente. No cuando su objetivo era claro.

Evil Victor estaba completamente absorbido por la batalla. Golpeaba, disparaba y destruía a los demonios con una furia imparable, casi como si se alimentara de la violencia a su alrededor. Pero de repente, el sonido de una voz familiar lo hizo detenerse en seco, haciendo que un escalofrío recorriera su espalda.

"¡¿Qué demonios crees que estás haciendo, Victor?! ¡¿Vas a destruirlo todo sin pensarlo?! ¡Te lo prohíbo!"

Era Victoria, su esposa. Su voz resonaba como un trueno en su mente, llena de furia y preocupación.

Antes de que pudiera reaccionar, un fuerte golpe lo sacudió en la cabeza. No fue un golpe de cualquier tipo; fue el tipo de golpe que solo una esposa que te conoce muy bien podría darte: certero, preciso y capaz de detenerlo en seco.

Evil Victor, sorprendido, se giró lentamente hacia ella, con una mezcla de sorpresa y frustración en sus ojos. "¿Victoria...? ¿Qué estás haciendo aquí? No entiendes, ¡estoy luchando por..."

"¡No me importa lo que digas!" interrumpió ella, con los ojos brillando de rabia. "¿De verdad pensaste que esto era lo correcto? ¡¿Vas a seguir destruyendo todo a tu paso?! ¡¿Qué es lo que buscas, eh?! ¡¿Qué tal si algo te pasa y te quedas atrapado aquí?! ¡No me lo puedes hacer otra vez, Victor!"

El golpe de la regañina era tan fuerte como los puños que él mismo había lanzado a los demonios. Victoria estaba devastada, preocupada por él, pero más aún por el monstruo en el que se estaba convirtiendo. "¡No lo quiero perder de nuevo! ¡No quiero perderte otra vez por esta maldita guerra!"

Evil Victor la miró fijamente, su mente conflictuada. El miedo no era algo que él sentía a menudo, pero en ese momento, algo en su interior se quebró. "Victoria... no quiero que sufras por esto. Pero..."

"¡¿Pero qué?! ¿Qué, Victor? ¿Vas a seguir con esta locura y matarlos a todos? ¡Te casaste conmigo, no con este monstruo!"

Evil Victor, por primera vez, bajó la mirada, sin respuestas claras. Sabía que tenía que elegir, pero en ese instante, su guerra interna era más fuerte que cualquier enemigo que enfrentara. "Lo siento…" murmuró, como si las palabras le quemaran.

Victoria, aún furiosa, respiró profundamente. "Nunca más, Victor. Esto tiene que parar."

El silencio se hizo presente entre los dos. Solo se oía el eco lejano de los demonios en la batalla.

Victoria, con sus ojos llenos de enojo y preocupación, levantó la voz mientras miraba a Evil Victor directamente. "No quiero que mi amor, mi rey, termine muriendo por esta locura." Su tono era firme, pero su mirada reflejaba el temor que llevaba en el fondo de su corazón.

Evil Victor se quedó en silencio, observándola mientras las palabras de su esposa lo perforaban más profundamente que cualquier ataque enemigo. "No quiero que mueras... como en un juego de ajedrez. Si matan al rey, todo se acaba. Es jaque mate."

La metáfora hizo eco en su mente. Por un instante, él, que siempre había visto el mundo como un campo de batalla, pensó en el sacrificio que estaba dispuesto a hacer, y se dio cuenta de lo que eso significaría para ella. Pero antes de que pudiera responder, su mirada captó algo detrás de Victoria: un demonio acercándose con un arma lista para atacar.

"¡Victoria, cuidado!" gritó Evil Victor. En un instante, se lanzó hacia ella, apartándola bruscamente, recibiendo un corte profundo en el pecho. La sangre comenzó a brotar, y él apenas tuvo tiempo para reaccionar. Con un rugido, levantó la mano y disparó un poderoso Blaster Solar, desintegrando al demonio al instante.

Victoria, aterrorizada, lo sostuvo mientras caía de rodillas. "¡Victor! ¿Qué hiciste? ¿Por qué...?"

Evil Victor apretó los dientes, ignorando el dolor, y la miró con una media sonrisa. "Nunca dejaría que algo te pasara, Victoria. Eres mi reina, y yo… yo siempre protegeré a mi reina, pase lo que pase."

Ella lo abrazó con fuerza, lágrimas brotando de sus ojos. "Te necesito vivo, Victor. No puedes protegerme si no estás aquí. Prométeme que no arriesgarás tu vida de esta manera otra vez. ¡Promételo!"

Él asintió levemente, aunque sabía que sus caminos siempre lo llevarían al peligro. Pero en ese momento, mientras sentía la calidez de su esposa y su preocupación sincera, juró que encontraría una forma de regresar a ella, sin importar cuán dura fuese la batalla.

Evil Victor, con una sonrisa desafiante a pesar de la reciente herida, observó cómo la regeneración empezaba a cerrar el corte en su pecho. Se levantó despacio, limpiándose un rastro de sangre de la boca, y miró a Victoria con calma. "Recuerda que tengo regeneración, no es tan grave como parece."

Victoria, sin embargo, no estaba para bromas. Sus ojos, llenos de lágrimas de enojo y preocupación, se clavaron en él con una intensidad que lo hizo titubear. "¡Ya lo sé, idiota! Pero eso no significa que tengas que actuar como un loco suicida." Su voz temblaba entre el enojo y el miedo, dejando entrever cuánto le importaba.

Antes de que Evil Victor pudiera responder, Victoria hizo un chasquido con los dedos. Al instante, una armadura negra, de diseño elegante y sólido, apareció envolviendo su cuerpo. La armadura brillaba con destellos oscuros, casi como si absorbiera la luz a su alrededor. Sin embargo, su cabeza permanecía descubierta.

Evil Victor arqueó una ceja, notando la falta de casco. "¿No deberías cubrirte la cabeza también?"

Victoria lo fulminó con la mirada, cruzando los brazos con firmeza. "No me gusta usar casco, me siento atrapada. Además, no necesito esconder mi rostro para patear traseros demoníacos. Vine preparada porque sé que contigo nunca es suficiente precaución."

Evil Victor soltó una carcajada baja, admirando la determinación de su esposa. "De acuerdo, reina. Pero no olvides que el rey siempre está listo para protegerte, incluso si tienes tu brillante armadura."

Victoria, sin perder su actitud seria, dio un paso hacia él y le golpeó ligeramente el pecho con el dedo. "Más te vale recordar que esta reina también puede protegerse sola. Pero si vuelves a hacer algo estúpido, prometo que yo misma te daré una paliza después de esta batalla."

Evil Victor asintió, con una sonrisa genuina que reflejaba orgullo y amor. "Entendido, mi reina. Vamos, juntos terminemos con estos demonios. Como el equipo que siempre hemos sido."

Ambos se giraron hacia la horda de demonios que se acercaba, listos para desatar su fuerza combinada, mientras las llamas del combate iluminaban sus figuras.

Victoria y Evil Victor avanzaban como un huracán de destrucción, golpeando y eliminando a los demonios con una fuerza abrumadora. Cada uno mostraba su destreza, con movimientos sincronizados que combinaban brutalidad y elegancia. Victoria destrozaba a sus enemigos con precisión letal, mientras Evil Victor atacaba con una ferocidad casi caótica.

En medio del combate, Evil Victor detuvo sus golpes y se giró hacia la multitud de demonios restantes. Su mirada se oscureció mientras elevaba una mano, concentrando una energía densa y caótica. "Infernal Caótico," pronunció con una voz llena de poder, mientras un vórtice oscuro se abría ante él.

La dimensión envolvió a los demonios, atrapándolos en un abismo de oscuridad. Desde dentro, comenzaron a aparecer múltiples cortes de energía que los destrozaban con precisión y rapidez. Los gritos de las criaturas resonaron, pero fueron silenciados rápidamente, mientras sus cuerpos quedaban hechos pedazos. Finalmente, la dimensión colapsó, disipándose como si nunca hubiera existido, dejando solo a Evil Victor, de pie, como el único vencedor.

Victoria, que había observado todo con una mezcla de enojo y preocupación, respiró aliviada al ver a su esposo salir intacto de la dimensión. Aunque seguía molesta por su impulsividad, no pudo evitar sonreír al verlo triunfante. "¿Siempre tienes que hacerlo tan dramático?" preguntó, cruzando los brazos pero sin ocultar el orgullo en su mirada.

Evil Victor se encogió de hombros, con una sonrisa que mezclaba confianza y picardía. "¿Y qué puedo decir? A ti te gusta el drama, reina."

Victoria soltó un suspiro de resignación, aunque su sonrisa permaneció. "Solo trata de no hacerme preocupar tanto la próxima vez, ¿de acuerdo?"

"Prometido," respondió Evil Victor mientras se acercaba a ella. Juntos, se prepararon para enfrentar cualquier otra amenaza, sabiendo que eran imparables como equipo.

Daiki, flotando en el vacío del espacio, enfrentaba a Xar'khal con determinación. Cada movimiento suyo era rápido, preciso, mientras los golpes resonaban en la inmensidad del cosmos. Sin embargo, Xar'khal, con una fuerza inesperada, lanzó un ataque brutal que envió a Daiki directo al planeta Tierra.

El guerrero impactó contra el suelo, creando un cráter inmenso. Respiró profundamente, poniéndose de pie con algo de dificultad, pero su voluntad permanecía intacta. Apenas tuvo tiempo de recuperarse cuando una horda de demonios apareció, rodeándolo con intenciones claras de eliminarlo.

Daiki no mostró temor; en cambio, su mirada se endureció. Colocó su katana frente a él, y en un movimiento fluido y calculado, lanzó un corte que pareció dividir el mismo aire. Un instante después, la mitad de los demonios quedó sin cabeza, cayendo al suelo como hojas en el viento.

"¿Es todo lo que tienen?" murmuró Daiki, su voz cargada de desafío, mientras giraba su katana para prepararse contra los enemigos restantes. La determinación en sus ojos brillaba, mostrando que estaba listo para seguir enfrentándose, sin importar cuántos más vinieran.

En medio del caos, el nombre de Daiki Talloran resonó con fuerza, pero esta vez no era un enemigo quien lo llamaba. Una figura descendió con gracia desde el cielo, envuelta en una brillante armadura plateada que reflejaba la luz como un faro en la oscuridad: era Darkness, su esposa.

Su rostro mostraba una mezcla de enojo y preocupación, y antes de que Daiki pudiera reaccionar, Darkness lo sujetó por el cuello de su armadura y lo estampó contra el suelo con un golpe certero.

"¡Idiota!" exclamó, cruzándose de brazos mientras lo miraba con severidad. "¿Cómo te atreves a irte sin avisarme? ¡¿Sabes cuánto me preocupaste?! Hoy no solo te dejaré sin el plato, sino también sin la cena después del combate. Prepárate para dormir con hambre."

Daiki, aún en el suelo, soltó una risa nerviosa mientras se incorporaba con cuidado, sobándose el lugar donde había recibido el impacto. "Darkness, amor, no es lo que parece... estaba protegiéndote..."

"¿Protegerme? ¡Yo no necesito protección! Pero parece que tú sí, con esas decisiones tan tontas que tomas." Darkness desenfundó su espada, lista para unirse a la pelea mientras lanzaba una mirada asesina a los demonios que quedaban. "De una vez por todas, terminemos con esto. Luego hablaremos de tus consecuencias, Daiki Talloran."

Daiki tragó saliva, sabiendo que después de los demonios, tendría que enfrentarse a la verdadera batalla: el enojo de su esposa.

En medio del campo de batalla, Daiki Talloran se movía con agilidad, su katana deslizándose a través de los demonios con cortes certeros. A su lado, Darkness, con su armadura plateada, destrozaba enemigos con una fuerza impresionante. Ambos peleaban a la par, como si hubieran ensayado esos movimientos cientos de veces, una coreografía perfecta de poder y precisión.

Daiki, tras un rápido giro, lanzó un corte perfecto que atravesó a varios demonios al mismo tiempo, dejando un sendero limpio a su alrededor. Mientras se enderezaba y observaba cómo los cuerpos de los enemigos caían al suelo, aprovechó la pausa momentánea para voltear hacia su esposa.

"Darkness, tengo una petición después de todo esto..." dijo con una leve sonrisa, limpiando la hoja de su katana con un movimiento elegante.

"¿Qué ahora, Daiki?" respondió ella sin perder el ritmo, decapitando a un demonio que se le lanzaba encima.

"Cuando terminemos aquí, ¿podrías cocinarme algo rico? Después de esta pelea, creo que me lo merezco."

Darkness lo miró con una mezcla de incredulidad y exasperación. "¿De verdad? ¿Estamos en medio del apocalipsis y tú estás pensando en comida? Eres un caso perdido."

"Lo sé, pero también soy tu caso perdido," respondió él, guiñándole un ojo mientras esquivaba un ataque y contraatacaba con rapidez.

Darkness suspiró, cortando a otro demonio por la mitad. "Está bien, Talloran. Pero solo porque me gusta complacerte... y porque probablemente te dejaré sin cena otra vez si vuelves a portarte como idiota."

Ambos se miraron un instante, compartiendo una sonrisa cómplice, antes de volver a concentrarse en el combate, luchando con una coordinación que pocos podrían igualar.

Derek, en su imponente modo de omnipotencia, se movía con precisión calculada entre la horda de demonios. Su expresión permanecía fría y determinada, como si cada movimiento fuera una pieza más en un gran plan que solo él podía entender.

Extendiendo ambas manos, invocó dos agujeros negros que comenzaron a girar con una fuerza devastadora, arrastrando a los demonios hacia su núcleo con una gravedad implacable. Los gritos de las criaturas se mezclaron con el rugido del colapso espacial, mientras Derek mantenía su postura firme, observando cómo el caos se desataba a su alrededor.

De repente, juntó sus manos en un gesto controlado, y los dos agujeros negros comenzaron a fusionarse. La energía acumulada era abrumadora, pero Derek no titubeó. Un agujero blanco emergió de la fusión, irradiando un brillo cegador que contrastaba con la oscuridad previa.

Con un simple chasquido de sus dedos, el agujero blanco explotó, liberando una onda expansiva de pura energía que barrió toda la zona. Los demonios restantes fueron desintegrados en un instante, y el terreno quedó limpio, como si la devastación hubiera borrado todo rastro de maldad.

Derek bajó sus manos lentamente, observando el resultado de su ataque. Aunque rodeado de destrucción, su mente ya estaba en el siguiente paso, buscando cualquier amenaza restante. En voz baja, murmuró para sí mismo:

"La perfección de este poder no es para ostentar. Es para cumplir con el propósito que me fue dado... exterminar el caos."

Sin perder más tiempo, se preparó para el siguiente grupo de enemigos, consciente de que la batalla aún estaba lejos de terminar.

Derek, aún envuelto en su aura omnipotente, se lanzaba con determinación al campo de batalla, enfrentándose a la interminable horda de demonios. Cada paso que daba resonaba como un trueno, y con cada movimiento, sus ataques parecían desgarrar la misma realidad.

Con una rapidez inhumana, esquivaba las garras y ataques de los demonios, respondiendo con golpes precisos y letales. Cada puño que impactaba parecía contener el peso de una estrella colapsada, y los demonios eran destruidos en oleadas.

—¿Esto es todo lo que tienen? —preguntó Derek con una calma glacial mientras atrapaba a un demonio por el cuello y lo desintegraba con un simple apretón.

Cuando un grupo de demonios intentó rodearlo, Derek extendió su brazo, creando un anillo de energía pulsante que los atrapó en su centro. Con un simple giro de muñeca, el anillo colapsó, eliminando a los enemigos en un estallido de luz cegadora.

Sin embargo, los demonios no se detenían. Más criaturas emergían de las sombras, gritando con furia y desesperación. Derek dio un paso adelante, sus ojos brillando con un resplandor que parecía contener todo el poder del cosmos.

—Si es todo lo que pueden ofrecer, entonces esto será rápido —dijo, invocando un vasto rayo de energía pura desde el cielo, que descendió como un juicio divino, barriendo a decenas de demonios en una sola explosión.

A pesar de la intensidad del combate, Derek permanecía imperturbable. La furia de los demonios no era suficiente para rivalizar con la precisión y poder de su técnica. Con cada ataque, su fuerza parecía aumentar, como si el campo de batalla solo sirviera para recordarle su propósito.

—Voy a purgar este caos... hasta el último de ustedes —murmuró, mientras avanzaba hacia el siguiente grupo, su silueta imponente destacando en medio de la destrucción.

Jehová, jadeando y con las manos cubiertas de sangre demoníaca, lanzó un último golpe devastador, partiendo a un demonio colosal en varias partes con un rugido que resonó por toda la zona de batalla. Sin embargo, antes de que pudiera recuperar el aliento, un nuevo grupo de demonios apareció, gritando con furia y sed de destrucción.

Antes de que el pánico pudiera invadir la escena, un impacto estremecedor sacudió la tierra. Desde los cielos descendió Metatrón, el dios de los androides y las máquinas, envuelto en una brillante armadura cibernética que irradiaba un poder abrumador. Sin una palabra, se lanzó con una fuerza brutal hacia los demonios, destruyendo a docenas con cada golpe de sus puños metálicos. Los demonios, que habían demostrado ser imparables, caían como hojas bajo la tormenta.

Jehová, con una sonrisa cansada pero genuina, observó a su antiguo aliado en acción.

—Pensé que llegarías tarde, Metatrón.

El dios de las máquinas se giró brevemente, su rostro inmutable como el acero, pero su voz reverberó con una mezcla de seriedad y compañerismo.

—Nunca llego tarde. Solo estoy exactamente donde debo estar.

Los demonios, al ver que incluso Metatrón no era el único refuerzo, comenzaron a retroceder. Pero antes de que pudieran reagruparse, otra figura impactante apareció en el horizonte. Era Greci, la diosa de las razas, su presencia irradiando una belleza sobrenatural y fuerza implacable. Su piel, un mosaico vivo que cambiaba de colores con cada movimiento, brillaba bajo el sol, mientras que su cabello fluía como una cascada de matices infinitos. Sus ojos, de un azul radiante como el cielo en el amanecer, parecían contener toda la esperanza del mundo.

Con una destreza impresionante, Greci golpeaba a los demonios con movimientos gráciles pero devastadores. Cada ataque era como una obra de arte, destrozando enemigos mientras ella danzaba entre ellos, su poder divino resonando en cada paso.

Jehová observó a los dos dioses luchando a su lado, una mezcla de alivio y determinación en su expresión.

—Con ustedes aquí, tal vez tengamos una oportunidad.

Metatrón, siempre pragmático, respondió mientras destrozaba a un grupo de demonios con un ataque que parecía desintegrarlos a nivel molecular.

—No "tal vez", Jehová. Vamos a ganar.

Y Greci, con una sonrisa llena de confianza y una chispa en sus ojos, añadió mientras lanzaba a un demonio gigante por los aires.

—Hoy, el universo recordará por qué somos dioses.

Los tres, unidos por un propósito común, desataron su furia divina en el campo de batalla, dejando claro que ningún demonio podría resistirse al poder de las deidades que ahora se enfrentaban a ellos.

En el abrasador y desolado terreno de Venus, la batalla alcanzaba un clímax furioso. Victor y Xar'khal intercambiaban golpes devastadores, cada impacto generando ondas de choque que sacudían el terreno rocoso y hacían temblar la atmósfera venenosa del planeta. Xar'khal, con una sonrisa sádica, resistía los ataques brutales de Victor, aprovechando cada oportunidad para lanzar contraataques igual de demoledores.

Mientras tanto, Luci, desde una posición elevada, canalizaba su energía celestial. Con una mirada determinada, levantaba las manos, creando múltiples esferas de energía luminosa.

—¡No dejaré que te lastime más, Victor! —gritó con pasión.

Las bolas de energía comenzaron a llover sobre Xar'khal desde todos los ángulos posibles. El enemigo apenas podía esquivar algunas, mientras otras impactaban directamente en su cuerpo, explotando en destellos cegadores que iluminaban el cielo denso de Venus. Xar'khal gruñó de dolor, pero su resistencia parecía infinita.

Victor, aprovechando la distracción de los ataques de Luci, reunió todo su poder.

—¡Este es el fin, Xar'khal! —rugió, canalizando su técnica especial.

Con una velocidad imposible, Victor apareció frente a Xar'khal, conectando un golpe devastador en su torso que lo hizo retroceder varios metros, hundiendo sus pies en el terreno abrasador. Pero Xar'khal no se dejó intimidar; con un grito feroz, liberó un estallido de energía oscura, lanzando una onda expansiva que obligó a Victor y Luci a retroceder momentáneamente.

Luci, sin perder tiempo, formó una esfera aún más grande y brillante que las anteriores. La lanzó con toda su fuerza hacia Xar'khal mientras gritaba:

—¡Victor, ahora!

Victor, sincronizado con Luci, cargó hacia Xar'khal, usando la explosión como cobertura para lanzar un combo de golpes rápidos y certeros, cada uno retumbando como un trueno en el cielo venusiano. Xar'khal comenzó a mostrar signos de agotamiento, pero su risa siniestra persistía.

—¿Es esto todo lo que tienen? —se burló, aunque sus heridas ya eran evidentes.

La pareja continuó su ofensiva, demostrando que juntos eran una fuerza imparable, mientras el ardiente campo de batalla en Venus se convertía en el escenario de un enfrentamiento épico que decidiría el curso de la guerra.

El impacto de Xar'khal fue brutal. Victor, aún recuperándose de su ataque anterior, sintió un dolor agudo cuando el Destello Divino lo atravesó de lleno en el estómago, lanzándolo varios metros atrás. La energía abrasadora del golpe perforó su defensa y lo dejó sin aliento, su cuerpo tambaleando, aunque su resistencia lo mantenía en pie. El suelo de Venus tembló bajo la magnitud de la explosión de energía. Victor jadeó, con la respiración pesada, mientras las quemaduras y cicatrices comenzaban a marcar su piel.

Pero antes de que pudiera reaccionar, Xar'khal giró con rapidez y, con una ferocidad inhumana, se lanzó hacia Luci. En un abrir y cerrar de ojos, un rastro de fuego surgió al contacto de sus manos, envolviendo la mitad de su cuerpo en llamas. Luci gritó de dolor, pero antes de que pudiera reaccionar completamente, Xar'khal la alcanzó y, con un movimiento letal, le propinó un corte directo al rostro.

El filo cortó profundamente su mejilla, abriendo una herida sangrienta que dejó cicatrices que marcarían su piel para siempre. La velocidad y precisión del golpe hicieron que Luci perdiera un mechón de su cabello, y el filo cortó tan cerca que la dejó parcialmente cegada, perdiendo un ojo en el proceso. La intensidad del ataque la derribó al suelo, su cuerpo ardiendo, y el sufrimiento visible en su rostro.

Victor, al ver lo que acababa de suceder, reaccionó con furia.

—¡No lo permitiré! —gritó, su dolor convertido en ira incontrolable.

Se levantó rápidamente, ignorando las heridas, con un furioso resplandor en sus ojos. La determinación de proteger a su amada y vengar lo que acababa de sufrir, lo impulsó a una nueva ola de poder. Mientras tanto, Luci, herida y debilitada, luchaba por mantenerse consciente. Con un suspiro entrecortado, sus ojos se llenaron de determinación.

—Victor, no... me dejes. —murmuró con voz débil, pero su corazón seguía luchando.

Xar'khal, con una sonrisa cruel, observó el sufrimiento de ambos, disfrutando de la tormenta que había desatado.

—¿Creyeron que podrían vencerme? —dijo con malicia, mientras su energía oscura comenzaba a rodearlo, preparándose para un nuevo asalto.

El campo de batalla estaba al borde del colapso, y el destino de Victor y Luci pendía de un hilo mientras luchaban contra el hombre que los había arrastrado hasta el límite.

El aire estaba cargado con una tensión insoportable cuando Luci, herida y marcada por las cicatrices en su rostro, se levantó con un esfuerzo monumental. El dolor le recorría todo el cuerpo, pero el poder que Jehová había despertado en ella comenzó a manifestarse con una furia renovada. El fuego que aún consumía su cuerpo fue apagado rápidamente gracias a que Victor utilizó agua que había traído de un rincón del universo, disipando las llamas que le habían devorado.

Al ver su cuerpo lleno de cicatrices, Luci comprendió que había algo mucho más grande en ella, algo que hasta ahora había estado oculto, esperando el momento adecuado para surgir. En ese momento, su mirada se volvió decidida. El poder celestial que Jehová había infundido en ella se desplegó con fuerza, una energía tan pura que sus ojos brillaban intensamente.

Sin perder tiempo, Luci se posicionó junto a Xar'khal, y con una agilidad impresionante, se lanzó hacia él. En un movimiento fluido y letal, hundió su mano directamente en el cráneo de Xar'khal, causando que su enemigo gimiera en agonía por un instante antes de caer al suelo con el impacto. Luci saltó hacia atrás con rapidez, buscando mantener su distancia mientras su corazón latía con fuerza.

Victor, al ver la oportunidad, activó su poder más primordial. Con un gesto rápido, sus manos comenzaron a moverse en complejas y poderosas formaciones, invocando el poder de los antiguos fuegos primordiales. Un resplandor cegador surgió de sus manos, y en cuestión de segundos, una flecha de fuego del tamaño de un continente se formó ante él.

La flecha brillaba con la furia de un universo entero, cargada con energía pura y descomunal. Victor la lanzó hacia Xar'khal, quien apenas podía moverse después del golpe devastador de Luci. La flecha atravesó el aire a una velocidad que ni siquiera el tiempo podía detener, y cuando alcanzó su destino, explotó en una onda expansiva tan poderosa que creó una detonación semejante a la creación misma del omniverso. La energía envolvió todo a su alrededor, borrando todo lo que estaba en su camino.

El impacto fue tan grande que Xar'khal, por más resistente que fuera, apenas pudo mantenerse de pie. El caos de la explosión arrasó con su energía, debilitándolo aún más, mientras la onda expansiva destruyó el entorno a su alrededor. Los cielos se oscurecieron por un momento, y el espacio se retorció debido al poder de esa ofensiva.

Luci y Victor, agotados pero sin rendirse, se mantuvieron firmes. El calor de la batalla los rodeaba, pero el amor y la furia con la que luchaban no permitirían que su enemigo sobreviviera mucho más.

"Es el final, Xar'khal," dijo Victor con voz llena de determinación, mientras su mirada se centraba en la figura de su enemigo, ahora tambaleante frente a la destrucción que acababan de desatar.

Xar'khal, aunque severamente herido y debilitado por la combinación del poder de Luci y la devastadora flecha de fuego primordial de Victor, no estaba listo para sucumbir. Con un rugido de furia y frustración, su cuerpo comenzó a regenerarse, utilizando el poder de su propio concepto para restaurarse a una velocidad abrumadora.

La energía oscura que emanaba de su cuerpo era palpable, y a medida que su figura se reconstruía, la furia en sus ojos se intensificaba. Cada corte y daño que había sufrido se desvaneció ante la poderosa regeneración que había desatado. En cuestión de segundos, Xar'khal estaba completamente restaurado, su poder renovado con una ira que ardía en su interior.

"No me rendiré tan fácilmente," gruñó, su voz resonando con el eco de una amenaza palpable. "¡Voy a destruirlos a ambos!".

Xar'khal, ahora de pie y completamente regenerado, extendió sus manos hacia el cielo. El aire a su alrededor comenzó a vibrar con energía oscura mientras absorbía la energía residual de la explosión y la convertía en su propio poder. Con una fuerza descomunal, el concepto de regeneración se expandió por todo su ser, haciendo que su cuerpo resplandeciera con una luz oscura que reflejaba su enojo y determinación.

Victor y Luci, aunque sorprendidos por la rapidez con la que se había regenerado, no retrocedieron. Sabían que ahora enfrentaban a una versión más peligrosa de su enemigo, pero también sabían que el combate no había terminado.

Luci, con una mirada desafiante, se preparó para atacar de nuevo. "Te lo advertimos, Xar'khal. No subestimes el poder del amor y la furia de quienes luchan por lo que más aman."

Victor, también dispuesto a darlo todo, activó su poder primordial una vez más. "Vamos, Luci. Esto no ha terminado."

La batalla continuaba, más feroz que nunca, con el destino de ambos lados colgando de un hilo. Xar'khal, aunque regenerado, sabía que tenía que ser más inteligente en sus ataques, pues sus enemigos no eran fáciles de vencer. El terreno de lucha estaba dispuesto para una última confrontación.

Xar'khal y Victor se enfrentaron con una intensidad nunca antes vista. Ambos estaban en el límite de sus poderes, y la atmósfera misma parecía temblar con cada golpe. Xar'khal, ahora impulsado por su regeneración y el poder que había absorbido, atacaba con una ferocidad brutal, sus movimientos rápidos y fluidos como si el tiempo mismo no pudiera seguirle el ritmo. Victor, en respuesta, usaba toda su habilidad, su cuerpo se movía con la precisión de un depredador, cada golpe calculado, pero también imprudente por la furia que sentía en su interior.

El choque de ambos era casi imperceptible, y la velocidad de sus ataques superaba por mucho lo que Luci, aunque poderosa, podía seguir con sus ojos. Golpes, patadas y energía pura chocaban entre sí, creando explosiones y ondas de choque que sacudían la arena de Venus. Los cielos comenzaban a oscurecerse por la violencia de la batalla, y la tierra temblaba bajo sus pies.

Luci, observando, sentía una sensación de impotencia. Aunque su poder había aumentado significativamente gracias a la bendición de Jehová, ahora se encontraba limitada al no poder seguir el ritmo de esta brutal lucha. "¡Victor!" gritó, aunque sabía que no podía hacer mucho. Su corazón se llenaba de ansiedad, deseando poder ayudar, pero también entendiendo que esta era la prueba de que Victor necesitaba pelear solo para ganar.

La intensidad del combate continuaba creciendo, cada golpe de Victor era un intento desesperado por acabar con Xar'khal de una vez por todas, mientras que cada ataque de Xar'khal era más destructivo que el anterior, buscando aplastar a su enemigo de una vez por todas.

La velocidad era tal que los propios efectos de sus ataques comenzaban a reverberar en el espacio circundante, haciendo que el tiempo y el espacio se distorsionaran por breves momentos.

De repente, un golpe demasiado fuerte de Xar'khal impactó a Victor en el costado, enviándolo a volar por varios kilómetros. Luci, al ver esto, apretó los dientes, pero no podía intervenir. El combate estaba más allá de lo que ella podía hacer.

"Esto no termina aquí," pensó Victor, mientras se reincorporaba con rapidez, sabiendo que cada segundo que pasaba era crucial para mantener su ventaja.

Por fin, un golpe preciso de Victor, aprovechando la pequeña abertura que Xar'khal había dejado, logró impactar directamente en su torso, haciendo que el enemigo retrocediera. Xar'khal gruñó de dolor, pero no se detuvo, y con una mirada llena de furia, se preparó para el siguiente asalto.

La batalla continuaba, y ambos sabían que solo uno de ellos saldría victorioso de esta lucha titánica.

Continuará...