Luci, sentada en el sillón de su casa, sintió una oleada de náuseas que la obligó a llevarse una mano a la boca. Se levantó rápidamente y corrió al baño, apenas logrando llegar antes de que el malestar se apoderara completamente de ella. Después de unos minutos, salió del baño con una expresión preocupada. Desde hacía días sentía mareos, cólicos leves y ese extraño malestar que no podía ignorar.
Al regresar a la sala, se sentó con cuidado y reflexionó sobre los síntomas. "Esto no es normal... podría ser...", pensó, mientras una mezcla de emociones cruzaba por su mente. La posibilidad de estar embarazada llenó su corazón de una extraña combinación de nervios y emoción. Después de todo, ella y Victor siempre habían hablado de formar una familia, pero no esperaba que llegara tan pronto.
Cuando Victor entró a la casa, su mirada llena de energía y seguridad habitual se suavizó al ver a Luci con una expresión más seria de lo normal.
—¿Luci? ¿Estás bien? —preguntó, acercándose a ella y arrodillándose frente al sillón para mirarla de cerca.
Luci le sonrió débilmente y tomó sus manos.
—Victor... creo que podría estar embarazada —dijo en voz baja, sintiendo cómo su corazón se aceleraba al pronunciar esas palabras.
Victor parpadeó, sorprendido al principio, pero luego una sonrisa amplia y llena de alegría apareció en su rostro.
—¿De verdad? ¿Estás segura? —preguntó emocionado, su tono más suave pero cargado de ilusión.
—Aún no lo sé con certeza, pero los síntomas... —respondió ella, mirando a su esposo con una mezcla de esperanza y nervios.
Victor, sin dudarlo, la abrazó con cuidado, como si ya estuviera protegiendo algo muy preciado.
—Entonces lo sabremos pronto. Pero, sea cual sea el resultado, estoy contigo, Luci. Siempre lo estaré.
Luci sintió que las palabras de Victor la reconfortaban. Aunque todavía necesitaban confirmarlo, ambos sabían que algo en sus vidas estaba a punto de cambiar de manera increíble.
Luci decidió no guardar la noticia solo para ella y Victor; después de todo, las demás esposas de Victor eran como una familia, y compartir algo tan importante con ellas le parecía lo correcto. Esa tarde, las invitó a la casa para charlar, asegurándose de que el ambiente fuera relajado. Bianca, Karen y María llegaron curiosas, preguntándose qué tenía que decirles.
Sentadas en la sala, con una taza de té cada una, Luci las miró con una mezcla de emoción y algo de nervios.
—Quería reunirlas porque... tengo algo importante que contarles —dijo Luci, jugueteando con la taza en sus manos.
Bianca, siempre directa, inclinó la cabeza.
—¿Algo importante? ¿Tiene que ver con Victor?
Luci asintió y tomó aire antes de continuar.
—Creo que estoy embarazada —soltó finalmente, con una sonrisa tímida pero llena de esperanza.
Por un momento, hubo silencio en la habitación. María fue la primera en reaccionar, dejando escapar un pequeño grito de emoción.
—¡¿En serio?! Luci, eso es maravilloso —dijo, acercándose para abrazarla.
Karen, más tranquila pero igual de feliz, sonrió ampliamente.
—Si es cierto, entonces será un gran regalo para todos. ¿Ya lo confirmaste?
—No todavía, pero los síntomas... son bastante claros. Victor ya lo sabe, y está tan emocionado como yo.
Bianca, quien había permanecido en silencio, finalmente habló, su tono cargado de emoción a pesar de su habitual seriedad.
—Esto es un cambio importante para todos nosotros. Si realmente estás embarazada, haremos todo lo posible para apoyarte.
Luci sintió cómo el calor de sus palabras la envolvía. Aunque sabía que sería un camino nuevo y desafiante, no estaba sola.
—Gracias, chicas. Quería contarles primero porque todas son una parte importante de nuestra familia.
Las cuatro continuaron conversando, planeando cómo enfrentarían juntos esta nueva etapa, mientras el ambiente se llenaba de risas y una sensación de expectativa compartida por lo que el futuro les traería.
Evil Victor llegó al lugar donde Victor estaba, moviéndose lentamente en su silla de ruedas, pero con una expresión que dejaba mucho que interpretar. Su sonrisa era un juego de intenciones: no del todo malvada, pero lo suficiente para levantar sospechas. Había algo entre camaradería y un matiz de pensamientos que probablemente preferiría no compartir en voz alta.
Victor lo observó desde lejos, inicialmente con una ceja arqueada. La silla de ruedas no le sorprendió; después de todo, conocía el historial de Evil Victor y sabía que siempre encontraba formas de volver, sin importar su estado físico.
—¿Qué te trae por aquí esta vez? —preguntó Victor, cruzándose de brazos, su tono más curioso que hostil.
Evil Victor se detuvo frente a él, apoyando ambos codos en los reposabrazos de la silla, mientras su sonrisa se ensanchaba un poco.
—No siempre tiene que haber un motivo, querido yo alternativo —respondió con un tono casi burlón, pero sin la carga de su típica villanía. —Tal vez solo quería verte... o tal vez tenía algunas cosas que necesitaba discutir contigo.
Victor suspiró, ya acostumbrado a las entradas teatrales de su contraparte.
—¿Y esas "cosas" tienen algo que ver con tus pensamientos turbios, o vienes a proponer otro plan absurdo que terminará en desastre para ambos?
Evil Victor soltó una risa suave, ajustándose en su silla.
—Turbios, dices... Bueno, digamos que mis intenciones son más... complejas esta vez. Pero no estoy aquí para pelear, si es lo que te preocupa. Solo pensé que sería divertido pasar un rato con mi querido yo bueno y tal vez... comparar notas.
Victor lo miró con escepticismo, pero había algo en el tono de Evil Victor que parecía genuino, aunque ligeramente incómodo.
—Está bien. Pero si empiezas con tus cosas, no dudes que esta vez te dejaré peor que la última.
Evil Victor alzó las manos en un gesto de rendición, su sonrisa ahora cargada de un poco más de sinceridad.
—Tranquilo, no vine para arruinar tu día. Al menos no esta vez.
Ambos hombres, tan similares y diferentes al mismo tiempo, se quedaron ahí, compartiendo una extraña tregua en medio de un mundo que pocas veces les daba la oportunidad de respirar.
Victor se cruzó de brazos, observando a Evil Victor en su silla de ruedas con una mezcla de curiosidad y diversión en el rostro.
—¿Y bien? ¿Qué te pasó ahora? ¿Quién logró ponerte en esa silla? —preguntó con un tono burlón.
Evil Victor se rascó la nuca con una sonrisa nerviosa, desviando la mirada un momento antes de responder:
—Cosas de mi esposa... —dijo, intentando mantener una compostura seria, pero claramente incómodo.
Victor alzó una ceja y luego soltó una carcajada llena de picardía.
—¡Tremendo sumiso resultaste ser! ¡No puedo creerlo! —exclamó, golpeándose la pierna mientras reía.
Evil Victor suspiró, aunque su sonrisa nerviosa no desapareció del todo.
—¿Qué puedo decir? A veces el amor duele... literal —respondió, tratando de disimular su vergüenza.
Victor negó con la cabeza, todavía riéndose.
—Bueno, al menos ya sé quién manda en tu casa. ¡Nunca pensé que vería a mi "lado malvado" tan domesticado!
Evil Victor se encogió de hombros, intentando recuperar algo de dignidad.
—Llámalo domesticado si quieres, pero prefiero decir que tengo prioridades. Y créeme, Victor, cuando encuentras a alguien como ella... te das cuenta de que vale la pena aguantar un par de "golpes".
Victor volvió a reír, aunque esta vez con menos burla y más camaradería.
—Bueno, supongo que incluso los malvados tienen su talón de Aquiles. Pero déjame decirte, esta conversación me alegró el día.
Evil Victor rodó los ojos con una leve sonrisa.
—No sé si reír o sentirme insultado. Pero ya que estás tan feliz, ¿qué tal si me ayudas a levantarme la próxima vez que me deje en el suelo?
—Claro, claro... aunque no prometo no reírme mientras lo hago.
Ambos compartieron un momento de risa, una tregua inesperada en la rivalidad que siempre los había definido.
Victor se dejó caer en el sillón con una sonrisa amplia, claramente disfrutando de la situación. Tomó un vaso de agua y, con un gesto despreocupado, se lo entregó a Evil Victor, aunque no sin antes darle unos golpecitos en el hombro.
—Claro, un par de golpecitos para complacer a tu esposa, ¿eh? —comentó con una risa traviesa, dándole unas leves palmadas en el brazo.
Evil Victor apretó los dientes, aguantando la provocación. Tomó el vaso con calma, pero sus ojos brillaban con una mezcla de irritación y diversión.
—Cállate, Victor, o te quemo la casa —espetó con un tono serio, pero acompañado de una sonrisa amenazante.
Victor estalló en carcajadas, dejando el vaso en la mesa mientras se inclinaba hacia adelante.
—¡Eso sí me gusta! ¡Amenazas malvadas, como en los viejos tiempos! Pero, vamos, hermano, no puedes culparme por reírme. Tu cara lo dice todo.
Evil Victor suspiró y dio un sorbo al agua, intentando mantener la compostura.
—Sabes, no entiendo cómo alguien puede ser tan irritante y tan entretenido al mismo tiempo.
Victor se encogió de hombros, aún sonriendo.
—Es un don, ¿qué te puedo decir? Además, soy tu contraparte, ¿no? Algo de mí se te tiene que pegar.
Evil Victor negó con la cabeza, aunque una pequeña sonrisa finalmente se formó en sus labios.
—Te juro que si no fueras mi reflejo, ya habría hecho explotar este lugar.
—Claro, claro, pero no lo haces porque en el fondo sabes que me amas.
Ambos rieron, compartiendo un momento de complicidad poco común, como si por un instante las rivalidades y diferencias quedaran en segundo plano.
Evil Victor, aún con su sonrisa maliciosa y ese toque de picardía que siempre lo acompañaba, miró a Victor mientras este tomaba un sorbo de agua.
—Por cierto, ¿ya metiste un poco de leche en ese vaso? —dijo Evil Victor con una ceja alzada, claramente refiriéndose a Luci.
Victor apenas logró procesar las palabras cuando escupió el agua que acababa de beber, tosiendo y mirándolo con una mezcla de sorpresa y vergüenza.
—¡¿Qué demonios, Evil?! —exclamó Victor, su rostro tornándose ligeramente rojo mientras intentaba mantener la compostura.
Evil Victor soltó una risa burlona, disfrutando de la reacción.
—Vamos, Victor, no me digas que no sabes de lo que hablo. Con tantas esposas, era cuestión de tiempo. ¿O acaso me equivoco?
Victor desvió la mirada, frotándose la nuca con incomodidad.
—Tú siempre tienes que decir cosas así, ¿verdad? —murmuró, intentando cambiar el tema mientras evitaba mirarlo directamente.
Evil Victor se reclinó en su silla de ruedas con una expresión satisfecha.
—Alguien tiene que hacerlo, hermano. Además, tu cara lo dice todo. Me basta y me sobra con verte escupir agua como si fueras un niño atrapado en una travesura.
Victor resopló, intentando ignorar la burla, pero su leve sonrisa lo delató.
—Un día de estos, Evil, juro que serás tú quien se quede sin palabras.
—Ja, lo dudo, Victor. Lo dudo mucho —respondió Evil Victor, disfrutando del momento como si fuera el mejor entretenimiento del día.
Victor suspiró profundamente, dejando el vaso a un lado y mirando fijamente a Evil Victor.
—Sí, ella está embarazada —dijo refiriéndose a Luci, con una mezcla de orgullo y tranquilidad en su voz.
Evil Victor lo miró sorprendido por un instante, pero su expresión rápidamente se transformó en una sonrisa que mezclaba picardía y burla.
—¿Así que vas a ser papá de nuevo? Vaya, Victor, estás bastante ocupado en más de un sentido —comentó Evil Victor, entre risas suaves.
Antes de que Victor pudiera replicar, los pasos suaves de alguien más interrumpieron la conversación. Azrakil, aquella entidad atrapada en un peluche, caminaba lentamente por la casa, sosteniendo un libro grande entre sus pequeñas manos de tela. Su mirada brillaba con concentración hasta que, al levantar la vista, se encontró con Evil Victor sentado en su silla de ruedas.
Los ojos del pequeño peluche se abrieron de par en par, y un escalofrío recorrió su cuerpo.
—¿Qué hace él aquí? —preguntó Azrakil con un tono cauteloso, abrazando el libro como si fuera un escudo.
Evil Victor lo miró de reojo, arqueando una ceja mientras mantenía su sonrisa.
—¿Qué pasa, peluche? ¿Te asusta verme? —preguntó con un tono burlón, aunque con un leve destello de malicia en los ojos.
Azrakil retrocedió un par de pasos, sin dejar de sostener el libro.
—Tú... tú sigues siendo un peligro, incluso en esa silla de ruedas —murmuró, tratando de mantener la calma.
Victor levantó una mano para calmar los ánimos.
—Tranquilo, Azrakil. Evil está aquí como invitado, nada más. No hay necesidad de armar un alboroto.
Azrakil lo miró con incredulidad y luego señaló a Evil Victor con un dedo pequeño pero firme.
—¿Invitado? ¿Después de todo lo que ha hecho?
—¡Oye, sigo aquí, peluche parlante! —exclamó Evil Victor, fingiendo sentirse ofendido. Luego añadió con sarcasmo—. Y mira, tampoco estoy en mi mejor momento. ¿Acaso te doy tanto miedo estando en esta silla?
Azrakil lo miró fijamente, sus ojos brillando con desconfianza.
—El día que me confíe de ti será el día en que dejes de respirar.
Evil Victor soltó una carcajada.
—Eso suena más como una amenaza que como una advertencia, pero me gusta tu estilo.
Victor, mientras tanto, se llevó una mano al rostro, suspirando profundamente.
—Un día tranquilo... es todo lo que pido. ¿Es mucho pedir?
Azrakil notó el cambio inmediato en la atmósfera. Los ojos de Victor, normalmente tranquilos, se habían oscurecido con furia. El fuego comenzó a rodear sus manos, creando una flecha de llamas que chisporroteaba con cada palabra que salía de su boca. La tensión en la sala aumentó de inmediato.
—Ten cuidado con esas palabras, Azrakil. —Victor habló con voz baja, pero cargada de peligro, su mirada fija en el peluche que apenas se atrevía a mirarlo directamente.
Azrakil, aunque temeroso, no retrocedió, pero su voz tembló ligeramente.
—Lo vi con mis propios ojos, Victor. Gaby y Joel, haciendo lo mismo que tú y Luci hacían... —Azrakil no pudo evitar tragar saliva al ver el furioso resplandor de las llamas. Sin embargo, algo en su interior lo impulsaba a seguir—. Están... en el bosque cercano, al sur de aquí.
Victor cerró los ojos por un momento, controlando su respiración, dejando que las llamas en sus manos se disiparan lentamente, aunque su rabia aún no se aplacaba. La mención de su hija, Gaby, y la idea de que estuviera repitiendo algo que él había hecho con Luci... le hervía la sangre.
—¿Estás seguro de lo que estás diciendo? —preguntó Victor con calma, aunque la tensión en su voz era palpable.
Azrakil asintió, sin dudar.
—Lo vi con mis propios ojos, Victor. No era un sueño ni una fantasía. Ellos... estaban actuando de la misma manera.
Victor, ahora más controlado pero aún extremadamente molesto, miró a Evil Victor, quien observaba la situación con una mezcla de interés y una sonrisa torcida.
—Esto es un asunto entre mi familia y yo, Evil. Te sugiero que no intervengas. —La amenaza en su voz era clara, pero Evil Victor solo levantó las manos, mostrando que no tenía intención de intervenir.
Victor dirigió su mirada a Azrakil, ahora con una calma helada.
—Gracias por la información, aunque no me agrada la forma en que la compartiste. —Victor hizo una pausa, su mirada fría y penetrante—. Te sugiero que no repitas algo tan delicado, o cambiaré las reglas.
Azrakil asintió rápidamente, sin atreverse a decir nada más. Victor sabía que tenía que ir a enfrentar esa situación, y lo haría con la furia contenida que solo un padre podía tener. La idea de que su hija estuviera involucrada en algo así lo llenaba de un enojo inmenso, y la idea de confrontar a Joel lo enfurecía aún más.
Con un rápido movimiento, Victor se levantó, dejando atrás el ambiente cargado de tensión.
—Si me disculpan... tengo asuntos que resolver. —Victor, con una mirada fija hacia la puerta, no volvió a mirar atrás, dirigiéndose hacia el sur donde Azrakil había indicado que se encontraba Gaby.
Evil Victor, que había estado observando la escena con una sonrisa ligeramente divertida, se volvió hacia Azrakil.
—¿Sabes que no siempre es buena idea decirle a Victor cosas como esas, verdad? —comentó con tono burlón.
Azrakil, sintiendo el peso de la situación, no dijo nada más. Sabía que Victor no perdonaría fácilmente esta revelación, y lo que sucediera después quedaba en las manos del destino.
Azrakil, aún atrapado en la forma de peluche, no pudo evitar estremecerse ante las palabras de Evil Victor. Aunque era una entidad de poder increíble, la cercanía de Victor y su versión malvada siempre le daban un sentimiento de vulnerabilidad. La mención de su naturaleza, mitad maldición y mitad fantasma, lo tocaba en lo más profundo, pues su existencia era una mezcla de elementos que ni él mismo entendía completamente.
Evil Victor, con su sonrisa torcida y una chispa de malicia en sus ojos, se acercó más al peluche donde Azrakil aún se encontraba atrapado.
—Ya veo... eres una entidad mitad maldición, mitad fantasma, ¿verdad? —comentó con un tono de curiosidad mezclado con cierta diversión—. Es interesante, pero también muy peligroso. ¿Qué exactamente buscas con todo esto, Azrakil?
Azrakil, sintiendo el peso de las palabras de Evil Victor, intentó mantener su compostura, aunque su voz temblaba ligeramente.
—No busco nada. Simplemente... existo. Mi naturaleza es algo que no puedo controlar. No soy ni completamente maldición, ni completamente fantasma... soy algo intermedio. Algo que nunca debió haber sido.
Evil Victor, con una mirada fría y divertida, dio un paso atrás, observando a Azrakil como si fuera una curiosidad más que una amenaza.
—Eso lo hace aún más interesante, ¿no crees? Una mezcla de maldad y sombra, atrapada en una forma limitada. —Su sonrisa se amplió, como si disfrutara de la incomodidad que provocaba en Azrakil. Luego, se cruzó de brazos, reflexionando un momento—. Pero, ¿y si te dijera que podría ayudarte a... liberar tu verdadero poder?
Azrakil, aunque sintió una punzada de desesperación, mantuvo la calma. Sabía que Evil Victor no hacía ofertas sin algo más detrás, y las palabras de la versión malvada de Victor solo buscaban manipularlo.
—¿Liberar mi poder? —Azrakil respondió, con un tono que dejaba entrever una mezcla de escepticismo y curiosidad. —¿Qué quieres a cambio, Evil Victor?
La sonrisa de Evil Victor se ensanchó aún más, y su tono se volvió más intrigante.
—Nada por ahora... solo observo. Pero, ¿quién sabe? Quizás en el futuro te convenza de tomar una decisión que te dé más poder... y no de una manera que implique seguir atrapado en esa forma insignificante. —Dijo, señalando el peluche con desdén.
Azrakil se quedó en silencio. Aunque Evil Victor no le ofreció ninguna promesa concreta, sus palabras tenían un sabor amargo. Algo en su interior sentía que esta no sería la última vez que se encontraría en una encrucijada debido a los planes de esta versión distorsionada de Victor.
La tensión en el aire era palpable, y Azrakil sabía que tenía que ser cauteloso. Evil Victor no era alguien con quien se pudiera tratar a la ligera. Sin embargo, Azrakil también sabía que cualquier intervención de este tipo podría alterarlo aún más, y probablemente provocaría un mayor conflicto en la familia de Victor.
—Lo pensaré... —dijo Azrakil, aunque no estaba seguro de qué rumbo tomaría.
Evil Victor asintió con una sonrisa astuta.
—Eso está bien, Azrakil. Yo solo estoy aquí para observar... por ahora.
Azrakil, aún atrapado en su forma de peluche, se quedó en silencio, sintiendo el peso de las palabras de Evil Victor. La idea de que Gaby, la hija de Victor, estuviera involucrada en algo tan audaz y directo, lo dejó pensativo. Aunque era una entidad que había visto y experimentado muchas cosas a lo largo de su existencia, no pudo evitar sentir una leve incomodidad al pensar en lo que Evil Victor acababa de decir. La insinuación de que Gaby no tenía reparos en "poner huevos" tan rápidamente, de una forma tan directa, parecía una mezcla de ironía y cierto desdén.
Evil Victor, con su típica sonrisa torcida, disfrutaba del efecto que sus palabras causaban. Se cruzó de brazos, observando a Azrakil con una mirada que era tanto burlona como intrigante.
—¡Jajaja! La hija de Victor... parece que no tiene miedo de tomar el control, ¿eh? Directa a lo que va. ¿Quién lo diría? —comentó, su tono lleno de diversión mientras sus ojos brillaban con una mezcla de malicia y curiosidad—. La chica no se anda con rodeos, de inmediato a poner huevos. ¡Qué descaro!
Azrakil, quien ya había estado escuchando con atención, murmuró casi sin pensar, en un tono de acuerdo.
—Sí... —respondió, su voz grave, pero no sin cierta desconcierto—. No es algo que uno esperaría de una niña tan joven... Pero al mismo tiempo... ¿quién está en control de su vida? ¿Es algo natural en ella, o está influenciada por su entorno?
Evil Victor rió con una satisfacción evidente, disfrutando de la intriga que sus palabras provocaban.
—¡Ah, claro! Eso es lo que pasa cuando tienes una familia tan... peculiar. Los niños crecen de formas inesperadas. Pero no te preocupes, Azrakil, todo esto es solo parte del proceso. La hija de Victor tiene mucho potencial... pero también mucho que aprender. Aunque, debo decir, no me sorprendería si ella también terminara siendo parte de este caos familiar de alguna manera... ¿qué opinas?
Azrakil sintió la tensión crecer. No le gustaba cómo Evil Victor comenzaba a formular pensamientos en voz alta sobre los destinos de la familia de Victor, especialmente con las implicaciones que estas ideas podían tener en su futuro.
—Lo que pase con ella no es algo que yo deba decidir —respondió Azrakil, con una leve tos, como si tratara de cambiar el enfoque de la conversación. Se estaba sintiendo incómodo con la dirección que estaba tomando el intercambio, pero sabía que no podía simplemente apartarse o callarse. Evil Victor siempre encontraba formas de manipular la situación.
Evil Victor sonrió aún más, como si estuviera disfrutando de la incomodidad de Azrakil.
—Tienes razón, no deberías decidir... pero aún así es divertido observar cómo todo se desenvuelve. Gaby, Joel, Victor... y, por supuesto, la posibilidad de que algo más grande y más caótico ocurra. Pero, como siempre, todo es cuestión de tiempo.
Victor llegó al lugar con el rostro serio y una mirada fija, su presencia imponente generando un silencio incómodo. Al entrar, observó a Gaby y Joel, quienes no se habían percatado de su llegada, completamente envueltos en lo que estaban haciendo. El aire estaba tenso y la escena era todo lo que Victor necesitaba para comprender la situación.
Con un tono grave y sin lugar a bromas, Victor habló, su voz resonando en el ambiente como un trueno que rompía el silencio.
—Vaya... ¿Qué hacen ustedes dos? Jugando a la mamá y el papá? —preguntó, la seriedad de sus palabras dejando claro que no había espacio para justificaciones. Su mirada no se apartó de ellos, sus ojos fríos como el acero mientras la tensión aumentaba en el aire.
Gaby, al escuchar la voz de su padre, se levantó rápidamente, su rostro palideciendo y una mezcla de vergüenza y miedo se apoderó de ella. Joel, por otro lado, pareció un poco más tranquilo, pero el nerviosismo era evidente en su postura. Ambos sabían que estaban en una situación comprometida, y la presencia de Victor no hacía nada para aliviar la incomodidad.
Victor dio un paso hacia ellos, sin mostrar signos de emoción, pero con una intensidad palpable que indicaba su desagrado por lo que acababa de presenciar.
—No esperaba que esto fuera lo que encontraría... —dijo, sus ojos recorriendo a ambos jóvenes con desaprobación, aunque sus palabras parecían más un juicio que una pregunta. El silencio que siguió a sus palabras fue espeso, y todos los involucrados podían sentir el peso de lo que venía.
Gaby no pudo evitar tartamudear, su rostro completamente rojo mientras trataba de encontrar las palabras adecuadas, pero la mirada severa de su padre la hizo callar. Joel, más temeroso por la situación, trató de disculparse, pero Victor levantó una mano para detenerlo, su expresión más fría que nunca.
—Este tipo de "juegos" no son lo que espero de ti, Gaby. Y tú, Joel, ¿realmente pensaste que esto sería una buena idea? —preguntó Victor, su tono de voz bajo, pero con una autoridad que dejaba claro que no estaba dispuesto a tolerar ninguna excusa.
Gaby se agachó, tratando de ocultar su vergüenza, mientras Joel se quedó en silencio, sabiendo que no podía defender lo indefendible. El ambiente se tornó más pesado, con la incomodidad y la tensión llenando cada rincón de la habitación.
Victor, tras unos momentos de silencio, habló nuevamente, su voz esta vez más suave pero igual de firme.
—Tienen mucho que aprender. Y yo estaré aquí para guiarlos. Pero esto... no va a quedar así. Lo que hagan en el futuro, tendrá consecuencias, lo sepan o no.
Con esas palabras, Victor giró sobre sus talones y se dirigió hacia la salida, dejando a Gaby y Joel allí, conscientes de la gravedad de lo que acababan de vivir y el mensaje claro que les había transmitido. El silencio en la habitación era tan denso que era difícil decir qué ocurriría después, pero uno de los dos sabía que este no sería el último momento en el que tendría que enfrentarse a las consecuencias de sus acciones.
Victor, con una mirada fría como el hielo, observó a Joel mientras este respondía sin pensar. Cuando escuchó que Joel no había utilizado protección, un escalofrío recorrió su cuerpo y su furia creció al instante. Gaby, al escuchar la respuesta, se quedó paralizada, sus ojos llenos de sorpresa y miedo, ya que creía que todo estaba bajo control, pero la realidad era muy diferente.
—¿Qué...? —Gaby tartamudeó, buscando en los ojos de Joel alguna explicación, pero al ver su rostro sin arrepentimiento, la preocupación se apoderó de ella.
Victor no esperó más. En un abrir y cerrar de ojos, avanzó hacia Joel con una velocidad aterradora. Su mano, cargada de fuerza, impactó contra el rostro de Joel, propinándole un golpe tan brutal que lo hizo caer al suelo de inmediato, dejándolo aturdido. El ruido del impacto resonó en la habitación.
—¡Eres un idiota! —gritó Victor, su voz profunda y llena de rabia, su mirada fija en Joel, quien intentaba levantarse, pero no podía debido al dolor.
Gaby, aterrada por la reacción de su padre, retrocedió un paso. Su rostro estaba pálido, su mente luchando por procesar lo que acababa de suceder. Joel, mientras intentaba recomponerse del golpe, miró a Victor con miedo, sin saber cómo responder a la furia que emanaba de él.
Victor se agachó ligeramente para quedar a la altura de Joel, su mirada penetrante, y le dijo con voz baja, pero cargada de amenaza:
—Si por alguna razón Gaby queda embarazada, tú te encargarás de ella y de tu descendencia. Serás responsable de todo lo que esto implique, de la vida que traerás al mundo, porque no dejaré que te hagas el tonto con ella. Si no tienes la capacidad para ser un hombre responsable, entonces prepárate para afrontar las consecuencias.
El tono de Victor no dejaba lugar a dudas. Había hablado con una autoridad imponente, y sus palabras eran una advertencia clara: Joel debía tomar responsabilidad por sus acciones. Aunque sus palabras parecían frías y calculadas, había una feroz protección detrás de ellas, especialmente por Gaby.
Joel, aún aturdido, levantó la mirada y asintió nerviosamente, sabiendo que no tenía más opción que aceptar las palabras de Victor. Gaby, al ver la situación, se acercó a Joel, un poco confundida, pero también aliviada al ver que su padre no permitiría que nadie escapara de la responsabilidad.
Victor, antes de girarse para marcharse, lanzó una última mirada a la pareja:
—Espero que aprendan de esto, y la próxima vez piensen antes de actuar. No voy a estar todo el tiempo aquí para solucionar sus errores.
Con esas palabras, Victor se dio la vuelta y salió del bosque, dejando a Joel y Gaby en un ambiente tenso y cargado de conciencia sobre lo que acababa de suceder. El peso de la responsabilidad ahora recaía sobre ellos, y Victor ya había dejado claro que no había escapatoria.
Joel, aún sintiendo el dolor en su cabeza por el golpe, se masajeaba la sien mientras trataba de procesar lo que había ocurrido. Con una sonrisa forzada, dijo:
—Mi suegro... es demasiado fuerte. No sé cómo lo hace, pero cuando se enoja...—. Se quedó en silencio, mirando el suelo, sintiendo el peso de la advertencia de Victor sobre sus hombros.
Gaby lo observaba con una mezcla de cariño y frustración. Aunque sus sentimientos por Joel seguían siendo profundos, no podía evitar sentirse decepcionada por la imprudencia de él. Se acercó a él y, con un suspiro, le acarició la cabeza con ternura.
—A veces pienso que eres un idiota, amor —dijo, su voz suave pero sincera—, pero... aún así te amo.
Joel, al escuchar sus palabras, levantó la mirada y la miró con una sonrisa tímida, aunque todavía algo aturdido por el golpe. A pesar de que su orgullo se había visto golpeado, el amor de Gaby seguía siendo su ancla en esa tormenta emocional.
—Lo sé —respondió, con un tono de voz que demostraba una ligera vergüenza—, cometí un error. Pero voy a hacer todo lo posible para enmendarlo, te lo prometo.
Gaby lo miró por un momento, viendo en sus ojos que de verdad quería cambiar y que su amor por ella era sincero. Aunque todavía no estaba completamente convencida, decidió apoyarlo.
—Más te vale —dijo en tono serio, pero luego sonrió suavemente—. No quiero ver más esos errores. Tienes que ser responsable, Joel.
Joel asintió, entendiendo que no podía seguir evadiendo la responsabilidad, no solo por él, sino también por el futuro que podían construir juntos. Al final, aunque había cometido un error, lo que más deseaba era hacer las cosas bien por Gaby y por su familia.
—Lo haré. Te lo prometo, Gaby.
Gaby sonrió, dándole un beso en la mejilla antes de abrazarlo, sintiendo que, a pesar de todo lo sucedido, estaban juntos en esto y que podrían superar cualquier obstáculo.
Victor llegó al cuarto donde Luci estaba descansando, con la mente aún algo perturbada por lo que había ocurrido con Joel y Gaby. Cuando entró, vio que Azrakil estaba allí, todavía atrapada en el peluche, pero ya no veía a Evil Victor en el lugar.
Azrakil, con su voz suave y algo seria, le explicó:
—Evil Victor se fue. Dijo que si no lo hacía, su esposa se enojaría. Parece que hasta él tiene límites cuando se trata de ella.
Victor no pudo evitar soltar una risa entre dientes al escuchar las palabras de Azrakil. Aunque la situación era algo tensa, sabía que su contraparte oscura no era invulnerable ante su propia familia.
—¿Y cómo sabes eso? —preguntó Victor, cruzándose de brazos mientras se acercaba a Luci.
Azrakil se quedó en silencio un momento, como si estuviera reflexionando sobre cómo responder. Finalmente, dijo:
—Es... una intuición. Cuando alguien teme tanto a su esposa, hasta sus peores deseos y pensamientos se ven limitados por su presencia.
Victor, aún sonriendo de forma sarcástica, asintió levemente.
—Tiene sentido. Ese "Evil" es todo lo contrario a lo que intenta aparentar, en realidad.
Luci, que estaba medio recostada en la cama, observaba en silencio la conversación entre los dos. Sabía que la relación de Victor con su "yo" malvado no era sencilla, pero no le preocupaba tanto como los problemas de su familia. Lo que más la inquietaba era lo que había estado sintiendo últimamente.
—¿Todo está bien? —preguntó Luci, con una leve preocupación en su rostro. No pudo evitar notar que Victor parecía estar distraído por algo.
Victor se acercó a ella y, con una sonrisa cálida, le acarició la cabeza.
—Sí, todo está bien. Solo algunas cosas que debo manejar... —respondió él, sin entrar en detalles. Aunque, por dentro, sabía que las cosas no serían fáciles. La situación con sus hijos y con Evil Victor seguía complicándose, y él aún tenía que hacer frente a los errores que su propia familia estaba cometiendo.
Azrakil, quien observaba desde su peluche, soltó una risa baja y curiosa.
—¿De verdad crees que todo estará bien, Victor? Las cosas parecen más complicadas de lo que parecen.
Victor ignoró la provocación de la entidad atrapada en su peluche, manteniendo su atención en Luci. Sabía que tenía que ser más firme y proteger a su familia de lo que fuera que se avecinara.
—Todo estará bien —repitió Victor, mirando a Luci con determinación—. Lo prometo.
Victor cerró la puerta con cuidado y se acercó a Luci, su tono cambió a uno más bajo, cargado de seriedad y preocupación, pero aún con un toque de calma que intentaba ofrecerle.
—Luci, nuestra hija... —comenzó, haciendo una pausa antes de hablar con más franqueza—. Ella estaba teniendo... bueno, lo que hacen los adultos al momento de reproducirse. Lo estaba haciendo con su novio, Joel.
Luci, al escuchar esas palabras, se quedó en silencio por un momento, procesando lo que acababa de oír. No era algo que hubiera esperado escuchar de su esposo de esa manera, pero sabía que tarde o temprano tendrían que hablar de ello.
—¿Qué quieres que hagamos? —preguntó Luci con una voz suave pero cargada de una mezcla de dolor y confusión. Sabía que era parte del proceso de maduración, pero aún le resultaba difícil aceptar que su hija estaba dando ese paso.
Victor respiró profundamente antes de continuar, su mirada se suavizó al mirar a Luci.
—Es complicado. Parte de mí entiende que están creciendo, pero también soy su padre. No puedo evitar preocuparme. Si algo le pasa... —dijo con tono grave, sin poder ocultar la tensión que sentía.
Luci asintió lentamente, entendiendo las emociones de Victor. También sabía que la adolescencia de Gaby no iba a ser fácil, y que su hija iba a tomar decisiones que quizás no estaban alineadas con sus propios deseos como madre.
—Lo sé, Victor. Lo sé... —respondió Luci, con una mirada seria pero con una mezcla de tristeza—. Lo único que puedo hacer es confiar en que Gaby está tomando sus propias decisiones, aunque no me gusten. Pero como padres, debemos estar ahí para apoyarla, no solo para juzgarla.
Victor se quedó en silencio un momento, pensando en las palabras de Luci. Sabía que tenía razón. A veces, como padres, era difícil soltar las riendas y permitir que sus hijos tomaran sus propias decisiones, pero ese era un proceso que todos debían atravesar.
—Tienes razón —dijo, asintiendo con un suspiro. Luego miró a Luci con una sonrisa triste, pero sincera—. Solo quiero lo mejor para ella... y para todos nosotros.
Luci, aún tocada por la conversación, asintió con comprensión.
—Lo sé, cariño. Lo sé... —respondió, tomándole la mano con cariño.
Ambos se quedaron allí por un momento, en silencio, sabiendo que, aunque la situación era incómoda, era parte del viaje de ver crecer a sus hijos y tratar de guiarlos en el camino correcto.
Luci, al ver la expresión de preocupación en el rostro de Victor, decidió aligerar un poco el ambiente. Su tono cambió a algo más relajado, casi como si intentara calmarlo con una sonrisa juguetona.
—Además, no te quejes, Victor —dijo, con una leve risa—. Nosotros fuimos así a los 18, ¿recuerdas? ¡Puedo apostar que ambos hicimos lo mismo!
Victor la miró, sorprendido por su comentario, pero al mismo tiempo, una sonrisa divertida comenzó a formarse en su rostro. Sabía que Luci tenía razón; cuando él y ella eran jóvenes, también tomaron decisiones de las que no siempre estaban orgullosos, pero que formaban parte del proceso de crecer.
—Tienes razón, Luci... —dijo Victor, suspirando con una sonrisa entre dientes—. No puedo ser un hipócrita, ¿verdad? Pero eso no hace que sea más fácil, por más que lo recuerde.
Luci se acercó un poco más a él, sonriendo con complicidad.
—Lo que pasa es que, ahora que somos adultos, tendemos a olvidar lo que fuimos en su momento. Pero nuestros hijos están aprendiendo de nosotros, y lo que hagamos ahora puede influir en cómo manejan sus decisiones más tarde.
Victor asintió lentamente, comprendiendo la sabiduría de las palabras de Luci. A veces, como padres, tendemos a olvidar nuestras propias experiencias y a enfocarnos solo en lo que creemos que es lo mejor para nuestros hijos.
—Tienes razón. Quizás no es tan diferente después de todo... —dijo, mientras se recostaba un poco en el sillón, mirando a Luci con una sonrisa suave.
—Y eso no significa que no sigamos siendo protectores, pero debemos recordar que también debemos darles el espacio para que aprendan a su manera —respondió Luci, acariciando su brazo con cariño.
Victor miró a Luci y, aunque el tema aún lo inquietaba, se sintió un poco más tranquilo. Con el tiempo, aprenderían a manejar estos momentos y apoyarían a su hija de la mejor forma posible.
—Vamos a hacer lo mejor que podamos... como siempre lo hemos hecho —dijo Victor, sonriendo.
Luci le devolvió la sonrisa, sabiendo que, aunque las decisiones de sus hijos fueran difíciles de aceptar a veces, siempre estarían allí para apoyarlos.
Evil Victor regresó a su hogar, donde su esposa, Victoria, no parecía tan afectada por los recientes acontecimientos. Sin embargo, él, debido a su estado físico, estaba sentado en su silla de ruedas. Al llegar, lanzó una mirada de frustración hacia su esposa.
—¿Sigues sin levantarte de esa silla, eh? —preguntó Evil Victor, con una sonrisa sarcástica—. ¿Te has dado cuenta de lo que me has hecho? Ahora ni siquiera puedo caminar sin ayuda, y todo por tu culpa.
Victoria, que estaba de pie en la sala, lo observó en silencio. Sabía que Evil Victor no podía resistir la oportunidad de lanzarle un comentario cruel, especialmente ahora que su situación lo tenía atrapado en esa silla de ruedas. A pesar de todo, ella mantenía su compostura.
—No es mi culpa, Victor —respondió Victoria, sin ceder ante la provocación—. Es lo que te ganaste por tus propios actos.
Evil Victor lo sabía, pero la rabia seguía burbujeando dentro de él. No podía aceptar su nueva debilidad, y la frustración le hacía buscar a alguien a quien culpar. A menudo, la ira que sentía hacia sí mismo la descargaba en su esposa.
—¡Maldita sea! —gritó, golpeando los apoyabrazos de su silla—. No deberías haberme dejado así. Lo odio. ¡Te odio por dejarme en este estado!
Victoria observó su arrebato con calma, sin dejarse afectar por sus palabras. A pesar de todo lo que él había hecho, ella seguía de pie, fuerte y decidida, aunque sabía que esa actitud solo lo enfurecería más.
—¿De verdad crees que puedo hacer algo por ti ahora? —le preguntó, cruzando los brazos—. Te lo advertí. Todo lo que está sucediendo es el resultado de tus propias decisiones.
Evil Victor la miró fijamente, con los ojos llenos de furia, pero también con un toque de admiración. Su esposa nunca había sido fácil de doblegar, y eso lo volvía aún más obsesionado con ella.
—No importa, Victoria —dijo Evil Victor, respirando profundamente, intentando calmarse—. Nada de esto cambiará lo que tengo planeado. Aunque me encuentre aquí, atrapado en este estado, aún tengo el control.
Con una sonrisa sombría, Evil Victor giró la silla de ruedas y comenzó a alejarse. Victoria no dijo nada más, pero en su interior sabía que el tiempo de su esposo en esa silla de ruedas no sería eterno. Las cosas iban a cambiar, y cuando lo hicieran, las cartas en el juego se repartirían de nuevo.
Evil Victor, sin embargo, no podía dejar de pensar en cómo su situación le estaba llevando a un lugar que ni él mismo había anticipado: cada vez más dependiente de la fuerza de aquellos a su alrededor, mientras él mismo perdía poder.
Victoria no pudo evitar reírse al ver la frustración y el intento fallido de su esposo por levantarse de la silla de ruedas. Su risa resonó por la habitación, y la ironía de la situación no se le escapó.
—Aún recuerdo cómo estabas suplicando por más esa noche —dijo Victoria, con una sonrisa de satisfacción en su rostro, mientras se acercaba a él—. ¿Cómo te sientes ahora, Victor? ¿Todo ese poder y ahora ni siquiera puedes levantarte por ti mismo?
Evil Victor, al escucharla, se encolerizó aún más. Su rostro se tornó rojo de ira y, en un intento de recuperar algo de dignidad, intentó ponerse de pie de un solo tirón. Sin embargo, sus piernas no respondieron, y al tratar de levantarse, se desbalanceó y cayó al suelo con un golpe sordo. La caída fue estrepitosa, y por un momento, todo quedó en silencio, con él tirado en el suelo, respirando agitadamente.
Victoria observó la escena con una mezcla de diversión y satisfacción, sin preocuparse por ayudarlo. Su esposo siempre había sido un ser arrogante y cruel, y ver cómo caía ante su propia impotencia la hacía sentir un retazo de justicia.
—¿Te duele? —preguntó Victoria, con una mueca burlona, pero manteniendo la calma. Sabía que su esposo era una figura imponente, pero en ese momento, ella tenía el control total—. Supongo que ahora sabrás cómo me siento cuando me haces sufrir.
Evil Victor, aún en el suelo, gritó de frustración, su orgullo herido por la caída. Quería levantarse, gritar, hacer algo para recuperar el control, pero se sentía completamente impotente. La risa de Victoria solo aumentaba su enojo.
—¡Cállate, Victoria! —gruñó, golpeando el suelo con sus manos, mientras sus ojos brillaban con furia. El dolor físico era nada comparado con la humillación que sentía—. ¡Esto no se quedará así! ¡Lo juro!
Victoria se agachó lentamente, mirándolo desde lo alto, sin mostrar compasión alguna.
—Claro, Victor, lo que tú digas —respondió con calma, sin miedo en su voz—. Pero ahora eres tú quien está en el suelo, no yo. Y eso, querido, no lo olvido fácilmente.
La sonrisa de Victoria creció aún más, disfrutando de la derrota de su esposo. El poder había cambiado de manos, y por un momento, ella disfrutaba de la venganza.
Victoria, con una sonrisa maliciosa, se acercó aún más a Evil Victor, quien seguía tirado en el suelo, respirando pesadamente por el agotamiento y la humillación. Al ver que su esposo no decía nada, decidió continuar con sus burlas, disfrutando cada segundo de su sufrimiento.
—Gritabas como toda una niña —dijo Victoria con tono juguetón, mirando al suelo donde su esposo permanecía inmóvil—. Hasta los gemidos llegaron a oídos del pueblo, ¿sabías eso? Enviaron cartas pidiéndote que te callaras para poder dormir en paz.
Evil Victor se tensó al escuchar eso. Su rostro se tornó de un color rojo intenso por la vergüenza. No podía creer que su propia esposa estuviera humillándolo de esa manera. Pero Victoria no parecía tener intención de parar.
—Me pregunto si aún te acuerdas de cómo suplicabas, con esa voz que solo tú sabes hacer, mientras tratabas de aguantar. No solo el pueblo escuchó, Victor. Todos lo hicieron —continuó Victoria, disfrutando con cada palabra. Se agachó cerca de él, y su mirada se llenó de diversión y desprecio—. Fue tan... encantador.
Evil Victor cerró los ojos con fuerza, apretando los puños contra el suelo, tratando de contenerse para no explotar de ira. La humillación era insoportable, y el hecho de que su esposa lo estuviera atacando con tales detalles solo aumentaba su rabia.
—¡Cállate, Victoria! —gritó, intentando levantarse una vez más, pero sus piernas no respondieron. El dolor y el cansancio lo vencieron, y se desplomó de nuevo en el suelo.
Victoria, satisfecha con su victoria, dio un paso atrás y observó cómo su esposo, el gran Evil Victor, se encontraba completamente derrotado, no solo físicamente, sino también en su orgullo. Sin ningún remordimiento, comenzó a caminar lentamente hacia la puerta.
—Duerme bien, querido —dijo con sarcasmo, mirando por encima del hombro—. Espero que esta vez puedas dormir en paz, sin que nadie tenga que enviarte cartas.
Evil Victor, derrotado tanto física como emocionalmente, sintió cómo una mezcla de vergüenza y dolor lo invadía. Su orgullo, esa fuerza que lo había definido como un ser temido y poderoso, se desmoronaba por completo. Con las manos temblorosas, las puso contra el suelo, como si eso pudiera detener la avalancha de emociones que lo ahogaban.
Su mirada se desvió hacia el vacío, y por un momento, se sintió completamente pequeño. El hombre que había causado terror y caos, ahora estaba postrado en el suelo, incapaz de controlar sus propios sentimientos. Sin hacer ruido, sin mostrar la magnitud de su humillación, sus ojos se llenaron de lágrimas que caían lentamente sobre el frío suelo.
Se había acostumbrado tanto a la idea de ser invencible, de ser el monstruo que inspiraba temor, que la fragilidad humana, incluso en sus momentos más oscuros, lo golpeaba con fuerza. Las lágrimas no eran para él un signo de debilidad. No quería admitirlo, pero en ese instante, sentía una necesidad profunda de ser más que la sombra de lo que había sido.
A pesar de su dolor, se mantuvo en silencio, no dejando que su llanto se hiciera evidente. Su cuerpo se tensó, tratando de aferrarse a lo que quedaba de su orgullo, pero la lucha interna era imparable. Sabía que este momento, esta derrota emocional, no sería olvidada fácilmente.
Victoria, sin volverse ni un momento, había dejado la habitación, satisfecha con la humillación que le había dado. No había necesidad de mirar atrás. Sin embargo, mientras se alejaba, una pequeña parte de ella, aunque lo disfrazara con burla, sabía que algo dentro de Evil Victor se había quebrado esa noche. Un sentimiento de tristeza profunda, tan ajeno a la persona que solía ser, se había despertado en él.
Victoria caminaba con pasos decididos, su mente ocupada en los papeles que necesitaba llenar. Aunque su rostro mantenía una expresión seria, por dentro su corazón latía con algo de nerviosismo. A pesar de la burla que acababa de hacerle a Evil Victor, sabía que había algo importante que aún no le había dicho a él, ni a nadie: el hecho de que estaba embarazada.
Su pensamiento se desvió momentáneamente hacia esa pequeña criatura que crecía dentro de ella, sin saberlo aún, pero lo cierto era que no quería decirle nada todavía. La idea de un hijo, especialmente una niña, llenaba su mente de una extraña mezcla de emociones. Si bien no lo admitiría abiertamente, había algo de miedo en su interior, algo que la mantenía en silencio. ¿Cómo reaccionaría Evil Victor ante esta noticia? Su relación con él era ya complicada, y una nueva vida en el medio de todo eso podría desestabilizar aún más las cosas.
"Lo mejor es esperar un poco más", pensó, mientras sus dedos tocaban el papel con una cierta impaciencia. No quería que este momento fuera sobre su embarazo, sino que prefería que fuera sobre otros asuntos que le preocupaban más en ese instante.
Ella sabía que este sería un secreto bien guardado, al menos hasta el momento adecuado. No podía dejar que su vida, ya tan enredada, se complicara aún más con algo tan trascendental como la llegada de un hijo, especialmente en las circunstancias que la rodeaban.
Mientras completaba los papeles con una concentración fría y calculada, una pequeña sonrisa cruzó su rostro al pensar en la niña que llevaba dentro. Un pensamiento fugaz, pero reconociendo que, en algún lugar dentro de ella, comenzaba a sentir una conexión con el futuro que apenas empezaba a formarse.
Evil Victor, tras meses de recuperación, se sumergió en su entrenamiento de una manera casi obsesiva. El dolor físico que había sufrido en su cuerpo parecía ser nada comparado con el tormento emocional que sentía. Cada golpe que daba, cada movimiento que ejecutaba, no solo estaba buscando recuperar su fuerza, sino también sumergirse en un mar de ira y resentimiento que lo consumía lentamente.
Había cambiado. Ya no era el hombre que alguna vez se divertía con las provocaciones o se burlaba de las situaciones a su alrededor. La burla que Victoria le había hecho, junto con la humillación de su condición actual, lo habían marcado profundamente. Había perdido algo de su humanidad en el proceso, y su única motivación ahora era el deseo de venganza. El entrenamiento había pasado a ser su única válvula de escape, su única razón para mantenerse de pie.
Victoria, por su parte, trataba de acercarse a él en varios momentos, pero todo intento era inútil. Evil Victor ya no la miraba con la misma intensidad ni la misma atracción que alguna vez. Se había vuelto distante, casi completamente ajeno a su presencia. Le hablaba poco, apenas la miraba a los ojos. Su mente estaba ocupada con pensamientos de poder, de venganza, y de cómo tomar lo que sentía que le pertenecía. Ya no le importaba nada más que su entrenamiento y el fortalecimiento de su cuerpo.
Se aislaba en su propia burbuja, sin darle espacio a la emoción o la conexión. El entrenamiento, bajo su nueva perspectiva, no solo servía para recuperar su fuerza física, sino también para despojarse de todo lo que lo hacía vulnerable, incluso si eso significaba perderse a sí mismo en el proceso.
La apática actitud de Evil Victor hacia Victoria se volvía cada vez más evidente. Ella, aunque trataba de mantener la calma y cuidar de él, notaba cómo se cerraba más y más, como si se alejara en una espiral de enojo, tristeza y deseos de revancha. Sus interacciones se volvían tensas y distantes, como si ambos estuvieran atrapados en mundos separados, sin poder encontrar el camino de regreso.
Evil Victor había decidido que, mientras su cuerpo se fortaleciera, nada más importaría. No le daba tiempo a la emoción, no le daba tiempo a nadie. Solo le importaba el momento en el que podría finalmente tomar venganza y restablecer el control que sentía que había perdido.
Sin embargo, algo dentro de él aún luchaba por emerger, algo que le recordaba las sombras de la humanidad que aún quedaban en él. Pero esa parte de su ser parecía estar cada vez más enterrada bajo el peso de su rencor y sus deseos de poder.
Evil Victor, exhausto pero determinado, se detuvo en medio de su entrenamiento y flexionó los músculos, observando su reflejo en el espejo. El sudor recorría su cuerpo, pero sus ojos brillaban con una intensidad fría, como si cada fibra de su ser estuviera enfocada únicamente en un solo propósito: volverse el más fuerte.
"Necesito volverme el más fuerte", murmuró para sí mismo, su voz ronca pero llena de convicción. Sabía que su cuerpo, aunque recuperado, aún tenía límites que debía superar. Sabía que la humillación, las traiciones y la dolorosa pérdida de control en su vida eran solo el principio. El entrenamiento no era solo una forma de fortalecerse físicamente; era una forma de forjarse de nuevo, de dejar atrás cualquier vestigio de su antiguo yo y transformarse en algo más... algo más imparable.
Se acercó al equipo de entrenamiento, sus manos temblando ligeramente por la tensión acumulada, pero su mirada seguía siendo feroz. Sabía que no podía detenerse, que cada golpe, cada repetición, lo acercaba un paso más a su objetivo. Las imágenes de su fracaso, su humillación y los momentos en que había sido débil lo impulsaban a seguir adelante, a superar cada obstáculo, a destruir cualquier rastro de debilidad que quedara en él.
"Seré invencible", pensó, apretando los dientes con furia contenida. "Ni siquiera Victor podrá detenerme."
La idea de venganza seguía ardiendo en su interior como una llama inextinguible. No solo quería ser el más fuerte por sí mismo, sino para borrar cualquier vestigio de duda, de temor y, sobre todo, para demostrar que ya no dependía de nadie, ni siquiera de la vida que había dejado atrás.
Mientras entrenaba, su mente se sumergió en pensamientos de lo que podría hacer una vez que alcanzara su objetivo. ¿A quién destruiría? ¿Cómo tomaría el control total? Nada ni nadie podría detenerlo. Cada músculo que ganaba, cada técnica que perfeccionaba, lo acercaba más a la versión de sí mismo que había soñado: un ser sin igual, el más fuerte de todos.
"Solo yo puedo salvarme. Solo yo puedo ser el más fuerte." Su respiración se aceleró, y con un último esfuerzo, continuó con su entrenamiento, decidido a seguir hasta que su cuerpo, y su voluntad, alcanzaran la perfección absoluta.
Victor llegó a la sala donde Evil Victor lo había citado. Al entrar, vio a su contraparte entrenando intensamente, su cuerpo cubierto de sudor, respirando pesadamente, pero con una mirada fija de determinación. La atmósfera estaba cargada de una energía tensa, como si el aire mismo estuviera esperando algo importante por suceder.
"¿Qué quieres, Evil Victor?", preguntó Victor con un tono serio, aunque no exento de una ligera curiosidad. Sabía que su versión oscura rara vez lo llamaba sin motivo alguno, y no era común que buscara una conversación directa con él.
Evil Victor dejó de entrenar por un momento, miró a Victor con sus ojos fríos y desgarrados, y aunque su postura era desafiante, algo en su rostro mostraba una ligera vulnerabilidad. Sin embargo, al instante se recompuso y respondió con su voz grave, casi tensa:
"Te llamé porque... necesito algo de ti. Necesito tu ayuda para seguir adelante", dijo con una sonrisa que no alcanzaba a llegar a sus ojos. "No solo quiero ser fuerte. Quiero ser imparable. Y sé que tú sabes cómo lograrlo."
Victor lo observó en silencio durante unos segundos, sopesando las palabras de Evil Victor. No había nada que le gustara más que ver cómo su contraparte sufría por la necesidad de poder, de control. A veces, incluso disfrutaba de su sufrimiento, pero algo en la mirada de Evil Victor lo hizo pensar que esta vez no era solo una cuestión de ego.
"¿Ayuda?", dijo Victor finalmente, dando un paso hacia él. "Sabes que no soy alguien que brinde ayuda sin un precio. Y, francamente, no creo que puedas controlar lo que realmente buscas."
Evil Victor respiró profundamente, frustrado pero determinado. "Sé lo que se necesita. Pero, en este momento, no tengo el poder suficiente para lograrlo solo. Tú... tú has visto cómo conseguirlo. Conoces los límites, y estoy dispuesto a superar todos los obstáculos que se me pongan en el camino. Pero necesito saber cómo."
Victor se cruzó de brazos, observando la tensión palpable en la habitación. "No será fácil. Te advertí que el poder tiene un precio, y no hay vuelta atrás una vez que lo tomas. ¿Estás seguro de lo que estás pidiendo?"
Evil Victor lo miró con ojos llenos de resolución. "Lo estoy."
Victor asintió lentamente. Sabía que Evil Victor no retrocedería, no importaba lo que dijera. "Entonces prepárate. Lo que buscas te cambiará, y no serás el mismo después de esto."
Un silencio pesado se instaló entre ellos, como una cuerda tensada a punto de romperse. Ambos sabían que, en ese instante, sus destinos podrían entrelazarse nuevamente de una manera que ni siquiera ellos podían prever. Y aunque no lo dijeran en voz alta, un leve sentimiento de respeto mutuo surgió entre los dos. Sabían que, de alguna forma, estaban destinados a enfrentarse o unirse en algún punto del futuro.
"Estaré listo", murmuró Evil Victor, y sin decir más, se dio la vuelta para retomar su entrenamiento, sabiendo que lo que estaba por venir sería mucho más grande de lo que podría imaginar.
Victor y Evil Victor se pusieron en la misma pose de combate, la postura característica del Kyokushinkai, un estilo de karate conocido por su enfoque en la fuerza física y la disciplina mental. Ambos se posicionaron de manera casi idéntica, con los pies firmemente plantados en el suelo, ligeramente separados para un equilibrio perfecto. Las manos se encontraban en guardia, con los puños cerrados, pero listos para moverse con la velocidad y precisión que requería la técnica.
La atmósfera se cargó de tensión mientras se enfrentaban, con cada uno evaluando al otro, sus ojos llenos de determinación y un conocimiento tácito de lo que vendría. La postura de Kyokushinkai era conocida no solo por su agresividad, sino también por la resistencia mental que requería, y ambos, aunque distintos en muchos aspectos, compartían ese mismo fuego interno.
"Sabes lo que esto significa", dijo Victor con una voz baja pero firme, mientras ajustaba su postura, asegurándose de que cada parte de su cuerpo estuviera alineada con la disciplina del estilo. "No es solo fuerza física. Es sobre control, sobre saber cuándo atacar y cuándo esperar."
Evil Victor, con su mirada fría y calculadora, asintió lentamente, sus músculos tensándose bajo la superficie. "Lo sé. Y estoy listo para lo que venga." Su voz era grave y llena de una mezcla de odio y desafío, pero también había un destello de respeto en sus palabras. Aunque eran enemigos, ambos entendían que ese tipo de combate no era solo sobre destreza, sino también sobre la voluntad de superar las propias limitaciones.
El aire entre ellos parecía volverse más denso, como si el universo mismo se hubiera detenido momentáneamente, esperando el primer movimiento. Nadie se atrevió a romper el silencio. Sabían que el primer error, el primer desliz, podría ser fatal.
El entrenamiento comenzó. Ambos dieron un paso hacia adelante, cada uno lanzando un ataque rápido y calculado, poniendo a prueba la resistencia y el aguante del otro. Los golpes eran secos, certeros, como los de dos maestros que sabían exactamente lo que estaban haciendo. Cada uno estaba buscando la oportunidad para derribar al otro, pero con el respeto de un combatiente que sabe que solo el mejor puede prevalecer.
Evil Victor lanzó un gyaku-zuki, un golpe directo con la mano trasera, y Victor respondió de inmediato con un mae-geri, una patada frontal que desvió el ataque de su contraparte. Ambos combatientes seguían en movimiento, las tensiones del combate creciendo con cada intercambio.
Mientras se enfrentaban, parecía que la batalla no solo era física. Era una lucha interna, una prueba de quién estaba dispuesto a ceder y quién se mantendría firme. En un instante, los ojos de ambos brillaron con un entendimiento profundo, como si supieran que su rivalidad era más que una simple confrontación; era el reflejo de la lucha dentro de cada uno de ellos.
El sonido de los golpes resonaba en el aire, pero ninguno de los dos parecía dispuesto a ceder. La batalla seguía, y el enfrentamiento entre Victor y Evil Victor continuaba, un duelo no solo de fuerza, sino de voluntad, donde solo uno podría alzarse como el vencedor.
El combate entre Victor y Evil Victor se intensificó cuando, en medio del enfrentamiento, la voz de Victoria resonó desde lejos, interrumpiendo el ritmo del combate. "¡Evil Victor!" llamó ella, su tono firme pero lleno de preocupación.
Al escuchar su nombre, Evil Victor sintió un choque en su concentración, pero rápidamente su frustración se transformó en rabia, y en lugar de detenerse, sus golpes aumentaron en velocidad y fuerza. El aire vibraba con la velocidad de los gyaku-zukis y mae-keris, cada uno de los cuales estaba más cargado de energía que antes. La rapidez de sus ataques ahora era inhumana, como si estuviera dispuesto a destrozar todo lo que estuviera a su alcance.
Victor, percibiendo el cambio en la intensidad de los golpes, reaccionó instintivamente, usando su agilidad para esquivar los ataques de su rival. El sudor comenzó a resbalar por su rostro mientras se movía a gran velocidad, esquivando los poderosos golpes que caían sobre él con una rapidez que desafiaba la lógica. Cada movimiento que hacía parecía más fluido, más calculado, como si estuviera buscando el momento exacto para contraatacar.
Evil Victor, sin embargo, no mostraba signos de ceder. Su furia creció al escuchar la voz de su esposa y la presión en su cuerpo se incrementó con cada nuevo golpe. Era como si cada ataque estuviera imbuido de su frustración y resentimiento hacia la situación en la que se encontraba.
"¡Cállate!" gruñó Evil Victor, aún lanzando ataques con un ritmo imparable. "¡Esto no tiene nada que ver contigo!" Su voz se entremezclaba con la furia que sentía, y mientras avanzaba, sus movimientos se volvieron más descontrolados, más impulsivos.
Victor, manteniendo la calma en medio del caos, se dio cuenta de que ahora no solo tenía que pelear contra Evil Victor, sino también contra su propia impaciencia. Cada esquiva era una danza, un delicado balance entre la evasión y la preparación para un contraataque.
Al principio, parecía que Evil Victor tenía la ventaja, pero Victor, con su experiencia y entrenamiento, finalmente encontró una apertura. Después de una rápida serie de movimientos evasivos, Victor se lanzó hacia su enemigo con un ushiro-geri, una patada giratoria hacia la espalda de Evil Victor, aprovechando el momento en que su rival había dejado un hueco en su defensa por la velocidad de sus ataques.
El golpe aterrizó con un sonido seco, empujando a Evil Victor hacia adelante, pero él rápidamente se reagrupó y volvió a girarse, aún furioso, su respiración entrecortada.
"¿Crees que me vas a derrotar tan fácilmente?" dijo Evil Victor, su voz llena de rencor. Sin embargo, su cuerpo temblaba ligeramente por el esfuerzo y las heridas de la pelea. Victor lo miró con una calma fría, observando cada movimiento de su rival, sabiendo que la batalla aún no estaba decidida.
Mientras tanto, desde la distancia, Victoria escuchaba en silencio. Sabía que este enfrentamiento era más profundo que un simple combate físico. Había una batalla interna entre ellos, algo que solo ambos entenderían completamente.
Victor, al notar la creciente frustración y furia de Evil Victor en cada golpe, supo que era el momento perfecto para intervenir de manera diferente. Con un rápido movimiento, aprovechó la brecha que se había formado entre ellos tras un golpe fallido de Evil Victor. Se acercó rápidamente, atrapando ambas manos de su oponente con una fuerza que le impedía continuar el ataque.
Evil Victor, que seguía envuelto en su furia, intentó forcejear y liberarse, pero Victor utilizó su agilidad y técnica para mantener las manos de su rival firmemente sujetas, evitando que pudiera seguir desquiciándose. El sudor caía de su rostro, su respiración entrecortada por el esfuerzo y la rabia que lo consumía.
"Detente," dijo Victor en voz baja, pero firme. "Esto no te llevará a ningún lado, Evil Victor. La rabia solo te hace más débil."
Las palabras de Victor resonaron en el aire, cortando el frenesí de la pelea. Aunque la furia de Evil Victor no se disipaba por completo, la calma de Victor era palpable. Al mantener sus manos firmemente sujetas, le estaba mostrando a su oponente que la violencia y la rabia no eran las únicas respuestas.
"¿Qué quieres? ¿Que te suelte para que sigas perdiendo el control?" dijo Victor, su tono ahora más serio, pero sin dejar de ser paciente. "Eres más que esto. No dejes que el odio controle todo lo que eres."
Evil Victor, aún respirando con dificultad, se detuvo momentáneamente, como si las palabras de Victor lo alcanzaran por un breve momento. Sin embargo, su mente estaba llena de emociones encontradas. El odio, la frustración, y la vergüenza por haberse dejado llevar por sus propios demonios lo mantenían al límite.
"No soy como tú," murmuró Evil Victor, aunque la rabia todavía estaba presente en su tono. "Nunca lo seré."
Victor no lo soltó, mantuvo la calma y la firmeza. "No, no lo eres. Pero todos podemos cambiar. Incluso tú."
El silencio se alargó por un momento, mientras Evil Victor luchaba por encontrar una respuesta. En su mente, todo lo que había vivido lo había empujado a convertirse en lo que era ahora, un ser lleno de resentimiento y odio, incapaz de ver más allá de su dolor. Pero las palabras de Victor, aunque duras, llegaron a una parte de él que aún dudaba. Quizá, solo quizá, todavía había algo de sí mismo que no se había perdido por completo.
"Lo que sea que quieras hacer, no lo harás destruyéndote a ti mismo," agregó Victor, manteniendo su sujeción.
Evil Victor respiró hondo, aún tenso, pero algo en su interior comenzó a calmarse. Sabía que no podía seguir en ese ciclo de odio constante. Victor tenía razón, y por primera vez en mucho tiempo, Evil Victor permitió que esa verdad lo tocara, aunque fuera solo por un instante.
Finalmente, con un esfuerzo, Evil Victor relajó su cuerpo, permitiendo que Victor lo soltara. La tensión en el aire no desapareció por completo, pero el primer paso hacia la calma se había dado. Ahora, lo único que quedaba era decidir qué hacer con esa nueva claridad.
"Tal vez no todo está perdido," murmuró Evil Victor, mirando a Victor con una mezcla de resentimiento y algo que se parecía a la aceptación.
Victor asintió, sabiendo que este no era el final, pero tal vez el comienzo de un cambio importante.
Evil Victor, después de un breve momento de calma, tomó una decisión rápida y sin previo aviso. Con una mirada llena de furia y resentimiento, lanzó un golpe certero en la nuca de Victor, dejándolo atónito y aturdido por el impacto. Victor, incapaz de reaccionar a tiempo, cayó al suelo. Antes de que pudiera levantarse, Evil Victor abrió un portal rápidamente.
Victor, ya con la visión nublada por el golpe, fue absorbido por el portal, y en un parpadeo, se encontró de nuevo en su propia casa, estrellado contra el sillón. El golpe había sido fuerte, y aunque no fue fatal, dejó a Victor aturdido, con el corazón acelerado, intentando recobrar el control sobre su cuerpo.
Al momento en que Victor trató de incorporarse, el portal se cerró de inmediato. La habitación se sumió en un silencio incómodo, solo interrumpido por los ruidos suaves de la casa. Evil Victor, ahora en otro lugar, había dejado atrás a Victor, quien aún se tomaba la cabeza por el dolor de la sorpresa y el golpe.
Victor se levantó lentamente, frotándose la nuca, con una mezcla de incredulidad y frustración. Sabía que Evil Victor no iba a dejarlo en paz tan fácilmente, pero ahora tenía que lidiar con las consecuencias de lo sucedido. En ese momento, se dio cuenta de que el combate no solo había sido físico, sino también psicológico. Evil Victor había jugado su carta, llevándolo de vuelta a casa con una victoria tácticamente astuta.
"Así que ahora te vas a esconder en tus portales..." murmuró Victor, con una sonrisa amarga mientras se recostaba en el sillón.
Sabía que necesitaría algo más que fuerzas físicas para derrotar a Evil Victor. Este juego había pasado a otro nivel, y ahora, Victor tendría que pensar con más astucia si quería acabar con la amenaza de su contraparte oscura.
Evil Victor caminaba con pasos firmes y resonantes hacia el palacio de su esposa, sus ojos fríos y calculadores reflejaban una mezcla de ira contenida y determinación. Su rostro estaba serio, casi como una máscara, como si su humanidad hubiera quedado atrás, reemplazada por la oscuridad que había cultivado durante años.
Mientras avanzaba, rompió la camisa que aún llevaba puesta, demostrando que ya no le importaba mantener una apariencia ordenada o cuidada. Lo único que importaba era el poder, la fuerza, y el propósito que lo guiaba. La energía que emanaba de él era palpable, su cuerpo ya no mostraba signos de debilidad, solo una fuerza bruta y despiadada. Cada músculo tenso en su cuerpo resonaba con una vitalidad sombría.
Había sido un tiempo desde que Evil Victor había asumido su verdadero poder, un tiempo desde que había dejado atrás cualquier duda sobre su naturaleza y su destino. Recordaba los días en los que se deleitaba en la muerte, en el caos, en el sufrimiento ajeno. Ahora, aunque más calculador, aún conservaba esa sed insaciable de ser el más fuerte, el más temido, el más imparable.
Su caminar hacia el palacio era una declaración. Sabía que su esposa, Victoria, lo observaba, consciente de la transformación que había experimentado. Ya no era el hombre que había sido, ni el hombre que ella había amado. Se había convertido en una máquina de destrucción, y nada ni nadie podría detenerlo.
Dentro de su mente, pensamientos oscuros se mezclaban con recuerdos de su antigua vida, pero todo eso era irrelevante ahora. El poder era lo único que importaba. Y Victoria, aún sin saberlo, sería una de las pocas que podría entender la magnitud de lo que se estaba desatando.
Evil Victor respiró hondo mientras se acercaba a la puerta del palacio. Estaba listo para continuar su camino, no solo para reclamar lo que sentía que era suyo por derecho, sino también para desafiar su destino y demostrar que nadie, ni siquiera él mismo, podría volver a frenar la voracidad de su voluntad.
Victoria abrió la puerta, sorprendida al ver a su esposo, Evil Victor, entrar con su habitual expresión seria. Sin embargo, en un instante, antes de que pudiera reaccionar completamente, Evil Victor ejecutó un movimiento rápido y preciso, casi imperceptible para el ojo. Con un solo gesto, una franja de dolor recorrió la mejilla de Victoria. Un corte limpio y agudo, como si una cuchilla invisible hubiera descendido sobre ella.
Victoria tocó su rostro rápidamente, sintiendo la sangre deslizarse por su piel. El corte no era profundo, pero sí lo suficientemente doloroso para hacerle saber que su esposo no estaba jugando, que sus intenciones no eran amistosas. La mirada en los ojos de Evil Victor permaneció fría e impasible, como si el gesto fuera simplemente un aviso, un recordatorio de la violencia que él ahora era capaz de desatar en cualquier momento.
"Sabes, Victoria, pensé que te habría gustado recibir mi atención de una forma más... cercana," dijo Evil Victor en un tono bajo, su voz fría como el hielo, pero con un leve toque de sarcasmo. No era solo un golpe físico lo que acababa de propinarle, sino también un golpe psicológico. A lo largo de su relación, Evil Victor había ido alejándose cada vez más de su humanidad, y ahora parecía disfrutar jugando con la mente de Victoria, despojándola poco a poco de su poder.
Victoria, aunque sorprendida por la rapidez del golpe, no mostró miedo. En lugar de eso, sus ojos brillaron con una mezcla de desafío y reconocimiento. Sabía lo que su esposo había llegado a ser, y aunque el dolor de la herida era real, el juego de poder que se desataba en ese momento era aún más peligroso.
"No me subestimes, Victor," respondió Victoria, su tono ácido, pero con un destello de rabia contenida. "Recuerda que eres tú quien está en mi territorio ahora."
Evil Victor la observó fijamente, sus ojos brillando con una frialdad glacial que dejaba claro que no había emoción alguna detrás de su mirada. Era como si todo lo que Victoria hacía o decía le pareciera insignificante, como si hubiera dejado de importarle por completo. Su rostro, normalmente impasible, reflejaba una sensación de decepción profunda, como si ella ya no fuera más que un juguete roto en sus manos.
"No tienes idea de lo que has provocado," dijo Evil Victor, su voz baja y sin emoción. Cada palabra parecía pesada, como si tuviera un peso mortal que solo ella podía entender. Su expresión de desdén era palpable, como si las expectativas que alguna vez tuvo por su esposa se hubieran desvanecido por completo.
Se acercó lentamente, sin prisas, calculando cada paso, observando cada movimiento de Victoria con esa mirada de desaprobación. El corte en su mejilla ya no parecía importarle a Victoria, pero la tensión en el aire se sentía a cada instante. Evil Victor no necesitaba decir más; su presencia era suficiente para imponer su voluntad.
"¿De verdad creíste que podías jugar conmigo?" dijo, acercándose aún más. La distancia entre ellos se redujo, pero Evil Victor no la tocó. Mantuvo la distancia, como si ella fuera algo contaminado que ya no merecía su cercanía. "Todo lo que has hecho ha sido una pérdida de tiempo, Victoria. No eres la persona que pensaba que eras. Me has decepcionado."
El silencio se extendió por unos segundos interminables, como si el mundo mismo hubiera dejado de girar. Victoria, por su parte, no se dejó intimidar. Aunque el dolor en su mejilla seguía presente, algo dentro de ella, algo más profundo, se mantenía firme. Sabía que, aunque Evil Victor la despreciara, ella también tenía su propio poder, algo que él aún no había logrado aplastar por completo.
"¿Decepcionar? ¿Acaso crees que tus palabras tienen poder sobre mí?" Victoria respondió con una calma helada. "No eres más que un producto de tu propia arrogancia, y eso no es algo que me intimide."
La tensión entre ambos era palpable, cada uno observando al otro con una mezcla de desdén y desafío. Ambos sabían que el otro no se rendiría, pero también comprendían que, al final, este juego de poder podría llevarlos a un enfrentamiento más brutal, uno del que no habría regreso.
Evil Victor miró a Victoria una última vez, sus ojos aún fríos y calculadores, pero esta vez, un aire de desinterés comenzó a envolverlo. Su mandíbula se tensó levemente, como si estuviera procesando algo, pero la decisión ya estaba tomada. No quería perder más tiempo en un lugar que ya le parecía insostenible. Después de todo, ¿para qué seguir una lucha que ya no tenía sentido para él?
"Me largo," dijo con una voz firme, sin emoción, como si la idea de irse ya estuviera completamente resuelta en su mente.
Sin esperar una respuesta, Evil Victor se giró, su mirada al frente fija y distante. Dio un paso hacia la salida, y sus movimientos eran tan tranquilos, tan calculados, que dejaban claro que ya no tenía nada que hacer allí. No era solo una huida física, sino una huida emocional, un desprendimiento definitivo de todo lo que alguna vez fue parte de él.
Victoria lo observó en silencio mientras se alejaba, una mezcla de emociones cruzando su rostro, pero al final, simplemente dejó que se fuera. Sabía que, en el fondo, sus caminos ya no estaban destinados a cruzarse de la misma forma que antes.
La puerta se cerró suavemente tras él, y en ese momento, Victoria se quedó allí, sola, con la sensación de que algo irremediable se había roto, pero sin saber si eso significaba la liberación o simplemente el final de una etapa de sufrimiento.
En ese vacío, solo quedaba el eco de las palabras no dichas y las acciones que ya no se podían deshacer. Evil Victor se había ido, pero el daño, la tensión y las cicatrices de esa relación seguirían resonando en sus vidas.
Ambos eran prisioneros de su propio ego, incapaces de hablar, de reconocer sus errores, de buscar una solución. Y así, como siempre, el ciclo de desconfianza y distanciamiento se mantenía intacto. El orgullo se erigía como el muro infranqueable entre ellos, más fuerte que cualquier sentimiento que pudieran haber compartido en el pasado.
Ni Evil Victor ni Victoria intentaron siquiera una palabra. Solo hubo el sonido de los pasos de Evil Victor alejándose y la mirada fija de Victoria observando cómo se iba, sin que ninguna de las partes se atreviera a romper ese silencio definitivo.
Era claro que, en ese momento, el orgullo estaba por encima de todo lo demás. Y así, sin una despedida ni una conversación, Evil Victor salió y cerró la puerta, dejando atrás un vacío que no se llenaría fácilmente, pero que, sin embargo, nadie iba a tratar de llenar.
Evil Victor caminaba con paso firme, sus botas resonando sobre el suelo del bosque mientras las sombras de los árboles lo rodeaban. El aire frío golpeaba su rostro, pero nada de eso parecía importarle. Su mente estaba en un torbellino de pensamientos oscuros, la frustración y el odio acumulados en su interior no se disipaban. Todo en su vida, desde sus decisiones hasta sus relaciones, le parecía una farsa, y esa sensación lo consumía cada vez más.
"Odio esta mierda", murmuró para sí mismo, su voz cargada de desprecio. Cada paso que daba hacia el reino que había encontrado, parecía una huida hacia algo, aunque no tenía claro hacia qué.
El bosque parecía imitar su estado interior, con árboles torcidos y maleza densa que obstaculizaba su camino. Evil Victor no prestaba atención a nada de eso. Sabía que un nuevo reino significaba nuevas oportunidades, y con su poder, no habría nadie que pudiera detenerlo. Lo único que quería era poder, y estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para conseguirlo.
Al llegar al borde del bosque, vio ante él un reino imponente, sus torres y murallas se erguían hacia el cielo, rodeadas de una atmósfera de misterio y fuerza. Evil Victor observó en silencio, sintiendo la llamada de un nuevo reto, un nuevo objetivo.
"Este reino será mío", pensó con determinación, mientras una sonrisa cruel se dibujaba en su rostro. Su corazón latía con fuerza, no por el deseo de pertenecer a algo o alguien, sino por la ansia de dominio absoluto.
Pero el odio que sentía por todo lo que había dejado atrás, por las personas que habían sido parte de su vida, lo carcomía. Sin embargo, en su mente solo resonaba una idea: vengarse. No se trataba solo de conquistar este nuevo reino, sino de demostrar, una vez más, que Evil Victor era el único que podía moldear el destino a su voluntad.
"Nadie me detendrá", murmuró, mientras se adentraba en las tierras del reino desconocido. El futuro que lo aguardaba solo alimentaba su rencor, y con él, su sed de poder.
Evil Victor caminaba con una calma ominosa, su mirada fija en las primeras personas que se atrevieron a cruzarse en su camino dentro del reino. Con una expresión fría y calculadora, levantó su mano, enfocando toda su energía en el corte que iba a lanzar.
En un movimiento tan rápido que apenas si se podía seguir con la vista, Evil Victor desató su poder. Una onda cortante de energía surcó el aire, invisible pero mortal. El sonido de los cuerpos siendo partido por la mitad resonó en el aire, mientras las personas caían al suelo, sin oportunidad de reaccionar, sus mitades separadas por la fuerza brutal del ataque.
El olor a sangre llenó el aire, pero Evil Victor no mostró ninguna emoción. Para él, la muerte de esos seres era solo un simple trámite, una demostración de su poder. Avanzó sin detenerse, sin mirar atrás, mientras los cadáveres caían a sus pies como meras piezas en un tablero de ajedrez. Cada uno de esos muertos solo reforzaba su creencia de que el mundo debía someterse a su voluntad.
"Nadie puede detenerme", murmuró, su voz llena de desdén. Sin detener su marcha, continuó hacia el interior del reino, sabiendo que este sería solo el primero de muchos que caerían ante él.
No importaba cuántos más se interpusieran en su camino; Evil Victor estaba decidido a arrasar con todo. Su poder era absoluto, y la violencia era la única respuesta que tenía para aquellos que se atrevieran a desafiarlo.
Evil Victor continuaba avanzando con su fuego crepitando en las manos, sus dedos entrelazados creando llamas que danzaban a su alrededor. A cada paso que daba, el aire a su alrededor se calentaba, su furia condensada en ese poder destructivo. La luz del fuego iluminaba su rostro, mostrando una expresión fría, implacable. Él estaba listo para hacer lo que fuera necesario, sin importarle las consecuencias, para seguir avanzando en su camino de venganza.
Mientras tanto, en su castillo, Victoria estaba absorta en sus pensamientos. Movía un lápiz sobre un papel, trazando líneas que parecían ser más un ejercicio mecánico que un intento real de resolver algo. Su rostro reflejaba una mezcla de frustración y reflexión. Sabía que Evil Victor estaba cruzando una línea peligrosa, y aunque su orgullo le impedía ceder, entendía que algo tenía que hacerse antes de que fuera demasiado tarde.
Decidió dejar de lado su ego y acercarse a él. No sería un encuentro fácil; no con Evil Victor tan sumido en su furia. Pero sabía que no podía permitir que siguiera por ese camino destructivo sin al menos intentar llegar a él.
Con un suspiro, Victoria se levantó, dejando su lápiz sobre la mesa. Caminó decidida hacia la puerta de su castillo, donde su mirada se encontraba fija en la figura de Evil Victor al fondo, consumido por su propia ira. En ese momento, ya no pensaba en su orgullo ni en las viejas disputas. Sabía que, si no podía llegar a él con palabras, tendría que recurrir a otros medios, aunque eso significara enfrentarse a él de una manera más... física.
"Evil Victor," comenzó, su voz firme pero llena de una dolorosa sinceridad, "para, por favor. Si sigues así, no habrá vuelta atrás para ninguno de nosotros."
Evil Victor se detuvo brevemente al escuchar su voz, pero su mirada seguía siendo fría y llena de desprecio. No parecía dispuesto a detenerse.
"No me detendrás, Victoria," respondió, dejando que sus palabras fueran tan afiladas como el fuego en sus manos. "Este mundo no merece piedad. Y tú tampoco."
Victoria dio un paso hacia él, su rostro decidido. "¿Así que esta es la persona en la que te has convertido? ¿Este es el hombre que amaba? Si no puedes ver más allá de tu venganza, entonces seremos dos monstruos perdidos, Evil Victor. Pero si quieres que algo quede de nosotros... tenemos que hablar, no pelear."
El silencio se hizo pesado en el aire. Evil Victor no respondía de inmediato. El fuego en sus manos se apagó lentamente mientras su mente procesaba las palabras de su esposa. Sin embargo, la rabia aún burbujeaba en su interior, y no estaba seguro de si podía volver atrás.
Victoria sabía que el tiempo apremiaba. Sin una palabra más, avanzó hacia él, preparándose para hacer lo que fuera necesario para evitar una tragedia mayor.
El aire que rodeaba a Victoria comenzó a volverse denso, y antes de que pudiera reaccionar completamente, sintió una ráfaga inesperada que la golpeó con fuerza. Su largo cabello castaño, que solía caer con gracia hasta su espalda, fue arrancado de golpe, dejándola con un cabello corto y desordenado. La sensación de vulnerabilidad se apoderó de ella por un instante. Alzó la mirada hacia Evil Victor, cuya expresión no había cambiado, pero sus ojos fríos denotaban que no estaba dispuesto a detenerse en su avance destructivo.
Evil Victor, con un leve movimiento de su dedo, lanzó una flecha de fuego tan poderosa que, al atravesar el aire, dejó una estela ardiente a su paso. La flecha voló a gran velocidad y se dirigió al horizonte, destruyendo un reino entero en el proceso, una explosión que resonó en la distancia, sacudiendo la tierra con su magnitud. El sonido de la destrucción era claro, casi como un eco de lo que él mismo había llegado a convertirse: un ser capaz de arrasar con todo a su paso sin dudarlo.
Victoria, aún procesando el cambio en su apariencia y la gravedad de lo que acababa de suceder, miró con impotencia cómo el reino lejano se desvanecía bajo la furia de Evil Victor. Su rostro, aunque marcado por el cansancio, mantenía una expresión de determinación. Sabía que no podía dejar que esto continuara. La furia de su esposo estaba más allá de cualquier argumento, pero también sabía que si no lograba alcanzarlo de alguna manera, su mundo entero colapsaría a su alrededor.
Con un profundo suspiro, Victoria dio un paso adelante, sin dejar que el viento frío que le acariciaba el rostro la distrajera. "Si sigues así," dijo con firmeza, "no quedará nada de lo que te quede de humanidad. Ni de lo que alguna vez compartimos."
Evil Victor, sin mirar atrás, caminó lentamente hacia ella, sus ojos aún llenos de una furia incontrolable. "Ya no queda nada, Victoria. Todo lo que amaba se desvaneció. Lo único que queda es lo que yo quiero destruir."
El peso de sus palabras colisionó con la verdad que Victoria había temido durante tanto tiempo. A pesar de su aparente fortaleza, la tristeza brillaba en sus ojos. No solo se trataba de salvar el mundo, sino de salvar al hombre que alguna vez fue su compañero, aunque ahora se hubiera convertido en una sombra de lo que había sido.
Ambos se quedaron en silencio, enfrentándose a la distancia y al desmoronamiento de todo lo que conocían. El futuro, incierto y desolado, parecía el único camino que quedaba.
El aire se volvió tenso en el instante en que Victoria, llena de frustración y desesperación, decidió golpear la cabeza de Evil Victor. Pero este, con una rapidez que solo él poseía, reaccionó antes de que pudiera completar su ataque. Agarró sus manos con fuerza, sus ojos fríos y calculadores observando cada movimiento, como si todo fuera parte de un juego de poder.
Con una mueca de desdén, Evil Victor comenzó a hacer cortes rápidos y precisos en las manos de Victoria, sus dedos liberando un rastro de sangre mientras los cortes descendían hacia los brazos. La violencia de los cortes era abrumadora, como si quisiera recordarle el precio de desafiarlo. El dolor se intensificaba con cada segundo que pasaba, pero Victoria no gritaba. Su expresión era una mezcla de ira y tristeza, luchando por mantener la compostura a pesar del sufrimiento.
En un movimiento aún más rápido, Evil Victor levantó su brazo y golpeó con brutalidad el rostro de Victoria. El impacto fue tan fuerte que la lanzó al suelo con un estruendo, el sonido de su caída resonando en el aire. Victoria se quedó allí, respirando con dificultad, su rostro marcado por el golpe, pero su mirada aún llena de desafío. Aunque sangraba, no estaba dispuesta a rendirse.
Evil Victor observó su trabajo, su expresión sin cambio. Había derribado a su esposa, pero en su interior, algo de él seguía roto, aún intentando justificar sus acciones, aunque sabía que las consecuencias de su furia iban más allá de lo que podía controlar.
"Lo que una vez fue nuestro... ya no tiene valor", murmuró Evil Victor, sus palabras impregnadas de amargura, mientras se acercaba nuevamente a Victoria, esperando que ella, a pesar de su sufrimiento, se levantara para seguir enfrentándose a él, en una lucha que parecía no tener fin.
El aire se volvió denso con la tensión que se acumulaba entre Evil Victor y Victoria. Al ver que Victoria, a pesar de la brutalidad de los golpes, sonreía mientras se levantaba, algo en el interior de Evil Victor se agitó. Fue un sentimiento profundo, como si un peso pesado le hubiera caído sobre el pecho. De repente, sintió un dolor punzante cerca de su corazón, como si la herida fuera más que física, como si tocara algo más interno, más vulnerable.
Victoria había dado un golpe invisible, un golpe que no se podía ver, pero que había penetrado de manera más profunda de lo que Evil Victor había esperado. Era como si hubiera tocado un punto de debilidad en su alma, algo que él no quería admitir. En su mente, solo existía la idea de poder, control y venganza, pero Victoria sabía cómo mover las piezas para desestabilizarlo.
Con una risa fría, Evil Victor apretó los puños, su ira alcanzando niveles insostenibles. No iba a ser humillado de nuevo, no por Victoria, no por nadie. El odio que sentía por ella se transformó en una furia devastadora, un sentimiento que quemaba en su interior como un fuego que no podía extinguirse.
"¡No volverás a jugar conmigo!" Evil Victor gritó, su voz cargada de furia, mientras comenzaba a concentrar una energía oscura en sus manos. La presión que ejercía sobre sí mismo era palpable, la oscuridad que emanaba de él parecía envolver la habitación, presionando el aire con su intensidad. Cada grano de arena en la existencia de Evil Victor parecía querer desterrarlo de la realidad misma.
Victoria observaba a Evil Victor, su sonrisa no se desvanecía, pero su cuerpo temblaba levemente, sabiendo que el próximo movimiento sería crucial. El juego entre ambos se había vuelto más que una simple lucha física: era un choque de voluntades, una batalla de poder emocional y psicológico que iba mucho más allá de los golpes visibles.
"Te has olvidado de algo", dijo Victoria con una calma inquietante, como si todo el caos a su alrededor no fuera más que una simple tormenta que ella sabía cómo navegar. "Tu dolor es el único que realmente te queda. Y es ese dolor el que te hace débil, aunque lo ocultes bajo tu máscara de poder."
La atmósfera se cargaba con una tensión que podría romperse con el más mínimo movimiento, mientras Evil Victor luchaba contra el dolor, y Victoria, con una serenidad aterradora, se preparaba para enfrentarlo una vez más.
El golpe de Evil Victor fue brutal, un impacto directo al estómago de Victoria que resonó en el aire como una explosión. El sonido del golpe fue seco, y el cuerpo de Victoria se vio empujado hacia atrás por la fuerza de la ofensiva, cayendo al suelo con una dureza que hizo que el suelo temblara levemente. Su rostro se contorsionó por un instante debido al dolor, pero no soltó ni un grito, ni una queja.
Evil Victor, respirando pesadamente por la fuerza del golpe, observó con frialdad mientras Victoria yacía en el suelo. Había mostrado su poder, demostrando que aún tenía control sobre la situación, pero algo en su interior, quizás un vestigio de duda, lo hizo vacilar por un momento.
Victoria comenzó a levantarse lentamente, su respiración agitada, pero su mirada seguía firme y desafiante. No había caído tan fácilmente. Con una leve sonrisa irónica, miró a Evil Victor.
"¿De verdad pensaste que un golpe así me detendría?", dijo Victoria con voz baja pero llena de seguridad. Su mirada era más intensa que nunca, como si el dolor físico solo la estuviera fortaleciendo. Se levantó con gracia, ignorando el dolor punzante que aún sentía en el estómago.
"Puedes golpearme, humillarme, destruirme… pero nunca tendrás lo que yo tengo", continuó, su tono más grave ahora. "El poder no es lo que te define, es la resistencia, la voluntad, lo que realmente te hace invencible."
La atmósfera estaba cargada con electricidad, la batalla no solo era física, sino psicológica. Evil Victor sentía cómo su control sobre la situación comenzaba a desmoronarse, cómo la mente de Victoria estaba jugando un papel mucho más grande que la fuerza bruta.
Con un rugido de furia, Evil Victor se lanzó nuevamente hacia ella, pero Victoria estaba lista. El choque era inevitable, y el futuro de ambos parecía colgar de un hilo, con el destino de su enfrentamiento decidida no solo por la fuerza, sino por quién fuera capaz de dominar la mente y el alma del otro.
El rostro de Victoria se tornó pálido al instante. Un estremecimiento recorrió su cuerpo y, por un momento, el aire en la habitación pareció volverse denso y pesado. La sensación que la invadió no era solo física, sino emocional, algo profundo en su interior, una presión inexplicable que le heló la sangre.
Se llevó una mano a su abdomen, como si intentara sentir el latido que debía estar allí, la vida que se estaba formando. Pero algo no estaba bien. El vacío era palpable. En su interior no había esa energía cálida, ese flujo de vida que una madre siente cuando está esperando un hijo. Una creciente sensación de terror se apoderó de ella, como si toda su existencia estuviera a punto de desmoronarse.
Victoria miró a Evil Victor, sus ojos llenos de incertidumbre y desesperación. Su voz salió temblorosa, casi en un susurro:
—¿Lo hiciste? ¿Lo mataste?
La palabra "matar" parecía caer como un peso insoportable sobre sus hombros. No sabía si sus sospechas eran ciertas, pero el vacío que sentía en su vientre era un presagio doloroso. La única pregunta que rondaba su mente era si Evil Victor, en su furia y desesperación, había causado algo irreversible. No solo el golpe que la había derribado, sino algo mucho más devastador.
Evil Victor, al ver la expresión en el rostro de Victoria, supo que algo no estaba bien. Su rostro, frío y calculador, se tensó, pero no respondió inmediatamente. La duda lo había invadido también, aunque no lo admitiría en voz alta. Había sido un combate de pura ira, pero si su hija estaba realmente muerta, si lo que había hecho había acabado con esa vida incipiente, entonces las consecuencias serían mucho mayores que cualquier otra cosa.
Victoria se dejó caer nuevamente al suelo, las lágrimas comenzando a asomar en sus ojos, pero sin permitir que cayeran. Necesitaba respuestas, necesitaba saber la verdad, aunque temía que esta vez, la verdad fuera mucho más oscura de lo que podría soportar.
—Si… si lo mataste, no te lo perdonaré —murmuró, su voz quebrada, pero llena de una furia contenida que nunca antes se había visto en ella.
La situación había cambiado por completo. Lo que antes era una confrontación de poder, ahora se había convertido en un enfrentamiento con un precio mucho más alto. El odio y la ira ya no solo se dirigían hacia él, sino hacia sí misma, hacia todo lo que había dejado pasar, hacia lo que estaba a punto de perder.
Ahora, las palabras de Victoria y Evil Victor se convertirían en algo mucho más doloroso, y quizás, un giro inesperado en el destino de ambos.
Evil Victor, por primera vez, sintió algo que no podía controlar: miedo. No era el miedo a la derrota, ni el miedo a ser atrapado, sino algo mucho más profundo, algo que lo atravesaba y lo desconcertaba por completo. Sus manos temblaban, un temblor que no podía deshacer, algo que se sentía ajeno a su control. La ira, que siempre había sido su motor, ahora se desvanecía, y lo dejaba vulnerable. La sensación de culpa comenzaba a infiltrarse, pero se rehusaba a aceptarla.
En un impulso, Evil Victor golpeó su rostro con ambas manos, como si intentara despejar la confusión, como si el dolor físico pudiera aliviar el nudo en su pecho. Pero no lo hizo. Cada golpe, cada acción, parecía hacerle más daño, no solo físico, sino emocional.
Miró a Victoria, cuya expresión era ahora un reflejo de angustia, y las palabras que había pronunciado seguían resonando en su mente: "Si lo mataste, no te lo perdonaré". La imagen de su hija, la niña que ni siquiera había llegado a nacer, lo perseguía. Él nunca había considerado la idea de tener un hijo, pero ahora, al enfrentar la posibilidad de haberlo perdido, algo dentro de él se rompió.
Evil Victor retrocedió, y un sudor frío cubrió su frente. No era miedo a Victoria, ni a lo que ella pudiera hacerle. Era el miedo a sí mismo, a lo que había llegado a ser. Siempre había pensado que el control, la fuerza y la supremacía eran lo único que importaban, pero en este momento, se dio cuenta de lo vacía que se sentía esa victoria.
La furia se apagó, reemplazada por una fragilidad que nunca había mostrado. Evil Victor intentó endurecer su expresión, pero era inútil. Estaba perdiendo el control sobre sí mismo, y eso era algo que nunca había permitido.
—No quería… no sabía —musitó, sus palabras llenas de contradicción y dolor. Como si finalmente estuviera enfrentando la realidad de las consecuencias de sus actos.
Victoria, viéndolo así, tan vulnerable y débil, no podía evitar sentir una mezcla de enojo y tristeza. Había odiado y temido a este hombre, pero ahora veía algo completamente diferente. Quizás no solo había matado a su hija, sino que también había matado una parte de sí mismo.
—Es tarde para lamentarse, Evil Victor. Ya no hay vuelta atrás. —dijo, su voz firme, pero con un dolor que se reflejaba en sus ojos.
La tensión entre ellos se cortó en el aire. La historia de ambos estaba marcada por la destrucción, pero ahora todo lo que quedaba era la devastación de un futuro que ya no podía ser salvado.
Ambos sabían que había algo irreversible en lo que acababan de vivir, y que sus caminos nunca serían los mismos después de este momento. Pero el verdadero enfrentamiento no era solo entre ellos, sino dentro de cada uno.
Continuará...