Chereads / History academy arco 6: El fin del mundo. / Chapter 21 - Episodio 21: Un nuevo jugador

Chapter 21 - Episodio 21: Un nuevo jugador

En el planeta K-2B, un mundo vasto y lleno de vida, donde la gravedad era más fuerte que en la Tierra, pero aún manejable para los habitantes, se encontraba una civilización humana que había evolucionado para adaptarse a su entorno. Sus cuerpos eran más robustos, capaces de soportar la presión del planeta y de vivir en armonía con la fauna y la flora que se desplegaba por todo el planeta, que era conocido por su gran abundancia de agua y un aire limpio y respirable.

En este planeta, la vida se desenvolvía de una manera similar a la de cualquier otra civilización, pero con sus propias particularidades. Los humanos del K-2B habían aprendido a convivir con especies de animales extrañas y desafiantes, además de estar equipados con la tecnología necesaria para sobrevivir a los desafíos que la naturaleza les imponía, desde el aumento de la gravedad hasta los cambios bruscos en el clima.

Froxantu, un joven de unos 22 años, era un repartidor de suministros, un trabajo que requería destreza y resistencia física debido a las exigentes condiciones de K-2B. Aunque su jornada diaria no era peligrosa en términos de combate o aventuras, sí requería que se desplazara rápidamente entre ciudades dispersas, sorteando los obstáculos naturales que el planeta le ofrecía. Montaba una moto voladora adaptada a la gravedad más densa, un vehículo que parecía flotar más que volar, mientras surcaba el paisaje y transportaba paquetes de vital importancia para las diferentes aldeas y zonas rurales del planeta.

Froxantu era un joven de carácter tranquilo, pero con una mente aguda y decidida. Sus ojos brillaban con una mezcla de curiosidad y determinación, siempre buscando mejorar sus habilidades y aprender más sobre su planeta y su gente. Mientras volaba por el aire, pasando sobre bosques de árboles gigantes y vastos océanos que se extendían a lo lejos, pensaba en su vida cotidiana, aunque sentía que algo faltaba, como si en su interior hubiera una inquietud que no terminaba de comprender.

En ese momento, como si el destino estuviera guiando sus pasos, recibió una notificación en su visor de datos. Un paquete urgente debía ser entregado al otro lado del continente, en una zona aislada y de difícil acceso. Este tipo de entregas no eran comunes y normalmente se realizaban por personal más especializado, pero Froxantu, con su deseo de demostrar su valía, aceptó el desafío sin pensarlo demasiado.

Lo que no sabía era que este paquete traía consigo un cambio radical en su destino, algo que alteraría el curso de su vida y, probablemente, de la civilización entera de K-2B.

Froxantu aceptó la misión sin dudar. El paquete que debía entregar era especialmente peligroso: un reactor nuclear de alta capacidad que, si no se manejaba correctamente, podía representar una amenaza catastrófica para la vida en K-2B. Por eso, era esencial que usara un traje especial de protección, diseñado para aislar a los humanos de la radiación intensa que emanaba del reactor.

Antes de salir, Froxantu se dirigió a su pequeña estación de trabajo en la ciudad más cercana, donde un equipo de expertos lo esperaban para equiparlo con el traje. Era un conjunto avanzado de nanotecnología, capaz de crear una barrera protectora alrededor de su cuerpo que absorbía la radiación, manteniendo sus órganos y células a salvo de la exposición. El traje era pesado, cubría todo su cuerpo, y tenía un casco con un visor blindado que proporcionaba visibilidad total y le permitía monitorear los niveles de radiación en tiempo real.

Mientras el equipo ajustaba el traje y lo revisaba cuidadosamente, Froxantu miró una vez más el paquete que debía entregar. Era pequeño, pero el peso de su responsabilidad lo hacía sentir más grande de lo que parecía a simple vista. Sabía que las áreas donde debía entregarlo eran remotas y difíciles de acceder, lugares donde el sistema de comunicación estaba limitado, y donde cualquier error podía ser fatal. Además, el reactor nuclear era extremadamente inestable; cualquier choque o fuga podía desatar una catástrofe irreversible.

Con todo listo y su equipo completamente asegurado, Froxantu subió a su moto voladora, ajustó los controles, y emprendió el vuelo hacia su destino. A medida que ascendía sobre las vastas llanuras de K-2B, observaba cómo la ciudad se iba alejando y cómo el horizonte se extendía ante él, cubierto por densos bosques y montañas que apenas eran tocadas por la mano del hombre.

Durante el trayecto, pensaba en lo que significaba esta misión. Era una de esas entregas que pocos se atreverían a hacer, pero para Froxantu, era la oportunidad perfecta para demostrar su valentía y capacidad ante la sociedad. Sin embargo, también sabía que esta tarea podría cambiar su vida para siempre. La radiación del reactor no solo era peligrosa, sino que también podía tener efectos a largo plazo en la salud de cualquier persona que se expusiera a ella durante largos períodos, y aunque su traje lo protegía de inmediato, no podía evitar preguntarse qué consecuencias tendría todo esto.

Finalmente, tras horas de vuelo a través de paisajes inhóspitos y casi deshabitados, Froxantu llegó a una región desolada. Las instalaciones donde debía entregar el reactor nuclear se encontraban en una antigua estación científica abandonada, un lugar donde las fuerzas de seguridad del planeta habían dejado de patrullar debido a su inaccesibilidad.

A medida que aterrizaba en el área restringida, Froxantu comenzó a notar algo extraño en el aire. Un silencio absoluto lo envolvía, algo que rara vez ocurría en K-2B. Los animales que solían merodear por la zona no se oían, y el paisaje, aunque impresionante, parecía vacío, como si algo estuviera esperando a que llegara.

Froxantu sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero no podía perder tiempo. Recogió el paquete y comenzó a caminar hacia el centro de la estación científica, donde debía entregarlo. A medida que se adentraba más en el lugar, una sensación extraña lo invadió, como si estuviera siendo observado. Cada paso resonaba en el aire, y el peso del reactor nuclear sobre su espalda parecía volverse cada vez más pesado.

Sin embargo, a medida que se acercaba a su destino, lo que no sabía Froxantu era que, en ese mismo momento, una serie de fuerzas desconocidas estaban moviéndose en las sombras, observando su llegada. Este planeta, tan lleno de vida y esperanza, estaba a punto de enfrentarse a una serie de eventos que cambiarían el curso de su historia para siempre. Y Froxantu, sin saberlo, había activado una cadena de sucesos que lo involucrarían en una lucha mucho más grande de lo que jamás imaginó.

Froxantu había completado su misión sin problemas aparentes. Entregó el reactor nuclear a los científicos en la estación abandonada, quienes lo recibieron con agradecimiento y una preocupación evidente por lo peligroso del material. Sin hacer muchas preguntas, Froxantu se despidió rápidamente y se dirigió hacia su vehículo, un modelo de moto voladora de alta gama, ideal para las distancias largas y los terrenos difíciles.

El aire fresco de K-2B golpeaba su rostro mientras aceleraba hacia su destino, sintiéndose aliviado de haber cumplido con éxito la peligrosa entrega. A medida que se acercaba a la ciudad, las luces brillaban en el horizonte, y todo parecía estar en orden. Sin embargo, la tranquilidad fue interrumpida de manera abrupta cuando, de repente, una figura apareció en medio de la autopista, bloqueando su camino.

Froxantu frenó de inmediato, su moto voladora chirriando mientras se detenía a solo unos metros de la figura misteriosa. La luz de los faros iluminó al desconocido, un hombre que parecía fuera de lugar. Su vestimenta era oscura, con una capa que ondeaba al viento, y su rostro, parcialmente cubierto por una capucha, estaba serio y enigmático.

La figura no dijo una palabra, solo observaba a Froxantu con una intensidad desconcertante. Froxantu, con el corazón acelerado, miró al desconocido mientras evaluaba la situación. Había algo en ese hombre que no encajaba, algo extraño en su presencia que lo hacía sentirse incómodo, como si todo en su entorno se hubiera detenido en el tiempo.

Un instante de silencio colmó el aire. Froxantu, con cautela, intentó iniciar la conversación.

— ¿Quién eres? — Preguntó con voz firme, aunque una ligera ansiedad se filtraba en sus palabras.

El hombre no respondió inmediatamente. En lugar de eso, se acercó lentamente, y Froxantu sintió un estremecimiento recorrer su espalda. Algo en la mirada de aquel ser lo hizo sentir vulnerable, como si estuviera siendo estudiado, evaluado.

Finalmente, el extraño rompió el silencio.

— "Estás en el camino de algo mucho más grande que tú, Froxantu."

Las palabras resonaron en el aire de manera profunda, y Froxantu frunció el ceño, sorprendido. No esperaba que ese desconocido conociera su nombre, y mucho menos que hablara con tal gravedad.

— ¿Qué quieres decir con eso? — Preguntó, sin poder ocultar la preocupación que comenzaba a nublar su juicio.

El hombre permaneció en silencio un momento más, antes de dar un paso atrás y, con un gesto casi indiferente, señalando hacia el horizonte.

— Lo que has entregado hoy no es solo un simple paquete. Es la clave para algo mucho más peligroso, algo que está más allá de tu comprensión.

Con esas palabras, el hombre dio media vuelta y comenzó a alejarse sin mirar atrás. Froxantu, confundido y desconcertado, se quedó observando, sin saber qué hacer.

Antes de desaparecer en la oscuridad de la noche, el misterioso ser se detuvo brevemente y miró hacia atrás por encima del hombro.

— No será la última vez que te cruce en el camino. Recuerda lo que te he dicho.

Con esas últimas palabras, el extraño desapareció en las sombras, dejando a Froxantu solo en la autopista, su mente girando con miles de preguntas sin respuesta. Sin saber si había sido una advertencia o una amenaza, Froxantu encendió nuevamente su moto y continuó su camino hacia la ciudad. Sin embargo, algo había cambiado en su interior. Sabía que este encuentro no era algo casual, y que el futuro de K-2B, tal vez el suyo también, estaba a punto de dar un giro inesperado.

Froxantu llegó a la ciudad con la mente agitada, sus pensamientos ocupados por el extraño encuentro en la autopista. No podía quitarse la sensación de que había algo más grande acechando en las sombras, algo que tenía que ver con la entrega del reactor nuclear. Mientras pasaba por las calles iluminadas, su concentración se interrumpió bruscamente por el grito de una mujer.

A lo lejos, vio a una señora mayor luchando por mantener su bolso mientras un chico de aspecto desaliñado la empujaba hacia atrás, arrancándole la bolsa con fuerza. El chico tenía una mirada frenética, como si estuviera completamente desquiciado. Froxantu, con el corazón acelerado, no pensó dos veces. Aceleró el paso, deseando intervenir antes de que la situación empeorara.

Pero cuando estuvo más cerca, algo extraño ocurrió. El chico, con una sonrisa torcida, levantó sus manos hacia el cielo y murmuró algo en voz baja. Al instante, la sombra a su alrededor comenzó a distorsionarse, como si el espacio mismo se curvara. Una criatura comenzó a materializarse ante ellos. Era monstruosa, con una piel gruesa y endurecida como si fuera de roca, y lo más aterrador de todo: en lugar de manos, tenía enormes cuchillas afiladas que reflejaban las luces de la ciudad. Su presencia era ominosa, como si todo el entorno se enfriara a su alrededor.

La criatura se erguía sobre el chico, como un guardaespaldas monstruoso, y su mirada fija en Froxantu mostraba una absoluta falta de compasión. El chico, riendo maniaca, le dijo a Froxantu:

— "Diviértete con tu sufrimiento."

Las palabras resonaron en el aire, llenas de malicia. Froxantu no dudó ni un segundo. Sin perder tiempo, se preparó para la confrontación. Sabía que este tipo no era un ladrón común y que la situación podría escalar rápidamente.

El chico, al ver la determinación en los ojos de Froxantu, agitó su mano, ordenando a la criatura que se moviera. La bestia, como si recibiera una orden, se lanzó hacia Froxantu con una rapidez asombrosa, sus cuchillas brillando con una sed de violencia.

Froxantu, sintiendo el peso de la amenaza, esquivó con agilidad. La criatura cortó el aire donde había estado hace un segundo, dejando una estela de energía peligrosa. Froxantu, aprovechando su velocidad, comenzó a maniobrar con precisión, esquivando los ataques mientras buscaba un punto débil en la criatura.

La señora, en un rincón cercano, observaba aterrada. Froxantu no podía dejar que este caos continuara. Mientras la criatura volvía a atacar, Froxantu desplegó un dispositivo de su traje, un campo de energía de alta frecuencia que emitía ondas de choque. Usó la energía para repeler el ataque de la criatura, creando un escudo de fuerza que bloqueó las cuchillas justo antes de que lo alcanzaran.

— "¡No quiero pelear, pero no me dejas opción!" —gritó Froxantu, con un toque de frustración en su voz. El chico no parecía interesado en escuchar, solo reía como si la situación fuera un juego.

La criatura, al verse empujada por la barrera de energía, retrocedió un paso, pero no se rindió. Froxantu aprovechó el momento de respiro para evaluar su próximo movimiento. La clave no era solo vencer a la criatura, sino al chico que la controlaba.

Sin embargo, antes de que pudiera idear un plan, el chico levantó sus manos nuevamente, y la criatura comenzó a regenerarse, su piel endurecida parpadeando con una luz siniestra. Froxantu no tenía mucho tiempo antes de que el monstruo se recuperara por completo.

Con una mirada decidida, Froxantu activó el modo de alta potencia de su traje, acelerando sus reflejos y fuerza. Lanzándose al frente con velocidad, comenzó a atacar las articulaciones de la criatura, buscando los puntos más vulnerables. Cada golpe que propinaba enviaba ondas de energía que hacían temblar el suelo bajo ellos.

Mientras tanto, el chico que controlaba la criatura no hacía más que observar, disfrutando de la lucha. De repente, la risa del chico se detuvo y su expresión cambió, al notar que Froxantu estaba ganando terreno.

— "Esto no ha hecho más que empezar."

Pero antes de que pudiera dar una nueva orden, Froxantu dio el golpe final, utilizando una energía concentrada para desintegrar las cuchillas de la criatura. La bestia, debilitada y descontrolada, comenzó a desmoronarse, su forma deformándose mientras caía al suelo con un rugido.

El chico, furioso por perder el control de su monstruosa invocación, levantó las manos con una nueva intensión, pero antes de que pudiera lanzar su próximo ataque, Froxantu se acercó rápidamente, lo derribó con un golpe certero en el estómago, dejándolo inconsciente.

Con el chico desmayado y la criatura destruida, Froxantu respiró con pesadez. Había logrado salvar a la señora, pero algo en su interior le decía que este incidente no era aislado. Al igual que el extraño que había encontrado en la autopista, este chico y su monstruo formaban parte de algo mucho más grande, algo que se estaba desmoronando en K-2B.

Froxantu observó al chico y luego a la señora, que ahora estaba recuperándose lentamente de su susto.

— "¿Está bien?" —preguntó con suavidad.

La señora, agradecida, asintió, aunque aún estaba temblando.

— "Gracias, joven. No sé qué habría hecho sin ti."

Froxantu asintió y se alejó rápidamente, sabiendo que su día estaba lejos de terminar. Sin embargo, el destino parecía tener otros planes para él.

Froxantu, con una ligera sonrisa en su rostro, se alejó del lugar dejando atrás la escena de la lucha. El sonido de la ciudad comenzó a desvanecerse a medida que se adentraba en las calles más tranquilas. Su mente, aunque aún alerta, se sentía algo más aliviada después de haber intervenido en la situación. Había hecho lo correcto.

Al llegar a su casa, una pequeña pero acogedora construcción en las afueras de la ciudad, se despojó de su traje especial y de sus botas. La noche ya había caído y la calma envolvía el ambiente. La luz tenue de una lámpara en la esquina de la sala era lo único que iluminaba el espacio, creando una atmósfera tranquila. Froxantu se dejó caer en su sofá, estirando los músculos cansados después del ajetreo del día.

Con una ligera sonrisa en su rostro, cerró los ojos y, en silencio, dejó que la fatiga lo arrullara. Su cuerpo, aunque agotado, estaba contento de haber logrado salvar a la señora y haber detenido a los criminales. Había sido una noche inusual, pero al final, todo había salido bien.

— "Mañana será otro día," pensó mientras su respiración se volvía más lenta, y finalmente se sumergió en el sueño profundo.

En ese momento, todo parecía estar en su lugar, pero la ciudad seguía su curso y en algún rincón, las sombras esperaban a su siguiente oportunidad. Pero por ahora, Froxantu tenía algo de paz.

A la mañana siguiente, Froxantu se despertó temprano, como siempre. El sol comenzaba a asomar por el horizonte, iluminando suavemente su habitación. Se estiró, dejando que la energía del nuevo día lo invadiera. Con rapidez, se levantó de la cama, se vistió con su uniforme de repartidor y se preparó para salir.

La ciudad aún estaba adormecida cuando Froxantu salió de su casa. El aire fresco de la mañana lo recibió al abrir la puerta, y se tomó un momento para respirar profundamente. Aunque la noche anterior había sido algo intensa, no se dejó abatir. Sabía que el día que tenía por delante sería largo y lleno de entregas, pero ese era su trabajo, y lo hacía bien.

Se subió a su vehículo, un transporte flotante que le facilitaba moverse por la ciudad con rapidez. Mientras conducía por las calles, el bullicio de la ciudad comenzaba a incrementarse a medida que más personas se despertaban y comenzaban sus rutinas diarias. Froxantu se concentró en las calles que conocía de memoria, dirigiéndose hacia su primera entrega del día.

Pensaba en lo que había ocurrido la noche anterior. El encuentro con el chico y la criatura extraña le dejó una sensación incómoda, pero también una determinación renovada. Había algo en ese tipo que no le gustaba, y el hecho de que hubiese invocado a un ser tan aterrador le dejó claro que no estaba frente a cualquier ladrón común. Tal vez era solo una coincidencia, o tal vez algo más estaba sucediendo en la ciudad, algo mucho más grande y peligroso.

Por ahora, debía concentrarse en su trabajo. Pero no podía quitarse la sensación de que pronto algo más ocurriría, algo que pondría a prueba todo lo que conocía.

Con ese pensamiento, Froxantu aceleró hacia su primer destino, sin saber que el día que tenía por delante cambiaría su vida para siempre.

Froxantu, después de entregar un paquete, subió de nuevo a su vehículo con la mente aún un poco distraída por los eventos de la noche anterior. No pudo evitar recordar al chico extraño que había encontrado en medio de la autopista, y las palabras del chico resonaron en su mente. "Diviértete con tu sufrimiento." Aunque intentaba no darle mucha importancia, algo en su interior le decía que debía estar preparado.

Mientras circulaba por la ciudad, un leve escalofrío recorrió su espalda. La ciudad seguía su curso normal, con gente caminando y vehículos moviéndose de un lado a otro. Pero algo no estaba bien. Froxantu sintió una presencia extraña. Miró por su retrovisor, y fue entonces cuando lo vio.

El chico de la noche anterior, ahora con una sonrisa burlona, estaba parado en medio de la calle, mirando directamente a Froxantu. Sin pensarlo dos veces, invocó la misma criatura de la noche anterior: una bestia con piel endurecida, con cuchillas afiladas en lugar de manos. La criatura apareció de la nada con un rugido ensordecedor y, como en la vez anterior, avanzó hacia Froxantu con velocidad.

Pero esta vez, no estaba solo.

El chico alzó sus manos al aire y, con un gesto imponente, invocó a otra criatura. Esta era idéntica a la primera, pero con una diferencia notable: su cuerpo era ágil, más estilizado, con una gracia mortal que la hacía aún más peligrosa. Su rostro estaba marcado por una mueca de pura malevolencia, y su presencia era aún más imponente que la de la criatura anterior.

"¡Ahora tendrás que enfrentarte a ambos!", gritó el chico con una risa macabra. Las dos criaturas avanzaron hacia Froxantu, que no tenía otra opción que actuar rápidamente. Sabía que no era momento de dudar.

Froxantu no perdió tiempo. Se lanzó hacia un lado, evitando el primer golpe de la criatura masculina, cuyas cuchillas cortaron el aire donde estaba segundos antes. Sin embargo, la criatura femenina fue más rápida, atacando con una velocidad impresionante. Froxantu sintió el viento cortante de sus garras al esquivar por poco el ataque.

"¡Vamos, diviértete!", dijo el chico, disfrutando del caos que había desatado.

Froxantu, con una determinación feroz, activó su instinto de combate. Su mente se despejó de inmediato, concentrándose en las criaturas que lo atacaban desde ambos flancos. Sabía que no podía subestimarlas como antes. Tenía que usar toda su fuerza y agilidad para sobrevivir.

Con un movimiento rápido, Froxantu esquivó un segundo ataque de la criatura masculina y, en un ágil giro, saltó hacia la criatura femenina, desarmándola momentáneamente al clavar su hacha en una de sus piernas. La criatura emitió un gruñido gutural, pero no se detuvo.

Sin embargo, la criatura masculina reaccionó, lanzando un ataque fulminante con sus cuchillas hacia Froxantu. El chico, viendo la situación desesperada, intentó llegar a tiempo, pero Froxantu, con un reflejo increíble, bloqueó el golpe y aprovechó la apertura para atacar, derribando a ambas criaturas por un momento.

El aire estaba cargado de tensión, pero Froxantu sabía que tenía que terminar con esto rápido. Las criaturas se levantaron con furia, pero el chico, al ver que las criaturas no podían derrotar a Froxantu, empezó a retroceder, buscando otra oportunidad para atacar.

Froxantu, respirando pesadamente, miró al chico con desdén. No permitiría que lo derrotaran. Estas criaturas solo eran el principio, y si quería sobrevivir en este mundo, tendría que enfrentarse a todo lo que viniera.

Pero por ahora, lo que importaba era salir con vida.

Froxantu, con el corazón acelerado y la adrenalina recorriendo su cuerpo, sabía que cada segundo contaba. No podía permitirse un solo error. Su instinto de supervivencia lo empujó a moverse con una rapidez y precisión excepcionales. Las criaturas, aunque poderosas, no podían anticipar la velocidad con la que se movía.

Con un grito de determinación, Froxantu se lanzó hacia la criatura masculina primero. Con su hacha en mano, ejecutó un golpe rápido hacia sus piernas, buscando incapacitarla de inmediato. La bestia intentó esquivar, pero Froxantu había anticipado su movimiento. El hacha cortó profundamente, y la criatura rugió con furia, pero cayó de rodillas, frenada por el dolor.

Aprovechando la caída de la criatura masculina, Froxantu giró sobre sus talones y se dirigió a la criatura femenina, que ya se había reposicionado para atacar. Su agilidad era aterradora, pero Froxantu estaba preparado. De un solo movimiento, saltó hacia ella, esquivando sus garras afiladas que pasaron a centímetros de su rostro. Con un movimiento fluido, golpeó el costado de la criatura con el hacha, cortando a través de su piel endurecida, dejando una herida profunda.

Ambas criaturas se apartaron, más irritadas que nunca, pero aún claramente amenazantes. Froxantu no dio tregua. Sabía que si dejaba que una de ellas le diera un solo golpe, el resultado sería fatal. Con determinación y rapidez, comenzó a atacarlas a la par, un golpe aquí y allá, buscando desestabilizarlas sin dejar que una de ellas pudiera concentrar toda su fuerza en un solo ataque.

La criatura masculina intentó levantar sus cuchillas hacia Froxantu, pero él ya había desaparecido de su línea de visión, y cuando la criatura intentó girar para encontrarlo, Froxantu estaba detrás de ella, su hacha clavándose en su espalda. La bestia gritó, tambaleándose, pero Froxantu ya estaba en movimiento nuevamente.

Al mismo tiempo, la criatura femenina, más ágil y veloz, intentó atraparlo con sus garras. Froxantu vio su oportunidad mientras ella se deslizaba hacia él. Con un giro rápido, esquivó por poco, pero aprovechó su proximidad para golpear su costado una vez más, hiriéndola con una precisión letal.

Froxantu, con su rostro marcado por la determinación y el agotamiento, apretó los puños. Sabía que las criaturas debían ser destruidas de una vez por todas, y no podía permitirse que quedaran ni un instante más en pie. Con ambas manos extendidas hacia las bestias caídas, su energía se concentró en sus palmas, un brillo cegador comenzando a emanar de ellas.

Con un grito de esfuerzo, Froxantu canalizó toda su energía restante en un único ataque devastador. La explosión que generó fue tan intensa que el aire a su alrededor comenzó a vibrar, y el terreno se sacudió como si el mismo suelo estuviera a punto de romperse. Una onda expansiva de pura energía se disparó en todas direcciones, barriendo con todo a su paso. La fuerza del impacto fue tan grande que las criaturas, ya heridas, no tuvieron oportunidad alguna de resistir.

La explosión resultante iluminó la zona con un resplandor cegador, destruyendo a las criaturas al instante, dejando solo polvo y escombros en el aire. El estruendo resonó a lo lejos, como un rugido de tormenta que azotó el paisaje. La onda expansiva arrasó con todo, borrando cualquier vestigio de las bestias que lo habían atacado.

Sin embargo, el precio de semejante poder no era sin consecuencias. Froxantu, agotado por el esfuerzo, cayó de rodillas, sus energías al límite. La explosión había causado un daño significativo en su propio cuerpo. Sus músculos temblaban y su visión se nublaba, pero, a pesar del dolor, logró mantenerse consciente.

La sensación de quemaduras en sus manos y el agotamiento en su cuerpo eran insoportables, pero Froxantu sonrió con determinación. Sabía que lo había logrado, que había acabado con las criaturas que lo amenazaban. El sacrificio había valido la pena. Había resistido, como siempre lo hacía, y había sobrevivido a la tormenta.

Respirando pesadamente, Froxantu se levantó lentamente, con una expresión de fatiga extrema pero también de satisfacción. A pesar de los daños, había dejado claro que nadie podía subestimarlo. Su voluntad era más fuerte que cualquier adversidad, y aunque sabía que este no era el final, estaba listo para lo que viniera.

Froxantu, aún de rodillas y con el cuerpo exhausto, levantó la vista hacia su enemigo. El chico, que parecía aún lleno de furia y determinación, se acercaba lentamente, empuñando un arma afilada, una especie de cuchillo o daga que reflejaba la luz del sol con una amenaza silenciosa. La energía oscura que emanaba de él era palpable, y Froxantu pudo sentir la intensificación de su odio y deseo de venganza.

El chico avanzaba con pasos firmes, cada uno acercándose más a su objetivo, como si estuviera determinado a terminar lo que había comenzado. Froxantu, a pesar del dolor que sentía en su cuerpo y la fatiga que lo embargaba, no pudo evitar mirarlo con odio. No era solo el odio hacia la amenaza inminente que representaba, sino también hacia la arrogancia de alguien que pensaba que, tras todo lo que había enfrentado, podría derribarlo tan fácilmente.

Con su visión nublada pero su voluntad intacta, Froxantu se levantó lentamente, ignorando el dolor que recorría su cuerpo. Su mirada se clavó en los ojos de su enemigo, desbordada por una furia contenida, una ira que solo podía estar dirigida a alguien que se atrevía a desafiarlo incluso después de haberlo derrotado una vez.

"¿Crees que con eso puedes acabar conmigo?" murmuró Froxantu, su voz áspera, pero llena de desdén. La expresión en su rostro era un reflejo de la resistencia incansable que lo definía, una resistencia que incluso la fatiga no podía quebrantar.

El chico, al escuchar las palabras de Froxantu, apretó más el cuchillo, su rostro torcido por el rencor. "Te subestimé anoche... pero no cometeré el mismo error de nuevo", gruñó con odio, su postura más agresiva mientras avanzaba hacia él.

Froxantu no iba a esperar a que el chico se acercara más. Con un último esfuerzo, se impulsó hacia adelante, sus puños envueltos en energía, decididos a terminar con aquello de una vez por todas. A pesar de su estado debilitado, su determinación no conocía límites. Esta pelea no acabaría con él; era el chico quien terminaría pagando el precio por desafiarlo.

El aire se cargó de tensión, y el enfrentamiento estaba a punto de desatarse con toda su furia.

Con una rapidez sorprendente, Froxantu, utilizando lo que quedaba de su fuerza, dio dos golpes certeros y devastadores. El primero impactó en el rostro del chico, enviándolo hacia atrás con un brutal crujido, mientras su mandíbula se desintegraba por el impacto. El segundo golpe fue directo al abdomen, perforando su guardia y enviando al chico al suelo, con el aire de su cuerpo expulsado de una sola vez.

El chico cayó de espaldas, su arma afilada deslizándose fuera de su alcance, mientras sus ojos se llenaban de confusión y desesperación. El daño fue inmediato y abrumador, su cuerpo tendido en el suelo mientras sus manos temblorosas intentaban inútilmente levantarse.

Froxantu, respirando con dificultad debido a su propio agotamiento, miró al chico desde lo alto con una fría determinación. No había gloria en esa victoria, no era más que una cuestión de supervivencia, y su enemigo lo había subestimado gravemente. A pesar de la fatiga, Froxantu mantenía su postura firme y decidida, observando cómo el chico yacía inmóvil en el suelo.

"Esto es lo que pasa cuando te metes con alguien más fuerte que tú", murmuró Froxantu, su voz aún rasposa pero con una nota de dureza. Aunque la victoria había sido rápida, el precio había sido alto. Su cuerpo, lleno de heridas y agotado por la pelea, le decía que este no sería un día fácil. Pero lo había logrado. Había ganado, aunque por poco.

Con el enemigo derrotado, Froxantu dio un paso atrás, asegurándose de que no se levantara nuevamente. El chico ya no representaba una amenaza. Froxantu, consciente de que su energía estaba al límite, respiró profundamente y giró para alejarse del lugar, dejando atrás al chico derrotado en el suelo.

Fin.